EXTRA #2
Así como ella me lo pidió, dejé de escribirle cartas, olvidarla no puedo. Me es difícil sacarla de mi cabeza. Los días fueron pasando y no me le volví a acercar, a hablar o dejarle las cartas o los chocolates que le gustan.
Me dolió que hubiera marcado distancia conmigo, que se hubiera enojado y desquitado solo porque si. Me dolió la cachetada que me dio y aunque me doliera aceptarlo, entendí que ella no era para mí.
A ella no le importó, no volteaba a verme en clases cuando yo luchaba conmigo mismo para no verla. Tampoco extrañó mis cartas, seguía siendo ella y lo peor que no me pidió una disculpa por la cachetada o por tirarme las cartas encima.
No iba a rogarle, la conocía muy poco.
Jaja oilo
Me grita mi subconsciente.
Cállate
Entendí que quería colocar un muro entre ambos y aunque me doliera, respeté su decisión. Fue difícil y más cuando tenía que cruzarme con ella, intenté fingir que no me importaba su presencia y oír su voz, su forma de hablar. Pero la verdad, extrañé sus insultos.
Es fin de semana, no tengo nada que hacer más que estar en mi casa. Tampoco tengo ganas de salir. Estoy en mi habitación escuchando música cuando los escucho.
Mis padres, otra vez discutiendo. Dejo salir un bufido y subo el volumen de la música. Empiezo a dibujar en mi libreta, se escucha la voz de Mamá gritar, termino rayando el dibujo y lanzo la libreta al suelo. Me quito los audífonos, no puedo concentrarme con sus gritos.
—¡Quiero verla! —grita mi Padre.
—¡¿Y qué pasó con el dinero? —le grita Mamá.
—¡Te di la semana anterior!
—¡Con tu miseria no me alcanza! —le reprocha mi Madre.
Escucho la puerta de mi habitación ser tocada.
—¡Hija, ábreme!
—¡Vete! ¡Vayan a discutir a otro lado! —respondo.
—¡Dejá a la niña! ¡Largo de aquí!
—¡Es tu culpa que no quiera verme!
—¡¿Mía?! —le dice Mamá— ¡Tú la abandonaste!
Me cubro mis oídos con mis manos y sigo escuchando sus malditas voces. Me levanto de la cama, tomo mi celular, lo guardo en mi bolsillo y camino hasta la ventana. La abro y salgo de mi habitación. Camino por el techo, llego al árbol, trepo en el y bajo hasta tocar el suelo.
Cualquier sitio es mejor que mi casa.
(...)
Mis pies me llevaron al parque, sigo caminando sin saber a donde ir. Me abrazo a mí misma. Puedo ir con Emilia, pero ella fué a visitar a su abuela y a su Madre no le caígo muy bien, muchas veces le prohibió a su hija seguir con nuestra amistad, que yo soy "mala influencia" para ella.
Emilia no le hizo caso, no la entiendo, ella es tan distinta a mí, ¿por qué ser mi amiga?Ella es única, soporta mi forma de ser, es la única a la que le tengo confianza pero en éste momento, me siento sola.
Me siento en la banqueta, flexiono mis rodillas, me muerdo mi labio para no llorar, entierro mis uñas en mis manos cuando las hago puño. No quiero ser débil, llorar es símbolo de debilidad. No me gusta mostrarme débil. Soy fuerte o es lo que creo.
Pero aveces, la chica que he creado, la que es fuerte, la que le vale todo, la grosera y con un humor de mil demonios termina destrozada como ahora.
Por más que lo evito, lloro, dejo salir las malditas lágrimas. Odio a mis padres, mi vida.
¿Por qué a mí me pasaba todo esto?
—Mamá voy a salir —aviso a mí Madre y me dirijo a la salida.
—¿Ángel a dónde vas? —la escucho decir detrás de mí, me giro y la veo.
—Solo quiero dar una vuelta con mi patineta —se la muestro— a menos que quieras que juegue aquí.
—Y que me rayes el piso con eso, —dice viendo la patineta— vete Ángel, pero no vuelvas tarde.
—No lo haré Madre
Me despido de ella con un beso en el cachete.
—¡Adiós hermanito! —oigo decir a mi hermana pequeña.
—Adiós Cami
Me doy la vuelta y salgo de la casa.
...
Estoy en el parque, subo mis pies a la patineta y ando un rato. Estoy por caerme cuando brinco y bajo de ella.
—Mierda —maldigo.
La recuerdo a ella. Muevo mi cabeza varías veces.
Olvídala Ángel.
Levanto mi vista y veo a una chica de cabello morado sentada sobre la banqueta.
No puede ser
—¿Daniela? —digo para mí mismo.
Rejunto la patineta y me voy acercando más cuando logro reconocerla. Es ella.
Por un momento pienso en ir hasta ella, empiezo a caminar en su dirección, pero me detengo. Me doy la vuelta decidido para marcharme, sin embargo me arrepiento. Vuelvo a girar y camino hasta ella. Dejo salir un suspiro.
—¿Es el destino o coincidencia encontrarnos aquí? —le digo al llegar junto a ella.
Ella levanta la cabeza, me ve y se limpia rápido sus ojos.
Me duele verla llorar.
—¿Qué haces aquí?
—Solo vine a distraerme un rato —tomo asiento a su lado —¿tal vez el destino quiera decirnos algo?
—No creo en el destino, ni tampoco en las coincidencias.
—Okey, ¿qué haces tú aquí?
—Que te importa —dice a la defensiva y evita verme.
—Si quieres puedes contarme.
—Callate y vete, quiero estar sola.
—Me quedaré aquí en silencio.
Duro segundo sin decir nada, nos sumerge un momento bastante incómodo.
—¿Y realmente tu cabello es morado natural? —le pregunto de pronto.
—No, me lo pinte
—Ya decía que un bebé no podía nacer con cabello morado. —ella deja salir una risa—¿te lo imaginas?
Giro a verla
—Eres un idiota.
Deja de reírse y se vuelve sería.
—Lo sé. —dejo de verla y miro mis zapato—¿Por qué llorabas?
—No estaba llorando
—Tienes tus ojos llorosos.
—Me entró una basura.
—Esa es la típica excusa de cubrir que no estabas llorando.
—Tú que sabes —dice a la defensiva.
—No quiero meterme, pero si tienes un problema, puedes hablarlo conmigo.
—No tengo nada —dice ella y nos quedamos en silencio varios minutos. —¿A qué veniste? —me pregunta.
—A andar en mi patineta.
—¿Sabés subirte a eso? —la señala.
—Aprendi desde los ocho años —le digo.
—Oh, me gustaría saber subirme a ella, pero me da miedo caerme.
—Solo es al principio. —hago una pausa—oye ¿y tienes novio? —tenia que preguntarlo.
—No
Perfecto, pienso.
Justo lo que quería oír.
Otro silencio incomodo.
—Lamento lo de la cachetada —la escucho decir.
—Descuida, pegas como niña, no me dolió mucho —miento.
Me dejó los dedos marcados.
—Lo merecías.
—¿Por qué? Por dejarte cartas y hacerte sonreír, si es así me declaro culpable. —toco mi pecho.
—Solo gastas papel —ella hace una pausa—pero me gustó lo que me decías.
Una sonrisa boba aparece en mi rostro, aguanto las ganas de gritar.
¡Yo lo sabía!
Escucharon bien...
LE GUSTARON
Concéntrate Ángel
—Ese día, cuando me lanzaste las cartas porque estabas enojada, ¿no era por eso o sí? —trato de fingir mi felicidad en mi tono de voz.
Ella dura segundos en contestar.
—No me enojé por las cartas, era otra cosa.
—¿Y qué fácil desquitarse conmigo?
—Lo siento, sé que no fue tu culpa pero... —agacha la mirada —perdona— murmura.
—Acepto tus disculpas ¿Qué fue lo que te hizo enojar?
—Nada sin importancia.
Entiendo que no quiere hablar de eso, dejo el tema por la paz. De nuevo nos quedamos en silencio.
—Prefiero estar en aquí que en mi casa. —la oigo decir.
La curiosidad me invade.
—¿Por qué?
Ella suelta un suspiro.
—Mis padres siempre están discutiendo. Se divorciaron cuando tenia 12 años, al principio lo tome mal pero entendí que era lo mejor. Pero lo siguen haciendo, cuando están juntos siempre discuten por mí culpa y cuando no, cada quién por su lado —su voz poco a poco se apaga— los odio, no les importo. Siempre tengo que escuchar sus reclamos, peleas donde siempre soy mencionada. —hace una pausa y se limpia una lágrima que baja de su mejilla.
—Llora, aveces es bueno sacar la tristeza por medio de lágrimas.
—No voy a llorar frente a ti.
—Realmente no me importa verte llorar. —le digo— tal vez no me ves como un amigo pero...
—Ángel para —me interrumpe— ya no quiero hablar de esto. Ni siquiera sé porque te lo conté. No eres mi amigo.
Asiento varías veces, guardo silencio, la miro de reojo. Se limpia sus ojos. No obstante, ella se levanta, pienso que va a irse cuando dice:
—¿Por qué no me enseñas andar en patineta?
—¿Hablas enserio?
—Si
—Bueno pero con una condición. —le digo.
Ella frunce el ceño.
—¿Cuál?
—Que seamos amigos —le sonrio.
Ella lo piensa un momento.
—¿Por qué quieres ser mi amigo? Te he tratado mal.
—Me caes bien —respondo— ya lo olvidé.
—Esta bien, pero sólo si me enseñas a andar en patineta.
—Hecho —me levanto y tomo la patineta—Andando.
Las próximas horas la pasé enseñando a andar en patineta a Daniela. Al principio se negó a que me acercara a ella o a que la tomara de la cintura para evitar que se cayera. Pero al final acepto. Daniela aprende rápido. Me la paso bien con ella, oír su voz, su risa. Me gusta todo de ella.
—Te dejaré sóla —le digo y la suelto.
La veo sobre la patineta, sube ambos pies, la patineta se sigue moviendo. De pronto pierde el equilibrio y cae al suelo.
—¡Daniela! —corro hasta ella, la veo sentada en el suelo y empieza a reír.—¿Estás bien? ¿Te lastimaste? ¿Llamó a una ambulancia? —le pregunto alterado.
—Estoy bien —dice riendo— esto es divertido.
La miro confundido.
No es divertido caerse de una patineta.
—Ven aquí —le doy mi mano para ayudarla a levantar. Ella la toma y se levanta. —¿Te duele algo?
—Solo el tracero —dice riendo.
Quedamos muy cerca del uno del otro. Ella deja de reír y me ve a los ojos. Paso saliva por su cercanía, lamo mi labio y no aparto la mirada de ella. No puedo dejar verla, ver sus labios que deseo probar con ansias.
Poco a poco me voy inclinando hasta quedar una distancia nula de nuestras bocas. No lo pienso más y uno mis labios a los de ella. La empiezo a besar. Daniela no se aparta de mí y acepta mi beso, me lo sigue a la par. Ambos nos besamos moviendo nuestros labios al compás. La tomo de la cintura y la pego más a mí, ella me sigue besando.
Pasa sus manos alrededor de mi cuello. Saboreo el sabor de su boca. La dejo de besar y me alejo un poco de ella. Ella abre los ojos y nuestros ojos conectan. Ella me mira un instante cuando de pronto se aparta de mí.
—Es un error —dice.
—Dani...
—Ángel no quiero hablar de esto.
Ella se da la vuelta y empieza a caminar lejos de mí.
Tomo la patineta y la sigo.
—¿A dónde vas?
—A mi casa.
—Dejame acompañarte —le digo y la alcanzo, la sujeto de la mano con delicadeza —por favor— ella no articula palabra, solo asiente. La suelto y empezamos a caminar en silencio.
(...)
La dejo en la entrada de su casa. Ella se detiene y gira a verme.
—Gracias por acompañarme —dice en un murmuro.
—De nada, oye Daniela sobre el beso...
—Olvidalo —me corta, se da la vuelta y entra a su casa.
Recuerdo el beso, ¿cómo me pide olvidarlo?
( DÍAS DESPUÉS )
Daniela siempre me evita, cuando me la encuentro en el colegio ella se va. Huye de mi. Las cosas han empeorado desde el beso que nos dimos. Tarde o temprano hablaré con ella, no puede seguir así conmigo.
—¡Daniela! —la llamo, ella gira, me ve y sigue caminando de prisa. —¡Dani espera!
Ella se detiene y voltea a verme.
—¿Qué mierda quieres?
—Quiero hablar contigo... sobre el beso.
—No hay nada de que hablar.
—Dani, por favor...
—¿Por qué lo hiciste? —me pregunta.
Me armo de valor y tomo una respiración profunda.
—Porque me gustas.
Ella abre los ojos sorprendida.
—Ángel yo... no sé que decir, ¿por qué te fijarías en alguien como yo?
—Porque eres hermosa Dani, me gusta tu forma de ser, tus ojos, tu loco cabello... —soy interrumpido por un beso suyo.
Reacciono y le sigo el beso. Ella se aparta de mí.
—Lo... lo siento
Por primera vez la veo con las mejillas sonrojadas.
Reacciona
Veo que se da la vuelta y empieza a caminar. Rápido la detengo y la tomo del brazo.
—¿Por qué lo evades?
—No lo hago —se safa de mi agarre— es solo que estoy confundida, creo que... también me gustas. —dice lo último en tono bajo.
Una sonrisa aparece en mi rostro. Ella la nota.
—No puedes gustarme cuando ni siquiera te conozco —añade.
—Si se puede, —hago una pausa— porque no intentamos ser amigos, nos conocemos y el tiempo lo dirá.
—Se suponía que eras mi amigo, ¿lo recuerdas?
Un flashback pasa por mi mente.
—En ese caso, —doy un paso para atrás—Hola, me llamo Ángel ¿amigos?
Daniela se burla de mí, se tapa la boca evitando reír.
—Soy Daniela —me tiende la mano y la tomo.
—Me da gusto chica de cabello morado.
—Igual chico bonito
Nos quedamos tomados de la mano hasta que ella es la primera en apartarla.
—Nos vemos —dice y se da la vuelta.
Sonrio, tengo una oportunidad con ella. Algo es algo.
—Lo bese —le confieso a Emilia.
Ella pega un grito, tomo un cojín y cubro mi cara. Estamos en su habitación. Me a invitado a una tonta pijamada con ella, aunque no me gusten esas cosas acepte, prefiero aquí que mi casa.
—¡Lo sabía! ¡Tarde o temprano pasaría!¿Cómo fué, tú a él o él a ti? —chilla Emilia— cuéntame todo —me arrebata el cojín.
—Bueno primero me besó y después yo.
—¡Ahh no puedo creerlo! —se tapa la boca—Él era el de las cartas ¿verdad?
Asiento.
—¡Lo sabía!
—¿Qué eres adivina?
Ella me lanza el cojín a la cara.
—¿Te gusta Ángel?
—No o un poco —digo.
—¿Poco? Yo digo que mucho.
—¡Basta Emilia!
—¡A Daniela le gusta Ángel! —grita a los cuatro vientos ella. Toco mi frente.
Con ella no se puede.
( UN MES DESPUÉS )
En todo esté tiempo que he sido amigo de Daniela, se puede decir que ya nos llevamos mejor. Me sigue insultando, pero supongo que así es ella.
Después de pensarlo mucho, hoy quiero pedirle que sea mi novia. Me da miedo que me rechace pero voy a intentarlo. Ya no puedo esperar más.
La veo en su casillero metiendo unos libros. Camino hasta ella, me recargo en el casillero de a lado.
—Hola Dani
—¿Qué diablos quieres?
"Siempre tal dulce"
—Queria saber, ¿tienes planes para después de clases?
—No, —ella voltea a verme— ¿Por qué?
—Bueno quería invitarte a un lugar muy especial.
—Tengo opción —dice y termina de meter su último libro.
—¿Es un sí?
Ella deja salir un suspiro.
—Si Ángel, acepto.
—Genial, entonces nos vemos en la salida.
Me alejo de ella y me voy con una sonrisa en mi rostro.
(...)
Decir que me sudan las manos sería una mentira. Estoy esperando a Daniela que ya tardó mucho o soy yo que cree que el tiempo no avanza.
Al fin la veo salír, me mira y camina hasta mi.
—Han pasado 84 años —bromeo.
—El maldito director no me dejaba salir por su tonto discurso.
—¿Otra vez en la dirección Daniela?
—Yo no tengo la culpa que no le caiga bien a los maestros, que les den.
—Si sigues así reprobaras año.
—Seguiremos hablando de eso o me llevarás a ese lugar —dice mientras se cruza de brazos.
—Vamos —empiezo a caminar y ella me sigue. Llego hasta mí auto y le abro la puerta —sube— deja salir un bufido y así lo hace. Rodeo el auto y entro lo pongo en marcha y volteo a verla.
Esperemos que salga todo bien como lo planeé.
+++
—¡Aquí estamos! —le señalo el río que tenemos en frente.
—¿Por qué es tu lugar favorito? —me pregunta.
—Bueno aparte de la hermosa vista, la agua cristalina, aquí aprendí a nadar.
—Oh
—¿Te gusta?
—Es bonito —dice.
Como tú, pienso pero no se lo sigo.
—Ven —camino hasta la orilla del puente, me quito los zapatos, los calcetines y enrrosco mi pantalón. Me siento en el puente y meto mis pies al agua. —Inténtalo, es relajante.
Ella se alza de hombros, se acerca y se quita los tennis, sus calcetines de diferente color y se sienta a mi lado. Emita mi acción y mete sus pies al agua.
—No está fría —dice y empieza a mover sus pies, yo hago lo mismo y empezamos una pelea en el agua. La salpico, ella se queja y me empieza a mojar.
—¡Oye! —digo riendo, ambos nos detenemos— ¿quieres entrar al agua?
Me levanto y me empiezo a quitar la camisa. Ella me ve.
—¿Sabés nadar? —lanzo la camisa al suelo.
—Si
—Bien vamos
Ella se levanta y está por quitarse la camisa.
—No mires —dice
Me volteo y me quito el pantalón.
—Puedes usar mi camisa— le digo .
Camino hasta la orilla, doy un salto y entro al agua.
Duro unos segundos bajo el agua, le doy tiempo para que se cambie. Cuando salgo y volteo a verla, ya está lista. Se a puesto mi camisa y se a amarrado su cabello en un chongo.
—¿Te ayudo?
—Puedo sola
Se sienta y entra al agua. Se sumerge, dura unos segundos y sale.
La observo unos minutos.
—¿Y a qué edad aprendiste a nadar? —me pregunta ella.
—Tenia 10 años cuando mis padres me trajeron aquí, mi papá me enseñó y aprendí rápido.
—Oh
—¿Y tú?
—Aprendi a nadar cuando tenía 8 años y todo porque Emilia tenía una piscina y quería meterme en ella y tuve que aprender a nadar. Me enseñó mi Madre.
—Interesante
—Es un bonito recuerdo que tengo de ella, lo era antes.
No digo nada, le lanzo agua al rostro y empieza la lucha.
—¡Ya, alto por favor! —dice riendo.
Paro de lanzarle agua y me acerco a ella.
—Dani, la verdad el motivo de que te traje aquí es para... hay algo que me esta rodando la cabeza —hago una pausa—pensé mil escenas, desde darte flores pero creo que no te gustan y chocolates creo que ya te di muchos —dejo salir una risa—quería algo especial y que mejor compartir mi lugar favorito contigo.
—Ángel solo dilo.
Tomo una bocanada de aire.
—¿Quieres ser mi novia?
Daniela abre los ojos y lo piensa un momento.
—No soy tu tipo ¿verdad? —digo— sabía que era una estupidez.
—Acepto —la escucho decir.
—¿Qué?
—Que acepto ser tu novia Ángel —me vuelve a repetir, se acerca a mí y me besa.
En ese río, Daniela acepto ser mi novia, nos besamos, nadamos en el. Fuí feliz cuando acepto, ambos teníamos un recuerdo bonito que recordar. Un recuerdo que nos marcó a ambos.
(..)
( AL DÍA SIGUIENTE )
Me considero cursi, creo que si.
La llevo buscando hace rato hasta que la veo en su casillero con su amiga. Me acerco a ella.
—¡Dani!
Ella voltea a verme y cuando me ve abre los ojos en sorpresa.
—¡Ángel! ¿qué es todo esto?
—Solo es un lindo detalle para mi novia —le entrego el ramo de rosas —por favor no las tires que me costaron una fortuna— ella se ríe y las toma, en ellas va escrita una extensa carta.
Pasé toda la maldita noche pensando que escribirle.
—Chocolates, tus favoritos.
—Ángel, esto es...—toma la caja de chocolates.
—Aww que bonito —dice su amiga.
Daniela la voltea a ver y después a mí.
—Gracias —se muerde el labio inferior.
—¿Amiga estás llorando? —le dice Emilia.
—No, es una basurita —contesta ella.
—No te creo nada —digo.
—Esta bien, es sólo que nadie me había dado esté lindo detalle nunca. —dice Daniela, le pasa el ramo y los chocolates a su amiga —gracias Ángel— me abraza y yo acepto su abrazo. Se aparta de mí y me da un golpe.
—¿Y eso por qué?
Frunzo el ceño.
—Por hacerme llorar frente a ti.
—Oh Daniela
Le robo un beso.
—¡Que bonito, mi amiga ya tiene novio! ¡Al fin! —chilla Emilia.
Daniela esta por pegarle cuando la detengo. La tomo de la cintura y la vuelvo a besar.
"Conquiste a la chica de cabello morado" ✓
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