CHAPTER TEN
TEN • GO WASH THE DISHES
—¿ESTO ES REALMENTE NECESARIO? —Preguntó Steve a Dustin mientras cargaba el demodog muerto en sus brazos para meterlo en el refrigerador.
—Totalmente. Es un hallazgo científico revolucionario. —Explicó Dustin, irritado. —Es una nueva especie, no podemos dejarlo como un perro.
Betty suspiró mientras dejaba de observar la escena que el dúo hacía, así que comenzó a barrer los restos de vidrio y madera que ella había roto. Se preguntaba qué hacía Billy ahora mismo, seguramente levantando pesas mientras fumaba o preparándose para una cita. Lo último que deseaba es que Billy estuviera siendo abusado por su padre en este mismo momento.
Pero el rugido de un motor le hizo saber que estaba muy equivocada. Betty miró a Max y ella la miró también, preocupadas. Sabían quien era: Billy. Así que Max se aproximó a la ventana y vio como el reconocible Camaro se acercaba a la casa. —E-es mi hermano. No puede saber que estoy aquí. —Se giró para mirar con miedo a los dos adolescentes. —No puede saber que estamos aquí o nos matará.
Steve y Betty se miraron nerviosos mientras escuchaban como el motor rugiente paraba, había estacionado. —Ustedes quédense aquí, no se acerquen a la puta ventana o los mato yo en vez de Billy. —Amenazó la morena mientras se acercaba a la puerta para ir afuera junto a Steve. Una vez que cerraron la puerta atrás de ellos se encontraron con el resplandeciente camaro y a su dueño.
—¿Estoy soñando o es la parejita feliz? —La adolescente rodó los ojos y Steve frunció el ceño: confundido.
—Si, somos nosotros. —Habló rápidamente su compañero. —No manches tus pantalones.
Billy se deshizo de su campera de cuero y se acercó a ellos mientras Betty y Steve se acercaban también. —¿Qué haces aquí, my friend? —Soltó una vez que estuvieron los suficientemente cerca como para espesar la tensión entre los tres, pero solo Billy y Steve se miraban como rivales. El rubio trataba de ignorar la presencia de Betty y de que la había encontrado con el mismísimo Steve Harrington en una casa de locos.
—Yo podría preguntarte lo mismo, my friend. —Habló Steve mientras se cruzaba los brazos.
Por un lado, la pelinegra le daba náuseas la rivalidad que tenían aquellos dos. Todo para demostrar quien es el más macho de todos, pero lo que daba algo de risa es que tenían bastante similitudes qué diferencias. Solo su masculinidad frágil los hacia ciegos ante la situación. —Corten con esta mierda, parecen una pareja de casados.
—¡Cállate, Pepper!—El rubio elevó su voz hacia la chica. No la quería metida en este lío, no cuando ya había provocado suficientes problemas. —¿Sabes qué? Podrías hacerme un favor. —Se acercó a Betty, tanto que sentía como su respiración chocaban contra su arco de cupido, sintiendo su aliento a cigarrillos y a chicle de menta. Pero ella no se mutó, ni dio un paso atrás. Billy no la asustaba y él lo sabía. Todo era una fachada para que Steve se la crea. —Ve a buscar a mi hermana. Un pajarito dijo que estaba aquí. —Se relamió los labios.
—Que raro. —Steve habló, interfiriendo en la incómoda discusión. —No la conocemos. —Billy se alejó de ella y observó a su compañero.
—Pequeña, pelirroja...algo perra. —Habló mientras sostenía el cigarrillo entre sus labios.
—No nos suena conocida. Lo siento, amigo. —El castaño entrecerró los ojos, molesto.
—Sabes, Harrington...—Fumó de su cigarrillo mientras se acercaba hacia él. —Toda está situación...me está dejando los pelos de punta.
—Ah, ¿si? —Steve trató de estar serio. —¿Por qué?
—Mi hermana de 13 años no aparece en todo el día. —Betty en ese mismo momento notó un gran cambio en los ojos de Billy, no tenían aquel hermoso brillo que hacía que tus rodillas temblaran. No, estaban secos, secos de emoción y oscuros. —Y la encuentro contigo en la casa de un desconocido. —Pero no entendía porque el rubio se encontraba tan arreglado y perfumado, debería estar en una cita ahora mismo en vez de estar tan empeñado en encontrar a su hermana. —Y me mientes sobre eso.
Steve soltó una risa pequeña, pero sarcástica. —¿Te golpeaste muchas veces de niño? —El rubio se relamió los labios con una sonrisa arrogante mientras soltaba el humo de su cigarrillo. —No se que te cuesta entender lo que te acabo de decir. Ella no está aquí.
Billy apuntó con el cigarrillo prendido atrás de ellos mientras miraba a Steve. —¿Y quién es ella? —Ambos se giraron y se encontraron con Lucas, Dustin, Mike y, lo más importante, Max observando la conversación a través de la ventana, pero el cuarteto se escondió rápidamente una vez que los vieron.
—Voy a matarlos a esos...—Pero antes de que Betty pudiera termina la oración, Steve cayó al suelo.
—Te advertí que plantaras tus pies. —Dijo Billy para después darle una patada en el estómago.
—¡Billy!—Gritó Betty y ambos se miraron. —No hagas nada de lo que te puedas arrepentir.
—Cállate, tu eres nada más que una perra loca. —Y con eso abrió la puerta de entrada de la casa de los Byers con una patada. Los niños dieron un grito.
Betty observó a Steve con nervios, estaba en posición fetal, agonizando de dolor. —Steve, déjame...—Se acercó a él para ayudarle, pero el nombrado negó con la cabeza.
—V-ve tu...—La miró a los ojos, llenos de enojo. —...Rómpele la maldita cara. —Habló entre quejidos y de un movimiento se alejó de ella, intentando recuperarse.
Betty entró a la casa a zancadas para encontrar a Billy acorralando a Lucas en la esquina de la cocina, agarrándolo del cuello de su remera. —¡ESTÁS MUERTO, SINCLAIR!
Se acercó a ellos rápidamente, empujando a los niños fuera de la pelea. Y con su mano agarró al rubio del hombro para girarlo, con facilidad Lucas pudo liberarse y unirse a sus amigos. —No, tu lo estás. —Y con la mayor delicadeza que pudo, Betty empujó a Billy, provocando que su cadera se golpeara fuertemente contra la encimera de la cocina, dejándolo totalmente sorprendido y adolorido.
Se había olvidado totalmente de la fuerza de la pelinegra y sus supuestos poderes.
—Yo no lastimo mujeres. —Billy la miró directamente a los ojos, sin la picardía que siempre transmitía su rostro. Dándole entender que hablaba en serio.
La adolescente soltó una pequeña risa, al ver la ironía entre sus palabras. —Verás, Billy...—Steve apareció en escena, colocándose a un lado de ella. —Si lástimas mujeres. Las denigras con tanto gusto, ellas no te importan. —Se acercó lentamente hacia su rostro, tratando de provocarlo. —Sólo te importa que tus necesidades sean saciadas, digo...para eso estamos, ¿no?—Las venas de la frente de Billy iban a explotar en cualquier momento, pero se resistía a dar un golpe. —Para que estemos al servicio de los hombres.
Los ojos azules de Billy se encontraban cristalinos de enojo, llenos de venas rojizas. Sus manos se agarran fuertemente de la encimera, tratando de calmarse. Pero en vez de eso, agarró un plato del lavamanos y se lo mostró a Betty: estaba sucio. —Deja de hacerte la puta feminista y lava los platos, ¿hm?
Steve observó con los ojos como platos como las manos de su amiga se cerraban en puños, lo tenía tan apretados que sus nudillos estaban blancos. El castaño sabía que ella iba a enloquecer con lo que acababa de decir el rubio, así que para tratar de evitar eso se acercó. Algo dudoso. —Déjala en paz, idiota. —Billy posó su atención en Steve, con burla y vanidad en sus ojos. —Y de paso vete de aquí.
—Steve Harrington, defendiendo a su amada chica. —Se acercó un poco al castaño, soltando una risa maniática. —¡El rey Steve a sus servicios! —Ambos amigos se miraron algo incomodos por escena, pero especialmente confundidos. Billy aprovechó esta oportunidad para lanzar un puñetazo contra el rostro de Steve, quien este se agarró la nariz y empujó bruscamente al rubio contra la encimera.
–¡Chicos, paren! —Betty gritó, pero se calló al ver como Billy rompía el plato que tenía en mano en la cabeza de Steve, dejándolo mareado. —¡BILLY!
Los niños y la mayor asustados se corrieron a un rincón de la sala de estar, al ver que ellos se dirigían a esta. El rubio estampando al castaño en el suelo, golpeándolo sin parar, dejando sangre en todas partes. —¡Steve, STEVE, STEVE! —Los niños gritaban.
Betty observó como Max agarraba la jeringa que usaron para dormir a Will, y la pelirroja la miró. La mayor asintió, accediendo que la use. Y lo hizo: se acercó a su hermano y le clavó la jeringa, dejando que la sustancia recorra por sus venas.
Se hizo silencio al ver lo ocurrido. Billy se levantó con pesadez y se giró para ver a su hermana mientras se tambaleaba. —¿Qué mierda es esto? —Habló mientras se sacaba la jeringa del cuello con un quejido. —¿Qué hiciste, imbécil? —Se dirigió a la pelirroja mientras se acercaba, pero de tanto tambaleó Billy cayó al suelo.
—Mierda. —Susurró Mike.
La risa maniática de Billy hizo eco en la casa, dándoles escalofríos a los niños. A excepción de Max, quien agarró el bate de Steve y se acercó al rubio, amenazando con el bate. —Desde ahora, nos dejas en paz a mi y a mis amigos. ¿Entiendes?
—Púdrete. —Murmuró con dificultad.
Con eso Max golpeó el suelo con el bate, dejándolo clavado cerca de la entrepierna de Billy. Provocando que este se asuste. —¡Di que lo entiendes! ¡DILO!
—Entiendo. —Murmuró, pero muy por abajo.
—¿Qué?
—Que lo entiendo. —Esta vez lo dijo más claro y cerró los ojos, quedando inconsciente.
Max se aproximó a él y de su bolsillo derecho sacó las llaves del Camaro. —Vámonos de aquí.
Los niños empezaron a seguirla, pero Betty los detuvo, aún sorprendida de la valentía de la pelirroja. —Wow, wow, wow. ¿Y tu hermano? ¿Vamos a dejarlo aquí? ¿Con todo este desorden?
Los niños la miraron confundidos, ¿Por qué se preocupaba de un idiota como él? —Si, no tenemos tiempo.
—Miren, no podemos dejar al idiota con todas las cosas qué hay aquí. Va querer respuestas y va molestarme a mi para conseguirlas. Así que me quedaré con él. —Los niños se quejaron. —Ustedes llévense a Steve, despertará en cualquier momento y los ayudará.
—Bien, trata de no enloquecerlo. —Habló Max refiriéndose a su hermanastro. Betty asintió.
Los niños subieron al auto de Billy todo lo necesario para su misión y Betty ayudó a colocar a Steve en el asiento trasero. Una vez todos arriba del auto, la mayor se acercó a la pelirroja. —Trata de no chocarlo, porque eso si que va a enloquecer a tu hermano. —La pequeña sonrió y arrancó el motor para después conducir por la carretera, dejándola sola a la pelinegra.
Betty entró a la casa y suspiró al ver a Billy en el suelo, lo agarró y lo subió a sus hombros para dejarlo en el sofá. —Va a ser una larga noche.
[ author's note! ]
HOLAAAAA, i know tarde un montón en actualizar soy un desastre y encima es re corto el capítulo quiero llorar ndeah
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