54
Dante
—Ya veo a mi madre y a mi hermano llorando —dice cuando saca mi maleta del maletero.
—¿No saben que estoy aquí? —niega y coge un cigarro. Lo enciende y deja salir el humo cerrando los ojos.
Sonrío al verlo.
Es muy hermoso.
Me ve y alza el cigarro.
—¿No quieres?
—No no, gracias. No quiero —digo y cojo el asa de mi maleta levantándola del suelo porque hay varias piedras y algo de tierra.
—No quieres y tienes a un chico en tu casa que fuma —dice después de reírse—. Muy listo de tu parte.
—Tener a alguien que fume es distinto. No me pasa el humo cuando me besa —digo persiguiendo a mi amigo entrando en el recinto de su casa.
Es una vivienda de un solo piso de color blanco. Tiene varias enredaderas en las paredes.
—Pero pruebas el tabaco en sus labios y en su lengua —dice y guiña un ojo viéndome.
Seguimos caminando un poco más.
—Te doy la bienvenida a mi casa. Aquí te quedarás estos días —dice contento y acaricia mi brazo.
—Gracias.
Abre la puerta y escuchamos una música bastante baja.
No hay nadie en la entrada de la casa.
—¡Mamá! ¡Papá! Cazzo!
Intento no reírme cuando llama a su hermano.
Muy propio de él llamarlo así.
Sonríe y me da un beso en la mejilla.
La familia italiana aparece y, cuando me ven, empiezan a llorar.
Mis ojos se humedecen cuando los veo.
—¿Pero esto qué es, Damiano? —dice Rosa, la madre de mi amigo—. Dante, cariño.
Me abraza con fuerza y llora en mi hombro.
La madre de Damiano me tiene mucho cariño y le encanta vernos juntos.
En más de una ocasión ha dicho que somos muy lindos y que tenemos una amistad muy bonita.
Me ve con mucho cariño y acaricia mis mejillas.
—Sigues siendo el mismo. ¿Qué tal estás? ¿Qué tal todo en Italia? —dice sin apartar su mirada de la mía.
—Todo va bien y estamos bien. Echando de menos a la familia David.
Hace un puchero y me da un beso en la mejilla.
Abrazo de nuevo a la mujer y Jacopo la empuja un poco de broma.
Jacopo me abraza muy fuerte y me da numerosos besos en toda la cara.
—¿Qué haces aquí, Dante hermoso? —dice intentando no reírse. Sonrío y toco su pelo medio recogido. Sigue con el pelo que tenía cuando se fue de Italia. Está a la misma altura que antes.
—Tu hermano me dijo que tenía que venir. Tiene planes —digo y la familia de Damiano lo mira sin entender nada.
—¿Cómo que planes? —dice Daniele, su padre.
—Secreto secreto. No voy a decir nada —dice mi amigo con una sonrisa orgullosa.
En el pasillo veo a una chica de pelo marrón ondulado bastante largo. Su piel es más oscura que la nuestra. Es delgada y tiene unos ojos grandes de color marrón oscuro.
Lleva un top de color blanco con estampado de flores muy pequeñas de color violeta. Unos vaqueros algo anchos. Y una chaqueta de color verde, la cual es bastante grande para la chica.
Sé que no es suya al instante.
Sonríe tímida y Damiano sonríe al verla.
—Ven ven. Te voy a presentar a mi amigo —dice Damiano hablando en español y la chica se acerca colocándose a su lado. Me ve con una tímida sonrisa y yo muevo la mano saludándola. Al ver esto, hace lo mismo.
—Hola. Encantada de conocerte —me dice la chica con su acento argentino.
—Es Macarena —dice Damiano contento y pone una mano en la cintura de la chica.
—Llámame Maca, por favor —me dice con una sonrisa y asiento.
—Yo soy Dante, un buen amigo de la familia.
Abre los ojos a modo de sorpresa y asiente sonriendo.
—Me han hablado mucho de ti —dice muy contenta—. Damiano no se calla nunca. Y Jacopo —ve al chico con mucha ternura— siempre está preguntándose si estás bien.
Sonrío y el hermano mayor sonríe sonrojado.
Se ven con una sonrisa y ella se acerca a él. Lo abraza y Jacopo besa su cabeza mientras acaricia su pelo.
—Están muy enamorados —dice Damiano cuando estamos solos en la cocina de su casa.
Prepara dos tazas de té verde con miel.
Me entrega una de ellas y se lo agradezco con una sonrisa.
—¿Son novios? —pregunto y él asiente.
—Mi hermano ha encontrado el amor. Ese amor seguirá vivo por mucho tiempo.
—¿Y tú? —coge mi mano libre y la inspecciona—. ¿Y ahora qué haces? —sonrío viéndolo.
—No te vas a casar —dice y río al oírlo—. No tienes ningún anillo. Pensé que estarías casado o que estabas prometido.
Niego y sonríe.
—Y no. No he encontrado el amor —dice y hago un puchero.
—Será por tu nuevo aspecto.
Río y él me pega en el brazo.
—Pues a mí me gusta —comenta y toca su pelo—. He tenido varias mechas, pero no te las recomiendo. Quedan horribles.
Sonrío recordando a una persona mientras Damiano habla sobre qué se puede hacer con el pelo y lo que no se puede hacer con él.
Ethan.
Sigue tocando su pelo mientras me recomienda técnicas para que mi cabello se vea mejor recalcando que mi pelo es muy bonito.
—Díselo a Ethan. Aunque no lo veo con mechas —dice y sonrío acabando el té.
Veo la noche por la ventana de la cocina y suspiro pensando en dónde me quedaré durmiendo.
Me quita la taza de las manos y empieza a lavar ambas tazas.
Me quedo viendo a mi amigo.
Han pasado años desde que no nos vemos y sigue siendo el mismo.
Me alegra saber que no ha cambiado.
Si hubiera cambiado, tal vez no me sentiría cómodo con él.
Estaría con un desconocido.
Damiano no ha cambiado y sigue hablándome de la misma manera que antes. Me tiene mucho cariño, el cual lo ha visto su familia y su ya cuñada.
Se acerca a mí y rodea mi espalda con un brazo mientras caminamos por el pequeño pasillo.
Oímos una risa y una voz que proviene de la habitación de su hermano, la cual está cerrada.
—Te acostumbrarás a sus conversaciones y risas. Se portan muy bien —dice mientras seguimos caminando hasta llegar a una puerta de color blanco que está entreabierta—. Además, creo que no han follado.
Río y él sonríe mientras entramos en su habitación.
—No puedes saber eso. Pueden ser muy silenciosos —comento acercándome a mi maleta mientras él cierra la puerta con pestillo y me mira con una ceja levantada.
—Si eres silencioso en el sexo, significa que no lo estás disfrutando —dice señalándome con el dedo índice.
Ruedo los ojos intentando no reír.
No todo el mundo es igual.
No todo el mundo gime alto para que sus vecinos sepan que está follando.
No todo el mundo grita mientras tiene su orgasmo.
Yo me incluyo en ambas situaciones. Obviamente lo hago, pero me puedo controlar.
Aunque no me gusta controlarme porque me encanta sentir mi cuerpo libre oyéndome a mí mismo y sabiendo lo que me gusta estando con mi pareja o estando yo solo.
Los movimientos de mi cuerpo. Los sonidos que salen de mi garganta.
Experimento bastante y eso me encanta.
Cojo una camiseta negra y me cambio delante de él mientras hace lo mismo que yo.
Ahora lleva una camiseta gris.
Ambos llevamos una camiseta, unos calzoncillos y unos calcetines.
Nos sentamos en su cama un poco más pequeña que la que tenía en su casa.
Aquí solo se puede dormir si estás muy pegado a la otra persona.
Se acuesta dejando las piernas abiertas mientras ve sus manos. Toca su pelo y me mira.
Ve como mi mirada lo recorre de pies a cabeza.
Se incorpora un poco y se quita la camiseta.
—Tienes muchos tatuajes nuevos —comento y él sonríe.
Y además tiene músculos desarrollados. Antes era más delgado.
—Bueno, ahora tengo una máquina para hacer tatuajes y me los hago yo. A veces con ayuda.
¿Qué ha dicho?
—Eso es imposible —digo y veo el tatuaje que tiene en la parte baja izquierda de su abdomen.
Ahí está.
—Tengo 24 años. Ya soy mayorcito para hacer locuras con mi cuerpo —dice sin verme.
Cuando me ve, se preocupa.
Se sienta rápidamente y acaricia mi mejilla.
Pestañeo y mis lágrimas ruedan por mis mejillas.
—¿Dante? ¿Qué te ocurre? —me pregunta secando mis lágrimas.
—He visto tu marca y, además, te has tatuado justo encima de la cicatriz.
Se ve a sí mismo y acaricia la zona.
Coge una de mis manos y la coloca allí.
Una cicatriz vertical que la vi totalmente abierta mientras hacía presión sobre esta.
Ahora está perfectamente curada y a unos dos centímetros se encuentra un tatuaje de unas alas y una frase:
"Per quel paio di ali d'oro
Avremmo pagato tutto l'oro al mondo"
—Es una parte de una canción de Vegas Jones —explica y sonrío—. Tenía ganas de tener algún tatuaje cerca de la zona que cicatrizó cuando me fui de Italia.
Me da un beso en la mejilla mientras mi mano se mueve por la zona.
En el medio de la parte baja de su vientre tiene tres X.
Río al ver ese tatuaje y él también se ríe.
—Siendo tan sexual siempre —digo y él sonríe.
—Como tú —guiño un ojo y él alza las cejas—. Algún día te enseñaré mis juguetes sexuales o te regalaré alguno pidiéndolo en las tantas páginas de internet que venden lo mejorcito del mercado.
—Nunca paras de tener placer. Siempre tienes que tenerlo —asiente y se acuesta un poco en la cama tirando de mi mano para que me acerque más a él.
—Soy como vosotros, pero vais a otro nivel —sonrío y descanso mi cabeza en su pecho mientras intenta colocar mi cuerpo para que me sienta cómodo.
Mi pierna flexionada está sobre su vientre mientras su mano está en mi cintura.
Tiene más de quince tatuajes nuevos que, si os explico cada uno de ellos, se convertirá en una Biblia sin final.
Su cuerpo sigue siendo hermoso, pero ahora le acompaña estos tatuajes que le quedan muy bonitos.
No me tatuaría lo que tiene porque me quedaría muy mal y muy ridículo.
A él le queda precioso.
Con su mano libre, alza mi cabeza un poco colocándola en mi cuello con suavidad.
—¿Puedo hacer algo? —me pregunta y asiento—. ¿Seguro?
—Claro. Adelante.
Sonríe, pero esa sonrisa solo dura dos segundos.
Acerca mi rostro al suyo mientras ve mis labios. Yo veo los suyos.
Siento que mi corazón late más deprisa.
Junta nuestros labios y comienza a besarme de manera lenta como si estuviera disfrutando del momento, como si estuviera escribiendo una nueva memoria que recordará en un futuro.
Acaricia mi cuello mientras me besa.
Mis labios se mueven lentamente y ambos escuchamos nuestros besos.
Es lo único que se oye en esta habitación.
Es un sonido sensual que, sinceramente, me pone bastante.
Mi mano se coloca en su nuca. Me muevo un poco intentando estar en una mejor posición para besarlo.
Acaricia mi cuello sin prisa mientras siento su lengua rozando con la mía.
De su garganta sale un ronroneo y, sin querer, rozo mi miembro oculto en mis calzoncillos contra su vientre.
Me aleja de él sonriendo.
—¿Tan rápido? —me pregunta sintiendo mi erección contra su vientre. Asiento besándolo de nuevo. Se vuelve a alejar acariciando mi mejilla.
—Extrañaba nuestros besos, Damiano. Déjame besarte por más tiempo —digo y él sonríe antes de besarme de nuevo.
Oímos nuestros besos, nuestra respiración y algún sonido grave que sale de nuestra garganta.
Una de sus manos se coloca en mi trasero y lo aprieta.
Río y él intenta callarme entre besos.
—Déjame tocarte —susurra y asiento listo para besarlo de nuevo.
Su mano vuelve a agarrar una de mis nalgas para luego subir su mano por mi espalda.
Siento las yemas de sus dedos pasando por mi piel.
Acaricia mi pecho bajando su mano por mi abdomen.
Se detiene en la parte baja de este para preparar su mano. La pasa por mi erección oculta y gimo un poco mordiendo su labio inferior.
Para de mover su mano y de besarme.
—Debes estar callado —me dice y besa mis labios por un segundo—. En esta casa se escucha absolutamente todo. No gimas y, si vas a hablar, susurra.
Asiento y miro a mi amigo a los ojos.
—Sigue —susurro.
Muerdo su labio inferior intentando estar callado mientras mueve su mano de la manera más lenta posible.
Ahora se centra en mi muslo.
Me muevo un poco y su mano acaba en mi erección de manera brusca.
Cierro los ojos con fuerza tragándome mi propio gemido.
Damiano ríe al verme.
—No hagas eso —dice—. Acabarás gimiendo alto y no será cómodo para ti controlar tus sonidos.
Sonrío y acaricio su pelo largo.
Beso sus labios y mi mano pasa por su abdomen hasta llegar a su ya notaria erección.
Muerde mi labio inferior.
—No soy el único —digo y él ríe en bajo.
—Continúa —me pide susurrando.
Mi mano se mueve muy lenta sobre su erección. Hago un poco de presión y oigo un gemido casi inaudible. Lo oculta tosiendo por un segundo.
Río y acaricio su mejilla.
—Buena técnica para esconder un gemido —susurro cerca de su oído.
Esto lo vuelve más loco. Tanto que empieza a mover sus caderas un poco.
Sigo tocándolo un poco mientras nos besamos.
Paro de besarlo y veo lo que tengo delante de mí.
He parado de tocarlo. Ahora mi mano está descansando en su cadera.
Su mano empieza a moverse encima de sus calzoncillos mientras no para de verme.
En unos segundos veo que está cada vez más cerca.
Coloco una mano sobre su boca y me acerco a su oído.
—Córrete para mí —susurro y su cuerpo empieza a moverse un poco más, especialmente su pecho.
Me ve y alcanza su orgasmo, pero está gimiendo un poco ocultando un grito.
Toso bastante mientras veo a Damiano teniendo su orgasmo.
Tiene los ojos cerrados. Su espalda se ha curvado y su pecho ha chocado con el mío. Siento su boca abierta bajo mi mano.
Me está matando.
Aparto mi mano cuando acabo de toser.
Beso su cuello y él me obliga a besar sus labios.
—Gracias por ayudarme a esconder mis gemidos —susurra y sonrío.
—Extrañaba esto —digo cuando se levanta de la cama y va al baño de su habitación.
Mi mano se mueve sobre mi erección oculta por mi ropa interior.
En un minuto estoy muy cerca.
La excitación es tan grande que siento placer rápidamente, sin ningún esfuerzo.
Echo mi cabeza hacia atrás y dejo salir el aire que tenía en mis pulmones hace menos de un segundo. Cojo aire y dejo de respirar.
Esto me ayuda a controlar mis gemidos.
No es la primera vez que lo hago.
Mi cuerpo tiembla y siento como me vacío en mis propios calzoncillos.
Muerdo mi labio inferior controlando los sonidos que quieren salir de mi garganta.
Mi respiración vuelve a funcionar y respiro un poco más rápido cansado por lo que acabo de hacer.
Me incorporo un poco y tengo a Damiano mirándome.
No me había dado cuenta de que ha vuelto.
Ahora lleva otros calzoncillos.
Me levanto y paso delante de él después de coger unos calzoncillos limpios de mi maleta.
Me limpio en el baño y me pongo la prenda de ropa limpia.
Salgo y veo a Damiano esperándome en la cama. Ya lleva su camiseta.
Dejo mis calzoncillos sucios en una bolsa de plástico que tengo en la maleta y me acerco a la cama.
Me acuesto a su lado y me abraza colocando una pierna sobre mi cadera.
—No has cambiado, Dante —susurra antes de apagar la luz.
—Nunca voy a cambiar.
Sonríe. Besa mi mejilla y mis labios antes de abrazarme más fuerte.
Nos dormimos rápido.
Damiano sigue deseando al chico que está en su cama a pesar del paso de los años. Yo también sigo deseándolo.
•••
****
Holaaa.
Nuevo personaje por aquí. Maca es la novia de Jacopo y no se sabe muy bien de dónde es, pero lo sabremos más adelante.
Espero que os caiga bien.
Dante y Damiano no se han controlado y han acabado teniendo un buen orgasmo los dos.
Se echaba de menos leer (y en mi caso, escribir) escenas entre los dos.
Estamos algo acostumbradas a que Damiano y Ethan estén juntos y tengan escenas así los dos solos.
Esta vez fue el turno de Damiano con Dante y todo bien perfecto jeje.
¿Más escenas así entre estos dos? ¿Queréis?
Espero que os haya gustado este capítulo, bellas.
¡Nos vemos!
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