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Unique

Cada otoño, en la tercera luna llena del mes, los omegas que habían alcanzado su madurez eran presentados en sociedad. O al menos, en la única sociedad que importaba, la alta.

Era una tradición divisoria y arcaica, si le preguntasen a Taehyung.

Hace muchos años que se había presentado como Omega y pisado su primer salón de baile para ser reconocido por demás lores alfas y simpatizantes de su casta de igual forma.

Ser exhibido como un artículo en venta, era más preciso decir. El mejor postor pediría la mano en matrimonio del omega de su agrado, y las familias se beneficiarían y vanagloriarían mutuamente.

Taehyung no había sido del agrado de ningún Alfa. Año tras año, se acicalaba con sus mejores holanes y gangarrias, solo para ser opacado por el deslumbrante Diamante de la Temporada. Siempre había un omega más delicado que él, más educado que él, más hermoso, esbelto, y en resumen, todo lo que él no era.

Fue una realidad que con el tiempo llegó a aceptar, cuando sus esperanzas de ser apreciado y valorado cada vez iban menguando con más fuerzas.

Aparte de su aspecto y sus muy escasas aptitudes, era el hijo bastardo de su padre. Un vizconde.

Al parecer cuanto más alto era el título nobiliario mayor era el desprecio a las imperfecciones. Los habitantes del pueblo, y su familia especialmente, se lo recordaban todo el tiempo.

Fue instruido como sus hermanas menores, tenía acceso al mismo lujo y vida pomposa que ellas. Pero no eran iguales. Nunca debía de olvidar eso.

La brisa fresca trajo consigo el sonido agudo y melódico del vals. En el castillo que estaba a varios metros de distancia y subiendo por el despeñadero, se llevaba a cabo el mismo baile que cada otoño.

Taehyung se preguntó si sería capaz de sentir las vibraciones en la tierra de los pasos y volteretas alegres de las masas.

Enterró su palma en la fría y húmeda tierra, la hierba picaba en su muñeca pero aparte de eso, nada.

Era como si la naturaleza decidiese prestar oídos sordos a las insulsas trivialidades del hombre.

A Taehyung le encantaba venir aquí, en esta tierra abierta rodeado de dientes de león, lo adoptaban y, por unos breves minutos, se envolvía en su cofosis.

Aquí era donde se sentía más cerca de su parte animal. En una realidad en la que hace miles de años los cambiantes habían perdido la capacidad de transformarse a su parte animal, esto era algo inestimable y -aunque en silencio- todos anhelaban esa conexión y arrullo de su lobo.

Alzó la vista hacia la luna llena, tan magnífica y lejana. Una reina en su trono infinito y estrellado.

"¿Te estás riendo de mí?" le murmuró, con la voz queda y resonante en su antebrazo sobre las rodillas. "¿Sientes vergüenza de presenciar tal imperfección en una de tus creaciones?"

Esnifó cuando sintió la tan conocida acuosidad en sus ojos negros como la noche. Una lágrima errante había descendido por su mejilla que todavía apoyaba en sus encogidas piernas.

"Lo lamento. Estoy haciendo lo mejor que puedo" imploró al impávido astro. "Así que por favor, regálame un pedacito de tu cielo y déjame sentir lo que es ser amado"

"Taehyung, ¿Muchacho, dónde estabas?" inquirió su madrastra apenas atravesó el salón de estar.

Su hermana Ye Ji y su invitada habían pausado su conversación en pos de él.

"Lo siento, estaba dando un paseo por los alrededores" contestó con la cabeza baja. Su madrastra no soportaba el color de sus ojos. Los ojos de la traición y el error de su esposo.

"Tienes tierra en tus manos" recalcó con desaprobación en su tono. "¿Fuiste solo?"

"Sí, mi señora" encogió sus manos inconscientemente.

La invitada de Ye Ji susurró tras su mano cerca del oído de su anfitriona. A pesar de ello pudo oírlo claramente.

"¿A estas horas? Es un omega muy inusual"

Raro. Es lo que todos pensaban y nadie decía por cortesía.

"Bueno, tampoco es que sea capaz de obtener compañía alguna" su hermana fue más evidente en su desagrado. Lo escrutó de arriba a abajo con la boca torcida. "Posiblemente ser la presa de un alfa desesperado en medio de la oscuridad sea el único camino de nuestro Taehyung"

Las dos jovencitas difuminaron las sonrisas tras el abanico. El mencionado encajó las uñas en su carne. Esto no era nada nuevo para él y sin embargo era penoso cuánto necesitaba de sí cada vez para no derrumbarse.

La imponente mujer frente a él se aclaró la garganta.

"Ye Ji, una joven de alta alcurnia jamás se expresa sin decoro"

Las omegas reprendidas se recompusieron, mas antes de que pudiera pensar en retirarse, el propio juicio de su madrastra no tardó en llegar.

"Sin embargo, razón no le falta. Eres un omega fértil en sus veintidós años de edad y todavía no has sido cortejado" soltó. "¿Deberías empezar a cuestionarte por qué? No pretenderás quedarte aquí por siempre, ¿o sí?"

Él sabía por qué. Era imperfecto y menos agraciado que el resto, por eso.

Hasta su segunda hermana Soyeon estaba exitosamente casada y en espera de un cachorro. E intuía que Ye Ji pronto sería prometida a algún buen alfa.

No es de extrañar que él sobresalga como un pulgar adolorido y represente una mancha en la pulcra imagen de su familia.

"No es mi pretensión, mi señora" fue lo único que pudo decir.

Aunque la verdad era que si su padre llegaba a hartarse de él no tenía idea de a dónde más podría ir.

Ella pareció satisfecha con la admisión y volteó hacia su hija que reposaba en el sillón.

"Ahora felicita a tu hermana" ordenó con el borde suave de su orgullo maternal. Por supuesto, nunca dirigido a él. "Acaba de ser proclamada el nuevo Diamante de la Temporada"

No habitaba una pizca de sorpresa en él. Su hermana, la menor de ambas, era de un porte refinado, modales pulidos, personalidad escueta, delgada y una larga cabellera castaña que enmarcaba su rostro en forma de corazón con sus llamativos ojos pardos.

Era la encarnación personificada de cómo un omega intachable debería lucir y comportarse.

Curvar sus labios en una sonrisa sincera fue lo más difícil.

"Mis felicitaciones, Ye Ji. Estoy seguro que los más acaudalados alfas de la ciudad estarán haciendo fila deseosos por besar tu mano"

Su hermana le mostró una sonrisa completa cruzando ambas manos sobre sus rodillas juntas. Ese rostro angelical le había hecho pasar los mayores sinsabores.

"De hecho, sí" informó emocionada. "Mañana tendremos la visita de un alfa en casa"

"¿El alfa con el que bailaste hoy? Escuché que es un reconocido militar" interrumpió la segunda jovencita en el sillón, con pequeños puntapiés en el suelo. "Diosa Luna, quiero uno así para mí"

"Tal vez con un poco de suerte, Haneul" animó condescendiente con breves toquesitos a su hombro. "Así que, Taehyung" se volvió en su dirección. "Quiero que toques mañana ese artefacto tuyo para nosotros, en la cena"

El mencionado alzó la cabeza de golpe ante tal pedido inusual y exigente.

"Oh. Uh, yo..." pasó saliva ante el sentimiento ansioso que le recorrió. "Hace mucho no lo saco de su estuche. Me temo que mis habilidades puedan estar un poco oxidadas"

Arrojó un vistazo tentativo a su madrastra, que había tomado asiento en el amplio sofá frente a las omegas más jóvenes en la sala.

La señora Kim vertió una modesta cantidad de té de Caisimón en su taza antes de colocar el platillo en la palma.

"O tal vez no quieras hacerme este pequeño favor" espetó Ye Ji molesta.

"No he dicho tal cosa" balbuceó Taehyung. "Es solo que..."

"Entonces en tu lugar, comenzaría a desempolvar el instrumento" acotó su madrastra, mirándolo con el verdor refulgente de sus iris tras la taza que acababa de sorber. "Y practicar. No queremos errores. ¿O sí?"

Taehyung agachó la cabeza otra vez.

"No, mi señora" musitó. "¿Puedo retirarme ahora?"

"Puedes"

Una vez liberado de la tortuosa presencia de su familia, subió la escalera vetusta y encerada que conducía a la segunda planta de la mansión.

En la quietud y penumbra que su habitación le brindaba no pudo evitar enterrar su cara en la almohada. Pero no haría un drama por ello.

Había mentido, cuando lo único que esperaba era desalentar a su hermana respecto a sus capacidades artísticas. Sin embargo, ellos conocían en suma cuenta su destreza con el arco sobre las cuerdas.

Resultaba irónico que el único aspecto destacable de su persona sea a la vez un rasgo reprochable para su casta.

Taehyung no quería tocar ante ellos, su familia o un grupo que desconocía, daba igual si todo lo que obtenía era cualquier cosa contraria a miradas de orgullo y acierto.

Cuando subía los escalones, no pudo evitar detenerse un par de veces ante la voz de Ye Ji y sus relatos desbordantes de emoción sobre su debut en sociedad, las últimas tendencias de moda que allí se lucieron, y sobretodo, el baile que tuvo el placer de compartir con el insigne alfa de sangre pura más guapo en la fiesta.

Quien quedó prendido inevitablemente de su hermosura y no resistió una invitación, según sus palabras.

Así que Taehyung suponía que la comida de mañana era un acto simbólico al inicio del cortejo de Ye Ji.

El omega abultó los labios mientras abrazaba la almohada.

Él también hubiera querido conocer lo qué es danzar de la mano con alguien y escuchar todas las frases que provocan rubores en las mejillas.

Pero ya estaba envejeciendo, su oportunidad cada vez se difuminaba más a la distancia y a él le tocó resignarse a solo ver mientras desaparecía por completo.

Pero como el optimista entusiasta que era, se obligó a recalcar la parte positiva. Al menos ya no tendría que usar esos vestidos cargados con holanes pesados y collares de perlas que parecían ahorcarlo ante el más mínimo movimiento de su cuello.

No era obligación para los omegas machos portar vestidos o faldas, pero sí era la norma cuando se trataba del baile anual de otoño.

Taehyung aborrecía los vestidos.

La elegancia y delicadeza también podían ser resaltadas de otras maneras. Sus atuendos normales consistían en prendas sueltas de color terracota o crema y botas de cuero hasta los tobillos. Mucho más cómodo que tener que caminar con el temor de pisar su falda o torcerse un tobillo.

A la tarde siguiente, y como ya se había vuelto un hábito, Taehyung sorteó los dientes de león hasta llegar a su lugar favorito de todo el campo: un pequeño montículo forrado de pasto desde el que se podía admirar mejor el llano y vasto paisaje extendido hasta los confines.

Aunque estaba flanqueado por pinos excelsos que indicaban la presencia del bosque, Taehyung nunca se sintió intimidado por ello. Había hecho de este lugar su santuario y sabía que ningún infortunio le ocurriría.

Dejó la funda en el césped y con suma presteza sacó el violín y arco.

Algunas noches tocaba frente al campo abierto y la luna como único público. Había aprendido desde los once años gracias a la indulgencia de su padre.

Deslizó el arco por la segunda cuerda percatándose del leve problema de desafinación. Afianzando su mentón sobre la barbada pasó el arco por dos cuerdas a la vez mientras con la mano izquierda giraba a conveniencia las clavijas.

Una vez estuvo satisfecho, y tras haberse devanado los sesos en la mañana mientras ayudaba en la cocina, había elegido la sonata que más idónea le figuró.

Comenzó a practicarla a través de las notas musicales, la maestría del arco deslizante sobre las cuerdas emitía un sonido roto y melódico que envolvía todo el espacio a su alrededor.

De pie en medio de la amplia tierra, no dejó de tocar al cerrar los ojos, mientras se dejaba acariciar por los últimos rayos del atardecer.

Hasta que a sus oídos llegó el sonido de ramas secas quebrándose. Sobresaltado volteó en la dirección proveniente de su interrupción, para toparse con un hombre joven, en la flor de su madurez y un exquisito atractivo que Taehyung pasó por alto ante el presente peligro, un alfa; podía decirlo por su conjetura y músculos abultados que se notaban a través de la prenda acordonada de hilo blanco que cubría su torso.

"Oh, no, no" alzó él ambas palmas en un amago por sosegarlo. "Por favor, no te detengas"

El amedrentado omega dio un traspiés hacia atrás cuando el desconocido se movió de entre los árboles.

"¿Quién eres?" inquirió haciendo caso omiso de la petición. Su instrumento y arco se encontraban apostados al lateral de su muslo.

"Alguien cuyas visitas a este sitio no son una novedad, al contrario de la persona frente a mí" le respondió de buena gana. "No mucha gente frecuenta este claro apartado en medio del bosque, por lo que jamás me había dado de bruces con otra persona"

"Pudiste haber dado la vuelta y regresar por tu camino" receló, aún como piedra en el sitio.

"Pude, pero preferí observarte desde la distancia hacer funcionar tu violín"

"Eso es un poco aterrador, a mi juicio" difirió.

Antes de recordar que se estaba dirigiendo a un superior de su casta, en todo sentido. Y ni siquiera había mostrado el mínimo de decoro que se suponía y obvió los honoríficos.

Contrario a lo que pensó, el alfa no enfureció por su irrespeto, más bien largó una carcajada, tan jovial y vibrante que hizo al omega ladear la cabeza embelesado.

La mayoría de los alfas con que había tratado, escasamente, no eran así de... Espontáneos. Había un rasgo sumamente natural y silvestre en este hombre.

"Un poco" admitió con la sonrisa que no se iba de su rostro. No lucía arrepentido. "¿Puedo acercarme sin el riesgo de que huyas?" preguntó al omega, quién prensó los labios entre sí antes de escanear rápidamente ambas direcciones. "Prometo no hacerte daño. Me hubiera sobrado tiempo de querer lo contrario"

El joven omega con su cabellera platinada, que se asemejaba a uno de estos dientes de león, tan frágil y a la vez firme en su eje contra los vientos inclementes, pareció meditarlo entonces. Y convencido de la validez de sus palabras asintió con timidez.

Se le acercó entonces, midiendo cada paso en una velocidad prudente, hasta quedar a solo uno más de estirar el brazo y tocar su piel de canela. Olía exactamente igual al tono bronceado de su tez.

Y almizcle.

El alfa podía sentir a su bestia interna arañar la superficie de su piel por la epifanía, sin embargo lo doblegó en favor del momento.

Consiente de que el grato desconocido observaba fijamente el sable que pendía sobre el cuero negro de su pantalón.

"Lo llevo conmigo siempre" informó consciente de que podría sentirse intimidado por la presencia del arma. "Costumbre inevitable de mi oficio"

Taehyung asintió, todavía con los ojos fijos en el puntiagudo objeto.

"¿A qué te dedicas?" quiso saber.

"Sirvo en el ejército imperial"

El de menor estatura levantó la cabeza de súbito. El asombro en su rostro también destilaba admiración.

El ejército imperial servía a la casa real del Emperador, en la capital. Había escuchado que las pruebas de aptitudes eran descritas como 'inhumanamente posibles' y sus entrenamientos calificados de ultrabrutales bajo el inhóspito calor abrasador del sol o la gelidez del invierno garantizaban que solo los más aptos y capaces soldados protegiesen las conquistas e intereses del Estado.

Tharivell, era una de las siete principales ciudades que constituían el poderoso imperio de Walkrah, y la más desarrollada gracias a su favorecida geografía de extendidas tierras fértiles para la agricultura y los puertos marítimos para el comercio de telas y especies. Y por ende, se encontraba a varias noches en coche de la capital.

"Entonces, ¿Eres un forastero?" dedujo, teniendo en cuenta que jamás había visto el rostro frente a él.

Lo recordaría de ser el caso.

"No exactamente. Mi hogar familiar se encuentra en la capital, sin embargo nací y pasé mi juventud aquí" explicó satisfecho ante el lenguaje corporal ahora menos rígido del omega. "Suelo hacer un breve reposo una vez culmino mis responsabilidades en el ejército"

"Hablas como un hombre de la edad de mi padre" nuevamente no pudo sujetar su lengua.

Jungkook negó con una sonrisa amplia y divertido ante las insolencias y desliz que ningún omega de comportamiento intachable diría.

Y aquí estaba él, dando lo mejor de sí. Bravo, Taehyung.

El carretel de pensamientos autoultrajantes se detuvo cuando el hombre que Taehyung identificó como forastero le tendió su mano.

"Perdona mis modales. Mi nombre es Jeon Jungkook"

El pequeño peligris la aceptó con reticencia aún, sin embargo ante el toque -que duró el concepto de lo efímero, dado que el joven se apartó acunando su mano al pecho- Jungkook se vio tentado a gruñir.

Era un hombre acostumbrado a dominar a su lobo, había tenido que aprender a hacerlo. Mas había escuchado por su abuelo que esta clase de sensaciones sobrepasaban todo límite del autocontrol, el anciano había tenido razón.

"Soy... Soy Taehyung" contestó el omega atropelladamente.

"¿De qué Casa?" quiso saber la bestia que habitaba en su interior y el hombre a partes iguales. Con un interés personal entretejiéndose.

El de cabellos plateados desvió sus ojos por primera vez.

En esta ciudad todos conocían a su familia, todos sabían quién era él y lo que representaba. Nunca se había visto en la posición de responder dicha pregunta.

Y le llenaba de un inexplicable malestar el hecho de que sea este alfa precisamente quien preguntase. No quería tener que ver la mirada de desprecio y apatía en su contra, no de este hombre.

Taehyung se arrodilló y guardó con presteza el violín y arco en su estuche antes de colgárselo al hombro.

"No fui bautizado bajo un apellido. Yo soy solo... Taehyung" le contó a media voz. "Un bastardo"

El chico captó los últimos indicios del sol poniente y se apresuró en devolver sus pasos. En parte preocupado por la inminente oscuridad, y la parte sobrante debido a que no quería arriesgarse a escuchar otro improperio en su contra.

"Debo marchar, debería estar en casa antes de que se ponga el sol" se despidió aun con su mirada esquiva. "Buena fortuna a su vida, señor Jeon"

Y así se marchó. Como si sus tobillos formaran parte de la brisa y dejando al perplejo alfa sin la oportunidad de rebatir o agregar nada.

So Hee era una mujer regia, de buen talle, y las vestiduras bordó que habitualmente portaba solo elevaban su aspecto intransigente. Se había casado a la prematura edad de dieciséis años, cuando su recién entonces esposo tenía treinta y dos. Los allegados y periódicos celebraron e hicieron eco de la noticia sobre la nueva unión del Vizconde y su ahora homóloga en el título.

Sin embargo las penurias no tardaron en llegar, por cuatro años consecutivos estuvieron intentando concebir un cachorro, pero cada vez parecía más lejana la bendición de la madre Luna, hasta que solo quedó la resignación de un sueño frustrado. Como era de prever, los rumores y difamaciones no fueron amables con ella.

Entonces en medio de ese caos, de la angustia y los machucados pedazos de un anhelo, llegó un cachorro rojo de llanto. Y diminuto.

Un bebé resultado de una aventura de los tantos viajes comerciales del alfa Kim. Con sus escasas hebras claras y los ojos negros como la misma noche. Rasgos de un país extranjero. Los habitantes de Walkrah, imperio de lobos, no poseían dichos rasgos.

Todos se enorgullecían de los iris claros, el cabello oscuro y la piel como albina cerámica.

Taehyung, nombre que eligió su marido finalmente, no era nada de eso. Era la muestra de los puros rasgos de otra especie animal más allá de la frontera. Un niño sin identidad, con una madre muerta en un territorio de depredadores.

A So Hee no le tocó el corazón. A medida que Taehyung crecía y maduraba como omega, solo veía ante ella los rasgos de la antigua amante de su marido y, muy fuerte sospechaba, también la dueña de su corazón.

No pudo evitar que se quedara y fuese acogido bajo su mismo techo, sin embargo -y por primera vez en toda su vida- hizo oír su voz respecto al bautizo. Esa criatura no portaría el apellido de su Casa.

Su temple no aguantaría otra humillación pública más.

Algunos años más tarde, fue bendecida con So Yeon, su propia cachorra y extensión de su sangre. Luego llegó Ye Ji, su más grande orgullo; una niña preciosa y obediente.

Pero Kim Tae Ho nunca pareció profesar el mismo cariño por ellas como por su primogénito. A su manera distante, seca y adusta, So Hee sabía que quería al chico.

Y eso hacía ebullir sus entrañas.

De soslayo, sentada a la izquierda de su esposo, contemplaba al joven omega colocando la servilleta sobre el regazo inmóvil del vizconde y brindarle una corta sonrisa que Kim contestó con un asentimiento rígido sobre su silla de ruedas.

"¿Se encuentra cómodo, Señor"

"¿No deberías de estar realizando los últimos ajustes de calidad de tu violín? O algo así" espetó ella en su lugar. "He escuchado que las cuerdas pueden desafinarse con extrema facilidad"

Taehyung se volteó hacia su madrastra, del otro lado de la mesa. Normalmente cenaba con ellos, pero esta cena era con motivos peculiares, familiares, y la diestra del anfitrión se reservaba al invitado.

"Así es, mi señora. Sin embargo, me aseguré esta tarde de ello" contestó cruzando ambas manos sobre la falda de tul que cubría hasta sus tobillos.

El corset de busto medio que llevaba le hacía difícil respirar. No entendía como la mayoría de las damas les gustaba llevarlo todo el tiempo. Los botines tres centímetros más altos que el tacón que suele llevar tampoco le estaban haciendo todo el asunto más cómodo.

Había puesto rubor en sus mejillas, una sutil tinta rosa en sus labios y mucho empeño en su imagen. Eso se podía notar.

Frente a la siempre adornada y radiante Ye Ji y So Hee, no podía permitirse que el contraste con las otras omegas de la familia fuese escandaloso. Al menos, por los pocos minutos que durase su interpretación.

Cuando So Hee estaba a punto de volver a abrir la boca, los toques en la puerta captaron la atención de todos.

El invitado ya había llegado.

La empleada de servicio se apresuró a abrir la puerta, y Taehyung dio gracias interiormente por la interrupción.

Sin embargo el suspiro de alivio se quedó atascado a mitad de su garganta al ver a los alfas entrar al comedor.

Uno de ellos, el alfa militar que había visto hace tan solo horas en los campos de dientes de león.

Taehyung apartó la mirada debido a la prudencia. No sería bueno si alguno de los presentes aquí tuviese ese conocimiento. Y la Diosa Luna ayude y el alfa también opte por la prudencia.

Jungkook no venía solo, pudo notar a pesar de su estupor, sino que un caballero cercano a su misma edad y porte le hacía compañía.

El causante de ahora su sofoco vestía su traje militar de Representación. La chaqueta de un profundo azul turquí, con los bordes rectos y libres de arrugas. Las hombreras doradas de flecos gruesos aumentaban su aire excelso, seguidas de los cordones de mando trenzados y afianzados al segundo botón metálico de su chaqueta, a escasos centímetros de caer sobre el cinturón blanco perlado y filamentos áureos bordeando sobre su cintura. Un pantalón negro almidonado y zapatos de charol. Además, por supuesto, del sable enfundado.

Las discimiles condecoraciones y distintivos adornando sus solapas, hombros, mangas y delantera hablaban del elevado rango que ostentaba. Taehyung no conocía demasiado, por no decir nada, acerca de la dinámica militar; más podía deducir que el señor Jeon no se trataba de un simple soldado raso.

El acompañante portaba un traje similar en colores y algunas insignias, sin embargo era notable la diferencia de categorías.

Jungkook se dirigió a la familia con respeto, y presentándose de una manera adecuada ante el señor Kim, quien no tuvo la oportunidad de conocer en el baile de Otoño.

Ye Ji por supuesto se ruborizó tras su abanico cuando Jeon le besó en los nudillos. Casi se podría decir que le costaba mucho contenerse para no saltar encima de él y colgar de su cuello, observó Taehyung con un disgusto incipiente.

"Señor y Señora Kim. Agradezco su hospitalidad de antemano" agregó el alfa. "Un viejo amigo me acompaña el día de hoy. Espero no sea importuno"

"En absoluto. Tanto mi esposa como yo compartimos la ideología de que una mesa llena aviva el espíritu del hogar. Cuantos más, mejor" comentó afable Kim Tae Ho, extendiendo su mano a la silla vacía a su derecha. "Por favor, tome asiento"

El omega de cabellos grises seguía plantado en su lugar como estatua de granito. De pie a la esquina de la mesa, los vellos de su columna se erizaron cuando Jungkook pasó justo a su lado. Tan cerca. Taehyung creyó sentir el fantasma de un roce en su codo, sin embargo no estaba seguro.

Pese a que mantenía la vista fijada a la alfombra verde del suelo, podía sentir como la ajena se detuvo en él por breves segundos.

Jungkook tomó asiento al asiento indicado como estaba previsto. Su padre se ubicaba a la cabeza de la extensa mesa para catorce comensales. A su siniestra se ubicaba So Hee seguida de Ye Ji. El alfa que Jungkook había presentado como su amigo ocupó el asiento a un lado de esta.

El entrante no tardó en ser servido, degustado en medio de algunos intercambios triviales en los que Taehyung se ausentó para ir en busca de su instrumento y, de paso, calmar su estómago revuelto.

No surtió efecto.

A unos pocos pasos de la mesa y más cercano a la maseta aislada de Monstera que embellecía el comedor, Taehyung se dispuso con el cuerpo del violín bajo la barbilla y su mano derecha al arco.

Decían que la música ejercía enorme influencia sobre el estado de ánimo de las personas y su parte animal. Si bien había escogido una melodía rica y destacable en notas agudas con ánimos de cargar el ambiente de júbilo y liviandad, su ser no lo estaba.

Antes de de que comenzara a frotar las cuerdas con las cerdas del arco, las falanges de sus dedos ligeramente temblaban. Durante, logró dominar sus dedos lo suficiente, y aunque su rostro se mantenía impasible, su pecho y entrañas sufrían de espasmos raros.

Estaba haciendo un excelente trabajo en ocultar el nerviosismo ante tanto público. Y todavía este era el más inofensivo contratiempo comparado con la penetrante mirada del alfa Jeon encima suya.

Todos lo observaban, con menor o mayor interés, pero había algo particular en la mirada de este hombre que despertaba en él un instinto primario que desconocía.

Taehyung solo podía observar la textura del tapiz color gris perla en las paredes con el pulso latiendo desbocado.

Poco antes de que el postrimero acorde de su sonata fuese alcanzado. Empezaban a servir la cena, y para cuando el omega hubo terminado varios miembros de la mesa se encontraban catando sus platos.

Mas tuvieron la decencia de hacer una pausa y aplaudir en cortesía.

Taehyung agradeció con la punta de las orejas rojas por la atención e hizo una pequeña reverencia.

"Hiciste un buen trabajo, Taehyung" las palabras secas de su padre lo reconfortaron.

"Más que eso, magnífico. Me atrevería a decir"

El joven omega desvió sus ojos a Jungkook ante el inesperado cumplido, apartándolos al instante se vio obligado a tragar saliva.

"Por favor, disfruten de su cena" convidó en otra reverencia.

Sin embargo antes de que pudiese marcharse la rica voz del alfa lo frenó.

"¿No disfrutarás la cena junto a nosotros?" inquirió con el entrecejo unido.

"Taehyung no nos acompaña a la mesa" esa fue su madrastra. Su padre había comenzado a cortar su paté de pavo. "No es la costumbre ante estas cenas de índole formal"

"¿Por qué no?" continuó.

Taehyung pudo notar, en su tono, que se encontraba ligeramente encrispado. Solo que no entendía el motivo.

"Él no posee nuestro apellido ni porta nuestro emblema cosidos a sus ropas" agregó su hermana con fría indiferencia. "Solo los integrantes oficiales de la familia merecen un puesto en la mesa ante asuntos importantes"

Taehyung contrajo la mano sobre el cuerpo de su instrumento ante lo abochornado que se sentía.

Jungkook la observó por unos segundos, sus ojos eran el reflejo de la misma frialdad que habitó en su explicación.

"Bueno, permítame recalcar el hecho de que tanto Sir Choi a su lado, como yo, estamos aquí sentados" rebatió. "Y ninguno de nosotros compartimos los requisitos de los que habla"

Ye Ji abrió los orbes al doble de su tamaño, las objeciones de Jeon en favor de su hermano, la habían tomado desprevenida.

"Pero... No es lo mismo, señor Jeon"

"¿Porque soy el invitado de honor el día de hoy y él solo un chico relegado? No veo la diferencia" espetó con brusquedad antes de dejarla de lado. "Además, y cito las palabras del señor Kim, cuantos más seamos, mejor" dirigió su rostro pétreo hacia Taehyung. "Insisto"

Era una orden, no una sugerencia.

En medio del silencio incómodo que había invadido la estancia, el omega se encontró en una disyuntiva.

Se veía tentado a obedecer a Jungkook, la corazonada inquieta en él que había aflorado minutos atrás se lo exigía, le hacía saber que estaba bien. Mas sabía era de mal gusto, según los preceptos, obedecer a otro alfa que no fuese el cabeza de familia y tutor.

Por lo que esperó el leve movimiento rígido del cuello de su padre en aceptación, que no tardó en llegar.

Su mortificación creció cuando notó que debía ocupar la silla disponible al lado del señor Jeon. La otra opción hubiera sido al lado del señor Choi, pero eso no presentaba mucho sentido común al encontrarse cercano a la otra punta contraria de la mesa.

Pese a que no quería levantar los ojos por encima de su plato debido al estado de ánimo espeso que cubrió el ambiente, su curiosidad emergió echando una ojeada con disimulo hacia la punta de la mesa.

Kim Tae Ho era un hombre autoritario, alfa y líder familiar de tres omegas -ahora dos que So Yeon no estaba- a su responsabilidad, estaba acostumbrado a mandar y ser atendido. Difícilmente pasaría una réplica por alto y menos en su techo.

Sin embargo notó cierta cautela ante Jungkook. Por primera vez en su limitada vida había visto a su padre recular.

Mas este hombre no era un alfa común. No le conocía de nada, pero si su actitud confiada y segura significaba algo, Jeon era una persona poderosa.

No sólo es su condición de alfa Pura Sangre, quienes fueron tan escasos a través de los siglos que hoy eran tan respetados casi como el mismo emperador. Jungkook no poseía un título nobiliario como los Kim, mas no lo necesitaba, su insólita casta gobernaba la cima de la pirámide.

Sin duda la profesión que ejercía le iba como anillo al dedo para alguien con un carácter dominante como el suyo.

No era de extrañar que los omegas se volviesen locos por él. Entendía a la invitada de Ye Ji cuando prácticamente estaba rogando por él.

Incluso él sabía que el amor no se mendigaba, a pesar de la carencia de este en su vida. Pero si tuviese que rogar a una persona por el, sería a alguien como Jeon.

Sus hipotéticas elucubraciones le hicieron recordar el motivo real de este evento, antes de que pudiera crearse fantasías que ya había matado hace mucho tiempo.

"No has probado bocado" se tensó al escuchar la voz que provino de su lateral. "¿Está todo bien?"

Taehyung dio un asentimiento rígido como respuesta, y empezó a cortar la merluza.

"No tiene que preocuparse, Señor Jeon" comentó discrecionalmente. Aunque no quería hablar, tampoco se mostraría grosero.

El hombre soltó un ligero bufido.

"Lo hago, porque estoy muriendo del hambre aquí"

El omega frunció el ceño. Qué quería decir con eso.

Miró el plato de Jungkook que aún estaba en el mismo aspecto en que fue servido, cuando este entonces tomó los cubiertos.

Taehyung clavó los ojos en él sin poderlo evitar. Anonadado. Jungkook había esperado por él para empezar con su cena. Era el único que lo había hecho.

Se detuvo de más en los rasgos de su perfil, que debió sentir el peso de su mirada porque pronto estaban mirándose frente a frente.

Un respiro intermedio se le atoró en la garganta. Jungkook tenía los ojos más hermosos e inusuales que haya visto jamás. De un violeta abisal y atrayente. Eran tan preciosos.

Si por si sola su presencia magnánima no hablara, estos ojos eran la prueba definitiva de pureza en su casta alfa.

Había poca claridad en los campos y no detalló bien ciertos rasgos de su rostro. Entonces había estado demasiado tímido y esquivo desde su llegada que hasta ahora no los había notado.

Y estaba con la boca entreabierta, obviamente tan impresionado y estático que Jungkook ladeó una sonrisa.

Taehyung tragó con dificultad volviendo a su plato.

"No tenía que hacerlo" dijo respetuosamente. "Gracias por su consideración"

"Siempre" el alfa airó una risa breve, mientras acercaba la botella al borde de la copa vacía del peligris. Sirvió vino en ella.

Los ojos del menor se expandieron.

"Señor Jeon, los omegas solteros no deberían beber ningún tipo de alcohol" objetó su madrastra faltándole tiempo. "No es de buen gusto"

"Tienen muchas normas atávicas, Señora Kim. Sin ánimo de ofender" argumentó el amigo de Jungkook, Choi, de manera jovial. "En la capital somos menos conservadores en algunos aspectos"

"Puedo verlo. Todavía, debo añadir que los preceptos y normas fueron creados por un propósito"

"Cierto" las comisuras de Jeon se curvaron en una sonrisa tolerante y seca. "Sin embargo, un sorbo de vino nunca hizo daño a alguien" tomó su copa y la levantó hacia el centro. "Propongo un brindis en honor a Taehyung, por el majestuoso recital con que nos deleitó"

El mencionado arrojó una mirada alarmada en dirección al alfa, contrastando con la sonrisa esta vez menos tirante en sus labios. Era incluso... afectuosa.

¿Por qué sería afectuosa?

Este hombre... estaba haciendo que su corazón palpitara al borde de lo desaconsejable. Si Jeon seguía actuando de esta manera su familia comenzaría a sospechar, y Taehyung no quería bajo ningún motivo que supiesen de su real primer encuentro.

"Esto es ridículo" jadeó Ye Ji sin poder contenerse.

Todos los Kim se encontraban mortalmente quietos.

"Otra diferencia capitalina, me temo" expresó el señor Choi con su fácil humor aminorando la tensión. Un intento, al menos. Él fue el primero en alzar su copa junto a la de Jeon. "Por Taehyung y su maravilloso don"

Su padre le siguió. Y a regañadientes, las mujeres también lo hicieron.

Taehyung estaba aun atónito cuando llevó la copa a sus labios.

Nunca su familia le había felicitado, agradecido o elogiado por algo que pudo haber hecho de agrado para ellos. Y desde luego, sería impensable un brindis en su nombre. Ni siquiera en su cumpleaños los cuales siempre pasó en la soledad de su partitura o los mismos regalos que recibió de su padre cada año; un camafeo de oro tallado en ónice.

De no ser por Jungkook, probablemente nunca conocería esta sensación cálida que le brindó el fugaz momento de protagonismo. Incluso si fue forzado.

Sus ojos se nublaron de una capa de humedad. Intentó sofocar la tristeza e hizo una leve mueca cuando el sabor añejo del vino tinto se deslizó en su paladar.

Escuchó otra risa baja en su lateral.

Pronto la atención en la mesa se vio sumida en la conversación que mantenía el Vizconde con sus invitados, principalmente sobre política y el conflicto armado que se gestaba en la frontera con el país vecino.

Jungkook contestó que aunque las negociaciones diplomáticas estaban teniendo momentos difíciles, esperaban no llegar a derramar sangre.

A Taehyung, quien embelesado admiraba su perfil hablar elocuente, se le puso los vellos de punta. La guerra no es indulgente con nadie.

Desde hace diez años las relaciones comerciales y políticas se vieron fracturadas entre ambos países, por motivos que el omega ni siquiera logra recordar. Y aunque nunca habían sido realmente buenas, solo tolerantes entre sí, ahora se encontraban al borde de un estallido bélico. Sin embargo, habían hombres en la Cámara abogando por una resolución pacífica.

Incluso si no era la primera vez que el escuadrón bajo mando de Jungkook se encontraba en la línea de fuego.

Taehyung se atoró con su propia saliva cuando lo escuchó hablar de su grado como General de las Fuerzas Armadas Imperiales. Lucía tan joven.

Su desempeño en el campo de batalla no debía tener precedente alguno si había alcanzado tal puesto a esa edad. Tenía subordinados que le doblaban en años.

"¿Cuánto tiempo piensa quedarse en Tharivell?" preguntó su padre eventualmente, tras ahogar una tos.

So Hee le auxilió un pañuelo rápidamente.

"Planeaba una corta estancia pero... Creo que mi agenda ha cambiado drásticamente"

Taehyung podía jurar que oyó la insinuación en su breve vacilación dirigida a él. Debía estar enloqueciendo.

Al instante vio como el rostro de Ye Ji se iluminó, despidiendo al señor Choi quien no paraba de intentar mantener una plática a pesar de sus constantes desaires.

En toda la velada los ojos desdeñosos y los suspicaces de su hermana y madrastra lo escrutaban de vez en cuando, haciéndolo sentir como un insecto bajo la lupa.

De repente la tos seca de su padre se volvió tan feroz que Taehyung se preocupó. Levantándose de su asiento le acercó un vaso con agua, logrando atenuar su malestar.

"Creo que será mejor que me retire, deseo podamos gozar de más tiempo la próxima vez. Les ofrezco una disculpa" dijo con la voz tomada. "Por favor, continúen sin mí"

"¿Está bien, señor Kim?" cuestionó Jeon deslizando su silla hacia atrás.

"No se levante. Descuide. Solo un resfriado que atrajo el polen"

Jungkook frunció el ceño, sin embargo no dijo nada. Su vista se posó en el omega quien rehuyó de ella.

Taehyung se apresuró en tomar la silla de ruedas, y haciendo una fugaz reverencia se marchó del comedor.

Estaba turbado por los continuos episodios de tos de su padre, sin embargo esta fue una perfecta excusa que necesitaba para poner distancia entre el General de ojos violetas y él.

No estaba siendo bueno para su entereza.

Con ayuda del personal, subió a su padre hasta su recámara y allí lo acostó.

El peligris cubría su cuerpo agarrotado con las mantas cuando su padre preguntó.

"¿Jeon y tú se conocían antes de hoy?"

Si bien sus dedos vacilaron sobre las telas, se aseguró de no dejar entrever sorpresa alguna.

"No veo como eso sería posible, mi señor. Apenas salgo de estos muros y él recién se está familiarizando con la ciudad" comenzó a masajear sus piernas dormidas, aplicando tenue presión en la zona. "Usted mismo lo escuchó"

Su padre emitió un sonido con la garganta. No dijo nada más por unos minutos.

"Era ocho años mayor que tú cuando conocí a tu madre. En uno de mis innumerables viajes, y supongo que fue lo que llaman amor a primera vista"

El menor lo observó entonces deteniendo sus movimientos, y le escuchó atento y ávido de al menos una parte de sus orígenes y algo tan trivial como la historia de sus padres.

"Si crees en el destino" prosiguió él. "Casi llegué a pensar que eso fue. Sin embargo, las responsabilidades se antepusieron y elegí casarme con una omega de buena familia antes que una mujer de una especie distinta, una cultura distinta. Un pensamiento distinto al nuestro"

Kim Tae Ho mantenía la mirada en un punto vacío del aire flotante en la habitación.

"Admiro a los hombres como Jeon, que protegen vidas a costa de arriesgar la suya. Ella fue asesinada por insurrectos, todo lo que pude pensar cuando te tuve en mis brazos fue en la pasión y traición" una nota amarga se deslizó en su tono. "Te ocultó hasta el final, cuando te encontré yacías en un canasto de mimbre manchado de sangre. Su sangre. Pero tú estabas ileso"

Taehyung se encogió en su sitio, temeroso de las posibles emociones tormentosas de su padre.

¿De ahí se deriva tanta frialdad hacia él? ¿De que haya perdido al amor de su vida de esta manera tan trágica todo por protegerle?

Sospechaba que su padre podía estar resentido.

"Tienes sus ojos; negros como el carbón" expresó con ahora su rostro fijo en él. "Tienes muchas cosas de ella, a decir verdad"

Bajó la cabeza con un nudo a inicio de la garganta. Estaba contento de saber que, aunque no creció como un niño amado, sí fue un cachorro amado por su propia madre.

Sin embargo, los matices de dicha se desvanecieron fácilmente con el gris de estas revelaciones. No era más que un fantasma que existía para atormentar a su padre cada vez que le mirara.

"Lo siento" fue todo lo que pudo decir.

"No lo hagas" espetó él en contraposición. "Quise que conocieras que sé como luce el verdadero afecto. Por eso te digo, si has encontrado a un alfa que sientes que puedes amar, aférrate a ello. Ese primer instinto, ese molesto tirón en el pecho que junta a los destinados, no lo subestimes solo por ser un cuento para niños"

El vizconde hizo una pausa. Las comisuras de sus labios se pusieron rígidas.

"Así como yo lo hice. Y mira a dónde nos ha llevado"

Entonces, la mirada opaca y atribulada no era de resentimiento, se percató Taehyung.

Fue arrepentimiento.

Hay emociones que son como un cáncer.
El omega nunca había visto a su padre tan visiblemente afectado como hoy.

Cerró la puerta en silencio, dejándolo en compañía de sus pensamientos y recuerdos.

Tomó unos segundos para sí mismo, recostado a la pared. Para él, la noche estaba más que saldada, no tenía interés alguno en regresar y terminar el postre.

Sus dedos picaron por agarrar su violín y pasar el arco sobre las cuerdas, la melodía siempre lo anestesiaba. Sin embargo, lo había dejado junto a su estuche en el comedor.

Visiblemente resignado, se giró para caminar al pasillo que albergaba el ala de su habitación. Mas se vio envuelto en unos brazos que lo presionaron de vuelta hacia la pared, con un mano firme que sellaba su boca.

Taehyung dio un respingo asustado, y cuando vio quién era el corazón le latió aún más rápido.

"No te asustes, soy yo" susurró. Tan cerca de su rostro que el omega estaba de piedra. "Retiraré la mano ahora. Solo, por favor, no grites"

El menor simplemente asintió sin saber muy bien por qué se sentía tan maleable de repente.

No, no de repente. Él ya había detectado que este alfa le hacía algo a sus sentidos... que aún no tenía palabras para describir.

Cuando el General Jeon se apartó no solo quitó la palma de sus labios, sino también el brazo que envolvió su cintura. Taehyung se abrazó a sí mismo entonces, en un intento por atraer de nuevo ese calor que su toque transmitió.

"¿Qué estás haciendo aquí?" inquirió evadiendo su rostro. "No se supone que los invitados accedan a esta parte de la casa"

"Sé eso" le contestó.

Jeon se había asegurado de establecer una distancia prudencial para no abrumarlo, ya había invadido abruptamente su espacio personal. Mas no podía dejar de contemplar el escaso metro cubierto de alfombra roja que los separaba, y contemplarlo a él. Tan tímido.

"De todas formas ya nos íbamos. Reúnete conmigo en el claro en un par de minutos"

"¿Qué?" exclamó Taehyung con sus ojos cómicamente abiertos.

Jungkook suprimió el estirar un brazo y apretar su mejilla.

"Te estaré esperando"

Y con eso descendió las escaleras, a la vez Taehyung se dio cuenta de que mantenía la boca abierta. Debió haber parecido un tonto.

Pero la situación era tan surreal... Este alfa apuesto y de ensueño había venido para pedir la mano de su hermana en compromiso y acababa haciéndole una invitación a él.

Las circunstancias no eran muy claras.

Y en cuánto a eso... ¿Qué quería decir con que ya se marchaban?

Al parecer la velada había culminado pero lo común era que el alfa de la familia sea quien otorgue su bendición. Taehyung no había oído ninguna palabra sobre el presunto matrimonio en toda la cena.

Muy al contrario... La atención de Jeon pareció siempre estar anclada a él.

Mordiéndose las uñas se adentró en su recámara. Se decía que estaba sopesando todavía la propuesta, sin embargo el pequeño armario ya estaba abierto de par en par buscando algo para cambiarse.

Se echó una mirada a sí mismo y se detuvo, preguntándose si resultaría más agradable a la vista de Jeon si mantuviera su vestido. Como la mayoría de omegas.

Sin embargo sintió la tela áspera del ajustado corpiño rastrillarle en la cintura, y desistió. Prefería estar cómodo y a gusto con él mismo.

De todas formas, Jungkook ya lo había visto en su lamentable aspecto mucho antes. Así lo conoció.

Taehyung se apresuró en cambiarse, estaba más ansioso de lo que quería admitir. No solía realizar sus escapadas de casa tan tarde en la noche; pero con su padre dormido, dudaba que su hermana o So Hee requieran su presencia. Nadie notaría su ausencia.

Solo debía ser cuidadoso.

Lo cual se le hizo una tarea difícil al ver a Ye Ji sentada con el rostro torcido en una mueca y su madrastra, visiblemente enfadadas.

Al verle, Ye Ji echó la silla hacia atrás y lo confrontó aireada.

"¿Qué fue lo que le dijiste al alfa Jeon?"

Taehyung se tropezó con sus propias palabras.

"No he hecho nada. Lo juro"

"¡Mientes!" gritó golpeando con un puño su hombro. "Te vi. Todos lo vimos"

"Ye Ji" llamó su madre de forma lacónica.

La joven niveló su estado de ánimo, tratando de mantener la compostura. Sus ojos claros que se habían humedecido lo miraban con prepotencia en medio de su rabia.

"Muy bien. No haré pataletas por un alfa" levantó la barbilla irguiéndose en su altura. "Puedes disfrutar tus cinco minutos de atención. Yo la tengo todo el tiempo"

Y con eso salió disparada del comedor, no sin antes golpear su hombro con el propio.

So Hee la siguió, y el omega no se había perdido la mirada desbordante de desdén en su contra.

¿Qué estaba pasando?

Taehyung quedó a la entrada del amplio espacio, confuso y trastocado, preguntándose qué demonios había sido eso.

¿Jeon la había rechazado? Lo más seguro. Pero eso no tenía mucho sentido, ellos se conocieron en el baile anual, danzaron juntos, fue idea de Jeon venir aquí.

Por algún motivo, entre más lo recordaba más se acrecentaba su inquietud. Ye Ji le había atribuido toda la culpa, pero él se negaba a creer que tuvo parte en eso.

Era muy consciente de sí mismo como para llegar a pensar que Jungkook había rechazado a la siempre grácil y divina Ye Ji por él.

Era ridículo.

Taehyung salió de su burbuja cuando los empleados comenzaron a recoger la vajilla sobre la mesa, y se encaminó a la cocina. La puerta trasera que utilizaba el personal de servicio daba justo al jardín trasero, y era la misma que utilizaba para sus idas y venidas.

Cuando llegó al campo de dientes de león, tenía la respiración un tanto agitada. En un punto incluso había corrido.

Y Jungkook estaba ahí, tal como dijo que haría. Sentado en su lugar favorito con un brazo descansando en su rodilla flexionada.

A Taehyung le sorprendió su rapidez. No tenía idea de dónde vivía el alfa pero debía haber tardado un tiempo considerable en llegar a su residencia y tomar el camino hasta acá, dado que no portaba su uniforme de gala sino un atuendo bastante parecido al de la tarde. La eficacia de los militares, supuso.

Su semblante era relajado, la luz de luna parecía delinear sus fuertes rasgos, que en su piel pálida le confinaba un aspecto casi deíficos.

Taehyung nunca se había sentido tan atraído hacia un alfa antes, podría quedarse admirándolo la noche entera. Sin embargo fue obligado a acercarse cuando Jeon reparó en su presencia.

El alfa se puso de pie.

"¿No hay vestido?" inquirió retórico señalando su atuendo.

Sí bien su tono era jocoso, el omega se encogió casi cohibido.

"¿Es eso desagradable para tí?"

El alfa parpadeó con un surco entre las cejas.

"En absoluto. Cualquier atuendo que uses parece quedarte perfecto" le hizo saber, luego añadió con una sonrisa llena de humor. "Eso es un don. Uno de los tantos que creo ocultas"

Taehyung se sonrojó violentamente.

"No tantos como cree, señor Jeon" murmuró, antes de desviar el tema de él. "¿Y qué hay de tu uniforme?

"Por favor, llámame Jungkook. En cuanto al uniforme..." se echó un vago vistazo a sí mismo. "Es ceremonial. Solo debe ser usado en dichas ocasiones y no en vano, como señal de respeto"

El omega asintió observando el sable que siempre le acompañaba. Es uso de la palabra ceremonial reavivó el recuerdo fresco de Ye Ji en su mente.

Antes de que pudiera atarse la lengua se vio llevado por la curiosidad y una muy, muy ínfima esperanza, de que los delirios de su hermana fueran ciertos. Así que lo llamó tratando de batallar con el nombre en lugar del debido honorífico.

"¿Puedo hacerte una pregunta, J-jungkook?" el alfa solo ladeó la cabeza y tomó eso como su luz verde. "Creí que pedirías la mano de Ye Ji en la cena, pero no fue así"

Bien, no era exactamente una pregunta, pero dejaba su duda clara.

"Nunca fue mi intención hacer tal cosa. Solo bailamos una pieza y por alguna razón ella pareció encandilarse con ello" contestó recordando vagamente los intentos desesperados de coquetería por parte de la omega. La nariz se le arrugó sin que pudiera evitarlo. "La idea de la cena fue cosa de Choi, sin embargo fue malinterpretado. A su conveniencia, supongo"

"Oh" Taehyung parpadeó asimilando la información.

¿Jungkook nunca había estado interesado en ella, entonces?

"¿Tu amigo fue rechazado, acaso?" sintió un poco de empatía hacia el hombre.

"No. Digamos que tuvo un ligero... Desencanto"

Jungkook quiso reír de solo recordarlo.

Cierto que la menor de los Kim era preciosa y de generosos atributos visuales, sin embargo abría la boca y se convertía en un desperdicio total. Choi terminó decepcionado ante su mezquindad.

Pero al parecer, el pequeño peligris tenía problemas para entender eso, a juzgar por sus cejas arqueadas.

Taehyung no podía comprender que alguien no quisiera a Ye Ji. Tenía decenas de pretendientes dispuestos a cortejarla, su belleza era celestial comparada con la propia tan mundana, incluso había debutado en sociedad el como Diamante de la Temporada.

No, él no podía entenderlo.

"Ella no es tan linda como piensas, Taehyung" expresó Jungkook como si leyese su mente. "Es un cascarón vacío"

No vacío, exactamente. Estaba lleno de cinismo y una actitud repelente ni bien pasabas cinco minutos en su compañía.

A menos que a un alfa se le pusiera dura con la idea de sus cabellos cayéndose por el estrés prolongado, dudaba que alguien se fijase en ella para algo más que no sea divertirse.

Sin embargo, no le hablaría al omega en ese lenguaje tan burdo.

"Por qué permites que te traten de esa forma, Taehyung" espetó, con la furia fría volviendo a resumar en él sin poder minimizar el trato tan deleznable hacia el omega.

Sintió a su lobo acechando de un lado a otro, impotente. Porque lo más desconcertante de todo, era que Taehyung no se defendía.

Por qué.

El omega miró hacia sus brazos cruzados, con bochorno de sí mismo.

"Lamento que tuvieras que ver eso. Ya estoy acostumbrado de todas formas"

Un músculo saltó en la mejilla del alfa mientras vio sus hombros decaer y oyó su voz opacarse. Decía que estaba acostumbrado, pero su olor se había agriado. Otra vez.

"No tienes que estar acostumbrado. No tienes que tomar ese maltrato con la cabeza gacha solo por ser quien eres" gruñó Jungkook, su tono brusco y sin consideración captó su atención. Bien. "¿Siquiera sabes quién eres?"

"Un bastardo sin nombre"

El hecho de que había respondido al instante le robó el aliento. Quiso acercarse y envolverlo en sus brazos, mantenerlo seguro.

Mas temía que tal magnitud de sus deseos lo amilanase.

A cambio, solo pudo decir:

"No. Eres una persona que respira y siente. Solo por eso mereces respeto, exígelo" dijo con firmeza. Debería amarrar las palabras a su lengua y no hablar de más. No pudo hacerlo. "No eres igual que el resto, eres más brillante que ellos. Tienes la luz más hermosa que he visto en mi vida"

El omega sorbió su nariz, probablemente picaba y su garganta estaba contraída. Lucía visiblemente afectado, al igual que Jungkook, aunque por razones distintas.

¿Cómo era posible que en toda su existencia nunca hubiera escuchado un cumplido, una palabra de aliento?

Por primera ocasión, el alfa sintió cólera contra esta ciudad y sus principios arcaicos por teñir de matices grices lo que estaba destinado a refulgir.

"Apenas me conoces" refutó él omega en voz baja luego de unos segundos.

"Cierto" concedió él. "Sin embargo, mi lobo te percibe como si hubiera pasado años en tu compañía"

Eso despertó la vena curiosa del menor.

"¿Tienes esa clase de conexión con tu lobo?" gravitó hacia él sin notarlo.

"Soy un Sangre Pura" explicó Jeon con las manos juntadas tras su espalda. Como si eso fuera explicación suficiente.

Aunque en realidad... sí lo era. Los alfas y omegas que portaban la pureza del gen en su sangre se les bendijo con especiales capacidades; si bien todos poseían una capacidad auditiva y olfativa mayor a los humanos, los Sangre Pura tenían los sentidos aún más desarrollados, su visión era tan clara de día como de noche y su fuerza y agilidad inigualables.

Taehyung supuso que a estas habilidades se le sumó la fusión con su parte animal.

Era un linaje tan antiguo como el tiempo mismo y a día de hoy eran realmente escasos. Jungkook era el primero de su clase que conocía.

"¿Toda tu casa lo es?"

"No toda" dijo. Agradecido por la inquisición si eso divirtuaba al omega. "Mi abuelo y su hermano lo eran. Mis padres resultaron alfas comunes"

"Y sin embargo, por lo que pude escuchar de mi padre, tu familia es reconocida por portar el gen en varios de sus miembros" observó Taehyung con el ceño ligeramente fruncido.

"No es hereditario" se alzó de hombros. "Mis antepasados en su mayoría fueron alfa puros. Sus lobos eran de estatura robusta y más altos que una persona de estatura promedio. Fueron reconocidos por eso"

El chico abrió la boca con entrañable asombro. Incrédulo y maravillado a partes iguales.

"Pero eso no es posible" boqueó. "Los cambiaformas en nuestra especie desaparecieron hace cientos de años"

El alfa le brindó una media sonrisa.

"¿Lo hicieron?"


Taehyung se desveló toda la noche.

Dio vueltas en su cama intentando descifrar qué había querido decir Jungkook con aquello.

¿Había sido una pregunta retórica, o su familia guardaba algo que la mayoría de la población ignoraba?

No pudo averiguarlo. Jungkook redirigió el tema de la conversación hacia otro punto con celeridad.

En consecuencia, estuvo toda la mañana como autómata y medio atontado, ayudando en la cocina y atendiendo las necesidades de su padre.

Parte de su distracción también se debía a que su estúpido corazón no dejaba de acelerarse cada vez que pensaba en el alfa y su, nuevamente, insólita invitación al claro.

Jungkook quería verlo de nuevo.

Y esto no fue lo que más trastocó al omega.

"Toca para mí la próxima vez. Solo para mí"

Le había dicho.

A pesar de todas las razones válidas que su conciencia remarcaba por las cuales no debería encariñarse con la compañía del militar, Taehyung también quería verlo de nuevo.

Con tal desespero que casi era insalubre.

Así que el peligris llevó consigo su violín esta noche, y aunque en un principio la timidez lo embargaba, al ver como Jungkook cerró sus ojos y la expresión tan despejada en su rostro mientras escuchaba -lo escuchaba a él-, Taehyung se permitió relajarse por completo también.

"Es raro" el alfa abrió sus párpados una vez terminó. "Nunca me había atraído la música clásica. Hasta ti"

Taehyung le otorgó una sonrisa sutil, y devolvió el instrumento a la seguridad de su estuche.

"¿Te refieres a tu visita a nuestra residencia?"

"No" contestó sentado sobre el único y pequeño montículo de tierra en toda esta llanura. "En este mismo sitio donde te conocí"

Las orejas del omega enrojecieron.

Parecía que no conseguía dejar de avergonzarse ante cada cumplido que le decía. Sin embargo para su mala suerte, Jungkook planeaba repetirlos hasta que se acostumbrase, hasta que se hartase incluso; cada ínfimo detalle que le atraía, cada vestigio de su rica personalidad que encontraba irresistible. Se los enunciaría todos hasta que Taehyung terminara por reconocerlos.

Le vio tratar el violín con primor, envolverlo en un paño de algodón, casi con ternura. Era como si se tratase de su posesión más preciada, su tesoro más valioso.

Entonces se vio tentado a preguntar.

"Por qué el violín" agregó ante la mirada confusa del menor. "¿Por qué no otro instrumento? Piano, tal vez"

"Fui con papá a un recital una vez cuando tenía once años y... Mientras oía la orquesta mis ojos seguían sintiéndose atraídos hacia aquel instrumento chico de cuerdas. Nunca había oído algo tan mélico y quebradizo... Era como si el sonido sangrara" rememoró con una mano tendida sobre el estuche cerrado y la mirada ausente. "Y tuve una pequeña obsesión, si así lo puedo llamar, por él. Por primera vez me sentí tan... acogido, y consolado que..." a medida que continuaron sus palabras, el nudo en su garganta también crecía, obstruyendo su voz y apagándola.

El omega se llevó el dorso de la mano a los labios fruncidos, se había vuelto un poco difícil tragar.

"Lo siento" murmuró. "Ni siquiera sé por qué te cuento todo esto"

Jungkook le brindó una mirada cálida. Cualquier otro gesto hubiera sido interpretado como compasión. Taehyung no necesitaba su compasión.

Cuando tus emociones son un ovillo negro y apretado en tu pecho, puede que ni siquiera sepas el detonante a tantos nudos intrincados, pero siempre reconocerás la compuerta de escape una vez la veas. Una catarsis singular y propia en la que nos refugiamos.

El cuerpo sabe cómo calmar el dolor. Lo sabe la mente, aunque sea por momentos cortos aveces.

Él podía identificarse con el pequeño omega de once años sintiéndose arrullado por un sonido igual de triste que su ser.

Hubo una época así de descolorida en su vida.

Cuando era un adolescente con un primer celo tardío, todos pensaron que sería inexistente incluso. Presionado, censurado incluso por algo que escapaba de sus manos vivió Jungkook la mitad de su infancia -hasta los dieciséis- siendo el blanco de los reproches de su padre.

Cinco semanas después de su décimo sexto cumpleaños, su lobo se presentó. Un Pura Sangre, Alfa, eso resultó ser. Lejos de todas las expectativas pesimistas e hirientes.

Lejos, por mucho, de la mejor versión que su padre podía llegar a ostentar de sí mismo.

Sin embargo, Jungkook no era un hombre que albergase rencores inútiles.

Mas un niño marcado siempre será un niño marcado.

A los diecinueve, cuando adquirió absoluta dominancia sobre su parte animal, se postuló para el ejército. La Primera Línea de División Fronteriza era especialmente conocida por una brutalidad salvaje que haría llorar hasta a los más férreos, se postuló a esa.

Rápidamente se había adaptado, había luchado con saña por sobrevivir, por aprender. Y las secuelas de su daño emocional, que resultaron ser competitividad y un muy marcado sentido de la justicia, lo llevaron prontamente al rango que hoy conserva. Un General condecorado por la mano del propio Emperador. El más joven de la historia.

Por supuesto, su caso y el de Taehyung estaban a mundos de distancia.

Jungkook al menos había tenido siempre el favoritismo de su abuelo y los protectores besos en la frente de su madre, y su padre actualmente no era tan importante en su vida. No era el caso para el omega.

Pero el alfa también había tragado el amargo sabor del repudio, y había lidiado con él. Por eso siempre alentaba a sus soldados a endurecer el carácter, a elevarse por sobre las expectativas, incluso las propias.

Por eso siempre alentaba a Taehyung a dar rienda suelta a sus inhibiciones.

"Creo que tomaste una sabia decisión" comentó eventualmente apoyando ambas palmas en el pasto. "Pareciera que el arco se subyugara a ti como una extensión de tus propios dedos. Nunca he visto a nadie tocar así" expresó con honestidad. "Deberías hacerlo más a menudo"

En su ingenuidad Taehyung lo tomó como una simple observación. Pero Jungkook se había tomado bien enserio su sugerencia de hacerlo más a menudo.

Cada noche siguiente a esa el omega se reunió con el alfa, y cada noche, Jungkook le pidió que le deleitara con su talento.

Taehyung cumplió su desiderato. Si se hubiera detenido a pensar en ello, podría decirse que encontraba placer y genuina satisfacción durante estos momentos en los que el mundo parecía dejar de rotar y solo eran Jungkook, la melodía, y él.

Pero el por qué de estas sensaciones no era algo que el peligris quisiera examinar a profundidad.

Aunque no habían utilizado la palabra con A, Taehyung sabía que lo eran. Habían llegado a desarrollar una pequeña amistad que el omega no quería arruinar con sus tonterías fantasiosas.

"¿Te gusta?" preguntó Jungkook al menor, quien parecía haberse recluido en sus pensamientos.

"¿Eh?" Taehyung parpadeó en su dirección.

El general no pudo sino mostrarse más divertido aún.

"Mi arma" le iluminó. "Desde que nos conocimos he notado tu mirada sobre ella más de una vez"

Correcto. Atrapado, se dijo para sus adentros.

"Oh..." dijo tontamente.

Jeon enarcó una ceja y Taehyung se miró las manos que descansaban sobre sus piernas en posición de Loto.

Podría ser sincero también, pensó. De todas formas, Jungkook sabía todo lo que había que saber sobre él y jamás se mostró asqueado ante sus tendencias reprochables. ¿Qué sería esto sino un pétalo menos a la rosa?

"Siempre me atrajo el combate cuerpo a cuerpo" soltó frunciendo los labios. "Algunas tardes que tuve libre de tareas me recostaba al alféizar de la ventana y veía al personal de papá entrenar"

Escuchó a Jungkook suspirar pesado, y pronto fue sorprendido por el alfa poniéndose de pie.

"¿Quieres seguirme?" objetó a su mirada inquisitiva. "Te mostraré algunos trucos que puedes aprender"

El omega abrió sus ojos en par, intercalando su mirada vacilante entre el sable y el pelinegro.

"Pero... No sería adecuado..." balbuceó débilmente.

"¿Quién lo dice?"

Jungkook extendió su mano hasta él y, tras un breve lapso de duda, Taehyung la tomó.

El mayor retiró la hebilla plateada de la funda de cuero y desenvainó su sable entregándoselo mediante la empuñadura.

"Nunca apuntes directamente a alguien a menos que sea real tu amenaza" instruyó.

Taehyung tomó el arma con los labios mordiéndose compulsivamente, y la observó, desde el cabo hasta la curvada punta. Estaba tentado a pasar un dedo sobre el filo de la hoja.

"Ajusta tus pies con la espalda recta, con el izquierdo tras el derecho" observó como el omega acataba la orden y ponía esfuerzo en no tambalearse a los costados. "Separar un poco los pies ayuda a mantener el equilibrio. Hazlo ligeramente"

Taehyung hizo lo indicado y observó a Jungkook por aprobación. Quien le alentó con un breve asentimiento.

"Ahora levanta tu sable. Sostenlo con la mano dominante bajo la guarda y toma el pomo con la otra"

"¿Así?" inquirió el menor maniobrando.

Jungkook se acercó entonces al distraído chico y, sin pensarlo demasiado, cubrió con su palma los puños apretados del menor.

Taehyung pegó un brinco casi cómico de no ser porque rayó en lo ridículo.

"El pomo debe estar justo encima del ombligo. No lo apoyes en tu estómago" corrigió en un tono meramente diplomático. "Y apunta ligeramente en dirección a la garganta, o sea hacia arriba"

Dicho esto el alfa se retiró, aunque no demasiado. Pero el peliplata pudo a duras penas reunir concentración y ordenar a sus extremidades mantenerse firmes en la posición que Jungkook indicó.

El más alto lucía serio y sin el menor atisbo de distracción mientras expresaba sus directrices, a pesar de que continuaba empleando gentileza con él. Taehyung solo podía imaginarse qué papel ejecutaba frente al campo de batalla, su voluntad desplegándose; hipnótica, férrea, implacable. Y lo respetó mucho más por ello.

"Lo siento por eso. Sigo invadiendo tu espacio sin consideración" pero ahora, esos mágicos ojos violetas le veían con una emoción indescifrable para él. "Lo mismo aquella noche tras la cena. Realmente no quería..."

"¿Tocarme?" interrumpió Taehyung. Presuponiendo.

Jungkook parpadeó dos veces antes de elevar una ceja.

"Asustarte" prosiguió con lentitud. "No quería que gritaras y los demás escuchasen. Lo último que pretendía, pretendo, es incomodarte"

El omega desvió la mirada y agachó la cabeza. No había nada que pudiera agregar que no delatara sus florecientes emociones.

¿Jungkook creía acaso que Taehyung encontraba desagradable su cercanía? Podría reír por la ironía.

Oh, si tan solo supiera...

Que los estremecimientos en su cuerpo poco tenían que ver con el temor o la aversión.

Cuando el silencio prolongado hizo evidente que nadie agregaría algo más, Jungkook volvió a retroceder unos pasos y lo convidó a flexionar mínimamente sus rodillas. Dejando a un lado el asunto y volviendo a las instrucciones.

"Ahora intenta avanzar contra mí"

El omega elevó ambas cejas, anclado todavía en el sitio. La hoja tenía un filo de una sola cara aunque peligroso, y la fina punta curvada hacia arriba era igual de temeraria. Estaba especialmente diseñada para encajar en la carne y desgarrarla ante el más mínimo descuidado movimiento.

"¿Estás seguro? Podría herirte"

El alfa le observó unos segundos en silencio, encontrando entrañable su preocupación hacia su bienestar. Y le brindó una sonrisa de labios sellados.

"Estoy seguro"

El omega se dio cuenta entonces de que, aunque bienvenida, su preocupación era innecesaria. Jungkook era un General acostumbrado a comandar y entrenar miles de hombres a diario, con años de experiencia a su espalda; nada que Taehyung, un omega endeble que apenas estaba aprendiendo a manejar un sable, pudiese atentar en su contra -accidentalmente- sería llevado a término.

Y así sucedió exactamente. En cuanto el menor dio dos pasos rápidos en su línea, Jungkook lo esquivó y lo interceptó con una maestría asombrosa.

Llevaron así más tiempo del que Taehyung podría medir y Taehyung se encontraba un poco extenuado y con los hombros adoloridos. En un vergonzoso pero obvio contraste, Jungkook ni siquiera tenía un solo cabello negro fuera de lugar.

"Cuando ataques, tu mano derecha debe de guiar la hoja mientras que la izquierda le proporciona potencia. La mano derecha es el eje" señaló, viendo al omega recuperarse con ambas manos sobre las rodillas. En esta posición, la camisola suelta escurría hacia adelante, permitiendo ver los contornos de sus clavículas y el pecho desnudo. Jungkook apartó la vista enseguida. "Lo haces al revés, por eso no tienes control sobre tu arma y los movimientos lejos de ser precisos son erráticos"

Taehyung se incorporó con un bufido, y arrojó el sable al suelo.

"Es inútil. Nunca seré bueno en esto"

"Recoge tu arma, Taehyung" imperó el alfa.

El peligris hizo una mueca antes de inclinarse y levantarlo de entre la yerba.

"Lo siento, eso fue grosero de mi parte" habló con un ademán de ambos brazos alzados. "Pero esto no está funcionando. ¡Soy un desastre sin coordinación!"

"¿Qué hay del violín? La primera vez que las cosas no fallaron a tu favor, ¿también te desanimaste y lo abandonaste?"

Taehyung dejó caer ambos brazos a los costados, y el ceño fruncido que portaba inconscientemente se relajó.

No. No lo había hecho.

Había pasado largas horas entre las cuerdas, hasta que sus dedos tuvieron la suficiente presión, los había visto enardecer y casi sangrar por el roce; pero a finales de temporada, lo que a la mayoría les llevaba doce meses, él lo dominó en semanas.

El punto de Jungkook estaba más que claro.

Taehyung lo escuchó y se puso en posición nuevamente. Lo retomaron desde donde lo dejaron, con algunas torpezas de parte del menor, consejos por parte del alfa y algún que otro roce efímero.

Pero para cuando la hora transcurrió, Taehyung tenía un manejo decente y prolijo. Su actitud positiva se había venido arriba entre los halagos recurrentes de Jungkook, así como la tensión que estaba espesando la brisa nocturna y ambos se empeñaban en ignorar.

El omega soltó una risa encantado, maniobrando con el arma en una especie de danza militar que Jungkook le había enseñado.

"¡Incluso se siente menos pesado sobre mi palma!" exclamó mientras daba una media vuelta.

"Era solo cuestión de costumbre" aseguró el pelinegro un tanto inquietado acerca de los movimientos álgidos que cada vez ganaban más velocidad del menor. "Ten cuidado, Taehyung. No tan rápido"

El menor lo escuchó con medio oído, pues estaba feliz. Aun así, no quería mostrar una actitud desobediente a la par de infantil ante el alfa; sin embargo, un cuerpo no puede desacelerar por completo en un segundo y el equilibrio, que realmente no había sido su fuerte desde el principio, le jugó una mala pasada.

Sus pies se enredaron entre sí y pensó que la caída sería estrepitosa o en el peor de los escenarios, trágica, si aterrizaba su estómago sobre la hoja del arma.

Taehyung cerró los ojos por reflejo y esperó la segura caída. Mas esta nunca llegó.

Unos brazos firmes circundaron su cintura y lo estrecharon hacia sí. Jungkook, le sostenía con tal amparo y resguardo que le tentaba a permanecer aquí una vida entera. La posesividad de su tacto, no era del tipo escalofriante que asustaba, por el contrario. Hizo a Taehyung pensar que, a parte de pertenecerse a sí mismo, se sentiría bien pertenecer a Jungkook también.

"Ten cuidado" repitió el alfa con amabilidad, retirando el arma de los dedos de Taehyung y lanzándolo a una distancia segura. "¿Estás bien? ¿Te hiciste daño en alguna parte?"

Luego de algunos segundos embelesado con la cercanía de Jungkook, el omega sacudió la cabeza al darse cuenta que debía una respuesta.

"Yo... " balbuceó sintiendo de repente la garganta un tanto seca. "Yo..."

Jungkook arqueó una ceja inquisitivamente, pero el pequeño ojinegro parecía haberse atragantado con sus palabras.

Entonces Jungkook recordó la aversión que el omega encontraba en la cercanía innecesaria. No quería apartarse, su cuerpo y el suyo encajaban perfectos como un puzzle, su delicado cabello despeinado, su embriagador aroma que le hacía querer cerrar los ojos e inhalarlo como su droga favorita si no tenía cuidado.

Su abuelo tenía toda razón; una vez encuentras ese algo lo sabes. Oh, sí que lo sabes.

Mas, contra todos sus deseos, era tiempo de apartarse amén de no importunar al omega. Pero era este quien no parecía dejarlo ir. Con sus puños apretados arrugándole la camisa y sus preciosos ojos como el firmamento sin parpadear.

Jungkook no sabía si estaba leyendo en ello adecuadamente o si, por el contrario, su lobo manipulaba su intuición a conveniencia. Pero más tarde, de ser el caso, se arrepentiría más tarde.

Solo necesitó agachar la cabeza, y sus bocas estaban uniéndose. En un beso casto y puro, con sus labios conociéndose. Solo era eso, la primera y mágica cita de ambos labios que no querían soltarse.

Taehyung estaba en el cielo, cómo se explicaría sino la falta de gravedad a su alrededor. Entreabrió un poco sus labios, no sabía lo que hacía pero sí sabía que quería más. Un poco más que pronto se le fue dado.

Una de las manos en su cintura se trasladó a la nuca, y fue besado en verdad. Con su entusiasmo compensaba la inexperiencia y el alfa lideró el beso de un modo tenaz pero complaciente. Demandante, candente e implacable... Pero también había dulzura y mimo.

Taehyung se moldeó completamente a él.

Y Jungkook era un hombre de voluntad titánica, pero hasta el hierro más sólido se funde con el fuego. Había un límite de hasta dónde podría controlar a su bestia si se dejaba soltar todas las riendas.

Lo tomó entonces de la barbilla y se separó. El sonidito lastimero que soltó el omega casi hace trizas su resolución.

"Taehyung" llamó con su voz más grave de lo que pretendía. Esperó hasta que el omega le mirase. "¿Te sientes avergonzado por esto?"

"¿Sería muy descarado de mi parte si dijera que no?" una sonrisa tímida afloró en sus rosados labios. "Quería esto, Jungkook. Tanto, que ese sería el único motivo de vergüenza"

El alfa acarició sus mejillas con primor, y apartó un mechón gris rebelde tras su oreja.

Había tenido varios amantes, y relaciones formales, ninguna duradera en el tiempo. Quizás porque siempre supo que ninguna de ellas era la indicada para él. Su padre decía que hacía demasiado caso a las divagaciones sin fundamento del abuelo. Y acunando el rostro de su omega entre sus manos, Jungkook dio gracias a su abuelo por ello, a la Diosa Luna y a todas las fuerzas que habían conspirado para traerlos a este momento exacto.

Taehyung esa madrugada pataleó en su cama varias veces, soltando chillidos poco favorecedores.

Pero la sensación de antigravedad que sintió con el beso no se iba. Aveces se trasladaba a su estómago, y aveces a su pecho. Sobretodo cada vez que Jungkook lo abrazaba contra el suyo.

Si bien las cosas no se pusieron incómodas o difíciles de sobrellevar, dio paso a comportamientos nada propios de una amistad.

Taehyung continuó llevando su violín a cuestas y, como siempre, lo primero que hacía era tocar una pieza. Luego se sentaban en el pasto y charlaban, sobre todo y nada al mismo tiempo.

Algunas veces sopló el viento helado, entonces Jungkook le prestaba su chaqueta como manta. Recientemente, el alfa ya no le prestaba la chaqueta, sino que lo abrazaba por detrás y hundía la nariz en su cuello, alegando que el calor corporal es todavía más efectivo.

Taehyung no lo cuestionó.

"Hueles delicioso" le dijo el alfa esa noche.

"Cómo puedes saber a qué huelo" entre las piernas del alfa donde yacía sentado, despegó la espalda de su pecho y le miró. "¿Es por tu olfato especia?"

Jungkook le brindó esa sonrisa paciente y dulce de siempre. El mayor le había dicho que en estas últimas semanas había sonreído más de lo que podía recordar en muchos años. No era alguien muy dado a las expresiones cálidas, y sin embargo, parecía tener una siempre guardada para Taehyung.

"Dime, mi gema ¿Crees en los amantes predestinados?"

Esto, los cariñosos motes, también fue algo que se dio natural por parte del alfa, quien generalmente era quien iniciaba cualquier acercamiento. Taehyung aún se ruborizaba cual cereza por ello.

Volviendo a la cuestión, fue un poco desolador. Alguien cuya vida había sido un poco desdichada, ni siquiera podría creer en su propia suerte.

"Mi padre lo hace" comentó el peligris, recordando la historia sobre su madre que escuchó aquel momento. "Cree que todos tenemos a un amor memorable esperando por nosotros, aunque solo unos pocos logran hallarlo. Y otro poco mantenerse juntos"

Jungkook tarareó en un sonido gutural.

"Y dime, ¿también te contó de las señales?"

El omega volvió sus ojitos oscuros a él como un infante con una curiosidad creciente.

"¿Señales?"

"La atracción es demasiado poderosa para ser de este mundo, como un imán sobrenatural. Tu mente no puede parar de volver a ese alguien una y otra vez, y cuando ambas pieles se tocan, demasiado cerca nunca es suficiente" explicó y, mientras hablaba, delineaba con sus dedos la circunferencia de su cuello, el punto exacto de unión entre la garganta y su hombro derecho. "Harías todo para hacerlo feliz y todo cuanto mal abunde a quien ose lastimarlo. Aveces quieres cubrirlo bajo una caja de cristal para protegerlo, y otras veces anhelas verlo florecer. Lo más importante es el aroma, tu lobo lo reconocería entre cientos, miles de ellos, porque su compatibilidad es irreplicable"

El omega ladeó la cabeza, tomó unos minutos rumiar la información en su sistema. Desde luego, normal que la creencia de parejas destinadas se tornase un mito cuando nadie podía percibir los aromas ajenos, ni siquiera los propios. Taehyung mismo no sabía a qué olía.

Miró a Jungkook una vez más y este rió, por algún motivo, divertido ante la pregunta no formulada en su rostro.

"Tienes un olor tan suave como la canela" alegó de buena manera. "Y un poco almizclado"

"¿Almizcle?" gimió quejumbrosamente cubriendo su rostro con ambas manos. Se suponía que un omega debería de oler más... Dulce. No esto. "Supongo que estoy torcido desde dentro"

Jungkook tomó las manos entre las suyas y le obligó a descubrir el rostro.

"No hay nada de malo con tu aroma. Ni contigo" aseguró. "A mi me gusta. Me gustas. ¿Eso también me hace defectuoso?"

Taehyung tragó, como siempre que Jungkook lo confrontaba lo dejaba sin habla por unos cuantos segundos. Pero luego su mente volvía a la manera de sabotearlo de nuevo.

"¿Porque soy tu pareja destinada?" reconoció en voz alta, con algo de amargura ante sus propias palabras. "Estás condicionado a quererme de igual forma"

"No es así como funciona, mi gema" el alfa se apresuró en negar. Quería hacer que entendiese. Lo necesitaba. "Me gustas porque eres tú. Todo lo que aborreces de tí mismo, yo lo adoro. Permites que los criterios de una sociedad que se empeñan en alabar un Diamante, pero ni siquiera saben que es más semejante al carbón." y le instó, a su omega que lucía tan perdido entre tanta verdad. "Echa un vistazo a tu alrededor; el paisaje no es uniforme, algunos dientes de león no florecen al mismo tiempo, las montañas tienen lados escarpados, el cielo nunca es de un tono y la luna tiene múltiples manchas oscuras"

"¿Estás diciendo que la naturaleza es grotesca?" interpeló él con los ojos brillantes, pero no lloraba. No importa qué, él nunca lloraba.

"Estoy diciendo que hay perfección en las imperfecciones" Jungkook acunó su mejilla izquierda con el más devoto tacto. "Y eso también es hermoso"


Cuesta mucho para que las convicciones enraizadas nos abandonen; la vara con que nos medimos a menudo suele ser más estrecha que la que empleamos en otros. Sin embargo, es posible desarmar ese fuerte de a poco.

Taehyung nunca supo cuanto necesitó esas palabras hasta ese justo momento.

Y cada vez que se le presentaba un momento mortificante, las evocaba en su mente como un mantra.

Siempre era plácido observar al alfa enervarse en su nombre, le provocaba un sentido de pertenencia e intimidad que le hacían solo cavilar en él. En todo momento.

No sabía con seguridad si esta era la magia de los destinados, pero había llegado a comprender a Jungkook cuando dijo haber llegado a quererle por su esencia principalmente. Taehyung le quería porque Jungkook era Jungkook; siempre con una actitud paciente hacia él, su intacta honorabilidad y convicciones, y la forma en que sus ojos reposaban en él: como si cada acto que hacía, en vez de mundano, fuese sublime.

Y Taehyung no ha tenido buena suerte nunca en su vida, lo supo desde el momento en que tuvo la edad necesaria para razonar que era un niño diferente al resto.

Era de esperar que la misericordia que la Diosa Luna había brindado acabase pronto.

Empezó a notar los breves lapsos en que la mente de Jungkook se perdía en un punto lejano, su humor cada vez más agrio y, aunque Taehyung no pudiera olerlo en su aroma como sabía que podía hacer el alfa, todavía podía percibirlo en su instinto.

Pocos días atrás, en los que el ánimo de Jungkook fue más sombrío que nunca, le contó una historia.

Verlo decaído y ausente hacía al omega, quien nunca había pensado en violencia, querer golpear algo, o alguien, si eso lo arreglaba.

Quería gritar de la frustración cuando veía al pelinegro pintar una sonrisa y tratar de actuar con el mismo ánimo ligero solo para echar a volar su preocupación.

Por supuesto que no estaba funcionando. Ambos lo sabían.

La historia iba sobre la Luna y el Sol, sobre los amantes destinados, como ellos. Eran dos bolas de luz tan enamoradas, tanto, que el sol le brindó un poco de su claridad para que nunca estuviera sombría. Sin embargo, tan puro y dulce amor era prohibido, pues cuando la Luna y el Sol se reunían para atestiguar su pasión, los seres que debían resguardar se sumergían en penumbras por largas temporadas; y el frío azotaba la tierra, las plantas se marchitaban y miles de vidas se perdían. El Sol, quien portaba un corazón tan acogedor como el calor que brindaba, se negó a ser egoísta. Y la Luna lloró el abandono, lloró estrellas de sus orbes, tantas estrellas que se esparcieron por el manto negro. Pero ella se negó a secar sus lágrimas, su luz aunque más tenue y apagada le recordaban a su eterno amante, y las dejó a su alrededor para apaciguar su soledad.

El omega trataba de prestar atención al perfil del alfa concentrado en el cielo, mientras él portaba un ceño fruncido y una emoción desagradable removiéndose en su pecho. Su lobo estaba aullando con turbación. Por primera vez en su vida lo sintió, y su parte animal y él estaban teniendo el mismo agónico presentimiento.

Al parecer ni las deidades se encontraban excentas de las emociones que solo se le atribuyen a la humanidad. Antes de volverse la divinidad sensible y comprensiva que hoy conocen, en su punto más bajo se había llenado de resentimiento contra la vida en la tierra, y cegada por su rencor, desmembró la mitad de cada criatura existente y la arrojó al otro confín del mundo. Les obligó a vivir incompletos el resto de su existencia.

"Por eso se dice cuan afortunados son aquellos que logran encontrarla" el mayor se volteó finalmente, y envolvió su mano con la suya. Se quedó admirando esa unión por un largo tiempo. "Ahora la Luna y el Sol tienen que estar separados y solo pueden verse durante unos pocos segundos cada extensos periodos. Eclipse"

Aunque el alfa jugaba con sus dedos y pasaba el pulgar por sus nudillos, Taehyung no podía estar feliz. Continuaba mirando el rostro de Jungkook con mirada persistente; algo iba mal, pero no entendía qué.

"Fue uno de los relatos que mi abuelo solía contarme cuando niño" continuó él. "Por esto los alfas suelen llamar a sus compañeros mi luna"

El peliclaro sintió su nariz picar y en un movimiento súbito volteó su mano, dejando a su palma ahora tocarse con la contraria.

"Sin embargo, yo no quiero que tú seas mi sol" le dijo, aferrándose a su mano con fuerza.

Jungkook levantó la cabeza, golpeado por la cualidad veraz de sus palabras y el conocimiento subyacente en ellas.

Se martirizaba por no poder aliviar el ceño fruncido de Taehyung. Sabía que le debía una explicación, pero actuaba en nombre de los dos cuando lo extendió un poco más.

Solo un poco más antes de que la hora llegue.

No concilió el sueño. No pudo.

Su almohada se sentía como plomo bajo su cráneo y las ramas inducidas por el viento que golpeaban su ventana constantemente nunca le habían parecido más hostigantes.

El motivo de su desvelo era tan distinto al de varias noches atrás, esta vez solo había podido medio dormitar unos minutos antes de que se levantara jadeando con los cabellos pegados a su frente.

Cuando un mal presentimiento se convierte en pesadilla.

Y en esta ocasión fue imposible de ignorar y pasar por alto. Con un puño sobando su pecho, se levantó de la cama y corrió hacia la manta más cercanas.

Faltaba alguna brecha para la primera hora del amanecer, y el pueblo todavía estaba apagado. Sin embargo eso no disuadió al omega de cabalgar el primer caballo que encontró en los establos en busca de su alfa.

Nunca había estado en la morada de Jungkook, mas sabía dónde se ubicaba y el atajo que podría tomar.

Una vez llegó y sin recato alguno golpeó la puerta, hasta que una señora vetusta y con un vestuario distintivo le recibió.

Lord Jeon no estaba, solo eso había dicho.

Cuatro palabras que no hicieron sino enardecer la angustia de su ser.

Aún así se obligó a regresar, si el ama de llaves no tenía idea de cuándo volvería no tenía caso esperarle aquí. No podría antes de que todos en la mansión adviertan su ausencia.

A pesar de que sus pensamientos nunca fueron autoindulgentes, se negaba a creer que su alfa le abandonaría sin despedirse. Jungkook no era esa clase de hombre.

Yeji leyó en él en cuanto le vio, y por supuesto se burló. Patético necesitado lo llamó.

A Taehyung no le importó. Por Yeji que nunca había experimentado un solo sentimiento desinteresado en su vida, no podía sentir otra cosa sino lástima.

Todavía si sabía no conseguiría nada, Taehyung lo esperó dos horas antes de la acostumbrada, en el habitual espacio vasto.

Y el temporal que reinaba en esta noche parecía condolerse en conmiseración; el cielo estaba tapado con nubes cargadas, no hacía viento alguno más la frialdad presente helaría hasta el agua de los ríos.

El omega se abrazó a sí mismo aún de pie, tal ansiedad ni siquiera le permitía tomar asiento.

A lo largo del día hubieron ligeros episodios en los que se cuestionó si estaba exagerando la situación. Pero el hincón persistente en sus entrañas era demasiado físico como para ser producto de la imaginación.

A su derecha escuchó los cascos de un caballo repicar, y Jungkook descendió de la montura con la ligereza de un ave, y el peso de una roca de cantera sobre sus hombros; si la expresión cerrada en su rostro revelaba algo.

Taehyung supo que había estado en lo cierto, pero eso no le impidió correr hacia él y lanzarse a su encuentro.

Luego de que el abrazo compartido mitigara algo del pesar que lo atormentó el día entero, se separaron. Sus brazos todavía rodeaban los hombros del mayor cuando alcanzó a ver su rostro.

"¿Qué está mal?" preguntó con desasosiego, estirando una mano a su mejilla.

El alfa la tomó y la besó, múltiples veces cerrando sus ojos con fuerza.

Había gran resignación adolorida en sus acciones. El omega se preguntó qué tomaría para que un hombre del temple y carácter de Jungkook, acostumbrado a las más brutales campañas, pudiera sufrir de esta forma tan abierta.

"Jungkook, estoy comenzando a asustarme"

El pelinegro tomó una inhalación, que le permitió apelar a su resolución. A medias.

"¿Has oído las noticias de hoy, mi gema?"

El aludido frunció el ceño, contrariado.

"No lo he hecho" había estado demasiado metido en su mente como para mirar de soslayo los periódicos en el desayuno o escuchar la vieja radio del comedor siquiera. "¿Pero por qué es eso importante?"

Jungkook pareció morderse la mejilla con fuerza antes de contestarle.

"Las relaciones diplomáticas en la frontera han fracasado"

Taehyung lo miró unos segundos con una expresión en blanco, antes de que la respiración comenzara a entrecortársele.

La guerra había estallado. Inevitablemente.

Como perdido, oteó a su alrededor; los árboles meciéndose, la hierba, y el caballo que pastaba a una distancia corta junto a ellos.

El alfa jamás había cabalgado hasta aquí, prefería ejercitarse en las actividades ordinarias. Y lejos de la vestimenta siempre casual llevaba un traje negro de pies a cabeza, con correas que se adherían al torso y su cintura, donde llevaba el siempre presente sable, muy distinto a la noche de la cena.

Jungkook había venido a despedirse. Luego de esta amarga reunión, tendría que marchar lejos de él.

El alfa alzó un brazo y asió su menuda silueta. Taehyung continuaba con la mirada al suelo.

"Sé lo que está pasando por tu mente" imperó. "Esto no es un adiós, Taehyung. Debes saberlo"

La confianza en su tono casi lo convenció.

Pero es lo que tiene la guerra, se sabe el inicio más no el fin de su contienda. Habían tantas cosas que podrían salir mal...

"Dijiste... Tú dijiste que no me harías daño"

El pelinegro arrugó la frente sin llegar a comprender cómo sus palabras estaban siendo puestas en tela de juicio.

"Eso dije"

"Bueno, lo estás haciendo ahora" alzó la voz y le miró a los ojos. Negrura centelleante contra espeso malva contrito. "¿No puedes solo... delegar o algo así?" agregó entonces a media voz.

"Taehyung, desde los diecinueve años he servido a mi país. He vivido y sangrado por él. Si hago una petición estoy seguro que será escuchada pero para eso, debo hacer esto primero" tomó su otro hombro y se aseguró de dejarle ver, por completo, hasta que profundidad llegaba el congojo en su alma, así como su certeza y la convicción férrea de que todo estaría bien para ellos al final. "No puedo darte la vida de compañero de un desertor. Mereces ser colocado sobre un pedestal donde todos puedan admirarte y no en un rincón rehuyendo del mundo. No si puedo evitarlo"

El omega se mordió el labio inferior en un intento por hacerlo parar de temblar.

"¿Qué quieres decir con eso?"

"Mi lealtad siempre está contigo y nadie más. Y no sé cuánto tiempo me tome volver hasta a ti pero" de uno de los bolsillos de su traje, sacó una pequeñita caja forrada en lino negro. Entonces Jungkook hizo algo que lo paralizó por completo; postrado sobre su rodilla izquierda en el suelo. "¿Me concederías la dicha de tu mano en matrimonio, mi gema?"

Taehyung boqueó unos segundos. Un alfa no se inclinaba ante nadie inferior a su rango, ni siquiera por el matrimonio. Nunca un alfa se arrodilló ante un omega, al menos no en el paradigma de lo cotidiano.

Al percatarse que había dejado a Jungkook en espera, se secó con la manga rápidamente una lágrima errante que se escurrió. Y como no confiaba en su propia voz por ahora, solo pudo asentir con la cabeza frenéticamente.

El mayor dejó escapar una corta risa de dicha y de pie, se apresuró a colocar el anillo de compromiso en su dedo como si temiese a que cambiara de parecer. Aunque las sonrisitas bobas y escuetas de ambos hacían saber que no era así.

"Este perteneció a mi abuela" dijo con la mirada clavada en la piedra azul que relucía sobre los esbeltos dedos del omega. Acarició el dorso de su mano con el pulgar. "Ella era la otra mitad de mi abuelo, y la mujer más osada y alegre que he conocido. Quiero que lo tengas tú"

Taehyung observó en nueva cuenta el anillo y su mano tomada por el alfa. Estuvieron así largos segundos en los que cada minuto contaba y el tiempo era algo implacable y apremiaba.

El peligris que nunca inició los besos, hizo a un lado el pudor, y ahuecó las mejillas contrarias en busca de uno. Jungkook lo recibió gustoso. Fue lento, cálido y un poco desgarrador.

El peso de la mano en su espalda baja, el calor que su cuerpo emanaba y la miel en su lengua y labios era algo que Taehyung no quería olvidar nunca.

"Te esperaré. Juro que lo haré el tiempo que haga falta" farfulló entre beso y beso.

Cuando Jungkook partió finalmente a galope, Taehyung lo siguió con la mirada hasta que no fue más que un punto difuminado en el horizonte.

Y luego observó alrededor, a los dientes de león meciéndose con el viento y una vez más al horizonte.

Se había quedado solo otra vez.


Taehyung nunca fue un fanático de escuchar la radio prendida mientras lavaba verduras, sin embargo había obtenido el hábito de dejarla prendida por si emitían alguna noticia, una misiva, cualquier cosa.

Mas tal fue su decepción al enterarse de que los asuntos bélicos no serían divulgados. Solo se supo que el plan de evacuación a los habitantes aledaños a la frontera se puso en marcha al inicio de la contienda.

Cualquiera hubiera atraído los escenarios más deprimentes y sórdidos al escuchar la palabra guerra, contrario a ello, la nación continuaba funcionando con normalidad. El silencio al que el emperador sometía a la ciudad ponía sus vellos de punta; nadie sabría que sus cabezas serían puestas en una pica hasta que el enemigo invadiese sus hogares.

Y si eso sucedía significaba entonces que el ejército enviado a proteger la nación había fracasado. Fracasado es un término delicado para lo que en verdad les ocurría a un soldado en manos adversarias.

Pero Taehyung no necesitaba pensar en eso, era demasiado no haber tenido noticia alguna de Jungkook, ni su estado, en todo este tiempo.

No hay nada de lo que preocuparse, se dijo, abriré los ojos y el alba traerá las buenas nuevas.

Era lo que se repetía todas las noches antes de dormir. Pero ya habían pasado dos largos años, y el ánimo se marchita cuando la fé tambalea.

Pronto su humor empezó a decaer, más muerto que vivo se paseaba por la casa, buscaba más trabajo con el que distraerse, e incluso se había ofrecido a coser el vestido de novia de Ye Ji en buena gana.

Algunos días eran más clementes que otros y pasaban rápido, otros parecía como si cargaran cada hora a rastras. Eso dió paso a las estaciones cuyas transiciones Taehyung observó tras los cristales de la habitación de su padre, recostado a medio cuerpo sobre un sillón y la expresión vacía.

Algunos acontecimientos se sintieron como un borrón, otros no tanto.

Su hermana se había casado y divorciado el mismo año. Taehyung nunca intercambió con el alfa pero por sus maneras parecía un hombre educado y honrado. Jungkook acabó teniendo razón sobre Ye Ji. Desde entonces se la topó menos por los pasillos ya que de la vergüenza y el coraje prefirió recluirse en su alcoba la mitad del día, con su madre consolando su orgullo herido.

Siguió cuidando de su padre con el mismo esmero y dedicación que cuando no le costaba el espíritu pretender una fortaleza mermada y la luz del día.

Quería encerrarse en la oscuridad de su alcoba al igual que Ye Ji.

Mas la salud del vizconde había empeorado drásticamente, las continuas toses secas se vieron acompañas de manchas de sangre sobre el pañuelo, la piel cada vez más fina y los pómulos afilados en su rostro.

El pronóstico del médico no fue favorable en absoluto.

Y Taehyung iba sintiendo como la amargura ya no solo era insoportable, sino que estaba viva en su interior y lo corroía desde dentro, alimentándose de él.

Vagamente se preguntó qué pasará cuando ya no quede nada más de él.

Múltiples veces estrechaba la mano anillada contra su pecho.

Me queda esto, pensó.

Era un día anodino e irrelevante para él como cualquier otro hasta que su hermana y So Hee se unieron a él en la mesa. Su cuerpo se tensó en autoconsciencia.

Su hermana no tardó en llevarse un muffin a la boca y ensartar la vista en su mano izquierda, antes de bufar de forma exagerada y apartarla.

"Veo que todavía lo sigues llevando como si significara algo"

"Lo significa, para mí" contestó escueto mientras concentraba su atención en untar de mermelada a la tostada.

El sonido estridente de la risa de Ye Ji llenó el comedor, incluso So Hee sonrió.

"Aquí, sé que eres un poco tonto pero déjame decirte un secreto" pasó un brazo por el respaldo de la silla y habló directamente al perfil del omega. "Los alfas son seres viriles y fácilmente irritables, y el sexo es una muy buena forma de lidiar con el estrés ¿Sí entiendes lo que digo?"

"He escuchado que en los campamentos armados" intervino su madrastra vertiendo la leche de la jarra en su vaso. "Durante la noche llevan algunos omegas y betas complacientes con quienes los soldados puedan... desahogarse. El General Jeon comanda uno de esos ¿no?"

El omega apretó el puño sobre su cuchillo de mesa empeñado en continuar untando la tostada, la mermelada comenzaba resbalar por los bordes.

Ye Ji soltó una risita.

"Y no creas que tu alfa se mantendrá célebe solo por ti. Un omega a quien conoció no más de dos días y desposó por puro impulso" dijo ella. "Sobre todo un hombre como Jungkook, debe tener filas de omegas formando fuera de su tienda"

"Incluso con una familia y un matrimonio consolidado" agregó So Hee dándole una mirada significativa. "Tú debes saberlo, después de todo eres la prueba de ello ¿No crees que es demasiado mermelada para una sola tostada?"

"Me gusta así" espetó.

"Debes tener habilidades de seducción realmente buenas si Jeon logró fijarse en tí" comentó la joven omega con el tono ligero y venenoso habitual. "Aunque han de estar ocultas. Muy ocultas"

Taehyung soltó el cuchillo sobre la losa y la tostada empapada y volteó a su dirección.

"Es halagador que tengas en tan alta estima mis habilidades cuando ni siquiera me esforcé"

Ye Ji lo miró con los ojos abiertos de par. Su madrastra casi escupe el líquido del vaso al escucharle.

Entonces se levantó de su silla erguido en toda su altura.

"Si me disculpan, me retiro. No tengo tiempo para desaprovechar aquí sentado"

Los reproches de su madrastra no tardaron en llegar, quien se había recuperado de la impresión y ahora lo fulminaba iracunda.

"¿Qué mala educación es esta? Estábamos manteniendo una conver..."

"He dicho que no tengo tiempo" cortó bruscamente.

Y So Hee debió percibir algo en aquellos ojos negros opacos pero desafiantes, y su tono y, por primera vez, se quedó callada ante él.

El peligris subió los escalones de dos en dos con el cuerpo todavía tenso, cuando llegó a la puerta de su padre, botó de súbito todo el aire que no sabía que retenía. Defenderse... eso se había sentido bien, pensó con una sonrisa sin humor.

No debía escuchar a dos personas envidiosas y malintencionadas que solo utilizaban una verdad a medias para torcerla en su contra, lo sabía.

Los pueblerinos también empezaron a mirarle con lástima añadida al desdén, más la una que la otra últimamente, y no sabía que era peor.

Podían llamarlo demente, podrían abrir su cráneo y revisar qué tenía en el cerebro si querían, pero confiaba en Jungkook. Aunque aveces el ruido de las malas lenguas golpeaba sus escudos, confiaba en él.

El omega pasó los dedos por la gema del anillo, y entonces entró.

La pacífica imagen de su padre dormitando bajo las mantas lo recibió. Taehyung se dispuso a abrir las cortinas e iluminar la habitación, el vizconde siempre se despertaba de esta forma antes de que incluso Taehyung tuviera que sacudirle el hombro.

Extrajo la cuña para deshechos y la lavó, antes de cambiar el juego de sábanas por unas recién lavadas. Y ayudó a su padre a sentarse en la silla de ruedas a un lado en la cama. Entonces alcanzó sus pastillas y un vaso con agua.

Era su rutina mañanera.

El peligris se disponía a tomar un libro y sentarse a leer en voz alta, sin embargo cuando tomó el vaso aun con agua, su padre le agarró el antebrazo; su toque era casi inexistente y sin vitalidad.

"Me gustaría aveces saber qué pasa por tu mente cuando te obligas a hacer estas labores" comentó en voz baja tomando largas caladas entre una frase y otra. "Pero siempre he tenido miedo presente a preguntar"

"No es obligación, es mi deber como tu hijo" sacudió la cabeza.

"Sí, eres demasiado bondadoso. No solo tienes los ojos de tu madre sino también su corazón" sus labios finos y agrietados se curvaron hacia arriba. "En estos días que me voy acercando un poco más a mí hora, la extraño más a menudo"

Taehyung dudó unos segundos antes de cubrir la mano de su padre con la suya.

"No digas eso. Tus pulmones todavía están resistiendo"

Pero no por mucho, la mirada que le dio su padre se lo recordó. Tragó con un poco de escozor en el esófago por las repetidas toses.

"Soy consciente de todo el sufrimiento que has vivido entre estos muros, y nunca hice nada para aliviarlo" Taehyung abrió la boca para decir algo, mas el alzó débilmente la mano y se detuvo. "Cuando ya no esté, si las condiciones se vuelven intolerables para ti, toma lo poco que te di y véndelos. Podrás empezar de nuevo en cualquier parte"

"No puedo venderlos" rebatió su hijo renuente. "Me los obsequiaste en mi cumpleaños. Son preciados"

"¿Por qué crees que te di uno en cada año si no?"

Taehyung comprendió entonces, pues nunca había pensado en ello; no había herencia alguna que recibiese, su nombre en el testamento sería inexistente. Y So Hee o algunas de sus hermanas se cortarían la mano antes que llevarla a sus bolsos para él, eso si antes no se deshacían de su siempre indeseada presencia. Cada camafeo distinto por cada año nunca fueron su regalo, el verdadero regalo de su padre hacia él fue otorgale la libertad de esta ciudad, y de esta gente.

Sucedió a la mañana siguiente posterior a esa charla, como si el señor Kim lo hubiera sabido con exactitud, esas fueron las últimas palabras para su hijo.

Al otro día no reaccionó ante las cortinas desplegadas ni a su hombro sacudido, pronto todo se tornó en un caos, con So Hee dando alaridos por toda la habitación y su hermana tapándose la boca en un rincón. Pronto llegarían los familiares lejanos para el funeral, mas Taehyung no debía estar presente; si ninguno de ellos fue amable estando su padre en vida, ahora difunto no tendrían por qué contenerse.

Más que una confortación, abandonar la casa en que creció y vivió fue difícil. No porque la amara, sino porque era lo único que conocía.

Con el corazón pesado, vendió todos los camafeos a un negocio de bisutería en el pueblo. Todos excepto el último que recibió. Y obtuvo una pequeña fortuna por todos ellos, lo cual le permitió encontrar un alquiler en una posada, aunque discreto y nada ostentoso como la casona donde vivía. Lo prefirió de esta manera.

Alegría era una definición demasiado fuerte teniendo en cuenta los acontecimientos de los últimos días y... de los últimos años, pero al menos esperó sentir algo de dicha por tener un espacio propio lejos de humillaciones provocadas y la actitud desdeñosa. Sin embargo no sintió ni pizca de ella.

Es como si estuviese entumecido, sus órganos agarrotados.

Era bien entrada en la madrugada cuando el escozor que llevaba días sintiendo en el lado derecho de su abdomen empeoró al punto de quemarle. El omega despertó con un quejido y asustado removió las colchas, sentía como si la piel en el sitio hubiera sido desgarrada y estuviera en carne viva, pero no había nada. Ni siquiera el más ligero enrojecimiento.

Entonces se inquietó. La última vez que había experimentado algo similar a esto, resultó certero; fue el día que vio por última vez a Jungkook.

La turbación en su pecho -más su propia intuición de que algo no iba bien- fueron atribuidos por su alfa.

¿Y si esto también lo era?... No, Jungkook estaba sano, él estaba bien. Era fuerte y bravío y esta no sería su primera vez al frente de una guerra. Él mismo lo había dicho ¿verdad?

Pero no importa cuanto trataba de convencerse, el ardor en su abdomen no se iba. La guerra... había terminado finalmente hace tres días, como un sueño, y las tropas victoriosas llegaron a la capital, pero seguía sin tener noticias del alfa.

Su esperanza era sólida, sin embargo comenzaba a creer que algo realmente malo pudo haber sucedido.

Entonces llegó a él la necesidad urgente, inexplicable, de visitar el campo abierto.

Se enfundó en un suéter y descendió la colina hasta llegar al espacio provisto de dientes de león en el bosque. Taehyung caminó lentamente entre ellos, como reconociéndolos.

Hacía más de un año que no venía aquí, el mismo tiempo que no tocaba su violín. De repente las cosas que le brindaban consuelo no lo hicieron más y donde quiera que veía notaba la ausencia de Jungkook.

Ni siquiera llegó al montículo de tierra, se dejó caer aquí mismo con el cuerpo de repente pesado.

Es entonces cuando todo lo que haz estado conteniendo se desborda, cuando el contenido es más de lo que el cántaro puede soportar y se rompe. Las primeras lágrimas corrieron unas detrás de otras y Taehyung las dejó cansado de reprimirlas, que luego se transformó en un llanto estridente.

Las que contuvo cuando murió su padre, cuando lo ridiculizaron, cuando Jungkook se marchó y todas las veces que se le partió el pecho pensando en él.

Miró hacia la luna menguante con los ojos nublados y recordó la súplica que había hecho.

Ella lo complació y Taehyung fue feliz en esas pocas semanas como nunca antes, pero entonces esa felicidad se le vio cruelmente arrebatada.

Cuando todos le hacían a un lado y miraban por encima del hombro, Jungkook fue el único que se acercó. Él vio más allá de sus imperfecciones -que realmente no lo eran-, de las grietas que poseía y escarbó a través de ellas, y le mostró en alto los diamantes que encontró en su interior, para que nunca más se atreviese a dudar su valía.

Pero todo se había esfumado. La probabilidad de no verlo nunca más lo hacía sentir enfermo.

Taehyung no quería a nadie más. Incluso si pasasen diez, treinta años, o la vida misma, lo esperaría.

No sólo porque lo prometió, sino porque no lo veía de otra manera.

Una ráfaga de aire meció los dientes de león, y varios de ellos se desprendieron y volaron sin rumbo fijo. Les observó desapasionado cuando los vellos de su nuca se erizaron.

Mira hacia atrás.

Sintió una voz hablarle en el fondo de su mente.

Él volteó, solo para quedar perplejo ante la gran bestia que le acechaba en medio de los árboles.

No una bestia, un lobo. Enorme y negro.

Taehyung se puso de pie con cautela y, a pasos medidos, se acercó a él.

En medio de la noche, y el pelaje oscuro del animal, el único punto de luz eran sus ojos. Sus espesos ojos violetas.

El omega ahogó un grito y se llevó las manos a la boca.

El lobo fue mermando en tamaño y el pelaje acortándose y escaseando hasta que emergió Jungkook en su desnudez y bañado en sudor.

Con esa sonrisa que tanto había echado de menos.

"Estoy aquí, mi gema"

Con los ojos volviendo a humedecerse corrió hasta chocar con su cuerpo, fundiéndose ambos en sus extremidades enredadas. Jungkook acunó la parte posterior de su cuello e inhaló ávido el aroma de su cabello mientras Taehyung sollozaba aferrado a sus hombros.

"Estás aquí" balbuceó él sin poder creerlo todavía.

Se separó y palpó su rostro, su torso, más el naciente júbilo se le congeló cuando observó el abdomen de Jungkook cubierto de sangre seca, y fresca igualmente. El lado derecho de su abdomen.

"¿Qué ha pasado? ¿Qué...?" exclamó horrorizado.

Ahora que miraba con más cuidado se percató de la palidez en su piel y las ojeras bajo sus ojos.

"Estoy bien, Tae" apaciguó besando su mejilla. "Solo es una herida de batalla inofensiva"

Taehyung se separó y le miró perturbado.

"Esto no luce como una herida inofensiva"

"Lo es. Había cicatrizado" su costado había sido cortado, no muy profundo. "Supongo que volvió a abrirse mientras corría hasta aquí"

"¿Estás loco, acaso? Debiste curarte con seguridad primero" regañó de forma lastimera, inspeccionando la herida. "¿Te duele? Oh, luna. Creo que tienes fiebre"

Jungkook curvó las comisuras de sus labios mientras le dejaba auscultarle.

Cuando la guerra acabó, las tropas recibieron órdenes directas de trasladarse hacia la capital para la correspondiente celebración y ceremonias condecorativas. Todo eso ahora era nimio para él, había esperado demasiado, había hecho esperar demasiado a su omega. No importa si tenía que correr más de cien millas por ello, o si perdía sangre a cada tramo ni la punzada proveniente de su abdomen que intentaba paralizarlo.

Dos días con tres noches le tomó, y los sacrificios medios no importaban si al final esta era la recompensa.

"Nada que no pueda manejar" aseguró, y tomó su mano. El anillo aún estaba en ella como esperó. Brillante cuál zafiro auténtico. "Te dije que mi lealtad siempre está contigo. Volveré a ti siempre, sin importar qué"

Taehyung negó derrotado, pero le observó con el negro más alegre y centelleante que sus ojos habían adoptado desde hace dos años.

"Creo que todavía no he descubierto cuan terco mi futuro esposo puede ser ¿Cierto?" dijo cariñosamente.

Sin embargo pronto el rostro se le enrojeció al reparar en la desnudez atrayente del alfa. El muy desconsiderado al percatarse de esto se burló y lo atrajo aún más hacia sí.

"Bueno..." habló enterrando la nariz en su esbelto cuello. "Aprenderás que puedo hacer muchas concesiones con la tentación adecuada, mi omega"

Taehyung golpeó su hombro, aunque se encontró sonriendo junto a él.

Más adelante se mudaría a la capital con Jungkook, sería presentado a los miembros de su familia y querido por ellos, tendrían una gran boda que acaparó la primera plana de los periódicos más prestigiosos del Imperio, su alfa le haría el amor y le daría una marca a su cuello que mostraría con orgullo, tendrían cachorros preciosos de cabello plata y ojos morados, Jungkook se retiraría de la milicia como prometió para dedicar su vida a Taehyung y a la numerosa familia que crearon.

Más adelante, serían felices junto a su compañero hasta que sus almas abandonen esta tierra, y reencontrasen en la siguiente.

Pero lo primero fue guiar a su prometido hasta la posada y vendar la herida de su terco alfa. Igual de terco que su lobo.

Buenas buenaaas!

Lo largo de este escrito era una vaina que no tenía prevista O⁠_⁠o

Sufrí haciendo las correcciones xd, me tomó 5 hrs!! 🤧

Espero no haberles aburrido, gente. Y sobretodo que les haya gustado la lectura.

Tomen mucha agua (⁠•⁠ө⁠•⁠)⁠♡

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