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Capítulo 1

Brevis ipsa vita est sed malis fit longior.

[Nuestra vida es corta, pero se hace más larga por las desgracias].

-Pablius Syrus

Club nocturno, Gunah
Incheon, Corea del sur
3:12 a.m

A veces la vida paraliza los sentidos, confunde la vista, desvía los caminos, en parte por las decisiones que se fueron tomando en el sendero, en ocasiones quizas mas por su propio capricho.

 La vida es así, decidir o hundirte. Tomas un camino o te quedas atrás.

Gracioso, cómo también el hecho de que nadie llega a ser completamente malo o bueno, íntegramente normal o anormal, puesto que ninguna persona se mantiene en un extremo por completo, a todos les falta algo, una pieza, la misma que completa el puzle, la parte que lo une todo.

Muchos buscaban evitar la sensación de vacío intentando saciarse con adicciones externas cayendo aún más dentro de los umbrales de las leyes absolutas de la caída inevitable al caos eterno.

Entre ellos también se hallaba aquel joven que danzaba entre movimientos demasiados sensuales, entre el sudor, música y gentío, completamente a merced de las drogas.

Los mechones negros se pegaban a su frente, sus esponjosos labios eran marcados por un rojo cereza, sus largas pestañas enmarcaban unos ojos marrones relucientes, su piel brillaba entre la leve capa de sudor, mientras sus caderas chocaban contra la de su pareja de baile, rozándose provocativamente ante la melodía y conversaciones que eran mas bien gritos de las personas que estaban a su alrededor. 

Mordía sus belfos extasiado con las sensaciones que su cuerpo experimentaba en ese momento y el calor que se acumulaba en aquella pista de baile, realmente esa era su manera más fiel de desprenderse de sus problemas, la forma más dulce de quebrarse sin que duela demasiado.

Aquellos ojos tenues comenzaron a recorrer aquel pub, veía a personas devorarse en los rincones, mientras que otras discutían. Sentía el vaho a transpiración mezclada con los perfumes caros y excesivas hormonas profanaban sus fosas nasales.

En un momento inesperado sintió un leve beso en su brazo causando que sus ojos se dirigieran a la muchacha quien aún conservaba sus pupilas demasiado dilatadas, sus mofletes sonrojados y su respiración errática.

Sonrió ladinamente identificando fácilmente la mirada deseosa y ansiosa de su compañera, pero él no deseaba aún dejar la pista, el bailar y despojarse de sus preocupaciones era lo importante en aquel momento por lo que la tomó de la cintura girándola, posiciono una de sus manos entre su hombro y nuca mientras la otra mano fue a su cintura, inclinándola levemente, la guiaba de nuevo al ritmo que incitaba a la explicidad de tener intimidad con ropa. 

Cerró los ojos dejándose llevar, podrían ser las dos, tres o cuatro de la mañana pero le resultaba irrelevante en realidad. Abrió lentamente los párpados tratando de divisar la barra de tragos, sus labios estaban resecos y su garganta rogaba por un poco de líquido para calmarse.

Sin embargo su vista había terminado sobre una esquina en particular, en uno de los sofás se hallaba una persona observándolo intensamente, con aquellas luces neón iluminando sus claras y finas facciones con ese cabello extrañamente azulado.

Insólitamente toda esa atención en lugar de hacerle sentir incomodidad, lo encendió. 

Sí, él amaba ser deseado, ya sean por hombres u mujeres, la atención le resultaba ser un huracán en auge que aun sabiendo que como resultado tendria la destrucción, le era tan erótico y atrayente que era imposible no sacumbir en el.

Las luces y humo enmarcaron a la estrella de esa noche, como tantas otras, que claramente era él, su mirada se posó en el hombre sentado a metros suyo, con una copa de daiquiri de limón, entre sus finos labios, sus largas y venosas manos que lograban aumentar su salivar, era el punto exacto mínimo tener a aquella chica restregándose contra su hombría, sentía un calor naciendo desde su bajo vientre hasta su miembro, creando un leve deseo.

Sí, quizá se debió a la alta cantidad de variadas sustancias que aún alteraban su percepción, pero, ¡Mierda! Aquel hombre simplemente estaba provocándolo. Con sus piernas abiertas en el punto exacto y los brazos reposando a los extremos de aquel sofá. Sus brillantes ojos y labios lo estaban llamando. Ambos mantuvieron una guerra de miradas eterna, avivando las ganas de apropiarse sin pudor del cuerpo del contrario. Puesto que era una atracción instantánea, dos cuerpos deseosos por sentirse desenfrenados.

¿Era eso siquiera posible ante dos personas que jamás se vieron y que ridículamente coqueteaban a través de sus ojos en medio de un pub?

Pues al verlos pareciese que sí.

El pelinegro corrió sus cabellos lentamente a la par que sus labios eran transitados por su lengua, su mano recorría su abdomen levantando lentamente su camisa blanca, su mirada bajó y subió ante aquel hombre cómo retandolo a pararse, acercarse, animarse a tomarlo.

El dueño de esa mirada profunda e intrigante se acomodó colocando su tobillo sobre su pierna, era una clara guerra entre dos personas que deseaban caer entre las redes lujuriosas de la noche.

Si de alguna manera se pudiera explicar lo que ocurría en ese instante, solo podría llegar a ser comparado con ese momento en las películas de cliché romántico, cuando todo se detiene, estaba hecho de la misma forma en la que los protagonistas de esos metrajes, aquellos que eran la demostración de un amor disfuncional y profundo estado de dependencia emocional de parte de ambos, pero nunca importaba, se veía bien, se sentía bien y lo mejor de todo es que no podía detenerse, pero a diferencia de aquellos enamorados protagonistas esto no se trataba de una narración romántica, no para el pelinegro, quien ni siquiera se preocupaba en pensar en cómo se llamaba aquel ser, a el se le podría ocurrir mil formas distintas de llamarlo, no necesitaba saberlo, mucho menos una historia que hablase de amor, no cuando podría tratarse de una extensa narración erótica, y él sabía que podía llegar a ser una totalmente única, lo sabía porque tenía la experiencia necesaria con los sabores y para ese momento él podía apostar a lo que le dijesen que aquel hombre sabía como el daiquiri de limón que el mismo tenía en su manos, perfecto para saciar su sed.

Cruel demostración del destino, siempre jugando con todos, tal cual muñecos, de todas las vacías almas que allí vagaban debieron ambos de terminar con las miradas colapsando una con otra, cruel, cruel presagio pero no podían notarlo por el leve cosquilleo surgiendo, la curiosidad, el desafío y deseo ardiente como fuego juntándose, lo sentía tan peligroso como inevitable.

¿Dónde habían ido todos? ¿Por qué no notaba a nadie más que aquel chico de cabellos claros? Como si estuviera mareado, tan absorto para ese punto él casi podía sentir en las puntas de sus dedos la piel del contrario, casi podía oírlo gemir, casi...

— ¡Jimin! — escuchó a su novia, decayendo del ensoñamiento en el cuál se perdió — ya quiero irme, vayámonos ahora — había olvidado por completo que tenía acompañante esa noche.

Soltó una mirada llena de molestia, casi gruñendo por el desagrado. Pensaba en ¿Cómo se le ocurre decirle eso en ese momento? Si hubiese podido le hubiera hecho esfumarse en el aire.

Suspiró pesadamente y dirigió sus ojos a dónde aquel ser emitía claras señales de deseo por su persona. Vio como ella giraba hacia dónde aquel enigmático y varonil joven que bebía con extrema tranquilidad, la observó bufar.

Jimin sopeso rápidamente sus alternativas, tampoco era cómo si no pudiera darle una rápida atención a la chica, bien sabia lo sucia que podía ser cuando se trataba de el, hacer que termine desvaneciéndose por todo el conjunto de sensaciones y volver con ese hombre, pero, joder, sabia que no debía, suavizó la mirada al conectarla con la de ella.

— ¿No crees que podríamos quedarnos un poco más Jinsi? — dijo cerca de los oídos de la muchacha debido al alto resonar de la canción.

— ¡Quiero irme Jimin! — chilló con el rubor encendiendo sus claras mejillas.

Dios, aquella fue la manera perfecta de arruinar su noche. 

Un berrinche en medio de ese lugar y con aquel hombre aún con sus ojos clavados en él era todo menos bueno. Chasqueó su lengua y asintió, la chica rápidamente lo tomó de la mano guiándolo a la salida.

Observó por última vez a aquel hombre, sus iris irradiaban deseos ahora reprimidos, Jimin juraba que podría haber llegado al clímax con una sesión de sus ojos sobre él. La intensidad y excitación que él sentía en ese instante hacían que su entrepierna ardiera hasta el punto de dolerle, quizá estaba demasiado dopado y alcoholizado, sí.

Además ni siquiera lo conocía ¿Si era un asesino o un violador? O lo que fuere, y él con las hormonas alborotándose con simples gestos. 

Estaba loco, claro que sí, más al pensar que viéndose de esa manera él hubiese accedido a que ocurriese cualquier cosa imaginable, pero era irrelevante, pues ya no había oportunidad, se perdió entre la multitud dejando a ese hombre buscándolo.

No notó que ya no oía el sonido fuerte del pub o que sus labios eran posesivamente tomados por otros más finos. Estaba con ganas de liberar tensión y tenía a una chica más que atractiva a su lado, pero en su mente sólo giraba la mirada de ese joven de ojos penetrantes, cómo si lo hubiese desvestido con sólo hacer eso, un escalofrío recorrió su espina dorsal devolviéndole levemente a la realidad. Mañana eso sería un tonto sueño, sí, sólo eso.

Por su parte el hombre misterioso mantenía su quinta o quizás iba la décima cuarta copa cargada y con la mirada en una búsqueda de ese joven.

— ¿Se te perdió ese chico sexy? — oyó a su lado a la par que sentía un peso caer sobre sus muslos.

El joven hombre sin perder su fina postura se removió un poco aclarando la garganta.

— Quiero saber quién es — había dicho, manteniendo su mirada en aquella pista dónde ese joven había estado robándole toda la atención — y no es un pedido — observó los ojos negros de su ya un poco pasado de copas compañero.

— Mañana, mañana — habló en respuesta plantándole un beso rápido y torpe, haciendo que su vista fuera cegada por unas sensaciones tan conocidas cómo adictivas, necesarias para su ser con su mente nublándose con la certeza de que sabría quién era ese hombre que sin lugar a dudas  no le debia nada mas que agradecimientos a Afrodita.

Por su parte Jimin estaba en ese pequeño cubículo de transporte.

— Este no es buen lugar — habló sintiendo una presión por parte de la muchacha en su entrepierna — joder, para ya Jinsoul. — desvió las palmas de la misma observándola.

— Me vale Jimin — respondió, arrastraba sus palabras, sonando desde un punto tierno mientras que por otro bastante tonto a la par que se aproximaba más — ¿No te parece excitante tratar de hacerlo aquí mientras nos observan? — su mirada estaba completamente cegada por los deseos más impuros, se lanzó contra ese fibroso y blanquecino cuerpo, mordiéndole el lóbulo.

Jimin la apartó levemente, tratando con todas sus fuerzas el no parecer grosero, aunque su paciencia estaba ya por debajo de los suelos 

— Ya basta Jinsoul, no te comportes de esta manera, no aquí — estaba claramente sin sus cinco sentidos pero tampoco tendría sexo en un taxi en medio de la madrugada.

La muchacha obviamente frustrada comenzó a reclamarle con todo, con su mirada, cortantes palabras y gestos, mientras él aún sentía el dolor en su entrepierna volverse más molesto, y aunque la salida más sencilla era la de tomarla en ese momento no lo haría, pensaba en el asco que le causaba siquiera pensar en cuántas personas ocuparon esos asientos o incluso la mirada morbosa de ese hombre quién los conducía a su hogar, pero se trataba de una mentira, la verdad era que no quería follar con ella.

Tomó su móvil y marcó un número, mientras miraba la ventana esperando que la rabieta de la menor se terminara.

—Si, si estamos por llegar, gracias — cortó rápidamente y noto cómo la chica había caído completamente en un pesado sueño, sonrió levemente, ella era jodidamente preciosa y aún más durmiendo. Y viéndola de esa forma no tardó en sacarse la chaqueta de cuero que tenía y la arropó.

No lo malentiendan. A Jimin, Jinsi le parecia sumamente hermosa, ya que lo era, mas en algunas ocasiones simplemente era demasiado intensa, eso no disminua su gran belleza, el no era ciego, pero quizas en ocasiones si un poco carente de tolerancia.

No penso mucho mas en lo que su novia generaba en el en ese momento, mas bien dirigió sus pensamientos hasta la satisfactoria imagen de ese hombre del pub y su cuerpo volvía a calentarse con la simple idea de haberse liado con ese atractivo ser.

Rio levemente cerrando los ojos, pronto pasaría a ser solo un recuerdo. 

A los minutos llegaron a la residencia de la menor, los recibió un alto y galante joven con notoria molestia, pero luego de pláticas banales Jimin se despidió fingiendo toda la amabilidad, además de la sobriedad que se requería y se volvió a subir al mismo taxi, al cual habia pedido lo esperase y aunque se vio tentado un momento a volver al pub, finalmente decidió que iría a su apartamento para tratar de siquiera dormir un poco.

—¿Señor esta es la dirección correcta?— habló el hombre con cierta duda en su voz, los callejones eran casi tan ennegrecidos cómo la noche. Apenas las farolas iluminaban aquellas calles y se veían los edificios un poco maltratados y personas reunidas cuya funcion a esas horas era mas que evidentes, distribuidores que dirigian la vista hacia ellos.

Jimin suspiró.

— Sí — respondió sin más cambiando su mirada risueña por otra más seria, sus labios ya no enmarcaron una sonrisa por la emocion de aquellos momentos, más bien una línea se tensaba en su fino rostro — usted sólo déjeme dónde le dije y por su bien salga rápido de estas calles.

El chofer asintió aumentando la velocidad. En el momento de descender del coche Jimin no alcanzó a agradecer cuando el hombre haciendo rugir el motor se largó de allí dejándolo ante aquella farola tintineante entre la noche y su soledad. Tomó aire dejando que al expirar se formara un humo blanco. Metió las manos en sus bolsillos buscando refugiarse un poco más del frío intenso.

Repasó todo lo sucedido en esas horas devolviéndole la sonrisa, la misma que perdió apenas ingresó a su hogar. 


DANGEROUS PASSION

En las sombras, entre el deseo y la magia del pecado, se escondió un leve murmullo al cielo —qué esta sea mi salvación— se escuchó pero lo que no sabía era que para concretar su maldito amor antes deberían de pasar por pruebas muy dolorosas.

artl-her©
+ ForEris | 06012018.

Gracias por leer, por existir y más por seguir en pie entre tanto dolor, gracias por seguir apoyando lo que escribo, luego de meditarlo bastante, decidimos volver a darle una oportunidad aquí.

Lo escribo por mí y si en el camino les agrada eso sería mas que precioso para mí.

Si alguna vez leyeron esto, quiero decirles que muchísimas cosas cambiaron y que las advertencias no están de adorno, sea cuál sea el avance de esta historia, agradecería muchísimo el apoyo, realmente es mi intento de no desistir de mi mayor sueño, sin más gracias.

Les amo♡

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