Desde pequeño sueños extraños atormentaban mi cabeza. Sueños que no podía interpretar. Sueños tristes. Sueños felices. Sueños tormentosos.

Una espada. Un espíritu. Una niña.

Una Calamidad sin fin. Tan grande como mis miedos. Tan feroz como mis deseos. Tan intimidante como el mayor de las bestias.

Unas alas que con solo moverlas provocaban terremotos y remolinos en mi corazón. Un infierno negro era lo que "eso" era.

Pronto todo eso desapareció y fue reemplazado por una alegre vista.

Una mujer y una niña. Sonriendo a mi lado mientras nos apoyamos en un gran árbol de color de verde. Un pastizal que revoloteaba y danzaba al paso del viento gentil.

Las risas de las hermosas mujeres llenaban de alegría mi corazón. Mi mente perturbada era curada con sus gentiles palabras, las cuales no podía entender.

El viento cálido acariciaba mis mejillas y levantaba mi cabello unos cuantos centímetros. Estaba experimentando la felicidad absoluta. Un lugar relajante del cual nunca nadie querría salir. Un jardín del Edén.

Pronto todo eso... Nuevamente se me fue arrebatado.

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Los pastizales verdes que bailaban con el viento fueron reemplazados por tierra muerta color negra. Llamas que representaban a la muerte misma se arremolinaban en ellas.

El gigante árbol en el cual descansaba se convirtió en una pila de cadáveres. Las amables mujeres desaparecieron. No había ningún rastro de ellas.

El miedo se apoderó de mí. Intenté buscarlas rápidamente, pero a mis ojos solo llegaba el paisaje lleno de muerte y sufrimiento.

Espadas, cetros, escudos, arcos, flechas, cuchillos, lanzas, todo tipo de armas se encontraban destruidas y llenas de sangre. A sus lados cadáveres destrozados seguían aferrándose a ellas.

El olor a carne quemada llenó mis pulmones. La sangre roja combinada con tierra llegaba hasta mis pies cubiertos por botas.

Mi mente se quebró, no podía hacer nada más que lamentarme por lo sucedido en aquel horrible lugar. Quería gritar, pero las palabras no salieron. Quería moverme, pero mis piernas ya no seguían mis órdenes.

Entonces todo mi cuerpo dolió. Cada parte de mi ser fue llenada de heridas y quemaduras. La sangre chorreo de cada fisura y empapo mis ropas harapientas y mi armadura abollada.

En mis manos destrozadas un objeto apareció. Una espada plateada desgastada llena de sangre negra y apestosa temblaba en mis palmas quemadas.

Sentí la respiración de la Calamidad justo delante mío. Mis ojos borrosos miraron directamente a esa dirección. La bestia se encontraba en ese lugar.

Uno de sus grandes ojos había sido cortado, dejándolo tuerto. Una espada plateada había sido la causante de esa espantosa herida.

Aquella bestia solo me miró. Solo me observó durante un tiempo. Su único ojo vagaba por todo mi cuerpo moribundo. Después de unos cuantos segundos sus alas se movieron repentinamente.

Sus gigantes patas cargaron su cuerpo. Todo el mundo tembló ante la inmensidad de la Calamidad. Su boca se abrió y un fuerte rugido que hizo resonar por cada rincón del mundo estalló y entonces emprendió vuelo hacia un lugar desconocido.

Cada fibra de mi ser había temblando ante esa cosa. Mi vista finalmente se apagó. Mi cerebro dejo pensar. Mis pulmones doloridos dejaron de llenar aire.

Todo se volvió oscuro. Todo se sentía triste y solitario.

¿Cuántas veces ya había pasado exactamente lo mismo? No lo sabía.

¿Cuántas veces no podía hacer nada más que mirar como mi vida se iba al infierno? No lo sabía.

¿Podía cambiar algo en este sueño? ¿Podía dejar de llorar y tomar acciones? ¿Podía ser feliz? ¿Cuando acabará este sueño infinito? 

La respuesta era un simple "No lo sabía"

Pero lo que sí supe, es que ese día... Yo no había salvado a nadie.

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¿Qué onda...? 

En el transcurso del día subiré los demás Prólogos de mis otras 2 historias.