Capitulo Veintiocho.
¡Hola! Lamento mucho la tardanza, la verdad, me costó mucho escribir este capitulo (lo reescribí unas tres veces). Es que es demasiada información y no sabía como acomodarla. De todas formas, terminé dejando mucho por fuera, pero espero poder ir contando la historia del pasado en los próximos capítulos.
Espero que les guste.
Gracias por leerme.
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Sorbiendo su nariz torpemente, Noah parpadeó las lágrimas en sus ojos y removió sus pies con fuerza dentro de la piscina, sacando la rabia acumulada en su interior en el simple movimiento. Estaba enojado, estaba herido y estaba tan jodidamente triste, que ya ni siquiera podía identificar cual sentimiento era el más fuerte. Su interior era un revoltijo de emociones que le era imposible identificar o manejar para ese momento, y se sentía tan exhausto que ya ni siquiera sabía si quería hacerlo.
Echándose hacia atrás, se recostó en el suelo, mirando el cielo azul sobre su cabeza mientras sentía las lágrimas correr por los laterales de su rostro.
¿Cómo se suponía que debía actuar alguien cuando descubría que toda su vida no había sido más que una simple y llana mentira?
Había tenido sus dudas desde antes, después de todo, su padre había dejado caer más que una pista. Pero nadie se lo había confirmado con palabras, nadie solo lo había dicho para que él pudiese escuchar la verdad. Ver a ese hombre, al cual tanto se parecía, fue como un golpe para él. Fue como si finalmente se percatara de lo real que era todo, de que realmente estaba sucediendo y que de alguna forma, toda su vida había estado mal armada desde el inicio.
Lo sacudió mucho más de lo que había estado preparado para afrontar, y agradecía que Darius hubiese estado justo a su lado en ese entonces. El chico había tomado las riendas y lo había sacado de aquella casa antes de que su cabeza estallara, prometiéndole que no tenía porque hacer eso en ese instante, que estaría bien si solo se daba un tiempo para procesarlo todo debidamente. Y eso lo hizo darse cuenta de que a pesar de que pensaba que lo había superado, él ni siquiera había previsto tener que aceptar algo como eso.
Así que si, él había llorado y mucho, todos esos años de rechazos y sentirse solo en el mundo con lo que a su familia refería, finalmente habían cobrado factura en él. Y había llorado, porque no conocía otra forma de tratar con todo. Y eso había enloquecido a Darius por completo. Noah sabía cuanto odiaba el otro verlo llorar, pero lamentablemente para ambos, a él se le daba de maravilla hacerlo. Sus lágrimas siempre le ayudaban a lavar todos sus sentimientos negativos, y una vez que se acaban, todo parecía un poco más claro para él.
Solo tenía que terminar de llorar ahora.
Sorbiendo nuevamente, cerró los ojos e intentó suprimir todo dentro, aun cuando las lágrimas calientes bajaban por los laterales de su rostro. Era su maldita luna de miel, no podía pasarse todo el tiempo llorando, tenía que encontrar la forma de tratar con ello.
Pasos suaves se acercaron a donde estaba, la brisa trajo consigo el perfume fresco de Darius cuando este se sentó a su lado, sus dedos suaves atrapando sus lágrimas con delicadeza.
—¿Noah? —llamó con suavidad, esperando con una suave sonrisa hasta que abrió los ojos, enseñándole su celular—. Tu padre está al teléfono, cariño, quiere hablar contigo.
—¿Nate? —interrogó, enderezándose hasta estar sentado—. ¿Él llamó?
—Si, parece que Christopher lo llamó a él —dijo, suspirando cuando Noah hizo una mueca insegura—. Creo que es hora de que ustedes dos hablen, no puedes seguir así de angustiado.
Secando sus mejillas, masculló—. Siento arruinar nuestra luna de miel.
—Eso no es lo que me importa, dulzura, podemos tomar diez lunas de miel luego, te lo dije antes. Lo único que me importa es que tu estés bien, amor, solo eso —inclinándose, dejó un pequeño beso en su frente antes de pasarle el teléfono—. Habla con tu padre ahora, estoy seguro de que te ayudará.
Asintiendo, tomó el teléfono y observó a Darius alejarse antes de tomar un largo respiro y aclarar su garganta. No quería sonar tan afectado, pero aun cuando pasó su dedo por la pantalla y llevó el aparato a su oído, sabía que no había forma de que el otro no lo notara.
—¿Papá? —preguntó, su voz sonando algo rota.
—Noah —su nombre se ocultó a través de un suspiro cansado—. ¿Que hiciste, mi niño?
—Lo siento —sollozó en voz baja—. Sé que dijiste que no debía seguir investigando, lo lamento mucho, pero no podía mantenerme lejos.
—Por supuesto que no. Debí prever que esto sucedería cuando me dijiste sobre el destino que habían escogido, tú y tu secuaz, para su luna de miel.
—Darius no es mi secuaz —defendió débilmente.
—Secuaz, cómplice, compinche, seguidor, como quieras decirle —dijo. Pareciendo llamar a su paz interior, hizo una pausa antes de hablar—. Chris me dijo que tuviste una crisis cuando lo viste, ¿cómo estas ahora?
—Estoy bien, Darius me trajo a casa y me dio té, estoy bien ahora —aseguró, secando nuevamente sus mejillas mientras observaba el agua de la piscina enturbiarse con sus movimiento—. Papá, soy idéntico a él.
Nate hizo un pequeño sonido al otro lado—. ¿Eso provocó la crisis?
—Yo... —intentó aclarar su voz suavemente—. Yo esperaba un parecido, dijiste que había algunas cosas que había heredado de él. Olvidaste decirme que soy su maldita copia.
—No maldigas —siseó antes de suspirar—. Sabía que ibas a enloquecer al verlo, cariño, planeaba prepararte mentalmente antes de presentarlos.
—¿Eso siquiera iba a suceder algún día?
—¿Eso que quiere decir?
—Papá, tengo veinticuatro años —le recordó—. Has tenido todo ese tiempo para prepararme para ese encuentro, y apenas ahora supe de su existencia. Sé que hay algo más sucediendo aquí, y me hace preguntarme si habría sabido de la existencia de Christopher de no ser por la curiosidad de Darius.
—Iba a decírtelo —aseguró—. Cuando el momento se presentara, iba a hacerlo.
—¿Cuando, papá? —presionó, frunciendo el ceño aun cuando no podía ser visto—. ¿Planeabas gritármelo en una de nuestras discusiones mientras seguías empujándome lejos y permitiéndome pensar que me odiabas? ¿En que momento pensabas decírmelo?
—Noah —había tanta derrota en su voz—. Es complicado, y no estoy en posición de hablar más de ello, ni siquiera debería estar hablando contigo ahora.
—Papá...
—Ve con Chris —lo interrumpió—. Ve con él, dile que te cuente todo lo que yo no puedo, te prometo que va a decirte toda la verdad sin siquiera un rastro de engaño.
Noah dudó—. No sé si puedo verlo, papá, no creo estar preparado mentalmente para enfrentarlo.
—Sé que es difícil, Noah —aseguró—. Pero si hay algo de lo que estoy seguro, es que Chris te adora, eres su niño y a pesar de la distancia, siempre lo has sido. Él no va a presionarte, pero estoy seguro de que esta ansioso de verte de nuevo, han pasado veinte años desde la última vez que pudo verte de cerca.
—No lo sé. —evadió, sin querer comprometerse a hacer algo para lo que no sabía si estaba preparado.
—Tomate unos días, si es lo que necesitas —Nate dijo con suavidad—. Pero recuerda algo, cariño, tu fuiste hasta allí buscándolo a él, no al revés. Así que si no deseas escuchar lo que él puede decirte, si prefieres esperar a que pueda hacerlo yo, está bien, pero al menos dale la oportunidad de ver una vez más a su único hijo, ¿si? ¿podrías hacerme ese favor?
Eso era un golpe bajo y ambos lo sabían, su padre sabía lo sentimental que siempre había sido, y al parecer sabía perfectamente que decir para provocar ese lado "débil" del que sus abuelos siempre se habían quejado. Si realmente Chris lo quería como su padre decía, todos esos años debieron ser una tortura para él, así que verlo una vez sería algo realmente pequeño para él, pero enorme para el mayor.
—Yo iré a verlo —dijo al final—. Pero no hoy, cuando este listo, iré.
—Está bien, cariño, eso es todo lo que puedo pedirte —dijo con suavidad y luego de una pequeña pausa, musitó como si quisiera que solo Noah escuchase sus palabras:— Te quiero, hijo, y lamento mucho haber hecho de tu vida este desastre, todo esto es mi culpa.
Cerrando los ojos, Noah jugo con el borde de sus shorts mientras respondía—. Aun sin saber toda la historia, sé perfectamente que no tuviste la culpa de nada de lo que sucedió, papá —dijo con firmeza—. Te quiero, y te prometo que voy a encontrar la fuerza en mi para arreglar todo esto, para que finalmente puedas ser feliz.
—Eso no es lo importante para mi, Noah, solo quiero que tú seas feliz.
Si, sabía que esa iba ser la respuesta, últimamente esa era la respuesta que siempre recibía de su padre. Con el tiempo, y con las cosas que había descubierto aquí y allá, Noah estaba haciéndose una imagen mucho más profunda que la plana personificación de una persona fría y calculadora que Nate siempre había aparentado ser. Claro, su padre difícilmente llegaría a ser tan cariñoso como los Baker, pero a su propia manera, amaba a Noah y hacia hasta lo imposible por mantenerlo a salvo, aun si eso incluía el herirse a si mismo para lograrlo.
Estaba comenzando a tener un nuevo respeto por Nate, la verdadera persona detrás de la mascara que siempre había usado.
Abriendo la boca para indagar un poco más, ahora que la oportunidad se había presentado, suspiró con derrota cuando su padre se despidió apresuradamente y puso fin a la conversación. Eso tampoco era raro, o al menos, hasta ese instante, no le había parecido así. Solía pensar que su padre solo quería deshacerse rápido de él, pero ahora que podía pensarlo bien, quizás había una explicación aun peor para eso. Quizás esa misma explicación valía para todo las actitudes del mismo durante su vida.
Se quedó allí un momento más, observando distraídamente el agua moverse alrededor de sus pies hasta que escuchó el sonido de las puertas de la casa abrirse. Levantando la mirada, sonrió un poco al ver a Darius de pie allí, observándolo como si estuviese intentando medir su estado anímico desde la distancia, pensando si acercarse a él o no.
—Estoy bien, Dare. —musitó.
—No, no lo estás —el otro aseguró, acercándose hasta sentarse a su lado, dedicándole una mirada dulce—. Pero lo estarás, porque eres la persona más fuerte que he conocido en mi vida, y sé que podrás superar todos estos malos momentos y que ni siquiera guardarás una pizca de rencor por quienes están haciéndote daño. Porque ese eres tú, Noah Kenneth, y quiero que sepas que estoy malditamente orgulloso de como estás enfrentando todas las adversidades y manteniéndote fuerte a través de todo.
Suspirando, recostó su cabeza en el hombro del mayor—. Lo único que he hecho es llorar y quejarme, no hay nada de lo que estar orgulloso.
—Se necesita tener la sangre muy fría para no verse afectado por todo lo que esta sucediendo en tu vida, me preocuparía más el que no exteriorizaras nada —dijo—. Y aunque odio verte llorar, en parte estoy agradecido de que lo hagas y no te ocultes de mi. Llorar es bueno, las lágrimas lavan todo el dolor y aclaran tu vista, cuando ya no queden más, verás que todo es un poco más simple de lo que creías.
Exprimiendo un par de lágrimas atrapadas en sus pestañas, Noah las secó distraídamente y suspiró—. Ya no voy a ocultarme de ti, dejé de hacer eso ahora —alcanzando la mano de Darius descansando sobre su muslo, entrelazó sus dedos—. Soy llorón, sentimental, y las cosas tienden a dolerme mucho más que a otras personas, y tu te casaste conmigo, así que te espera mucho de eso en el futuro.
Riendo entre dientes, Darius levantó sus manos unidas y besó el dorso de la mano de Noah—. Te amo, Noah, a ti y a toda esa fuerza envuelta en ternura que vive en tu interior —musitó—. Y quiero que sepas que estoy aquí, amor, y que puedes apoyarte en mi todo el camino, yo nunca voy a dejarte caer.
Recostándose en el cuerpo del otro, se permitió ser abrazado por este un momento antes de hablar—. Voy a necesitar aferrarme a ti un tiempo más —musitó—. Pero te prometo que voy a encontrar la forma de cambiar eso, y que todo sea mejor para ambos, y para todos los que nos rodean.
—Estoy seguro de que cuando encuentres tu propia fuerza, ya nada podrá detenerte, Noah, pero eso no quiere decir que debas dejar de apoyarte en mi, siempre voy a estar aquí para ti —dijo—. Te lo dije antes, y voy a repetírtelo siempre: Si las cosas van mal, solo debes venir a mis brazos, Teddy, siempre estarán abiertos para ti, esperándote.
—Voy a tomarte la palabra con eso. —dijo, antes de hundirse en sus brazos, llenando sus pulmones con el olor que desprendía la piel de Darius y la sensación de paz que estar en sus brazos le producía.
—Puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras. —Darius respondió, apretando sus brazos a su alrededor, como si no quisiera dejarlo ir.
Quedándose allí un momento más, permitió que algunas lágrimas más bajaran por sus mejillas y que lentamente todos los malos sentimientos comenzaran a evaporarse con el calor del mayor, antes de suspirar. Estaba retrasando lo inevitable, y lo sabía, pero tanto en su vida había cambiado en tan poco tiempo, que solo quería que todo se detuviese un instante. Aun así, sabía que la vida seguiría su curso sin importar cuanto intentase evitarla.
—¿Dare? —llamó, esperando el suave murmullo que le dijo que estaba siendo escuchado—. Iré a ver a Christopher de nuevo mañana, quiero escuchar su versión de la historia, oír lo que tiene que decir.
—Está bien —asintió—. Te llevaré allí cuando estés listo.
Haciendo un gesto de acuerdo, cerró los ojos y se permitió dormitar en el pecho del otro, intentando ordenar sus pensamientos mientras escuchaba la voz de su padre de fondo, diciéndole que Christopher podía decirle todo finalmente.
(...)
—¿Estás seguro de que no quieres que entre contigo?
Echando un vistazo a la casa que podía ver a través de las rejas de los portones, Noah se giró y sonrió suavemente a Darius, quién seguía montado en la motocicleta con expresión de haber sido picado por un montón de hormigas. Llevaba una vieja camiseta de una banda irreconocible y jeans rasgados, demasiado alejado del aspecto de profesor prestigioso que acostumbraba, y más cercano a uno de esos chicos rebeldes que los libros de adolescentes describían. Noah casi estaba tentado a decirle que olvidarán todo el asunto y regresasen a la casa para retomar su luna de miel.
Pero teniendo en cuenta que volverían a Inglaterra en algunos días, no podía seguir retrasando lo inevitable.
—Estaré bien por mi cuenta —respondió finalmente—. Siento que esto es algo que debo hacer solo, después de todo, se trata de mi historia también.
La mala cara de Darius se exponenció—. No me gusta dejarte solo aquí, no conocemos a estas personas.
—Nosotros no, pero mi padre si, y confía en ellos —le recordó antes de acercarse y picotear un beso en sus labios—. Una hora. Dame una hora, y luego vienes a buscarme, ¿te parece?
—¿Cuarenta minutos? —replicó con suavidad.
Noah negó—. Sesenta minutos, y vienes por mi.
Darius mantuvo su mirada por los más largos treinta segundos, y por ser buen samaritano, Noah le permitió el pequeño intercambio, dejándole la ilusión por un instante de que podía ganarle una pelea antes de que este se rindiera ante él. Generalmente, siempre hacian lo que él quería, así que Noah no terminaba de entender el porqué siquiera discutirlo.
Arrojando un vistazo a la casa, Darius lo observó acercarse y apretar el botón del timbre antes de suspirar y volver a colocarse sus lentes de sol—. Una hora, Teddy —dijo—. En sesenta minutos estaré aquí, y entraré a buscarte de ser necesario.
—Aquí voy a estar —prometió, acercándose y dejando un pequeño beso en sus labios antes de girarse, justo a tiempo para ver el portón abriéndose lentamente.
—Tu puedes, Teddy. —Darius alentó suavemente cuando no movió siquiera un musculo para entrar a la casa—. Ve allí y obtén tu verdad finalmente.
Tomando un gran respiro, Noah asintió con convicción—. Eso haré.
Con una última mirada a su esposo, caminó dentro como si no estuviese temblando como gelatina en el interior. Estaba aterrado de lo que iba a descubrir en esa visita, y al mismo tiempo, tan malditamente emocionado por finalmente saberlo todo.
La casa, como la había visto antes, era preciosa, de madera pura y verde enmarque gracias a la naturaleza que la rodeaba desde todas direcciones. Caminando lentamente, siguió el camino de entrada señalado y se detuvo frente a la puerta principal, observando la oscura madera de la misma con duda. Había llegado hasta allí, y no iba a echarse atrás una segunda vez, pero eso no quería decir que no se permitiese a si mismo vacilar de vez en vez.
Esto era todo, esto iba a cambiarlo todo, para bien o para mal, el descubrirlo era lo que más nervioso lo tenía.
Se quedó allí un momento, aferrándose a la fuerza que Darius seguía insistiendo, vivía en su interior antes de tomar un gran respiro y soltarlo lenta y metódicamente. Enloquecer no lograba nada bueno, así que mantener la calma era su arma secreta. Él podía hacer esto, podía hacerlo.
—Seguirá siendo la misma puerta, sin importar cuanto tiempo la mires.
La suave voz femenina lo hizo dar un salto sorprendido, girándose un segundo después para encontrarse con su dueño a pocos pasos. Devolviendo su corazón asustado a su pecho, Noah parpadeó varias veces, solo para asegurarse de que su vista no estaba fallándole antes de aceptar la visión frente a él. Nunca había tenido mucho contacto con gemelos, así que no podían culparlo por estar un poco sorprendido al encontrarse a dos jovencitas exactamente iguales frente a él.
Había visto El resplandor, y eso nunca era bueno.
—Debes ser Noah —quién estaba de pie más cerca a él comentó, dedicándole una larga mirada evaluativa—. No sé porqué, pero te imaginaba más alto.
—Aunque si te pareces un montón a tío Chris —la otra comentó—. Casi como una copia al carbón, es bastante extraño en realidad.
Noah estaba a punto de señalar que ellas dos eran exactamente iguales, y que eso le parecía más extraño, pero una voz diferente los interrumpió.
—Minnie, Molly, dejen de molestar a Noah —de pie en la puerta, Christopher les lanzó una mirada a ambas—. Su madre estaba esperando por ustedes para el almuerzo, no la dejen esperando más.
Una de ellas bufó hacia él—. Si quieres que nos vayamos, solo tienes que decirlo.
—Lárguense a su casa —el mayor siseó—. Y no crean que no voy a decirle a su madre sobre esta emboscada, pude verlas ocultas a través de la ventana. Van a estar castigadas por tanto tiempo que para cuando vuelva a ver sus caras, van a tener arrugas.
—¡Pues, tu cara va a parecer la de una momia!
—Ya se ve como la de una. —la otra murmuró.
Frunciendo el ceño, Christopher hizo el movimiento como si estuviese a punto de salir detrás de ellas, solo para verlas salir corriendo despavoridas un momento después. Una vez que ambas se hubiesen marchado, el mayor deslizó su mirada hacia Noah, sonriendo suavemente.
—Debes disculpar a mis sobrinas, lamentablemente heredaron la curiosidad y el descaro de su madre —se disculpó—. Son adorables, aunque un tanto entrometidas.
Observando en la dirección en que ambas adolescentes habían desaparecido, Noah murmuró pensativo—. ¿Sobrinas? —volvió a ver a Christopher—. ¿Ellas son mis...?
—Son tus primas —terminó por él cuando Noah no supo como hacerlo.
—Nunca tuve primas —admitió en voz baja—. Tampoco tíos.
Tanto Nate, como Van, eran hijos únicos y dado que Noah también lo era, su familia en realidad era bastante pequeña. Así que un descubrimiento así, lo emocionaba un poco.
—Conociste a tu tía, Sophie, el día que viniste, ella es la madre de Minnie y Molly, y viven en la casa al final de ese camino de piedras que ves allí —hizo un gesto al mismo, el cual se encontraba pegado a la casa—. También tienes un tío, Oliver, y un primo mayor que tú, Rune. Ellos querían venir a conocerte también, pero les dije que aun no estabas listo para eso.
Noah asintió suavemente, agradeciendo esa acción, había cosas que tenía que aclarar antes.
Pareciendo percatarse del cambió en su actitud, Christopher hizo un gesto dentro—. Ven, entra, preparé té para los dos —dijo, guiando el camino, con su bastón haciendo un sonido de traqueteo sobre el suelo—. Conociendo a Nate como lo conozco, estoy seguro de que te inculcó su amor por el té, aun si tu no querías aprender.
Subiendo los tres escalones, entró con duda a la casa mientras asentía—. Me gusta el té. —dijo, y el suave perfume proveniente de la cocina lo rodeó completamente, sorprendiéndolo—. Té de lavanda.
Haciendo una pausa, Christopher le arrojó una mirada sobre el hombro—. Lo siento, es mi favorito, así que no pude evitar elegirlo —dijo—. Pero puedo preparar otro si quieres.
—No, no, ese está bien —dijo—. Es solo... que me tomó por sorpresa.
—¿Enserio? —sonrió—. Me sorprende que lo conozcas, en realidad, Nate siempre lo detestó. Ni siquiera podía acercarme a él luego de beber una taza, decía que el olor le repugnaba.
Eso lo hizo vacilar en sus pasos—. ¿A papá no le gusta el té de lavanda?
Sin detener su andar, Christopher negó—. No, nunca le gustó, yo siempre fui quién insistía en beberlo.
Eso era tan tontamente inesperado que ni siquiera sabía como procesarlo. Desde niño, había visto a Nate beber litros de la maldita infusión, y ahora resulta que ni siquiera le gustaba realmente. Comenzaba a pensar que quizás no conocía a su padre para nada.
Su mirada se paseó por la hermosa y luminosa casa, los pisos oscuros y las paredes pintadas en tonos claros. Era preciosa y mucho más grande por dentro de lo que se veía a simple vista. Aunque Noah nunca había sido un gran adepto a las cosas de diseñador, las antigüedades eran algo que le llamaban la atención. Así que no le fue difícil percatarse que aunque a veces algo desgastadas, la mayoría de los muebles eran mucho más valiosos de lo que alguien ignorante del valor de los objetos, podría adivinar.
El perfume a lavanda inundaba todo el lugar, y mientras los pasos de Christopher se alejaban, la mirada de Noah cayó en las fotografías que decoraban las paredes. Sus pasos comenzaron a ser más y más lentos hasta detenerse completamente, sus ojos amplios mientras observaba aquella imagen completamente nueva para él. Ni siquiera recordaba cuando había sido tomada, pero no podía negar que se trataba de él.
Debía tener unos dos años en esa imagen, llevaba puesto un jardinerito azul y un gorro de los Power Rangers, mientras dormitaba tranquilamente en los brazos de un joven Christopher quién lo sostenía con cariño. No recordaba haber visto esa fotografía antes, ni siquiera recortada, jamás la había visto.
¿Por qué no la había visto?
—Tenías dos años en esa —Christopher musitó desde la puerta que daba a la cocina, observando la imagen con cariño—. Siempre fuiste tan calmado, como si lo supieses de alguna forma. Tu solo me mirabas con una sonrisa, te acomodabas en mis brazos y te quedabas allí hasta que era momento de separarnos.
—No recuerdo eso.
—Por supuesto que no, eras demasiado pequeño. —Christopher musitó—. Pero son momentos que yo jamás podré olvidar en mi vida.
Podía escuchar el amor desbordando de cada palabra, y aunque por un instante, le pareció completamente extraño el que alguien pudiese referirse a él con tanto cariño, la curiosidad en su interior era más fuerte.
—Tu me querías. —dijo distraídamente, viendo la forma en que era sostenido en la fotografía—. Lo hacías.
—Te quise desde el primer momento en que supe que existías, Noah —dijo con simplicidad—. Aun te quiero, eres mi hijo.
Cerrando los ojos ante el golpe que fue escuchar esa frase, pronunció la pregunta que estaba estancada en su garganta—. ¿Por qué? —musitó, girándose para verlo—. ¿Por qué dejaste que me llevaran entonces?
Christopher negó suavemente—. No tenía otra opción.
—Siempre hay otra opción —siseó haciendo un gesto vago con su mano—. Las cosas podrían haber sido tan diferentes para nosotros. No entiendo porque permitieron que todo esto pasara.
Luciendo cansado, el mayor suspiró largamente antes de admitir—. No tuvimos control sobre nada de lo que sucedió, Noah.
—¡Podrían haber hecho algo! ¿Por qué no me tomaron y huyeron? ¿Por qué no construir una vida lejos, solo nosotros tres?
—¿Y a donde habríamos ido? —replicó con facilidad—. Eras un bebé, Noah, no podíamos simplemente salir corriendo contigo en brazos y pretender que todo saldría bien. No podíamos permitir que pasaras necesidades por nuestra culpa, y aunque pensamos en irnos, ambos éramos muy conscientes de que no sobreviviríamos por nuestros propios medios allá afuera. Y que si ellos nos encontraban, entonces de nada habría valido al final.
—Y entonces yo tuve que pagar por todo, teniendo que vivir una vida entera pensando que mis padres me odiaban. —reclamó.
—No era así como debían suceder las cosas.
Frunció el ceño, negándose a volver a llorar—. ¿Entonces cómo?
—Se suponía que yo iba a criarte —dijo luego de unos instantes de duda—. Antes de que nacieras tuve un accidente de transito que me dejó en muy mal estado, Noah, perdí a mis padres en ese accidente y los negocios de mi familia se fueron a la basura. Cuando Nate me dijo que estaba embarazado, él ya estaba casado con Van, y yo estaba en una pésima situación, tanto emocional como económica. No podía hacer nada para luchar contra esa familia por Nate, ni por ti, no podía hacer nada.
—Así que nos dejaste ir —acusó—. Así como si nada.
—No, no fue así —negó, mirándolo directamente—. Me puse de pie en el momento en que supe de tu existencia, me negué a dejarme arrastrar nuevamente e hice hasta lo imposible por salvar lo que quedaba del patrimonio de mi familia. La idea era que en cuanto estuviese bien económicamente, Nate me daría tu custodia y podría criarte aquí, lejos de todo el drama de esas familias.
Noah asintió suavemente, haciendo cuentas mentalmente antes de musitar:— Ellos supieron la verdad, ¿no?
—¿Tus abuelos? Ellos siempre supieron que eras mío —dijo—. A medida que crecías, con cada año que pasaba, te parecías más y más a mi, era obvio para todos. Pero en el momento en que empezamos a preparar todo para poder hacerme con tu custodia, Van dio un paso al frente y me bloqueó. Me recordó que aunque por tus venas corriese mi sangre, legalmente eras su hijo y yo no podía acercarme a ti a menos que él me lo permitiese antes. No tuve otra opción que hacer un trato con él.
—¿Un trato?
—Él tenía el poder de hacerte desaparecer, Noah. Eras un bebé aun, solo era cuestión de alejarte de nosotros y sería fácil lograr que nos olvidases. Me dijo que lo haría, que si seguía insistiendo en llegar a ti, te llevaría lejos y no volveríamos a verte —había tanta pena en esos ojos oscuros—. Así que llegamos al trato; Nate te llevaría a algún lugar seguro, y yo me quedaría aquí, lejos de ambos. Mientras no tuviese la tentación de contactarte, y no intentase acercarme a ti, tu estarías bien, me prometió que no te haría daño.
Noah negó con suavidad—. Nunca me dañó, al menos no personalmente.
—Sabía el precio que estaba pagando yo, y estuve de acuerdo en hacerlo —dijo—. Nunca pensé que saldrías dañado tambien.
Parpadeando el ardor en sus ojos, miró al otro—. ¿Cuál fue el precio que pagaste?
Levantando la mirada, esos ojos empañados lo miraron directamente repletos de tristeza mientras respondía:— Que mi hijo me olvidara.
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