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16: Shadows of Yesterday.


El reloj marcaba casi las diez de la noche cuando ambas decidieron abrir otra botella de vino. Aún seguían en el sofá, donde sus risas y las conversaciones parecían una burbuja que protegía la intimidad que habían compartido antes. Pero el peso de lo ocurrido esa tarde seguía presente, acechando en cada mirada que se alargaba más de lo normal, en cada roce que no era del todo casual.

Sana dejó su copa de vino en la mesa y se inclinó hacia JiHyo con una sonrisa. —Deberías aceptar que fui yo quien ganó el Scrabble. Inventar palabras no cuenta como estrategia, eres una mala perdedora Hyo.

La azabache se río, inclinándose hacia ella. —Por favor, "retribuitiva" suena legítima.

El espacio entre ambas se acortó naturalmente, como si una fuerza invisible las acercara. JiHyo, con su sonrisa todavía pintada en el rostro, sintió cómo el aire entre ellas cambiaba. Las risas se desvanecieron, y la mirada de Sana bajó sutilmente a sus labios.

—Eres imposible —murmuró Minatozaki con su voz apenas en un susurro.

Park no respondió. Antes de pensarlo demasiado, dejó que sus dedos rozaran la mano de Sana, una caricia tímida que fue recibida con un apretón suave. Sus ojos se encontraron, cargados de la tensión que ambas habían intentado ignorar toda la noche.

El primer beso fue lento, lleno de vacilación y preguntas que ninguna se atrevía a hacer en voz alta. JiHyo cerró los ojos, entregándose al contacto mientras una mano se deslizaba por la mejilla de la mayor. Cuando los labios de esta última se movieron con más intención, Park dejó escapar un leve suspiro, uno que parecía liberar algo que había estado conteniendo durante demasiado tiempo.

El beso se profundizó, y pronto la copa de JiHyo se tambaleó en la mesa, olvidada junto al vino que ya no importaba. Sana deslizó sus brazos alrededor de la cintura de la menor, atrayéndola más cerca, mientras sus dedos jugaban con el borde de su camisa.

—Sana... —JiHyo trató de hablar entre besos, pero su voz se quebró cuando Sana dejó un rastro de caricias en su espalda.

—Shhh, no lo pienses. —La voz de Minatozaki era baja, cargada de deseo.

JiHyo se dejó llevar, inclinándose hacia ella, dejando que sus manos exploraran con timidez los hombros y el cuello de la castaña. La cercanía se volvió casi insoportable cuando Sana la abrazó con fuerza, sus labios entrelazados en un baile que decía todo lo que sus palabras no podían expresar.

En ese momento, el sonido de una llave girando en la cerradura congeló a ambas. JiHyo se separó rápidamente de Sana, sus labios hinchados y su respiración entrecortada delatando lo que acababa de suceder.

—¿Daniel? —preguntó, como si necesitara confirmarlo aunque ya sabía la respuesta.

El castaño entró con una sonrisa educada, llevando una caja de cosas que evidentemente había venido a recoger. —Lo siento creí que no estabas... Solo paso rápido —dijo, apenas mirando a Sana antes de dirigir su atención a JiHyo. —¿Está YunJin dormida? Pensaba llevarme algunas cosas de su habitación también.

La azabache asintió rápidamente, como si quisiera despacharlo lo antes posible. —Ella está una pijamada, asi que, adelante.

El aire se volvió pesado nuevamente, aunque esta vez por una razón diferente. JiHyo sintió cómo el sudor se acumulaba en su nuca mientras su esposo, bueno exesposo, se movía por la casa con la familiaridad de alguien que todavía tenía un pie en su vida. Minatozaki, por su parte, se mantuvo en silencio.

Cuando finalmente Daniel se despidió y se fue, JiHyo estaba visiblemente alterada. —Es tarde. Deberías irte —dijo rápidamente, evitando la mirada de Sana mientras comenzaba a recoger las copas y los platos vacíos.

—¿JiHyo? —La voz de la castaña era suave, casi un susurro, pero la preocupación era evidente.

—Estoy bien. Solo estoy cansada. —Park intentó sonreír, pero su intento fue débil.

Sana no insistió. Se levantó, tomó su bolso y, antes de salir, colocó una mano en el brazo de la menor. —Si necesitas hablar, estoy aquí.

JiHyo no respondió, pero su silencio decía másde lo que las palabraspodían expresar.

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