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Al ver a Dany parada en la puerta de la peluquería recordé que tenía reservado un turno a esa hora, a pesar del cansancio tuve que resignarme; saqué fuerzas de alguna parte de mi alma, y la hice pasar.

Dany venía pálida y por el rímel chorreado supe que había llorado, apenas rondaba los dieciséis, y ya poseía todo el encanto salvaje de la juventud. Dany era muy bonita, le cortaba el pelo desde que tenía diez años, en varias ocasiones la llevé de modelo a programas de televisión, éramos amigas, y no tardó en contarme lo que le había ocurrido esa misma tarde.

—Mamá me vio con Pao de la mano y la golpeó delante de todos. ¡Delante de todos! —soltó un suspiro pesado, de frustración y dolor.

Hace un par de meses me había confesado que le gustaban las chicas, yo lo intuía desde hace mucho, y no me sorprendió para nada, pero no era el caso de Ernestina, su mamá, al enterarse, sacó a relucir sus prejuicios, a pesar de ser bastante dedicada a su hija, pretendía, como toda madre de esa época, sobreprotegerla a como dé lugar, no la dejaba salir sola, la vestía como a ella le gustaba, la aislaba de todos. Pero Dany no era fácil de controlar.

En ciertos aspectos me veía reflejada en ella, y de cierto modo, la admiraba, porque yo, a su edad, nunca logré asumir mi sexualidad, como ella lo hizo, yo prefería pasar el rato en la calle, para evitar mirar la cara a mi madre, y sentirme una sucia; una mentirosa, a su edad, vivía bajo el tormento de la vergüenza, prefería morirme, antes que asumir que era diferente a ella, a todas las mujeres que conocía. No, yo jamás fui valiente, no como lo era en ese momento Dany, yo era una esclava del temor.

—¡La odio! —Dany chilló, mientras se acomodaba en el sillón, dispuesta a que le cortase sus largos y lisos cabellos negros, que eran el orgullo de su mamá—. Esta vez quiero que me lo dejes corto. —me señaló la foto de la revista. Me quedaba claro que era su forma de revelarse contra Ernestina. Aquella era su manera de liberarse de la asfixia que sentía, al no poder hacer lo que deseaba; yo realmente la comprendía.

Aunque el estilo le quedaba bastante bien, y no había forma de argumentar en contra, por experiencia propia tenía que confirmar si estaba convencida del todo, era un cambio radical, no era nada nuevo que, una vez realizado el corte, la persona se arrepintiera tarde, y luego venían los lamentos, aquello era algo bastante frecuente en las peluquerías, ocurría, así que se lo volví a preguntar por tercera vez.

—¿Segura?

Dany apenas sonrió.

—Sabes que siempre quise llevarlo así de corto, ya no me importa nada lo que diga ella, es mi pelo, es mi vida.

Una vez que me lo confirmó comencé con lo mío.

—Tranquila, ya pasó, seguro y se arrepiente. —Intentaba calmarla, mientras le cortaba mechones de pelo que había tomado cuatro años en alcanzar ese largo espectacular.

Dany usaba su celular, noté que le temblaban las manos, supuse que era debido a la ansiedad, aunque afuera, el frío se incrementaba y comenzaba a llover. El pronóstico del tiempo una vez más me fallaba.

—Esta vez no podrá separarnos, no se lo voy a permitir. —murmuraba, segura de sus palabras. Pero su tono rebelde despertaba en mí, cierto temor y envidia.

—¿Qué piensas hacer? —pregunté.

—Voy a marcharme de casa.

—No creo que sea una buena idea, ¿dónde piensas quedarte a pasar la noche?

Dany torció levemente los labios, antes de responder.

—Estaba pensando que tú podrías dejarme quedarme en tu casa... sería sólo por hoy, prometo que no seré una carga... —su voz se entrecortaba, trataba de contener el llanto. Yo más que nadie conocía ese sentimiento de abandono, de incomprensión, de una madre que la apabullaba, yo le tenía bastante cariño, y lástima, pero lo que me pedía en ese momento, para mí, era imposible.

—Cariño, no creo que sea buena idea, todo se solucionará, ya lo verás, te lo aseguro...

Pero Dany estaba lejos de calmarse.

—Es que tú no la conoces como yo, ella es mala... ¡No exagero, es la verdad!


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