08
Dante
—Podríamos coger un barquito y pasar el día en el agua, lejos de todo el mundo. Solo tú y yo —digo con una sonrisa mientras camino hacia mi casa con Ethan. Ya es de noche y estoy deseando llegar a mi vivienda.
—¿Un barquito? —pregunta sorprendido y asiento.
Escucho sus zapatos de tacón chocando contra el suelo cada vez que da un paso. Sus piernas son un poco más cortas que las mías, pero aún así, camina dando zancadas. Yo tengo que caminar rápido. No tengo ganas de dar zancadas.
La calle está en silencio y no hay nadie en esta. Las farolas alumbran la estancia dejándonos ver los locales y las casas.
Sonrío viendo lo bonita que es la ciudad de Roma. Es muy grande y está llena de arte.
Para arte el chico que está conmigo ahora.
Oculto mi risa traviesa, pero Ethan me mira. Frunce un poco el ceño y yo sonrío viéndolo.
—¿Pensaste alguna vez que era un turista? —le pregunto. Se queda pensando llevándose un dedo a sus labios.
—Lo pensé, sí. Es que apareciste y desapareciste. Fueron unas horas y tuve que esperar una eternidad para volver a encontrarte.
Sonrío al oírlo y coloco un brazo sobre sus hombros. Lo acerco más a mí y seguimos caminando así, muy juntos.
Ethan coge mi mano y ambos sonreímos viéndonos. Deposita un beso en mi mejilla muy contento.
Ambos oímos unos maullidos. Unos maullidos de unos gatitos pequeños. Vemos de un lado al otro y no encontramos nada. El sonido viene de un contenedor de basura.
Ethan se acerca a este y se pone de cuclillas. De la sombra del contenedor de basura, coge una caja de zapatos y veo unas cuantas cabecitas.
—No, esto no —dice decepcionado.
—Pobrecitos.
Hay cinco gatitos abandonados en la caja y ahora maúllan más que antes porque Ethan ha cogido la caja. Se acerca la caja al pecho y mira a los gatitos con dulzura.
Con una mano acaricia las cabecitas de los gatos. Ellos se calman y dejan de maullar.
Son preciosos y no son gatitos recién nacidos. Tendrán, por lo menos, un mes y medio.
—¿Por qué la gente hace esto? —me pregunta con una voz triste. Le doy un beso en la mejilla y miro a los gatitos. Nos miran y más de uno se acurruca sintiéndose mejor al saber que ya no están solos.
—La gente, Ethan. Cuando no quieren algo, a la basura.
—¡Pero si son animales! —dice decepcionado elevando la voz.
De nuevo caminamos hacia mi casa.
Hemos ido al veterinario para entregar a los gatitos. Ethan los miraba con tristeza y dulzura. No quería despedirse de ellos porque, de camino al veterinario, le había hablado a los gatitos. Ellos estaban callados la mayoría del tiempo y él se aseguraba de que estaban bien.
Les cogió cariño muy rápido. Esto me hizo sonreír porque pude ver la parte más dulce de Ethan. Esa parte suya que te hace sonreír y derretirte.
Además, le pidió a la doctora que le informase sobre si alguien adoptaba a los gatitos. Le dio su número de teléfono y la chica lo vio con ternura. Ethan se veía muy preocupado y se aseguraba de que los gatitos estuvieran con buena salud.
Los animales estaban muy bien de salud y, seguro que, los habían abandonado ese misma día que los recogimos.
—Son muy pequeños. Espero que encuentren a una familia pronto. Necesitan amor —dice una vez que podemos ver mi casa a lo lejos.
—Seguro que encontrarán una familia. Son muy adorables —acaricio su hombro y él me mira con una pequeña sonrisa—. Eres una dulzura, Ethan.
Sonríe un poco tímido. Me obliga a parar de caminar. Me da un beso bastante dulce.
Suspiro feliz y acaricio su mejilla.
—Eres el ser más tierno —susurro y él se sonroja un poco mientras no para de sonreír.
—¡Soy vuestra fan!
Ethan se sobresalta un poco y, automáticamente, pongo una mano en su cintura acercándolo a mi cuerpo.
Stella, como de costumbre, está en la ventana y nos está observando.
Ojalá se le quite la manía de gritar con la cabeza fuera de la ventana.
—¡Stella! ¿Qué haces ahí? —digo mientras mi hermana sonríe.
—Tomar el aire. Venga, no seáis sosos. Entrad en casa. Ya es tarde.
Suspiro intentando no reír. Ethan, en cambio, sonríe de una manera tímida.
No es la primera vez que está con mi hermana. Se han visto unas tres veces y todo ha ido genial.
Sé que mi hermana tuvo que hacer un gran esfuerzo para no decir o preguntar cualquier cosa sobre nuestra relación o sobre su vida.
Entramos en casa y dejo que pase él primero. Subimos las escaleras y encontramos a mi hermana apoyada en el marco de la puerta de su habitación. Nos mira con una sonrisa.
—Hola, chicos —saluda. Se acerca a Ethan y le da un sonoro beso en la mejilla.
Toca un poco su pelo entusiasmada y le susurra que tiene un pelo precioso. Él ríe y le devuelve el beso.
Stella se pone delante de mí y me da un gran abrazo sin dejar de sonreír.
—Os estaba esperando. O al menos a Dante —dice y nos mira con dulzura—. Me alegra mucho que te quedes a dormir en mi casa, Ethan.
—¿Harás una fiesta de pijamas conmigo? —bromea Ethan y mi hermana se lo toma en serio. Aplaude emocionada y asiente.
—Estás invitado. Mi hermano no porque es bastante viejo.
Los dos se ríen a carcajadas y controlan el sonido de sus risas. Mis padres están durmiendo.
Tengo 23 años y mi hermana no para de decirle a la gente que soy un viejo. Me molesta, pero al fin y al cabo, es mi hermana y la quiero con locura.
—Cariñito mío —le digo a mi hermana poniendo un brazo encima de sus hombros, la pego contra mi cuerpo—, nosotros nos vamos a dormir ya.
Ethan sonríe y se va al cuarto de baño que está en el pasillo entre la habitación de mi hermana y la pequeña biblioteca que tenemos en casa.
—Eres un aburrido —me dice mi hermana una vez que Ethan se ha encerrado en el baño—. Ahora me toca escucharos en la cama —sonríe de forma pícara y su cadera choca con la mía.
—Vamos a dormir, Stella.
—No te creo, guapo.
Me da un beso en la mejilla antes de irse a su habitación caminando como si fuera una modelo.
Río y entro en mi habitación. Abro mi armario y cojo un pijama azul marino con puntitos blancos que le comprado a Ethan. No es la primera vez que se lo ha puesto.
Recuerdo cuando se lo di la primera vez que se quedó en mi casa a dormir. Su rostro mostraba sorpresa y felicidad. Me dio las gracias y lo cogió como si se tratara de un objeto muy valioso. Lo inspeccionó numerosas veces con una gran sonrisa en los labios. Lo dejó con cuidado en la cama y me dio numerosos besos en el rostro.
Sonrío recordando en el momento.
Oigo la puerta abriéndose. Aparece Ethan y, una vez que cierra la puerta, se echa el pelo para atrás.
Me mira con una sonrisa al ver que en mis manos está el pijama.
—Hoy no tengo ganas de usarlo —me informa. Lo miro sorprendido y asiento.
Coloco el pijama en su lugar y, cuando vuelvo a ver a Ethan, está sin camisa. Deja con cuidado la prenda en la cama. A continuación, se desabrocha el cinturón y se quita los pantalones. Dobla los pantalones de la manera más delicada y los deja debajo de su camisa. Coge la mini torre de ropa y la deposita en la cómoda que tengo.
Se gira y me mira.
Miro su cuerpo de arriba abajo y sonríe un poco. Camina hacia mi cama y se sienta en el medio de esta, mirándome con las piernas entreabiertas. Toca su pelo y se acomoda en la cama.
Ethan está delante de mí solo llevando unos calzoncillos verde oscuro.
¿Desde cuando los calzoncillos son tan pegados?
Trago saliva.
—¿No vas a dormir? —dice intentando no reír. A saber qué cara tengo ahora mismo.
—Dormir ya ya —digo muy bajo sin creerme lo que me está diciendo.
Cierro el armario y me dispongo a quitarme la ropa. Primero la camiseta y luego los pantalones. Dejo mis deportivas por ahí tiradas.
Él me mira e intento no reír. Sé que le molesta que deje mi ropa de cualquier manera.
Se va a levantar, pero yo lo detengo. Aparezco en los pies de la cama y subo por esta gateando. Cojo su muñeca y lo miro con seriedad.
—No te muevas —susurro.
Ethan pestañea al verme tan cerca de él. Así, ambos en calzoncillos.
Muevo mi mano hacia arriba tocando su brazo, un brazo fuerte y grande.
Poco a poco se acuesta en la cama hasta que su espalda choca con el colchón. Me acerco más a él y ahora paso mi mano por su clavícula. Me mira fijamente.
Coloco mi mano en el centro de su pecho y la muevo lentamente hacia abajo.
Ethan coge aire por la boca de una manera ruidosa y tiembla un poco.
Miro su rostro.
—Tranquilo —digo casi susurrando y él traga saliva. Sonrío al verlo y luego, paso mi lengua por mi labio superior.
Mueve un poco su cuerpo, intentando parar los escalofríos.
Detengo mi mano en su abdomen y me acerco más a él. Le doy un dulce beso en los labios.
Mientras lo beso, noto su nerviosismo. Sus labios se mueven lentos como si este beso se tratara de nuestro primer beso. Sonrío y lo beso un poquito más.
Río un poco y me acuesto a su lado. Lo miro y él deja escapar todo el aire que tenía en sus pulmones.
—¿Estás bien? —le pregunto y él asiente.
—Me pones nervioso. No puedes ir así de lento conmigo.
Miro el techo descansando mis manos en mi estómago y sonrío.
—Has aprendido a ir rápido. Todo lo que has hecho ha sido rápido, hasta conmigo —comento. Sigo mirando el techo de mi habitación—. La rapidez puede ser buena, pero la lentitud puede ser mucho mejor —giro mi cabeza y encuentro su mirada. Ahora está acostado de lado mirándome con atención—. Me gusta ir lento. Así veo lo que hace tu cuerpo.
—Es injusto. Ir lento no es lo mío —río un poco y suspiro.
—Ay, Ethan. Cuando hagas eso conmigo, ya verás lo que se siente al verme cuando hagas cualquier movimiento lento. Te gustará.
Se queda pensando y se sienta. Gatea un poco hacia mis piernas y se coloca allí. Lo miro y sonrío.
—¿Qué vas a hacer? —pregunto al ver su rostro serio, pero este enseña una sonrisita.
—¿Puedo probar? —río un poco al escuchar su pregunta. Joder, es tan tierno.
—No hace falta que preguntes. Puedes hacer lo que quieras. Eres bastante tierno.
Mentalmente retiro el último adjetivo mentalmente.
Joder, es muy grande.
Miro el techo de nuevo intentando controlar mi risa tonta.
Su entrepierna está abultada.
¿Por qué tuviste que ver, Dante? ¿Y ahora qué? Te volverá loco haciendo lo que él quiera y ya más de un 50% de tu cuerpo está loco al ver lo que acabas de ver.
Vuelvo a mirar a Ethan. Aprecia mi cuerpo con detenimiento.
La yema de sus dedos tocan mi cuello. Cuando lo siento, un escalofrío recorre mi cuerpo. Mis ojos se cierran cuando sus dedos bajan por mi cuello lentamente.
Lo veo colocarse entre mis piernas, sujeta su peso a cada lado de mi cuerpo. Sus dedos siguen deslizándose por mi piel y ahora siento su lengua bastante mojada en mi cuello.
Joder, Ethan. Joder.
Tiemblo bajo su cuerpo al sentir su lengua recorriendo lentamente mi cuello. Sus labios húmedos besan mi cuello de forma sonora.
Joder, Ethan. Me estás volviendo loco.
Siento su entrepierna contra la mía y ambos soltamos un pequeño gemido cuando nuestros miembros se tocan, separados por culpa de nuestra ropa interior.
Abro mis ojos y me encuentro con su mirada.
Una mirada llena de lujuria.
Coloco una mano en su espalda y lo acerco más a mí. No hay ni un centímetro de distancia entre nosotros.
Busco sus labios y los beso. Él gime contra mi boca una vez que muevo un poco mis caderas, produciendo rozamiento entre nuestra entrepierna.
Agarro su cabello y no paro de besarlo.
—Dante —susurra entre nuestros besos.
Me alejo muy poco dándole permiso para hablar.
—Ethan —susurro y veo una sonrisa en sus labios. De nuevo muevo mis caderas y él controla un gemido.
—Necesito que seas mío. Solo mío —dice con una voz extremadamente sexy. Muerdo mi labio inferior.
—Ya soy tuyo. Soy tuyo, Ethan —ríe un poco y besa mis labios. Luego se separa y su mano va traviesa hasta mis calzoncillos. De nuevo muerdo mi labio inferior.
—Quiero que vayas por ahí diciendo que soy tu novio —me pide, más bien me obliga. Pasa la mano por encima de mi erección y mi espalda se curva un poco ya que mi pecho choca contra el suyo.
—¿No te preocupa que los demás empiecen a hablar? —pregunto y él me mira con deseo. Gimo cuando poco a poco aprieta mi erección.
Maldita sea, Ethan Torchio. ¿Por qué me haces esto?
—Me importa una mierda. Que le den a mi timidez. Quiero que desaparezca y, además, te amo demasiado —sus dedos se mueven lentamente en mi erección, se mueven de arriba abajo.
Gimo de nuevo y rezo para que mi familia no me escuche.
—¿Quieres ser mi novio? —me pregunta y, de nuevo le da un buen apretón. Gimo más alto con los ojos cerrados.
—Joder, Ethan. Sí. Quiero ser tu novio.
Me suelta y comienza a besarme con una gran felicidad, ternura y, como no, pasión.
Menuda manera para pedirme que sea tu novio... Bueno, es nuestra manera y me ha encantado.
•••
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¡Hola de nuevo si vienes de Coral!
¡Nuevo capítulo por aquí!
Quería regalaros este capítulo porque estoy muy contenta viendo todo el apoyo que me dais. Así que aquí lo tenéis.
ETHAN Y DANTE SON NOVIOS. REPITO, ¡ETHAN Y DANTE SON NOVIOS OFICIALMENTE!
ESTOY GRITANDO AHHHHH. ADORO A MIS PADRES.
¿Qué opináis de este capítulo?
¿Os ha gustado?
Un datito: nunca antes había escrito una escena hot entre chicos, pero aún así, me siento muy orgullosa al ver lo que he escrito. Me gusta mucho. Espero que a vosotrxs también os guste.
Muchas gracias por todo el amor que me dais todos los días. Esto es increíble.
¡Nos vemos!
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