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05

"Inscripciones abiertas para un viaje a Leoben, Austria y a su cárcel de máxima seguridad, que en vez de ser la peor de todas, es la mejor de todo el mundo. Hay cupos disponibles, no te quedes con las ganas de conocer donde habitan los delincuentes más buscados. ¿Te interesa? Aquí abajo tenemos más información..."

—Reconozco esa mirada, Cash. Así que ni te atrevas si quiera a pensarlo—le advirtió Lola al notar el brillo en los ojos de su amiga al leer el anuncio que estaba pegado en el periódico escolar.

—Oye, es nuestra oportunidad de tener a esas personas muy cerca.

—Error. Querrás decir tu oportunidad. Yo no tengo deseos de ser acosada por esos delincuentes—se frotó los brazos incómoda—de solo pensarlo me da escalofríos.

—Estudiar Derecho trata de estar al pendiente de los que violan las leyes de los derechos humanos, ¿no? Y es preciso interactuar con los sujetos activos, aunque sea por una vez porque más pronto que tarde tendrás que verlos fijamente y mandarlos tras las rejas.

El entusiasmo en sus palabras desconcertó a Lola y arrugó la nariz.

—¡Yo no voy a litigar! Ya te dije que quiero trabajar en una notaría pública, crear y leer testamentos o escrituras, Cash. Nunca le veré el rostro a ningún criminal.

—¿Quién te dijo que yo no soy una criminal? Me has visto la cara durante dos años enteros—sonrió con malicia. Lola puso los ojos en blanco y resopló.

—Eres criminal solo de mente. Ahora dejemos por la paz el asunto de ir a Austria.

—Aguafiestas. Sería fantástico visitarlo.

Reanudaron la marcha hasta la cafetería donde les esperaba una fila extensa de estudiantes que esperaban su turno para abastecerse de comida chatarra. Shelby descubrió entre la multitud a Trenton Rex—quién solo estaba a una persona por pasar a coger su almuerzo—y tiró del brazo de Lola hasta llegar a él. Le había hecho tantos favores que ya había llegado el momento de cobrárselos. Lola, como de costumbre, se quedó detrás de ella mientras Shelby lo arreglaba. A su amiga le daba bastante vergüenza hablarle a ese patético chico que le ponía los pelos de punta.

—Hola, Trenton—lo saludó amablemente y se puso de puntillas para supervisar el almuerzo diverso que se extendía a dos metros.

—Hola, Shelby, hola Calvin Lola—la saludó de vuelta riéndose—ya sé que es lo que pretendes—achicó los ojos.

—Es Lola Calvin—Lola corrigió a Rex con las mejillas sonrojadas, pero él a penas y la miró.

—Pretendo que nos cedas un lugar—agregó Shelby sin quitarle la vista de encima al único burrito que quedaba sobre la bandeja.

—Uhm—dijo él, pensativo—de acuerdo, pero me debes otro aventón a mi casa.

Shelby lo fulminó con la mirada y asintió en contra de su voluntad.

—Anda, Lola. Sirvámonos el almuerzo—llamó a la rubia y esta se aproximó a ella, dejando a Trenton detrás—por cierto, cretino, ¿Qué hay de tu novia? Ayer estaba llorando y no era por ti—continuó diciendo mientras colocaba el obeso burrito en su plato.

—Katia necesita un buen psicólogo—elevó las cejas tan alto que casi tocaron el inicio de su cabello—rompimos hace unos minutos. Fue una escena sangrienta—cogió una botella de leche fría y unas galletas. Fijó su atención en Shelby y después en Lola—nadie más que ustedes, sabe que rompimos. Katia decidió que no era necesario hacer pública nuestra ruptura porque piensa que regresaremos antes de lo esperado; aunque por mi parte lo veo imposible—se encogió de hombros—desde hace unos meses me ha estado atormentando otra chica y en unos días más, veré si puede existir algo entre nosotros—Rex miró sin disimulo a los ojos de Shelby durante un momento. Ella sintió que iba a vomitar. ¿Trenton enamorado de alguien que no fuese Katia, la chica más ardiente de toda la ciudad? De pronto notó que su amiga se había puesto lívida y en sus ojos se iban acumulando lágrimas. Y segundos después, Lola echó a correr lejos de la cafetería, dejándola petrificada.

—¡Lola! —gritó, dejándole a Trenton su burrito— ¡Lola!

Corrió tras ella. Solo lograba verle los mechones rubios doblar por las esquinas de los pasillos hasta que por fin logró interceptarla en la sala de teatro donde todo estaba oscuro y silencioso. Era el colmo que su amiga pensara que Trenton se refería a ella (Shelby) cuando dijo que se estaba enamorando de otra chica. Y si daba la casualidad que así fuese, por supuesto que enviaría a Trenton al demonio y lo obligaría a salir con su amiga.

—¿Se puede saber qué te pasa? —interpuso, de mal humor. Lola le dio la espalda con los brazos cruzados sobre el pecho y sorbió por la nariz.

—¿No es obvio? Trenton está enamorado de ti.

Shelby, a los dos segundos de haber escuchado hablar a su amiga, se partió de la risa que incluso se le saltaron las lágrimas.

—No le veo lo gracioso.

—¿En serio piensas que le gusto a ese gusano?

—Sí. ¿No viste su rostro iluminado cuando lo estaba confesando?

—¡Su rostro estaba así porque estaba imaginando a esa chica! Trenton no es mi amigo, además, tú no has hecho nada para conquistarlo.

—¿Qué? O sea que tú sí lo has estado conquistando a mis espaldas—afirmó, en un gruñido.

—¡No! —exclamó y golpeó con todas sus fuerzas la pared con el puño cerrado— ¡Maldita sea, no! ¿Qué te pasa? ¿Cuántas veces tengo que repetirte que no me gusta? Me desagrada. Lo odio. Y no sé por qué demonios me habla si nunca le he dado pie a que lo haga.

—Te habla porque le gustas—repitió.

—¡Piensa lo que quieras! —graznó, sulfurada—piensa que él gusta de mí, piensa que me ama, piensa que me desea sexualmente, piensa que me adora, ¿okey? Piénsalo y te morirás virgen.

Los ojos de la rubia se abrieron como plato y la miró boquiabierta.

—¿Desearte sexualmente? —balbuceó.

—Sí. Piensa que Trenton Rex me desea sexualmente, será muy divertido, ya lo verás y ahora...

—¿Que yo qué?

Tanto Shelby y Lola se quedaron en silencio cuando oyeron surgir la voz de Rex a través de la oscuridad del teatro. A Shelby se le subieron al rostro distintos tonos de color rojo de tanta vergüenza y a su vez, Lola se dio la vuelta con las dos manos cubriendo su boca y devolvió en un cubo de basura, lo que había ingerido en su casa.

—¿Escuché bien o lo he imaginado? —añadió él a medida que se acercaba. Shelby percibió su típica sonrisita y deseó matarlo; pero en vez de responderle, se volvió para ayudar a su amiga que seguía vomitando.

—¿Te encuentras bien, Lola?

—No me toques, Shelby—le espetó Lola con brutal furia y la empujó lejos. Y cuando ella la llamaba "Shelby" en vez de "Cash" era señal de problemas.

—¿Te sientes bien, Calvin Lola? —interrumpió Rex con preocupación y con dificultad se acercó a ella y la sujetó de la cintura.

—Es Lola Calvin—le corrigió por segunda vez en el día. Y Shelby achicó los ojos al ver que Lola le había respondido con cariño a él y a ella casi le había propinado un golpe—llévame a la enfermería, por favor.

Shelby rodó los ojos y se sentó en un asiento mientras observaba como su amiga engatusaba sutilmente a Rex. Pero luego esbozó una sonrisa. ¡Al fin Lola iba a emparejar con él e iba a dejar de atormentarla con sus celos enfermizos! Más tarde, cuando la campana dio paso a la hora de la salida, Shelby fue en busca de Lola y de Rex en la enfermería; pero se sorprendió saber que jamás fueron a ese lugar, sino que se habían retirado de la escuela desde el momento del incidente. Quizás no tenía por qué enfadarse, pero lo estaba. Estaba furiosa. ¿Cómo es que su amiga había recurrido a métodos nada honestos para conquistarlo? Si tan solo supiera que Rex era un imbécil. Decidió alejar los malos pensamientos y centrarse en lo del viaje a Austria. Necesitaba ir, sin embargo, sabía que no la dejarían. Se acercó al periódico escolar, rompió el folleto del muro y lo guardó en su mochila para leerlo en casa con tranquilidad. Para más sorpresas, se encontró con una escena que no esperaba ver. Afuera, sobre su escarabajo, se hallaba Trenton Rex, esperándola. Miró a todos lados en busca de Lola, pero no la encontró. Descendió los escalones de la entrada y se ajustó las correas de la mochila sobre sus hombros y comenzó a andar en dirección a su auto.

—¿Se puede saber qué haces sobre el cofre de mi vehículo? —cuestionó ella, con los ojos puestos en las llaves.

—Estaba esperándote. Me debes un aventón—le recordó.

—¡Deja sonreír de esa manera! —le ordenó con nerviosismo. Sus llaves cayeron al suelo y se inclinó a recogerlas, y cuando se incorporó; alzó la mirada y él ensanchó su sonrisa.

—¿Por qué? ¿Acaso te enamora? —le guiñó el ojo.


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