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La bailarina pelirroja


Jardines del Castillo de Hyrule...

- Ya dije que no quiero.

- No me vengas con eso.

Los jóvenes herederos al trono del reino de Hyrule se encontraban en el jardín central del castillo, teniendo un... pequeño desacuerdo. Con solo mirarlos, se podía notar que eran mellizos, por el mismo cabello lacio castaño, y los rasgos faciales, aunque el Príncipe Zeil era más alto y fornido. Su cabello, que le caía apenas por debajo del cuello, estaba amarrado en una coleta corta que le colgaba del lado izquierdo, con un largo mechón en medio de los ojos y otro que apuntaba hacia arriba como una antena, y tenía los ojos verdes de su difunto padre. Por su parte, la princesa Zelda era más delgada y esbelta, su cabellera le caía más debajo de la mitad de la espalda y terminaba atada en una trenza, y había heredado los ojos azules de su madre.

Pese a sus similitudes físicas, ambos hermanos tenían personalidades, gustos, y en general tendencias muy diferentes, lo que provocaba que frecuentemente tuvieran roces el uno con el otro.

- Zeil, te guste o no, tienes que aprender antes que se celebre nuestra ceremonia de madurez. – decía Zelda. – Acuérdate que cumpliremos nuestra mayoría de edad dentro de un mes y se realizará un baile en la fiesta. Tienes que estar listo para entonces.

- Zelda, bien sabes que esas ceremonias me aburren, y aparte, no me gusta bailar. – replicó Zeil.

- Eres incorregible. Hay mucho más en esta vida que solo pasártela saliendo por ahí a blandir la espada.

- ¿Lo dice la señorita que se la pasa encerrada en la biblioteca comiéndose los libros todo el día?

- Eso no es tu asunto. – dijo Zelda. – Aparte, si lo hago es para estar al día con mis estudios, cosa que a ti no te vendría mal.

- Hay mucho que no se aprende de los libros, ¿sabes?

- Nuestra instructora de baile está muy molesta por la forma en como te fuiste ayer.

- La culpa no fue mía, no hacía más que regañarme cada vez que cometía un error. Hasta yo tengo mis límites.

Y así estaban. El príncipe era un joven bastante testarudo en lo que a formalidades se refería, tenía un carácter algo rebelde y un temperamento muy fogoso, y si a esto se agregaba que no le gustaba que le dijeran qué hacer ni mucho menos las reprimendas, bueno, ya era fácil de imaginar. La princesa, en contraste, era mucho más obediente y disciplinada, y siempre trataba de mantenerlo en la línea, pero no podía evitar que la enorme obstinación de su hermano la sacara de sus casillas, y su paciencia se estaba agotando. Ninguno iba a dar su brazo a torcer.

- Zeil, escucha, nuestra madre está muy preocupada porque no pones empeño en comportarte como deberías. – dijo Zelda, tratando de controlar la intranquilidad de su voz. – Piensa que van a venir muchos otros nobles y reyes de otras tierras, y te harás de una muy mala reputación si no sabes como comportarte en la ceremonia.

- Ja, si no les agrado como soy ese es su problema. – fue la respuesta de Zeil. - Y si ya terminaste de regañarme, me voy a atender mis asuntos. Con tu permiso, hermanita.

- ¡Zeil, aún no he terminado, vuelve aquí! – le gritó Zelda, pero Zeil hizo caso omiso y se fue del jardín, dejándola sola. Zelda exhaló un suspiro, resignada. – Por las Diosas, ¿por qué me tuvo que tocar un hermano tan terco?

- Ya sabes que no hay forma de hacerlo entrar en razón. – dijo alguien detrás de ella.

Zelda se volteó al oír la voz, era un joven más o menos de su edad, casi tan alto como Zeil, vestía un traje verde con un gorro que hacía juego, tenía cabello rubio algo desordenado y ojos azules. En su espalda cargaba una espada envainada.

- Ah, Link, eres tú. ¿Nos estabas escuchando? – preguntó Zelda.

- Perdón por eso. Venía a ver a Zeil para que fuéramos a entrenar, y cuando llegué los encontré discutiendo. – se disculpó el joven, rascándose detrás de la cabeza. – No fue mi intención.

- No te preocupes, solo lamento que hayas tenido que ver eso, es muy embarazoso tener que estar diciéndole como debe comportarse. – dijo Zelda. – Pero realmente me preocupa, solo falta un mes para la celebración y él no pone de su parte.

- Eso puedo verlo. – dijo Link. – Aunque hasta cierto punto, lo comprendo, su instructora de baile ha sido muy dura con él.

- ¿Por qué no hablas tú con él? – propuso Zelda. – Me da la impresión de que ustedes dos se entienden mejor.

Esa podría ser una opción factible. Link y Zeil eran los mejores amigos, casi como hermanos, si bien mantenían un pequeño nivel de rivalidad entre sí desde que eran niños. Todo porque el príncipe quiso competir en un torneo para jóvenes espadachines intentando probarse a sí mismo. Llegó a la final sin mayores complicaciones, pero ahí conoció a su igual, que no era otro sino Link.

En términos de habilidades los dos estaban bastante igualados, solo que Link contaba con una pequeña pero significativa ventaja táctica al ser zurdo, la cual terminó marcando la diferencia. Zeil no tomó muy bien su derrota al principio, pero le sirvió de motivación para ponerse a entrenar más duro. Un par de años más tarde, Link se uniría como aspirante a la guardia real, y no pasaría mucho tiempo antes que los dos se volvieran compañeros de entrenamiento.

A pesar de ser de casta baja, el joven rubio había formado una fuerte amistad con el príncipe y la princesa con el paso de los años, y su habilidad superior con la espada a pesar de su corta edad, sin mencionar la lealtad incondicional que les demostraba, le había valido reconocimiento por parte de la reina de Hyrule, quien incluso llegaba a tratarlo como si fuese su propio hijo.

- No sé si me vaya a escuchar. – dijo Link. – Así como van las cosas no creo que Zeil vaya a bailar ni solo.

- Eso es lo que me preocupa. – dijo Zelda. – Mi madre está algo intranquila por la impresión que Zeil pueda causar en nuestra ceremonia de madurez.

- Creo que lo ayudaré a descargar su frustración. Luego intentaré hablar con él, cuando se haya calmado, ¿está bien?

- Te estaría muy agradecida. – sonrió la princesa.

Link le devolvió la sonrisa, y caminó sin prisa en la misma dirección que Zeil. La princesa se quedó viéndolo, y suspiró, poniéndose la mano en el pecho. Con los años él se había convertido en el amigo más cercano que ella y su hermano tenían. Zeil en ocasiones lo describía como "el hermano que le hubiera gustado tener" solo para provocarla. En cuanto a ella, sin embargo, las cosas eran muy diferentes. El cariño que sentía por Link era muy diferente al que alguien pudiera sentir por su mejor amigo, o inclusive por su hermano, era mucho más fuerte. Admitiéndolo, él era un joven muy apuesto y a ella le gustaba, y pese a recibir muchos elogios por su belleza, frecuentemente se preguntaba si la encontraría atractiva.

(--0--)

Afuera del castillo, momentos después...

Zeil había abandonado las murallas del castillo, y se había ido a la ciudadela. El joven príncipe solo buscaba tener algo de tiempo para él, alejarse de las reprimendas de su hermana y sus superiores. A falta de un mejor entretenimiento, se puso a lanzar guijarros sobre el canal que recorría la plaza de la ciudadela, tratando de hacerlos saltar sobre la superficie del agua. Después de un rato, cuando su brazo ya no daba más, se sentó en una banca a descansar.

- ¿De mal humor otra vez? – le preguntó una voz.

- Hola, Link. – saludó sin muchas ganas, Link se sentó junto a él.

- No van nada bien las lecciones de baile, ¿eh? – comentó Link.

- Buf, no quiero hablar de eso. – dijo Zeil.

- No te podrás escapar para siempre. – dijo Link. – Hasta yo sé eso.

- ¿Tienes que seguir recordándomelo?

- Vamos, no te pongas así. – dijo Link, dándole unas palmadas amistosas en la espalda. - ¿Quieres ir a entrenar? Ayudará a desahogarte. ¿Vamos al sitio de siempre?

- Nah, creo que no estoy de humor ahora. – replicó Zeil.

- En ese caso... ¿vamos a tomarnos algo en la posada? Yo invito, si quieres. – ofreció Link.

Zeil dudó un poco, pero finalmente accedió. Los dos se tomaron un trago, y aprovecharon de ponerse a charlar un buen rato, lo cual tuvo el efecto esperado, Zeil dejó atrás su enojo.

Sin embargo, al caer de la tarde, cuando iban saliendo de la posada para ir de regreso, se detuvieron en la plaza de la ciudadela. Había una enorme multitud congregada alrededor de lo que parecía ser una tarima, la gente gritaba y aplaudía, y se escuchaba una música muy alegre. Los dos se acercaron a ver qué pasaba, y se dieron cuenta de que se trataba de un grupo de artistas ambulantes.

Y pronto notaron que el verdadero centro de atención era la chica que estaba bailando sobre la tarima.

Era una joven muy hermosa, alta y esbelta, con la piel morena y cabello rojo llameante que le caía hasta las rodillas. El ajustado traje rosa que llevaba dejaba en evidencia su buena figura, y sus movimientos llenos de gracia, elegancia y un cierto toque de sensualidad dejaban embobados a todos los presentes (o más específicamente a los hombres). Y hablando de haber quedado embobados...

- *Silbido*, esa chica sí que sabe moverse, ¿eh, Zeil? – dijo Link, dándole con el codo a su amigo, pero este no respondió. - ¿Zeil? Oye, te estoy hablando.

- ¿Eh, qué? – Zeil parecía haberse quedado en un trance, no se salió hasta que Link le chasqueó los dedos enfrente de los ojos. – Perdona, ¿decías algo?

- Vaya, vaya. Si no lo supiera mejor, diría que te acabas de enamorar, ¿eh, pillín? – Link lo miró con malicia.

- Buf, cómo crees, si ni siquiera la conozco. – dijo Zeil, aunque sin poder evitar sonrojarse.

- Bueno, ¿por qué no aprovechas ahora para conocerla? Ven, vamos a verla más de cerca. – dijo Link, agarrándolo del brazo.

- ¡Hey, espera!

Link arrastró a Zeil entre la multitud, hasta que lograron llegar para ver a la bailarina pelirroja más de cerca. Pese a sus protestas, Zeil por dentro admitía que esta chica le resultaba bastante atractiva, y por demás talentosa para bailar.

Era como observar un espectáculo de fuego danzante, el cabello rojo le daba un complemento perfecto a sus movimientos para dar ese preciso efecto de llamas ondeando a su alrededor. Continuaron viéndola por un momento, hasta que, sin avisar, su mirada se detuvo justo en la dirección donde estaban ellos dos, o más concretamente, en el príncipe. La chica le sonrió de manera enigmática, y le hizo un gesto con la mano para que subiera al escenario con ella.

- Hey, amigo, me parece que es contigo. – dijo Link.

- ¿Quién, yo? – Zeil no se lo creía.

- Sí, ¿qué esperas? ¡Ve por ella!

- ¿Estás loco? Ni siquiera sé bailar.

- Pues pídele que te enseñe, ella sí sabe.

- ¡Oye, pero yo...!

Zeil no pudo terminar de protestar, ya que entre los empujones de Link, y que la pelirroja lo agarró de la mano y prácticamente lo subió de un tirón al escenario, ya estaba metido en el predicamento. Se sintió realmente abochornado, de estar ahí parado en evidencia frente a todo mundo, y furioso con Link por empujarlo a eso.

Aunque viéndolo por el lado amable, la belleza de la bailarina era todavía mayor vista de cerca, y eso era algo a lo que, aunque quisiera, no le podría hacer ascos.

- Disculpa, pero... es que yo no sé bailar... - susurró Zeil para que solo la chica lo pudiera oír.

- No te preocupes, dulzura. Déjamelo todo a mí. – le respondió ella, guiñándole un ojo.

Zeil tragó en seco, pero estando ya ahí, no era que tuviera muchas opciones. A final de cuentas, dejó que la pelirroja tomara el control de la situación (y de él), deseando que todo terminara lo más rápido posible.

En efecto, ella fue la que lo puso a dar vueltas por todo el escenario y hacer todo lo que ella quisiera. Entre el público muchos de los hombres estaban celosos de él, darían lo que fuera por estar en su lugar, pese a que no parecía que lo estuviera disfrutando en absoluto.

Cuando al fin terminó el dichoso baile, Zeil se sintió muy aliviado de poder bajarse.

- Nos vamos de aquí. Ahora. – le dijo sin más a Link.

Link no quería perderse de la diversión, pero se encogió de hombros y siguió a su amigo. Con todo, y a pesar de que Zeil quería alejarse de ahí lo más pronto posible, un extraño impulso lo hizo detenerse por un momento y voltear a ver hacia el escenario.

La pelirroja le seguía sonriendo, y lo despidió enviándole un besito volador. Zeil sintió que su cara ardía todavía más y esta vez huyó sin mirar atrás.

(--0--)

De vuelta en el castillo...

La princesa Zelda seguía en el jardín donde Link la había dejado, esperando a que regresaran él y su hermano. Viéndolo en retrospectiva, se sintió algo culpable por haber sido tan dura con él. En cuanto regresara se disculparía, y trataría de razonar de nuevo con él sin que sonara como un regaño.

- ... fue realmente embarazoso, no tienes ni idea. – Zelda escuchó la voz de su hermano acercándose. Ya estaban de vuelta.

- Oye, admite que fue divertido. – Esta vez fue la voz de Link la que habló, y en eso, ambos aparecieron dando vuelta en la esquina. – Y creo que tú también le gustaste mucho.

- Una palabra más y te arranco la lengua. – refunfuñó Zeil. En eso vio a Zelda. – Ah, hola, hermana.

- ¿Pasó algo malo? – preguntó Zelda, algo preocupada por el hecho de que el humor de Zeil no se veía mejor que cuando se fue.

- Nada malo, Zelda. – dijo Link, antes que Zeil pudiera hablar. – Todo lo contrario, algo MUY bueno.

- ¡Me hiciste quedar en ridículo frente a toda esa gente! – gritó Zeil. – Ah, ya basta. Hablaremos luego, cuando esté de humor.

Y se fue resonando las pisadas. Link seguía sonriendo ampliamente, pero Zelda seguía sin entender qué podría haber pasado.

- ¿De qué está hablando? ¿Qué fue lo que pasó? – preguntó.

Link, intentando contenerse las risas, le explicó a Zelda lo que había pasado, que se habían detenido a observar a una bailarina en la plaza, y como esta había "obligado" a Zeil a bailar con ella. El rubio además aprovechó de contarle a la princesa además que su hermano se había quedado como tonto por unos instantes al ver a la pelirroja, y que pese a que no dejaba de decir lo contrario, estaba seguro de que le había encantado.

- Ya lo verás. – dijo Link. – Seguro que mañana se escapará para ver si la encuentra otra vez.

- ¿Vas a acompañarlo? – preguntó Zelda. A Link no se le escapó un ligero deje de celos en su voz.

- Nah, no creo que haga falta. – dijo Link. – Si quiere conocerla mejor... no estará bien que yo le estorbe.

...

Mientras tanto, en su habitación, Zeil se había tendido en su cama, incapaz de sacarse el... "incidente" de la cabeza. A pesar de todo lo que le había dicho a Link, ahora que lo veía en retrospectiva, no había sido tan malo.

Y lo que Link dijo era verdad, esa chica era realmente hermosa, y de entre tantos hombres que había a su alrededor, ¿qué posibilidades tenía de lo hubiera elegido a él precisamente? Luego de asimilarlo del todo, se dio cuenta que había sido muy afortunado al haber podido bailar con ella, y tuvo que admitir que no le fue del todo desagradable.

- ¿Qué es esto? – se preguntó. – No puedo dejar de pensar en ella, y ni siquiera sé su nombre.

(--0--)

Al día siguiente...

Aquella mañana, Link notó, mientras estaba en su habitual sesión de entrenamiento matutino, que Zeil parecía algo más distraído de lo usual. De todas maneras no dijo nada, porque el muchacho ya sospechaba (y correctamente) cuál era la razón. Solo para evitar que su amigo se sintiera mal, se dejó ganar intencionalmente un par de rondas, de modo que las cuentas quedaran parejas.

El príncipe, sin embargo, sí fue capaz de notar que su compañero había dejado aberturas a propósito, y cuando le preguntó por qué lo hizo, Link se hizo el disimulado. A la hora del almuerzo, Zeil comió más deprisa de lo habitual, cosa que no pasó desapercibida por su madre y hermana.

La reina Selena, que estaba sentada en la silla principal de la mesa, era una mujer que aparentaba estar a finales de sus treinta, ya rozando tal vez los cuarenta años. Cualquiera que la mirara la podría describir como una versión más madura de su hija Zelda, pues tenía los mismos rasgos faciales y ojos que ella, aunque a diferencia de sus hijos ella tenía un cabello rubio cenizo. La edad no afectaba su atractivo, pues todos estaban de acuerdo en que poseía un aire de elegancia y el tipo de belleza que se alcanza solo en la madurez. Era una mujer muy estricta, pero también una madre amorosa con sus hijos.

- Gracias por la comida. – dijo, mientras recogía su plato sin esperar a que la sirvienta lo hiciera por él. Más aún, ni siquiera se quedó a esperar que sirvieran el postre.

- Estás muy apurado hoy, hijo. ¿Ocurre algo? – comentó la reina.

- ¿Eh? No, no, que va. – dijo Zeil. – Yo llevaré esto a la cocina, gracias. Por cierto, madre, planeo ir a dar una vuelta por la ciudadela. No me esperen para la tarde. Adiós.

Zeil salió del comedor con mucha prisa, y la reina Selena se extrañó mucho de esto. Miró a su hija, que no parecía del todo sorprendida, y sospechó que tal vez ella supiera algo.

- Zelda... ¿tú sabes qué le sucede a tu hermano? – le preguntó directamente.

- No concretamente, pero... - Zelda hizo una pausa antes de continuar. - ... creo que va a ir a buscar a alguien en particular.

Luego de dejar el plato en la cocina, Zeil fue a su habitación a cambiarse, buscando en su armario ropa para salir. También, solo por si acaso, se llevaría su espada consigo, nunca se sabe qué se puede encontrar por ahí. Ya con todo listo, se dirigió hacia la entrada del castillo para ir a la ciudadela.

Se fue directo a la plaza donde él y Link habían visto a la bailarina pelirroja el día anterior. Tal como Link sospechaba, esperaba encontrarla en ese mismo lugar. Por desgracia, al parecer el grupo de artistas no montó un espectáculo aquel día, y no la vio por ninguna parte.

Sin cejar en su empeño, Zeil decidió preguntar por ahí si alguien la había visto, pero nadie pudo darle razón de su paradero. Al parecer la pelirroja había desaparecido tan repentinamente como apareció. Se pasó toda la tarde en ello. Frustrado, decidió irse a la posada, lamentándose de no haber seguido el consejo de Link de "aprovechar para conocerla" cuando tuvo la oportunidad. Se sentó en la barra y decidió pedir algo de tomar.

- ¿Qué le ocurre, Su Alteza? – le preguntó el posadero. – Se ve muy decaído hoy.

- No es nada. – replicó Zeil sin muchas ganas. – Tráeme lo de costumbre, pero con hielo extra, por favor.

- Enseguida.

El posadero se fue y al cabo de unos minutos le pasó una enorme jarra espumosa. Cuando iba a la posada Zeil solo tomaba cerveza de raíz, tomando en consideración que no estaba autorizado a tomar licor legalmente hasta después de su ceremonia de madurez. Aunque, no era que realmente le importara mucho eso, se contentaba con que le dieran algo bien frío cuando estaba tenso o frustrado por algo.

Después de terminarse su bebida, se quedó apoyado sobre la barra, pensativo. Estaba muy molesto de su propia terquedad, de haber perdido la oportunidad de conocer mejor a esa belleza pelirroja, y de no haberle preguntado siquiera su nombre. En contraste con su personalidad rebelde y temperamental, Zeil era muy tímido en lo que concernía a mujeres, y es que en toda su vida no había tenido ninguna relación sentimental. No así su hermana gemela, que desde que conoció a Link había mantenido con él una relación bastante cercana, más allá de ser solo buenos amigos. Si bien de principio a Zeil no le hacía gracia del todo la idea de que su hermana se involucrase sentimentalmente con su mejor amigo (un típico instinto sobreprotector de hermano mayor, aunque fuese solo por unos minutos), con el tiempo tuvo que resignarse.

La cosa era que no se habían declarado formalmente, pero él sabía que era solo cuestión de tiempo. Es más, una vez que se celebrara la ceremonia de madurez, estaba casi seguro de que su hermana se armaría de valor para confesarle sus sentimientos.

Al cabo de un rato, el posadero vino de nuevo, y puso otra jarra de cerveza de raíz bien llena junto a Zeil. Este se extrañó porque no recordaba haber pedido más.

- ¿Eh? Disculpe, pero yo no ordené esto. – dijo Zeil.

- La señorita de allá lo ordenó para usted, Príncipe. – dijo el posadero, señalando al otro extremo de la barra.

Zeil miró, y se sorprendió de ver que ahí se encontraba la bailarina pelirroja, sonriéndole coquetamente. La chica alzó su copa como en señal de brindis, y Zeil, pasmado de que apareciera cuando dejó de buscarla, no pudo más que devolverle la sonrisa. No estaban lo que se dice a mucha distancia, pero por alguna razón, no se atrevía a acercársele.

Ella estaba a unos cuatro lugares de distancia, y sin embargo no era capaz de hacer ningún movimiento o al menos intentar hablarle. La chica no dejaba de mirarlo, pero por algún motivo daba la impresión de que estaba esperando a que Zeil tomara la iniciativa. Seguramente intentó romper el hielo invitándole otro trago, esperando que eso le diera el "empujoncito" necesario. Sin embargo, Zeil no se movió de su lugar, parecía conformarse con solo mirarla.

- "Vamos, haz algo, háblale." – se decía mentalmente.

Pasados unos minutos, Zeil intentó abrir la boca para decirle algo, pero se le perdieron las palabras al llegar a su garganta. La pelirroja parecía estarse impacientando. Era como si lo estuviera poniendo a prueba. Finalmente, dio un suspiro de resignación, dándose cuenta de que tendría que ser ella quien tomara acción. Se puso de pie y caminó hacia él, contoneando sus caderas con estilo.

Se sentó a su lado, y sin dejar de sonreírle, finalmente le habló:

- ¿Qué hace un muchacho tan guapo como tú tan solo por aquí?

- Hmm... ¿me creerías si te digo que... te estaba buscando? – respondió Zeil, intentando controlar sus nervios.

- Qué interesante. ¿Te gustó mi danza de ayer, acaso?

- Se podría decir que sí. Nunca había visto una bailarina tan talentosa.

- Muchas gracias, me halagas.

Bien, ya habían logrado establecer una conversación. Ese era el primer paso, que sin duda era el más difícil. El siguiente era presentarse apropiadamente.

- Por cierto, no nos hemos presentado. Soy...

- Sé quién eres. – lo interrumpió ella. – Eres el príncipe heredero de Hyrule, el hijo mayor de la Reina Selena, tu nombre es Zeil.

- Veo que mi reputación me precede. – dijo Zeil. – Bueno, ya que conoces mi nombre, ¿me dirás el tuyo?

- Puedes llamarme Din. – dijo ella.

- ¿Din? ¿Cómo la Diosa del Poder? – Zeil parecía algo extrañado.

- Sí, ese es mi nombre. – confirmó la pelirroja. – ¿Está mal que una simple mortal como yo lleve el nombre de una deidad?

- No, no, claro que no. – dijo Zeil. – Bueno... Din, ¿qué tal si me cuentas un poco sobre ti? No eres de por aquí, ¿verdad? Es decir, no te había visto antes en la ciudadela.

- Eso es porque provengo de la región de Holodrum.

- Vaya, eso es bastante lejos. – dijo Zeil. - ¿Y qué te trae hasta aquí, hasta Hyrule? –

- Ah, nada especial, solo... deseo poder compartir mi danza con las gentes de otras regiones. – dijo ella.

Por alguna razón Zeil tuvo el presentimiento de que ocultaba algo, pero no insistió.

- Bien... ¿tienes algo qué hacer en este momento? – preguntó Zeil. – Podríamos... tal vez, no sé, caminar un poco y conversar.

- Suena bien, aceptaré con gusto. – dijo Din.

Los dos salieron de la posada, y empezaron a caminar por la plaza. Ya después de dar el primer paso resultó ser mucho más sencillo entenderse con Din de lo que Zeil esperaba.

La chica lo escuchaba, y parecía comprenderlo muy bien, algo que no siempre lograba con su madre y hermana. Antes de darse cuenta, ya estaba contándole a Din sobre el poco entusiasmo con que aguardaba su ceremonia de madurez.

- ... y no deja de decirme "Zeil, es la tradición, tienes que aprenderlo... bla, bla, bla..." – decía Zeil.

- No parecen gustarte mucho las fiestas, ¿verdad? – comentó Din.

- No tengo nada contra las fiestas, pero... siempre siento que salgo sobrando cuando hay bailes. – respondió Zeil.

- ¿Y por qué no intentas aprender, aunque sea un poco?

- Bah, es que... no sé, se me hace estúpido... estar dando vueltas por ahí como si fuera un juguete de cuerda o algo así.

- ¿Crees que yo parezco juguete de cuerda? – Din pareció ofendida por ese comentario.

- ¿Eh? No, por supuesto que no. Ese comentario no iba por ti. – se apresuró a decir Zeil. – Contigo es... muy diferente.

- Pero sigue siendo bailar. – dijo Din. – Escucha, bailar puede ser divertido, y además es un muy buen ejercicio físico para mantenerse en forma.

- No lo dudo. – dijo Zeil, mirando con un ojo apreciativo las curvas de Din. – Pero es muy difícil si tu instructora no hace más que estarte regañando cada vez que cometes un error o algo.

- En ese caso... ¿qué tal si simplemente cambias de instructora? – sugirió Din. – ¿Qué tal si te enseña alguien que sea más... flexible?

Zeil captó de inmediato la indirecta. Sin embargo, decidió seguirle un poco el juego.

- ¿Alguien como quién? – preguntó.

- No sé... – dijo ella, adoptando una postura más o menos provocadora. – Tal vez... ¿yo?

- ¿Tú? No te ofendas, pero... no creo que ese sea el tipo de baile que se vea bien en una ceremonia formal. Hasta yo sé eso. – dijo Zeil.

- ¿En serio crees que ese es el único baile que sé hacer? – dijo Din. – Por favor, puedo hacer mucho más que eso.

- Hmm... no sé si mi madre lo apruebe. – dijo Zeil. – Quiero decir, de tenerte como instructora...

- Podemos vernos en secreto. – sugirió Din. – Bueno, no puedo obligarte si no quieres. Pero si cambias de parecer... - se le acercó para susurrarle al oído. – ... puedes encontrarme en los Bosques del Noreste.

Y sin decir más, se fue de ahí, moviendo sus caderas con estilo como si quisiera hacerle burla. Esa chica en serio sabía moverse incluso para algo tan sencillo como caminar. Zeil se quedó pensando. Parecía una propuesta un poco indecente, de estarse viendo a solas con una muchacha tan atractiva, y si alguien se enteraba tal vez echaran a correr rumores por ahí.

Pero visto de otra manera, la perspectiva de reemplazar a su actual instructora de baile, una vieja gorda y malhumorada, por una joven hermosa y encantadora era demasiado tentadora para dejarla pasar. Y si Din había dicho la verdad, que era más flexible como instructora, tal vez hasta llegara a gustarle...

Esta historia continuará...

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