O1: The Weight of Frustration.
Sana se giraba en la cama, incapaz de conciliar el sueño. Los pensamientos se acumulaban en su mente, uno tras otro sin darle tregua.
Desde hacía semanas, había notado algo diferente en JiHyo, algo que no terminaba de encajar. Su habitual energía burbujeante había empezado a desaparecer, reemplazada por silencios incómodos y miradas perdidas que no solían estar ahí. JiHyo ya no era la misma, y la castaña no sabía si cómo sentirse por lo que aquello podría significar.
Se levantó finalmente, con la certeza de que no dormiría esa noche y, se dirigió al ventanal de su habitación, donde la vista de la ciudad iluminada se extendía más allá de su propiedad. Todo lo que poseía, todo lo que había logrado con el paso de los años, no significaba nada si la única persona que realmente le importaba comenzaba a distanciarse.
Su mente divago a esa mañana, en la reunión con NaYeon, todo parecía transcurrir como siempre. Las tres amigas se habían reunido en casa de JiHyo para tomar café, charlar sobre temas cotidianos y ponerse al día. La rubia había llevado la conversación, hablando sin parar sobre sus últimas adquisiciones Chanel, su spa y, por supuesto, dinero.
—¿Y tú, JiHyo? —había preguntado la mayor con tono curioso, dando un sorbo a su café— ¿Cómo está Daniel? Hace tiempo que no lo vemos.
Sana observó cómo la azabache esbozaba una sonrisa tensa, ese tipo de sonrisa que no llegaba a sus ojos, pero que podía engañar a cualquiera que no la conociera tan bien.
—Está bien, ya sabes, ocupado como siempre con el trabajo.
Para NaYeon, eso parecía ser suficiente, y la conversación se desvió rápidamente hacia otro tema, pero la castaña no pudo evitar notar la forma en que JiHyo bajó la vista después de hablar y cómo sus dedos jugando nerviosamente con el borde de su taza... como si tratara de contener algo.
Había algo ahí, algo más profundo, y Sana lo sintió de inmediato.
Durante el resto de aquella tarde, las señales continuaron. JiHyo, normalmente parlanchina, estaba inusualmente callada. Sonreía en los momentos adecuados, soltaba alguna risa leve cuando NaYeon hacía un comentario, pero sus pensamientos parecían estar en otro lugar.
Cualquier otra persona no lo habría notado, pero Sana lo conocía demasiado bien. Sabía cómo se veía JiHyo cuando estaba verdaderamente feliz, y ese día no era uno de esos momentos.
Fue entonces cuando NaYeon mencionó al castaño de nuevo. —Daniel es un hombre guapo, JiHyo. Siempre tan arreglado y perfecto, ¿cómo le haces para que nunca se desordene?
La respuesta de la azabache fue automática, casi como si la tuviera ensayada — Ya sabes, es Daniel, siempre tiene todo bajo control.
Sana no pudo evitar fijarse en la forma en que JiHyo desvió la mirada, como si ese control fuera exactamente lo que la sofocaba. Ese pequeño gesto, la forma en que la más alta evitó el tema, le dio a la castaña la certeza de que algo no estaba bien.
NaYeon siguió hablando, inconsciente de la tensión en el aire, pero Sana lo había visto.
Era una grieta en la fachada perfecta de JiHyo.
Mientras la rubia continuaba con la conversación, hablando ahora sobre una nueva inversión que planeaba hacer en su spa, Sana se encontraba cada vez más absorta en su amiga. La azabache apenas había tocado su café, y sus respuestas eran cada vez más cortas, más mecánicas. Había algo roto en esa mujer que solía ser una fuente inagotable de energía, y la castaña no podía dejar de pensar en el porqué.
Las palabras de JiHyo, sus risas forzadas, su manera de evitar hablar de Daniel... todo eran indicios de que algo andaba mal.
¿Qué estaba pasando en su matrimonio?
Era un tema que la azabache esquivaba sutilmente en cada conversación, como si tocarlo fuera abrir una herida que no quería reconocer.
Sana no podía evitar reflexionar sobre lo que eso significaba. Se había imaginado muchas veces que el matrimonio de JiHyo con Daniel no era lo que aparentaba ser. A pesar de que el coreano era un hombre atento y cariñoso, había algo en su forma de tratar a JiHyo que le parecía... distante, e incluso extraño. Como si solo cumpliera un rol que le había sido asignado.
Soltó un suspiro y volvió a recostarse en su cama y, fue entonces que los recuerdos llegaron a ella como ráfagas, fue entonces que fragmentos de conversaciones pasadas ahora cobraban sentido.
Recordaba una tarde en particular, ella, NaYeon y JiHyo estaban en el jardín, charlando sobre trivialidades mientras Daniel trabajaba en su oficina. Era el cumpleaños de JiHyo, y sin embargo, el castaño no había hecho más que mandarle un mensaje a la azabache para felicitarla. Sana había preparado un pequeño pastel sorpresa, un gesto que había hecho brillar los ojos de JiHyo con una calidez que lleno su corazón ese día.
¿Cómo no se había dado cuenta antes?
Sana había sospechado que algo andaba mal en ese matrimonio, pero hasta ese momento no había querido profundizar. Tal vez porque, en el fondo, parte de ella esperaba que esa distancia entre ellos significara algo más, algo que podría abrir una puerta que ella había mantenido cerrada durante demasiado tiempo. Pero ahora, con JiHyo cada vez más ausente, la castaña no podía dejar de pensar en que quizás había algo más en juego.
La idea de que Daniel pudiera no estar interesado en su esposa de la forma en que un hombre debería estarlo le había rondado por la mente desde hacía tiempo. No era algo que se mencionara abiertamente, pero Sana tenía la impresión de que el esposo de su amiga no sentía verdadera atracción hacia la azabache, o hacia ninguna mujer.
Había pequeños gestos, detalles que habían pasado desapercibidos para todos, pero no para ella. La manera en que evitaba tocar a JiHyo en público, la frialdad con la que respondía a cualquier muestra de afecto.
¿Era posible que Daniel simplemente estuviera fingiendo?
Sana suspiró profundamente, luchando contra los pensamientos contradictorios que se arremolinaban en su cabeza. Quería estar allí para JiHyo, como amiga, como confidente... pero, también sabía que sus intenciones no eran puras.
¿Hasta qué punto quería ayudar a JiHyo solo por el deseo de estar cerca de ella?
Cada vez que veía a JiHyo más distante, más preocupada, sentía un impulso casi incontrolable de acercarse a ella, de decirle que todo estaría bien, que no estaba sola, pero detrás de esa necesidad de consolarla, había un deseo aún más profundo, uno que la llenaba de culpa.
¿Quería realmente ayudar a JiHyo a salvar su matrimonio, o en el fondo, esperaba que esa relación terminara para poder tener una oportunidad con ella?
Sabía que la respuesta no era simple.
Sus sentimientos por JiHyo habían comenzado como una amistad cercana, pero con el tiempo se habían transformado en algo más oscuro y complejo. El amor y el deseo se entrelazaban de formas que la hacían sentir vulnerable y confundida y, aunque odiaba admitirlo, parte de ella quería ver cómo esa relación con Daniel se desmoronaba, no por el bienestar de JiHyo, sino por lo que eso podría significar para ella.
A la mañana siguiente, mientras se preparaba para encontrarse con sus dos amigas, Sana no pudo evitar notar que los círculos oscuros bajo sus propios ojos eran un reflejo de los problemas que había visto en la azabache. JiHyo llegaría pronto, probablemente con su energía habitual y esa risa que la hacía olvidar el resto del mundo por un instante, pero hoy, Sana sabía que no podría quedarse de brazos cruzados.
La distancia entre JiHyo y Daniel era algo que no podía seguir ignorando.
Algo estaba a punto de romperse.
Y, cuando eso sucediera, Sana tendría que decidir si seguiría siendo solo una amiga... o si finalmente se atrevería a ser algo más.
Estare actualizando esta historia al mismo tiempo que actualizare "her only weakness" :>
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