Cap. 04 | La bella durmiente
Nuevamente, los tres rayos de luz golpearon directamente mis párpados cerrados y un sentimiento de calidez en la piel de mi frente me hizo forzarme a despertar. Me estiré, perezoso, sobre el colchón. Las sábanas y mantas eran un desastre enredadas en mis piernas y la holgada camiseta manga corta estaba remangada incómodamente, enrollada alrededor de mi torso y exponiendo parte de mi espalda baja.
Qué bien dormí.
Sonrío, volteándome torpemente y hundiendo la cara en la suave almohada. Ligeros recuerdos del día anterior y la reunión con los llamados "Tak" me hacen resoplar, y, después, suelto una risa al captar que me acosté a dormir "una siesta" a eso del mediodía y acabo de despertar a la mañana siguiente.
En fin, no había dormido tan bien desde que era un bebé regordete. Es lindo tener tiempos de paz y tranqui-...
No estoy solo en la celda. Mi mente lo grita, sacudiendo a mis neuronas atontadas por el reciente sueño.
Abro los ojos de golpe y la sonrisa se borra de mis labios. ¿¡Cómo es que tardé tanto en darme cuenta!?
Hay un molesto silbido, pero no de una persona. Sino que es más una vibración. Me siento en la cama con la lentitud justa para no emitir ruido, y por suerte la litera no cruje. Aquel hombre está dándome la espalda, vistiendo sólo los pantalones de preso, parado frente al lavabo con la cabeza gacha. El sonido que decía antes proviene de la máquina que tiene en las manos, y se está... ¿¡Tatuando!?
Espera, espera, espera un jodido segundo. Yo conozco esa espalda.
─Ah, mierd-... ¡Tú! ─Sin lograr controlarme, chillo, molesto. Ha sido un golpe en mi orgullo el no haberle sentido cuando entró, y la vergüenza me pone rojo como un tomate al pensar en que me ha visto dormido.
Choi Yeonjun, su majestad, ladea la cara hasta mostrarme una media sonrisa socarrona por encima de su hombro desnudo. Sus ojos tan oscuros como siempre y el cabello oscuro amarrado en una coleta corta y desprolija. La maquinita esa continúa vibrando mientras él dibuja algún garabato que no alcanzo a ver en su antebrazo. En una rápida mirada veo su cintura estrecha apretada por la cinturilla del pantalón de preso, los pies descalzos, apenas el perfil del perfecto abdomen de lavadero y el pecho firme con los pezones rosados. Su piel bronceada y suave a simple vista es iluminada por algunos de los rayos de sol que entran por las tres ventanas diminutas en la celda, y de su garganta sale una ronca y pequeña risa.
Luego, habla con esa jodida y exquisita voz que tiene.
─Buenos días, bella durmiente.
Qué caliente es, ¡maldita sea!
Me obligo a mantener la postura desafiante y el ceño fruncido, y agradezco a que algunas sábanas cubran mi regazo para que no vea el bulto allí.
No es mañanera, para qué mentirme. Sin embargo, estoy confundido. Me entrenaron para percibir los peligros a kilómetros, incluso ahora siento los pasos de los demás reos fuera de la celda y en la escalera más allá, tengo un conteo mental de cuántas personas hay en el piso.
Entonces, ¿por qué no lo sentí a él? Y más importante, ¿por qué no puedo concentrarme? Como si este loco sádico no fuera... peligroso. ¡Hasta me he excitado!
Yeonjun silba, burlón. Sacándome de la crisis excistencial.
─Vaya humor tienes por las mañanas, ¿eh, Kim? Creí que estarías contento, ya sabes... ─Lleva su diestra, aún sujetando la tatuadora, al lavabo. Recoge un pedacito de algodón y lo lleva a su antebrazo opuesto, limpia con facilidad, sin rastros de dolor, y lo tira de nuevo al labavo. Allí noto todos los demás algodones, teñidos con sangre y tinta negra─. Ayer no pude saludarte, y nuestro encuentro después fue un tanto tenso. Pensé que estando solos al fin podríamos conversar con mayor facilidad ─Guía sus ojos a mí otra vez, borrando la sonrisa juguetona─. Tenemos un asunto pendiente.
¿Saludarme...? ¿Ayer?
Vale, ya capto.
Me ahogo con mi propia saliva. Me echo a toser, mis ojos grandes y vidriosos.
Es mi maldito compañero de celda. Este loco es quien vino a dormir nada más y desapareció sin que lo sintiera. El sádico del que me advirtieron los guardias. ¡Es él, santo infierno!
Jamás lo he sentido. Ha entrado y salido cuantas veces quiso y no me enteré, ¿cómo..?
Cuando comienzo a entrar en pánico, él vuelve a hablar.
─Te preguntas por qué no me has sentido, ¿no? Es parte de tu entrenamiento, claramente debes estar confundido ─No lo puedo retener, boqueo. Mis labios separados y el corazón retumbándome en mis costillas─. Sí, cariño. Leí tu expediente, ¿lo olvidas? Sé muy bien quién eres y qué eres, siendo más preciso ─Apaga la máquina, dejándole sobre el mesón del lavabo. Me siento expuesto, perplejo, pequeñito y vulnerable. Su presencia dominante y el cómo maneja la situación, incluyendo el cómo me maneja a mí, hacen que no haga nada cuando camina hacia mí─. No me has sentido ni ayer ni hoy, porque jamás he querido hacerte daño. No soy una amenaza así que tu sistema simplemente me pasa por alto.
¿No quiere hacerme daño?
Cuando está literalmente en frente de la litera, nuestros ojos se encuentran. Mucho más íntimo que el resto de las veces, pero el sentimiento es el mismo, sólo que con mayor intensidad. Mi corazón se pone como loco a latir desenfrenado, las manos me sudan y un nudo se instala en mi estómago.
Oh, sus ojos...
Ahogo un chillido cuando me tira de los muslos, tomándolos entre sus firmes y cálidas palmas, hasta dejarme sentado al borde del colchón. Abre mis rodillas, metiéndose en medio y acercando su rostro al mío casi como si estuviera acechando. Lo único que alcanzo a hacer es usar mis brazos para empujar su pecho, evitando así que nuestros cuerpos se junten por completo.
─¿Y sabes qué más? ─Roza nuestras narices. Su aliento mentolado y la colonia varonil me envuelven igual que su susurro seductor. Le miro casi embobado─. La cama de arriba... es mía ─Entonces la vergüenza vuelve. El muy imbécil se ríe, encantado, cuando mi rostro se torna rojo─. Así es, has estado suspirando entre mis sábanas y olisqueando mi almohada.
Reacciona, Beomgyu. ¡Estás vulnerable!
La burbuja se revienta. Frunzo el ceño y trato de patearle, pero con una agilidad asombrosa sostiene mi tobillo entre sus dedos, soltando mi muslo al mismo tiempo. Le respondo al instante, sacando mi brazo de su pecho y dirigiendo un puñetazo a su rostro, cosa que también detiene. Agarra mi puño en el aire, finalmente soltando mis piernas. Gruño, impaciente. Trato de usar mi mano libre para golpearlo, pero lo esquiva con facilidad. Entonces utiliza su agarre en mi tobillo para voltearme tal hotcake en una puta sartén, mi cuerpo cae de la litera y quedo, literalmente, colgando.
Mi pecho es presionado contra el colchón y mis pies no tocan el suelo, su fornido y desnudo pecho se aprieta en mi espalda. Mis manos son sujetadas en mi espalda baja por su diestra, y pega la boca a mi oreja, riéndose como un campeón.
─Aún estás a tiempo de evitarte un infierno aquí, Beomgyu ─Tiemblo cuando roza los labios en mi sensible piel de allí, y vuelvo a maldecir entre dientes, tratando inútilmente de soltarme─. Trabaja para mí. Vamos... ─Prácticamente ronronea, su voz ronca provocándome escalofríos.
─Púdrete. ─Logro decir con claridad, agitado.
Lo que sucede a continuación... jamás lo habría visto venir.
Parece enojarse, ya que emite un gruñido. Y luego siento su palma azotar mi trasero. Sí, ¡él me azota!
Eso logra enfadarme a otro nivel, así que consigo pegarle con el pie en el torso, justo en el estómago. Pierde el aire y por consiguiente debilita su agarre en mí. Cuando trato de darme la vuelta para golpear ese rostro tan atractivo, me vuelve a agarrar y esta vez me maneja como un muñequito de trapo hasta bajarme de la cama y estamparme contra la reja cerrada de la celda, mi mejilla hundiéndose en un duro y frío barrote.
Ahora sí toco el suelo, por lo que la diferencia de altura es todavía más notoria. Otra vez su duro cuerpo se presiona contra mi espalda, y esta vez murmura contra mi cuello, provocando que me arquee contra él. No permito que me intimide, ¡estoy furioso!
─Si haces lo que te digo, y sigues viéndome con esos ojitos, tu estadía aquí en la cárcel será mucho más amena. Te lo aseguro ─Insiste, y sigo insultándolo sin parar. ─Tendrás mi protección, Beomgyu. No seas estúpido. Soy lo más poderoso que hay aquí, a mi lado serás intocable.
Jadeo, tragando la saliva acumulada en mi boca.
─No me interesa tu protección, loco de mierda ─Forcejeo, y por poco logro zafarme, pero Yeonjun vuelve a estamparme contra la reja─. P-Puedo protegerme solo. Si tanto sabes de mí, entonces estarás consciente de que esto te va a costar muy caro.
Vuelve a reírse, como si le divirtiera.
─Tal vez me sorprendas por ahí y logres tirarme un diente, o Madame Kim pondrá una bala en mi cabeza ─Vaya, sabe bastante... carajo─, pero al menos logré azotarte el precioso culo que tienes. Eso jamás podrás quitármelo.
─Hijo de tu puta madr-...
─Ah, ah. No, no. ¿Qué te ha hecho mi inocente madre? Ella está en Moscú, no tiene nada que ver con esto. ─Bromea, y mi sangre hierve.
Vuelvo a forcejear, trato de golpearle donde sea, pero es inútil. Me ha agarrado muy bien, no sirve de nada luchar, sólo me cansaré. Pero aunque lo tengo claro, el enojo es mayor que mi capacidad de razonar.
¡No entré en la cárcel para esto!
En un movimiento clave logro girar la cara, y mi pensamiento inicial es morderlo hasta que mis dientes queden marcados en su piel bronceada. Sin embargo, al girarme y lograr encararlo, no calculé bien la distancia y me encuentro con sus labios rozando los míos.
De pronto, ambos nos quedamos en silencio. La cercanía es tanta que un milímetro más y estaría probando de su boca. Sus ojos penetran los míos y logro ver detalles dorados en la oscuridad profunda de sus iris. Qué lindo es, mierda. Yeonjun parece estar en el mismo trance que yo, puesto que deja de agarrarme tan fuerte. Me mira con tanta intensidad que olvido que quería soltarme. Nuestros cuerpos juntos se sienten calientes, y algo desconocido brota de mi pecho, cálido y lo suficientemente potente para asustarme.
Reacciono y lo aparto con un fuerte empujón, finalmente girándome por completo. Intenta decir algo y le doy una dura bofetada, volteando su rostro. Cuando trato de darle otra me agarra la muñeca a medio camino, y volvemos a estar frente a frente. Alcanzo a ver el tatuaje que se estaba haciendo hace un rato, y no entiendo ninguno de los garabatos salvo una rosa y un libro, luego hay muchos caracteres en otros idiomas como turco, japonés, chino y ruso.
─Tienes hasta la noche para darme una respuesta clara respecto a mi oferta ─Me suelta, con lentitud. Cedo a la orden silenciosa en sus ojos que dicta que la "pelea", si se le puede llamar así, ya ha terminado. Retrocede, dándome mi espacio─. Sé inteligente, Kim. No quisiera tener que convencerte por otros medios.
Entonces, camina hasta el sofá y agarra su camiseta, la pasa por su cabeza mientras abre la reja y sale de la celda. Pierdo el sonido de sus pasos cuando baja las escaleras hacia quién sabe dónde.
Atontado, me paso las manos por la cara.
¿¡Qué demonios ha sido eso!?
[...]
Yeonjun no volvió a aparecerse. Ni siquiera lo vi en el comedor durante el desayuno. Y qué alivio, quise evitar el tema de lo sucedido esta mañana. Es demasiado para procesar, hace doler mi cabeza
Lo único que no puedo dejar de analizar es la conclusión a la que llegué. Y me aterra.
Es el único aquí que podría darme una pelea justa. ¡Detuvo mis golpes y me manejó como si fuerza un juguete! Me atrevería a decir, muy a mi pesar, que incluso podría vencerme.
Pero no quiero aceptar su oferta. No. Antes muerto.
Dije que dejaría de matar. No habrá más sangre en mis manos mientras pueda evitarlo.
Decidí que tenía que entretenerme. Luego de una incómoda ducha con muchos pares de ojos observándome, y pequeñas discusiones en las que yo insultaba, trataban de intimidarme, y los golpeaba. Terminé de explorar la prisión, y acabé en la enorme y solitaria biblioteca.
Me sentí en el cielo. Nunca fui de leer demasiado, principalmente porque no me compraban libros. La ficción y los sueños era algo prohibido para mí, me distraía. Chul lo aborrecía. Así que al verme rodeado de libros de todos los géneros y tener la libertad de leer todo lo que quisiera fue simplemente magnífico. Me sentí como un niño en una juguetería.
Me senté en una de las mesas cargando siete libros en los brazos y comencé a hojear uno por uno, sólo decidiendo cuál era más interesante para leerlo primero. El silencio reinaba, y es que no había más que seis personas allí.
Ese chico de ayer... Kai, estaba ahí. Y aunque me enfadara el hecho de que me distraía su mirada tímida en la nuca, no puedo negar que me divertía el cómo se paseaba por delante de mí, tosía disimuladamente o se paraba cerca, luego se arrepentía y huía hasta los estantes más lejanos. Escuchaba sus suspiros de frustración, seguramente por no tener la valentía de hablarme y porque decidí ignorarlo, sólo para molestarle.
Más tarde volví a la celda, y como la biblioteca estaba un poco lejos aproveché para leer el libro que más me gustó mientras caminaba a paso tranquilo.
Cargaba cuatro más conmigo, y el libro de "La Bella Durmiente" estaba abierto sobre la tapa del otro. El título llamó mi atención al recordar el apodo que me dijo Yeonjun esta mañana. Sabía que era una princesa, pero no estaba enterado más allá y recuerdo que de pequeño tuve ganas de ver la película.
Pasé la hoja con lentitud, amando la lectura. No era la historia original, sino una inspirada en la película de Disney. Por lo que era mucho más romántica e infantil, pero la amé.
Lo admito, el romance de este estilo me hace sonreír como idiota. Aproveché que no había nadie en el pasillo para balancearme en la parte del balls con el príncipe, luego de que Aurora despertara gracias al beso de Felipe. Simplemente moví mis pies con torpeza y cerré los ojos, tan sólo imaginando la melodía de la letra de la canción que aparecía escrita.
Cuando sentí un par de ojos tallar mi espalda, detuve mi momento creativo y seguí leyendo, caminando un poco más rápido hasta la celda. Estaba cansado, así que preferí evitar más peleas por hoy.
Al llegar, la reja estaba abierta. Bufando, supuse que el loco de Yeonjun vino a buscar algo y se fue.
Miré la litera de arriba con la vergüenza llenando mi pobre ser, y preferí dejar los libros en la de abajo. La que sí era mi cama.
El color rojizo de una orquídea sobre la mesita delante del sofá llamó mi atención. Confundido, miré la preciosa flor, y tras mirar detrás de mí corroboré que la celda estaba totalmente vacía al igual que el pasillo. La tomé por el delgado tallo, acercándola a mi nariz y olfateando su fresco y bonito aroma.
Luego caí en cuenta del pedazo de papel que había debajo. Tenía algo escrito a mano, con caligrafía pulcra y un poco en cursiva.
A veces la sonrisa más brillante lleva un par de ojos tristes.
- Ron Israel.
¿Quién la habrá dejado? No creo que haya sido... no, imposible. Choi es un tipo peligroso y sin escrúpulos, que me amenazó esa misma mañana. No haría algo como esto.
Pero entonces, ¿quién? Y más importante, ¿por qué? Qué locura, ¿cómo consigues una estúpida flor como esta en la prisión?
Estuve un rato cuestionándome sobre qué debería hacer con ella. Y a la mierda, era muy linda. Usé el vaso de los cepillos de dientes sobre el lavabo para echarle agua y meter el tallo dentro, así duraría un poco más. La dejé sobre la mesita, en el centro, y me lancé al sofá a terminar de leer mi libro. El resorte presionando en mi espalda incómodamente me hizo sentir reconfortado.
Chul estaba muerto. Ahora podía hacer lo que quisiera, leer cuanto me gustara. No dejaría que nadie me quitara esta nueva paz mental, ni siquiera el sádico de Yeonjun y su secta extraña.
Kim Beomgyu ya no era un asesino. No más.
••
las orquídeas rojas significan deseo sexual y pasión intensa /guiño
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