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Venti

Advertencia ⚠️: digitación vaginal, sexo oral, sexo tradicional, creampie, sexo sin protección, castigo, sobreestimulación, sensibilidad, sangre, degradación, humillación.
Narrador omnisciente. —

Desempleado, soltero, borracho y siempre paraba endeudado con los bares cercanos a su apartamento ¿Podría ser peor? Así vivía Venti, un joven de ya 25 años, baja estatura, infantil y flojo. No le importaba mucho sus deudas, vivía despreocupado de sus problemas.

Venti llevaba una vida sedentaria, era bastante perezoso y aunque le coqueteaba a las mujeres que encontraba atractivas estas lo evadían o le daban una mirada de asco.

Pero eso no le impidió tener una "linda" relación de 7 meses con una hermosa rubia, baja estatura y ojos azules, Bárbara.

Ella siempre aguantaba todas sus niñerías y tonterías, siendo amable al comienzo de su relación, lo cual cautivó su corazón en un instante.

Bárbara visitaba a Venti frecuentemente a su apartamento y limpiando el descuidado lugar cada que podía. Mientras que el de ojos azules solo se disponía a mirarle con cariño.

Bárbara hizo que el mal hábito de Venti cambiara drásticamente, ya no solía embriagarse como antes, incluso se comprometió a buscar empleo.

Diluc, que era uno de sus amistades con el cuál era más cercano, ya que, visitaba de manera constante su bar, le ofreció ayuda contratandolo para atender a los clientes.

¡Diluc!~ ¡No sabes cuánto te quiero, gracias! — lloriqueó mientras buscaba abrazarlo, a lo que el contrario solo lo empujó, manteniendo su distancia con el de ojos zafiro.

Sí, ajá. Mantente alejado de mí. — suspiró frustrado, entregandole el uniforme de su trabajo.

— Bien, entonces... ¡Trabajaré duro!, El cumpleaños de Bárbara se acerca y quiero darle un digno regalo. — sonrió orgulloso tomando su uniforme.

— Te trae bastante enamorado ¿No es así? — arqueó una ceja mientras limpiaba los vasos y los acomodaba.

Eh-heh...

Sus mejillas se ruborizaron ligeramente, tomando una sonrisa nerviosa para después asentir.

— Bueno, será mejor que trabajes duro para eso.

-— ¡Lo haré!

Dió un ligero brinco antes de correr a los baños a cambiarse de ropa a su uniforme. Cuando salió, el bar ya estaba lleno de gente, era un lugar famoso a si que empezó a trabajar.

Atender a los clientes, soportar a los ebrios, ir de aquí para allá, podía entender porqué Diluc se molestaba con él cuando estaba en ese estado, las personas que se excedían de alcohol eran bastante agresivos y maleducados.

Luego de trabajar todos los días quedaba exhausto, y aunque era inexperto, se fue acostumbrando.

Pasaron las semanas y hasta meses, se había acoplado bastante a su entorno en el trabajo. Diluc no estaba disgustado, ya que los clientes se iban satisfechos, pero sentía una punzada de preocupación al verlo cada día más cansado, ya que hacía horas extras e incluso tomaba los turnos de sus compañeros si estos faltaban.

Tan lindo, solo por su linda noviecita.

Que ingenuo.

Una noche el de cabellos azabaches llegó a su apartamento, totalmente exhausto, no se tomó ni la molestia de prender las luces o arreglar sus cosas, simplemente se dirigió a su habitación, sintiendo su cabeza dar vueltas.

Pero esto no le impidió que una vez estando recostado en su cómoda cama, tomó su teléfono para escribirle un mensaje de texto a su pareja.

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01:36am.                              Batería: 16%

Mi princesa, ya estoy en casa, lamento no poder haber salido contigo esta noche.

Últimamente estás muy ocupado, comprendo eso, pero pudiste haberte tomado el tiempo... —

— Perdóname, no podía tomarme ésta noche libre, pero si quieres podemos salir este fin de semana.

Déjalo así, Venti. Saldré con un amigo este fin de semana, a si que no podré.—

— ¿Cómo que un amigo? ¿Quién?

Ya me voy a dormir, hablamos mañana. —

— ... Ok, descansa mi niña...

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Él no comprendió la razón por la cual Bárbara se había molestado, solo estaba trabajando, y lo hacía para cambiar, ser mejor persona. Para él y por ella.

Le disgustó la idea de que ella saldría con un "amigo" pero no quería fastidiarla con sus inseguros pensamientos.

Al día siguiente, despertó con un dolor de cabeza que lo perturbó por toda la mañana. Se sentía más cansado de lo habitual y sobre todo, deprimido.

Le envío mensajes de texto a su enamorada, pero nunca fueron respondidos, estaba preocupado pero se mintió a si mismo diciéndose que seguro ella estaría ocupada en sus asuntos.

Le faltaban provisiones en su refrigeradora, por lo que decidió salir de compras. Los últimos meses que estaba trabajando en el bar, no salía de día, solo de noche.

— Parezco un murciélago, que gracioso.

Rió mientras se miraba al espejo, tenía ojeras pronunciadas y un semblante cansado, pero nada fuera de lo normal. Su rostro seguía siendo como el de un chico joven y apuesto. Su altura no era alta, de hecho era alguien de estatura baja y un cuerpo pequeño.

Pero eso no quitaba que era bastante atractivo.

Se bañó y vistió para salir, entrecerró los ojos cuando abrió la puerta de su hogar, el día era cálido y el sol no estaba tan intenso, pero se había acostumbrado a la oscuridad, lo que se le dificultó adaptarse a un día soleado.

Fue al supermercado, fue con una mascarilla negra y una gorra para no llamar la atención. Cuando entró al lugar, se dispuso a tomar un carrito y empezar a comprar los suministros alimenticios. Todo iba bien hasta que vio a Bárbara hablando con un chico, este era alto, definitivamente más alto que él, moreno y de cabello azul, portaba ropa cara y demostraba elegancia.

¿Porqué bárbara estaría con un hombre así?
Intentó disimular mientras tomaba un frasco de chocolates, sin darse cuenta que se le resbalaba de las manos. Cuando sintió la ausencia de el objeto en sus manos se sobresaltó y cerró los ojos esperando el ruido del vidrio roto, pero no sé escuchó nada.

Cuando abrió los ojos se dió cuenta de alguien más la había tomado antes de que cayera, era una chica, por sus rasgos físicos, pero estaba encapuchada y con una polera negra, que cubría bien su rostro. Algunos mechones de su cabello se escapaban de la capucha.

Se quedó paralizado, en silencio, pero solo reaccionó cuando la persona que le había salvado el pellejo finalmente habló.

— Ten más cuidado. —extendió la mano con el frasco de vidrio en sus manos.

— ¿Qué? Quiero decir, gracias.

Tomó con delicadeza el frasco, algo ansioso, pero cuando intentó ver su rostro, vió unos ojos preciosos, unos ojos color [_______]. Se quedó viendo un momento, quizá más de lo necesario, casi más como...hipnotizado.

Pero el sonido de unos pasos alejándose lo despertó de su trance, volteó a ver si su novia seguía con aquel tipo, pero ninguno de los dos se encontraba ahí. Frunció ligeramente el ceño, fastidiado, y cuando giró hacia donde estaba ésta misteriosa chica, tampoco estaba.

— Debo estar empezando a alucinar. Estoy algo cansado. — se dijo a sí mismo, antes de analizar el frasco de chocolates y ponerlo en el carrito de compras.

Le habrá tomado aproximadamente treinta minutos poder comprar toda la comida que necesitaría, le costó mucho distinguir productos y etiquetas, al no haber dormido sentía mareos y su vista era borrosa.

A pesar de solo ir al supermercado, le pesaban los párpados sentía que debía dormir de nuevo, además, el cumpleaños de bárbara era mañana, así que debía trabajar muy duro ésta noche.

Ni bien llegó a casa, dejó las compras en la mesa de su cocina y se fue a su habitación, tirándose en su cama. Con apenas una pizca de energía, tomó su teléfono a ver si su novia le había respondido todos los mensajes que él ya había enviado, pero no fue así, había subido nuevas fotos pero estaba tan cansado que solo apagó su teléfono y se dispuso a dormir.

Ya eran las once de la noche, se levantó por la alarma de su teléfono, con un fuerte dolor de cabeza y el cuerpo débil se sentó en su cama para luego cambiarse al uniforme del bar.

Tomó sus pertenencias como sus llaves y teléfono, luego abrió la puerta de su apartamento y vió la luna brillante, era hermosa. Le hacía recordar aquellos ojos [_______] que había visto esa tarde.

— ¿Dónde tengo la cabeza? ¡DEJA DE ALUCINAR, TONTO!

Se dijo a sí mismo mientras se golpeaba con la palma en su frente hasta que se despertó un poco más, y fue corriendo hacía su trabajo.

Ya en el establecimiento, saludó a los empleados y luego a Diluc, pero éste ya no tenía el carisma que le acompañaba todos los días, con la cual todo el bar se había acostumbrado y siempre se animaban. No, hoy Venti estaba apagado, totalmente, su semblante era de cansancio y tristeza, se había esmerado mucho, trabajaba horas extras y cubría turnos de sus compañeros cuando faltaban.

Se había esforzado tanto.

Siguió trabajando, aún sintiendo las miradas preocupadas hacia su persona, hoy el bar estaba algo vacío, a si que no habían muchas personas que atender.

— Vete a casa. — El de hebras rojizas le dijo.

— ¿Hice algo mal?

— Tómate ésto como un descanso, te pagaré igual.

Se sorprendió un poco, antes de dar una pequeña sonrisa cansada y abrazar a Diluc.

— No sabes cuánto de lo agradezco, cuando sea grande te lo voy a pagar. — Bromeó.

— No seas tonto, ya eres un adulto. — Lo apartó ligeramente, no le gustaba el contacto físico.

— ¿Supongo, eh? Atenderé a esa persona y luego me voy a casa. — señaló a una persona encapuchada que estaba de forma sospechosa en la última mesa junto a la pared.

Se acercó con una sonrisa cansada, pero emanaba amabilidad.

— Disculpe ¿Qué le puedo brindar? — de forma educada articuló.

Pasaron unos segundos, aunque parecían muy largos, hasta que finalmente la extraña persona habló.

— ¿Bárbara es tu novia, no?

Fue una voz femenina, pero por alguna razón le hizo estremecer. Su sonrisa amable se congeló un momento antes de mostrarse confundido.

— ¿Cómo?-

La fémina mostró una foto muy prometedora de bárbara y aquel hombre que vió en el supermercado esa misma tarde.

Era bárbara teniendo sexo oral con aquel moreno de cabello azulejo.

Quedó boquiabierto, tomó el teléfono y procesó todo un momento. Estaba completamente en shock. Había trabajado tanto para darle un regalo que esperaba que le gustara para su cumpleaños. Después de todo el tiempo que pasaron juntos. Para que mientras él se mataba trabajando, ¿Para que ella estuviera follando con otro hombre?

No podía creerlo, simplemente no podía.

Las lágrimas empezaron a picar al borde de sus ojos, mientras apretaba su agarre en el teléfono de la chica, antes de devolverselo.

— ¿De dónde sacaste esa foto? — se limpió las lágrimas.

— ¿Eso importa? Ésta mujer está engañandote.

— ¿Qué ganas tú con ésto? Me sentía mejor cuando no... — se le hizo un nudo en la garganta.

— Siéntate y bebe un poco, te sentirás mejor. — invitó.

— No voy a...

Fue una voz dulce, casi tentadora, pero no tenía las energías para pensar, así que trajo algunas botellas de cerveza y los dos empezaron a tomar.

¿Lo raro? Era que ella bebía y bebía pero no parecía emborracharse, mientras él estaba empezando a ver doble, el cansancio se mezcló con el alcohol, ocasionando que estuviera completamente fuera de sí.

Sintió que lo apoyaban en caminar y luego que entraban en su apartamento.

La última sensación que pudo recordar, fue su cama debajo de él.

¿Qué más pasó?

No ¿Qué estaba pasando?

Lloriqueó, mientras se removía en la cama, con lágrimas en los ojos, apretaba las sábanas y arqueaba la espalda por las fuertes olas de placer que sentía de repente.

Con la mirada pérdida, vacía, solo pudo ver una mujer bastante atractiva, hermosa de hecho.

Esa eras tú. Una súcubo, un demonio que se alimentaba de los deseos carnales de los humanos, que solían alimentarse del semen de los hombres para restaurar su poder. Habías planeado todo para que el vulnerable muchacho de ojos azules pudiera reconocer su infidelidad y dejarlo así de débil.

Para poder alimentarte de él. Era la primera víctima que te había intrigado tanto. Sus expresiones, sonidos y reacciones eran tan lindas. Eso pensabas tú.

Él sentía su cabeza dar vueltas y vueltas, él recién se había levantado, pero se había corrido ya tres veces. Estabas chupando su polla, lamiendola, estimulandola, tanto que era demasiado para soportar, demasiado para él.

Más cuando estaba así sensible.

— No más...ya basta... — gimoteó, mientras intentaba desesperadamente jalar tu cabello.

— ¿Qué? No te escucho, habla más fuerte.

Dijiste pasando tu lengua caliente por la raja de su punta babeante de presemen, lo que lo hizo soltar un chirrido agudo mientras cerraba los ojos e intentaba cubrir su boca.

— Porfavor... — suplicó entre lágrimas, su rostro enrojecido, con lágrimas y baba por su delicado rostro.

— No lo sé ¿Debería? Parece que disfrutas esto como una patética perra.

Lloró cuando sintió una presión en su pelvis, estaba a punto de correrse nuevamente, sus caderas se sacudieron mientras un gran torrente de semen invadió tu cara, manchandola.

— Que patética, estás desperdiciando algo valioso ¿Lo sabes, no?

Te acercaste hacia su rostro, empezando por lamer su cuello y luego su oído, con pequeñas estimulaciones ya estaba rogando incoherencias, estaba ido. Pero de forma repentina aplastaste tus labios contra los suyos en un beso feroz, tu saliva servía como un afrodisíaco para los humanos y lo usaste a tu beneficio.

Su cuerpo se sentía caliente y podía ver su polla poniéndose dura de nuevo en contra de su voluntad, estaba tan sensible.

— No, yo no...voy a morir, esto es demasiado, no puedo...

Tembló, sus muslos temblaban al igual que su cuerpo entero, tenía chupetones en todo su cuello, entrepierna y el interior de sus muslos.

— Soportarlo como buena putita ¿Quieres? — sonreíste con pura burla, ver sus lágrimas deslizarse por sus mejillas ante tus crueles palabras solo aumentó tu hambre.

Dirigiste una mano hacia su sensible pene, que estaba enrojecido, la punta rosada estaba pegajosa por su anterior semen y tu saliva empezó a dar efecto, ya que ni bien la tocaste y frotaste por unos segundos, unos hilos gruesos de líquido blanco salió a chorros de su punta, mientras él se retorcía y arqueaba la espalda.

— Mira, que zorra. Te corres tan rápido ¿Ésto es lo único que duras? — lamiste tu mano con su corrida, antes de levantarte de la cama y empezar a desvestirte.

Delicadas curvas, un cuerpo perfecto, tu piel [______] se veía tan suave. Cuando estuviste completamente desnuda, una marca en tu vientre se destacó, era una marca muy extraña. Una marca de corazones que simulaban un útero. Unas pequeñas alas atrás tuyo seguido de una cola de demonio.

Se paralizó, queriendo levantarse, casi se desesperó.

— No, espera-

Te acercaste lentamente hasta quedar a horcajadas sobre él, intentó empujarte pero estaba muy débil. El calor que emanabas de tu cuerpo lo hacía estremecer, como cuando vió directamente a tus ojos por primera vez.

Venti articuló las palabras más coherentes que pudo.

— Esto no está bien...ya bast...- ¡Ah!~

Sus ojos se abrieron como platos, al sentir su sensible punta rosada pasando por la raja de tu coño, antes de que la alinearas en tu entrada.

— No ¡No! Sí lo pones ahora, no voy a soportar mucho tiempo, te lo pido...¡ammghh!~

Hundiste su polla hasta la empuñadura en tu interior, habías bajado tus caderas de golpe, lo único que sentiste fueron chorros calientes de su semen en tu útero, te sentías más poderosa.

Con eso ya había perdido la cabeza por completo, estaba totalmente ido. Solo podía gemir sobreestimulado con cada movimiento de tus caderas.

— ¡Oh, Arcontes! Porfavor...nghh...

Lloriqueó, con otra sacudida se volvió a correr. Tus paredes aterciopeladas eran demasiado para él, parecían succionarlo, gritó cuando su polla besó la suave textura de tu cervix que parecía tragarlo, sus ojos se pusieron en blanco mientras se aferraba a las mantas.

Detrás de sus párpados veía estrellas, la sobreestimulación pareció ser demasiado cuando empezó a rogar "porfavor, porfavor, porfavor" pero ya no estabas segura si era para que siguieras o para que te detuvieras, de todos modos, no paraste.

Ni cuando gritó de nuevo por otro orgasmo, ni cuando suplicó que siguieras, ni cuando tomaste su teléfono para llamar a bárbara.

Oh, pero fue totalmente satisfactorio escuchar a la chica al otro lado del teléfono, bastante furiosa  al escuchar a Venti gritar y gemir de ese modo.

— Ahora es mío, puta. — Ronroneaste al teléfono, con una sonrisa burlona, mientras veías de nuevo al de hebras negras correrse.

Venti ya no podía soportarlo más, su mente daba vueltas mientras miraba estrellas, antes de desmayarse abruptamente.

[♪]

Cuando se levantó, su cuerpo ardía y dolía, tenía marcas por todos lados, marcas de dientes y chupetones. No podía recordar lo que pasó ayer.

Tomó su teléfono y lo abrió, viendo muchos mensajes furiosos de su novia. Y luego de un número desconocido.

"Te veo ésta noche."

Seguido de algunos videos prometedores de él, que le habías enviado a la rubia.

Su cuerpo se estremeció.

Pero de alguna forma. No fue tan malo ¿Verdad?

Solo una vez más.

Hola mis beibis, REGRESÉ DE LA TUMBA, estaba totalmente muerta en mis libros, ¡Pero planeo actualizar todos! Sí hay alguna falta ortográfica me lo pueden hacer saber. Me disculpo de ante mano si es muy corto, prometo traerles uno con más historia 💗.

2882 palabras.

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