Capítulo 5: Resolución.
Estaba flotando en una inmensa oscuridad.
En ese día ya la había visto tantas veces que creo que me llegaría a acostumbrar.
El abismo negro me tragaba cada vez más profundo. Me empezaba a tragar con una facilidad impresionante.
Mi cuerpo se negaba a moverse, como si le gustaría que la oscuridad me lleve para siempre y simplemente dejarme pudrirme solitariamente.
Aún así, yo tampoco estaba haciendo algún movimiento como para detener mi hundimiento hacia el abismo negro, en cambio mi cuerpo se mantuvo en calma. No hacía ni un solo movimiento.
Una calma total, lleno de serenidad y silencio. Podía parecer incluso placentero, ¿Qué era éste lugar? ¿Por qué me estaba sintiendo así?
¿Estaba bien simplemente dejarme llevar en esta ola de emociones peligrosas?
No había una respuesta para esas preguntas.
Lo único que sabía es que este lugar es realmente solitario.
X. X. X.
Un punzante dolor golpeó mi cabeza. El dolor fue tan fuerte que me hizo levantarme de golpe.
Mis párpados dolieron al abrirlos, pude captar una luz tenue que provenía de una aparente habitación. Este lugar me parecía familiar.
¿D-Dónde estoy...?
Me sobé los párpados suavemente, esto me hizo despertarme un poco más. No estaba en mis cinco sentidos, pero creo que podía analizar las cosas.
Mire fijamente la habitación en la que me encontraba.
--....
Si, cómo sospechaba, este era mi habitación donde solía dormir por las noches. Un lugar de relajación donde pasé la mayor parte de mi vida siendo abrazado dolorosamente.
¿Pero cómo había llegado aquí? ¿Alguien me había traído?
Me pregunté en mi mente, sabiendo que nadie me respondería las preguntas, intenté buscar una respuesta por mi mismo.
Entonces, cuando intenté levantarme de la cama, un dolor infernal golpeó mi cuerpo.
--¡....!
Me acosté rápidamente y no me moví.
Mis piernas y brazos dolían como si me hubieran golpeado durante días sin piedad. La cabeza tampoco se quedaba atrás, una inmensa migraña me azotaba. Mi cuerpo estaba lleno de vendas.
Había sentido un fuerte dolor antes, pero este no era nada comparable. Las lágrimas salieron de mis párpados, y las inmensas ganas de vomitar cada vez eran mayores.
No creo que pueda soportar más.
Y justo cuando pensé eso, algo frío golpeó mi cabeza.
*Slash*
Un sonido de salpicadura llegó a mis oídos.
El dolor poco a poco empezó a desaparecer. Más líquido frío cayó sobre mi cabeza y cuerpo, estaba siendo bañado en una sustancia misteriosa.
--¿E-Eh...?
Me cubrí con las manos la cabeza y solté un sonido un poco patético.
--Lo siento, las pociones se habían acabado.
Una voz resonó en la habitación. Fuerte y decidida, además de un poco cansada, era una voz que conocía muy bien.
--¡T-Tio Zald...!
--No te muevas. Esto cura el cuerpo, pero no la mente, así que sigue descansando.
--¿Eh? P-Pero, ¿Sabes porque estoy aqui? No recuerdo mucho. ¿M-Me quedé dormido mientras entrenaba otra vez?
Le pregunté al Tío Zald, quien solo me dio una mirada un poco confusa. Yo movía mis brazos recién curados mientras me avergonzaba por lo que creía que había pasado.
Era exactamente cómo había dicho, no recordaba que había pasado como para que mi cuerpo se sintiera muy mal.
Así que esa fue la única razón en la que había pensado. Las vendas en mis brazos, manos y cabeza seguramente eran debidos a las heridas de entrenamiento.
--¡L-Lo siento, prometo que no volverá a pasar...!
--Bell.
Me disculpé rápidamente, pero la voz del tío Zald detuvo mis labios. Su voz era fría y directa, parecía extremadamente serio. Tan serio que me hacía sentir un poco de miedo.
Tío Zald empezó a mover los labios, iba a decir algo aparentemente importante. Preste atención a lo que diría, pero por alguna razón, mi corazón me estaba diciendo que no lo escucharía.
Algo me decía que yo no quería oírlo.
--Fallaste.
No lo digas, no siga moviendo sus labios.
--La primera prueba que Alfia y yo hicimos...
Mi corazón se estrujaba con cada palabra. Estaba gritando que no siguiera.
Mi cabeza miro hacia las sábanas, las cuáles cubrían mi parte inferior, además de estar siendo estrujadas con mis manos fuertemente.
--Perdiste contra el bosque, Bell.
...
--Un oso te atacó y te quedaste inmóvil, así que tuve que intervenir.
...
--Te dejaste llevar por el miedo y fallaste.
Ah... Él realmente lo dijo.
Las palabras que mi corazón no quería escuchar.
Los recuerdos de aquel lugar llegaron velozmente hacia mi cerebro. Recordé cada detalle, cada momento vivido. Cada miedo que se apoderó de mí.
--Pero no te culpes, creo que adelantamos mucho las cosas.
Tío Zald dijo como para consolarme un poco.
Mis dientes se apretaron y mi cuerpo temblaba al escuchar su intento de alivianar el peso de mi fallo.
--Descansa un poco. Mañana continuaremos de nuevo con el entrenamiento.
Tío Zald salió de la habitación. No dijo nada más y se fue, cerró la puerta y me dejó solo en la habitación.
La tenue luz alumbraba mi patética figura en la cama. La cual solo temblaba y producía gimoteos incesantes..
Las sábanas arrugadas se manchaban de lágrimas, las cuales salían a ríos de mis ojos. Me acurruque abrazando mis rodillas, sentado en la cama, lleve la sabana a mi rostro. No quería que nadie vea mi rostro en este momento.
Los sollozos llenaron la habitación antes silenciosa, donde solo quedaba un niño llorando.
X. X. X.
Había una palabra para describir cómo se sentía el chico. Una palabra que él mismo se repetía en la cabeza miles de veces:
Patético.
Las lágrimas no dejaban de salir de sus ojos rojos, los cuales eran tapados vergonzosamente con una sábana manchada de la frustración del niño.
Los sollozos resonaban en cada parte de la habitación, haciendole recordar que cobarde y estúpido había sido en ese oscuro y tenebroso lugar.
Cada sonido que hacía, su respiración o sus latidos de su corazón, le recordaban lo patético y basura que se estaba sintiendo ahora.
Desahogando sus sentimientos él chico lloró con frustración.
Ellos habían creído en él.
Ellos pensaron que estaba listo y que podía superar fácilmente esa prueba.
Pero no lo hizo.
Perdió patéticamente sin ni siquiera durar un día. Tal vez si hubiese durado más tiempo podría haberse sentido un poco mejor, o tal vez incluso feliz por haber demostrado que aunque no lo logró, hizo todo lo posible.
Sin embargo, en su primer día no hizo nada de eso. Ni siquiera tomó decisiones racionales. Solo se la pasó huyendo y llorando.
De todo lo que el chico había aprendido, lo único que mostró en esa prueba fue que tan rápido podía correr. Demostrando que él solo corría del peligro; que tenía miedo de arriesgarse.
--...
Bell apretaba sus dientes con fuerza y frustración. Sus manos hacían lo mismo, igual que su cuerpo que temblaba sin parar.
--...
¡¡Tonto, tonto, tonto, tonto, tonto, tonto!! ¡¡Cobarde, inútil!!
El niño solo le quedaba insultar a sí mismo.
Se sentía tan mal.
Se sentía tan débil y frágil, como si con el mínimo toque se rompería en mil pedazos. Como si el mínimo soplido del viento lo desintegraria.
El llanto cada vez se volvió más bajo, luego finalmente paró, y el chico cesó todo sonido, a excepción de su lenta respiración.
Bell cayó dormido después de haber llorado por lo que parecían horas.
La frustración de un niño quedó en la solitaria habitación.
X. X. X.
Bell flotaba en un espiral de emociones.
Dejándose llevar por la marea de tristeza y miedo se adentró más en el océano, donde él pronto se ahogaría en sus penas.
Tal vez si se quedaba un buen rato en ese lugar podría calmarse. Podría tranquilizarse y pensar nuevamente en seguir avanzando en su entrenamiento.
Pero ahora solo quería estar solo y pensar nada.
Sin embargo, aquella que residía en sus sueños infinitos no lo dejaría solo.
Un intenso brillo dorado iluminó el extenso mar oscuro lleno de soledad y tristeza. El mar que se tragaba a Bell empezó a desaparecer.
El mundo a su alrededor, frío y mundano, empezó a cambiar rápidamente. El cielo negro cambio por uno celeste claro, llenos de nubes que disfrutaban su libertad.
El océano cambió a una extensa y aparentemente infinita pradera llena de flores de distintos colores.
Las colinas y los manantiales se formaron entre las praderas, justo al norte donde un mundo interesante aguardaba por ser descubierto.
--...
El chico abrió sus ojos cansados cuando sintió el calor refrescante que navegaba en su cuerpo.
El césped quien bailaba junto con las flores le hacían cosquillas en sus piernas y torso, diciéndole que se despierte y admire la belleza de este lugar.
Simple, tranquilo y relajante. Un lugar donde todas tus preocupaciones desaparecerían en un instante. Este lugar Bell lo reconocía.
--Otra vez estoy aquí...
Bell dijo nostálgicamente. Habían pasado ya más de dos meses que no estaba en este lugar de ensueño y felicidad.
--Hermoso, ¿Verdad? Creo que no habías tenido tiempo de observarlo tanto anteriormente.
--Si, es bastante impresionante...¡¿E-Eh?!
Bell salto al darse cuenta que le había respondido a alguien desconocido.
Se levantó con fuerza y miró a sus lados, y justo a su izquierda una mujer estaba sentada admirando el paisaje.
Sus ojos dorados que no perderían en brillo y hermosura ante cualquier gema o tesoro milenario, observaban atentamente su creación.
Sus facciones finas y hermosas, las cuales dejaban ver un toque de madurez y sabiduría, mostraban una sonrisa sincera y tranquila.
Sus cabellos dorados como hilo de oro fino revoloteaban ante el viento gentil y pasajero.
Bell quedó embobado ante aquella vista maravillosa.
El mundo era maravilloso y hermoso, pero no era nada comparado con su creadora, la cual ahora había girado para observarlo.
Bell se sonrojo fuertemente y desvío la mirada rápidamente. Su corazón latía tanto que parecía que se saldría de su pecho.
El niño sabía quién era esa persona. Sabía que ella había sido la que había tomado su mano y le proporcionó unos sentimientos complicados de entender para un niño de siete años.
Había escuchado de ella sobre libros y sobre la boca de su abuelo. El gran espíritu milenario, Aria.
--Entonces, Bell...¿Algo te preocupa?
La mujer preguntó al chico que le había desviado la mirada.
Bell se tensó, sus manos se apretaron en puños fuertemente.
--Puedo sentirlo todo, así que puedes decirmelo.
Como si hablara con alguien que ya conocía hace mucho, Aria acarició gentilmente la cabeza del niño, el cual ahora se encontraba en silencio.
--...
Bell estaba en presencia de una persona importante. Una persona poderosa que había pasado múltiples historias y que había vivido mucho más tiempo que él. Un ser cercano a los dioses.
No podía hablar libremente de sus problemas. No quería molestarla con asuntos "triviales" de un niño. No quería faltarle el respeto.
Pero aún así Bell habló. Sintió que debía hacerlo, que tenía que hablar con esa mujer. Su tacto en su cabeza lo hacía sentir seguro y tranquilo, cómo si la hubiera conocido hace mucho tiempo y habían pasado por muchas cosas.
Bell soltó todo lo que llevaba en su corazón.
Su cobardía, miedo, tristeza, dolor y frustración.
Cómo había traicionado las expectativas de su familia y su promesa de ese día, donde su amor por la persona más importante de ese día hizo que su resolución se vuelva inquebrantable.
No se había rendido, pero se sentía patético. Huyendo y gritando de miedo.
En unos meses tal vez podría volver a repetir esa prueba. Pero hasta ese momento una espina pincharia su costado y no lo dejaría avanzar.
Es por eso que Bell se sentía mal.
--Ya veo.
Aria escuchó atentamente al niño quien ahora lloraba en su regazo. Ella acariciaba su cabello para que se tranquilizará y pueda continuar con su historia.
Pero ya no escucho nada por parte del chico, más que sollozos casi inaudibles.
Entonces, algo que Bell no esperaba paso.
--¡Hahahaha!
Aria río felizmente después de escuchar la historia de Bell.
No se estaba burlando de los sentimientos de Bell. Solo reía al recordar que a la persona que se le había encomendado el salvar el mundo solo era un niño. Ahora ese futuro Héroe se encontraba moqueando su vestido blanco.
--¿S-Se está burlando de mi...?
Bell preguntó débilmente. Si eso era cierto, entonces su orgullo habría sido nuevamente herido y ya no volvería a llorar frente a una mujer.
--No. Lo siento, solo me pareció gracioso algo.
--¡¿C-C-Cuál es ese "algo"?!
--Nada, no es nada.
Aria volvió a soltar una pequeña risa y sacudió el cabello de Bell. El niño solo inflo las mejillas haciendo un lindo puchero, el cual atacó por sorpresa a Aria.
¡Ah, es demasiado lindo!
Desvió la mirada del chico, él cual aún avergonzado le preguntaba de qué se reía. Aria tosió y volvió a la normalidad. Ahora tenía que decir unas palabras.
--Estas triste por qué tuviste miedo, ¿Verdad?
--¿Eh?
Bell se sorprendió ante la repentina pregunta. Su expresión se apagó y se cubrió el rostro con el vestido de la mujer. Para luego responder con un tono débil y triste:
--Si...
--Ya veo. Bell, tu quieres ser un Héroe, ¿Verdad?
Bell contuvo su aliento y luego respondió un vergonzosamente:
--S-Si.
Aunque se había resuelto hace tiempo en convertirse en uno, le daba vergüenza que la gente supiera su más grande sueño.
--¿Crees que los héroes tienen miedo?
Aria preguntó suavemente al niño que aún se ocultaba en su vestido.
--...No, ellos son geniales y no le temen a nada. Siempre luchan sin miedo ante las adversidades.
--Incorrecto.
--¿Eh?
--¿Sabes cual es el sentimiento que más predomina en los héroes?
Aria volvió a preguntar ante el aturdido Bell.
--¿L-La valentía...?
Bell respondió dudosamente mientras sacaba su rostro del vestido sucio de la mujer. La cual ahora lo miraba a los ojos.
--Es el miedo, Bell. Los Héroes siempre están consumidos por el miedo.
--¡...!
Bell se estremeció ante lo dicho por el espíritu.
--La valentía también está presente en ellos. Pero el miedo siempre es mayor.
--...
--Miedo a no moverse. Miedo a no ayudar a alguien que pide ayuda. Miedo a no seguir sus ideales...
--...
--Siempre están llenos de miedo. Temor y pavor, pero ese mismo miedo es lo que los lleva actuar...Miedo de no salvar al que lo necesite.
Bell miraba fijamente a la mujer, sus ojos brillaban más que el mismo sol mientras le hablaba gentilmente.
Ella llevó sus manos hacia el rostro de Bell, el cual estaba lleno lágrimas. Puso sus manos y sus suaves cachetes y acarició sus ojos.
--Es por eso que está bien tener miedo. No te culpes de ello, usalo como motivación para poder avanzar. Después de todo, ya los hecho, ¿Verdad?
--¡...!
Bell lo recordó, ese día de hace dos meses. Donde su madre le confesó su más grande pecado.
Entonces él tuvo miedo de perderla, de que ella se vaya para siempre y viva odiándose a sí misma.
Ese mismo miedo que Bell sintió hizo que avanzará, tomara su mano y declarará que él sería un Héroe.
La garganta de Bell dolió. Unas palabras débiles de autodesprecio salieron de su boca. No podía evitarlo, aún se sentía culpable.
--Y-Yo soy débil...
--Eso puede cambiar. Entrena lo suficientemente fuerte y ya no habrá quien te pare.
Rechazando las palabras de Bell, Aria dijo con una sonrisa que iluminaba el corazón del chico.
--Y-Yo solo corrí...
--Si, te vi. Eres muy rápido, eso te ayudará a tomar más manos que necesiten tu ayuda.
Aria volvió a rechazar las palabras del niño. Las lágrimas de Bell poco a poco salían de sus ojos rojos.
Y finalmente, la última palabra de desprecio salió del chico:
--S-Soy un tonto...
Aria río al escuchar la última palabra del chico.
--Entonces ya tienes lo necesario.
--¿...?
--Eres un tonto, eso no está mal. ¿Sabes el porqué?
--N-No.
Bell respondió confundido.
--Porque los Héroes son tontos.
--¡...!
Bell abrió los ojos y miró fijamente a la mujer, la cual había revelado la cualidad más importante en un Héroe.
--Moverse y lanzarse al peligro solo para salvar a alguien. Enfrentado a bestias muy peligrosas que los matarían de un solo toque, para salvar a una ciudad entera, a pesar del miedo y la fobia que les provocaba. Solo un tonto haría eso.
--....
--Y es porque son tonto, son los mejores Héroes.
--....
Bell mantuvo silencio ante esa verdad. No podía decir nada. Ella le había abierto los ojos.
Las manos de Aria lo acariciaron en los cachetes y cabeza, arremolinando su cabello blanco. Luego sonrió, y le dijo algo que cambiaría la vida de Bell:
--Se un tonto, Bell Cranel. Solo así serás el más grande Héroe.
Aria dijo con una sonrisa.
Bell lloró. Nuevamente volvió a llorar, pero eso ahora no importaba, porque ahora tenía esas palabras de aquella espíritu. Aquellas palabras que le darían una nueva fuerza.
El niño abrió la boca y unas palabras de agradecimiento un poco entrecortadas por el llanto llegó a los odios de la espíritu.
--Entonces, ¿Estás listo?
Ella preguntó. Bell sabía a lo que se refería y respondió firmemente mientras se limpiaba las lágrimas.
--¡Si!
--Ya veo, entonces ve y sigue tu camino. Nos veremos tal vez dentro de mucho tiempo.
--¡Si, muchas gracias!
Aria sonrió y chasqueó sus dedos. El mundo empezó a desmoronarse y Bell empezó a despertar.
Se sintió mareado, la oscuridad pronto lo tragaría. Pero aún así tenía unas palabras para la mujer.
--¡Gracias, Aria-san! ¡La amo!
--¡¿E-Eh...?!
La aparente tranquila espíritu estalló en vergüenza y antes que pueda volver a decir algo, el mundo se apagó.
X. X. X.
Desperté. Un intenso calor recorrió mi cuerpo. Pero no era momento de pensar en ello.
La habitación estaba igual a como la deje antes, las sábanas con las lágrimas ya secas cubriendo mi rostro fueron lanzadas lejos de la cama.
¿Cuánto tiempo había pasado? No lo sabía.
Mire hacia el techo de mi habitación, sonreí al notar como la luz del sol aún no se había ido. Ese agujero quedó cuando mamá había destruido la casa unas 12 veces. Ahora me estaba sirviendo.
Salí de la cama y me dirigí hacia el armario. Me coloque ropa cómoda y abrigada, me pongo las botas y corrí hacia la puerta.
--...
Me detuve. Mis manos estaban por tomar la manija de metal.
¿Estás seguro? No durante un día, ¿Qué te hace pensar que aguantaras ahí?
Mi mente me pregunto, tratando de perturbame y alejarme de la puerta de madera.
¿Acaso eres un tonto?
Sonreí ante el pensamiento que llegó a mi mente. Era justo lo que necesitaba.
--Si, es por eso que iré.
Respondí con fuerza.
Tomé la manija con fuerza y salí de la habitación. La oscuridad del cuarto solitario se quedó ahí, sin poder atraparme.
Corrí hacia el lugar a donde él debería estar. No pasó mucho tiempo cuando lo encontré. Sentado en la cocina con su armadura puesta mientras tomaba un café.
Sus ojos me miraron fijamente. Y luego bajó el café y me preguntó.
--¿Estás listo? El entrenamiento ya debió haber empezado.
--Llevame al bosque.
Esperé que terminara de hablar y dije firmemente. Tío Zald solo me miró fijamente, no había reacción alguna ante lo que le dije.
--¿Crees que lo haré? No durante 8 horas, ¿Que te hace pensar que ahora puedes hacerlo?
Las palabras eran duras, pero no había signo de enojo o de decepción en su tono, sino de uno expectante e incluso...¿emocionado?
--Lo haré. Tengo la fuerza para hacerlo, solo dame otra oportunidad.
--...
--¡Estoy decidido, no importa las bestias o la fría oscuridad. Quiero superar esa prueba y demostrar que puedo convertirme en un Héroe! Así que, ¡Por favor, tío Zald!
Dije fuertemente y un poco avergonzado después de hablarle así a una persona mayor. Esto no sucedia con Aria-san.
*Thump*
La taza de café cayó al suelo, rompiéndose en pedazos, el líquido se derramó en el suelo. Tío Zald se había levantado rápidamente, haciendo que la tasa cayera al piso.
Una sonrisa estaba grabada en su rostro mientras me miraba fijamente. ¿Era la primera vez que lo veía sonreír? No lo recordaba, pero era un poco espeluznante.
--Alfia tenía razón, realmente eres un niño insolente, ¡Hahahaha!
--¿E-Eh?
Me quedé sorprendido por la risa del tío Zald. ¡Realmente si es espeluznante!
--¡Está bien! Esta será tu última oportunidad.
--¡Si!
--¡Si fallas entonces el entrenamiento se volverá tres veces más duro!
--¡¿E-Eh...?!
Al escuchar eso, mi determinación quiso vacilar, pero me negué a hacerlo.
--¡...!
Entonces la sonrisa del tío Zald desapareció, y una aura tenebrosa apareció rodeando todo su cuerpo. Antes que me pusiera en guardia, él dijo:
--Aprieta los dientes, esto va a doler.
--¡...!
Desapareció de mi vista, y sentí como mi cabeza se revolvió completamente. Caí nuevamente y por no se cuantas veces, en la oscuridad.
X. X. X.
Adolorido y con una sensación de "Deja Vu", el chico se levantó del frío y húmedo suelo lleno de tierra.
Sobándose la cabeza miró hacia sus alrededores, y como sospechaba, estaba nuevamente en este lugar llenos de árboles.
El bosque que había sido su perdición hace dos días atrás.
--Bien. Es hora de empezar.
Bell dijo adolorido, para luego ver el cielo, este pronto se tornaría de un negro azabache y la luz de la luna sería su única compañía.
Giro hacia la derecha y se puso en posición, busco el sitio más despejado y corrió hacia la profundidad del bosque.
No corrió para huir de bestias, sino para cazarlas.
No busco refugio en los árboles, los usaría como centro para observar a los alrededores.
El chico corrió rápidamente esquivando obstáculos hábilmente.
Con una resolución resuelta, con la esperanza de esta vez cumplir su misión, el chico corrió.
Usando el miedo de no poder cumplir con la promesa de convertirse en el Héroe de su madre, el chico siguió avanzando hacia lo profundo del frondoso bosque.
El niño que buscaba convertirse en un Héroe, ahora estaba yendo directamente hacia su primera aventura.
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Toca rezar para que Uruguay golee a Chile. Así que, ¡Uruguay no ma'!
Nos vemos otro día, o tal vez ya no...
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