18
Shelby, aun con los ojos puesto por donde Egon se había marchado, entró a su casa, esbozando una débil sonrisa. Le preocupaba que él se atreviera a hacer algo prohibido o estúpido. Se detestó por no haber pensado antes las cosas, ahora por su culpa; la única persona que quizás la salvaría de sus problemas, se encontraba huyendo de ella.
—¿Qué has traído?
—Traje unos detalles que hicimos para los niños del hospital. Sobraron dos; así que uno es para ti y otro para mamá—rebuscó en su mochila y extrajo dos juguetes en forma de mariposa hecho a mano de arcilla.
—¡Está muy bonito! —dijo Shelby agarrando el suyo y sonriendo ampliamente— ¿Por qué sobraron? Es decir, ¿no se supone que ya los tenían contados?
—Pues... —la mirada de Caroline se entristeció y suspiró con angustia—fallecieron el par de gemelas del área juvenil. Las dos chicas tenían cáncer pulmonar y no lo sabíamos hasta que fuimos a visitarlas.
La sonrisa de Shelby desapareció enseguida.
—Lo lamento—dejó las mariposas en la mesa y le dio unas palmaditas amistosas en la espalda— ¿hablaste alguna vez con ellas?
—Sí—se sentó en el sofá con la mirada perdida—fueron las primeras chicas con las que hablamos y se dejaron sacar sangre solo porque yo estaba acompañándolas.
—¿Cuándo sucedió? —tomó asiento junto a ella y le prestó toda la atención porque sabía que aquella noticia había devastado a su hermanastra.
—¿La muerte de ellas? —Shelby asintió—hace dos días. Hoy es el funeral a las cinco de la tarde y no sé si quiero ir. Es doloroso, ¿sabes? Conviví con ellas por más de seis meses; tampoco Evan puede salir del shock. Él también las quería.
—¿Él irá al funeral? —hasta en ese momento recordó al patético y gracioso novio de Caroline. Evan era el típico chico que toda madre quiere para su hija; educado, guapo e incluso, ridículamente sonriente y divertido.
—Supongo que sí—se limpió una lagrimilla amenazante de cada ojo y sonrió con tristeza—esto apesta. No soy apta para ser enfermera, si sigo encariñándome con los pacientes y luego lloro a mares por sus muertes, me moriré de hambre con mi profesión.
—Oye, no está mal llorar. Es decir, estás viva, ¿no? Y estar viva incluye llorar, reír, e incluso... matar—la última palabra que dijo; hizo que Caroline arqueara las cejas, y, por lo tanto, se apresuró a restaurar su comentario con una risita—bueno, matar a alguien de risa, por ejemplo.
—A veces logras que mi estado emocional cambie de rumbo inesperadamente—le riñó su hermanastra, riéndose—pero tienes razón, Shelby. Estar viva significa que puedo llorar; aunque la profesión no me lo permita. Debo mantenerme fuerte para darles fortaleza a los enfermos.
—Así se habla—la animó—ahora mueve el trasero porque vamos a ir a ese funeral.
—¿Irás conmigo? —Shelby asintió.
—¿Quién eres y qué le has hecho a mi hermanastra? —bromeó Caroline.
—Quizás sea tu hermanastra de siempre, pero mejorada—se incorporó del sofá y miró de soslayo a Caroline— ¡Apresúrate o llegaremos tarde!
—Apenas son las dos de la tarde, relájate.
—Ay, Dios. ¿Y piensas que te vas a arreglar en tres horas? —achicó los ojos, haciéndola reír—te conozco lo suficiente para saber que no te dará tiempo.
—Ya. Tranquila, le llamaré a Evan para qué pase por nosotras—rodó los ojos y se dispuso a marcarle—por cierto, ¿Qué hay de tu amigo sexy que conociste, según mamá, en Austria?
—Se largó a su país—arrugó la nariz y pensó en él durante un segundo.
—Vaya, me hubiera gustado tratarlo más... —dijo y se exaltó de pronto cuando Evan le atendió la llamada—eh, sí, soy yo, Caroline...
Shelby rio por lo bajo y fue a la cocina donde bebió agua y escuchó toda la conversación de enamorados. Pero se aburrió muy rápido, decidió subir a su alcoba en busca de ropa oscura para el funeral, pero lo que no esperaba hallar era a Egon Peitz sentado a los pies de su cama con la ropa desgarrada y el rostro, manos y parte del pantalón manchados de sangre. Su respiración estaba agitada y sus ojos negros la miraban fijamente sin parpadear.
—Egon—dijo ella en un susurro. Cerró la puerta precipitadamente y a pasos titubeantes se acercó a él— ¿por dónde entraste? ¿Qué te ocurrió? ¿Por qué estás así? ¿Asesinaste a alguien?
Sin embargo, él no respondió, sino que la sujetó de los hombros y la lanzó a la cama poniéndose encima de ella y acercando peligrosa y amenazadoramente su rostro con el suyo. Se las arregló para inmovilizarle las muñecas con una sola mano por encima de la cabeza y con la otra le cubrió la boca. Ahora era ella la que tenía la respiración agitada.
—Subí por el balcón—respondió mecánicamente. Sus ojos resultaban siniestros y peligrosos—y sí, asesiné a alguien, ¿hay algún problema con ello?
Shelby negó con la cabeza, sintiéndose mareada por el fétido olor de la sangre seca que él traía encima—necesito contactar a mi jefe—repuso, pero su voz tenía un dejo de temor que la sorprendió—tienes que ayudarme.
Le quitó las manos de encima y retrocedió hasta el rincón de la habitación, donde se dedicó a mirarla sin respirar.
—¿A quién mataste, Egon? —fue lo primero que se le ocurrió preguntar antes de "ayudarlo".
—¿Acaso importa? —gruñó.
—Sí, importa.
—Asesiné a un bastardo que estaba comiéndose una hamburguesa—se encogió de hombros—yo no tenía dinero para comprar una y no fue amable conmigo, y como no quería darme esa comida chatarra, acabé con él. Así de simple—A Shelby se le revolvió el estómago, pero no dijo nada—normalmente yo no torturo—continuó diciendo, ahora con su mirada puesta en la pared—pero después de lo que te atreviste a hacerme... —volteó a verla bruscamente y ella se sintió intimidada y ruborizada a la vez—utilicé todos los métodos de tortura que conozco, hice puré a ese imbécil y lo único que quedó de él, fue esto.
Horrorizada, Shelby miró con los ojos desorbitados como Egon sacaba de sus bolsillos un dedo índice casi putrefacto con una sortija. Y se sintió perturbada al notar la sonrisa demencial de Egon al depositar el dedo otra vez en su bolsillo como si se tratara de un juego de llaves.
—¡Saca esa atrocidad de mi casa...! —gritó, pero su voz se desvaneció a causa de que poco a poco comenzaba a ver borroso y a perder la conciencia.
Todo le daba vueltas y lo último que vio, fue el rostro de Egon cerca del suyo, susurrando su nombre. Y solamente en su mente, ella estaba a salvo de él. No supo con certeza cuanto tiempo estuvo desmayada y tampoco le interesaba. Por lo que se sorprendió que, al abrir los ojos, se encontrara con los ojos de Caroline, mirándola con susto. Parpadeó desorientada y se sentó enseguida en la cama, escrutó todo a su alrededor y notó que Egon no estaba ahí. Aliviada, se obligó a tranquilizarse y a respirar profundo.
—Shelby, ¿Por qué te desmayaste? —le oyó preguntar a Caroline. Ella ya estaba vestida con una falda negra y una blusa gris que le hacía relucir su piel blanca a la perfección.
—¿Qué hora es? —respondió, con otra pregunta.
—Son las cuatro cuarenta—repuso—por cierto, Evan está en el sanitario y pues... papá y mamá tuvieron que quedarse unas horas extra porque hubo un problema en su empresa—le acarició el cabello con ternura—según me dijo mamá, un trabajador desapareció desde temprano, en la hora del almuerzo, había salido a comer, pero nunca volvió. Creo que se hará un equipo de búsqueda—y el corazón de Shelby volvió a acelerarse—¿Shelby? ¿Estás bien? De repente te pusiste pálida y sudorosa—se levantó preocupada, pero Shelby negó con la cabeza—Evan, ¿podrías traer una toalla húmeda, por favor?
—Sí, princesa—respondió él en alguna parte. Minutos después, Evan ingresó a la habitación y le entregó la toalla a Caroline—hola, Cash—saludó a Shelby con su sonrisa de siempre.
—Hola, Evan—intentó sonreír y dejó que Caroline le limpiara el rostro.
—Te ves mal, pequeña—observó Evan, preocupado— ¿en serio quieres ir con nosotros?
—Sí. Solo denme un minuto para vestirme—se puso en pie con ayuda de ambos.
—Si no te sientes bien, dilo, Shelby—le aconsejó su hermanastra.
—Estoy bien—replicó, sulfurada—ahora me quiero vestir. Bajaré en unos minutos.
—Huele extraño, ¿lo sienten? —añadió Evan, inhalando varias veces.
—Debe ser mi ropa sucia—bromeó Shelby y Evan rio.
—A veces Shelby es más rara de lo normal—vaciló Caroline—date prisa y si te sientes mal, dínoslo.
Tanto Evan y Caroline abandonaron la habitación con preocupación. Shelby se quitó la ropa quedando en ropa interior y cuando se dispuso a abrir el ropero, las puertas de este se abrieron y salió Egon, asustándola. Él seguía oliendo a sangre seca y a sudor a pesar de que se encontraba en bóxer. Era una escena algo erótica, porque los dos estaban en ropa interior y él no dejaba de escanearle el cuerpo sin total disimulo. Instantáneamente, Shelby se inclinó a recoger su ropa y se cubrió llena de vergüenza.
—¿Por qué vas a asistir a un patético funeral? —preguntó él, acercándose a ella.
—Alto ahí—graznó la chica, poniendo una mano sobre su pecho y con los ojos puestos en el suelo—no te me acerques.
Pero él esbozó una sonrisa perversa y dio un paso adelante sin importarle la mano de ella tratando de evitarlo.
—Te recuerdo que fuiste tú quién me robó un beso.
—Era necesario—lo miró a los ojos por un segundo—ahora apártate.
—Entonces planeas irte, y dejarme solo, sabiendo que te necesito—murmuró y su rostro se endureció—te pedí ayuda y a cambio decidiste desmayarte, ¿Qué pretendes? —la acusó con los ojos estrechados.
—¿Cómo demonios querías que no me desmayara si me trajiste un dedo humano recién cortado de un cuerpo? —le espetó, furiosa y lo empujó lejos, pero él ni si quiera se movió—además, ya sé que mataste a un sujeto que trabajaba con mis padres y ahora lo están buscando, y si llegan a saber que has traído aquí su dedo, ¡Vas a mandar a la cárcel a toda mi familia y yo no lo permitiré! Si quieres que te ayude a contactar a tu jefe, tendrás que obedecerme a mí a partir de ahora.
Egon se quedó en silencio por unos minutos, apretando los labios y mirando a todas partes excepto a ella. Shelby pensó que quizás no diría nada, pero se sorprendió al oírle decir:
—Está bien. Voy a obedecerte en todo lo que me digas, si eso te tranquiliza, lo haré—respondió con dureza—pero te aclaro que esta es la primera vez que permito que alguien me hable de tal manera como lo has hecho. A decir verdad, eres la primera chica que se atreve a desafiarme—arqueó una ceja—pero no cantes victoria, Puppy. No te he prometido nada, así que puedo fallar en mi palabra. Por el momento puedes largarte a ese funeral del demonio, y quiero que regreses pronto. No hagas que vaya a buscarte. A nadie le hará gracia conocerme enfadado.
SIGANME EN MIS REDES SOCIALES PARA ESTAR EN CONTACTO:
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro