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Capitulo Cuarenta y Tres.

—Creo que deberías enviarlo y olvidarte de eso.

Terminando de servir el té en su respectiva taza, Darius colocó la misma ordenadamente sobre la pequeña bandeja a un lado, asegurándose de que el azucarero y la crema también estuviesen allí, antes de caminar hacia la sala, donde un ceñudo Reb observaba el sobre sellado sobre la mesa con una expresión ambiciosa. Aunque no tan bien como Noah, Darius conocía lo suficiente al moreno como para poder adivinar las ideas perversas que cruzaban por su cabeza.

Si era sincero, Darius aun no podía comprender como una persona tan dulce y solidaria como Noah, había logrado hacerse amigo cercano de la pequeña mierda sádica. Reb tenía una forma de pensamiento demasiado retorcida a veces. Por lo que Darius sabía, el chico entendía solo la lógica del ojo por ojo y diente por diente, así que no se le hacia nada raro que estuviese pensando en las formas en que Van moriría si podía lograr que Noah cediese a entregar el sobre a su correspondiente destinatario.

Darius por su parte, aun no estaba seguro de nada. Había escuchado con atención cuando Noah le había contado sobre su reunión con Yuma, y aunque no estaba feliz por haber sido dejado en la ignorancia hasta que sucedió, sabía que no tenía derecho a estar enojado. Noah era un adulto totalmente capaz de tomar sus propias decisiones y, además, había tomado la precaución de llevar a Matt con él. Darius no podía pedir más que eso.

Eso no quería decir que confiase en Yuma, después de todo, el chico no le había dado ninguna razón para hacerlo. Aunque también era consciente de la abierta aversión del más joven hacia Van, sabía que debía tener algún tipo de razón personal o beneficio de deshacerse de él. Yuma estaba ganando algo con esto, y a Darius no le gustaba para nada el no saber que era eso.

Llegando a la mesa, no estuvo muy sorprendido de ver a Noah negando vehementemente— Si hago eso, lo que le suceda será mi responsabilidad también —dijo—. No puedo vivir con una muerte en mi consciencia.

—Tú no estás enviando una orden de muerte, Noah —Reb lo miró con un tinte de frustración—. No estas contratando un sicario para deshacerte de él o poniendo precio a su cabeza. ¿Cómo puedes ser responsable de una decisión ajena?

—Estamos hablando de la mafia, Reb, no del vecino amable que vive en el siguiente piso —señaló—. ¿Acaso crees que luego de saber lo que nosotros sabemos, ellos van a invitar a Van a tomar el té y arreglar las cosas hablando?

—Aun si tocan su timbre y ponen una bala entre sus cejas, sigue sin ser tu responsabilidad —el moreno insistió—. Estarías haciendo una obra de bien al darle a este hombre la paz de saber quién es el culpable de la pérdida de su hijo, así como la oportunidad de darle la justicia que crea conveniente. Quizás envíe esto a la policía y permita que ellos lo juzguen, o quizás solo enviará a alguien a resolver el problema, pero será su decisión, su carga de consciencia, no la tuya. No te hagas responsable de una decisión ajena a ti.

Noah lo miró por un largo instante, pareciendo meditar algo en su cabeza antes de hablar: — Me asombra tu capacidad de restarle responsabilidad a algo tan importante como la perdida de una vida humana.

—Después de vagar en internet durante tanto tiempo, leyendo comentarios de antiguos compañeros, amantes y conocidos de Van, considerarlo un ser humano es un insulto para la especie en general. Él no es una buena persona, no merece tu piedad, ni la de nadie, porque él no es capaz de mostrarla tampoco.

Darius odiaba hacerlo, pero en ese punto, estaba de acuerdo con Reb. Van había demostrado que no era digno de ser llamado "humano". Había hecho muchas cosas malas en el correr de su vida, y no había mostrado ni una pizca de arrepentimiento, menos un atisbo de querer pagar por alguno de sus pecados pasados. Era obvio, que no tenía consciencia, ni tampoco empatía por el prójimo, por lo que ser llamado "ser humano" era una etiqueta demasiado grande.

Volviendo a ver a Noah, observó su rostro torcido en una mueca, mientras el brillo de duda aparecía en sus usualmente cálidos ojos castaños. Aunque le gustaba pensar que su esposo era un ser de luz, brillante y puro, Darius no era tan tonto como creer que, tantos años viviendo bajo el yugo de una familia tan disfuncional, no hubiese hecho mella en su personalidad. Noah podía ser amable y dulce, pero eso no quería decir que no tuviese su propio conjunto de emociones complicadas.

Y él parecía bastante complicado en ese momento, si su expresión quería decir algo.

Sentándose a su lado en el sofá, se mantuvo en silencio mientras veía distraídamente el perfil del castaño. Habían pasado solo unos meses, pero a sus ojos, Noah había cambiado bastante. Tenía una mirada más adulta ahora, más frontal. Atrás había quedado el jovencito asustadizo que se ocultaba detrás de Darius esperando ser protegido de los peligros del mundo. Noah se había puesto de pie por sí mismo en algún punto del camino, y parecía muy preparado para enfrentar cualquier cosa que le fuese lanzada.

Darius no pudo detener la ola de orgullo que floreció en su pecho ante esa mirada terca. Amaba al otro en todas sus facetas, pero verlo aferrarse a su propia valentía y sin una pizca de miedo ante lo que se avecinaba, brillando en sus ojos, era una vista impresionante para él.

El sonido del timbre hizo eco en el apartamento. Darius comenzó a ponerse de pie, dispuesto a ir a atender, pero dejando la taza que había tomado nuevamente sobre la mesa, Reb le hizo un gesto con la mano.

—Debe ser King —dijo—. Iré yo.

Solo cuando el chico se perdió dentro del apartamento, Noah finalmente deslizó su mirada hacia él—. ¿Qué piensas tú? —preguntó finalmente—. Has estado tan silencioso sobre esto, ¿Qué opinión tienes?

Deslizándose más cerca, Darius descansó uno de sus brazos en el respaldo del sofá mientras elevaba su otra mano para alcanzar a empujar algunos mechones de castaño cabello detrás de la delicada oreja de Noah. Su cabello había crecido un poco, logrando que tuviese que empujarlo fuera de su rostro cada cierto tiempo. Aunque Noah se había quejado de ello varias veces, asegurando que iría a que lo recortaran pronto, a Darius le gustaba ese nuevo estilo despreocupado. Lo hacía ver, de alguna forma, un poco más accesible, si eso tenía sentido.

—No lo sé, Teddy —admitió, decidiendo ser sincero—. No es una decisión fácil de tomar para nadie con un poco de empatía por la vida humana.

Noah asintió—. No sé qué hacer, no creo ser capaz de vivir con el peso de una muerte en mi consciencia.

—No, no puedes. —decretó, sonriendo cuando el ceño del más joven se frunció—. Cariño, lloraste hasta dormirte cuando sin querer mataste la araña que encontraste en el baño y que querías liberar. Siento ser tan frontal, pero sé que no puedes.

Su ofensa se desinfló visiblemente—. ¿Entonces? ¿Qué se supone que haga? —dijo—. Porque aún sin hacer nada, y deshaciéndome del sobre y la evidencia, mi consciencia seguiría gritando por la injusticia de dejar que un asesino como Van se libre sin un castigo justo.

—Así que esto se resume en dejar libre a un asesino o condenarlo a pena de muerte —murmuró—. Obviamente, ese mocoso pomposo te lanzó su problema moral a ti.

Noah suspiró—. Tengo la sensación, de que, si pudiese hacerlo, Yuma habría tomado el puesto de verdugo en un instante.

Y eso traía un mundo nuevo de preguntas sobre el chico que hacían de Darius alguien muy desconfiado de sus acciones. Le hubiese gustado saber cuál era la decisión que el otro esperaba que tomaran. Pero en realidad, había depredadores más grandes por los que preocuparse antes de mirar los pequeños planes rebuscados de los cachorros como Yuma.

Luego de meditarlo por un largo momento, Darius suspiró profundamente y respondió: — Creo que será mejor que esperemos un poco —dijo—. Veamos cual será el siguiente paso de Van. Si creemos que él realmente está en plan de dañarnos, yo mismo seré quién envíe el sobre.

—No puedo pedirte que hagas eso.

—No estas pidiéndomelo, yo estoy ofreciéndome —señaló, y antes de que Noah pudiese dar la protesta que estaba en la punta de su lengua, Darius se deslizó más cerca y descansó su mano con delicadeza sobre el vientre aun plano del más joven—. Déjame ser quién se preocupe de esto por ahora, y tu mientras, piensa en una forma bonita de darles la noticia a mis padres para que papá Drew no tenga un ataque al saber que tu padre supo primero que van a ser abuelos por partida doble.

Eso logró que Noah hiciese una mueca—. No tenía intención de que eso se filtrase así —dijo—. Se suponía que les diríamos a todos al mismo tiempo.

—Estoy seguro de que lo entenderán, pero, aun así, debemos hacer de la noticia una sorpresa inolvidable, para que se le olvide que fue el segundo en saberlo.

La mueca de Noah se profundizó—. En realidad, sería el cuarto, en saber —dijo, antes de pensarlo un instante y sacudir la cabeza—. El quinto, estoy seguro de que Nee le fue con el chisme a Kai ese mismo día, no hay forma de que no lo sepa.

Darius se quejó, y estaba a punto de abrir la boca para volver a tranquilizarlo, cuando Reb regresó a la terraza. Echando un vistazo a sus posiciones, el moreno bajo la vista a sus manos sobre su abdomen y sus ojos parecieron iluminarse con la realización.

Levantando la mano, señaló a Noah y como si fuese una acusación, soltó: — ¡Estás embarazado!

El sonido de sorpresa de King vino desde el interior, diciéndoles que él había escuchado eso completamente. La queja de Darius fue aun más alta. Genial, ahora su padre era la octava persona en enterarse de que iban a ser padres... jamás vería el final de eso.

(...)

—Quizás debería comprar dos pares de zapatitos de bebé, ponerlos en una caja y dársela a tus padres con el mensaje de "Van a ser abuelos". —Noah sugirió, viéndose bastante estresado mientras pasaba sus dedos sobre la pantalla de su celular como un maniaco—. Internet no está dándome ninguna idea fructífera, todo parece demasiado exagerado o demasiado simple. Quizás, lo clásico sea lo mejor.

—Recuerda que, como Dorian ya lo sabe, también debemos decírselo a Damon y Blue —Darius comentó, mientras observaba su reflejo en el espejo de cuerpo completo e intentaba encontrar cual era la falla en su vestuario. Porque sabía que había algo que no encajaba, aunque no podía señalarlo con exactitud—. Y a Wolf y Nicky también. Quizás solo debemos aprovechar la cena familiar de este fin de semana y darles la noticia, eso nos ahorraría un mundo de estrés.

Noah hizo una mueca, aun mirando su teléfono—. ¿No crees que es demasiado simple? —preguntó—. Quizás esta sea la única vez que nosotros podamos darles esta noticia, quizás deberíamos hacerla un poco más inolvidable.

Captando su reflejo cabizbajo en el espejo, Darius intentó encontrar una respuesta a eso, pero no había mucho que pudiese decir en realidad. Ambos eran muy conscientes del golpe de suerte que habían tenido con ese embarazo, así que no eran codiciosos al pensar en tener más niños luego. Aunque los dos habían hablado innumerables veces sobre una familia numerosa, que sus dos bebes nacieran sanos y crecieran felices, les era más que suficiente.

Decidiendo pensar en ello un instante, Darius habló: — Tienes tu cita médica en dos días —dijo—. Podemos grabar la ecografía y ponerla en la televisión de mis padres durante la cena. Cuando pregunten de quién es, les damos la noticia. Les quedará un bonito recuerdo, y es lo suficientemente simple para no ser agobiante.

Pareciendo meditarlo, Noah no tardó en asentir—. Me gusta esa idea, quizás el sonido de los corazones de sus nietos logre que tío Drew nos perdone por no decirle antes.

Si, Darius dudaba que su padre lo olvidara jamás, pero no estaba a punto de estallar la burbuja de esperanza de Noah. Volviéndose a su reflejo, gruñó en voz baja. ¿Cómo hacían los otros maestros para verse presentables sin parecer un ratón de biblioteca? Quería que los niños lo respetaran, pero también quería verse accesible. Y de alguna forma, lograrlo era mucho más difícil de lo que había previsto.

Levantando la mirada de su teléfono, Noah le echó un vistazo y sonrió—. Es la chaqueta, cariño, te hace ver demasiado juvenil —dijo, poniéndose de pie, se acercó con pasos ligeros al closet y recuperó una camisa verde oscuro. Acercándose, jaló la chaqueta de mezclilla hasta que Darius cedió a quitársela antes de reemplazarla por la camisa—. ¿Ves? Ahora te ves maduro y accesible al mismo tiempo.

Volviendo al espejo, Darius pasó su mirada por su vestuario; botas marrones, jeans y camiseta negras que combinaban con la camisa que Noah había puesto sobre sus hombros de una forma extrañamente armoniosa. Era increíble como algo tan simple podría hacer una gran diferencia.

—Ven aquí —Noah subió sus manos, alcanzando su cabello para reordenarlo—. Eres profesor de niños pequeños, Dare, debes verte como alguien amable al que puedan acercarse sin temor a ser aleccionados.

—Es más fácil con los más pequeños, ellos no se fijan mucho en eso, mientras sonría, están bien. —se quejó—. Pero los niños mayores... son otra historia.

—Solo es una suplencia —rio suavemente—. Solo un par de meses y podrás volver a ser profesor de los más pequeños.

Darius asintió—. En realidad, el Colegio Primario Francés me ofreció un puesto para el año entrante, tendría los grados más pequeños, así ya no tendría que saltar de un grado a otro. —antes de que Noah pudiese soltar una felicitación, agregó: — Aun no he aceptado, les dije que lo pensaría.

—¿Por qué? Pensé que eso era lo que querías, ¿acaso no es de lo que siempre hablas? Es un buen colegio, lo sé porque Haru asiste ahí, y estoy seguro de que encajaras perfectamente, ¿por qué no aceptaste?

Aunque dudó en la respuesta, no era como si pudiese simplemente evadirla—. Hace un tiempo, me dijiste que querías volver a casa, a Australia —dijo—. Pensé que, quizás, cuando los niños nacieran, querrías volver. Aún tenemos nuestra casa allí, no quería cerrar esa puerta para ti, por si querías tomarla en un futuro.

Noah lo observó por un largo instante, sus ojos brillando con ternura antes de acercarse y unir sus labios con dulzura—. Acepta el trabajo —dijo—. Me gusta aquí, tu familia y la mía están aquí, quiero que nuestros hijos crezcan rodeados de personas que los quieren y no hay un lugar mejor.

—¿Seguro?

—Seguro —asintió y un poco de ese brillo se apagó cuando siguió hablando—. Pero si me gustaría ir a Australia luego de que los bebes nazcan, quiero visitar la tumba de nuestra hija.

Eso si logró sorprenderlo, después de todo, en los cuatro años que habían pasado, Noah no había sido capaz de visitar la misma. Lo había intentado, en un inicio, pero apenas había logrado pisar la puerta frontal del cementerio antes de perder el control de sí mismo y comenzar a llorar sin detenerse. Luego de la última crisis nerviosa, Darius simplemente había dejado pasar el tema y se había hecho cargo de mantener el lecho de descanso de su pequeña en sus mejores condiciones por si mismo.

El que Noah fuese quién lo dijese, era tan triste como reconfortante.

Darius asintió—. Está bien, nuestra casa sigue allí, así que podemos volver cuando lo desees.

Con una sonrisa suave, asintió—. Podemos ver eso más adelante —dijo, dándole un pequeño golpecito alentador en su pecho, se alejó un paso—. Ahora, vete o llegarás tarde al trabajo. No querrás darles una mala impresión a esos niños llegando tarde el primer día con ellos, ¿verdad?

Aun poniendo mala cara, sabía que el otro tenía razón—. Bien —aceptó a regañadientes—. ¿Irás conmigo hoy?

Debido a los constantes mareos y malestares de Noah, habían llegado a acomodarse en una rutina donde ambos salían de la casa a la misma hora y Darius se encargaba de dejar al más joven en casa de Nee a la hora correcta antes de seguir su camino a su propio trabajo.

Echándole un vistazo al pijama de ositos que aun traía puesto, Noah negó—. ¿Acaso crees que podría ir a trabajar vestido así?

—¿Por qué no? Te ves realmente tierno en él, te ves increíble con cualquier prenda que te pongas.

—Adulador —picó su mejilla con su uña perfectamente recortada—. Hoy es el festival escolar de Haru, así que Nee se tomó el día libre, y por consecuencia, yo también.

Eso iluminó a Darius como un árbol de navidad—. ¿Tienes el día libre? ¿Por qué no me dijiste antes? Podría haber cancelado la lección de hoy para pasar el día juntos.

Noah rio—. Y eso por eso que no te dije. No puedes solo abandonar a los niños, debes ir —dijo—. Pasaremos la tarde juntos cuando regreses. Hasta cocinaré para nosotros.

Darius tragó grueso ante esas últimas palabras.

Notando su expresión, la sonrisa de Noah se perdió—. Bastardo —siseó—. Puedo cocinar algo comestible si lo deseo, no me subestimes.

Si, eso se escuchaba como que Darius tendría que llegar del trabajo para cocinar el mismo su cena. Adoraba a Noah y todo lo que hacía, pero el chico era horroroso en la cocina. Enserio, él hasta había llegado a malograr un café e incendiar las cortinas, el mismo día. Su experiencia culinaria se basaba en hervir el agua para su té, por lo que no podían culparlo por no tenerle confianza.

Aun así, y como no quería meterse en problemas, sonrió en aprobación—. Está bien, Teddy, confiaré en ti en eso, entonces.

Podía ver la intoxicación alimenticia en su futuro, quizás debía llamar a Dorian o Damon para advertirles que estuviesen atentos. Si no escuchaban nada de él en la mañana, les daría la orden de llamar a urgencias.

Por el momento, se inclinó y robó un beso de los labios de su esposo antes de erguirse—. Me iré a trabajar ahora, entonces —dijo—. Cuanto más pronto me vaya, más pronto podré regresar.

Tirándolo a un beso más largo, Noah se apartó con una sonrisa provocadora antes de empujarlo a las escaleras—. Vete ahora.

Frotándose los labios, Darius hizo lo pedido, no sin antes lanzarle una mirada de reproche sobre el hombro—. Voy a cobrarme esa provocación luego, Teddy.

—Estaré esperando que lo hagas. —devolvió.

Sintiéndose más feliz con esa promesa, Darius salió del apartamento y bajó al estacionamiento, esperando estar sentado tras el volante y en la carretera, antes de poner el manos libres de su teléfono y llamar a su hermano. Dorian contestó al segundo timbre, su voz jovial inundando el auto.

Hermanito pequeño —saludó—. ¿Cuál es el milagro que está logrando que me llames esta hermosa mañana?

Darius le frunció el ceño al tránsito—. ¿Por qué te escuchas tan feliz?

Estoy intentando un enfoque más positivo en mi vida —dijo—. ¿Por qué me llamas?

Había más allí, pero Darius no tenía tiempo para escarbar en ese momento, así que fue a la razón de su llamada directamente—. Noah cocinará la cena esta noche.

Hubo un instante de silencio: — Mierda, ¿Qué le hiciste?

—No le hice nada.

Algo debiste hacerle o no estaría intentando asesinarte envenenado de forma tan obvia. —señaló.

—Él no es tan malo. —dijo en defensa, escuchándose débil hasta para sus propios oídos.

—¿Acaso no recuerdas el pastel de cumpleaños con trozos de plastilina dentro?

Darius hizo una mueca—. Tenía siete —defendió—. Y si lo ves de forma objetiva, la plastilina no es toxica.

—¡Pero no es comestible! —siseó—. ¿El budín ingles que hizo cuando iba a secundaría? Juro que podría haber clavado clavos con esa cosa, estaba tan dura como una piedra.

—Él solo se equivocó en un ingrediente, podría haber sido delicioso si no hubiese cometido ese error.

La sopa de verduras que podría bien haber sido agua de océano, por la cantidad de sal —dijo, agregando antes de que Darius tuviese tiempo de defenderlo—. O quizás, debería recordarte la vez que te envió al hospital con una intoxicación cuando intentó preparar galletas, ¿acaso el lavado estomacal borró ese suceso de tu mente?

Bueno, el chico en realidad no tenía defensa, pero Darius no podía simplemente no intentar defenderlo, después de todo, era su esposo de quién hablaban—. Quizás haya mejorado ahora, puede que logre cocinar algo decente.

O puede que te mate en el proceso —bromeó—. Tendré el número de emergencias marcado en mi teléfono por las dudas.

—Si, eso es lo que yo... —su voz se desvaneció suavemente cuando intentó bajar la velocidad a la que iba, percatándose de que por más que pisaba el pedal del freno, nada parecía suceder—. Mierda.

—¿Mocoso?

Girando el volante, intentó nuevamente con el pedal mientras cambiaba de dirección, tomando una ruta menos transitada—. Dor —llamó, sintiendo su corazón acelerándose y un mal presentimiento aferrándose a su pecho y erizando su piel—. Dor, no tengo frenos.

¿Qué? —soltó—. ¿Qué quieres decir con que no tienes frenos?

—¡Que los malditos frenos del auto no funcionan, eso quiero decir! —gruñó, sus dedos pálidos aferrando el volante mientras se afirmaba en el pedal.

Esquivando algunos autos, su cerebro comenzó a maquinar en un intento de encontrar una solución. Pero no había muchas, el auto estaba subiendo la velocidad a cada segundo, y por más que pisaba el pedal, nada parecía suceder. Sabía que, si no encontraba la forma de detener el vehículo, las cosas se pondrían mucho peor. Entre malo y peor, sabía perfectamente lo que iba a tener que hacer.

—Dor, llama a emergencias —pidió, dándole su ubicación—. Diles que choque mi auto, y que necesito ayuda urgentemente.

¿Qué? ¿Chocar? —podía escuchar a su hermano entrar en crisis al otro lado—. ¿Qué infiernos piensas que vas a hacer? ¡No hagas nada imprudente! Dame un minuto, encontraré una solución.

—No hay otra solución —dijo, podía sentir la velocidad aumentar más—. Tu llama a emergencias, sé lo que tengo que hacer.

Cortando la conexión antes de que el otro discutiera, echó un vistazo fuera, sintiendo su corazón latiendo a mil por hora y el sudor corriendo por su frente mientras buscaba un lugar perfecto para chocar. Y si, eso es exactamente lo que tendría que hacer para lograr detenerse. Si seguía en la carretera, ocasionaría un daño mayor.

Visualizando una columna lo suficientemente firme, giró el volante en esa dirección, recordándose brevemente el hecho de que había llevado el auto a mantenimiento solo unos días antes. Y que, de no ser por el día libre, Noah habría estado sentado justo a su lado.

Maldiciendo en su interior, envió un último pensamiento a Noah antes de que el sonido de metal retorciéndose hiciese eco en sus oídos. 

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