OO: Prólogo.
"Aún está fresco en mi momería como sus manos fuertes me tomaban de la cintura mientras dejaba suaves besos en mi abdomen, lo único que podía hacer con ella sobre mí, era enredar mis uñas en su cabello oscuro que tanto me encanta. Sus labios comenzaron a subir cada vez más hasta mis pechos, me miraba directamente a los ojos, como si pudiese ver mi alma y, con una sonrisa burlona pintada en sus suaves belfos llevo uno de ello a su boca. No pude evitar soltar un jadeo al sentir la lengua de..."
—Mamá, NaYeon y JiHyo están esperándote en la sala principal.
La castaña cerró el pequeño cuaderno de cuero suavemente, sus manos temblaban levemente mientras trataba de calmar su respiración acelerada. Su hija, la había sorprendido justo en medio de una fantasía, una que había guardado en las profundidades de su mente durante mucho tiempo.
—Mis tías te están esperando —repitió SullYoon.
Sana dirigió la vista hacia su hija, quien estaba de pie en el umbral de la puerta, con una expresión de curiosidad, pero sin ninguna idea de lo que su madre estaba escribiendo. Su respiración todavía estaba entrecortada, y sus mejillas sonrojadas, pero con una rapidez habitual en ella, la Minatozaki mayor se recompuso.
—SullYoon —dijo con voz firme — ¿qué te he dicho de entrar sin tocar la puerta?
—Lo siento, mamá, pero llevo llamándote desde hace cinco minutos — respondió la adolescente encogiéndose de hombros.
Sana suspiró. Su hija tenía esa energía despreocupada propia de la juventud, esa seguridad que ella misma había perdido hacía años, aunque ahora se mostraba al mundo como una mujer fuerte y exitosa...
Su vida, sin embargo, estaba lejos de ser plena.
La fortuna que había acumulado tras sus cinco matrimonios y las herencias de cada uno de sus difuntos esposos no llenaba el vacío que sentía. Era como si todo el lujo que la rodeaban no pudiera evitar que su vida se sintiera... incompleta.
Sin decir más, la castaña se puso de pie, alisando con cuidado el elegante vestido de seda que había elegido para ese día. Caminó hacia el espejo de cuerpo entero y se observó, asegurándose de que cada pliegue de su atuendo estuviera en su lugar, de que su apariencia fuera impecable.
No podía permitirse ningún error, no cuando ella estaba abajo esperándola.
JiHyo, con su cabello oscuro y su sonrisa, era la fuente de los pensamientos prohibidos que ocupaban la mente de la nipona. JiHyo era todo lo que Sana deseaba en secreto y todo lo que no podía tener, después de todo era una mujer casada, madre de una hija, y completamente ajena al torbellino de emociones que causaba en ella.
Bajó las escaleras con pasos lentos, sabía que tendría que luchar nuevamente con sus sentimientos, fingir que todo estaba bien, que nada de lo que ocurría en su interior era real.
Al entrar en la sala principal, la encontró tal como lo había imaginado: JiHyo hojeaba una revista de decoración, sentada con las piernas cruzadas en un sillón, mientras NaYeon, la acompañaba con una copa de vino en la mano.
—¡Por fin, Sana! —exclamó la rubia. — Pensé que te habías perdido.
La castaña esbozó una sonrisa —Estaba terminando algo, ya sabes cómo es —dijo intentando sonar casual.
JiHyo levantó la vista de su revista y se iluminó al verla. Su sonrisa era pura, genuina, y con un brillo que parecía iluminar toda la sala.
Se levantó con esa energía que la caracterizaba y se acercó a Sana para darle un abrazo. Era un gesto común entre amigas, pero para la más alta, ese contacto, esa proximidad física, encendía algo en su interior que apenas podía controlar.
—¡Shiba, qué guapa te ves hoy! —exclamó la más alta con una sonrisa.
El corazón de Sana dio un vuelco. Por un momento, se dejó llevar por el olor floral del perfume de JiHyo y la calidez de su abrazo. Era como si cada pequeño detalle de la azabache fuera una provocación involuntaria, un recordatorio constante de lo que no podía tener.
Y lo peor de todo era que JiHyo no tenía idea.
Para ella, esto era solo la interacción normal entre amigas, nada más.
—Gracias, amiga —respondió la castaña con una sonrisa tensa, luchando por mantener la compostura.
Las tres mujeres se sentaron, y aunque la conversación giraba en torno a todo y nada a la vez, Sana no podía concentrarse del todo. Su mente seguía vagando y, su atención estaba fija en JiHyo. No importaba cuántas veces intentara distraerse, su mirada siempre volvía a los labios de la aquella mujer, a la forma en que sus dedos jugaban distraídamente con los bordes de la revista que sostenía.
Había fantaseado tantas veces con esos labios, imaginándolos sobre los suyos, sintiendo su tacto, su calidez. Fantasías que siempre terminaban en su cuaderno, lejos de los ojos curiosos de los demás, pero que ocupaban gran parte de sus pensamientos. La castaña había intentado ignorar esas emociones, había intentado convencerse de que no era más que un capricho pasajero, un reflejo de la soledad que la envolvía. Pero cada día que pasaba, cada vez que veía a JiHyo, esos sentimientos se volvían más fuertes e imposibles de ignorar.
—Tierra llamando a Sana — bromeó NaYeon, agitando una mano frente a su rostro— ¿Nos estás escuchando?
JiHyo río, y ese sonido, tan dulce y ligero, llenó el pecho de Sana de una extraña mezcla de alegría y dolor. Cómo deseaba que esa risa, esa alegría, fuera solo para ella.
Pero sabía que no lo era.
JiHyo era su amiga, sí, pero no había ninguna razón para pensar que podría ser más que eso.
Sana sacudió la cabeza suavemente. — Perdón, estaba pensando en las niñas.
La rubia rodó los ojos, aunque no insistió. Sabía que las excusas de la mayor eran parte de su forma de ser, pero JiHyo, notó algo en el tono de su amiga, algo que hizo que la mirara un poco más de cerca. —¿Estás bien, Sana? —preguntó con suavidad, genuinamente preocupada.
El corazón de Sana se detuvo por un segundo.
¿Cómo podría explicar lo que realmente le sucedía?
¿Cómo podría admitir que no estaba bien, que llevaba meses deseando algo que no debía, algo que no podía tener?
Pero en lugar de responder, optó por la salida más fácil. —Estoy bien, de verdad. Solo un poco cansada — mintió.
Pero en su interior, Sana sabía que el cansancio que sentía no era solo físico. Era el agotamiento de una lucha interna que sabía que, tarde o temprano, tendría que enfrentar.
¿Cómo se lo explicaría a JiHyo cuando todo saliera a la luz?
¿Qué sucedería cuando no pudiera contener más su deseo?
Nueva adaptación, viva!
¿Qué esperas de ests historia? Comenta!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro