Capitulo Quince.
Aaah, su cabeza iba a explotar.
Parpadeando lentamente, enfocó la imagen de su habitación bajo la suave claridad de la mañana. Podía sentir una suave respiración acariciando su cuello, así como un fuerte brazo enroscado a su alrededor, manteniendo en la cálida curva de su dueño. Sabía perfectamente, sin tener que darse la vuelta, que se trataba de Darius. Quizás por su calor, o por el suave perfume que desprendía su piel o quizás solo había desarrollado algún tipo de sexto sentido cuando del otro se trataba.
Él solo lo sabía.
Quedándose allí un instante, observó la suave claridad del sol haciendo sombras sobre su alfombra mientras trozos de recuerdos de la noche anterior llegaban lentamente al frente de su memoria. Había hecho un maldito desastre de si mismo, no necesitaba recordar demasiado para saberlo. Siempre hacia estupideces luego de beber, lo que explicaría porque siempre decía que jamás volvería a hacerlo, pero siempre volvía a caer en lo mismo.
Quizás debería contemplar el asistir a un par de reuniones de alcohólicos anónimos, porque si seguía así, terminaría convirtiéndose en una versión joven de su jodido padre.
Había aprendido, a una muy corta edad, que la solución a sus problemas probablemente debía ser una de las más fáciles, su padre había escogido el alcohol, así que, ¿por qué él no? Podía tener veinticuatro años, pero había vivido tanto como una persona dos veces mayor. Se le había enseñado desde que era un bebé, que su felicidad no era importante, no cuando se tomaba en cuenta el escenario completo. Su situación había sido comparada, en algún momento, con una pieza pequeña en el centro de una larga fila de piezas de dominó. Lo único que se esperaba de él era que cayese en la dirección correcta para lograr que el siguiente también lo hiciese, y si no cumplía su simple y básico deber, entonces todo el futuro de las demás piezas se vería afectado.
En su juventud, intentó explicar su situación a diversas personas, pero solo había conseguido ser visto como alguien débil que no podía ponerse de pie y enfrentarse a su familia. El problema con esas personas, lo que no terminaban de comprender, era que su familia tenía dinero. Y cuando decía dinero, hablaba de realmente mucho dinero.
Y ellos habían usado todo ese dinero para reemplazar los sentimientos que no tenían.
En resumidas cuentas: si Noah no hacía lo que querían, tal como ellos lo querían, sería aplastado como un pequeño insecto sin siquiera un ápice de piedad o lástima. Estaban hablando de personas que no creían que las leyes pudiesen tocarlos, que podían lo que quisiesen sin un castigo... y Noah había comprobado en más de una ocasión, que si podían.
Así que, ¿cómo podía enfrentarse a eso? ¿cómo podía poner a Darius en el centro de ese infierno?
Años atrás, había pensado que al igual que ellos, era intocable. Era su maldita familia, ¿verdad? Y él era el miembro más joven, el último en la fila y eso le había hecho creer que merecía cierto cuidado. Pero... descubrió de la forma más cruel que eso no funcionaba así, y que una pequeña pieza como él no valía nada en realidad. Y si él no valía nada, a sus ojos, Darius valía menos.
¿Que pasaría si el día de mañana, ellos decidieran que Darius ya no servía en su esquema? ¿Qué si decidían interceder como lo hicieron en el matrimonio de sus padres? ¿Y si lo obligaban a la misma situación?
Noah moriría si fuese obligado a engañar a Darius, estaba seguro de que simplemente se dejaría morir que volver a ver al hombre que amaba tan destrozado.
Deslizándose fuera del apretado abrazo, se sentó en el borde de la cama y observó el tranquilo rostro dormido Darius. Había extrañado tanto esa vista. Su mano se movió de forma inconsciente, la corta barba pinchando las yemas de sus dedos cuando acarició su mejilla con dulzura. Estaba a punto de apartar la mano cuando las pestañas de Darius se movieron, y un instante después, esos verdes ojos se enfocaron en él.
Se miraron por un largo instante, solo compartiendo el mismo espacio antes de que los dedos de Darius se enroscaran en su fina muñeca, jalándolo con suavidad hasta que estuvo prácticamente recostado sobre su pecho. Los brazos del mayor rodearon su cintura, manteniéndolo en el lugar mientras rozaba suavemente sus narices.
—Dare —Noah llamó con suavidad—. Debo darme una ducha, aún huelo a alcohol.
Inclinándose, Darius tomó un profundo respiro en su cuello—. Yo creo que hueles increíble. —aseguró, dejando un beso en su piel que logró estremecer a Noah.
—Dare —se quejó, revolviéndose cuando no pareció inclinado a soltarlo—. Tengo que darme una ducha, por favor.
—Bien —murmuró su acuerdo, apartándose para poder mirarse a los ojos. Dejando un suave beso en la punta de su nariz, lo miró con seriedad—. Tú y yo tenemos que hablar, amor.
Hizo una pequeña mueca—. ¿Puede ser en otro momento?
—Ve a ducharte, Teddy —lo soltó suavemente—. Y hablaremos cuando salgas.
Si, Darius tenía esa mirada, esa que le decía sin lugar a dudas que no había forma de que pudiese librarse de esa charla. Suspirando con resignación, se movió fuera de la cama y con una última mirada, tomó algo de ropa y huyó hacia el baño. Quizás si se tardaba lo suficiente, Darius olvidaría lo de hablar.
Dejando la ropa a un lado, se movió para abrir la ducha y se detuvo, captando su reflejo en el espejo. Una pequeña sonrisa tiró de sus labios. Darius no solo le había puesto su pijama, también se había tomado el trabajo de limpiar su maquillaje. El chico y su perfección no estaban ayudando en nada a la ya débil fuerza de voluntad de Noah.
Dándose la ducha más larga que pudo administrar sin terminar como una uva pasa al final, se secó a consciencia antes de resignarse a su destino, metiéndose en la sudadera que le llegaba a medio muslo, tomó aliento y se dirigió a la puerta.
Darius estaba sentado en el borde de su cama cuando salió, su cabello estaba húmedo, lo que le dijo sin palabras que también había tomado una ducha aprovechando el otro baño, así como también había cambiado las sabanas de la cama y tendido la misma.
Cuando se dio cuenta de lo que miraba, el mayor sonrió—. Tardaste tanto que podría haberte tejido una manta nueva.
—No sabes tejer. —señaló.
Darius rió—. Podría haber aprendido, tu no sabes eso.
—Yo sé todo sobre ti.
Con un suspiro, Darius negó—. Aunque te guste creer que lo haces, no lo haces —dijo, dándole una larga mirada—. Así como hay cosas que no sé de ti, ¿no es así?
Apoyando su espalda en la pared a un lado de la puerta del baño, Noah cruzó sus brazos sobre su pecho, algo a la defensiva ahora—. ¿Por qué mejor no vas e intentas conocer a tu nuevo novio en vez de estar aquí, hablando cosas sin sentido?
Arqueando una ceja, Darius esbozó la sombra de una sonrisa mientras lo observaba—. ¿Celoso?
Noah no se dignó a responder eso, solo lo observó con una expresión asesina.
—Venice no es mi novio, cariño —Darius dijo con simpleza—. Es solo un amigo.
—Pues, te veías muy cómodo con tu nuevo mejor amigo.
Esta vez la sonrisa fue completa mientras extendía la mano en su dirección—. Ven aquí, Teddy.
Observándolo con duda por un segundo, Noah negó suavemente—. Estoy bien donde estoy, gracias.
—Noah...
Soltando un suspiro abandonó la postura defensiva, sabiendo que no le iba a valer de nada cuando de Darius se trataba. Aun si le lanzase algo directamente al rostro, el cabeza dura se quedaría plantado allí hasta que finalmente hablasen de lo que él quería hablar.
—Siento eso —dijo luego un momento, mirando sus pies descalzos hundirse en la mullida alfombra distraídamente—. No tengo ningún derecho a pedirte explicaciones, Darius, tu puedes salir con quién tu quieras, lamento haber dicho eso.
Podía sentir la pesada mirada del otro sobre él—. Pues, que bien que lo dijiste—dijo—. Porque si hay alguien con quién quiero salir, pero no se trata Venice.
—Oh —soltó, aun sin verlo. Su cabeza se movió de forma automática, asintiendo, mientras hacia todo lo posible por ocultar el dolor que esa declaración causaba—. Está bien, me gustaría conocerlo en algún momento.
—Ya lo conoces —escuchó sus pasos amortiguados, un segundo después había sido apresado entre el cuerpo de Darius y la pared. Levantó la vista sorprendido, encontrándose con la mirada burlona del mayor a escasos centímetros—. Lo ves cada mañana cuando te miras al espejo.
—Dare...
—Sal conmigo, Noah —pidió, sus labios bajaron para dejar un suave y delicado beso en su mejilla—. Empecemos todo de nuevo, de cero.
Cuando esos labios volvieron, repartiendo pequeños besos por su rostro, Noah cerró los ojos—. ¿Cómo podríamos empezar de cero tu y yo? —preguntó—. Hay demasiada historia, demasiados recuerdo, como para dejarlo todo y simplemente empezar de cero.
—No estoy dejándote ir, Teddy. —aseguró.
Abriendo sus ojos suavemente, preguntó:— ¿Qué pasa si te pido que lo hagas? ¿Y si te ruego que te vayas y empieces una vida con alguien más, que me olvides?
Darius pareció contemplarlo antes de responder—. Sabes que haría cualquier cosa por ti, siempre he hecho lo que me has pedido sin siquiera un instante de duda —dijo antes de negar—. Pero no esto, Teddy, pídeme cualquier cosa, menos dejarte ir, porque es lo único que no puedo hacer.
Su visión se empañó—. Me hiciste una promesa —le recordó—. No puedes romper una promesa.
—Noah-
—Dijiste que siempre respetarías mis decisiones —lo cortó, aun cuando sintió las lágrimas calientes rodando por su piel—. Y lo que quiero es que te alejes y busques a alguien más, que ames a otra persona.
—¿Realmente quieres que me vaya de tu vida?
La palabra dolió al salir, pero aun así la dijo:— Si.
Observándolo por un largo instante, Darius replicó—. Ahora intenta repetirme eso sin lágrimas corriendo por tu rostro.
El sollozo se le escapó antes de que pudiese detenerlo, podía sentir sus mejillas ardiendo y apenas y podía ver el rostro de Darius a través de sus ojos empañados.
—Ah, mi amor, si no fueses tan malditamente terco —Darius susurró, dejando un beso en su frente mientras limpiaba la humedad de su piel con sus pulgares—. Deja de intentar tomar decisiones por mi, porque no necesito que lo hagas.
—No se trata de tomar decisiones por ti.
—Entonces, ¿por qué estas haciendo esto? —preguntó—. Y no te atrevas a decirme que ya no me amas, porque sé que es mentira. Tu me amas tanto como yo te amo a ti, puedo verlo en la forma en que me miras, la forma en que me besas, cariño, no intentes mentirme.
Sorbiendo su labio, intento detener el llanto al confesar—. Solo no quiero que me odies después.
—¿De que hablas? —lo vio como si hubiese enloquecido, apoyando su frentes juntas y compartiendo ese suave calor que siempre parecía provenir de su piel—. Si tu eres la persona que más amo en el mundo, ¿cómo podría odiarte?
Sintiendo todo desmoronarse en su interior, Noah se alejó, dando un paso a un lado y deslizándose fuera del agarre de Darius, quién se lo permitió sin problemas. Secando sus mejillas con las mangas de su sudadera con algo de brusquedad, caminó un momento por la habitación antes de finalmente sentarse en la cama, justo en el lugar que Darius había dejado libre antes.
—¿Teddy?
—Dame un momento —pidió, levantando sus manos para detenerlo cuando pareció querer acercarse—. Por favor, solo déjame respirar un instante.
Y Darius lo hizo, pero no se alejó más de un par de metros, su mirada parecía vigilar cada uno de sus movimientos, como si estuviese preparado para cruzar la habitación en un segundo si era lo necesario. Intentando reprimir su llanto, Noah tragó a través del nudo, sintiendo los sollozos estancados que le hacían doler el pecho. Hacía demasiado tiempo que no lloraba tanto como en estas últimas semanas, y aunque sabía que en parte se debía a los rastros de alcohol que aun estaban en su sistema, también era consciente de que la charla de la noche anterior de alguna forma había derribado algunas de sus barreras y ahora sus sentimientos simplemente estaban desbordando.
Tenía tanto dentro, tanto dolor y pena, que no tenía idea de si podría dejar de llorar en algún momento. Todo lo que había intentado con tanto ímpetu ocultar, ahora se encontraba a flor de piel, y aun si hubiese intentado detenerse, no podría haberse silenciado a si mismo cuando empezó a hablar.
—Cuando era pequeño, mis padres se amaban —dijo, y sabía que Darius recordaba algo de eso.
Pero lo que el otro recordaba era solo un teatro que los adultos habían mantenido, él no había visto la escena real, la que se desarrollaba cuando no había nadie alrededor y podían ser ellos mismos. Cuando sus padres finalmente podían ser las personas que eran, ocultos detrás de los muros de su casa, donde nadie podía juzgarlos ni criticarlos. Noah lo había visto todo de primera mano, como la única audiencia en un teatro vacío.
Todos esos momentos aun hacían eco en los rincones de su memoria.
—Ellos realmente se amaban, como nosotros —dijo, tragó un sollozo y limpió sus lágrimas, intentando sonreír entre las mismas—. Recuerdo verlos reír juntos, bailaban alrededor de la cocina con grandes sonrisas en sus rostros y siempre parecían tan unidos. Eran como ver una pelicula de romance, siempre se sonreían y hablaban en susurros, diciéndose cosas dulces que a veces podía escuchar si estaba lo suficientemente cerca.
—Lo recuerdo. —Darius asintió.
Noah negó con vehemencia—. Lo que recuerdas fue actuación, era como debían comportarse frente a las personas de afuera, nunca pudiste presenciar lo mucho que realmente se amaban —dijo—. Pero sabes, ese amor que veía entre ambos, se desvaneció justo frente a mis ojos. Y no, no fue repentino, fue gradual, lentamente con el pasar de los años, podía ver como la grieta crecía y crecía cada vez más, hasta que finalmente se convirtió en un océano y en una gran acumulación de odio y resentimientos.
Darius no dijo nada, la habitación quedó en silencio mientras Noah parecía reorganizar sus pensamientos.
—Tenía cinco años cuando lo supe, ellos ni siquiera intentaron ocultármelo, ¿sabes? —dijo—. Un día, solo llamé a mi padre para que viese un dibujo que había hecho, y él solo... él solo me miró con desprecio y me dijo que ya era lo suficientemente mayor para entenderlo, que yo no era su hijo y que debía dejar de llamarlo así. Viéndolo en retrospectiva, debí haberlo sabido desde mucho antes, ya que aun cuando era un bebé, jamás me quiso.
—Noah, ¿por qué-
—Déjame terminar —pidió—. Solo déjame terminar de decirlo, o no podré hacerlo luego.
Era obvio que Darius tenía miles de preguntas justo en la punta de su lengua, pero al final, solo se silenció a si mismo y asintió.
Tomando un largo aliento, continuó:— Tenía cinco, y no lo entendí, ¿sabes? —suspiró—. Así que fui con Nate y le pedí que me explicara, él no se molestó en decir nada. Y cuando insistí, solo me dio una cachetada y pidió a una de las niñeras que me sacara de su vista. Estaba tan confundido, Dare, aunque nunca me habían tratado con cariño, todo eso fue malditamente confuso para mi.
»— Pero a partir de ese momento, solo me convertí en una sombra que vagaba dentro de la casa y los observaba de lejos. Éramos formales y nos comportábamos como una familia para las personas de afuera, pero a puertas cerradas, éramos desconocidos —dijo—. Y entonces Nate me dio la noticia de que intentarían tener un hijo propio.
Darius asintió—. Ellos lo intentaron por mucho tiempo.
—Años —Noah asintió—. Y en cada intento fallido, podía ver como ese amor se desvanecía. Se acabaron las sonrisas, los abrazos y el ambiente armonioso. Con cada perdida, ellos se volvían más fríos y distantes entre si. Casi me hicieron creer que todo ese amor que recordaba habían tenido, me lo había inventado yo.
Tomó aliento, retorciendo sus manos juntas, aun sin mirarlo.
—Cuando pasó lo de nuestra bebé —se tragó un sollozo—. Vi ese mismo frío en tu mirada, Dare.
—¿Qué?
Sacudió la cabeza—. Vi la misma mirada que mi padre tenía luego de las primeras perdidas, como si el amor se evaporase poco a poco con cada una —dijo—. Y yo lo vi en tu mirada, en el hospital, luego de que nos diesen la noticia. El amor se desvanecía, y de nuevo, era mi culpa.
Pudo escuchar a Darius ahogándose con su aliento—. ¿De que infiernos hablas?
—Todos esos años, escuché a Nate hablar sin parar, a veces ebrio y a veces no, pero siempre hablaba —susurró—. Y él siempre decía que era su culpa, que él no podía darle a su esposo hijos sanos y que por eso él lo odiaba. Pensé que era una estupidez, ¿sabes? Pero luego de... todas esas palabras empezaron a tener sentido para mi, ahora todo tiene sentido.
Acercándose, Darius se dejó caer de rodillas frente a él, ignorando el obvio dolor que la acción le causó y lo miró con ojos empañados—. Cariño.
—No quiero que nos suceda lo mismo, no quiero que me odies, Dare —admitió en voz entrecortada—. Prefiero que te alejas ahora, a tener que ver esa mirada en ti.
—Noah —tomó su barbilla, obligándolo a encontrarse con su mirada—. Mírame, y dime si ves siquiera un rastro de algo que no sea amor en mi mirada.
Sus lágrimas no se detuvieron, no se creía capaz de detenerse.
—Te amo, Noah Kenneth —dijo lenta y claramente, asegurándose de ser oído—. Te he amado por los últimos veinte años, y no voy a dejar de hacerlo pronto.
—Yo-
Lo silenció con un suave beso—. Escúchame a mi ahora —pidió—. Lo que viste en el hospital ese día, fue a un padre perdiendo a su hija, ¿acaso crees que no vi lo mismo en ti? Algo dentro de nosotros se hizo pedazos con su perdida, y no sé si alguna vez logremos repararlo, Noah. Pero eso no tiene nada que ver con el amor que siento por ti, porque ese, ese sigue intacto.
Noah comenzó a sacudir su cabeza, pero Darius lo detuvo.
—Sé perfectamente, que jamás voy a poder amar a otra persona como te amo a ti, Noah —dijo—. Y si sigues insistiendo con esto, lo único que conseguirás es que ambos terminemos con el corazón roto.
Sorbió su nariz torpemente—. Mi mundo no es bonito, Dare.
—El mundo puede irse al mismísimo infierno, cariño —se acercó, abrazando su cintura mientras se metía entre sus piernas—. Mientras pueda ver tus hermosos ojos cada mañana, mientras pueda amarte cada noche, enfrentaré lo que sea. ¿Recuerdas lo que te dije cuando éramos pequeños? ¿lo del príncipe?
Noah asintió—. Dijiste que jamás serías mi príncipe azul, porque eran tontos y cursis —susurró—. Pero que siempre serías mi caballero de brillante armadura que pelearía contra cualquier dragón para rescatarme.
Darius sonrió—. Puedo luchar contra todos tus dragones y derrotarlos, así que deja de mantenerme lejos —se acercó, dejando un dulce beso en sus labios—. Porque, ¿Qué sería de un caballero si no tuviese a un hermoso principito al cual rescatar?
—¿Vas a rescatarme?
—Cada vez que sea necesario —le aseguró—. Siempre vendré a ti, Teddy, siempre. Tu eres el principito de mi cuento, así que te pido por favor, no dejes que tu caballero termine solo y triste, solo porque tienes miedo. Yo puedo vencer a todos los monstruos para ti, solo debes tomar mi mano, cariño, toma mi mano y no la vuelvas a soltar, por que te juro que yo jamás voy a soltarte.
Con un tono mucho más triste y cansado del que esperaba, admitió:— Estoy cansado, Dare. Ya no quiero seguir luchando más, ni contigo ni con nadie —musitó—. Solo quiero... quiero ser feliz de nuevo, como antes.
—Déjame intentar hacerte feliz una vez más, Noah —pidió—. Danos otra oportunidad, cariño, por favor.
Mirando profundamente esos brillantes ojos verdes que tanto amaba, Noah finalmente ignoró a la pequeña voz en su cabeza que le decía que era una idiotez, y asintió—. Está bien, Dare, intentémoslo una vez más.
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