O2: Coffee and Secrets.
La tarde estaba cayendo lentamente, teñida de un tono dorado que iluminaba el elegante jardín de la casa de Sana. La reunión de ese día se sentía diferente, NaYeon no había podido asistir, lo que dejaba a la nipona y a la coreana a solas, una situación que ambas sabían sería inevitablemente más íntima.
La castaña no podía evitar sentir cierta inquietud, pero también una extraña emoción ante lo que podría ocurrir en esa tarde.
Cuando JiHyo llegó, su sonrisa parecía normal, pero Sana notó algo en su forma de caminar, un aire de cansancio que no había visto antes. Era una sonrisa que había perdido parte de su brillo, y aunque la más baja hacía un esfuerzo por disimularlo, la castaña lo percibía.
—¿Café? —preguntó Sana con voz suave mientras ambas se instalaban en la terraza, rodeadas del delicado perfume de las flores que adornaban el lugar.
—Por favor —respondió JiHyo, sentándose frente a ella con una exhalación profunda.
Mientras servía el café, notó que los dedos de JiHyo temblaban levemente al agarrar su taza. Había algo que quería decir, algo que le pesaba más que cualquier conversación casual que hubieran tenido antes.
Ese sería el día.
—NaYeon siempre tiene excusas para no venir últimamente —dijo JiHyo, soltando una risa breve, sin vida— El spa la necesitaba... Igual, supongo que así será más fácil hablar de cosas serias hoy, sinceramente confió más en ti para este tipo de cosas.
Sana levantó la vista, sorprendida por la franqueza inesperada en su tono. Este no sería otro de sus típicos encuentros, y el corazón de Sana se aceleró.
Aquí venía.
—¿Qué pasa, JiHyo? —preguntó la castaña con un tono más bajo, casi íntimo. El silencio se instaló entre ellas por un momento, mientras JiHyo jugueteaba nerviosamente con la cucharita de su café, evitando la mirada de su amiga.
Finalmente, la azabache suspiró, una exhalación pesada que parecía llevarse consigo todas las barreras que había construido en los últimos meses. —Nay... —dijo con la voz apenas un susurro— He estado intentando... salvar mi matrimonio.
Minatozaki sintió un leve tirón en el pecho al escuchar esas palabras.
Salvarlo.
Eso significaba que había algo roto, y JiHyo estaba confirmándolo.
Aunque había esperado esto, no pudo evitar sentir una mezcla extraña de compasión y una emoción que no quería reconocer.
Una emoción que la hacía sentirse casi... esperanzada.
—He intentado todo —continuó JiHyo, su voz quebrándose un poco— Terapia, conversaciones, hasta ignorar las cosas que realmente me molestan... pero, nada parece funcionar. Nada cambia.
Sana extendió su mano, instintivamente queriendo consolar a su amiga, pero cuando sus dedos rozaron la mano de JiHyo, ambas se detuvieron. El contacto fue más intenso de lo que debería haber sido, como una chispa que las electrificó por un segundo. La azabache levantó la mirada, sus ojos color chocolate se encontraron con los de la nipona. Ninguna de las dos dijo nada, pero la tensión entre ellas era densa, una corriente invisible que las unía y, al mismo tiempo, las hacía retroceder.
—¿Por qué no funciona? —preguntó JiHyo suavemente, como si no esperara una respuesta. Era una pregunta que llevaba guardada durante demasiado tiempo.
Sana, quien todavía sosteniendo suavemente la mano de la más baja, sintió un torrente de emociones luchando dentro de ella. Parte de ella quería consolar a JiHyo, decirle que todo estaría bien, pero otra parte, una más oscura, no podía evitar pensar que este era el momento que había estado esperando.
Este era el primer paso hacia algo más, algo que había deseado por tanto tiempo.
—No lo sé, JiHyo —dijo finalmente, apretando un poco más la mano de su amiga— Pero no tienes que pasar por esto sola.
La cercanía física entre ellas se volvió más notoria en ese instante. Park se inclinó hacia adelante haciendo que sus rodillas rozaran las de Sana, y el corazón de la castaña dio un vuelco.
—Daniel... —comenzó JiHyo, vacilando— Ya no es él mismo. Creo que, en el fondo, siempre lo supe, pero no quería admitirlo. No quería aceptar que... tal vez nunca estuvo realmente enamorado de mí. No de la forma en que debería estarlo.
Sana contuvo la respiración. Las palabras de la azabache parecían flotar entre ellas, cargadas de una confesión más profunda de lo que ninguna de las dos estaba lista para reconocer.
Esto era más que una crisis matrimonial.
Había algo en la forma en que JiHyo hablaba de Daniel que confirmaba lo que Sana había sospechado durante tanto tiempo.
—¿Y tú? —preguntó con la voz un poco temblorosa— ¿Aún lo amas?
JiHyo se quedó en silencio por un momento, mordiéndose el labio, y luego, con una franqueza que casi la rompía por dentro, sacudió la cabeza. — No lo sé, Shiba. No sé si alguna vez lo hice de verdad.
Las palabras de JiHyo golpearon a Minatozaki con fuerza, tanto que tuvo que apartar la mirada por un segundo. Este era el momento que había temido y esperado al mismo tiempo. La ruptura estaba aquí, justo frente a ella, y aunque debía ser un momento doloroso, Sana sentía algo que no quería admitir: una chispa de emoción.
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