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Capitulo Treinta y Uno.

—Esto es una mala idea.

De pie frente a las grandes puertas de la mansión de los Miller, Noah levantó la mirada, absorbiendo lo lujoso del entorno e intentando no sentirse tan incomodo como realmente lo hacía. Su familia tenía dinero, siempre lo había tenido, pero las veces que había tenido que hacer frente a esa obvia muestra de poder, se habían reducido a los días en que había sido obligado a visitar a sus abuelos.

De más esta decir que habían sido visitas completamente desagradables que le habían dejado un mal sabor de boca, las cuales con seguridad eran la raíz de su incomodidad.

—Es una idea fantástica —Blue aseguró. Quitando el bolso maternal que colgaba de su hombro, lo empujó con naturalidad en las manos de Noah antes de volver a balancear el peso de Shiloh en su cadera—. ¿Alguna vez he tenido una mala idea? ¡Todas mis ideas son brillantes!

Colgándose el bolso, Noah le echó un vistazo a él y luego al bebé en sus brazos—. ¿Tengo que hacerte una lista?

Siguiendo su línea de visión, Blue bufó—. Puede que haya empezado como una pésima idea, pero tuvo un resultado bonito, así que lo considero una victoria. —y con eso, comenzó a subir las escaleras principales—. Vamos, le dije a mis abuelos que almorzaríamos con ellos, y son muy puntuales, se molestarán si llegamos tarde.

Echándole un último vistazo a la enorme estructura, Noah se apresuró detrás del rubio. Muchas piezas de su plan habían estado cayendo en su lugar lentamente, solo faltaban algunas de las más fuertes. Había decidido pedir ayuda a la familia de Blue debido a la insistencia de este y el consejo de su padre, pero para su mala suerte, aunque estos habían aceptado, solo lo ayudarían si Noah mismo se presentase frente a ellos y les brindase su versión.

Después de todo, los Miller habían conocido a sus abuelos por mucho más tiempo del que Noah llevaba existiendo y no parecían inclinados a creer sin algunas pruebas.

El sonido del timbre resonó en los oídos de Noah, y aunque estaba preparado para que la puerta se abriese, no pudo evitar dar un salto sorprendido cuando esta se abrió antes de que la melodía del timbre muriese. Una mujer bajita y regordeta apareció, luciendo una amable expresión que pareció iluminarse en cuanto su mirada se poso en Blue.

—¡Lily! —el rubio saludó alegremente.

—¡Oh, pero si es la cosita más hermosa de todo el mundo! —ella respondió, pero contrario a lo que Blue esperaba, ella extendió sus brazos y tomó a un sonriente Shiloh de las manos de su padre con facilidad—. ¡Ven con la tía Lily! Hice tus galletitas favoritas, un montón solo para ti.

Shiloh balbuceó algo inentendible, luciendo la sonrisa más grande que Noah le había visto.

Cuando se giraron para perderse dentro de la casa, Blue soltó un sonido de queja—. Diablos, di a luz a mi propio reemplazo —masculló—. Ella ni siquiera me dijo "hola".

—¿Crees en el karma? —Noah preguntó antes de hacer un gesto para abarcar la situación—. Este es tu karma por todas esas veces que los padres Baker hicieron lo mismo con Shiloh y Damon y tu solo te reíste de él.

Blue bufó, tomando el bolso nuevamente—. Solo reunámonos con mis abuelos —dijo, entrando y haciéndole un gesto para que lo siguiese—. Deben estar esperándonos en la terraza, les fascina ese lugar. Estoy seguro de que solo es para ostentar, puedes ver todo el predio desde allí.

Dejando el bolso con uno de los empleados que se acercó a darles la bienvenida que Lily había obviado, Blue lo hizo apresurarse por las escaleras, guiándolo hacia unas grandes puertas que daban a una hermosa terraza. El lugar era realmente precioso. Al contrario del paisaje que su padre había montado en su casa, todo era de un aspecto mucho más moderno, los suelos eran de madera oscura, las barandas simples de hierro y los pocos muebles alrededor lucían como si hubiesen sido sacados directamente de una revista de modas.

Aun siguiendo los pasos de Blue, Noah no pudo evitar curiosear alrededor, visualizando una piscina un poco más allá, así como un campo de golf en la lejanía y lo que podría jurar que era una cancha de tenis. Aun desde la distancia, podía ver que todo estaba brillando y perfecto, aunque no parecía ser usado con frecuencia.

Si eso no era una forma de ostentar el dinero, entonces Noah no sabría cual podría ser.

Cuando Blue se detuvo, Noah también lo hizo en concordancia, echando un vistazo sobre el hombro del rubio para visualizar a las dos personas sentadas frente a una bonita mesa de cristal. A pesar de que a simple vista era fácil decir que eran personas mayores, el matrimonio Miller no podía ser visto como otra cosa que una pareja de empresarios. Aun cuando ambos llevaban ropa casual, era imposible no ver el porte elegante en sus posturas.

Bajando la taza en su mano, la señora Miller fue la primera en reconocer sus presencias—. Dylan.

—Abuela —adelantándose, el rubio dejó un beso en su mejilla—. ¿Son mis ojos o te ves más hermosa y joven que la última vez que nos vimos?

Una sonrisa real apareció en el rostro de la mujer al acercar su mano para rascar la mejilla del joven con sus largas uñas—. Tan adulador como siempre.

Sonriendo, Blue pasó para dejar un beso en la mejilla de su abuelo—. Oh, por un instante no supe si era mi adorado abuelo o un actor de cine —dijo—. ¡Tan elegante!

Dándole un vistazo a su nieto, George Miller rio suavemente—. Deja de ser tan zalamero y mejor preséntanos a tu amigo, va a pensar que no pudimos enseñarte modales.

—Oh, no te preocupes, él ya conoce lo maleducado que puedo ser —Blue rio antes de suspirar, haciendo un gesto con su mano—. Noah, estos son mis queridos abuelos, María y George Miller —dijo—. Abuelos, este es mi increíble amigo, Noah Kenneth.

Intentando una sonrisa, Noah musitó—. Es un placer conocerlos —quizás fue la costumbre con su padre al sentir la misma opresión que sentía cuando lo visitaba, pero no pudo evitar hacer una pequeña inclinación en respeto.

—Él es tan parecido a Nate cuando tenía su edad, ahora siento nostalgia —María observó antes de hacer un gesto a la silla frente a ellos—. Toma asiento, Noah, Dylan nos dijo que tenías algo que hablar con nosotros, y tenemos muchos deseos de escucharte.

Haciendo lo pedido, Noah miró a las personas frente a él con curiosidad—. ¿Realmente me parezco a mi padre? Es la primera vez que alguien dice algo así.

George asintió—. Es tu padre, ¿verdad? Te trajo al mundo, es natural que te parezcas a él. —alcanzando la tetera, le hizo un gesto—. ¿Té?

Asintiendo, observó al mayor servir mientras se encogía de hombros—. Creo que soy más similar a mi otro padre.

—¿A Christopher? —María lo observó con atención—. Por supuesto, heredaste casi todo de él, pero hay un aura a tu alrededor, esa delicadeza y elegancia, que grita "Nate".

Eso lo tomó por sorpresa, logrando que mirase a ambas personas frente a él con la boca abierta. Deslizándose en la silla a su lado, Blue pareció igual de sorprendido, pero sin el problema de la palabra.

—¿Ustedes sabían que el esposo de Nate no es el padre de Noah? —soltó con la falta de tacto que lo caracterizaba—. ¿Cómo infiernos saben eso?

—Cuida tu boca —George aleccionó antes de explicar: — Conocimos a los padres de Christopher desde que éramos jóvenes, vimos crecer a sus hijos, y sabíamos de la relación que tenían Chris y Nate. Cuando naciste, Noah, fue obvio para nosotros de quién eras hijo.

—Si sabían lo que estaba sucediendo, ¿por qué no hicieron nada para ayudar? —Blue preguntó—. El padre de Noah vivió un infierno durante todos estos años, ¿por qué no le ayudaron?

—Cada familia es un mundo, Dylan, y el amor y los sentimientos son demasiado complicados a veces —María explicó—. Vimos todo desde afuera, nadie nos pidió ayuda o se acercó para dejarnos ver lo que realmente sucedía. Supusimos que todos estaban de acuerdo, y no quisimos entrometernos en asuntos que no eran nuestros.

—Pero ahora, queremos saber que fue lo que realmente pasó y si hay alguna forma de ayudar, lo haremos —George siguió por su esposa—. Se lo debemos a nuestros amigos.

Noah asintió, y aunque aun tenía muchas preguntas que hacer, sobre sus padres y sus abuelos, se silenció a sí mismo, concentrándose en la razón que lo había llevado allí en primer lugar. Los Miller escucharon con atención cada trozo de información que narró, haciendo preguntas cortas aquí y allá, pero más que nada absorbiendo todo lo que estaba sucediendo justo bajo su nariz todo el tiempo.

Y ellos estaban enojados, sino más, furiosos, con cada palabra dicha. Fue obvio para Noah que ambos guardaban cierto cariño fraternal hacia Christopher, y mientras contaba el daño que sus abuelos le habían hecho, fue como decirles que su propio hijo había sido herido.

—Bastardos —George masculló al final del relato, luciendo entre enojado y culpable—. Debí saber que ellos tenían algo que ver con el accidente, esos jodidos hipócritas.

—Ellos son unos actores increíbles, nos han estado mintiendo en la cara por demasiado tiempo. —María estaba simplemente furiosa mientras golpeaba sus rojas y largas uñas sobre la mesa—. Estoy deseosa de ver que se inventan para librarse de que les arranque los ojos con las uñas.

Noah hizo una pequeña mueca—. Aunque me encantaría ver eso —dijo—. Me gustaría hacer algo más definitivo para que paguen por lo que les hicieron a mis padres.

—¿Qué tienes en mente?

Enderezando su espalda, Noah aclaró su garganta—. Lo más importante para mis abuelos es su reputación, ni siquiera yo o mi padre significamos nada para ellos, solo les importa lo que otros piensen de ellos y el dinero que puedan ganar —dijo—. Quiero destruir eso. Su reputación, sus empresas, sus vidas... quiero llevarlos tan abajo, que no vuelvan a ver la luz del sol en lo que les resta de vida.

Compartiendo una breve mirada, ambos asintieron.

—¿Qué necesitas de nosotros? —George preguntó.

Noah sonrió—. Su poder —dijo—. Y su influencia.

—Son tuyos. —aceptó antes de agregar—. Pero ¿quieres un consejo?

—¿Cuál?

—Contrata un detective privado —dijo—. No te quedes con lo que sabes, busca pruebas, busca todo lo que han estado haciendo mal y ocultando los últimos años.

—Y tráenoslos —María dijo, una sonrisa realmente mala en sus labios—. Nos encargaremos personalmente de hacer que todo nuestro circulo social obtenga la información, los golpearemos desde dentro.

—Y cuando se sientan atrapados —Blue terció, aplastando la galletita entre sus dedos hasta que solo fueron migajas—. Los destruimos.

Mirando el brillo maquiavélico en el rostro de las tres personas frente a él, Noah agradeció estar de su lado bueno. Al parecer, había encontrado personas muy similares a sus propios abuelos, esto sería... interesante.

(...)

Arreglando su cabello y ropa por centésima vez, Nate tomó un gran aliento antes de acercarse a las grandes puertas. Odiaba eso. El solo hecho de tener que estar de pie frente a aquella casa donde tanto daño había recibido, le causaba escalofríos y hacia que su estomago se retorciese dolorosamente. Se sentía como volver al infierno luego de haberse arrastrado fuera de él.

Todo el sufrimiento que había sufrido a manos de los dueños del lugar, aun hacia eco en su interior. Pero su voluntad de hacer lo correcto para su hijo era más fuerte que su fuerte deseo de correr lejos.

Tomando un respiro, se acercó el tramo que le faltaba, sin sorprenderse cuando la puerta fue abierta para él y el sombrío mayordomo le dio la bienvenida.

—Joven Nathan —dijo a modo de saludo, dándole paso dentro del recibidor antes de darle una mirada confundida—. Los señores no me advirtieron sobre su llegada, ¿había acordado una cita para hoy?

Aferrándose al porte que le había sido enseñado desde niño, Nate negó suavemente—. No, en realidad, solo quise adelantar la reunión de esta semana, si es posible —dijo—. He estado pensando en tomar un pequeño tiempo fuera, irme unos días a la casa de campo, pero no quería hacerlo sin hablar con ellos primero.

Pareciendo aceptar esa excusa, el otro asintió—. Les diré que se encuentra aquí —dijo, haciéndole un gesto hacia donde Nate sabía, se encontraba la sala—. Si puede esperar en el salón común, iré a buscar respuestas para usted.

Asintiendo suavemente, Nate dirigió sus pasos hacia donde le había sido indicado. Conocía a estar personas, sabía exactamente como actuaban y cual sería su forma de abordar su visita sorpresa, así que solo se sentó y esperó, sonriendo cuando alguien trajo una taza de café para él antes de despedirlo y marcharse.

Luego de un tiempo, se puso de pie y comenzó a mirar alrededor, entre todos esos adornos en las repisas que había visto muchas veces antes. Fotografías familiares y adornos que valían demasiado para ser simples cosas apostadas en una repisa. Tomando un marco del montón, Nate observó el rostro sonriente de un joven Van levantando la copa ganadora de algún deporte, viéndose demasiado satisfecho de si mismo.

Era una foto normal, no tenía nada en particular, solo que se veía muy similar a la versión que lo había arrastrado al altar y había hecho de su vida un infierno. Las nauseas surgieron y subieron por su garganta, apenas logró detenerlas antes de soltar su desayuno sobre el cristal.

Devolviéndolo al montón, se movió alrededor de la habitación por un tiempo antes de volver a sentarse en el sofá, mirando la taza de humeante café frente a él con resignación. Otra ofensa velada. Todo el mundo sabía cuanto Nate odiaba el café, y, aun así, en cada visita, era todo lo que recibía. Debería estar acostumbrado para ese momento.

Con un suspiro resignado, se movió para tomar la cuchara y agregar azúcar, pero esta resbaló de sus dedos y cayó al suelo. Inclinándose, la tomó de debajo del borde del sofá, tomándose un instante de más para levantarla.

Solo un tiempo después, cuando estaba aburrido de mirar y su estomago se retorcía debido al café, el mayordomo regresó.

—Lo lamento, joven Nathan —dijo—. Pero los señores no podrán atenderlo hoy, si puede regresar en otro momento, se lo agradecería.

Ensayando una sonrisa, Nate asintió—. Está bien, fue mi error el aparecer sin invitación —dijo—. Llamaré primero la próxima ocasión, lamento las molestias.

Y con eso, salió a través de las puertas como si nada.

Una vez que estuvo sentado nuevamente en su auto, metió la mano en su bolsillo y apretó el pequeño aparato. Le había faltado uno. Había logrado poner un micrófono detrás de la foto de Van y otro bajo el sofá, pero le había sobrado uno. Esperaba que fuese suficiente para grabar algo que le funcionase, y rogaba a todo lo sagrado, que ninguna de las cámaras de seguridad de la sala se hubiese percatado de sus movimientos.

Por favor, que no lo hayan visto.

Sacando su celular del bolsillo, sonrió un poco al ver el rostro de un pequeño Noah devolverle la mirada desde el fondo de pantalla antes de moverse para enviarle un mensaje al mismo e informarle lo que había hecho. Había terminado de oprimir la tecla de enviar cuando un número desconocido parpadeó en la pantalla con una llamada entrante.

Curioso, deslizó su dedo para aceptarla y puso el aparato en su oído.

—¿Hola?

Hubo un instante de silencio al otro lado antes de que una voz suave y conocida respondiera: — Hola, mi amor.

Tres palabras. Solo tres palabras bastaron para drenar todo el estrés del cuerpo de Nate, derritiéndolo en su asiento mientras se aferraba al celular en su oído con tanta fuerza que tronó suavemente. Esa voz tenía el poder de colarse en su interior y hacerlo temblar, de acelerar su corazón y volverlo un charco de miel en un instante.

Quería decir tantas cosas, había un montón de sentimientos estancados en su garganta, pero un vistazo a la persona detrás del volante le dijo que no era posible. Había demasiados ojos viéndolo, si daba un paso en falso.

Aclarando su garganta, habló con voz plana—. Lo siento, en este momento no puedo hablar.

Lo sé, amor, lo sé —Chris susurró con voz dulce—. Solo quería escuchar tu voz un instante. Sé que no tenemos mucho tiempo, y seré breve aquí. Hablé con Noah hace unos días, todo va marchando bien y tengo pensado viajar pronto a Inglaterra.

—¿Enserio? —su voz seguía siendo monótona, pero en su interior, un montón de sentimientos estaban flotando—. Eso sería increíble.

Voy a verte pronto, mi niño snob —había una sonrisa allí, Nate podía escucharla—. ¿Puedes esperar por mí?

—Por supuesto. —dijo, mirando distraídamente al chofer, percatándose de que estaba poniendo atención a su conversación. Estaba durando demasiado, no se sorprendería si fuese interrogado sobre la otra persona si no terminaba rápido—. Debo cortar ahora.

Está bien, lo entiendo —aseguró con paciencia—. Te amo, mi niño, aun lo hago, con todo mi corazón, y estoy deseando poder volver a tenerte en mis brazos, te prometo que volveré a abrazarte pronto, ¿sí? Solo espera por mí.

—Lo haré.

Hasta pronto, Nate.

Antes de que pudiesen decir más, Nate cortó la llamada y guardó el celular en su bolsillo, girando a ver el exterior a través de la ventanilla con un "Te amo" atorado en su garganta.

Era tan injusto que no hubiese podido devolver esas palabras cuando era lo único real en su vida. 

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