Interludio 02: Mustio
Las emociones no expresadas nunca morirán, están enterradas vivas y aparecerán más tarde de maneras más desagradables.
Sigmund Freud
Una luz se colaba tenue entre aquellas maniatadas cortinas, por las cuáles podía apreciarse el polvo bailar con la inmensidad de lo oscuro de la pequeña habitación. El típico aroma de aquellas flores llenaban ese espacio en el que nada más que esos ojos marrones y ellas tenían un alegre color denotando vida, no sabía muy bien cuántas horas pasaron desde que se había despertado, era de mañana o tarde no pudo identificarlo, casi no se veía el sol por las nubes que iban a paso lento, era domingo así qué podía mantenerse unas horas más allí antes de irse con sus amigos, quizá.
Se levantó muy a su pesar debido a que tenía hambre por lo mismo había despertado como tantas otras veces, se talló los ojos con su pequeño puño para despabilar por completo, sus pies tocaron el piso frío, pero, rápidamente tomó sus zapatos y comenzó a caminar por el silencioso pasillo, hasta dar con la escalera bajando dónde buscaría el pequeño refrigerio, tal vez, si tuviera suerte, quedarían los restos de cena de la noche anterior, o quizá algo más que no fuese prohibido para él, sigue un poco hasta que se ve obligado a detener sus pasos, cuándo los fuertes sonidos llegaron ante sí, él ahora bajaba con mucho cuidado, casi con lo mudo en su respiración, no quería nada de ruido, porque sabía que eso sería mucho peor, ya que cada que se acercaba a la cocina podía escuchar más fuertes aquellos altos gritos. Para cuándo llega por completo se asoma, apenas viéndose su silueta y allí sus ojos podían ver aquello que constantemente sucedía.
Podía observar la cabellera de aquella mujer ser tomada con fuerza y con su muñeca siendo estrujada por la mano de aquel hombre que la maniataba sin cuidado alguno, ahí rápidamente la frustración se mezclaba en su ser, podía sentir cómo todo iba mortiferamente lento, como los sonidos se incrementaron y como su tórax se inundaba de aquel veneno de odio e ira, pero solo podía mantenerse tieso, como siempre. Completamente impotente y adolorido, no física pero sí emocionalmente, lo poco que poseía de empatía iba desprendiéndose, cayendo cuáles pequeñas cartas de ese castillo de naipes que nunca podía mantenerse estable, no en un ambiente así.
—Dame el puto dinero ahora mismo, estúpida.
''Defiéndete'', piensa el niño.
La manera con la que soltaba las palabras hacían notar el enojo y la brutalidad con la que seguiría si no terminaba por ceder ante lo que le decía. Mientras la mujer solo llora, quejándose porque a cada vocablo su agarre era más fuerte y como puede le da el dinero.
Cuándo el hombre lo toma, la suelta empujándola contra el refrigerador, haciendo que su cuerpo impacte contra el mismo y caiga de forma abrupta al suelo, llorando aun mas fuerte, cuando lo ve acercarse.
''Protégete'' era lo único que quería decirle a la joven mujer, pero era una palabra que solo resonaba en el interior de su cabeza.
Ve que lo hace, se protege, rodeando sus brazos por sobre su cuerpo a lo que el hombre maldice y la toma de la barbilla diciéndole más cosas que él ya no se quedó a escuchar.
En él solo resonaban preguntas que no tenían respuestas nunca, la molestia para ese punto también comenzaba a dirigirse hacia la persona la cual había llegado a apreciar, comenzaba a odiarla, por ver lo débil que era, por no hacer nada al respecto y aun mas por que a causa de ello, también él debía sufrir las consecuencias. Camino en dirección a su cuarto, para el momento en el que había cerrado la puerta de su habitación las lágrimas caían, va con prisa a buscar algún punto dónde liberar la frustración, porque sabía que no podía hacer nada, ella seguía decepcionándolo, desperdiciando cada oportunidad que surgía de terminar rompiendo su relación o matándolo, cosa que según su opinión, merecía, por todas las ocasiones en las que lo había hecho enojar, eso lo hacía sentir demasiado frustrado, va hasta el rincón cerca de la cabecera de su cama, dónde se mete y abraza sus rodillas, no pensaba salir y pasar hambre no le importaba en realidad era un buen complemento.
Deseaba sacar de su mente esos gritos e imágenes, y para eso el estar con hambre era lo mejor, porque su cuerpo dolería a la falta de alimento, lo que ocasionaría que su cerebro anulase cualquier otro pensamiento que no fuese el saciar ese instinto básico, olvidando esas constantes escenas que revoloteaban en su cabeza. Estaba paralizado, sin habla, sin emociones buenas y solo las malas quedaban, la rabia, el rencor, la violencia con la cual lloraba y se imaginaba el acabar ese tormento de su diario vivir, lo llevaban a ahogar gritos en sus manos, tapaba su boca con tanta fuerza que gritaba, dejando ver sus venas levemente, diciendose a si mismo que eso no era algo que él mereciese vivir, llegando a un punto en el que el aire era casi nulo, ya con su garganta ardiendo continuaba repitiendo lo mismo una y otra vez, hasta que el enojo, llanto y fuerza con la que lo hacía lo dejase nublado, por la falta de suficiente oxígeno, no podía dejar que el aire circule bien, quería descansar, dormir un poco para evitar aquel sentimiento.
Era pequeño cuando aprendió a sobrevivir, joven comenzó a perder las escasas partes suyas que eran necesarias para ser una buena persona, y sabía aquello, lo sabía y aun así dejó de importarle, el no deseaba ser bueno, solo anhelaba poder escapar de aquel agujero en el que había pasado varios años, ya en él todo dejó de brillar, ya no quedaba nada por salvar y lo aceptaba, él era una flor mustia, no quedaba nada, y con el temblor de su llanto se disolvió en la oscuridad, él era un niño malo y tenía que serlo para seguir vivo porque "los niños buenos no sobreviven".
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