O1; REGRESO
❝REGRESO❞
Taehyung miraba a su alrededor, a quienes serían sus nuevos vecinos, el cielo nublado y su nueva casa, la cual a pesar que le gustaba, sentía enorme para solamente dos personas, por lo que era seguro que no se sentiría cómodo, pero quizás con los años debía estar acostumbrado a eso. La brisa fresca hizo que se estremeciera, que su cabello castaño, ondulado y algo largo se revolviera, y sintiera el impulso de abrazarse a sí mismo, pero seguía observando aquella casa, diciéndose a si mismo que debía entrar y así dejaría de sentir frío, pero no quería estar allí.
El claxon de un coche lo hizo sobresaltar por lo que volteó rápidamente encontrándose con Seokjin que estacionaba detrás de su coche. Una vez que lo hizo observo a la pelirroja bajándose apresurada con su bolso, mientras que Jin rodeaba los ojos para dirigirse al baúl y bajar la maleta de la joven, a lo que ella corría a abrazar a Taehuyng, permitiéndole notar que lo había extrañado demasiado.
—No sabes cuánto te he echado de menos —murmura aferrándose más a él, sin importarle no ser correspondida y escuchar como suspiraba frustrado, a pesar que llevaban apenas unos segundos juntos—. Me alegra que hayas llegado antes.
Al separarse unos centímetros para ver su rostro, sonrió admirándolo como siempre, para luego juntar sus labios. El castaño por un momento aceptó aquel beso, pero al escuchar los pasos de Seokjin, que le hacía saber que estaba acercándose, mientras ella tenía la intención de mover sus labios, giró la cabeza provocando que ella se separe y lo mirara decepcionada.
—Tú no me extrañaste, ¿verdad?
—Sólo fueron tres días, Dalmi. No hay que exagerar.
—Quizás tienes razón —dice en casi un murmuro y sonríe a medias, mientras se abrazaba a sí misma—. De todas maneras yo lo hice.
—Perfecto —dice desinteresado, observando a Jin que lo miraba frustrado.
Kim Seokjin era mayor que él por cuatro años. Era un poco más alto, hombros anchos, cuerpo trabajado, cabello castaño oscuro un poco algo, ojos almendrados, labios pequeños pero esponjosos carmesí.
No aparentaba para nada sus veintiocho años, lo cual era una muy buena virtud.
Llevaban años de conocerse, en su peor momento este fue de gran ayuda para Taehyung, a pesar que este le tenía miedo por su manera de ser, por lo explosivo y sádico que podía ser, pero terminó siendo salvado por él más de una vez y siempre terminaba sintiéndose agradecido.
Era en quien más confiaba, hasta ciegamente, y por esas razones, Kim Seokjin terminó convirtiéndose en la mano derecha de V.
—¿También debo subir las maletas de tu novia? —alza una ceja y Taehyung lo observó con el semblante serio haciéndole saber que no le gustó la manera en la que se refirió a ella, por lo que el mayor rodó los ojos—. Bien, voy a subirlas a su habitación.
—Jimin también está dentro.
—¿Y tú por qué no entras?
—Estoy bien aquí.
—Vamos, entren —dice antes de dirigirse hacia la entrada de la casa.
Al estar solos Dalmi lo observó con una sonrisa, mientras este mantenía su semblante serio, pero ella se acercó acariciando su mejilla, dejándole ver el brillo especial en sus redondos orbes cafés donde podía reflejarse y sabía que no miraban a nadie más de la misma manera tan dulce, lo cual provocaba un alivio, pero a la misma vez una punzada en su pecho porque sabía perfectamente que en la suya ella sólo podía ver un vacío, porque no era para nada correspondida de la manera que tanto anhelaba serlo.
—Deberíamos entrar, amor.
—Hazlo tú.
—No te dejaré solo. Nunca —murmura acercando más sus rostros al punto en que sus narices se rozan—. Eso tenlo por seguro, Kim Taehyung.
Una sonrisa se dibujó en sus labios rosados y esponjosos, por lo que este suspiró, sintiéndose de cierta manera menos solo porque ella tenía ese poder en él, que lograba calmar un poco su alma, aunque no lo dijera, pero eso tampoco hacía falta. Ella sabía perfectamente lo que provocaba en él.
Volvió a juntar sus labios, pero esta vez en un pequeño beso, para luego entrelazar sus dedos disfrutando de la sensación de calidez.
—Vamos, entremos juntos.
Este por más que quiso negarse sintió algo más de fuerza al estar a su lado, por lo que dio un paso hacia adelante tomando una bocanada de aire, para luego caminar con más seguridad, mientras ella lo observaba por momentos, sintiéndose orgullosa.
Pues, luego de que este tomara la decisión de irse de Corea del Sur al estar destrozado, no había vuelto siquiera en las vacaciones y ahora estar nuevamente en Seúl, provocaba que quisiera volver a Estados Unidos.
Al entrar observó el gran living, sintiéndolo demasiado enorme aunque le gustaba los diseños, como estaba todo acomodado, más que nada le gustaba el sofá ceniza que estaba en medio y se veía demasiado cómodo. Pero aún así, seguía sintiendo que jamás se sentiría cómodo allí.
—¿Qué piensa de su nuevo hogar, Jefecito? —pregunta una voz masculina llamando su atención y al voltear se encontró con Jimin.
Este era tres años mayor que él, de estatura más baja, cabello rubio, dividido, que a pesar de ser delgado se permitía notar su cuerpo trabajado.
Sus orbes mieles desaparecían cuando sonreía, lo cual a los demás se le hacía algo tierno, pero siempre demostraba que eso era lo único tierno, pues una vez que se lo conocía a la mayoría de personas se le hacía alguien desagradable.
A pesar de llevar años trabajando para Taehyung, y que intentara poder formar una amistad con él para así recibir también un trato mejor, comenzaba a hacer la idea que eso jamás pasaría. Pues, con Seokjin podía hablar más, pero siempre terminaba haciéndolo enfadar por lo que sabía que tampoco se le hacía agradable a este.
—Demasiado grande para nosotros dos, ¿no creen?
—Oh, vamos. Me pasé demasiado tiempo para elegir una que sea de tu agrado, ¿y tú sólo dices esa mierda? —pregunta el mayor acercándose.
—A mí me gusta —comenta Dalmi, encogiéndose de hombros.
—Ya, debo irme —informa Seokjin.
—¿A ver a tu novia? —pregunta Jimin, con una sonrisa de picardía—. ¿Cuándo vas a presentármela?
—Cierra la boca, Park —voltea a verlo amenazante, por lo que este alza ambas manos.
Dalmi los miraba divertida, mientras que Taehyung tenía sus brazos cruzados y una expresión de cansancio en su rostro, ya que aquellas discusiones eran constantes. A pesar que Jimin llegaba a temerle al mayor, no dejaba nunca de hacer aquellas bromas que despertaban su rabia, porque llegaba a divertirse.
—Bien, gracias por todo, Jin —habla llamando la atención de ambos y Jin camina junto a él hacia la puerta.
—De nada, aunque no te ha gustado.
—No es eso, solo que me hace sentir más...solo.
—¿Solo? Tienes a tu novia, Taehyung.
—¿Siempre debo explicarte la misma porquería, Jin? —pregunta alzando una ceja y girando la cabeza para verlo cuando abre la puerta.
—Bien, te veré mañana —palmea su hombro—. Aprovecha descansar. El viaje seguro te dejó agotado.
—Nos vemos.
Taehyung al cerrar la puerta escuchó la risa de Jimin y Dalmi, por lo que al recordar que este seguía allí, caminó frustrado rodando los ojos. Al estar frente a ellos él lo miró atento esperando recibir una orden, mientras que la pelirroja lo dio una mirada dulce de la cual pasó rápidamente.
—Tú también, vete.
—Claro, como ordenes. Nos vemos, Jefecito —hace una reverencia exagerada que provocó la risa de Dalmi y que este suspire.
—Largo, Park.
Este sonrió convenciéndose de que este se forzaba en mostrar aquella faceta de dureza, pero en realidad, había veces que quería reírse de sus tonterías.
Rápidamente siguió su orden y le regaló una última sonrisa a Dalmi, la cual era la única que parecía entender su humor, por lo cual le agradaba.
Al escuchar la puerta Taehyung se dirigió al sofá, tirándose en este, cayendo sentado. Apoyó el brazo en el respaldo y llevó la mano a su rostro, cubriendo sus ojos.
No se sentía para nada bien desde que había regresado allí porque aunque luchara, los recuerdos iban atacándolo cada vez más, haciéndole querer derrumbarse, pero este no tenía pensado permitirlo.
Dalmi al notarlo rápidamente se sentó a su lado, acariciando su brazo, para luego apoyar la cabeza en su hombro, deseando poder lograr que aquel dolor desapareciera de él, pero sabía que era incapaz porque un dolor como ese puede que nunca desapareciera. Sólo debía acostumbrarse a vivir con el cada día, aunque algunos días era más intensos que otros, lo cual hacía que se le dificultara más carga con el.
—¿Necesitas algo? —pregunta tímida sin dejar de acariciar su brazo.
—No sé si hice bien en volver.
—Seguir en Estados Unidos estaba volviéndose peligroso para ti.
—Ya lo sé, pero estar aquí...
—Todo va a estar bien porque yo estoy contigo —deja un pequeño beso en su mejilla, apegándose más a él.
Este sólo suspiró queriendo creer en sus palabras. En ese momento odiaba volver luego de tanto tiempo a ser sentimental, porque también de volvía frágil y su mente lo envenenaba con facilidad con los recuerdos más dolorosos, como traumáticos para el Taehyung de ese tiempo de diecinueve años.
Pero ahora se decía que a sus veinticinco, ya aceptando su tipo de vida, debía superar todo el daño que le hicieron, como también el que este hizo sin siquiera quererlo.
No podía estar en Seúl siendo tan sentimental, porque sólo lograría ponerse en peligro. Era hora de pensar y actuar como V, porque este era su regreso, sin importar toda la mierda que vivió allí.
(...)
Lee Yehyun se encontraba en su restaurante Ambross. Luego de las remodelaciones que le había hecho y por el que estuvo cerrado por dos semanas, había vuelto a abrir y para su suerte aquella noche de viernes, se encontraba casi lleno, lo cual la tenía sonriendo satisfecha.
De todas manera sabía que no debía sorprenderse tanto porque el que llevara el apellido Lee, la ayudaba demasiado, pero luego se decía que si no fuera por como ella lo llevaba sólo habrían malos comentarios, pero no era para nada así, por lo que estaba orgullosa.
—¿Yehyun...?
Al escuchar esa voz masculina, volteó encontrándose con su mejor amigo Min Yoongi. Era unos centímetros más alto que ella, cabello rubio que llevaba echado hacia atrás al tenerlo más largo de lo que comúnmente solía tenerlo. Tenía una mirada felina y oscura que para algunos llegaba a ser intimidante, hasta que lo conocían y se daban cuenta que no lo era para nada, aunque algunos comentarios solían ser atacantes, a veces hasta para Yehyun, que lo conocía desde los quince años.
Al conocerse rápidamente tuvieron una gran química y no pasó mucho tiempo cuando se convirtieron en mejores amigos. En la vida inestable de la fémina, él fue el único que se mantuvo a su lado firmemente a pesar de todo, por lo que se sentía demasiado agradecida, porque sentía que sin él estaría destrozada.
—¿Qué sucede? —alza una ceja, cruzándose de brazos al ver que tiene la intención de pedir algo.
—¿Puedo irme antes? —pregunta jugando con sus dedos—. Verás...resulta que tengo una cita.
—Yoongi, sabías que hoy volvíamos a abrir y que había posibilidades de que pasara ésto —mira a su alrededor las personas.
—Yo no arreglé para hoy, pero él me dijo que ayer no podía y que hoy tenía libre —hace una mueca—. Si quieres te enseño una foto para que veas que es imposible negarse...
—Ya, olvídalo. Pero mañana trabajaras más.
—¡Perfecto! —exclama emocionado quitándose el delantal, para ponerlo en el hombro de ella—. Te debo una. Adiós.
Al verlo salir emocionado puso una expresión de indignación en su rostro, queriendo retractarse, pero se decía que hacía mucho no se veía así de emocionado por tener una cita con un hombre, y que quizás esta vez salía bien, por lo que medio sonrió.
Tomó el delantal con ambas manos con la intención de guardarlo, para así volver a ayudar a los meseros, pero al ver como dos hombres entraban, los miró con curiosidad, al pensar que uno de ellos era alguien que conocía.
Pero resultó no ser así. Su mirada sólo fue hacia uno de ellos.
Este al igual que el otro hombre llevaba un traje de policía que fue lo que había llamado su atención desde un principio, pero ahora lo miraba detenidamente, cada detalle que estaba a la vista desde la distancia en la que estaban.
Como se podía apreciar sus anchos hombros, su cuerpo robusto, su cabello oscuro y ondulado que estaba tirado hacia atrás permitiendo aprecias sus cejas gruesas, sus orbes oscuros y redondos, sus labios pequeños y delgados. Estaba segura de que era uno de esos hombres de los que no se puede apartar la vista, no sólo por lo atractivo, sino también por aquella fachada de intimidante que sólo atrae más.
Quiso acercarse a la mesa donde tomaba asiento, pero al ver que una mesera se le adelantó hizo una mueca, mirando por última vez a aquel pelinegro que había captado su atención, para luego voltear e ir a guardar el delantal de Yoongi.
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