Origen parte 2
Lo sé, seguramente se estarán preguntando cómo fue que todo esto pasó tan rápido y cómo llegué hasta aquí. Pero, para no alargar la historia, les resumiré mi situación actual. En este mundo, me conocen como Taiyo Uchūsei, el tercer hijo de una familia que antes lo tenía todo: una madre amorosa, un padre lleno de curiosidad y dos hermanas que, aunque a veces pueden ser aterradoras, son mi mayor apoyo.
Mi madre era… la mujer más amable y hermosa que he conocido. Se dedicaba al diseño de ropa y también era modelo. Siempre era el centro de atención, no solo por su belleza, sino por la calidez que irradiaba; mucha gente la admiraba, y eso incluía a mi padre. Él, en cambio, era alguien con una pasión muy particular. Amaba todo lo relacionado con lo desconocido, con aquello que no parecía pertenecer a este mundo. Era un científico, y si bien no compartía la vida pública de mi madre, su trabajo lo llevó a explorar los límites de la ciencia, buscando respuestas más allá de lo visible.
Mis hermanas… bueno, ya las conocieron. Kronni, la mayor, está en su primer año de universidad, y Saori, mi otra hermana mayor, está en su tercer año de preparatoria. Ambas tienen el sueño de seguir los pasos de mamá en el mundo de la moda y el diseño, y la verdad, no me sorprende. Ellas siempre han tenido esa chispa que nuestra madre transmitía, esa fuerza para destacar y hacer que los demás se detengan a mirarlas.
Todo parecía perfecto, pero, como suele pasar, las cosas cambiaron de un momento a otro. Cuando tenía cinco años, mamá y papá se preparaban para salir del país. Había un asunto importante, relacionado con el trabajo de papá, y aunque no sabíamos mucho, mamá lo acompañaba. Recuerdo que estaba emocionado de verlos cuando regresaran, de escuchar sus historias y ver los regalos que siempre me traían.
Pero entonces sucedió… el accidente. La noticia apareció en todos los canales: un avión, el vuelo 350, se había estrellado. No hubo sobrevivientes. Ninguno salió con vida de aquel desastre.
Y así, de repente, nuestra familia cambió. Pasamos de ser una familia completa y feliz a vivir con un vacío que no se podía llenar. Kronni y Saori intentaron hacerse cargo, llenando el rol de mamá y papá, pero yo podía ver que la pérdida también las había afectado profundamente. Desde entonces, prometí que no las preocuparía y que haría todo lo posible por ser fuerte. Era lo menos que podía hacer por ellas, quienes habían asumido el rol de protectoras.
Sin embargo, lo que nadie sabe es que, en mi interior, no soy solo Taiyo Uchūsei. En esta vida, llevo la carga de una identidad pasada, la de Adreff, una persona comun y corriente fan de la historia entre otra cosa. Quizás esa es la razón por la que siento esta necesidad de proteger, este impulso por ser algo más, incluso en un mundo donde ya tengo una vida tranquila, donde debería simplemente ser el hermano menor al que miman.
Pero cuando pienso en mi familia, en Kronni y Saori, en el sacrificio que hicieron para mantenernos unidos, sé que ser Taiyo también es importante. En este mundo, soy el hijo, el hermano, el estudiante que todos conocen. Y aunque Adreff sigue siendo parte de mí, debo proteger este lugar, por ellos y por mí mismo, y vivir cada día lo mejor que pueda.
Porque aunque mi destino esté ligado a otro mundo y otro tiempo, mi presente está aquí, con ellos.
Además de todo lo que ocurrió tras la muerte de mis padres, hay algo más que siempre me ha dejado pensando. Resulta que, antes de morir, mis padres dejaron una herencia para nosotros. Eso fue algo que me sorprendió mucho; era como si, de algún modo, ellos hubieran previsto su muerte. Claro, la suma que dejaron es suficiente para que mis hermanas y yo podamos vivir sin preocupaciones económicas. Así, Kronni pudo seguir en la universidad, Saori en la preparatoria, y yo, bueno, me esfuerzo por no ser una carga para ellas, tratando de ser lo más independiente posible.
Pero eso no es todo. También está el reloj que llevo en la muñeca… el Omnitrix, aunque no es el que todos conocemos de aquella famosa serie. Este Omnitrix es algo especial, algo que forma parte de mí desde mi vida pasada como Adreff. Antes de dejar atrás mi antigua existencia, cuando aún era Adreff, pedí un deseo a Dios: quería conservar algo que me permitiera seguir luchando y protegiendo, sin llamar demasiado la atención en este nuevo mundo. Dios, de alguna manera, concedió mi deseo, y así fue como terminé con un Omnitrix adaptado a mis necesidades. A diferencia del modelo de la serie, este Omnitrix tiene un diseño más discreto, como un reloj táctil normal, algo que no resalta tanto y que puedo usar sin levantar sospechas.
Recuerdo claramente ese día, el día en que mis padres se despidieron de mis hermanas y de mí desde casa, y no en el aeropuerto. Mis hermanas estaban un poco tristes, pero yo trataba de ser fuerte, de convencerme de que solo sería un viaje más y que volverían pronto. En el fondo, sin embargo, sentía una inquietud extraña, como si algo importante estuviera a punto de cambiar.
Después de que el auto de mis padres se perdió de vista, subí a mi habitación, buscando algo que me distrajera. Fue entonces cuando noté una caja en el suelo, justo en el centro de la habitación, como si alguien la hubiera colocado ahí intencionalmente. La caja tenía una nota, escrita con una caligrafía que no reconocía, y decía: “Aquí tienes el deseo que me pediste”. No pude evitar sonreír sabiendo de que se trataba.
Dentro, descansaba el Omnitrix. No era como el de la serie que solía ver en mi vida pasada; este era diferente, diseñado con una estética más sofisticada y discreta.
Aún así, sabía que era el Omnitrix, ese mismo dispositivo que me había comprado cuando era niño pensado en ser heroe. Sentí una mezcla de emoción y responsabilidad. Sabía que esto no era un juguete, que venía con un propósito.
Mis hermanas podrían haber subido en cualquier momento, y la idea de que me vieran con el Omnitrix me llenó de pánico. Ellas no entenderían qué hacía un artefacto así en mis manos, y mucho menos el porqué de su origen. Sin dudar, escondí el Omnitrix bajo la manga de mi camisa y decidí que, si alguna vez me preguntaban, diría que era un regalo de papá. Esa mentira me hacía sentir un poco culpable, sobre todo porque mis hermanas lo aceptaron sin cuestionar, creyendo que era un último detalle de nuestro padre para mí. Pero, si les contaba la verdad, correría el riesgo de hacerlas un objetivo. Así que decidí cargar con ese secreto.
Ese Omnitrix me recordaba que mi vida nunca sería del todo “normal” en este nuevo mundo y más si existe lo paranormal.
Al recordar aquellos primeros días tras la pérdida de mis padres, siento una mezcla de nostalgia y melancolía. No habíamos tenido mucho tiempo para convivir como hermanos desde que todo ocurrió; entre la escuela y las responsabilidades que mis hermanas tomaron, parecía que nuestras vidas iban en direcciones diferentes. Aunque no me molestaba del todo, sentía como si estuviera reviviendo ciertos recuerdos de mi vida pasada, una vida donde rara vez salía de casa o pasaba tiempo en familia. En aquella vida, yo era alguien solitario, y ahora comprendía que mis hermanas solo intentaban hacer su mejor esfuerzo en medio de toda esta situación. No podía culparlas; sus estudios eran importantes, y en el fondo, las entendía.
Entonces decidí, en silencio, que debía madurar. Al fin y al cabo, en mi interior seguía siendo un joven de 21 años atrapado en el cuerpo de un niño de 5. Sabía que, aunque nuestros padres nos habían dejado una herencia, ese dinero no era infinito. Tarde o temprano se agotaría, y tendría que ayudar de alguna forma. Fue en ese momento que descubrí, casi por casualidad, que tenía habilidad para el dibujo. Me sorprendí de lo natural que se me daba, como si hubiese pasado años practicando en lugar de solo días.
Con esa idea en mente, surgió una chispa de inspiración: ¿y si creaba un manga sobre uno de los héroes que marcó mi infancia en mi vida pasada? La idea del Hombre Araña vino a mí de inmediato, un héroe que me había inspirado desde siempre, alguien que luchaba por lo correcto sin esperar nada a cambio. No podía evitar sonreír al imaginarlo en este mundo, y saber que, aunque yo solo tenía cinco años, tenía el conocimiento y la experiencia para darle vida a esa historia. Me parecía curioso que alguien de mi edad actual pudiera tener tal habilidad, pero al mismo tiempo me llenaba de una satisfacción silenciosa.
Sabía, sin embargo, que sería extraño para un niño tan pequeño empezar a hacer negocios con su propio manga. Así que decidí guardarme el proyecto en secreto, como un plan a futuro. A medida que avanzaba en los bocetos y en la historia del superhéroe arácnido, sentía que conectaba con aquella vida anterior, dándole un propósito a mis recuerdos, una razón para haber revivido en este mundo.
Cinco años después, con diez años ya cumplidos, la vida seguía manteniendo un ritmo tranquilo. No podía hacer gran cosa debido a mi edad, pero eso no me detuvo de enfocarme en lo que me apasionaba. El manga de Spider-Man había avanzado bastante; mis bocetos y el desarrollo de la historia estaban en un buen punto, y, aunque lo hacía sin intención de publicarlo aún, este proyecto me llenaba de un sentido de propósito que me hacía sentir más en sintonía conmigo mismo.
Sin embargo, ahí no terminaba todo. Aprovechaba que mis hermanas siempre estaban ocupadas con la universidad y la preparatoria para tener un poco más de libertad, y eso me permitía salir de casa sin que notaran mis ausencias. Cada vez que tenía la oportunidad, me escapaba y utilizaba el Omnitrix para entrenar. Sabía que una cosa era ver las habilidades alienígenas en la pantalla, y otra muy distinta era experimentarlas en carne propia. Debía aprender a controlarlas, no solo para estar preparado si alguna situación lo requería, sino también para explorar las capacidades de cada forma que el Omnitrix me ofrecía.
Mi entrenamiento consistía en familiarizarme con cada uno de los alienígenas que tenía a disposición, desde los clásicos hasta algunos de Omniverse. Practicaba con cada uno, tratando de entender no solo sus puntos fuertes, sino también sus debilidades, porque sabía que, en una situación real, un mal movimiento podría ser fatal. Desde la velocidad y agilidad de XLR8 hasta la fuerza de Cuatrobrazos, cada uno requería un enfoque y control diferentes. Era un trabajo arduo, y no siempre era fácil: algunos alienígenas resultaban más difíciles de controlar que otros, y en más de una ocasión terminé con algún rasguño o cansado por el esfuerzo.
Hacía todo esto a espaldas de mis hermanas, manteniendo mi doble vida en secreto. Aunque en algunos momentos me sentía un poco culpable, entendía que ellas no entenderían la responsabilidad que llevaba sobre mí, y más aún, que no querrían que me expusiera a riesgos innecesarios.
Con diez años, mis salidas no podían ser demasiado lejos de casa, pero eso no significaba que no pudiera aprovechar lo que tenía a mi alcance. En mi última salida, llegué a un basurero de chatarra y basura a unas pocas cuadras. Para cualquier persona, todo lo que se encontraba allí sería simple desecho, pero para mí —y para ciertos alienígenas del Omnitrix—, esos componentes viejos y cables rotos tenían potencial.
Activé a Materia Gris, uno de los alienígenas más inteligentes que tenía en mi lista. Al transformarme, todo a mi alrededor se veía gigantesco, pero esa era la ventaja de este alien: era tan pequeño que podía moverse entre los montones de chatarra sin problema, escarbando y seleccionando con precisión lo que necesitaba.
Encontré algunas partes interesantes: piezas de radio descompuestas, chips, circuitos y hasta un par de antenas. Empecé a trabajar rápidamente, ensamblando y modificando las piezas. La idea era construir un aparato que pudiera captar la señal de los canales policiales para estar al tanto de cualquier robo, accidente o problema cercano. Sería mi manera de tener una alerta temprana sin depender de que alguien me avisara, permitiéndome actuar como un héroe desde las sombras, sin levantar sospechas.
Mientras conectaba los cables y ajustaba las antenas, sentía una mezcla de emoción y nervios. Estaba creando algo que me acercaba un paso más a la acción real, y al terminar, lo sostuve orgulloso. Era rudimentario, claro, pero servía. Encendí el dispositivo, y después de unos ajustes, logré captar algunas transmisiones. Aunque la mayor parte eran cosas rutinarias, supe que era solo cuestión de tiempo antes de escuchar algo que requeriría intervención.
Estaba en mi habitación, rodeado de mis libros y cuadernos, concentrado en terminar las tareas del día. Gracias a los apuntes detallados que hacía con la ayuda de Materia Gris, todo se me hacía mucho más fácil. La ventaja de tener el Omnitrix era innegable: cada alienígena me daba habilidades que nunca imaginé tener, y para la escuela eso era una especie de “superpoder” en sí.
De repente, el dispositivo que había construido en el basurero empezó a emitir un sonido insistente. Rápidamente lo activé y escuché la transmisión: había una persecución policial. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. No podía ignorar esa oportunidad. Cerré mis cuadernos y dejé el estudio de lado; esta era la noche en la que haría mi debut como héroe, y tenía que hacerlo de forma discreta.
Sabía que necesitaba una transformación adecuada. Sería de noche, y eso significaba que Buzzshock era perfecto. Su cuerpo de energía pura no solo me daría la capacidad de deslizarme rápidamente por la ciudad, sino que además me permitiría manejar cualquier equipo eléctrico o electrónico a mi favor. Activé el Omnitrix, seleccioné la silueta de Buzzshock, y con un destello, me transformé.
Sentí la energía vibrante recorrer mi pequeño cuerpo de pilas y electricidad. En cuestión de segundos, me colé por la ventana de mi habitación y me deslicé entre las sombras de la calle. Nadie notaría a un ser tan pequeño y rápido como yo, y esa era la ventaja de Buzzshock: podía pasar desapercibido mientras me movía hacia la zona donde ocurría la persecución.
Han pasado dos años desde aquella primera noche en la que Buzzshock hizo su debut. Ahora, con 12 años, me siento mucho más preparado y consciente de la responsabilidad que conlleva tener el Omnitrix. A lo largo de estos años, no solo he entrenado cada una de mis formas alienígenas, sino que también me he esforzado en mejorar mi condición física. No puedo depender siempre del reloj; si quiero ser un verdadero héroe, necesito ser fuerte y hábil por mi cuenta.
Además del entrenamiento, he estado trabajando en algunos proyectos con ayuda de mis formas más intelectuales, como Materia Gris, Cerebron y Ultra-T. Cada uno de ellos me ha ayudado a desarrollar tecnología avanzada, y, claro, he mejorado el dispositivo que me permite sintonizar las frecuencias de la policía. Pero no solo me he centrado en el trabajo de campo, ya que he logrado publicar el primer volumen de mi manga. Usé el nombre de “Azmuth” como pseudónimo; lo sé, no es muy original, pero en este mundo nadie conoce el nombre del creador del Omnitrix ademas de que este mismo no existia. Y, por increíble que parezca, ¡mi manga fue aceptado! La editorial quedó fascinada y Materia Gris me ayudó en la negociación a través de correos para asegurarme de que no sospecharan que un niño estaba detrás de la historia de un héroe arácnido. La experiencia fue surrealista, pero muy satisfactoria.
En la escuela, las cosas van bien. Curiosamente, mi imagen se ha vuelto una mezcla extraña: el niño bonito, nerd y atlético. No es algo que me importe demasiado, pero sí me ha dado la oportunidad de ser discreto respecto a mis actividades heroicas. Sin embargo, mis “encuentros” con la policía y ciertos incidentes no han pasado desapercibidos para los medios. A veces, alguna cámara logra capturar una imagen borrosa de una de mis transformaciones, lo que ha desatado rumores en las noticias sobre la presencia de un héroe “extraterrestre” en la ciudad. Aunque sé que debo ser más cuidadoso.
Pero siendo sincero me pregunto como seria la reacción de okarun a saber esto, sin duda sería chistoso ver dicha expresión.
Un mes después de que mi manga de Spider-Man fuera aceptado, el primer volumen llegó finalmente a las librerías. La respuesta fue mejor de lo que esperaba: ¡a la gente le encantó! Las ventas superaron todas las expectativas, y pronto el nombre de “Azmuth” empezó a ganar cierto reconocimiento en el mundo editorial. Me costaba creer que algo que creé en secreto tuviera tal impacto, y aunque no podía decírselo a nadie, sentía una satisfacción enorme.
Sin embargo, había un pequeño detalle que solucionar. Como todavía soy menor, no tengo cuenta bancaria, así que no podía recibir las ganancias directamente. Decidí “pedir prestada” la tarjeta de mi hermana mayor, Kronni, para recibir las transferencias. Para lograrlo sin levantar sospechas, utilicé a Chamalien, el alien perfecto para esta misión. Con él, me volví invisible y, aprovechando que Kronni estaba ocupada con su tarea, me deslicé hasta su bolso, donde guardaba su tarjeta de crédito. Fue algo rápido: saqué una foto de los datos de la tarjeta y la devolví a su sitio sin que nadie notara nada. Mis nervios estaban al máximo, pero todo salió perfecto.
Gracias a ese “préstamo” de la tarjeta de Kronni, pude recibir las ganancias del manga sin problemas. Claro, decidí actuar con precaución y no hacer movimientos que llamaran la atención. Así, cada vez que llegaba una transferencia, guardaba la mayoría del dinero en una cuenta en línea bajo el nombre de Azmuth, dejando solo una pequeña cantidad para cubrir cualquier gasto que pudiera necesitar. Por ahora, el plan estaba funcionando y mis hermanas no sospechaban nada.
Cada vez me acerco más a lo que siempre soñé. Claro, aún me queda mucho por aprender y mejorar, pero estoy decidido a seguir adelante, sin importar los obstáculos. Este es solo el comienzo.
Continuará.........
Se que en este capítulo básicamente no hay diálogo entre los personajes, pero querría ser directo en lo que había pasado en eso 12 años, ahora mismo taiyo tiene 12 por lo que falta 3 años para que cumpla 15 años y entre a la preparatoria, donde iniciara la historia de dandadan.
Lamento si este cap no fue tan como ustedes lo esperaba, pero prometo que el próximo no será así, básicamente como mencioné era como taiyo se adapto a su nueva vida entre otra cosa.
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