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Capitulo 1

La ciudad amurallada, Orario, también conocida como "La ciudad Laberinto" por ser la única en poseer una Dungeon. Es el hogar de incontables aventureros pertenecientes a las conocidas "Familias", siendo estas formadas alrededor de una deidad patrona, cada una de ellas con un objetivo distinto, algunas buscaban ayudar, otras buscaban entretener y otras simplemente buscaban divertirse, pero en general todas tenían un objetivo en común, aventurarse en los pisos de la Dungeon.

Y de entre los dioses de estas familias destacaban:

La diosa de las travesuras, Loki, siendo la deidad patrona de la segunda familia más poderosa de Orario, Los Cazagigantes, liderados por Finn Deimne [El Valiente].

La diosa de la belleza, Freya, capaz de cautivar a cualquier ser vivo solo con darle una mirada y poseyendo al único aventurero de nivel 7 de Orario, Ottar [El Rey].

Y la diosa...

- ¡Vesta!

Sí, esa misma. Pero la que está gritando no es la diosa nombrada, es la diosa de la herrería, Hefesto, que con una expresión irritada, se encontraba golpeando una puerta y llamando al nombre de la enana diosa del hogar.

*Toc, Toc, Toc*

- ¡Vesta! ¡Sal de ahí! - Perdiendo la paciencia, la diosa pelirroja estaba lista para pedirle a uno de sus dependientes que tumbara la puerta.

- ¿Que ocurre Hefesto? - Pregunto una monótona pero curiosa voz.

*Crunch*

Luego de escuchar el sonido del crujir de las papas, la diosa Hefesto dirigió su mirada a la dueña de la voz que se encontraba a su lado, bajando la vista debido a la diferencias de altura, ahí estaba ella, con su inconfundible cabello rosado, sus ojos celestes con un fulgor amarillo que lucían como el naciente sol de las mañanas y la razón por la que se ganó el apodo de "Enana de pechos grandes".

Con su característico rostro inexpresivo, la diosa de cabello rosa procedió a comer otra papa mientras observaba la cara atónita de su amiga y aprovechando que esta parecía estar inmóvil trato de meter lentamente una de las frituras a su boca, pero se detuvo cuando la vio reaccionar

- ¿Qué haces aquí? Creí que estabas encerrada en tu habitación. - Pregunto la diosa con un tono perplejo.

- Tenían hambre y salí por un bocadillo. - Respondió la pequeña chica metiéndose otra fritura a la boca.

*Crunch*

Y así fue en efecto, Hefesto noto rápidamente que su pequeña amiga tenía una taza de madera llena de frituras en las manos.

Soltando un suspiro cansado, Hefesto comenzó a caminar.

- ¿Puedes acompañarme a mi oficina? - Sin detenerse, Hefesto hizo esa pregunta que sonaba más a orden.

- ¿Por qué? - Ladeando la cabeza, Vesta se encontraba algo confundida por la actitud de su amiga.

Viendo que Hefesto solo la ignoro, simplemente se limitó a seguirla mientras comía de su tazón de frituras.

.

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- Debes irte. - Fue lo primero que dijo Hefesto al momento de sentarse en su escritorio.

- ¿Me hiciste caminar a tu oficina solo para que me fuera apenas entrara? Bien, me llamas a la hora de la cena. - Tratando de salir lo más rápido posible de esa oficina, Vesta se dirigió a la puerta pero esta estaba bloqueada por una chica pelinegra con un parche rojo.

- Gracias, Tsubaki. No te hagas la idiota, Vesta, sabes a lo que me refiero. - Dijo la pelirroja viendo fijamente a su pequeña amiga.

- Y ya te dije que estaba en eso, solo necesito tiempo. - Refuto la pelirosa sin ver a Hefesto y tratando de quitar a la pelinegra del camino.

- Eso lo dijiste ya hace varios meses, y desde entonces no has hecho más que dormir, comer y molestar a mis niños. - Reclamo la diosa de la forja con ligera molestia.

- Oye Ciclope-chan ¿Por qué usas un parche? ¿Acaso es un sello para que tu inmenso poder no se salga de control o es que tienes un ojo demoniaco que te habla? Dime, dime, dime. - Abandonando la idea de quitarla del medio, la pelirosa comenzó a molestarla con preguntas estúpidas, que por muy raro que suene, parecían tener efecto.

- ¡Vesta! - Perdiendo finalmente la paciencia, llamo la atención de la pequeña chica.

- ¿¡Que!? ¡Lo intente! ¿¡Ok!? ¡Pero los niños eran muy groseros! - Elevando su voz y frunciendo levemente el ceño sin perder completamente su estoica expresión, la chica pelirosa se excusó.

Era mentira.

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Sentada en una fuente, comiendo jagamarukuns, la pequeña diosa observo como un joven chico pelinegro se acercaba a ella.

- Usted es una diosa ¿Verdad? Disculpe mi atrevimiento, es que soy nuevo en la ciudad y me preguntaba si podía dejarme unir a su fami-.

- ¿No ves que estoy comiendo? Vete a contar hormigas y vuelve cuando termine. - Dijo la diosa luego de tragar lo que estaba masticando.

El chico no volvió.

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- Y cuando me acercaba a pedirle a alguno que se unieran a mi familia, me rechazaban sin ninguna razón.

También era mentira.

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- ¿Quieres unirte a mi familia? - Fue la propuesta que la diosa Vesta le hizo a un hombre lobo de cabello gris con una marca en forma de rayo color morado en la cara que se encontraba sentado solo bebiendo en un bar

- ¿Eh? Ya tengo familia. - Algo ebrio, el hombre lobo le respondió a la inexpresiva diosa.

- Abandónala.

- ...

La pequeña diosa salió del bar dejando a un hombre lobo riendo a carcajadas, siendo seguido por los demás clientes que oyeron las palabras de la chica.

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- Además ¿No dijiste que podía quedarme todo el tiempo que quisiera? - Reclamo la diosa de cabello rosa.

- Lo dije porque creí que solo te tendría aquí por unos días, pero ya han pasado los meses y no has hecho ningún avance ¿Al menos conseguiste trabajo? Porque no recuerdo haberte dado dinero para esas frituras. - Recuperando la calma, la diosa Hefesto señalo el tazón de papas.

- Ehhhhhhh.

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Se puede ver a un Vesta sentada sobre un tapete cerca de la entrada de la Dungeon con un tazón de madera y un cartel que decía "Aliméntame".

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- Estaba mendigando. - Respondió Tsubaki, sacando de duda a su diosa y delatando a pelirosa.

- ¡Ciclope-chan! ¡Me vendiste! - Exclamo la pequeña chica, sintiendo que el inexistente lazo de amistad que tenía con Tsubaki era mentira.

- ¿¡MENDIGANDO!? ¡¿POR QUE NO BUSCASTE UN TRABAJO!? - Más furiosa que nunca, la diosa de la forja hizo esas preguntas con un tono que hizo que su capitana pensara que fue un error el haberle contarle.

Espero que los dioses regresen al Tenkai luego de tener un ataque por la ira, fueron los pensamientos de una preocupada Tsubaki.

- ¡Porque soy la Diosa del hogar! ¡Tener trabajo es contradictorio a ese título! ¡Tú eres la Diosa de la forja! ¿¡Porque no abriste un restaurante en vez de seguir siendo herrera!? - Entrando en pánico, la inexpresiva diosa estaba azul del miedo y trato de excusarse lo mejor que podía.

- ¿¡Me estás diciendo que no buscaste trabajo porque no querías!? - Bajando un poco el tono de voz, la molesta Hefestos siguió con el interrogatorio.

- A-Algo así. - Dijo tímidamente la diosa de cabello rosa ocultándose detrás de la pelinegra.

Y cuando parecía que Hefesto iba a estallar de la ira, inhalo profundamente y dio un largo suspiro. Recostándose sobre su silla mientras se masajeaba la sien, la diosa comenzó a hablar con tono cansado.

- Ya no puedo tenerte aquí, Vesta. - Dijo tranquilamente la diosa sin ver a su amiga.

- ¿Por qué? No hace gran diferencia que este aquí, no te doy tantos gastos y-. - La pequeña diosa no pudo seguir al ser interrumpida por su amiga.

- Ese no es el punto, yo podría mantenerte por años, pero no lo hare ¿No bajaste del Tenkai por una razón? - Pregunto Hefesto con una voz más amigable.

- Quería divertirme y disfrutar de las cosas que hacen los mortales. - Respondió tranquilamente la pequeña chica saliendo de detrás del escudo humano.

- ¿Y no estás haciendo justo lo contrario? Encerrada todo el día y solo saliendo a comer, haces exactamente lo mismo que hacías arriba. - Ahora viendo a su amiga, la diosa Hefesto dijo lo que pensaba. Estaba preocupada de que la chica de cabello rosa se perdiera lo que este efímero mundo tenia por ofrecer, que a diferencia del Tenkai donde nada cambiaba, aquí las cosas podían cambiar muy rápido, y ya fueran buenos o malos los cambios, resultaba emocionante ver lo que traerían consigo.

- B-Bueno, sí, pe-. - Siendo interrumpida nuevamente por su amiga, la pequeña chica se detuvo.

- Escucha, Vesta, hare unas llamadas para conseguirte trabajo y un lugar para que te hospedes ¿Ok? - Fueron las palabras que dijo Hefesto mientras se apartaba de su escritorio y se dirigía a la salida.

- ¡E-Espera, Hefesto! ¡Estas exagerando! ¿Por qué no te sientas y lo discutimos mejor? - Perdiendo su inexpresiva faceta, la pequeña chica entro en pánico mientras trataba de detener a su amiga.

- Ya está decidido, Vesta. Regresare pronto. - Fueron las últimas palabras de Hefesto antes de salir de la oficina.

- ¿¡Ahhh-.

Cerrando la puerta detrás de si, lo último que oyeron la diosa Hefesto y Tsubaki fue el lamentable y patético grito de la pequeña chica.

- ¿Esta segura, Hefesto-sama? No es por ofender a su amiga, pero Vesta-sama es la definición de inútil. - La pelinegra tenía sus dudas sobre esto, ya que aunque no fuera la mejor amiga o si quiera tuviera algún vínculo de amistad con la pequeña chica, ella sabía lo inútil y, en cierto modo, peligrosa que podía llegar a ser.

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- Hefesto-sama me pidió que le dijera que hoy ayudara a los encargados de hacer la cena ¿De acuerdo, Vesta-sama? - Fueron las palabras de Tsubaki cumpliendo la petición de su deidad patrona.

- Entiendo. - Respondió la pequeña diosa tan inexpresiva como siempre.

Esa noche hubo un pequeño incendio en la cocina.

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Notando las dudas de su capitana, la diosa pelirroja rápidamente trato de despejarla de ellas.

- Esto será bueno para ella, así que descuida, estará bien. - Con una vos amigable, la diosa herrara trato de calmarla.

- No es por ella que estoy preocupada. - Susurrando con una voz lo suficientemente baja para que su diosa no la escuchara, Tsubaki dejo el tema de lado.

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- ¡No puedo creerlo! - Exclamo la pequeña diosa.

Luego que Hefesto se fuera, la pelirosa chica se llenó las mejillas como si fuera una ardilla de frituras y salió de la sede furiosa.

Refunfuñando por un rato, la diosa ejercía un presión que provocaban que las personas a su alrededor se apartaran de su camino casi por instinto y que los más débiles se quedaran estáticos por un breve momento, lo que provoco uno que otro pequeño accidente que iban desde dejar caer pequeñas cosas hasta...

- ¡AHHHHH! - La pequeña diosa grito alarmada luego de que un piano le cayera justo al lado.

- ¿¡Se encuentra bien!? - Sacando la cabeza por la ventana del segundo piso de un edificio, uno de los culpables pregunto por el estado de la chica.

- ¡Ten más cuidado! - Le reclamo la diosa a sujeto para retomar su camino.

Y en cuento al otro culpable, el que se encontraba tirando de la cuerda para subir el piano, se había quedado estático por un instante, pero eso fue suficiente para perder el agarre y que el piano callera.

- Espero que no lo descuente de nuestra paga. - Murmuro el hombre algo nervioso.

- ¡Mi piano! - Grito un hombre canoso que había salido del edificio.

Vesta que se había alejado un poco, vio la escena del hombre canoso tratando de estrangular al sujeto que soltó el piano.

- Esto es absurdo, primero Hefesto me corre de su hogar y ahora casi me aplastan con un piano. - Quejándose, la pequeña diosa refunfuño un poco más antes de ser interrumpida por su estómago.

*Giuuuuu*

- Tengo hambre. - buscando en algo de dinero en su vestido, sin éxito, la chica pelirosa solo pudo suspirar y tomar camino de regreso a la sede de Hefesto, esperando poder hacer cambiar de opinión a su amiga.

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Llegando a la sede, Vesta pudo observar que Hefesto se encontraba parada delante de la entrada.

- ¿Eh? Vesta, te estaba esperando. - Observando a la pequeña diosa con una amigable sonrisa que la hizo temblar, la diosa pelirroja se acercó su amiga con una un par de cosas en las manos.

- ¿Hefesto? ¿Qué haces aquí afuera? ¿Y qué es eso que llevas en las manos? - Pregunto la pequeña diosa viendo lo que ahora identifico como un bento en la mano de su amiga.

- Ya te lo había dicho, te estaba esperando y esto de aquí es tu almuerzo. - Respondió amigablemente mientras le entregaba el bento.

Con el bento en manos, la pequeña diosa se dispuso a comer rápidamente ante la mirada de su amiga. Habiendo finalizado, intento devolver el envase de madera y el pañuelo que lo envolvía, pero la diosa de la fragua lo rechazo.

- Considéralo un regalo, lo necesitaras para llevar tu comida. - Con una sonrisa, Hesto observo como la diosa enana comenzaba a sudar nerviosamente.

- ¿A-Aun sigues con eso? C-Creí que era una broma. - Pensado en que quizás tenía que haber guardado esa comida para después, la nerviosa diosa estaba comenzó a pensar en que quizás y solo quizás, era una broma de Hefesto.

Y casi como una sentencia a lo poco de esperanza que aún le quedaba, Tsubaki salió de la sede con unos papeles que fueron dados a su diosa.

Una rápida revisada por parte de la diosa herrera y viendo que todo estaba en orden, asintió satisfecha.

- Bien, toma, ya puedes ir a tu nuevo hogar y mañana comienzas a trabajar, te recomiendo te duermas temprano. - Dándole los papeles a Vesta y haciéndole una seña a su capitana, la diosa de la herrería se dispuso a entrar a su sede.

- ¡Espera! ¿¡Porque me haces esto!? ¡Dijiste que me ayudarías! - Fueron las palabras de un molesta Vesta.

- Y eso hago, te ayudo a salir de tu zona de confort. - Sin mirarla, la diosa herrera respondió, con una voz calmada, las preguntas de su amiga.

- ¿¡Mandándome a vivir sola!? ¡Los buenos amigos se ayudan! ¿¡Porque no me ayu-.

- ¡LOS BUENOS AMIGOS NO PERMITEN QUE SUS AMIGOS SE PUDRAN EN UNA HABITACION Y SALGAN A MENDIGAR! - Elevando su voz y dándose la vuelta finalmente, la diosa de la herrería vio con algo de culpa a su pequeña amiga.

Acercándose y poniéndose a la altura de Vesta, con una voz más amigable, comenzó a hablar.

- Escucha Vesta, hago esto por tu bien.

-...

- Quiero que disfrutes todo lo que este mundo tiene por ofrecer, que formes una familia, que te preocupes e intereses en ellos, y quien sabe, tal vez enamorarte. - Eso ultimo diciéndolo más para ella pensando en un herrero de cabello rojo.

- Eso no. - Respondió Vesta con una voz completamente monótona.

- Si, eso no. Pero mi punto es, tienes que dejar de vivir como si estuviéramos en el Tenkai, bajaste aquí porque estabas aburrida, si quieres diversión y vivir cómodamente otra vez, esfuérzate un poco por lo menos... Toma, esta es la dirección y las llaves de tu nuevo hogar. - Cuando la pequeña chica tomo el pedazo de papel y las llaves, Tsubaki salió otras ves de la sede llevando consigo una escoba y una pala.

- Aquí tiene, Vesta-sama. - Entregando ambos objetos, la pelinegra se retiró.

- ¿Eh?

- Bien, eso sería todo. Este es otro regalo de mi parte, lo necesitaras. Y no lo olvides, tendrás dificultades pero te vas a terminar divirtiendo, ¡bye, bye! - fue lo último que Hefesto dijo antes de cerrar la puerta, dejando a una atónita Vesta sola.

- ¿¡Ehhhhhh!?

.

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Revisando la dirección y notando que ya estaba cerca, la diosa pelirosa comenzó a refunfuñar.

- Espero que al menos me haya conseguido una casa con un mínimo de seguridad. -Esas eran las esperanzas, pero viendo las llaves y el estado en el que se encontraban, no le daban mucha seguridad.

Caminando un poco más, la diosa del hogar finalmente se encontraba en frente de su nuevo y maravillo "Hogar", que fue conseguido gracias a los esfuerzos de su mejor amiga, era un glorioso...

- ¡Basurero! ¿¡Esto siquiera califica como hogar!? ¡Puedo ver el interior y ni siquiera he abierto la puerta! ¡Sabía que me había echado de casa! Ahora no me arrepiento de haber tomado eso. - Teniendo un pequeño arrebato, la diosa grito todas sus quejas al aire y susurrando eso ultimo cuando logro calmarse finalmente.

Pero ciertamente, sus palabras no eran una exageración, lo que tenía freten a ella era una iglesia en ruinas, se veía tan descuida que cualquiera diría que se caería con el mas mínimo de los golpes, pero aunque se derrumbara contigo adentro, lo más probable es que salieras ileso ya que le faltaba parte del techo

Respirando profundamente para luego suspirar, la pequeña diosa uso la las llaves para intentar abrir la puerta, pero cuando el seguro fue abierto, la puerta callo hacia atrás dando un golpe seco contra el piso.

- ...

La inexpresiva chica luego de ver como su puerta caía, saco la llave del llavero y la lanzo a los escombros adentro de la iglesia, quedándose así con una sola llave.

Aunque no lo demostraba, la chica estaba furiosa, podía notarse debido a que si vieras en su dirección, notarias que una pequeña área alrededor de ella tomo una tonalidad rosada muy intensa.

En silencio, la diosa entro a la iglesia y levanto la puerta para ponerla en su lugar. Volviendo a revisar el papel con la dirección escrita, siguió las indicaciones que había dejado Hefesto, por lo visto había una habitación oculta aquí.

Dirigiéndose a la parte que marcaba el papel, se encontró con una puerta cubierta con unos escombros. Luego de quitarlos, la inexpresiva diosa uso la otra llave para abrir la puerta mientras suplicaba que esta no se callera.

Para alivio de la chica, la puerta no cayó, parecía ser lo más resistente en este lugar de hecho.

Bajando por las escaleras de la habitación secreta, la diosa pudo echar un rápido vistazo de lo que se encontraba ahí, había una librería con libros en pésimo estado, un sofá de color verde, un reloj, una lámpara de pared, un perchero, una mesa de noche y una cama. Y dicha cama se encontraba cubierta de escombros.

Recordando las palabras de Hefesto y viendo la escoba y la pala, la diosa Vesta... Se puso a reír, todo esto parecía una cruel broma, y luego de barrer los escombros del piso y los de su cama, la diosa simplemente se lanzó en la cama, la dura, pero por alguna razón, cómoda cama.

El techo de la habitación secreta está casi intacto y los escombros de la cama eran demasiado grandes, fue lo que pensó Vesta luego de echarse en su cama.

- "Si quieres diversión y vivir cómodamente otra vez, esfuérzate un poco por lo menos" je, muy buena esa, no sabía que fueras una bromista. - fue lo último que dijo Vesta antes de caer rendida sin siquiera ver la hora.

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Con el sol alzándose por el horizonte, un nuevo día había llegado a Orario y nuestra diosa del hogar se encontraba durmiendo tranquilamente, pero esa tranquilidad se vio interrumpida cuando la luz del sol entro por la pequeña ventana de la habitación e iluminado su rostro, despertándose por la incomodidad que sentía en sus ojo.

- Quizás si mato a Apolo el sol deje de salir. - dejando ese peligroso pensamiento como una posible opción, la diosa Vesta miro a sus alrededores y recordando todos los eventos del día anterior, solo pudo suspirar mientras posaba su mirada sobre el reloj.

Otra cosa que estaba escrita en el pedazo de papel que le entrego Hefesto era la hora y dirección de su nuevo, y primer, trabajo.

Viendo que ya se estaba haciendo para ir trabajar, la chica se "levanto" de la cama, aunque lo correcto sería decir que se dejó caer de la cama, y luego de levantarse del piso, la diosa se aseo rápidamente y a falta de comida para hacer el desayuno, simplemente salió de la habitación secreta, cerrando fuertemente la puerta con la esperanza de que se derrumbara para poder volver con Hefesto.

Lo único que ocasiono fue que su reloj dejara de moverse.

Y dándole varias patadas a la puerta de iglesia, la pequeña chica hizo que esta callera con todo y marco fuera del edificó.

- ¿Quién trataría de robar en un edificio en ruinas? De igual forma si existiera alguien tan idiota, habría podido tumbar la puerta de una patada. - fueron las palabras de un muy malhumorada Vesta mientras pateaba la puerta destruida a un lado de la entrada.

Viendo la dirección de su nuevo trabajo una vez más, la pelirosa se puso en marcha a su primer día de trabajo.

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Cansada y con mal humor, la diosa se tambaleo todo el camino hasta el sitio indicado en el papel. Llegando al sitio, la pequeña chica estaba confundida, lo que tenía frente ella era un puesto de Jagamarukuns.

Pensado que se había equivocado, la diosa fue a preguntar a las otras tiendas y puesto cercanos si estaban esperando a un nuevo empleado y nada. Nadie estaba esperando o buscando nuevos empleados, eso solo significaba una cosa...

- Debes estar bromeando, ¿De verdad este será mi primer trabajo? - Pregunto una incrédula Vesta mientras su estoica expresión se convertía lentamente en un ceño fruncido.

Exactamente, iba a trabajar vendiendo comida rápida, y como si se tratara del remate de una broma, justamente era uno de sus bocadillos favoritos.

Sintiendo lo humillante que iba a ser esto, la ira de esta pequeña bomba de tiempo iba en aumento rápidamente. Y justo cuando iba a estallar en un peligroso arrebato, una voz llamo su atención.

- ¡Buenos días, Diosa-sama!

Era un enano que la saluda mientras se acercaba a su dirección llevando sobre uno de sus hombros unas cuantas cajas consigo.

Agitando la mano lentamente para volver el saludo, la pequeña chica dejo su enojo de lado y observo como el enano se acercaba.

Cuando el enano finalmente llego, este fue directamente detrás del puesto y comenzó a sacar varios utensilios e ingredientes. Luego de acomodar todo y encender la freidora, el hombre barbudo comenzó a charlar con la chica pelirosa que solo se había limitado a ver lo que hacía.

- Lamento haberla hecho esperar, Diosa-sama, pero si estas cosas no se hacen rápido se pierden clientes. Soy Rom, y hoy estoy aquí para instruir a mi reemplazo, que supongo eres usted, será un placer trabajar contigo por el día de hoy. - Presentándose, el risueño enano extendió su mano.

Observando la mano de Rom por un momento, la diosa también extendió la suya para poder tomar la del enano, teniendo así un fuerte apretón de manos.

- Soy la diosa Vesta, también será un gusto para mi trabajar contigo, Rom-kun. - Soltando la mano del enano, la chica pelirosa también se presentó.

- Llámeme solo Rom, Vesta-sama, se siente raro que alguien que luce más joven que yo use el "kun" conmigo, incluso si es un dios. - Pidió amablemente el enano mientras se ponía una red para el cabello en la cabeza y en la barba.

- Entiendo, Rom ¿Qué es lo primero debo hacer?

- Ponerte esto. - Respondiendo inmediatamente a la pregunta de su aprendiz, el enano le entrego una red para el cabello, un delantal y unas antenitas.

Viendo lo que Rom le había dado, la diosa de las redes para el cabello no creyó que esto pudiera ser más vergonzoso para un dios, pero imaginándose a sí misma con la red y las antenitas friendo papas fue demasiado para ella. Sintió que podía regresar al Tenkai debido a la vergüenza.

Tomando solo el delantal y dejo lo demás de lado, dejando extrañado al enano.

- ¿Y la red y las antenas? - Pregunto el enano señalando los objetos descartados por la diosa.

- Los dioses no soltamos cabello. - Respondió la pequeña chica con un cierto tono de orgullo de su voz.

- ¿Y las antenas?

- Te seré honesta, Rom... Siento que moriré de la vergüenza si me las pongo. - Apartando la mirada mientras se cubría la boca con una mano, respondió la afligida diosa de la antenitas de vinil.

- Entiendo, pero las antenas son parte del uniforme y son obligatorios. - Fueron las palabras del enano, tratando de darle otra vez las antenas a la diosa, no quería obligarla, pero el sabia las consecuencias si no se usaban.

Resignándose, la diosa tomo las antenitas de la mano del enano. Pero algo no le cuadraba, Rom, él no estaba usando las antenitas "obligatorias"... Y quedo más extrañada cuando no sintió ninguna mentira proveniente de él.

- ¿Por qué no estas usando antenas también, Rom?

- También le seré honesto, Vesta-sama, las antenitas solo son obligatorias para las empleadas femeninas. - Suspirando, el enano revelo la vergonzosa verdad.

Sin sentir mentira alguna, la inexpresiva diosa observo atentamente al enano con algo de incredulidad... Aunque haciendo memoria, recuerda haber visto solo a las chicas usar esas antenas cuando compraba jagamarukuns.

- No me mire así, el dueño de estos puestos dijo algo de que aumentaba las ganancias y la sanción por no usarlas era la reducción del 10% del salario. - Nervioso, el enano trato de que la diosa lo dejara de ver tan intensamente.

Pero no se equivocaba.

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En la habitación de un hotel, se podía ver a un hombre contando sus ganancias, luego de la implementación de las antenas en el uniforme de las empleadas, sus ventas se incrementaron drásticamente por parte de los clientes masculinos.

- No contaban con mi astucia. - dijo el hombre mientras apilaba los valis sobre su escritorio.

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Escuchando cuales eran las consecuencia, la diosa rápidamente se colocó las antenas.

- ¡Esa es la actitud! - Exclamo el enano, disculpándose internamente con su pequeña aprendiz.

- ¿Disculpe? ¿Podría darme un Jagamarukun?

Escuchando la orden del cliente, el enano puso una sonrisa y se dirigió a la chica pelirosa.

- ¿¡Estas lista para vender!? - Pregunto Rom con emoción y levantando el puño al aire, tratando de animar a la diosa.

- S-Siiiii. - Respondió Vesta levantando el puño lentamente y con exclamando con un monótona voz.

Pareciéndole divertida la actitud de la diosa, el enano Rom rio a carcajadas mientras se dirigía a preparar el jagamarukun del cliente.

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Y así pasaron las horas, con Vesta y Rom atendiendo a muchos clientes, con el enano corrigiendo los errores de su aprendiz y la diosa muriendo de hambre por el olor de los jagamarukuns. Y cuando trato de comerse uno, el enano le advirtió que eso iba a ser descontado de su pago, no era mentira, si Rom lo anotaba, ciertamente si se lo iban a descontar.

Por supuesto no iba a hacerlo, hace rato que escuchaba los sonidos del estómago de la diosa y podía hacerse una idea de lo hambrienta que estaba, pero su aprendiz debía a aprender que no podía comerse la mercancía durante el horario de trabajo.

Todo fue relativamente tranquilo para Vesta... Hasta que a la distancia pudo divisar a una cabellera pelirroja, la dueña de esa cabellera la perseguía en sus más molestas, irritantes y terribles pesadillas

Esperando que no la viera, la diosa Vesta trato de ocultarse un poco, pero era tarde, su distintivo cabello rosado era visible a kilómetros. La dueña de ese cabello rojo había cambio de rumbo y junto a su acompañante de cabello verde, se acercó a donde ella se encontraba.

- ¿Por qué ella? De entre todas las personas que podían aparecer hoy ¿¡Tenía que ser ella!? - Entrando en pánico, la diosa Vesta trato de ocultarse en el puesto.

- ¿Que ocurre, Vesta-sama? - Pregunto Rom algo preocupado al ver el estado de la diosa.

- ¡Es Lo-.

- ¡Ah! ¡Loki-sama y Riveria-sama! ¡Qué bueno verlas por aquí! - Exclamo el enano al ver a la deidad de las bromas y la vice capitana de su familia.

- También es bueno verlo, Rom-san. -Respondió la elfa de cabello esmeralda al amable saludo del enano.

- ¡Yosh, Rom y Enana! Sal de ahí, que podría haber visto tu cabello color kirby desde la sima de Babel. -Levantando su brazo, la deidad de las bromas saludo al enano y a la pequeña diosa, dando a entender que no había podido engañarla.

Viendo que se había quedado sin opciones, la chica pelirosa no le quedó más de otra que salir lentamente de su escondite. Asomando su cabeza, la inexpresiva chica observo a Loki y a su acompañante.

- Buenas tardes, Vesta-sama. - Saludo cordialmente la alta elfa mientras inclinaba levemente la cabeza.

- Buenas tardes, River-.

- ¡JA, JA, JA, JA, JA! - Interrumpiendo a la pequeña diosa, la pelirroja comenzó a reír mientras señalaba las antenitas que esta llevaba.

Esperando a que la diosa pelirroja terminara de reír, la estoica diosa del hambre solo se limitó a observarla mientras su molestia iba en aumento.

- ¿Vas a ordenar algo o solo viniste a contaminar mi aire, Pecho plano? - Entando con la ira al límite, pero si poder hacerle nada a la diosa bromista por indicación de Rom de no actuar de manera agresiva con los clientes si estos no agredían física, la pequeña diosa solo se limitó a tomar su orden.

- Por supuesto, ¿No tendrán Jagamarukuns de chapulines de casualidad? - Con un tono de burla en su voz, la diosa Loki dijo su orden justo antes de volver a reir.

Algo nervioso, Rom se mantuvo en silencio temiendo como iba terminar esto si se prolongaba demasiado, y Riveria sabiendo cómo iba a acabar todo, solo espero con los ojos cerrados para poder tener un momento de tranquilidad.

- Vamos, no debes molestarte, Enana. Recuerda que soy un cliente y el cliente siempre tiene la razón. - Dijo la bromista dejando de reír y dando un golpecito con su dedo a la frente de Vesta.

Grave error. Suspirando, Rom le quito rápidamente las antenitas a la pequeña diosa para evitar que las dañara y Riveria, abriendo los ojos, se acercó más al puesto del enano.

Algo confundida por el comportamiento de la elfa y el enano, Loki los vio a ambos antes de sentir una inmensa presión que le había provocado ganas de salir corriendo de ahí, ella conocía esta sensación como la palma de su mano.

Regresando su mirada lentamente a donde estaba Vesta, pudo verla, estaba temblando y centrando toda su ira en ella.

- Corra. - Fue lo único que dijo una relajada Riveria.

- ¡AAAAHHHHHHH! - Con un grito de claro terror, la diosa bromista salió corriendo con la esperanza de perder a Vesta.

Sin perder tiempo, la pequeña chica salto sobre el mostrador y se dispuso a perseguir a la diosa payaso.

Suspirando, la alta elfa vio cómo su diosa era perseguida por una furiosa chica tetona de baja estatura y cabello color cerezo.

- ¿Que es "kirby"? Riveria-sama. - Sacando de sus pensamientos a la elfa, el enano hizo esa pregunta mientras esperaba que su aprendiz volviera.

- Creo que una forma de los dioses para referirse al color rosa, pero que es un "kirby" exactamente, me temo que no tengo idea, Rom-san.

Asintiendo el enano volvió a quedar en silencio por un momento, hasta que la elfa hizo su propia pregunta.

- ¿Qué hacía aquí Vesta-sama? - Buscando una respuesta, Riveria que había conocido a Vesta anteriormente y no creía que fuera una diosa que gustara de trabajar, se encontraba confundida por este hecho.

- La estoy entrenado para reemplazarme. - Respondió un sonriente Rom, aclarando la duda de la alta elfa y creándole otra.

- ¿Va a renunciar? - Pregunto algo sorprendida, había conocido al enano por unos años y no esperaba que dejara de trabajar en este puesto por al menos unos años más.

- Así es, ya llevo mucho tiempo planeando esto y ya tengo reunido lo suficiente para poder irme de viaje. Saldré de la ciudad mañana por la mañana. - Con una voz algo melancólica, el enano le dijo lo que haría próximamente obviando.

- Comprendo, Aiz estará algo triste al escuchar la noticia. - Asintiendo ante las palabras del enano, la alta elfa comprendió a lo que se refería y recordando lo mucho que le gustaban a la chica de cabello dorado los jagamarukuns de Rom, la elfa sintió algo de pena.

Ciertamente eran los favoritos de la princesa, de hecho, los primeros Jagamarukuns que la chica probó cuando apareció en la ciudad fueron los del enano hace ya varios años.

- En ese caso ¿Me podría dar una docena? y que seis sean con crema de frijoles. - Ordeno la elfa peliverde con una pequeña sonrisa.

- ¡A la orden, Riveria-sama! - Exclamo Rom, volviendo a poner su alegre sonrisa.

.

.

Recibiendo su orden, Riveria ahora solo tenía que esperar que su diosa volviera, aunque podría irse cuando quisiera en realidad, pero era peligroso dejarla con la diosa Vesta y ella también debía volver con Rom.

Pensando en si debía ir a buscarla, al alta elfa abandono esa idea cuando vio a la pequeña diosa acercarse mientras arrastraba consigo a una inconsciente Loki.

- Buenas tardes, Riveria-chan. Aquí tienes a tu Tabla parlante. - Sin piedad, la diosa soltó el cuello de la deidad bromista, provocando que esta golpeara su cabeza contra el piso, y regresando a la parte trasera del puesto.

Viendo a su inconsciente diosa tirada en la calle, la alta elfa la tomo del cuello.

- Fue un placer, Vesta-sama y Rom-san. - Luego de despedirse, Riveria procedió a retirarse mientras arrastraba a su diosa inconsciente.

- ¡Salúdeme y despídase de mi parte con Aiz-chan! - Pidió el alegre enano recibiendo un leve asentimiento por parte de la elfa.

Volviendo a ponerse las antenitas, la diosa Vesta retomo su trabajo hasta que la puesta del sol marco el fin de su jornada laboral.

- Bien, eso sería todo. ¿Se ha divertido, Vesta-sama? - Pregunto el enano, esperando haber logrado que la chica pelirosa se divirtiera el día de hoy.

- En realidad no. - Bajando un poco los ánimos del enano, la diosa respondió mientras se quitaba las antenitas.

Sintiéndose derrotado, el enano solo suspiro y sonrió amargamente al no haber logrado cumplir su último objetivo como el encargado de este puesto.

- Pero, gracias a ti el día de hoy no fue tan malo. - Honestamente, la pequeña chica pensó que hoy iba a regresar al Tenkai luego de haber muerto de aburrimiento, pero gracias a su maestro, pudo tomarle algo de cariño a este puesto. Era una pena que no volvería a trabajar con él.

Eso fue suficiente para Rom, con una sonrisa y un brillo de emoción en sus ojos, el enano comenzó a freír una buena cantidad de jagamarukuns.

.

.

- Tome, Vesta-sama. Estos los invito yo, espero que los disfrute. - Entregándole una bolsa de jagamarukuns recién hechos, el enano se sentía culpable por haber ignorado a su claramente hambrienta aprendiz durante todo, esta sería su manera de disculparse y como recompensar por graduarse de su "Curso intensivo de gestión de un puesto especializado en ventas de productos alimenticios a base de papa".

Tomando la bolsa rápidamente y oliendo su contenido, la diosa de la comida para llevar no podía esperar poder llegar a casa y comer hasta quedarse dormida.

Cargando la bolsa en una mano, la chica hizo una pregunta que lleva rato dando vueltas en su cabeza.

- Dijiste que iba a ser tu reemplazo, eso quiere decir que va a renunciar ¿Es por mi culpa? - Pregunto la estoica chica con algo de culpa.

Viendo a la diosa, aun sonriendo, decidió contarle su razón para renunciar.

- Esa no es la razón, Vesta-sama. Llevo un tiempo pensando en renunciar, pero debido a la falta de empleados que me reemplazaran he tenido que aplazar mis planes varias veces, y gracias a usted, ya puedo renunciar para dedicarme a mi familia. - Fue la respuesta de un alegre enano mientras guardaba los utensilios.

- ¿Su familia?

- ¡Sí! Creo que ya debe saberlo porque es la diosa del hogar, pero un hombre sería capaz de mover montañas por su familia, todo sea por mi hijo. Vera, mi esposa murió durante la época oscura de Orario y desde entonces he trabajado duro para poder criarlo adecuadamente. Y ahora que tiene la edad suficiente, quiero llevarlo a conocer el mundo y que no viva toda su vida en esta amurallada ciudad. - Fueron las palabras dirigidas de un determinado padre a la diosa Vesta, que por un instante, se sintió incluso más pequeña ante la determinación del hombre barbudo.

Una cosa que no sabía Vesta, era que Rom no solo trabajaba vendiendo jagamarukuns, él también trabaja como obrero, herrero, carpintero y como miembro de la familia Detemer, tenía permitido entrar a la dungeon para cumplir una que otra misión en los pisos superiores. Y aun con todo eso, aun se daba el tiempo para poder pasar tiempo con él, todo fuera por su hijo.

- Entiendo, entonces le deseo suerte, Rom-san. - Si ya de por si la pequeña diosa sentía respeto por el enano por haberla ayudado el día de hoy, luego de oír sus palabras, sabía que como persona era alguien irremplazable.

- Gracias, Vesta-sama. - Dijo el enano para posteriormente volver a extenderle la mano a la diosa del hogar.

Esta vez no lo pensó dos veces y estrecho rápidamente la mano del enano, para alegría de este.

- ¡Fue un placer trabajar con usted! - Exclamo alegremente el enano.

- El placer fue mío. - Respondió la pequeña chica.

.

.

Luego de despedirse de Rom y que este le explicara que alguien iba a llevarle los utensilios e ingredientes todos los días, la diosa tomo su camino de regreso a casa.

Volviendo a oler el contenido de la bolsa, la pelirosa comenzó a babear por lo delicioso que olía.

- Je, je, je. Hoy fue un buen día de tra-. Espera un momento. - Volviendo a poner rápidamente su inexpresiva mirada, la diosa se dio cuenta de algo, algo que había olvido porque Rom la había estado entreteniendo todo el día.

Ella estaba furiosa, mucho de hecho.

Una diosa como ella fue reducida a trabajar como vendedora de comida rápida, ni siquiera era un alimento nutritivo, si alguien comiera esto como principalmente fuente de alimento lo más seguro es que su estatura quedaría reducida considerablemente por la falta de nutrientes.

En algún lugar de la ciudad, a una chica rubia de ojos dorados le zumbo el oído.

Con su furia reprimida y sin poder gritar en la calle para que no la tomaran por loca, la chica pateo con todas sus fuerzas una piedra que se encontraba en el piso.

La piedra pateada salió volando en dirección a un callejón y...

*Auch*

Un quejido de dolor saco a la diosa de su furioso estado. Algo preocupada de que hubiera lastimado a alguien, fue a ver si la persona que había golpeado se encontraba bien.

Adentrándose en el callejo, no tardó en encontrar al dueño de aquel quejido, era un joven chico de cabello blanco como el pelaje de un-

- ¿Conejo?

Ciertamente se parecía, el chico se encontraba con los ojos cerrados por el dolor y sobando la parte en donde había impactado la piedra.

Acercándose un poco más, el chico finalmente dirigió su mirada a la diosa y por fin pudo observar sus ojos, eran rojos con un par de rubíes. Hermosos, era la opinión de la chica.

Pero viéndolo detenidamente, el chico no se veía en el mejor de los estados, era lindo ciertamente, pero se podía ver que tenía unas pequeñas ojeras, sus bellos ojos rubíes parecían haber perdido parte de su brillo, su cabello era largo y estaba gris en algunos puntos, su chaqueta marrón había visto días mejores y en general lucia al borde del colapso.

Parecía un conejo con una pata atrapado bajo una gran roca según Vesta.

Y por parte del chico, quedo casi hipnotizado con la figura que tenía frente a él, su inexpresivo rostro que la hacía parecer una muñeca era de los más bellos que había visto, si no el más bello, sus hermosos ojos azules como el cielo tenían un fulgor que podrías confundir con el sol y su largo cabello rosado como las flores de un cerezo, sumado a esta presencia que ejercía la chica. No tenía dudas, era-

- Una diosa. - Fueron las últimas palabras del muchacho antes de caer inconsciente.

Viendo la peculiar escena que tenía al frente, Vesta comenzó a pensar que hacer con él, claramente no podía dejarlo aquí, pero tampoco era seguro llevar a un desconocido a su casa.

Saliendo un momento del callejón y viendo que no había nadie que pudiera ayudar al chico, a excepción de unas amazonas que estaban en una esquina.

- Obviamente no les daré al chico lindo a ellas. - Dijo la diosa pelirosa antes de volver al callejón.

Estando frente al peliblanco otra vez y viendo como una rata trataba de morderle un dedo, la diosa solo suspiro y comenzó a arrastrarlo de una pierna fuera del callejón.

- Bien, te llevare conmigo, pero que conste que ahora estas en deuda conmigo. - Arrastrando al chico, esas fueron las palabras que le dirigió al inconsciente peliblanco.

Retomando su camino ahora llevando a rastras a un conejo, las diosa se mantuvo en silencio sin ser consiente que el chico se golpeaba de vez en cuando la cabeza con los desniveles del camino empedrado.

.

.

Ya estando en casa y luego de haber servido los jagamarukuns en un plato, la diosa se dispuso a ver que hacía con el albino.

- Aun no despierta. - Dijo Vesta para posteriormente darle un mordisco a uno de eso bocadillos d papa.

*Giuuuu*

Escuchando un familiar sonido, la diosa ya tenía una idea de cómo despertar al chico.

- Oh, tienes hambre... Haberlo dicho antes. - Dijo la diosa, riéndose internamente de su pésimo chiste.

Dándole otro mordisco a su botana mientras se acercaba al muchacho, la diosa observo detenidamente el rostro del joven.

- Ciertamente tienes un lindo rostro. - Y dicho eso, procedió a echarle un vaso de agua en el rostro, provocando que despertara de inmediato.

Cuando el chico abrió la boca para tomar aire, Vesta metió el jagamarukun mordido rápidamente. El chico algo confundido por lo que tenía en la boca, comenzó a masticarlo rápidamente cuando identifico lo que era, un jagamarukun, un simple y mordido jagamarukun.

Pero para el chico, significo la vida. Fue tan delicioso, para él fue la comida más deliciosa que ha probado en su vida entera, estaba seguro que ni los platos hechos por los mejores chefs de la ciudad podrían igualar al sabor de aquel bocadillo de papa.

Viendo unas cuentas lágrimas en el rostro del muchacho, la diosa del hogar se preguntó si de verdad era tan bueno como para ponerse a llorar de la felicidad.

De igual forma, la pequeña chica comenzó su interrogación cuando vio que el chico dejo de masticar y comenzó a verla.

- ¿Cuál es tu nombre? - Para comenzar, la diosa quería saber cómo se llamaba el chico.

- Mi nombre es Bell Cranel, ¿Podría decirme el suyo también, Diosa-sama? - Respondió y pregunto cordialmente el muchacho ahora identificado como Bell Cranel.

- Soy Vesta, la diosa del hogar, pero yo soy el que está haciendo las preguntas aquí, Conejo-kun. - Aun habiendo oído el nombre del chico, la chica ya había decido como lo iba a llamar.

A Bell no le importó como se dirigió a él, siendo una diosa y además su salvadora, podía llamarlo como quisiera.

- Siguiente pregunta ¿Que hacía en ese callejón? - Algo curiosa por el lugar en el que había encontrado al muchacho, Vesta hizo esa pregunta.

- Estoy completamente en la ruina. - Respondió de manera totalmente honesta mientras hacía un cero con la mano.

Habiendo esperado que esa fuera la respuesta, la diosa no se sorprendió y solo se limitó a asentir mientras preparaba la siguiente pregunta.

- ¿Tienes familia? - Obviamente no tenía, ya se podía hacer una idea, pero la respuesta de Bell la iba a llevar a la siguiente pregunta.

- No tengo ningún tipo de familia, Vesta-sama.

Esa era la respuesta que esperaba, ahora podía hacer la pregunta que de verdad quería hacer.

- ¿Por qué no estás en ninguna familia? - Pregunto la diosa, esperando que el chico contara un divertida historia.

- Vera, cuando llegue a la ciudad, yo-

.

.

- Finalmente llegue a Orario, ¡Me convertiré en un aventurero y seré un héroe! Solo debo buscar una familia que me acepte y listo. - Exclamo un sonriente Bell Cranel luego de cruzar la entrada de la ciudad.

.

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- ¡No buscamos debiluchos! - Un hombre alto con un parche le cerró la puerta en la cara al conejo.

- No tienes nada que hacer aquí - Un arrogante elfo lo vio de arriba para abajo al chico y le pidió que se marchara.

- Olvida tus sueños y muere. - Fueron las palabras de un intimidante pallum con un peinado en forma de hongo.

- Disculpa, pero no puedo aceptar más miembros debido a mi situación financiera. -Dijo un amable dios de cabello azul.

- Claro dulzura, puedes unirte, pero antes ¿No quisieras pasar la noche conmigo? - Luego de que la seductora amazona terminara de hablar, esta se dio cuenta que el muchacho con apariencia de conejo ya se había corriendo y logro verlo doblando la esquina, saliendo así del Barrio rojo.

Bell se había alejado mucho del punto de inicio.

.

.

- Claro, puedes entrar. - Dijo amablemente un hombre gato mientras le abría la puerta.

- ¿¡Enserio!? ¡Muchas gracias! - Exclamo un emocionado Bell.

Sintiendo que su búsqueda había acabado, el muchacho entro lentamente por la puerta... Solo que para cuando pasara completamente, el mismo hombre gato lo tomara de la cara y lo empujara fuera de la sede de su familia.

- ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Debiste ver tu cara! Si sigues siendo tan ingenuo te van a robar hasta los zapatos ¡Ja, ja, ja, ja! - Riendo burlonamente, el hombre gato cerró la puerta con un atónito Bell tirado en el piso.

Para este punto el chico se había quedado sin opciones y sin dinero.

.

.

- Luego de eso estuve vagando por las calles unas cuentas semanas. - Finalmente Bell se había podido desahogar luego haberle contado su historia a la diosa Vesta.

La chica de cabello rosa casi había explotado de la risa cuando escucho que el chico quería ser un héroe, cosa que este noto pero decidió ignorarla. Fue tan infantil en opinion de la diosa que hasta le pareció tierno, pero no dejaba de parecerle divertido. Pero no queriendo interrumpir al chico, se mantuvo en silencio y mientras más avanzaba el relato de Bell, la diosa comenzo a sentirse mal por muchacho.

No podía imaginarse lo que tuvo que sufrir durante estas semanas, y luego de pensarlo no muy claramente a causa del cansancio, tomo una decisión.

- Conejo-kun, date la vuelta y quítate la camisa. - Ordeno la pequeña diosa, sin cambiar su expresión.

- ¿Eh?

- Solo hazlo. - Volvió a ordenar la diosa, esta vez con un tono más demandante.

Sin decir más nada, Bell simplemente se quitó la camisa y se dio la vuelta en el lugar donde se encontraba sentado.

Mordiéndose el dedo para provocarse una pequeña herida, la diosa Vesta se acercó a la espalda desnuda del chico y dejo caer una gota de sangre sobre ella.

Esa sensación tomo de sorpresa a Bell, que trato de darse la vuelta para ver que ocurría, pero se detuvo cuando sintió una presión en su espalda y dos brazos alrededor de su cuello.

La diosa Vesta lo estaba abrazando, se sentía tan cálido y acogedor.

- ¿Fue difícil no es así? - Pregunto la diosa con una amable voz.

- Sí. - Sintiéndose somnoliento por la calma que le daba el abrazo y la voz de la diosa, Bell solo alcanzo a decir.

- Pero descuida, ya estás en casa, de ahora en adelante yo seré tu familia y no volverás a estar solo.

Luego oír eso Bell comenzó a llorar meintras era abrazo por su diosa, esas eran las palabras que tanto deseaba que alguien le dijera.

No volverás a estar solo.

Había pasado mucho tiempo solo desde la muerte de su abuelo, era una sensación horrible que le deseaba a nadie.

Dejando que el chico se desahogara, Vesta siguió abrazándolo hasta que finalmente se detuvo.

- Gracias, Vesta-sama. - A punto de caer dormido, el joven chico agradeció a su diosa.

- No debes agradecerme, pero Conejo-kun, aún hay algo que debes hacer. - Dejando de abrazar al chico, la diosa volvió a su tono de voz monótono.

- ¿Y eso es? - Pregunto el peliblanco dejando de estar somnoliento.

- ¡Hueles fatal! ¡Anda a bañarte! - Ordeno la pequeña diosa mientras señalaba la dirección del baño.

- ¡H-Hai! - Un sonrojado Bell salió corriendo de inmediato al lugar señalado por la diosa, avergonzado que tuviera que abrazarlo oliendo así.

.

.

Aseado, Bell Cranel volvió del baño con su cabello completamente blanco nuevamente, sintiéndose renovado, busco a su diosa con la mirada solo para encontrarla dormida en la cama.

Con una sonrisa, el chico pudo ver que había dejado la mitad de los jagamarukuns en el plato y disponiéndose a comer, el chico disfruto cada bocado como si no hubiera comido varios días, porque así fue.

Ya habiendo terminado de comer, el chico busco un lugar para dormir, y habiendo elegido el sofá verde, se lanzó sobre este.

Aunque era un poco duro, Bell sintió que era tan cómodo como una montaña de plumas.

- Gracias, Vesta-sama. - Y agradeciendo una última vez a su diosa, el chico cayó dormido rápidamente.

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OMAKE

- hhhhh!?

Viendo que Hefesto iba enserio con correrla de su hogar y aprovechando que estaba sola en su oficina, la pequeña diosa saco el lápiz de color rosa que siempre carga consigo y tomando una hoja de papel, se dispuso a escribir algo en ella.

- Ahora ¿Dónde pondré esto? - Buscando un lugar donde dejar su queja, la diosa encontró algo que le serviría en caso de que no pudiera convencer a su amiga de que no la eche.

Tomando rápidamente el estuche, la diosa tomo lo que estaba adentro y en su lugar puso la carta.

- No creo que se moleste por esto, se puede comprar o hacer otro en un momento. - Sin sentir ninguna culpa, la diosa ratera salió de la oficina.

OMAKE 2

Llegando a la mansión Crepúsculo, Riveria comenzó a buscar a Aiz para poder darle los jagamarukuns.

Encontrándola en el patio de entrenamiento, la elfa no necesito llamarla, solo con oler el olor de las croquetas de papa, la chica rubia detuvo su entrenamiento y se dirigió rápidamente a su dirección.

Tomando los jagamarukuns de las manos de Riveria, la chica saco uno y se dispuso a comer, dándose cuenta con solo un mordisco que eran los que hacia Rom.

Viendo que Aiz ya había identificado de dónde venían los jagamarukuns, procedió a explicarle que Rom se iría de la ciudad y que le había pedido que se despidiera por parte de él.

Dejando caer la bolsa de jagamarukuns, Aiz cayo de rodillas al piso desbastada y aun manteniendo su estoica expresión, la chica lloro, y lloro de una manera que sorprendió a Riveria. No creyó que se entristeciera tanto.

- ¿Cuánto más voy a perder para que los dioses sean felices? - Dijo la chica de ojos dorados mientras elevaba la mirada en direccion al cielo.

La verdad es que Aiz no había sufrido tanto desde que su padre murió y su madre fue tomada captiva por la lagartija negra voladora.

OMAKE 3

- ¿Está seguro acerca de esto, Hermes-sama? - Pregunto una chica de cabello celeste a su deidad patrona, mientras veía como una chica de cabello rosa arrastraba descuidadamente al chico de cabello blanco.

- Completamente, aunque no lo parezca, ella podrá cuidar muy bien de Bell-kun. - Respondió calmadamente el dios viajero, aliviado de no haberse visto obligado a unir al chico a su familia, eso hubiera dificultado su trabajo y obstaculizado al muchacho de poder cumplir su destino.

Asintiendo a las palabras de su dios, la chica de lentes mientras veia como el pobre chico golpeaba su cabeza con una piedra.

- Sigo sin estar convencida. - Dijo una preocupada Asfi.

OMAKE 4

Una joven princesa de la espada se encontraba hambrienta mientras se dirigía a la Dungeon, pero no tenía tiempo para esperar a que terminaran de preparar el desayuno, debía volverse fuerte rápidamente.

Pero mientras pensabas que podía comer, un delicioso aroma llego a la pequeña princesa y buscando el origen de tan exquisito olor, su búsqueda la llevo al puesto de un enano que vendía comida frita.

Sin saber que eran exactamente, la pequeña rubia ordeno uno, rápidamente el enano termino de freír lo que sea que esté haciendo y se lo entregó a la niña.

Luego de darle un rápido mordisco a la croqueta, la enojada expresión que la chica normalmente suele tener todo el día, se relajó y se convirtió en una expresión infantil de asombro.

- ¿Qué es esto? - Pregunto la asombrada niña.

- Es un Jagamarukun, pequeña. - Respondió el enano sin darle importancia.

- ¿Eres el dios?

- Soy Rom.

- ¿Eres el dios de los jagamarukuns?

- ... ¿Eh?

OMAKE 5

Luego de un largo día de afilar armas, reparar armaduras, armar muebles, matar goblins y Kobolds para tomar sus piedras, surtir varios puestos de jagamarukuns y ayudar en las obras de construcción. Rom finalmente había vuelto a casa a descansar, y sentándose un momento en el sillón de su sala, el enano escucho que alguien se acercaba rápidamente a él.

- ¡Papá!

Era un pequeño niño. Saltando encima de Rom con un libro para poder sentarse en las piernas del enano.

- ¿Me puedes leer un cuento? - Una petición tan banal fue hecha por el muchacho, algo tan simple que el enano fácilmente podría rechazarla para poder irse a dormir y tener su tan merecido descanso.

Pero para Rom, esa petición era igual o más importante que cualquiera de sus trabajos.

- ¡Por supuesto, mi pequeño! ¿Cuál quieres que te lea? - Fue la respuesta del alegre enano.


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