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A la maña siguiente Freen, el maestro de Brien ya se había marchado, como era habitual en él solo desapareció como una sombra por la noche. Los campos de entrenamiento del castillo de Wind estaban compuestos por un gran cuadrilátero de tierra húmeda, algunos cobertizos de madera que servían de depósito y blancos para los arqueros. Todo esto estaba rodeada de paredes de piedra gris coronada con atalayas de madera negra, sobre la barandilla interior de una de estas reposaba el joven heredero observando el entrenamiento de muchachos de su edad, algunos llevaban espadas de madera y escudos que usaban para desviar las estocadas de sus compañeros, otros optaban por el arco e incluso algunos preferían las hachas.  "Puedo ponerte al mejor guerrero que conozco como maestro, pero no pises los campos de entrenamiento, algún día ocuparas mi cargo y en los momentos difíciles no querrás que tus soldados recuerden como te derribaron una y otra vez" recordó las palabras de su padre, las había pronunciado cuando Brien apenas era un niño, cuando su mala coordinación y tropiezos ya eran evidentes, en su momento las palabras se habían sentido como un puñal en su pecho, uno que si bien se había reducido y al cual ya se había acostumbrado, seguía estado ahí, latente.

En el campo de entrenamiento uno de los potenciales soldados golpeo a otro con su escudo derribándolo para luego tenderle una mano ayudándolo a ponerse de pie «¿Se llamaba Mat?» pensó Brien, si bien Wind abarcaba bastante territorio no era mucha la población del castillo. Nadie dudaba que el supuesto Mat seria seleccionado, ningún otro aspirante era capaz de ganarle en combate singular y sin duda tendría la aprobación de los altos mando, los cuales una noche al año seleccionaban a los mejores adolescentes para ser entrenados como los o las guardianes del reino. Solo quedaban 6 días.




—¿Sabías lo de Freen? —pregunto el rey Wyata su hijo, ambos estaban sentados en una mesa de mediano tamaño sobre la cual reposaban distintos cortes de cerdo horneado y vegetales junto a jarras de agua y cerveza.

—Si, menciono que volvería, pero no el porqué de su partida. 

—Debe ser importante. cruzar los picos no es tarea fácil y dudo que haya partido en otra dirección— los picos eran una basta cordillera por la parte sur de Wind, empezaban y terminaban en el mar cruzando miles de kilómetros de tierra y cuya sima se encontraba coronada por hielo perpetuo. Freen pertenecía a tribus salvajes que vivían más allá de los picos, no era usual que un salvaje cruzara y se uniera a un reino.

—¿Alguna vez menciono por que se marchó? — Dijo el chico dando un sorbo a su agua, los aromas de la cena inundaban la habitación.

—A mi entender fuiste el único que sabía de su partida.

—No. Me refiero a que por que se marchó de su tribu —Dijo al tiempo que dejaba el vaso sobre la mesa dejando fija su mirada en el —No debe ser fácil dejar tu hogar atrás cuando te separa una montaña.

—Los picos no son el problema, los salvajes no suelen recibir bien a nadie en sus tribus y menos a un desertor. De cualquier forma, nunca menciono el porqué de su partida, se unió a nosotros en una de las batallas que me dieron el trono.

La cena prosiguió sin mayor importancia. Cuando la oscuridad ya lamia el castillo Brien decidió que era momento de ir a entrenar tomo su capa negra que lo protegería tanto del frio como de la luz a la vez que lo ayudaba a mimetizarse con las paredes del castillo, desde pequeño había descubierto que construir un castillo de piedra negra representaría una falla de seguridad. Salió de su habitación a agachado con su arco y flechas a su espalda, una antorcha iluminaba de luces ondulantes las proximidades de la puerta de sus aposentos por lo que se apresuró a ponerse al resguardo de las sombras. Lo que estaba haciendo no era ilegal claro, era el heredero al trono y podía pasearse por donde le diera la gana mientras su padre no dijera lo contrario. Pero si un fantástico entrenamiento de como cotillear sin ser descubierto. Aun así al asomar la cabeza en cada vuelta de esquina recordaba las palabras de su maestro «Si te descubren identifícate lo antes posible, no deberían atacarte sin dar la voz de alto, pero aun así ante sus ojos serás un asesino hasta que demuestres lo contrario»

No le costó mayores esfuerzos llegar al ala sur del castillo, los vigías solían caminar con antorchas las cuales segaban cuando uno intentaba ver atreves de las sombras, además hacían demasiado ruido por lo que Brien podía moverse descalzo por la fría piedra sin ser oído, logro asomar por una ventana, tras abrirla sujeto un cordel con un nudo que sería capaz de liberar desde abajo. Esa parte del castillo no presentaba mayores defensas, los picos representaban suficiente protección natural.

Cuando sus pies besaron la helada del suelo agradeció el entrenamiento en el mar mientras se colocaba sus botas, ya no necesitaría el sigilo, sin embargo, las heladas daban una clara señal de que el otoño estaba empezando. Ya adentrado en la arboleda el aroma a piñas llenaba sus pulmones mientras apuntaba con su arco a un objetivo a corta distancia, al soltar la flecha esta realizo exactamente el camino que Brien había planificado en su mente, se le daba bien realizar cálculos.

Tras algunos disparos algo se movió detrás de él, no se trataba del susurro de la arboleda, provenía de un ser vivo.

—¿Quién anda ahí? —pregunto al tiempo que se daba vuelta para apuntar hacia la penumbra.

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