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[84] ENSÉÑENLE MUY BIEN

Daryl no soltó a Lara por el resto del día.

Cuando se reunieron con los Reclamadores y los encontraron empacando sus pertenencias listos para seguir adelante, Lara se mantuvo alejada de ellos mientras Daryl recogía su bolsa. Cuando partieron de nuevo, siguiendo las vías del tren, Daryl mantuvo un brazo alrededor de los hombros de Lara, sosteniéndola cerca de su cuerpo.

No creía que la dejaría ir nunca más, no después de haberla perdido una vez. A Lara no le importaba, porque cuando estaba en los brazos de Daryl, sintiendo el calor de su brazo sobre sus hombros y la familiar sensación de su cuerpo junto al de ella, casi podía olvidar que su piel todavía se erizaba cada vez que su mente se desviaba hacia lo que había sucedido en el bosque. Se sentía segura en sus brazos y había extrañado ese sentimiento.

Joe llegó junto a ellos, caminando al lado de Daryl mientras miraba a Lara, quien mantuvo la cabeza baja—. Me gustaría disculparme por lo que pasó antes. Esos chicos no tienen tacto.

—Malditos violadores, todos ellos —dijo Daryl.

—Tienes que entender, siguen reglas diferentes —dijo Joe—. Y las mujeres son un juego justo a menos que sean reclamadas.

—Eso es repugnante —habló Lara, su voz todavía un poco áspera por los gritos.

—Lo siento mucho —dijo Joe, sonando lo más sincero posible—. Si hubieran sabido que ya estabas reclamada, no lo habrían hecho.

—¿Así que eso es lo que hacen? —preguntó Lara—. ¿Reclaman lo que les llama la atención y olvidan que las mujeres también somos seres humanos? ¿Ahora soy propiedad de Daryl?

—Así es como funciona —respondió Joe—. Significa que ninguno de estos muchachos puede tocarte, así que agradece que tu chico haya dejado su mierda de "no reclamar" por ti.

Lara apretó los dientes—. Sí, estoy muy agradecida, idiota misógino.

—No creo que nos hayamos presentado —dijo Joe tendiéndole la mano—. Me llamo Joe.

Lara lo ignoró.

Joe suspiró—. ¿Cuál es el plan, Daryl?

—¿Cómo? —preguntó Daryl.

—¿Estás con nosotros ahora, pero no lo estarás pronto? —preguntó Joe.

—Sí —respondió Daryl.

—¿Entonces cuál es tu plan? —preguntó Joe de nuevo, su tono más insistente por una respuesta.

—Solo busco el lugar adecuado —respondió Daryl, sin atreverse a contarle a Joe sobre su grupo.

—¿No somos lo suficientemente buenos para ti? —adivinó Joe.

—Algunos de ustedes no son exactamente amistosos —respondió Daryl con una mirada a los demás, que caminaban delante de ellos.

—Tampoco lo eres tú —dijo Joe—. Sabes que necesitas un grupo aquí afuera.

—Tal vez no —respondió Daryl y, por una fracción de segundo, su mano se tensó sobre el hombro de Lara.

—No, lo necesitas —dijo Joe—. Deberían unírsenos.

—Por más tentador que suene, creo que pasamos —respondió Lara secamente—. No creo que sea capaz de dormir si nos quedamos con ustedes.

Cuando un caminante se tambaleó hacia ellos, Joe siguió caminando—. La gente no necesita ser amistosa. No debemos ser agradables. No debemos ser hermanos de armas —hizo una pausa mientras observaban a sus hombres matar al caminante como si fuera un juego—. Sólo debemos seguir las reglas. Reclamar. Si robas, te revientan. Sé que suena gracioso, pero nadie se ríe cuando algo se pierde. Y no mientas, porque eso es una "pendiente resbaladiza".

—¿Qué pasa si las rompes? —preguntó Daryl.

—Recibes una paliza —dijo Joe, como si fuera normal—. Cuya gravedad depende de la ofensa y el humor del grupo ese día. Pero eso no pasa mucho porque cuando los hombres como nosotros seguimos las reglas y cooperamos un poco, bueno, el mundo se vuelve nuestro.

—Suena horrible —murmuró Lara, con una sensación de náuseas burbujeando en su estómago.

Joe le silbó a sus camaradas, señalando el almacén abandonado a su izquierda—. Justo ahí. Nuestra morada por esta noche.

—Oye —dijo Daryl—. No hay un "nosotros". Tus chicos lastimaron a mi chica. Tienes suerte de no estar muerto. No hay nosotros.

—¿Te vas ahora? —preguntó Joe. Cuando Daryl no dijo nada, Joe le quitó el cigarrillo de los dedos—. ¿No? Entonces parece que hay un nosotros.

Daryl no respondió.

—¿Te gustan los gatos, Daryl? —preguntó Joe—. A mi sí. Los amo desde que tenía tres años. Criaturas malvadas. Como sea, te lo diré, y esta es la verdad. No hay nada más triste que un gato salvaje que cree ser doméstico.

Se dirigieron al interior, Daryl y Lara se quedaron atrás hasta que los Reclamadores entraron al almacén y se aseguraron de que estuviera despejado. Una vez dentro, Daryl cerró la puerta mientras Lara quitaba la lámina de plástico de uno de los autos.

—No están aquí —dijo Tony—. Nadie ha estado aquí por un tiempo. Quienes hayan sido, consiguieron toda la gasolina.

—Eso no importa —respondió Joe—. Nos estamos acercando. Puedo sentirlo.

El hombre de la gorra azul, Billy, caminó hacia el auto al lado del cual Lara y Daryl estaban parados, con una sonrisa en su rostro mientras cerraba la puerta de golpe mientras Lara intentaba abrirla—. Reclamado.

Pateó la bolsa de basura de Daryl y Lara apretó los dientes. Billy le sonrió.

—Eres bienvenida a compartir, cariño.

Ella lo ignoró y se dirigió a recoger la bolsa de Daryl. Mientras lo hacía, Daryl se aventuró a otro auto que luego fue reclamado por Len. Lara se dirigió a la esquina, decidiendo no jugar en sus juegos. Daryl notó que se dirigía hacia la pared trasera y la siguió.

Se sentó contra la pared, abrió su mochila y buscó la barra de granola que le quedaba. Curvando su mano alrededor de lo que pensó que era una barra de granola, sacó la prueba de embarazo y sus ojos se abrieron cuando Daryl la vio.

—¿Qué es eso? —preguntó Daryl, sentándose a su lado.

Lara contuvo la respiración cuando Daryl tomó la prueba de sus manos. La miró por un momento demasiado largo, lo que hizo que Lara creyera que no estaba feliz con el resultado, pero luego bajó la prueba y miró a Lara, apoyada contra la pared.

—¿Es tuya? —preguntó Daryl en voz baja—. ¿Estás...?

Lara dejó escapar el aliento que estaba conteniendo—. Creo que sí. Me he estado sintiendo un poco mal, vomitando un par de veces...

—¿Estás embarazada? —preguntó Daryl.

Lara no pudo leer su expresión—. No tienes que involucrarte si no quieres.

—¿Por qué no querría? —preguntó Daryl—. Por supuesto que quiero.

—¿En serio? —preguntó Lara.

—¿Por qué no me dijiste antes? —preguntó Daryl.

—Porque no sabía cómo —respondió Lara—. Estaba feliz de verte, y no quería dejar caer una bomba como esa después de... ya sabes... todo lo que pasó. Solo me alegra que no estes enojado.

—¿Por qué estaría enojado? —preguntó Daryl—. Voy a ser papá.

A pesar de que estaba aterrorizado ante la perspectiva de convertirse en padre, había tenido suficiente tiempo para pensar sobre eso desde que se mencionó el tema por primera vez hace meses. Sabía que su propio padre no era un ejemplo, pero Daryl prometió ser el mejor padre que podía ser. Sabía que esto era algo que Lara siempre había querido y, a pesar de que las probabilidades estaban en su contra, juró que no dejaría que nada le pasara a Lara ni a su bebé, no mientras estuviera vivo.

—Sí —dijo Lara, una pequeña sonrisa apareció en su rostro—. Vamos a ser padres.

Daryl la atrajo hacia él, envolviéndola en su abrazo—. No puedo creerlo.

—¿Tienes algún nombre en mente? —preguntó Lara.

—Un par —dijo Daryl—. ¿Y tú?

—Todavía estoy fijada en Nate —respondió Lara—. Tal vez Rosie para una niña. ¿Y tú?

—Estaba pensando en algo parecido a pequeño aplastacráneos.

Lara se rió, llamando la atención de los Reclamadores. Torpemente, desvió la mirada y Daryl tomó su mano, ofreciéndole un pequeño consuelo mientras movía los pies nerviosamente, pareciendo encogerse en el abrazo de Daryl mientras trataba de distraerse de los ojos vigilantes al otro lado de la habitación. Miró a Daryl después de un momento, con una sonrisa jugando en sus labios.

—Creo que hay que discutirlo.

Daryl se rió—. Sí, tal vez tengas razón. Escucha, necesito orinar.

—No hay forma de que me quede aquí sola —respondió Lara, levantándose para seguir a Daryl afuera.

Mientras estaban allí, Lara se mantuvo a una buena distancia de Daryl mientras miraba hacia la pared y se desabrochaba los pantalones. Se quedó mirando los árboles, preguntándose si su hermano estaba vivo. Lo extrañaba más que nada; a Carl también. Solo quería que estuvieran juntos de nuevo, felices y vivos. Extrañaba a Glenn, Maggie y Michonne, y pensó que después de perder a tanta gente, sería más fácil, pero nunca fue así.

Cuantas más personas perdían más doloroso se volvía; ya no quedaban muchos del grupo original de Atlanta. Eran solo ella, Daryl, Rick, Carl, Glenn y Carol. Solo seis de un grupo de unos veinte. Mientras estaba allí, pensando en Atlanta, se preguntó qué le había pasado a Morales y su familia; si llegaron a Birmingham como lo planearon. Había pasado tanto tiempo desde que había pensado en ellos, o en Jacqui, Jim, Dale, Shane o Amy, y se sentía culpable por aceptar sus muertes y no tomarse un momento para pensar en ellos.

Tuvo que luchar contra la aplastante ola de emociones que vino después de ver morir a sus amigos. Ella no podía dejarse ahogar por la tristeza; tenía que seguir, seguir luchando por una vida mejor para ella y su familia. Aceptar el hecho de que se habían ido no era motivo para sentirse culpable; solo significaba que ella estaba sanando.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Daryl volviendo a su lado.

—En Rick —respondió Lara en voz baja—. Y Carl. Creo que todavía están por ahí, ¿sabes? En algún lugar. Y pensaba en Morales, Jacqui, Jim, Amy, Dale...

—Si Rick y Carl están por ahí, los encontraremos —dijo Daryl—. No lo dudes ni por un momento. No están muertos.

—No lo dudo —respondió Lara—. Los extraño, ¿sabes? Pasé días sola y me dio mucho tiempo para pensar. Empecé a hablar con las fotografías en las paredes de las casas que allané.

—Hay cosas peores que podrías estar haciendo —dijo Daryl—. Volvamos adentro.

Una vez que estuvieron adentro, Lara se sentó con la espalda contra la pared, las piernas estiradas frente a ella. Daryl se acostó de modo que su cabeza descansara sobre sus muslos y, por unos momentos, el mundo que la rodeaba se desvaneció y quedaron solo ellos dos, perdiéndose en los ojos del otro mientras pensaban en la posibilidad de un futuro en el que podrían ser felices y criar a su hijo juntos.

Volvió a la realidad cuando escuchó la voz de Len.

—Cristo —dijo Len, acercándose a Daryl y Lara—. Dámela.

—Retrocede —exigió Daryl, sentándose mientras Len se paraba sobre él.

—Mi mitad estaba en la bolsa —espetó Len—. Ahora desapareció. Nadie por aquí está interesado en un maldito conejo, excepto tú. ¿No es así?

Daryl estaba de pie—. Eres el único que sigue pensando en esa mierda.

—Vacía tu bolsa —exigió Len.

Daryl recogió su bolsa cuando Lara se puso de pie—. Te dije que retrocedas.

Joe se acercó a ellos y le quitó la bolsa de la mano a Daryl. Lara se acercó a Daryl y le puso la mano en el brazo mientras metía el puño en la manga de su chaqueta. Se relajó un poco bajo su toque, pero no había forma de que bajara la guardia. Estos hombres, Len específicamente, estaban enojados, y él caería peleando antes de dejar que Lara saliera lastimada.

—¿Tomaste su conejo, Daryl? —preguntó Joe, sosteniendo la bolsa de Daryl—. Dime la verdad.

—No tomé nada —respondió Daryl.

—¿Qué tenemos aquí? —preguntó Joe, volcando la bolsa de Daryl—. Vamos.

Lo único de valor era una camiseta de repuesto y el medio conejo muerto que Daryl recibió esa mañana, algunos cigarrillos esparcidos por el suelo mientras caían de la bolsa. Cuando Joe tomó la bolsa una vez más, se cayó algo más, y cuando Lara miró más de cerca, vio la otra mitad del conejo que Daryl había cazado esa mañana.

—Bueno, miren eso —dijo Joe mientras Len sonreía con suficiencia.

—Tú lo pusiste ahí, ¿no? —preguntó Daryl—. Cuando salí a orinar, ¿no?

—Mentiste —respondió Len—. Tú lo robaste.

—¿Cómo pudo haberlo hecho? —espetó Lara, tratando de dar un paso adelante pero encontrando su camino bloqueado por Daryl—. Estuvo conmigo todo el tiempo.

—¿Le enseñaremos a este tonto o qué, Joe? —preguntó Len.

—Daryl dice que no tomó la mitad de tu conejo —dijo Joe interponiéndose entre Daryl y Len mientras Lara agarraba la parte trasera del chaleco de Daryl—. Así que tenemos un pequeño misterio. O él miente, lo cual es una ofensa punible, o... tú lo plantaste como un cretino, tramposo, cobarde, ¿verdad? Porque aunque eso no rompería específicamente las reglas, sería decepcionante.

—Lo sería—respondió Len, apretando la mandíbula mientras decía con firmeza—: No lo hice.

—Bien —dijo Joe, antes de darle un codazo a Len en la cara y tirarlo al suelo—. Bueno, denle una lección, caballeros. Es un mentiroso de mierda. Estoy harto de él. Enséñenle muy bien.

Lara se estremeció cuando los Reclamadores comenzaron a golpear a Len, dando vueltas a su alrededor como buitres mientras se turnaban para patearlo y lanzarle puñetazos. Presionó su rostro contra la parte posterior del chaleco de Daryl para tratar de bloquear los sonidos cuando Joe dijo—: Lo vi hacerlo.

—¿Por qué no intentaste detenerlo? —preguntó Daryl, extendiendo una mano detrás de él para sujetar a Lara.

—Quería jugar con eso —respondió Joe—. Se lo permití. Tú dijiste la verdad. Él mintió. Tú entiendes las reglas. Él no —recogió la otra mitad del conejo—. Parece que también tienes la cabeza.

Daryl se agachó y recogió su bolsa de basura. Lara dio un paso adelante y lo detuvo—. No voy a dejar que cargues con eso. Hay suficiente espacio en mi mochila.

—No puedo hacer eso —dijo Daryl, mirándola.

Su rostro estaba pálido, y se estremecía de vez en cuando cuando escuchaba un gruñido o un gemido de los Reclamadores. Daryl se puso de pie con sus pertenencias en la mano.

—Sí, puedes —respondió Lara, mientras un desagradable crujido resonaba en el almacén—. No creo que pueda escuchar esto...

—¿Quieres salir a caminar? —preguntó Daryl.

Lara asintió—. Sí, primero pon tus cosas en mi mochila, pero puedes mantener al conejo alejado de mis barras de granola.

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