Prólogo
P R Ó L O G O
Era un día brillante y tibio de agosto y los relojes marcaban las once. Un par de hombres de traje negro no paraban de mirarme cuando llegué al lugar. Era más que obvio que recibiría ese tipo de miradas. Conocía a menos de un cuarto de todas las personas que se encontraban allí, pero parecía que todos me reconocían a mi. Me examinaban de arriba abajo, porque ¿quién en su sano juicio atendía un funeral vestida toda de blanco? Esa loca descerebrada era yo. Pero había jurado que lo haría y las promesas de este calibre se cumplen.
No voy a mentir, estaba aterrada. No se suponía que debía estar ahí, es mas, Sacha me lo prohibió y yo le dejé saber que de ninguna manera pondría un pie fuera de nuestra casa ese día. Pero ahí estaba, despidiéndome de la única familia que me quedaba. Mi madre no contaba, el dinero la cegó y olvidó de donde provino...olvidó a su propio hijo por un par de joyas y cosas lujosas.
Denys, mi querido Denys. Mi pobre hermano que había acabado de la peor manera, pero de alguna forma, mucho mejor que yo. A sus cortos 32 años había acabado solo en un cementerio lejos de casa, acompañado por su seguridad que solo estaban esperando saber que pasaría con la paga.
Habían ocho agujeros de bala en su pecho cuando lo encontraron en su casa. Su camisa prolijamente planchada estaba manchada de sangre y sus ojos perdidos en el vacío de su mente.
Yo estaba segura de que Sacha había sido el culpable, pero no podía reclamarle nada. Había renunciado a mi familia el día en que puso aquel anillo en mi dedo y juré estar a su lado por siempre y para siempre. No hay día en que no me arrepienta de aquello. Deseaba volver a ese pequeño pueblito y estar rodeada de pescado toda la mañana y por las tardes escaparme con Sebastian, aquel muchacho que llevaba muchos años sin ver.
Y seguía allí, de pie junto a la tumba de mi hermano.
Aquí no es donde termina la historia, y mucho menos donde empieza.
Pero es la parte más memorable de ella.
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