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[117] SÁBANAS DE CAMINANTES

Deanna fue llevada al piso de arriba, donde reveló que fue mordida por un caminante. Al bajar las escaleras, Lara vio a Judith en la sala de estar y corrió hacia la niña, la levantó en sus brazos y la abrazó contra su pecho.

—Gracias a Dios que estás bien —suspiró Lara, acunando a Judith.

Sin nada más que hacer excepto que esperar mientras ideaban un plan, Lara se quedó en la sala de estar con Judith, muy preocupada por Maggie y el resto de sus amigos. Rezó para que hubieran llegado a un lugar seguro, porque no quería más nombres en esa pared.

Un estruendo en el garaje hizo que Lara se pusiera de pie y rápidamente le entregara a Judith a Gabriel con la instrucción de que la llevara arriba y la pusiera en la cuna que Jessie había construido en la habitación de invitados. Cuando Gabriel se llevó a Judith, Lara corrió por el pasillo hasta la puerta del garaje.

Probó la manija pero la encontró cerrada—. ¿Carl? ¡Carl!

Podía escucharlo, presumiblemente con Ron. Sonaba como si estuvieran peleando, y mientras Lara intentaba con furia la manija, Rick se le unió—. ¿Qué está pasando?

—¡Carl está ahí! —jadeó Lara—. Con Ron.

—¡Carl! —gritó Rick.

—¡Ron! —gritó Jessie.

—¡Carl, abre la puerta! —gritó Lara—. ¡Abre la puerta ahora mismo!

—¡Atrás! —gritó Rick, sacando su hacha antes de comenzar a romper la cerradura.

Con la puerta abierta, los dos chicos corrieron por la entrada y lograron cerrar la puerta de golpe detrás de ellos mientras los caminantes se abrían paso y entraban al garaje. La pelea de Carl y Ron había atraído a los caminantes desde afuera, y comenzaron a empujar la puerta del garaje, que no podía cerrarse porque Rick la había roto. Mientras Lara y Carl intentaban mantener la puerta cerrada, Rick y Gabriel aparecieron con el sofá, apoyándolo contra la puerta.

—Necesitamos más —dijo Rick—. Y tenemos que ser silenciosos.

—Veré lo que puedo encontrar —dijo Michonne.

—Yo también —agregó Gabriel.

—¿Qué pasó allí? —le preguntó Lara a su sobrino—. ¿Estás bien?

—Estábamos buscando herramientas y derribamos un estante —respondió Carl.

—Escuchamos gritos —dijo Jessie.

—Sí, Ron los vio atravesar las puertas —dijo Carl—. Teníamos que movernos. Es lo que pasó.

—Carl, hay mesas de luz en la habitación de mi mamá —dijo Ron—. Podemos sostener el sofá con ellas.

—Oye, sonaba como si estuvieran peleando —dijo Jessie.

—Sí, pero estábamos peleando con ellos —espetó Ron.

—¿Carl? —preguntó Rick—. ¿Está bien?

—Está bien —respondió Carl.

Cuando atrancaron la puerta, Lara escuchó un golpe en el exterior, y Jessie jadeó—. Derribaron la escultura.

—Todo ese ruido atraerá más —dijo Michonne.

Judith empezó a llorar desde arriba y Lara se volvió hacia su hermano—. Yo iré.

Mientras Lara subía las escaleras, Judith se quedó en silencio y Lara notó que Deanna no estaba donde la habían dejado. Arrastrándose hacia el dormitorio, con la puerta entreabierta, sacó su cuchillo cuando vio a Deanna inclinada sobre la cuna.

Mientras agarraba el hombro de la mujer, Deanna gritó—: ¡No, todavía soy yo!

—Dios mío, lo siento —respondió Lara, bajando su cuchillo.

—Quería verla por última vez —dijo Deanna—. Pensé que podría lograrlo. Mis piernas tenían otros planes.

—Ven aquí —dijo Lara, ayudando a Deanna a levantarse antes de acostarla en la cama—. Tú y tus planes.

—Ahora son tuyos y de Rick —dijo Deanna riendo.

—No, yo no soy una líder —dijo Lara mientras se ponía de pie—. De ahora en adelante, alguien necesita estar contigo.

—Sí —dijo Deanna.

—No puede ser ella —respondió Lara, mirando a Judith—. Encontraré otro lugar para ponerla.

—Lara... escribí algo —dijo Deanna, entregándole unos papeles—. Para Spencer. Para Maggie.

—Me aseguraré de que lo reciban —prometió Lara, tomando el papel—. Aunque no se me puede confiar cosas importantes como esta, se las daré a Rick.

—¿Darle qué a Rick? —preguntó Rick, apareciendo en la puerta—. Te tomaste un tiempo. Supuse...

—Todavía respiro —dijo Deanna.

—Éstas —dijo Lara, entregándole las cartas a Rick—. Cuida de ellas. Son para Spencer y Maggie.

—¿Cuidarás de él? —le preguntó Deanna a Rick mientras Lara agarraba a Judith.

Con Judith en brazos, Lara hizo ademán de salir de la habitación—. Estaré abajo.

—Lara —dijo Deanna—. Espero que tú y tu bebé vivan vidas saludables.

Lara sonrió—. Gracias. Siento mucho que te haya pasado esto.

Mientras Lara bajaba las escaleras con Judith, vio el caos que se desarrollaba en la sala de estar. Los caminantes estaban entrando a la casa, y cuando Rick pasó corriendo junto a Lara para ayudarla, le gritó—: ¡Vuelve arriba! ¡Llévate a Judith! ¡Ahora!

Cuando los demás se unieron a ella bloqueando las escaleras y Rick arrastró a un caminante muerto escaleras arriba, Lara supo lo que se avecinaba.

—Dios, no me va a gustar esto, ¿no?

Había escuchado la historia de cómo Glenn y Rick se habían cubierto de sangre y tripas de caminante para abrirse camino entre la manada en Atlanta, y ver esta escena desarrollarse ante ella le dio a Lara una muy buena idea de lo que estaba a punto de suceder.

—Quédate aquí —le dijo Rick a Carl—. Si se acerca alguno, me llamas.

—Vamos a necesitar sábanas —dijo Lara—. Suficiente para todos.

—¿Sábanas para qué? —preguntó Jessie.

—Será mejor que no preguntes —respondió Lara.

—Todos iremos a la armería —dijo Rick.

—¿Cómo? —preguntó Jessie.

—Vamos a destriparlos —respondió Rick—. Nos cubriremos con las entrañas. Ocultará nuestro olor, pensarán que somos como ellos —Jessie y Ron parecían asqueados—. Lo he hecho antes. Iremos con calma, no llamaremos la atención... podemos movernos a través de ellos.

Jessie miró a Lara—. ¿Has hecho esto antes?

—No, pero Glenn tardó casi una semana en quitarse el olor... algo que no me emociona —dijo Lara, sosteniendo a Judith en sus brazos.

—Están en la casa —dijo Michonne—. Hacen mucho ruido. Están llegando más.

Rick y Michonne comenzaron a destripar a los caminantes, su carne podrida se aplastó y sus entrañas se derramaron por el suelo de la habitación. Lara apartó a Judith para que no tuviera que mirar, luchando contra la ola de náuseas que le recorrió el estómago. No había forma de que vomitara; no cuando podía tener el derecho de fanfarronear sobre Glenn, quien vomitó la primera vez que hizo esto.

—El que se quede morirá —dijo finalmente Rick.

—¿Qué hay de Deanna? —preguntó Gabriel.

Michonne fue a hablar con Deanna, mientras Lara hacía un agujero en una de las sábanas con su cuchillo—. Rick, yo llevaré a Judith.

—¿Estás segura? —preguntó Rick.

Lara asintió—. Sí. Eres mejor luchador que yo, pero yo soy más rápida. Si algo sale mal, puedo llevarla a la armería, donde estará a salvo.

Rick asintió—. Está bien, vamos. Te ayudaré.

Cuando todos estaban vestidos con sábanas cubiertas con restos de caminantes, Michonne miró hacia abajo y susurró—: Tenemos que irnos.

—Estamos listos —dijo Jessie, mirando a su hijo—. ¿Ron?

—Sí —dijo Ron.

—¿Tienes a Judith? —le preguntó Rick a su hermana.

Lara asintió—. La tengo.

—Rick —dijo Gabriel—. No voy a rendirme ahí fuera. No voy a darles la espalda, sin importar lo que pase.

Rick asintió—. Sí, lo sé.

—¿Carl? —susurró Lara, alcanzando la mano de su sobrino.

Él la tomó y bajaron las escaleras, moviéndose a través de los caminantes que ahora llenaban la casa, permaneciendo tan silenciosos como les era posible. Cuando llegaron al porche, vieron las calles invadidas de caminantes, llenando por completo el camino. Rick extendió la mano y tomó el brazo de Lara, y ella tomó la mano de Carl mientras caminaban por la calle.

Entonces escuchó la voz.

—¿Mamá? —tranquila al principio, luego cada vez más fuerte—. ¿Mamá?

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