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—¡Las galletas son mías! —exclama Thomas quitándole el alimento a Graziella.
La pequeña niña le da un gran golpe a la mesa con los puños cuando se levanta muy enfadada.
—¡Estoy harta de estar aquí cuando estás tú! ¡No te soporto! —exclama Graziella cabreada.
En sus preciosos ojos hay lágrimas.
Se me parte el corazón al verla así.
No penséis que la niña está dramatizando.
Thomas se está pasando desde hace meses. Yo diría que está siendo así desde hace más de un año.
Graziella se va de la cocina rápidamente.
Es muy pequeña, pero aún así puede sufrir ataques de ansiedad.
Además, no es la primera vez que la he visto respirar con dificultad mientras está llorando y su pequeño cuerpo tiembla.
—Eres un crío —digo con asco viendo a mi amigo que ni siquiera se inmuta al ver lo que ha pasado.
Camino rápido hacia la habitación de la pequeña Felice, pero, al abrir la puerta, Graziella no está.
La niña más joven está durmiendo en su cuna.
¿Dónde estás, pequeña?
Corro escaleras abajo y salgo al patio trasero y allí la veo.
Está sentada en el césped lo más lejos posible de la casa.
Está abrazando sus piernas mientras no para de llorar.
Me dejo caer a su lado y ella empieza a llorar más.
—Ethan, pensé que la felicidad duraría más tiempo. Mis madres me adoptaron y la felicidad solo duró poco más de un año y medio —dice entre lágrimas.
Se acerca más a mí y la abrazo con fuerza.
—La felicidad volverá. Te lo aseguro, mi niña —digo intentando controlar mis lágrimas.
Es inútil.
Ya estoy llorando con ella.
Graziella nunca está contenta cuando Thomas está delante.
Se podría decir que odia a Thomas a muerte.
Coraline y Victoria han sido muy comprensivas con su hija y le han dado ánimos. Pero este cariño y ese tú puedes, ya no sirven para nada cuando este chico más joven que yo empieza a hacer gilipolleces.
Parece que le encanta molestar a Graziella.
Esta niña es un ángel que nunca se mete en problemas. Thomas los provoca y siempre acaba todo mal entre gritos, lloros y alguna que otra palabrota.
Y Thomas siempre tiene la boca cerrada cuando Graziella está gritando y llorando.
Stella ha pensado numerosas veces en dejar a Thomas y seguir con su futuro al lado de Felice.
Recuerdo tumbarme con ella en la cama cuando Thomas trabajaba de noche en una discoteca detrás de la barra.
Stella se acercaba mucho a mí entre risas y besos en las mejillas. Se colocó en mi regazo y acarició mi rostro.
Mis manos estaban en sus piernas.
Su respiración cambió y empezó a llorar.
—Thomas es un crío. No puedo estar más tiempo con él. Tengo miedo de que Felice coja sus estúpidas costumbres.
Sequé sus lágrimas estando en silencio y ella siguió hablándome como hace siempre cuando estamos juntos.
Me tiene muchísimo cariño.
Me trata como si fuera su hermano.
—No estoy bien con esta familia que he creado. Solo estoy feliz con Felice. ¡Se porta mucho mejor que su padre!
Acerqué más su cuerpo al mío y ella colocó sus piernas a cada lado de mis caderas.
Besé su frente mientras descansaba su cabeza en mi pecho.
—Pensé que todo iría bien, pero me tiene muy harta.
Y era verdad.
Una semana después se mudó a la casa de sus padres con su pequeña.
Quería alejarla de su padre, pero sabía que no podía hacerlo.
No quería ser cruel con Felice.
No quería que estuviera lejos de su padre.
Por eso su hija está hoy en la casa de Thomas mientras él se dedica a molestar a Graziella y casi no le hace caso a Felice.
No sé qué le pasa a Thomas.
Como le haga daño a Stella o a Felice, se va a enterar.
—¿Quieres irte? —le pregunto a Graziella acariciando su mano.
Ella asiente.
Suspiro.
Tengo miedo de que Thomas ignore a su propia hija.
—¿Qué pasa, Ethan? —me pregunta y me encojo de hombros.
—No soy nadie para llevarme a Felice de aquí —digo casi susurrando.
Graziella me da un gran beso en la mejilla.
—Eres nuestro canguro. Puedes llevarnos a cualquier lugar —dice segura de sus palabras—. Eres nuestro tío.
Sonrío un poco al oírla hablar.
Sabe lo que ocurre entre Stella y Thomas, también sabe que mi amigo está empezando a ser tóxico y no quiere que le haga daño a Felice.
—Voy a ver si está despierta. Podremos ir a algún sitio —digo secando nuestras lágrimas.
Camino con Graziella dentro de la casa y entro en la habitación de Thomas.
Felice está de pie en la cuna, agarrándose a los barrotes de esta. Está pasando su lengua un poco por la barandilla de madera.
Con una pierna intenta salir de la cuna, pero no puede.
—Cariño, no —digo al ver lo que hace. Felice sonríe.
—Et Et Et —dice feliz. Sonrío al oír como dice mi nombre a su manera.
—Te adora —comenta Graziella y me da un beso en la mano que está entrelazada con la suya.
Cojo a la niña y caminamos hacia el salón.
Allí encuentro a Thomas durmiendo en el sofá.
—Papá —dice Felice en mis brazos mientras señala a su padre.
—Sí, tu papá es él —le dice Graziella con un tono alegre sabiendo perfectamente qué ha pasado hace unos minutos.
Graziella sabe controlarse con Felice.
Sabe que no es correcto hablar mal sobre su padre.
Felice es muy pequeña y no estaría bien que aprendiera malas palabras para describir a su propio padre.
Todos queremos que vea a Thomas como una buena persona.
•••
****
Holaa.
Me está cayendo mal Thomas... Está siendo un inmaduro molestando a Graziella a todas horas.
Me está enfadando...
Espero que cambie pronto.
Parece que no le importa su actual familia y esto es muy triste.
Menos mal que Ethan está ahí para cuidar a Felice y para dar consejos animando a su gran familia.
¿Qué os ha parecido el capítulo de hoy?
¡Nos vemos!
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