Tercera Causa.
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❝El amor verdadero es cuando alguien
acepta tu pasado sin juzgarte,
tu presente sin cambiarte
y tu futuro sin limitarte.❞
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La sedosa tela al tacto, blanca y pura como la nieve misma y tan cálida como sólo su material otorgaba. Además, se sentía cálido, más allá de estar satisfecho con cómo su traje se amoldaba a su cuerpo, definiendo su cintura y rodeando con suavidad su abdomen, como si deseara proteger la zona, el cómo continuaba extendiéndose por todo su torso y mostraba parte de su pecho de una forma un tanto descarada aunque coqueta; incluso el pantalón y las mangas que cubrían por completo su brazo y parte del dorso de su mano, ceñidos a su cuerpo con una tela más fina que daba la ilusión de ser casi transparente, le daban ese contraste fresco y atrevido a su traje, las largas mangas moldeando sus delgados brazos y terminando en una punta que se aferraba a su dedo medio, combinaba con sus pantalones del mismo bordado que acentuaba sus piernas, las cuales si bien no se sentía orgulloso, al menos a alguien le gustaban.
Bajo aquel pensamiento, volvió a elevar su vista, topándose con sus propios ojos celestes en el reflejo del espejo de cuerpo completo frente suyo. Sólo pudo hallar resplandor; su pálida piel parecía brillar más con su traje para la ceremonia, incluso, sus ojos se perdían ante el brillo de ilusión que emanaban, cual dos preciosas perlas. De no ser por el maquillaje que minutos antes había sido aplicado en tu terso rostro, juraría que se vería mucho más pálido de lo que realmente era.
Sonrió, acentuando sus pómulos color carmín y extendiendo sus labios pintados de un rojo característico de su pueblo.
Sus manos se pasearon por sus caderas, sintiendo la tela que la rodeaba y subiendo hasta su abdomen, al menos, en su parte baja, acariciando la zona con una delicadeza tal que no hizo más que aflorar su felicidad, mirando la zona a través de su reflejo, imaginándolo más grande y a él más rechoncho.
La imagen de su pequeño cachorro en su interior aglomeró su memoria y su anhelo.
Al levantar la mirada, se sorprendió de ver en la entrada a su espalda una figura fémina.
Jennie entró a la habitación por completo, meneando su vestido largo que rozaba el piso, con detalles lilas rodeando su larga falda morada, detalles que se mecían al compás de sus caderas; de la misma forma que largas cintas de distintos grosores rodeaban su fina cintura, acentuándola del más grande al más pequeño, al igual que un escote algo pronunciado que tocaba aquellas cintas, y similar a su traje, las mangas yacían cayendo hasta sus muñecas ampliándose más, hasta que en algún punto no hacía más que tela colgar de las mismas. Un hermoso vestido, si se lo preguntaban.
Sin embargo, algo perturbó su perfecta visión de su madre arreglada, tensando su sonrisa. Un sobre yacía entre aquellos largos dedos.
La mujer sonrió con disimulo, sin embargo, fue una sonrisa apacible, una que demostraba algo que sólo ella podría comprender. Por ello, Jimin pudo relajarse, para ser remplazado por la curiosidad de aquel objeto en sus manos.
—Ha llegado el día, finalmente. —habló la mujer deteniéndose a escasos pasos del menor.
Jimin asiente, no viendo otra respuesta que pueda formular en palabras coherentes. Está confundido y su curiosidad por el objeto en sus manos le hace sacar conclusiones que no hacen más que ponerlo nervioso.
—A tu madre le hubiera encantado verte así —inició, extendiendo uno de sus brazos hasta que su mano pudo tocar el hombro de su pequeño cubierto por aquella tela blanca—. De blanco, con tu futura pareja esperándote en el altar, decidido, feliz y completo.
El menor de inmediato pudo sentir la emoción aglomerarse en su pecho, haciéndolo sentir cálido y poco a poco subir hasta su garganta, zona la cual le dolió al momento debido al nudo de emociones que se quedaba atorado, imposibilitándole hablar y no pudiendo hacer nada más que expresarse con sus ojos.
—Y estoy segura que le hubiera encantado decirte esto, personalmente. —sus manos le extendieron aquel objeto que ahora pudo reconocer como sobre, sellado por un emblema desconocido para él, sin embargo, podía suponer a quién o a quienes pertenecía.
Sostuvo aquel sobre en sus propias manos, levantando la mirada de inmediato, buscando una confirmación que le fue otorgada por un movimiento sencillo de cabeza de la mujer; emocionado, aunque reteniéndolo, despegó aquel sello con facilidad aunque con mucho cuidado, incluso retiró la hoja que yacía dentro del sobre y desdobló la misma con total delicadeza, como si aquello fuese un objeto valioso y único, ciertamente lo era.
Con simplemente visualizar el trazo delicado de una letra que reconocía proveniente de su madre, sonrió amargamente, reteniendo el nudo en su garganta.
Hola, cielo. Mi príncipe, mi princesa, ciertamente no sé lo que eres, pues la sorpresa quiero que quede ahí hasta tu glorioso nacimiento. Pero hay algo que sí puedo decirte desde ya: Te amo, eres lo mejor que me ha pasado desde que me enteré de tu existencia, desde el momento en que te moviste en mi interior y pateaste tu pequeño hogar; tanto yo como tu padre te esperamos ansiosos.
Te he dejado en buenas manos, una presencia imponente en la que confío mucho, no por nada le he dejado a lo más valioso que alguna vez tendré. Sé que ella te ha cuidado y querido como si yo lo estuviese haciendo, sé que te contará de mí, sé que cuestionarás y te contestará con melancolía, recordando sólo los buenos momentos.
No sé en quién te has convertido ahora, no sé quién seas actualmente, pero estoy orgullosa de ello. Porque eres mi legado, parte de mí y espero jamás olvides eso.
Espero que a la fecha seas alguien lleno de dicha. Muy posiblemente Jennie te otorgue esto en alguna fecha especial, pero sé que será el momento apropiado. Justo ahora puedo imaginarte en algún cumpleaños en especial, algún logro destacable o incluso, tu boda. Y sea cual sea, felicidades, repito, estoy orgullosa de ti, por un año más, por aquel logro del cual hasta tú te sientas dichoso y digno de conseguir; sin embargo, si es la última, sólo sonrío de imaginarte vestido de blanco, con un hermoso traje blanco a encaje, con tu velo majestuoso hasta el piso, con tu cabellera hermosamente decorada... feliz, ansioso y orgulloso de llegar al altar con tu elegido, listo para unirte por la eternidad con aquel o aquella a quien consideres tu complemento. Wow. No sabes lo dichosa que me haces sentir aún sin siquiera haber nacido.
Mi pequeño, mi pequeña, sólo espero que seas feliz, que puedas otorgar una paz al mundo y a aquellos quienes te rodean, que sepas utilizar tus virtudes para lo que tú consideres correcto. Espero seas tan afortunado aún si pasas las peores dificultades, pues espero que te levantes después de haber caído. Puedes detenerte, respirar, pero espero te levantes.
Me encantaría estar ahí, darte un abrazo, besarte todo el rostro, acariciarte las mejillas y decirte de frente cuán orgullosa estoy de ti. Por desgracia no estamos destinados a verte crecer, a educarte u otorgarte el amor que tú requieres, las cosas a la fecha en la que escribo esto están muy tensas, la probabilidad del aumento de ataques incrementan e incluso mis acciones repercuten en la manada en la que ahora me resguardo.
Originalmente escribiría esto como un mensaje que te otorgaría personalmente y de forma presencial. Pero si ahora estás leyendo esto, más aparte de ser un día especial, es por algo que prefiero no recalcarte. No quiero que llores de tristeza, sino de felicidad. Y sé que Jennie jamás permitiría que llores de tristeza, la conozco lo suficiente como para saber que detrás de esa máscara impenetrable y severa, se oculta un ser bondadoso, noble, solidario y lleno de empatía.
Cuídate cielo. Trata de ser feliz y alcanzar la plenitud. Lucha por tus ideales y jamás los dejes de lado o los cambies por cosas que no valen la pena. Sea cual sea el día en el que leas esto, estoy orgullosa de ti, de en quién eres y de quien serás en el futuro.
Nunca olvides que tú eres mi legado, la razón por la cual lucharé hasta el fin de mis días. Incluso si no estoy ahí a tu lado sé que sabes de antemano que te amo y siempre lo haré.
Te quiere, tu madre.
En cuanto las palabras terminaron su trazo en aquella desgastada y amarillenta hoja, dejó salir sus lágrimas, frunciendo su ceño, cerrando sus ojos y abrazando aquel pedazo de papel como si lo fuese todo.
—Ey, niño tonto, no llores. —reprendió la mujer delante suyo, sin embargo, su tono no era despectivo o grave, era una combinación entre lo cómico y una melancolía que también se reflejaba en su mirar.
De inmediato, buscando consuelo, se acercó hasta Jennie y envolvió su cintura con sus brazos mientras pegaba su frente en el hombro de la mujer, sintiendo unas caricias en su nuca, arrullándolo y calmándolo con aquella zona erógena en él, como cuando era un chiquillo de seis años y las pesadillas recurrían constantemente.
Más allá de llorar de la impotencia de la ausencia de su madre, de aquella imperiosa necesidad de quererla a su lado en el día de su boda, su pecho cálido finalmente disparó remembranzas modificadas, teniendo la probabilidad de estar ahí su madre. Los sollozos salieron de su garganta, desahogándose en un intercalado de tristeza y felicidad.
—Venga ya, niño, arruinarás el maquillaje que tanto les costó a las chicas aplicarte —recordó Jennie, dando unos últimos golpes a la espalda de su pequeño y finalmente haciéndolo encararla—. Hoy es tu día, debes estar feliz por ello, la espera por fin concluye; hoy te unirás con Lee Taemin en sagrado matrimonio, no puedes ir con él luciendo decaído, tampoco con esas lágrimas de impotencia.
Jimin soltó una risa aún con aquellas perlas deslizándose por sus mejillas.
Jennie prosiguió a limpiarlas con sus pulgares y por dar unos retoques al mismo, encargándose de que el próximo recién casado se viese vívido de nuevo; aplicando con gracia los implementos con su vasta experiencia en promover cierta imagen o apariencia. Por lo que, incluso si eso era posible, Jimin pudo apreciarse con más detalles, agregando la suave pintura marrón en sus párpados, otorgando más profundidad en su mirada. Dejando de lado el pesar que anteriormente cargaba, ahora sonrió con mayor libertad, sintiéndose seguro de sí mismo y aumentando cuando unos toques en la puerta les informaron a ambos que ya era hora.
—Señorita Kim, joven Park, los invitados los están esperando. —informó una voz femenina con calma y con una sonrisa que se notaba en el tono.
—Ahora vamos.
Jennie se giró para volver a encontrarse con la mirada de su pequeño, acariciando su mejilla en un acto maternal antes de inhalar y volver al mismo semblante neutro pero con un brillo en sus ojos.
—¿Recuerdas lo que tu madre y yo te hemos dicho, cierto? —cuestionó extendiéndole una mano, dispuesta a llevarlo por el camino de pétalos.
Jimin miró aquella mano nervioso, mordiéndose el labio inferior y mirando la carta que había dejado en su escritorio. Le sonrió con la melancolía reflejada en sus ojos y volvió a encarar a Jennie, asintiendo con la cabeza.
—Yo soy su legado. —culminó decidido, tomando la mano de la mujer.
Jennie asintió, mirándole con un peculado brillo en sus ojos café. Jalándolo hasta aquel escritorio, de donde con delicadeza tomó entre sus manos el velo atado a una corona de plata, la cual su punta caía hacia su frente y en el otro extremo a ella una luna menguante recostada que se ceñían fielmente al diseño inocente y puro, como elegante de igual forma. La tela cayendo en su rostro, volviéndolo más pálido pero también más extravagante.
—Estoy segura que Taemin quedará fascinado —aseguró ella volviendo a tomar la mano de su pequeño—, si no es así, entonces le patearé las bolas.
Jimin soltó una carcajada auténtica, sonriendo ante la sola idea de que aquello pudiese ocurrir; lo que era peor, que Jennie sería completamente capaz de hacerlo.
—Vamos. —alentó nuevamente, jalando a su pequeño hasta la salida.
Sabiendo lo que se vendría, Jimin tomó una profunda inhalación, llenando sus pulmones hasta que ya no pudo más, reteniéndolo ahí sin querer hasta soltarlo una vez bajaron las escaleras; con el bullicio rimbombante desde afuera de su casa, sus nervios incrementaron y con ello, sus manos comenzaron a temblar, aferrándose al brazo de Jennie como si aquello le diera estabilidad, al menos, momentánea. Hasta ese entonces, exhaló con fuerza, como si con aquello pudiese calmarse.
—Ey, tranquilo, aquí estoy. —alentó Jennie en un casi susurro, queriendo suavizarse con él como cuando tenía seis años y sus evaluaciones le crispaban los nervios.
Fue ahí que también Jimin reparó en el hecho de que se habían detenido ante la puerta de salida, aquella que lo dividía de emprender camino hacia aquel hombre que se volvería su complemento, aquel camino que lo guiaba hacia su compañero de vida, hacia quien se volvería su futuro marido. Lentamente, bajo la sensación de adrenalina que comenzaba a aglomerarse, aflojó su agarre del brazo de la mujer y, entonces, asintió.
No hubieron necesidad de palabras, no hubo si quiera la necesidad de repetir la acción, Jennie lo conocía bien y por ello abrió la puerta con decisión, emprendiendo camino hacia el altar.
Cada paso fue como una razón más para tener seguridad en sí mismo, replanteándose con cada paso las causas que lo habían hecho aceptar casarse con Taemin, casarse con aquel alfa y aceptar formar parte del resto de su vida.
Recordó con cariño el día de la propuesta, una eufórica y especial propuesta en presencia de su pueblo, en donde, al anochecer, acabaron intimando a la lejanía en el más puro de sus instintos que guiaban sus emociones, impregnándose ambos del olor de las pequeñas flores que crecían cerca. O aquel día en donde finalmente se volvieron pareja, donde después del tiempo compartido desde la niñez e incluso después del fatídico día blanco, finalmente lo hicieron oficial; alegrando a todo su pueblo y siendo bien recibidos por todos. Y, si viajaba más al pasado, donde la nebulosa se presentaba con mayor frecuencia debido a su edad y su poco contacto con el ayer, aún podía recordar cuando por primera vez se topó con aquellos ojos profundamente negros, y aún a pesar de su rostro inmaduro debido a su edad, tal vez unos trece años, su pecho en aquel entonces se sintió cálido.
Las remembranzas de lo vivido a su lado, la felicidad, las tristezas, los enojos...
Aún sin quererlo, a pesar de cada circunstancia continuaban juntos, eso lo hizo sonreír.
No fue hasta que reparó en que estaba a pocos pasos de su futuro esposo, que su mano apretó nuevamente el brazo de la mujer quien yacía acompañándolo. Siendo consciente también de las miradas que le dedicaba la gente de su pueblo a los costados de aquel pasillo decorado por pétalos, otros con la felicidad desbordante, otros tantos con admiración, sorprendidos por lo deslumbrante de vida que se veía y otros tantos con envidia. Al captar las últimas no pudo evitar encogerse sobre sí un poco más, queriendo ocultarse o definitivamente desaparecer de aquella escena.
Todo por querer hacer esta celebración pública.
Aunque, cuando finalmente la mujer a su lado se detuvo frente al altar, aquel decorado por un arco de flores y ramitas que él mismo había recolectado en sus inicios, subió la mirada, encontrándose a través de aquella tela que imposibilitaba un poco su visión aquellos hermosos orbes negros, aquellos los cuales brillaban llenos de misterios pero también propios de un alfa como Taemin.
Se tomó la libertad de admirarlo. La forma en que aquella tela beige combinaba de una forma excepcionalmente increíble; los pantalones algo sueltos, haciendo destacar parte de sus zapatos marrones de agujeta, el chaleco que ocultaba debajo suyo una camisa blanca, un detalle que curiosamente hacía resplandecer la corbata azul en un tono claro y suave, con algunos detalles en espirales que se notaban si se le prestaba la debida atención, incluso complementó con un saco del mismo color, el cual por cierto hizo resaltar sus brazos que no eran para nada delgados. A juego también iba su peinado, que había osado a levantarlo dejando al descubierto su frente, su mandíbula se marcaba más de aquella forma, al igual que su expresión en sí, sus labios, su nariz, sus ojos, las cejas levemente alzadas como si aquello fuera lo que necesitaba para demostrar su sorpresa absoluta de verlo.
Se sintió con la dicha de saber que, en unos momentos, se uniría a él hasta el final de sus días.
Sus mejillas se colorearon terriblemente al reparar que, en efecto, Taemin estaba admirándolo también. Posiblemente pensando lo mismo, lo que le daba más pena al asunto.
Jennie tomó su mano y, como era tradición, la guió hasta la del más alto, logrando así dejar ambas unidas. Tomando el impulso, besó la mejilla de su pequeño y le otorgó una sutil sonrisa, actos cargados del instinto más maternal posible.
Por otro lado, ambos amantes yacían en su propio mundo, mirándose mutuamente, embriagados en el más puro y sincero amor que alguna vez hayan podido experimentar, sintiendo la felicidad y la adrenalina tan aglomeradas en ellos que sus sonrisas eran radiantes, extensas y maravillosas. Causando ternura en algunos por las medias lunas que se formaban en los ojos del rubio, una sonrisa encantadora.
El toque de sus manos fue un enganche eléctrico, uno que les erizó la piel y sólo los hizo aferrarse más uno del otro. A pesar de ser un toque pequeño, aquello fue suficiente como para tomar la decisión: sí, lo acepto.
El llamado a la reunión comenzó por el oficiante y fue escuchado por los invitados, prestando esencial atención a cada palabra y asintiendo de vez en cuando, otorgando la razón.
—Si el día no pudiese ser más perfecto, hoy a la luz del sol se unen dos almas, dos seres tan complementarios quienes han decidido unificarse en uno solo —citó el oficiante frente a ambos, extendiendo sus brazos a sus costados, abierto a la felicidad que el próximo matrimonio emanaba—. Y hoy fuimos convocados para ser testigos de la felicidad que esta pareja han encontrado juntos, para presenciar su compromiso y cuando juren cuidarse, amarse y responsabilizarse uno del otro por el resto de su eternidad.
La gente asintió con una sonrisa, la mayoría estando a punto de llorar del amor tan evidente que la pareja se tenía. En cambio, Jennie, yacía con el pecho cálido, reteniendo las lágrimas de ver la felicidad desbordante de su pequeño y que estaba presente, siendo fiel testigo de la unión que estaba por ejercer.
Ojalá hubiese hecho lo mismo por ella, haber luchado e insistido y no acobardarse por miedo al rechazo o a la humillación.
Sus palabras resonaron en su cabeza, aquellas escritas con su puño y letra.
No era nuestro destino. Fue lo que le confesó antes de partir lejos, dejándola a ella hecha pedazos, deshilada y sintiéndose abandonada como un perro a su suerte.
—Como alguna vez un buen sabio dijo, el amor es la alegría de los buenos, la maravilla de los sabios y el asombro de los dioses —les sonrió a ambos muchachos, viendo el auténtico cariño que se demostraban en sus miradas—. Sabemos que una relación no es sencilla, pero hoy han dado este enorme paso, y serán bendecidos por ello por el dios del Sol que bendecirá la plenitud de su unión, posteriormente lo hará la diosa Luna.
Jimin bajó su rostro apenado, riendo discretamente y siendo seguido por su Alfa y por la gente de su pueblo, siendo más provechoso el asunto, más alegre y ameno.
Bajo indicaciones del oficiante, ambos se encararon y tomaron sus manos, mirándose a los ojos una vez más y sonriendo, gustoso de dar el siguiente paso.
—Park Jimin, ¿estás seguro de otorgarle a Lee Taemin tu amor, tu fe y confianza? —cuestionó el oficiante, mirándolo expectante al igual que los invitados.
Jimin asintió.
—Sí, estoy seguro de otorgarle mi amor, mi confianza y mi fe, por el resto de nuestros días. —afirmó con voz firme, no sintiéndola temblar y por ello notándose la seguridad y lo decidido que se encontraba.
—Lee Taemin, ¿aceptas otorgarle tu amor, tu fe y confianza a Park Jimin?
El nombrado sonrió, reteniendo a cómo podía las lágrimas que inundaba su visión.
—Sí, acepto otorgarle mi amor, mi confianza y mi fe hasta que la muerte nos separe. —otorgó una caricia al dorso de la mano del más bajo.
—Y Park Jimin, ya que has aceptado otorgarle tu amor y fe, ¿podrías, por favor, jurar ante él, el Sol y la tierra, que así será hasta el fin de los tiempos? —el oficiante le miraba ahora con ambas cejas fruncidas, sabiendo el menor que aquella era la pregunta para la que tanto se había preparado.
Su pueblo tenía tradiciones y creencias como casi la mayoría, mismas que eran respetadas y llevadas al cabo al pie de la letra, cargando con un peso muy significativo y una procedencia de igual o mayor medida. Una prueba de ello, era él. Respetado, venerado y adorado por su conexión con la naturaleza, nadie le tocaba ni siquiera un pelo sin su consentimiento y pobres de aquellos quienes lo hacían así, pues las sentencias impuestas por Jennie o el padre de su Alfa, o incluso el propio Taemin eran de las peores, tortuosas y hasta inhumanas. Sin embargo, las leyes, normas y reglas existían por algo, una razón de la que él estaba muy consiente y de ser él quien les faltase el respeto sería una completa y absoluta deshonra.
Pero, ¿en qué estaba pensando? No debería de estar dudando cuando la respuesta estaba en la punta de su lengua.
Estaba dispuesto a aceptarlo, a ser su esposo y su Omega, aún si él muriese primero, la fidelidad se mantendría hasta el momento en que ambos perezcan.
Era por ello que sus tradiciones eran severas, no eran un juego ni debían ser tomadas a la ligera.
Sin duda era una característica de la manada Ambika que era digna de admirar.
Sus promesas o juramentos se mantendrían hasta el día de su muerte, o las deudas siempre serían saldadas, importando poco el precio.
Teniendo la certeza que aquello sólo hacía más romántica la situación, Jimin sonrió y vislumbró el brillo en los ojos de su Alfa.
—Yo, Park Jimin, estoy seguro de casarme contigo, de ser tu esposo y tu Omega; juro respetarte, amarte y serte fiel hasta el fin de nuestros días —inició con la voz conmocionada, cargada de felicidad y un nudo que se avecinaba a su garganta—. Las adversidades, aún si es nuestra señora muerte, deberán ser tomadas como lecciones, aprenderemos juntos y prometo que nada cambiará nuestro mutuo acuerdo. En nombre de la tierra, la naturaleza misma, al Sol y la Luna, juro amarte, honrarte, venerarte y protegerte, ser tu amigo, tu pareja y tu esposo.
Aquel juramento, evidentemente, sorprendió como dejó satisfechos a muchos, pues aquella promesa era la más sincera y fuerte, importante considerando a quienes implicaba en el mismo. Considerar a los dioses del día y la noche, junto a la tierra y al origen y aliada de sus dones, la naturaleza, en un juramento como aquel era más que importante y sorprendente.
Y Taemin lo sabía, por ello no pudo evitar que una lágrima se deslizara por su mejilla hasta llegar a su mandíbula, sintiendo no sólo su pecho cálido, ahí donde su órgano vital palpitaba con rapidez, sino también todo su cuerpo, en una sensación de cariño y amor incondicional que poseía por el chico rubio frente suyo.
—Y gran Lee Taemin, ya que aceptaste otorgarle tu amor y fe, ¿podrías, por favor, jurar ante él, el Sol y la tierra, que así será hasta el fin de los tiempos? —pasó el oficiante, mirando ahora al mencionado.
Taemin inhaló profundo antes de iniciar su juramento.
—Yo, Lee Taemin, tomo a Park Jimin como mi esposo y mi Omega, de la misma forma que me entrego a él como todo lo que soy —inicio leve, queriendo dejar lo más importante para el final—. Incluso con los años, juro hacer de nuestro amor uno sin igual, enamorarle cada día, respetarlo, cuidarlo, protegerle, velar por él. Morir por él. En nombre de la tierra, la naturaleza misma, al Sol y la Luna, e incluso todos los dioses existentes y por haber, juro amarte, honrarte, venerarte y protegerte, ser tu amigo, tu pareja y tu esposo.
De fondo, algunos sollozos de felicidad y conmoción impregnaron el lugar, a pesar de ser abierto, podían distinguirse este tipo de sonidos.
El oficiante extendió su brazo izquierdo, llamando con una señal a una hermosa chica de cabello rizado y anaranjado, sosteniendo entre sus manos una peculiar canasta, en donde al centro colgaba los dos anillos de oro. Aquella que yacían grabados en su interior con los nombres contrarios y terminando en un corazón.
—Respetando nuestras costumbres, intercambiar un anillo como signo de amor y la devoción que la feliz pareja siente el uno por el otro es algo que se suele hacer, sobre todo si ustedes desean demostrar la seriedad del asunto. Lee Taemin, ¿Qué símbolo entregas como signo de que cumplirás con tus votos?.
El nombrado, tomó de la canasta que traía la chica el anillo que se notaba más delgado y pequeño; su mano se guió por sí misma, como si supiese que aquella acción era la que siempre debía de ejecutar a su lado, a tomar la del menor, acariciando el dorso de la más pequeña. Levantó el anillo para que la mayoría pudiese verlo.
—Park Jimin, ¿aceptas este anillo como símbolo de ello? —cuestionó el anunciante señalando el anillo a la vista de todos, aquel que brillaba con hermosura.
—Sí, lo acepto. —contestó Jimin, sintiéndose emocionado y cálido a la vez, sabiendo lo que se estaba avecinando.
Taemin procedió a levantar levemente la mano del rubio y, con cuidado y lentitud, insertó aquella circunferencia exacta en el dedo anular de quien yacía volviéndose su esposo. Los espirales enrollándose de forma sublime hasta que, exactamente, en su centro una Luna en su estado menguante se mostraba y destacaba con gozo.
Jimin pudo admirar la majestuosidad con la que aquel anillo de oro y la franja azul donde los detalles se extendían en todo su esplendor, destacaba en su dedo. Extendiendo su sonrisa y procediendo él mismo a tomar ahora la mano del más alto.
—Park Jimin, ¿Qué símbolo entregas como signo de que cumplirás con tus votos?
Repitiendo la misma acción que el más alto, tomó el anillo más grande y lo levantó a la vista de todos los que presenciaban aquella unión.
—Lee Taemin, ¿aceptas este anillo como símbolo de su unión?
El aludido contestó con seguridad, sin titubear y ansioso de proseguir.
—Sí, lo acepto. —aquello provocó que las mejillas de Jimin se tiñeran de un carmín más notorio, sintiendo su rostro cálido.
Aunque se sintiese nervioso, milagrosamente logró insertar en el dedo anular de su Alfa aquel anillo, en el cual la Luna era sustituida por un radiante Sol.
El anunciante, sonriente y sintiéndose orgulloso de declarar aquellas palabras, señaló las manos que yacían unidas delante de él, portando aquellos anillos con gran orgullo.
—Hoy, ante los ojos de nuestros honrados dioses, sus allegados y familiares, han expresado su amor y han hecho la promesa de compromiso mutua —sus brazos se extendieron a sus costados y levemente inclinadas hacia arriba, demostrando en aquella acción la magnitud que representaba aquella unión—. Y es para mí un gran placer el declararlos, oficialmente, marido y esposo. ¡Qué los dioses bendigan vuestra unión y vuestro amor!
Sabiendo que aquel grito era la señal, ambos se acercaron con lentitud, admirando sus rostros detenidamente y analizando una vez más cada detalle, por más mínimo que fuese, hasta que en algún punto la distancia fue nula y sus labios yacían acariciándose mutuamente. Ambos pares de labios moviéndose sobre el otro, uno dominando y el contrario dejándose dominar, incluso gozando de ello. Las manos del alfa se dirigieron con lentitud por el torso del más bajo hasta su cintura, donde con ambos rodeó la zona hasta apegarlo a él, y en cambio, Jimin se aferró a los hombros de su Alfa, de quien justo ahora se había vuelto su esposo.
Sumergidos en su propio mundo, se besaron hasta perder el aliento.
Y la multitud, muy al contrario de sentirse incómoda, comenzaron a exclamar felicitaciones más que contentos por aquella reciente unión matrimonial, algunos arrojando al aire pétalos de aquellas hermosas flores rosadas.
Jennie no retuvo las lágrimas que se deslizaron por sus mejillas, pues el orgullo de ver a su pequeño uniéndose oficialmente a aquel alfa que no podía ser más digno de su Jimin, le podía más.
—¡Por el matrimonio Lee! —exclamó el público al unísono, repitiendo la misma frase con orgullo.
Repentinamente, debido a la felicidad pura de Jimin, siendo ahora un Lee, su emoción se extendió hasta la naturaleza: calmando las aguas más salvajes, haciendo florecer con rapidez y resplandor varios frutos y otras plantas, despejando los cielos, garantizando la fertilización en tierras. El pasto a sus pies se levantó con más fuerza y con más viveza, incluso revivió algunas hojas que se habían atrevido a secarse, y no limitándose sólo a su pueblo, la viveza y felicidad se extendieron más allá.
El repentino cambio al aspecto de algunos árboles alertó a los hombres en aquellos caballos, una sonrisa surcando en el rostro de su líder al confirmar que iban en la dirección correcta, faltando poco para conseguir su objetivo.
Aquel poder no se retuvo ahí, pues incluso se extendió hasta topar con un bulto tirado en la distancia, haciendo una competencia lamentable con los demás bultos que yacían tirados aleatoriamente en el lugar.
Pero, como si aquello hubiese sido una señal de un peligro desconocido, unos ojos cálidos se abrieron, extendiendo su visión hacia una realidad de la cual no estaba preparado a enfrentarse.
Lentamente, con el dolor aún en su cuerpo, se levantó tambaleante, sacudiendo su cabeza intentando alejar el aturdimiento y la sensación de hormigueo que se extendía alrededor de sus heridas. Aunque había algo que dolía más que todas ellas, pues por más que intentó nunca pudo localizarla o sentirla, reparando entonces en el cadáver delante suyo, aquel quien en corpulencia era más pequeño, con su pelaje café pintado de rojo e ira, ensuciando lo pura que alguna vez fue.
Entonces recordó.
Y acompañado de la remembranza, aulló con dolor al atardecer. Resonando en cada parte del bosque, sin embargo, a nadie podía hacer llorar ya, nadie podía acompañarle en su dolor, nadie aullaría con él.
Ahora estaba solo.
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—¿No hay más señales de ellos? —cuestionó Jennie a un hombre de la noble guardia.
El mismo hombre negó.
—Desde la carta hace cinco días, nada.
Jennie hizo un sonido disgustado con la boca, insatisfecha de recibir aquellas noticias. La carta establecía específicamente que llegarían aquella misma noche, pero ya había pasado casi una semana desde aquel día. La preocupación comenzaba a carcomerla, consumida por el temor de la probabilidad.
No podían perder a la manada Edevane también. Eran su mayor esperanza.
—De acuerdo, puedes retirarte —cedió, pero detuvo al hombre con una mano en su hombro—. Cualquier detalle, por más mínimo que sea, avísame.
El hombre asintió, e inclinándose hacia ella con respeto, se retiró a la orillas de aquella celebración, vigilando el exterior.
En cambio, Jennie bufó exasperada, comenzando a irritarse por no saber nada de la manada de Min Yoongi. O siquiera de su existencia. Mínimo deseaba saber si los humanos ya habían arrasado con ellos y acabado con sus vidas, pero ni eso podía obtener.
Sin embargo, en cuanto volvió a la ceremonia, a la vista de todos, se plantó ahí con el mismo semblante tranquilo debido al día, ya podría arreglar el asunto más tarde, ahora era momento de celebrar y, por su pequeño, lo disfrutaría. Al menos lo intentaría.
La recepción se llevó de la forma más excelente y alegre posible.
Varias personas yacían con sonrisas amplias y torcidas en sus rostros, acompañados de una mirada dubitativa debido a lo que acababan de ingerir. Por supuesto, el alcohol no podía faltar.
Jimin y su ahora esposo, quienes se habían ido a vestir de forma distinta para esta celebración, entre besos, aún continuaban sentados en una de las mesas principales, apegados el uno al otro se otorgaban besos que enternecían a varios que los veían.
Separándose lentamente de uno que recién se habían otorgado, se otorgaron uno esquimal antes de atreverse a mirarse a los ojos y sonreírse mutuamente; en caso del rubio dejando salir una sonrisa apacible que sólo hizo brillar más su rostro, destacando por el maquillaje que se ceñía a su tersa piel. Taemin elevó su mano izquierda, aquella decorada como la argolla que representaba su unión, acariciando la cálida mejilla de su marido.
—Eres hermoso —se sinceró el alfa, logrando su meta de hacerlo enrojecerse más—. No puedo creer que tenga la dicha de que seas mi esposo.
Jimin levantó su mirada, encontrando en los ojos negros de su Alfa aquella incertidumbre, sin embargo, sorpresivamente no era negativa.
Jimin, por sí mismo, atrajo a su alfa por el cuello y con astucia logró atraerlo a un beso tierno, más calmado que los otros pero no por ello con menos sentimientos transmitidos.
—Deberás hacerlo —exigió con el tono más rudo que pudo, viendo que había fracasado cuando Taemin soltó una risa—. ¡Oye!
El mayor negó cubriendo su boca, tratando de disimular lo que acababa de hacer. ¿Pero qué podía hacer? El puchero y el ceño fruncido, que no hacían otra cosa más que destacar sus mejillas, eran sin duda alguna una combinación terriblemente adorable. Realmente se sentía mal al reírse por ello, ¿pero quién no lo haría?.
—Vale, lo siento amor. —se disculpó en tono solemne, aunque la sonrisa y la luz de sus ojos no desapareció, lo que sinceramente hizo sentir bien a Jimin, pues su felicidad era la suya, si su esposo lo era entonces también él lo sería.
En algún momento la música se detuvo, comenzando al poco tiempo pero con un tono más lento, tal vez sensual, sin embargo al reconocer la letra era fácil distinguirla como una hermosa balada. Una que, por tradiciones, ambos conocían.
Era un clásico en su pueblo.
Emocionado, Jimin se levantó de su asiento y sin lugar a palabras, jaló con una sorpresiva fuerza a su esposo, arrastrándolo con él hasta el centro de la pista, donde ambos acapararon las miradas de todos y el entusiasmo de su pueblo, animándoles a iniciar el baile tradicional. Y así fue.
Al compás de los tambores y la voz melódica de la chica, que siempre lograba encajar con las notas y su pasión al entonarlas te conmovía; Taemin tomó a su esposo por la cintura, pegándolo a él como si de aquello dependiese su vida, mientras que la mano de Jimin yacía reposada en su hombro, acercándolo lo más que podía también dando esa alusión como si ambos necesitaran esa cercanía y, por mero instinto, comenzaron a moverse al compás de la música.
Para Jimin fue otro mundo, uno en el que se sintió libre, con el aire rozando su rostro, acariciando y ondeando su cabello, con algunas hojas volando alrededor de ambos con tanto fervor como si tuviesen vida propia. La forma en la que sus pies coordinaban para moverse, siguiendo el compás, balanceándose con elegancia, destacando en cada movimiento suaves, ligeros, del mismo modo que cautivadores, precisos y envidiables.
Si bien había dejado el baile, aún adoraba hacerlo, la forma en la que su cuerpo se movía con tanta facilidad, como si estuviese hecho para ello, e incluso como su propio cuerpo podía expresar emociones desconocidas, liberando otras tantas debido a la fuerza en algunos pasos, o bien, incluso como distractor funcionaba perfectamente. Pero había algo que destacaba del baile: la pasión con la que podía ejecutarlo.
Y justo ahora, bailando junto a su esposo, quien tenía la fortuna de también destacarse en el baile, complementándose con tanta exactitud, supliendo los años que había dejado de hacerlo debido a sus entrenamientos correspondientes, volvió a sentir la emoción, la adrenalina que la propia libertad otorgaba.
Repentinamente, los rostros de ambos se juntaron, dejando sus narices lado a lado y sus labios apenas rozándose. Posteriormente, continuando la canción con aquel cambio de ritmo lento y hasta sensual, se separaron con rapidez, mirando a lados opuestos, sin embargo, sus antebrazos continuaban unidos entre ambos, con el codo flexionados y los puños arriba. Sus pies caminaron, ambos girando sobre un círculo imaginario; en algún punto, sus manos se entrelazaron y nuevamente volvieron a estar cerca el uno del otro, cara a cara.
—Hechizado en lo más hondo de mi alma, de mi alma —susurró el más alto en su oído, combinando su aterciopelada voz con el sorprendentemente tenebroso sonido gutural de la cantante—. En mi corazón arde una ardiente hoguera, una gradiente hoguera.
El rubio, cautivado por el trasfondo que aquellas palabras podían tomar, atrajo a su esposo por el cuello y en un apretado abrazo, ambos volvieron a besarse con fervor. Ambos ansiosos de pertenecerse, de completar su unión, de unirse en la intimidad de las penumbras y finalmente, pertenecerse. Jimin ansiaba llevar la marca en su cuello, demostrando que ya era de alguien y portándola con un orgullo tan admirable que sería el ejemplo y envidia de varios.
—Esta noche me pertenecerás —inició el más alto, acariciando las caderas de su omega—, te haré mío, te marcaré, te llenaré con mi semilla y, aunados, te daré un cachorro o dos.
Jimin se estremeció ante tal confesión, sintiendo su joven libido despertándose en su interior, abrazándole con una calidez que planeaba extenderse más allá. Avergonzado, liberó una risa contra el cuello de su alfa, inhalando su exquisito aroma a roble, sintiéndose apaciguado con ello, cómodo y protegido. Sin embargo, muy a pesar de ello, la calidez se aglomeró en su vientre, ahí donde su mayor regalo habitaba, donde el amor se unificaba y su anhelo crecía al compás de él.
Sin pensarlo, habló.
—Ya lo haz hecho. —soltó con una sonrisa tenue y un sonrojo en su rostro.
Sintió la tensión en los hombros de su alfa, pues su brazo aún yacía rodeándolo con pasión; para rematar, su otra mano la guió hasta la de su alfa y con paciencia pero con decisión colocó la palma al contacto con su vientre por encima de la tela, ahí en su centro, donde el calor le rodeaba con cariño y donde cierta energía se desprendía.
Fue en ese preciso momento, cuando Jimin osó a acariciar la mejilla de su alfa, que todo cayó en la conciencia del más alto.
Con su mano posada en el centro de su omega, ahí donde su jerarquía guardaba un hogar para aquellas futuras generaciones, llevando en sí mismos la prosperidad y el amor, pudo captar el único mensaje que su omega estaba intentando darle, sin embargo, la duda y la vacilación se implantaron en su mirada.
Jimin salió de su escondite y encarándolo, le asintió con una sonrisa.
—Estoy en cinta, Taemin. —afirmó, otorgando una caricia en el dorso de la mano de su alfa.
Entonces algo llenó de dicha el pecho de Taemin, sintiendo una parte de sus deseos cumplida y, con la ventura a flor de piel, levantó a su marido por la cintura, otorgando un abrazo y de la mera euforia girando en el lugar, como quien no quisiera la cosa. Estrechó a su omega con algo de fuerza, reparando entonces en que podría dañarle, repentinamente su felicidad se vio opacada por la preocupación.
—¿Estás bien? Lo siento si te abracé con mucha fuerza pero... —no pudo continuar cuando una carcajada afloró de su garganta, aún sintiendo como si aquello fuese irreal.
Jimin río por lo bajo, cubriéndose la boca con su mano. Negó con diversión.
—Estoy bien —la felicidad auténtica que emanaba su alfa había sido contagiada a él, no pudiendo bajar la sonrisa en su rostro a pesar de que comenzara a doler—, estamos bien. —se corrigió con total descaro.
Nuevamente fue apresado por los brazos del más alto, sintiendo que frotaban su espalda y el aroma de su alfa le envolvía, soltando aquellas feromonas más asentadas, casi diría que frescas.
A pesar de los pares de ojos que les miraban, algunas curiosas y algunas tantas interpretando aquella acción como una más de los miles de cariños que se otorgarían en público, Jimin cerró sus ojos y se sumió junto a Taemin a su propio mundo, una donde ambos corazones latían al unísono y cada sentimiento nacidos de su mutuo amor eran auténticos.
En su realidad, el rubio comenzó a divagar en un futuro, en su futuro. Ahora ambos estaban casados, ante los ojos de sus dioses su amor y juramento lo eran todo; con una parte de sus sueños en camino, formándose en su interior, creciendo y fortaleciéndose con su cariño, su dedicación y fuerza, la imagen de ambos con su pequeño cachorro en brazos, o gritando y saltando de un lado a otro, no era tan lejana como alguna vez pensó que jamás le sucedería. Pero ahí estaba, lográndolo.
Y como lo había pensado desde que se enteró de su estado, recordó cierto detalle.
—Si es un varón, me gustaría nombrarlo Ling Su*. —anunció apaciblemente, sintiendo un poco de temor por la opinión de su alfa.
Sin embargo, Taemin captó la referencia. Ling Su, un hermoso y honorable nombre, tal cual a cómo su hermana fallecida lo portó en su momento. En su nombre sonrió con melancolía, lleno de orgullo al tener a Jimin y su consideración a su lado, conmovido por lo humilde que era.
—Es hermoso, un digno nombre para nuestro cachorro.
Aquellas palabras, que cargaban una remembranza íntima, hicieron sentir satisfecho a Jimin con su elección.
—Y si es una bella niña, me gustaría llamarla Jia Li*. —ofreció con una sonrisa cálida, imaginando junto a aquel nombre el aspecto de su pequeña en caso de ser una hermosa señorita.
Taemin amplió su sonrisa, aumentando la presión en el centro de su omega, como si buscase nuevamente la confirmación de lago en lo que todavía había euforia al imaginarlo.
—Me encanta, al igual que tú. —alagó sincero.
Nuevamente se fundieron en un abrazo, uno que esta vez llamó la atención debido a que era la segunda vez que lo hacían. Por lo que, curiosos, se agruparon lentamente a su alrededor, quitando aquella imagen de discreción que trataban de aparentar.
El alfa, reparando en la curiosidad de su pueblo, sosteniendo la cintura del más bajo con su brazo y extendiendo la otra como símbolo de su euforia, exclamó con orgullo.
—Hoy día tuve la fortuna de unirme en matrimonio con este fantástico omega de noble corazón —su mirada se detuvo en el rostro de Jimin, admirando cada facción suya y quedando atrapado en los ojos celestes claros y únicos que poseía—. Sin embargo, he recibido por su parte una noticia que no hace más que otórganos esperanza. ¡Hoy no sólo celebramos nuestro matrimonio, sino también al próximo líder del pueblo!
Las emociones se dispararon entre el público, sorprendiéndose, animándose y algunos otros extrañados por el asunto, pero al final coincidían en algo, la emoción que aquella noticia les había alcanzado con gran felicidad. Algunas miradas se dirigieron al abdomen del rubio, buscando alguna diferencia que les confirmara aquel hecho.
En cuanto el Omega volvió a llevar una de sus manos debajo de su ombligo, donde la zona podía sentirse más firme y, si la atención era suficiente, ya se distinguía una protuberancia redonda y cálida, la gente no necesitó más.
De inmediato las felicitaciones llegaron a oídos de la pareja.
—¡Por el primogénito Lee! —gritaron con fervor al unísono.
—Muchísimas felicidades, señores Lee. —exclamó una señorita entre la multitud.
Y entre más felicitaciones que no pudieron contestar adecuadamente, sólo sonrieron y las recibieron con gusto.
En algún punto, la pareja se separó para ser felicitada por sus allegados, compañeros del alfa como también su familia. Y en caso de Jimin, varios omegas llegaron a su lado con las mismas intensiones, felicitando personalmente, incluso aconsejándole y ofreciéndole ayuda para cualquier cosa con respecto a su estado, pero hubo una figura femenina que destacó y le hizo sonreír.
Jennie se acercaba a él con una sonrisa, no sabiéndolo con certeza pero suponiendo que lo que había detrás de aquella sonrisa era una auténtica felicidad. En parte la conocía, tantos años conviviendo a su lado era capaz de leerla entre líneas, equivocándose muy rara vez.
Aún recordaba su niñez, cuando pequeño siempre buscando provocar felicidad o, por mínimo, un orgullo en forma de asentimiento de su parte, haciéndole sentir bien e impulsándole a mejorar cada vez,
El abrazo que recibió por su parte, fue igual de cálido.
—Estoy muy orgullosa de ti. —declaró Jennie.
Y con esas simples pero profundas cinco palabras, Jimin se permitió llorar, liberarse y sentirse completo. Después de todo, se había casado con el hombre que amaba y con quien había elegido pasar el resto de su vida, Jennie yacía a su lado, apoyándole en silencio y que ahora la noticia de que llevaba en su vientre al próximo o a la próxima líder del pueblo había salido a la luz, ¿qué más podía desear?
Ling Su*: El nombre Ling Su está formado por las palabras Ling, que significa "espíritu, alma, campana, timbre" y Su, que significa "respetuoso".
Jia Li*: Su significado es "mujer buena, valiente, honrada y hermosa".
¡Hola! Después de meses, prácticamente, nos volvemos a leer por aquí. Lamento la desaparición, pero debido a las circunstancias creo yo que son pocas las personas que no pasaron por crisis en este encierro 😅, aparte de ello estuvieron las clases virtuales y, vaya, ciertamente también me quise despejar un poco de esto de escribir así que parte de mi tiempo se fue en leer una novela que, uff, buenísima (Por cierto, acabo de terminar otra de las obras de la misma autora). Pero, bueno, he regresado y aunque no prometo actualizaciones rápidas (debido a esto de irla organizando todavía), sí que tengo sorpresas.
Otra cosa que quería comentar era respecto a las ediciones. Hace ya semanas dejé un comentario en mi tablero que decía que publicaría un anuncio importante en el libro de "50 cositas sobre mí", anuncio que aún no subo por cierto pero, de alguna forma, quería hacer dos cosas, Una: asegurarme de que esa decisión sería definitiva y Dos: como casi nadie ve los tableros (creo), preferí avisar por un medio de estos (un capítulo), para asegurarme que los que me hayan pedido alguna edición y/o los que planeen pedírmela estén al tanto de esto.
Y una última cosa, se viene otra decisión que, pues vaya, también es importante. Espero estén preparados y esta vez participen pues es crucial.
Ahora sí, me retiro, no sin antes desearles bienestar y esperemos esto no empeore. 🤡
Les deseo un hermoso día, tarde o noche, sea cual sea el horario en el que estén leyendo esto.
Se despide su autora.
YoungMi17ⓒ.
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