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Encuentros Destinados y Sombras en la Noche

En el interior del avión, el suave zumbido de los motores proporcionaba un ambiente relajante mientras las nubes pasaban lentamente por la ventanilla. La joven, sentada junto a la ventana, mantenía una expresión serena, aunque una chispa de emoción brillaba en sus ojos. Sus dedos acariciaban un collar que colgaba de su cuello, un accesorio que parecía tener un significado especial para ella.

La chica, con una sonrisa tranquila, susurró para sí misma:

??: No puedo esperar hasta que nos encontremos…

La voz reflejaba una mezcla de anhelo y determinación. Parecía estar en un viaje importante, uno que había estado esperando por mucho tiempo. Observó el paisaje con nostalgia y esperanza, imaginando cómo sería ese reencuentro que tanto deseaba. El collar en su mano era más que un simple objeto; era un símbolo de promesas, recuerdos y quizás algo más profundo, algo que la conectaba a un pasado que ansiaba redescubrir.

Mientras el avión seguía su rumbo, la chica cerró los ojos un momento, dejando que sus pensamientos vagaran hacia la persona a quien estaba por ver. Cada minuto que pasaba la acercaba más a ese momento, y la emoción en su corazón crecía con cada kilómetro que recorrían.

En otro lado

La noche caía sobre la ciudad, sumiendo las calles en una oscuridad interrumpida solo por las luces de los edificios. De repente, una figura misteriosa corría a toda velocidad por los techos, moviéndose con agilidad y esquivando obstáculos. A lo lejos, tres siluetas lo perseguían, saltando de un edificio a otro. Era Taiyo, acompañado de Yuki y Hana, quienes intentaban dar alcance a un yokai escurridizo que se les escapaba entre las sombras.

El yokai, al darse cuenta de que estaba siendo acorralado, dio un gran salto y chocó contra la ventana de un edificio, rompiéndola al impactar. Sin dudarlo, Hana concentró su energía psíquica y extendió sus manos hacia adelante, creando un puente de energía que conectaba el edificio en el que estaban con el del yokai.

Hana: ¡Rápido, síganme! —exclamó deslizándose por el puente de energía.

Taiyo y Yuki la siguieron con determinación, deslizándose sobre el puente de luz hasta que los tres lograron acorralar al yokai en la azotea. Este, al ver que no tenía más escapatoria, miraba nervioso a todos lados buscando una salida.

Taiyo avanzó con una sonrisa confiada mientras mostraba el Omnitrix en su muñeca, la luz verde del dispositivo iluminando el oscuro rostro del yokai.

TaiyoC Muy bien, amigo, ¿quieres que lo hagamos por las buenas o…? — pausó, acercando su dedo al Omnitrix, su tono se volvió un poco más amenazante—… lo hacemos por las malas.

El yokai, al ver el Omnitrix activarse, retrocedió, claramente intimidado. Yuki y Hana intercambiaron una mirada, preparados para cualquier cosa.

Mientras el yokai retrocedía, Yuki lo señaló, ajustando sus lentes mientras decía con voz firme.

Yuki: Es un Bakezori. Un tipo de yokai creado a partir de objetos antiguos que han sido olvidados y descuidados. Este en particular parece provenir de algún mueble, como una mesa o una silla, y su habilidad es moverse con rapidez, además de tener una fuerza sorprendente.

Hana lo miró, con un destello de compasión en sus ojos.

Hana: Pobre Bakezori... —murmuró—. Tal vez solo necesita ayuda para descansar en paz o encontrar su propósito.

Antes de que pudiera intentar acercarse con cautela, el Bakezori soltó un grito de furia y, con una fuerza descomunal, levantó una mesa que estaba cerca y la lanzó directo hacia ellos. Todo sucedió en un parpadeo: Taiyo reaccionó rápidamente, extendiendo el brazo para sujetar a Hana por la muñeca y tirarla hacia él, logrando que ambos se apartaran justo a tiempo antes de que la mesa se estrellara en el suelo detrás de ellos.

Ambos quedaron muy juntos, y Taiyo, con voz suave, le preguntó:

Taiyo" ¿Estás bien?

Hana se quedó momentáneamente sin palabras, sus mejillas tiñéndose de un suave tono rosado al darse cuenta de la cercanía entre ellos. Su corazón latía con fuerza, pero logró asentir y susurrar.

Hana: Gracias por salvarme, Taiyo.

Él le dedicó una sonrisa tranquila, dándole una palmada amistosa en el hombro.

Taiyo: Para eso estamos, ¿no? Entre amigos nos cuidamos —respondió con calidez, y después, con un brillo de determinación en sus ojos, añadió— Pero es hora de ser héroes.

Sin perder más tiempo, Taiyo activó el Omnitrix, navegando entre las opciones hasta encontrar al alienígena adecuado. Tras oprimir el dispositivo, una luz verde brillante envolvió su cuerpo, iniciando la secuencia de transformación. Su cuerpo empezó a cambiar, tomando la forma de un alienígena de piel húmeda y extremidades adaptadas para nadar y moverse con agilidad en terrenos resbaladizos.

Cuando la luz se disipó, Taiyo se había transformado en Anfibio, un alienígena ágil y rápido, ideal para enfrentarse al Bakezori en sus propios términos.

Mientras Taiyo, en su forma de Anfibio, avanzaba hacia el Bakezori, Yuki cerró los ojos, concentrándose profundamente. Su cuerpo comenzó a emanar una neblina fría y azulada, adaptando su forma a la de un híbrido con los poderes de la Yuki Onna, el espíritu de la nieve. Su piel adquirió un brillo helado, y una ligera escarcha cubría sus manos, que ahora parecían garras finas de hielo.

Por su parte, Hana se preparaba, extendiendo sus manos y canalizando su energía de exorcista. Concentrada, comenzó a recitar mantras antiguos, generando un resplandor dorado que envolvía su cuerpo y sus manos. Era un brillo purificador, hecho para protegerse y enfrentar espíritus oscuros como el Bakezori.

De repente, el Bakezori lanzó un nuevo ataque, avanzando con ferocidad hacia ellos. Levantó un mueble pesado con facilidad, preparado para golpear, pero Yuki actuó rápidamente. Con un movimiento elegante de sus manos heladas, generó una pared de hielo translúcida que se alzó entre ellos y el ataque del Bakezori. El golpe impactó contra la barrera, pero la pared de hielo fue lo suficientemente resistente para detenerlo... aunque se resquebrajó por la fuerza del impacto.

Yuki: ¡Eso fue cerca! —exclamó manteniendo la pared con dificultad.

El Bakezori, sin embargo, no se detuvo allí. Con un grito iracundo, comenzó a levantar varias mesas y muebles que se encontraban a su alrededor, lanzándolos hacia ellos en un ataque descontrolado. Justo cuando los muebles estaban a punto de impactar, una chispa de luz azul destelló en el aire: era Taiyo, en su forma de Anfibio, quien había reunido una carga eléctrica en sus manos palmeadas.

Anfibio: ¡Hora de freír a este espíritu! —gritó sus ojos brillando con determinación.

Con un movimiento rápido, extendió sus brazos y lanzó una ráfaga de rayos azul eléctrico que se dispersó en el aire, conectando con los muebles en pleno vuelo. Los rayos atravesaron cada objeto, destruyéndolos en el acto y formando un campo de electricidad que se extendió hasta el Bakezori, impactándolo directamente. El yokai emitió un chillido ensordecedor mientras la energía lo envolvía, debilitándolo y dejándolo paralizado por unos instantes.

Hana aprovechó el momento. Con su aura dorada intensificada, se acercó al yokai mientras recitaba palabras de exorcismo, sus manos extendidas hacia el Bakezori.

Yuki: ¡Ahora es tu oportunidad, Hana! —exclamó manteniéndose alerta por si el Bakezori lograba resistir.

Con un grito final, Hana canalizó toda su energía y, en un destello azulado, liberó un poderoso sello de exorcismo que envolvió al Bakezori. La criatura se agitó y se retorció, antes de que, finalmente, se disipara en un resplandor suave, como si su espíritu hubiera sido liberado de una carga largamente soportada.

Taiyo, Yuki y Hana respiraron aliviados, y Taiyo, regresando a su forma humana, esbozó una sonrisa.

Taiyo: Buen trabajo, equipo —dijo, dándoles un pulgar arriba—. Ahora sí que nos lucimos como verdaderos héroes.

Después de la intensa batalla, Taiyo, Yuki y Hana caminaban por las tranquilas calles de la ciudad, que ahora parecían extrañamente silenciosas bajo la luz de la luna. El aire era fresco, y el cansancio comenzaba a hacerse notar en cada uno de ellos.

Hana: Estos últimos meses han estado llenos de sorpresas, ¿no creen? —comentó soltando una risa suave mientras se estiraba para aliviar la tensión en sus hombros—. Apenas puedo creer que ya estemos a poco de salir de la secundaria.

Taiyo: Sí, ha pasado demasiado rápido —respondió cruzando los brazos detrás de su cabeza con una sonrisa tranquila—. Entre yokais, criaturas y… bueno, todo esto, definitivamente no ha sido una secundaria normal.

Yuki, sin embargo, caminaba en silencio, mirando al suelo con un aire pensativo. Taiyo lo notó y, después de un rato, le dirigió una mirada inquisitiva.

Taiyo: ¿Estás bien, Yuki? —preguntó con suavidad, deteniéndose para mirarla directamente.

Yuki levantó la vista y esbozó una sonrisa, aunque Taiyo notó de inmediato que parecía un poco forzada, como si intentara ocultar algo.

Yuki: Sí, claro, estoy bien —respondió ella, con un tono que intentaba sonar despreocupado—. Solo estaba pensando en… en todo lo que ha pasado. Es mucho, ¿sabes?

Taiyo asintió, pero sus ojos observadores captaron el peso detrás de esa sonrisa. Sabía que Yuki no estaba siendo completamente honesta, pero decidió no insistir, al menos por el momento. A veces, él entendía que las personas necesitaban tiempo para procesar sus sentimientos y pensamientos antes de estar listas para compartirlos.

Mientras continuaban caminando, el silencio entre ellos no era incómodo; al contrario, era como si, después de tanto caos, la calma nocturna les diera una oportunidad de respirar y, quizás, de asimilar todas las experiencias que habían vivido juntos.

Finalmente, Hana, notando el ambiente un poco denso, decidió romper el silencio con una sonrisa animada.

Hana: ¡Oigan! Cuando todo esto termine y logremos graduarnos, debemos celebrar a lo grande. ¡Algo así como una fiesta de fin de secundaria! Aunque… bueno, puede que tengamos que tener algunos amuletos a la mano, por si acaso se nos aparece otro yokai.

Taiyo soltó una carcajada, y hasta Yuki dejó escapar una pequeña risa, más genuina esta vez.

Taiyo: Eso suena como un buen plan —dijo lanzando una mirada cómplice a Yuki—. Después de todo, nos merecemos una celebración por todo el caos que hemos sobrevivido.

Yuki asintió suavemente, y aunque su sonrisa seguía siendo un poco melancólica, parecía agradecida por tener a sus amigos cerca. Así los 3 se despidiendo llendo a su respectiva casa.

Taiyo caminaba por las calles recordando cuánto había cambiado su vida en el último año y siete meses. Era casi surrealista pensar en todo lo que había pasado en tan poco tiempo: desde los desafíos en la escuela, su vida secreta como detective yokai, hasta las nuevas habilidades y amistades que había desarrollado junto a Yuki y Hana.

Entre sus pensamientos, recordó con una sonrisa que el manga de Spider-Man seguía siendo el número uno en ventas, y que finalmente habían cerrado varios arcos épicos, incluyendo la llegada de los simbiontes. Solo quedaba un último arco por concluir, y Taiyo esperaba ansioso el desenlace. A pesar de todo lo que ocurría en su vida, siempre encontraba un momento para leer, disfrutando de ese escape al mundo de los superhéroes.

En cuanto a su familia, su relación con sus hermanas seguía siendo tan caótica y divertida como siempre. Había momentos de peleas por tonterías, pero también de risas y complicidad. Aunque su vida como detective yokai lo mantenía ausente en ocasiones, siempre se las arreglaba para estar ahí cuando sus hermanas lo necesitaban.

A nivel académico, las cosas iban bien. Había logrado mantener sus calificaciones, y ya sabía exactamente a qué preparatoria quería ir después de la secundaria. Se sentía emocionado y listo para dar el siguiente paso en su vida.

Por otra parte, no podía evitar sentirse orgulloso de Yuki y Hana. Ambas habían mejorado increíblemente en sus habilidades. Yuki controlaba cada vez mejor sus poderes de Yuki Onna, combinándolos con su inteligencia natural, mientras que Hana, con su entrenamiento como exorcista, se volvía más fuerte y decidida en cada misión. Juntos habían enfrentado yokais y peligros de todo tipo, y Taiyo sabía que formaban un equipo formidable.

Mientras caminaba, dejó escapar un suspiro de alivio. Aunque su vida era complicada, y siempre había nuevos desafíos, sentía que estaba en el lugar correcto, haciendo lo que debía. Además, con amigos como Yuki y Hana, y la determinación que había cultivado en esos meses, estaba seguro de que no importaba lo que viniera, estaría preparado para enfrentarlo.

Taiyo: El futuro me espera —murmuró para sí mismo, con una sonrisa confiada.

En otro lado

La habitación de Yuki estaba sumida en una penumbra tranquila, apenas iluminada por la luz tenue de una lámpara sobre su escritorio. La luz proyectaba sombras suaves en las paredes, dándole al espacio una atmósfera de serenidad melancólica. En medio de ese silencio, Yuki se encontraba sentada, su expresión reflejaba una tristeza profunda mientras sostenía un marco de fotos en sus manos. En la imagen, ella aparecía junto a Taiyo y Hana, sus dos grandes amigos, compartiendo un momento de alegría pura, con sonrisas y muecas que demostraban su amistad sin reservas.

Al mirar la foto, una risa suave y nostálgica escapó de sus labios, recordando cuánto significaban esos momentos para ella. Pero la risa pronto se desvaneció, dando paso a una expresión de incertidumbre y tristeza.

Con un suspiro, Yuki apartó la mirada de la foto y dirigió su atención a un sobre en el escritorio, marcado con una sola palabra que parecía pesar una tonelada en su mente: "Extranjero." Era una carta de aceptación de una prestigiosa escuela en el extranjero, un sueño que había perseguido por años. Sin embargo, ahora que lo tenía al alcance de su mano, la felicidad que esperaba sentir estaba mezclada con una ansiedad inesperada.

El papel se sentía frío entre sus dedos mientras repasaba una y otra vez las palabras. Sabía que esto era una oportunidad única, pero la idea de alejarse de sus amigos, de todo lo que conocía, la llenaba de dudas. ¿Cómo podría decírselo a Taiyo y a Hana? Sabía que estarían felices por ella, pero también temía que todo cambiara entre ellos.

Yuki suspiró de nuevo, dejando la carta en el escritorio. Levantó la vista hacia el techo, tratando de pensar en cómo encontrar las palabras adecuadas, cómo contarles sin que se sintiera como una despedida definitiva.

Yuki: Es irónico, ¿no? —susurró en la soledad de la habitación—. Cuando todo está en su lugar, cuando finalmente tengo personas que me importan… entonces, esto sucede.

Apoyó su cabeza en las manos, sintiendo cómo se le formaba un nudo en la garganta. Parte de ella deseaba dejar la carta y hacer como si nunca hubiera llegado. Pero sabía que no podía ignorarla para siempre; era un llamado hacia algo más grande, una oportunidad de cumplir su sueño.

Finalmente, con un suspiro resignado, Yuki apagó la lámpara, sumiendo la habitación en una oscuridad completa. Mañana sería otro día, y sabía que tarde o temprano tendría que encontrar el valor para hablar con sus amigos.

A la mañana siguiente, Taiyo estaba en casa viendo la televisión, relajándose antes de comenzar el día. Justo entonces, su hermana mayor, Kronni, apareció en la sala, lanzándole una mirada ligeramente divertida.

Kronni: Taiyo, ¿podrías ir a tirar la basura? —le pidió, en un tono más de mandato que de pregunta.

Taiyo: Claro, no hay problema —respondió él, levantándose de inmediato.

Con la bolsa de basura en mano, Taiyo salió al exterior y caminó hasta el contenedor de basura al final de la calle. Mientras tiraba la bolsa, una suave brisa movió las hojas en los árboles cercanos. En ese momento, una voz femenina y alegre llamó su atención, haciendo que se detuviera en seco.

??: ¡Taiyo-kun! —escuchó que decían.

Al darse la vuelta, vio a una chica con una gran sonrisa en el rostro, avanzando rápidamente hacia él. Antes de que pudiera reaccionar, ella corrió hasta donde estaba y lo abrazó con entusiasmo, tomándolo por sorpresa.

??: Ha pasado un tiempo desde la última vez, Taiyo-kun —dijo la chica, su voz llena de nostalgia y alegría.

Taiyo, aún desconcertado, se tomó un momento para reconocerla. Los recuerdos comenzaron a regresar mientras él la miraba detenidamente. Era una amiga de la infancia que no veía desde hace mucho tiempo, y la calidez en su abrazo le hizo darse cuenta de cuánto había extrañado esa época.

Taiyo: No… no puedo creerlo —logró decir, finalmente correspondiendo al abrazo—. ¡Tanto tiempo sin verte!

La chica se separó un poco, aún sonriendo, y Taiyo sintió cómo su propio rostro se iluminaba con una mezcla de sorpresa y felicidad, preguntándose qué historias nuevas traería su vieja amiga al regresar a su vida.

Flashback

En una escena nostálgica, el sol de la tarde iluminaba el patio de una pequeña escuela. Un grupo de niños se había reunido en un rincón, riéndose y murmurando mientras señalaban a una niña que estaba al margen, con la cabeza baja y los ojos humedecidos. Los otros niños se burlaban de su cabello, lanzándole comentarios crueles que hacían que ella quisiera desaparecer.

Niño: ¿Por qué tu cabello es tan raro? —decía uno de los niños, mientras los demás reían.

La niña se abrazó a sí misma, sintiéndose más pequeña con cada risa que resonaba a su alrededor. Las lágrimas amenazaban con desbordarse, y no encontraba la forma de defenderse.

De pronto, una voz firme rompió el círculo de burlas.

Taiyo: ¡Dejen de molestarla!

Los niños se giraron, sorprendidos al ver a un chico de su misma edad avanzando con determinación hacia ellos. Sin titubear, el niño se colocó entre la niña y sus agresores, mirándolos con valentía. Luego se volvió hacia ella y le sonrió con calidez.

Taiyo: No tienes nada que temer, ¿sabes por qué? —dijo, su voz llena de convicción mientras mantenía su sonrisa—. Porque yo estoy aquí.

La niña, aún con lágrimas en los ojos, sintió algo nuevo. Esa sonrisa y esas palabras le brindaron una calidez y protección que nunca antes había sentido. Aquel niño, un desconocido hasta ese momento, parecía dispuesto a enfrentar el mundo por ella.

Sin embargo, los bravucones no se detuvieron. Uno de ellos empujó al chico, y pronto empezaron a forcejear. Aunque el niño no tenía muchas habilidades para pelear, se las arregló para mantener a raya a los abusadores el tiempo suficiente hasta que, finalmente, se cansaron y se marcharon, lanzando algunas amenazas y risas mientras se alejaban.

El chico, un poco maltrecho y con algunos raspones en las rodillas, se giró hacia la niña con una sonrisa, como si lo que acababa de suceder no fuera nada.

Taiyo: ¿Estás bien? —le preguntó.

La niña asintió, sin palabras, mientras lo miraba con asombro. Su corazón latía con fuerza, no solo por el miedo que había sentido, sino por la gratitud y el respeto que ahora tenía hacia aquel niño que había aparecido en el momento en que más lo necesitaba.

Aquel día, supo que había alguien que se preocuparía por ella, alguien que la protegería sin importar el riesgo.

Fin de Flashback 

El recuerdo se desvaneció lentamente, como un sueño al amanecer, devolviendo a Taiyo al presente. Ahora, él estaba sentado junto a una joven en un parque tranquilo, ambos ocupando los columpios de madera que crujían suavemente con cada movimiento. Era una mañana fresca y el sonido de las hojas moviéndose con el viento llenaba el ambiente, brindando una paz reconfortante.

Taiyo miró a su lado y observó a la chica, recordando cómo en aquellos días de la infancia, él había estado allí para protegerla. Ahora, ella se veía mucho más segura de sí misma, con una sonrisa serena que transmitía una calidez especial.

Taiyo: Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? Hikari—murmuró rompiendo el silencio con una sonrisa.

Hikari asintió suavemente, mirando sus pies mientras balanceaba el columpio. Había una mezcla de nostalgia y expectativa en sus ojos.

Hikari: Sí, ya no somos los mismos niños de antes —dijo, con una risa suave.

Taiyo la miró con curiosidad, intentando descifrar qué pensaba. Después de un instante, le hizo una pregunta que había estado rondando en su mente desde que se reencontraron.

Taiyo: ¿Y qué vas a hacer ahora? —preguntó, inclinándose un poco hacia ella— ¿Ya tienes algún plan?

Hikari levantó la mirada y sonrió, aunque había un brillo de emoción en sus ojos.

Hikari: Voy a estudiar en la preparatoria aqui—respondió con seguridad.

Taiyo parpadeó, sorprendido. Por alguna razón, no esperaba esa respuesta. Quizá había asumido que sus caminos habían tomado rumbos distintos, pero el destino parecía querer mantenerlos cerca.

Taiyo: ¡Eso es genial! —exclamó, recuperándose de la sorpresa y sonriendo ampliamente— Bienvenida entonces, Hikari.

Hikari asintió, un poco sonrojada, y ambos compartieron una sonrisa. Había una sensación de anticipación en el aire, como si supieran que este nuevo capítulo traería consigo nuevas experiencias y desafíos. Los años habían pasado, pero la amistad que los unía permanecía intacta, lista para enfrentar todo lo que el futuro les tenía preparado.

En otra parte

En un bosque denso y oscuro, el sonido de ramas crujientes y hojas aplastadas interrumpía la calma nocturna. Pesados pasos resonaban entre los árboles, y cualquier criatura cercana huía, ocultándose en la espesura para evitar a la imponente figura que se adentraba lentamente en el lugar. La luz de la luna apenas lograba atravesar la frondosa cubierta de hojas, proyectando sombras enigmáticas en el suelo.

Aquel ser se desplazaba con una mezcla de torpeza y curiosidad, como si cada paso fuera un esfuerzo para recordar cómo moverse en un entorno tan desconocido. Sus movimientos eran pausados, y de vez en cuando giraba la cabeza, escaneando los alrededores con un brillo tenue que emanaba de su visor azul. Parecía estar buscando algo, o quizás a alguien, pero su comportamiento reflejaba cierta confusión.

Se detuvo de repente y observó un árbol caído a su lado. Lo estudió por un momento, como si intentara reconocerlo o identificar alguna pista en él. Su cuerpo metálico reflejaba destellos plateados bajo la luz lunar, dándole una apariencia etérea en contraste con el entorno oscuro y natural del bosque.

La figura alzó una mano y la extendió hacia adelante, como si quisiera tocar la corteza del árbol. Sin embargo, se detuvo justo antes de hacer contacto, retrayendo su brazo lentamente. Era como si algo dentro de él se debatiera entre el instinto de avanzar y la duda que lo anclaba en el lugar.

El viento sopló, removiendo las hojas secas y haciendo que una nube de polvo se levantara frente a él. La figura retrocedió un paso, observando cómo las partículas danzaban en el aire, y luego continuó su avance. Aunque no tenía un rumbo claro, su insistencia en seguir adelante reflejaba una determinación inquebrantable, como si supiera que aquello que buscaba estaba más cerca de lo que parecía.

Continuará.........

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