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4

—Sal —Ordeno Brien con el arco tensado, el extraño salió de entre los arbustos agazapado tras su escudo, portando un hacha corta.

—Tendrás que acompañarme —advirtió al extraño alzando el hacha, el metal reflejaba destellos plateados sobre la bruma —una vez comprobemos que no seas un ladrón podrás continuar con lo que sea que estes haciendo.

Brien relajo la tensión del arco, al parecer solo se trataba de un guardia patrullando los alrededores del castillo. Su rostro ya revelado tras el escudo le resultaba familiar, era el tipo de chico que llamaría la atención de cualquier doncella en una fiesta.

—Tu nombre era Mat, ¿Cierto? —pregunto Brien.

—¿Quién eres?

—Brien Gandwar, hijo de Wyat Gandwar.

—Disculpe príncipe Brien —dijo Mat hundiendo una rodilla en barro casi congelado utilizando su hacha como punto de apoyo, por su cara de asombro parecía que hubiera presenciado una oveja con pelaje de oro.

—Ponte de pie ¿Qué haces aquí?

—Me enviaron a patrullar como parte de mi entrenamiento mi señor.

«Ya debe tener un pie dentro de la selección» pensó Brien.

—Deja lo formal de lado, nadie nos escuchara aquí, de cualquier forma, puedes continuar con tus cosas.

—¿No prefiere que lo escolte? 

—Da igual, no suelen encontrarse bandidos cerca del castillo, no pasara nada, puedes irte.

—Estabas practicando con el arco ¿Verdad? —dijo Mat ya de espaldas con la vista en el árbol que utilizaba Brien como blanco, este goteaba sabía desde cinco flechas clavadas en la corteza —¿Por qué no hacerlo en el campo de entrenamiento?

—Es... Una larga historia —esquivo el príncipe recargando el arco con la intención de dar por finalizada la conversación.

—Se moverán —respondió Mat clavando su hacha en el suelo y acomodando su escudado.

—No te entiendo.

—Estas practicando para disiparle a algo vivo, —observo —y a no ser que sea una coincidencia que todas las flechas se claven a la altura del pecho de un hombre imagino que no estas planeado disparar a arboles toda tu vida y a mí no me vendría mal practicar defensas, solo procure quitarle el filo a sus flechas con aquella roca señor larga historia.

La broma de Mat tomo desprevenido a Brien, no era el tipo de trato al que estaba acostumbrado un príncipe, y menos si se trataba de un simple casi soldado, aun así, sintió cierta calidez en su interior a la que tampoco estaba acostumbrado. Pero le era agradable.




Al salir el sol ambos estaban agotados y con salpicaduras de barro, el líquido parecía humedecerles hasta los huesos mientras ambos caminaban de regreso al castillo a ritmo lento, esporádicamente resabian rayos de luz que se filtraban entre las hojas del bosque. Había sido un buen entrenamiento para las dos partes, si bien Mat logro esquivar o repeler con su escudo buena parte de los proyectiles Brien logro darle alguna que otra vez.

—¿Pensaste en que vas a decir? —pregunto Brien —te quedaron algunos rasguños.

—Me arreglare, no te preocupes —dijo Mat, la arboleda ya era menos densa el aroma a hierva había menguado, también podía verse el sol al horizonte reflejando sus rayos sobre el mar. El calor de la luz resultaba reconfortante para ambos —¿Ya vas a contarme porque no entrenas con nosotros en la arena? debe ser difícil hacer esto solo.

—Mejor esperemos para eso —esquivo la pregunta, ambos dejaron de moverse para contemplar el paisaje—pero no lo hago siempre solo, mi maestro Freen me ayuda cuando no está fuera.

—¿Freen? el salvaje que se unió a tu padre en la guerra, se dice que es una bestia, uno de los guerreros más fuertes del mundo ¿Y te entrena en exclusiva? Por eso no vas al campo de seguro nos humillarías en un combate.

—Con respecto a eso... es una larga historia.

Mat no tardo en soltar una pequeña risa mientras reemprendían la marcha.


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