CHAPTER FIVE
FIVE • SHITTY FATHER
AL DÍA SIGUIENTE, Betty llegó al instituto con cara de pocos amigos. Hoy debía ir a la casa de Billy Hargrove, alguien con quien no se llevaba muy bien y la volvía loca. Pero para calmar sus nervios suspiró y bajó de la motocicleta para ir a sus clases.
El primer periodo había sido aburrido, historia no era su fuerte. Así que entrando para su clase de Arte, se relajó, era una de sus clases favoritas y en especial porque no se encontraba Billy en ella. Betty se sentó y saludó a Steve Harrington, quien le dedicó su típica sonrisa con dientes de comercial.
Ambos se caían bien a pesar de haber hablado unas pocas veces, pero Steve le alegraba que alguien como ella podía molestar a Hargrove sin terminar con un moretón en la cara y a Betty le caía bien a Steve simplemente por ser un chico respetuoso con las chicas y no un patán como Tommy. —Hoy harán grupos de a dos, por favor organícense de inmediato. —Habló la profesora con una sonrisa, ella era muy amable con sus estudiantes.
Steve y Betty se miraron a la vez, dando una risa por lo bajo. —Bien, al parecer estamos juntos. —Comentó la pelinegra mientras acercaba su silla y su caballete.
—No hay problema. —El muchacho cogió sus pinturas para ponerlas arriba de una mesa. —Soy muy malo en esta clase y, por lo que he observado, tu eres muy buena. Tal vez podrías ayudarme. —La miró mientras ella colocaba su hoja en el caballete. —Dime, ¿tu escuela era una de arte? Porque no puedo creer lo bien que dibujas, en serio, ¡me explota la cabeza!
Betty soltó una pequeña risa. —Emm, no. Pero en el orfanato nos daban unas muy buenas clases de dibujo y pintura.
Steve se quedó algo atónito.
Betty también, no podía creer que lo había dicho. —¡Oh! No sabía eso, lo siento. —Habló Steve algo incómodo.
—No te preocupes, ya lo superé. —Le sonrió con algo de tristeza. Harrington sabía que no era verdad, pero era mejor no decir nada.
—Bueno, pero ahora estas mejor que tienes nuevos padres, ¿no? —Steve quería creer eso, que ella tenía una realidad mejor de la que en serio tenía.
Estaba muy equivocado.
—Claro, estoy mucho mejor.
No hablaron más del tema por el resto de la clase, ya que les habían asignado hacer un retrato de su compañero y la pareja decidió elegir un tema más alegre para hablar. Por ejemplo: Steve se quejó que su nariz no era tan grande y Betty se reía de como había terminado su retrato. Definitivamente el arte no era para el castaño.
Las clases pasaron y esta vez había cambiado algo: La había pasado con Steve Harrington todo el periodo escolar. Olvidándose un rato de quien era, creando una nueva realidad donde ella era una adolescente normal que se había cambiado de ciudad y ahora estaba haciendo un nuevo amigo.
Comprendió a Billy Hargrove, una realidad inventada te hacía feliz.
Pero solo por un rato.
Betty cogió su mochila de su casillero mientras hablaba con el castaño que la persiguió por todo el día y lo cerró. Había pasado muy rápido la jornada y la pelinegra maldecía porque en unas horas tenía que ir a la casa del rey de Hawkins. —Eso apesta. —Señaló el castaño al enterarse.
—Si, lo sé. —Betty suspiró mientras caminaban hacia el estacionamiento. Ella localizó el camaro azul con su dueño rápidamente, los miraba serio. —Pero ojalá dios se compadezca de mi y él no me hable por toda la tarde.
Se acercaron a su motocicleta y ella se subió. —Pero harías todo el trabajo tu sola. —Steve hizo una mueca.
—No me importa, con total de qué no me hable.
Steve admiró la belleza negra de la motocicleta. —¿Qué se siente conducir una motocicleta? —Cambio de tema el muchacho, mientras se arreglaba el cabello.
Betty le sonrió burlona. —No lo sé, tendrás que descubrirlo tu. —Le indicó un asiento atrás de ella, Steve abrió los ojos sorprendido y asustado.
—Mmm mm. —Negó mientras agitaba sus manos negativamente.
—Vamos, es sólo un paseo. —Hablaban como si se conocieran desde hace años, algo que le gustaba del castaño. Tenía confianza. —Hasta que tenga que ir a lo del patán.
La chica hizo puchero, algo que le dio risa a Steve. —Bien, solo será por un rato. —Se subió con ella y se colocó el casco de Betty.
La motocicleta rugió, provocando que se asustara el adolescente. Hizo rugir el motor unas tres veces más, llamando la atención de las personas del estacionamiento y arrancó, saliendo del instituto a toda velocidad.
—¡Estás loca! ¡Esto es peligroso, Betty!
Pero la nombrada amaba lo peligroso, así que era mejor que Steve se agarrara ella.
Después de un rato paseando es su motocicleta a los alrededores de hawkins, matando del susto al chico, Betty lo dejó en la puerta de su casa. —Gracias por la experiencia cercana a la muerte.
La adolescente le sonrió burlona. —No hay de que. —Y con eso se despidió del castaño y se dirigió a la casa de Billy, estaba llegando tarde.
Una vez en la puerta de la casa del rubio tocó timbre y la puerta se abrió rápidamente. Hargrove no tenía buen humor, se lo notaba en la cara. —Llegas tarde. —Habló entre dientes mientras la hacía pasar.
La casa de Billy parecía incompleta, tenía cajas de mudanza aún sin desempacar y había mucho espacio, sin duda se habían mudado hace poco, pero aún así Betty pudo contemplar el estilo hogareño que quería tener la casa. —Tu casa es linda.
El rubio asintió sin darle importancia y caminó hacia unas escaleras. —Mi padre no está así que vamos a mi cuarto.
Ella subió con él y se escucho música proveniente de un cuarto, Hargrove golpeó fuertemente sus puños contra la puerta. —¡Hey, Max! —Otros tres golpes más. —¡Más vale que le bajes, idiota! —Por un momento la música se mantuvo en su volumen, hasta que después bajó seguido de unos insultos.
Siguieron caminando por el pasillo hasta entrar en el cuarto de Billy y la verdad es que se notaba que era de él: Pósters de bandas de rock, heavy metal y chicas con poca ropa, colonias con aromas extravagantes, productos para el cabello, ropa colgada en su armario o dejada desordenadamente en la cama, pesas, un cubo de basura lleno de atados de cigarrillos, un cenicero y un espejo con fotos de California a sus costados. Esa habitación gritaba Billy Hargrove veas donde veas. —Bien. —Betty se sentó en la cama, ya que el rubio no le había dicho nada, mientras que este último se sentaba en una silla que había ahí. —Podríamos dividir las preguntas y consultarnos las respuestas para...
—¿Sales con Harrington? —Billy interrumpió mientras la miraba con intensidad. Esa pregunta se estancó en su cabeza desde la salida del instituto.
La pregunta la dejó atónita. ¿Por qué Billy Hargrove se interesaba tanto en ella? ¿Por qué siempre quería saber de su vida?. —No, solo somos compañeros. —Los músculos del rubio se relajaron, pero su mente aún no le creía. —Vamos a Arte juntos.
—¿Ah si? Porque hoy en el instituto no se despejaban ni con jabón.
Bien, esto ya le parecía raro a Betty. ¿Estaba celoso? —A Steve sólo le gustan las chicas buenas, Hargrove. —Enarcó la ceja mientras sonreía.
—Siempre hay excepciones.
El muchacho la interrogaba, con los ojos pegados a los de ella, ninguno temía mirarse a los ojos. Lo cual eso le resultaba interesante al rubio, nadie lo miraba a los ojos, solo su padre para intimidarlo. —¿Y tú crees que yo soy aquella excepción? —Billy encogió los hombros y Betty asintió. —Mira, me encantaría seguir con tus celos, pero tenemos un trabajo que hacer.
—No estoy celoso. —Confirmó serio, pero él sabía bien que era mentira.
—No me importa, Billy.
Con eso empezaron con el proyecto de Química. Y la pelinegra se sorprendió al ver que su compañero era inteligente y no tenía que hacer el trabajo sola. Pero igual seguía teniendo una actitud de mierda, en palabras de Betty.
—¡Maxine, Billy! ¡Llegamos! —Una voz gruesa retumbó por la casa. La muchacha notó como el nombrado se tensaba.
—Vinieron temprano, mierda. —Murmuró entre dientes, mientras se levantaba de su silla. —Quédate aquí, no te muevas. Si alguien viene, escóndete en el ropero. —Era una orden, lo cual la chica aceptó.
Betty se quedó en su lugar cuando Billy bajó a la sala de estar. Se escuchaban voces, Billy y su padre hablando, pero el tono parecía hacerse aún más tenso hasta que las voces se convirtieron en gritos. Más que nada del padre, el rubio solo contestaba en una voz firme.
La pelinegra no entendía de que hablaban, pero parecía que el mayor estaba furioso con su hijo, lo cual la preocupaba. También se escuchaba una voz femenina, que Pepper supuso que era la madre de la familia Hargrove.
Los nervios de Betty aumentaron cuando los gritos eran audibles: insultos y comentarios destructivos hacia su compañero de trabajo. —¡Das vergüenza! ¡Un fracaso tengo de hijo! ¡Tienes suerte de seguir viviendo bajo mi techo!
Ya está, pensó Betty. Eso era lo que la volvió loca.
Ahora entendía el porqué Billy Hargrove actuaba como un idiota, porque era tan agresivo, queriendo llamar la atención a todo momento con cualquier cosa y buscar confort entre la sábanas de chicas desconocidas.
Billy era abusado por su padre todos los malditos días.
Caminó hacia la puerta, echando humo por las orejas hasta que escuchó un golpe y silencio absoluto.
Otro golpe y un alarido.
Otro más.
Y otro lloriqueo por parte de Billy.
Lágrimas querían salir de los ojos de Betty, pero no lo iba a permitir, porque iba a detener la escena. Así que abrió la puerta y bajó las escaleras con rapidez para encontrarse con un hombre con bigote golpeando a su hijo contra el sillón, la mujer con cabello pelirrojo solo miraba la escena horrorizada. Pero los ojos de Billy cayeron en los de la muchacha, pidiendo que se vaya. —Betty...
Los adultos se giraron a verla: la mujer la miró confundida y aún más asustada, en cambio, el hombre la miró indignado y aún más rojo de furia. —Así que... —Otro golpe hacia la cara del rubio, esta vez sangre goteaba de su nariz. Las manos de la chica se hicieron puños, dejando sus nudillos blancos del aprieto. —¿Dejando entrar rameras a mi casa cuando no estamos? ¿Para follartelas?
El puño del padre de Billy se aproximó al rostro de este, pero Betty detuvo a tiempo. Los ojos de Neil Hargrove se abrieron como platos mientras que en su boca largaba un alarido de dolor. —Vuelve a decirme ramera o golpear a tu hijo y voy a desfigurarte la cara.
Y por un momento, Neil tuvo miedo. Pero el hombre tenía un orgullo aún más grande que el de su hijo. —¿Cómo te atreves a tratarme así? ¡Si tan solo eres una cualquiera que se acuesta con un montón de basura!
No lo pensó ni un segundo y el puño de Betty se estrelló contra la nariz del padre de su compañero. Cayó al suelo desmayado y en la sala hubo silencio por un momento. —¡Dios mío, Neil!
Ignoró los gritos de la mujer pelirroja y agarró a Billy de los hombros mientras él murmuraba cosas que ella no lograba entender. Lo cargó al estilo matrimonial y observó su rostro: un corte en la ceja y mejilla, y la nariz le sangraba. —No tuviste que hacer eso.
Eso fue lo único que pudo entender del rubio y negó, haciéndole entender que si tuvo que hacerlo. Así que caminó hacia la puerta de entrada y la abrió de una patada, zafándose de los tornillos inferiores. —¡Por dios! —Gritó la madre.
Ahora la puerta estaba inclinada.
Algo que no le importó mucho a Betty. Así que como había hecho en la noche de la fiesta de Tina, colocó a Billy adelante del asiento de su motocicleta y ella atrás. Hizo rugir el motor y aceleró a toda velocidad sacando al chico de aquella casa.
Nunca había sido golpeada por sus padres, porque nunca los conoció. Pero sabía que aquello que presenció estaba mal. No le incumbía, pero su instinto decía que tenía que detenerlo.
Su instinto le decía que tenía que parar la vida de mierda que Billy Hargrove llevaba.
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