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Capitulo Nueve.

 —¿Por qué la cara larga?

Quitando su mirada del paisaje gris de la ciudad, Noah giró su cabeza justo a tiempo para ver a Reb traspasar las puertas que daban a la terraza y dejarse caer pesadamente en el sofá individual del juego de jardín a su derecha. Llevaba su cabello largo fuera de la usual coleta y desordenado alrededor de su rostro, sus pantalones de pijama colgaban arrugados de sus caderas y al igual que la noche anterior, donde Noah había intentado hasta el cansancio meterlo dentro de una camiseta de pijama, el chico seguía desnudo en la parte superior.

Aun así, se veía lo suficientemente bien como para sacarle una fotografía, subirla a redes sociales y obtener un millón de "me gusta" en menos de una hora.

Y ese simple pensamiento, hizo que Noah frunciera un poco el ceño. Su amigo era mucho más lindo que ese apestoso Venice... ¡estúpido Darius!

—¿Vas a decirme lo que te tiene haciendo cara de fuchi? —interrogó, rebuscando en el bolsillo del pantalón de pijama y regresando con una caja de cigarrillos en su palma—. Te ves como un niño pequeño haciendo una rabieta.

—Yo no hago rabietas, y no me sucede nada —dijo—. Esta es mi cara de recién levantado, eso es todo.

—Mm —murmuró su acuerdo, sacando uno de los pálidos tubos del interior de la caja y poniéndolo entre sus labios—. Juraría que te he escuchado ir a través del apartamento, como alma en pena, por al menos las últimas dos horas.

Noah le frunció el ceño.

Sacando el encendedor del otro bolsillo, encendió el cigarrillo, dándole una larga calada antes de hacer un gesto hacia sus pies—. Tus pantuflas de ponis rechinan.

—No son ponis, son unicornios —dijo, moviéndolas y viendo el cuerno brillante sobresaliendo distraídamente. Percatándose de que el chico lo había atrapado en su mentira, se giró y volvió a ver el paisaje—. No pude dormir bien, eso es todo.

Haciendo otro sonido de acuerdo, Reb pareció acomodarse en el sofá antes de mascullar—. Te apuesto veinte a que puedo adivinar quién es el responsable de tu repentino insomnio.

Noah no respondió a eso, no era necesario, y no iba a perder dinero solo para darle la satisfacción al tonto.

—¿Que te hizo el bastardo ahora? —Reb presionó, porque al parecer, el ser discreto y tener tacto no era su especialidad.

—No me hizo nada. —dijo, girándose para darle un vistazo—. No te ves como si tuvieses una mala mañana, ¿acaso no tienes resaca? Anoche apenas y pude traerte aquí, no podías ni caminar de la borrachera, ¿cómo es que estas tan entero hoy?

La mirada del otro no vaciló ni siquiera un instante—. Soy un buen bebedor con un increíble metabolismo —dijo antes de sonreír a medias—. No intentes desviar el tema, respondeme, ¿que te hizo Darius esta vez?

Aunque quería negarlo, después del mismo Darius, Reb era su único otro amigo. Si no podía hablar de estas cosas con él, ¿entonces con quién lo haría?

—Anoche, en el club —dudó un instante, pero simplemente lo soltó luego de uno segundos—. Darius estuvo hablando de cerca y personalmente con un chico.

Reb solo lo observó, dándole otra calada al cigarrillo como si estuviese esperando algo antes de finalmente soltar el humo y hacer un gesto con su mano para que siguiese—. ¿Y...?

—¿Qué? ¿Acaso eso no es suficiente? Pensé que como odias a Darius, solo eso te bastaría para ponerte de mi lado y tratarlo de bastardo infeliz en mi lugar.

Hizo un gesto de obviedad con su mano—. Lo de Darius siendo un bastardo imbécil e infeliz ya es algo de conocimiento común —dijo—. Es solo que no le veo nada de malo cuando sacas el hecho de que era Darius quién lo hacía, ¿acaso tu jamás hablas con nadie?

—No, no lo hago.

Eso hizo que Reb elevase una ceja—. Claro, no lo haces —asintió—. Solo te pasas el día trabajando cerca y personalmente para el archienemigo declarado de Darius.

Girándose, le dedicó una mirada enojada—. ¿Por qué suene como si estuvieses defendiendo a Darius?

Otra calada—. Ahora, es obvio que la falta de sueño esta afectando tu razonamiento —señaló—. Además, solo estoy intentando ser un poco la voz de la razón para variar, a menos que quiera que simplemente me quede aquí y te ayude a insultarlo, por mi también está bien esa idea.

Aunque lo quisiese, eso no era lo que necesitaba. Sabía bien que estaba siendo completamente injusto con Darius, y era por esa razón por la cual había intentado con todas sus fuerzas ocultar su enojo la noche anterior. Aun así, le era difícil encontrar una buena razón para no sentirse así sin que sus celos se interpusieran y picasen para que el enojo subiera.

—Él nunca había puesto atención en otro chico antes. —admitió con suavidad.

Arrojando las cenizas en una maceta cercana, Reb ignoró su mirada de reproche mientras asentía suavemente—. Entiendo eso, y entiendo el porqué te sientes traicionado —dijo, antes de agregar con un encogimiento de hombros—. Pero el que no lo haya hecho antes, no quiere decir que no pudiese o no tuviese el derecho. Porque según lo que entiendo de esta extraña relación que ustedes mantienen, tú fuiste quién le dio el poder de hacer lo que quisiese cuando le exigiste solo amistad.

—Lo sé. —admitió de mala gana.

—¿Entonces? ¿Por qué estas aquí haciendo pucheros si fuiste quién le dio pase libre para hacer lo que se le plazca?

Volteándose, observó como el sol comenzaba a salir con lentitud entre los edificios cercanos, lanzando claridad y calidez sobre la ciudad que parecía despertar lentamente. Sus padres habían insistido en que viviese en un penthouse por la seguridad que este le daba, ya que aunque no le gustase ostentar de eso, su maldita existencia valía más de lo que podía siquiera imaginar. Aunque, si era sincero, la verdadera razón detrás de que cediese a ello era la vista.

Ver la ciudad así, de alguna forma le daba cierta paz interior que últimamente le era dificil encontrar.

Escuchó a Reb suspirar ante la falta de respuesta—. Hay días en que realmente eres demasiado complicado para mi cabeza —admitió—. Amas al tipo, él te ama a ti, ¿por qué tienes que ir y hacer todo tan enredado?

—No es eso —sacudió la cabeza—. No lo entiendes.

—¿Lo haces tú? —replicó con facilidad—. ¿Acaso existe alguna parte, en todo este embrollo, que tenga sentido para ti?

Suspiró suavemente bajo su aliento—. Sé que mis acciones pueden parecer egoístas y sin sentido vistas desde afuera —dijo—. Pero es solo una forma de protección.

Escuchó movimiento antes de que los pasos de Reb se acercaran a donde estaban, el cigarrillo desaparecido de sus labios, seguramente aplastado en una de las amadas macetas de Noah.

—¿Protección? —Reb interrogó, pareciendo pensativo mientras apoyaba sus codos en la baranda, y se inclinaba para verlo—. ¿Necesitas protección de Darius? Mira, a mi realmente no me agrada él, pero hasta yo, en mi piscina de odio, puedo ver lo mucho que te adora, ¿cómo podrías necesitar protegerte de un tipo que prácticamente besa el suelo donde pisas?

Intentó una sonrisa, pero el gesto se desbarató en un parpadeó, siendo suplantado por una mueca—. No dije que era yo a quién esta protegiendo.

Eso sacudió al otro, logrando que lo mirase sorprendido—. ¿Perdón? —soltó—. Me perdí de algo aquí. ¿Que daño podrías hacerle tu a Darius? Infiernos, creo que aun si le clavases un puñal directo al centro del pecho, él se iría a la otra vida con una sonrisa en su estúpida cara solo con la ilusión de que tu rostro sea lo último que viese al morir.

—No seas tétrico, no hables de la muerte de alguien que amo como si estuvieses hablando del clima, ¿quieres? Me das escalofríos.

—Si, bien, lo siento —hizo un gesto vago con su mano, logrando que el suave olor del cigarrillo mentolado que aun permanecía en su piel, rodease a Noah como una nube—. El punto sigue siendo el mismo, ¿que daño podrías hacerle tu que él no este dispuesto a soportar?

Negó lentamente—. De eso se trata —dijo—. Darius esta dispuesto a aceptar muchas cosas por mi, cosas que no quiero que tenga que experimentar.

Reb suspiró pesadamente—. Lamento ser quién te lo informe, pero Darius es un adulto completamente funcional, uno que es totalmente capaz de decidir sobre su vida sin necesidad de tu opinión.

Girando a verlo, Noah soltó el aliento como si hubiese corrido una maratón con una mochila llena de piedras en su espalda y finalmente pudiese liberarla mientras hablaba—. ¿Sabías que Darius es alérgico a las fresas?

Confundido, Reb negó con la cabeza.

—Yo tampoco —admitió—. Y no lo sabía, porque él estuvo comiendo fresas por dos años solo porque me gustaban a mi. Fue gracias a su padre que lo supe, cuando me pidió de favor ir a la farmacia a comprar más medicamento para él. Al parecer, había estado tomando antihistamínicos para reducir los síntomas y que yo no lo notara.

El ceño oscuro del otro se frunció—. ¿Por qué...?

—Porque yo amo las fresas —dijo con simpleza—. Él hizo eso porque yo las amo, y por alguna estupida razón, pensó que era lo que tenía que hacer.

Hubo un segundo de silencio mientras Reb parecía procesar aquella declaración.

—También odia conducir autos —Noah agregó—. Él realmente ama como se siente ir en una motocicleta, pero a mi me dan miedo, así que él tiene un auto.

—Eso es... no sé como describirlo.

Sonriendo tristemente, Noah siguió—. Siempre ha querido tener un gato—dijo—. Pero su pelo me produce alergia, así que nunca se ha permitido tener ninguna mascota para evitarme un mal rato a mi.

Cuando Reb solo lo miró, el más joven suspiró.

—Le gustan los mariscos, pero a mi no, así que no los come —siguió—. Odio el color rojo, así que él no lo usa en nada, ni siquiera por casualidad. No le gustan los siticom, pero ha visto todas las temporadas de mis favoritos para tener algo de que hablar conmigo. ¿Sabías que hizo un curso básico de costura por internet para ayudarme en mis proyectos cuando estudiaba moda?

Reb negó con lentitud.

Había lágrimas brillando en los oscuros de Noah—. Ser mi amigo lo esta matando un poco por dentro a cada segundo —susurró—. Y ha estado aguantando por años, solo porque se lo pedí.

—Suena como que él haría cualquier cosa por ti.

—Lo haría —asintió, no había dudas en su voz—. Sé que Darius daría su vida por mi de ser necesario, porque sé que yo haría lo mismo por él.

Reb parecía frustrado—. ¿Entonces? No veo que tiene de malo.

Noah sacudió suavemente la cabeza, sus dedos jugando con las hojas de las plantas colgando del balcón—. Ya he tomado tanto de él —susurró—. ¿Cómo puedo ser tan egoísta de seguir tomando más?

—Cada cosa que has dicho que hace, lo hace porque quiere hacerlo —dijo—. No representa un verdadero sacrificio para él. Lo hace porque es feliz viéndote feliz a ti, no veo porque eso esta mal, estoy seguro de que tu haces la misma cantidad de estupideces por él a diario.

—Él no me obliga a aceptar nada.

—Tu tampoco lo obligas a él. —replicó, sintiéndose bastante molesto por la charla en círculos.

Parpadeando, una lágrima brotó del ojo de Noah y corrió por su mejilla cuando apartó la mirada de la ciudad y miró a su amigo, confesando con voz clara pero algo rota en los bordes—. No puedo darle hijos, Reb —susurró—. Y no voy a permitir que Darius tenga que aceptar eso también.

El silencio le siguió a esa declaración, y aun cuando Noah cerró su chaqueta y entró al apartamento, Reb aun seguía sin tener una respuesta ante aquella declaración.

Solo sabía, que eso explicaba mucho. 

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