ᴇᴘÍʟᴏɢᴏ ɪɪ/ɪɪ.
Para un trabajo como el que Felix tenía, debía esperarse cualquier cosa. Fue bastante difícil acostumbrarse a los cuerpos descompuestos, a las perturbadoras situaciones que confrontó para tomar almas, pero, poco a poco, logró normalizarlo. Ya no provocó un gran impacto, tan solo tristeza, pero intentó aparentar, para poder crear un mejor ambiente en el agonizante proceso. Y así como hubo trabajos los cuales costaron, también notó que estos le obsequiaron oportunidades nuevas, e inesperadas.
Mayo // 1998.
En aquella casa cubierta de polvo, con el cuerpo de una mujer en el suelo, cubierto de sangre ante las puñaladas en su abdomen, Muerte observó fijo al despiadado mundano, sentado con tranquilidad alrededor de en una mesa, viendo de reojo el cadáver mientras hablaba por teléfono el cómo deshacerse de este. Felix ya se encargó de liberar el alma de la pobre joven, pero hubo algo en específico que no lo hizo sentir ningún tipo de paz, y aún menos aquella tranquilidad que sentía luego de hacer su trabajo a la perfección.
Cuando la Parca recogió el alma de la mujer, visualizó su silueta, pero no lucía preparada para abordar al siguiente plano: Su mirada cargaba con pánico, en dirección a su asesino, luego con tristeza hacia un rincón del cuarto y, por último, una expresión nerviosa hacia el pecoso, como si estuviese suplicando. Felix le sonrió, dedicándole un lento asentimiento, incluso si no comprendió, y el alma de aquella mundana ascendió.
Sin siquiera dudarlo, se dirigió con lentitud hacia el rincón del sitio, como si temiese observar algo peor de lo que alguna vez presenció. Hace mucho tiempo aprendió cómo volverse invisible ante ciertas personas, por lo cual no fue ningún inconveniente pasar a un lado del mundano situado en la silla.
Sus ojos marrones con una pequeña mancha de oscuridad se abrieron de más al ver dentro de la cuna, que estaba en un muy mal estado, dos bebés de cinco meses en ella, sin ninguna prenda, incluso con la baja temperatura en el cuarto, y tranquilos. Felix aún era capaz de sentir la temperatura corporal, y no dejaría de sentirla hasta un par de años más. Si no se apresuraba, aquellas criaturas podrían enfermar con gravedad. ¿Era por ellos que la mujer lo observó de aquella manera? ¿Acaso esperaba que Felix salve a esos bebés de una pésima, y corta vida? ¿Acaso esperaba... que los matase de una manera más rápida?
Bueno, podría hacerlo. La muerte ya no era algo anormal y trágico desde su forma de pensar, así que no sería nada nuevo. Se posicionó mejor frente a la cuna, alzó su mano derecha y la dirigió hacia ambos bebés, entreabriendo sus labios para hablar en una lengua indescifrable.
Sin embargo, se detuvo.
Uno de los bebés, el que lucía un poquito más alto, lo observó con curiosidad. Sus ojos eran oscuros, y el poco cabello que tenía era rubio. Tan solo lo veía, y ladeaba su cabeza. De manera inconsciente, Felix también lo hizo, frunciendo levemente su ceño, con su mano en el aire, deteniendo su propósito cuando comenzó a temblar.
El bebé comenzó a hacer sonidos con su boca, provocando pequeñas burbujas con su saliva, y cerrando sus ojos. ¿Acaso dormiría? Pronto, Felix comprendió: Su presencia les traía paz a ambos.
Se inclinó más sobre la cuna al notar que el otro bebé apenas se movía, por lo cual lo movió un poco, intentando asegurarse que estuviese bien. Notó la fría temperatura corporal en este, y su pecho ardió. Aquel bebé necesitaba alimento, cobijas, y mucho amor de su madre, quien dejó su cuerpo tan solo unos minutos atrás.
Ambos la necesitaban.
Por su mente comenzaron a surgir muchas ideas las cuales podría emplear, pero estaba seguro de que no podría matarlos.
Y no entendía por qué.
"Min... ven, por favor. No puedo decidir esto solo."
Se apartó con rapidez de la cuna, dando unos pasos hacia atrás mientras mantenía su cabeza ocupada, sin saber qué elegir. Ante la lejanía, uno de los bebés comenzó a sollozar por lo bajo, y el asesino no tardó en golpear su puño contra la mesa frente a sí, fastidiado.
—¡Cállate, mierda! ¡O voy a dejarte como a tu madre!
El bebé aumentó el llanto debido a la brusca contestación, y Felix observó al mundano colgar el teléfono para levantarse con brusquedad del asiento. La presencia del Diablo surgió de manera inesperada, quien, en tan solo un parpadeo, se encontró de pie frente al cadáver de la mujer, bloqueando el camino del hombre.
A Minho le bastó tan solo analizar la situación para alzar su mano, doblar sus dedos, como si estuviese formando una garra, y comenzar con su trabajo. La giró con brusquedad hacia un lado, y los huesos del hombre comenzaron a quebrarse, uno por uno. Los gritos se hicieron presentes hasta que el cuello de éste sonó, por lo tanto, su cuerpo no tardó en permanecer inmóvil sobre el suelo, sin vida.
El Diablo se giró hacia su esposo, viéndolo fijo, y con sus ojos bañados en sangre.
—¿Qué es lo que no puedes decidir? ¿El llevarte el alma de esta escoria? Yo diría que lo hagas descender, en el infierno aún queda mucho espacio libre.
El pecoso tan solo lo observó por un momento antes de llevarla hacia la cuna, y su mirada fue hacia la cuna del rincón del cuarto. Minho frunció su ceño y llevó la mirada hacia la misma dirección por unos segundos.
Ambos, Diablo y Muerte, se acercaron de donde provenía el ruido, observando a los bebés con cuidado, uno al lado del otro. Éstos dejaron de llorar instantáneamente, y ambos se sorprendieron de no verlos incómodos por la inconsciente vibra maligna que Minho traía encima.
—Tal vez solo uno la siente cuando sabe del supuesto ser maligno que el Diablo es —respondió el pecoso a una pregunta que ninguno había dicho en voz alta, hablando casi en un susurro.
Minho observó a los niños por un momento antes de ver a Felix. Ambos compartieron una larga y fija mirada, intentando transmitirse todo lo que sentían en aquel momento.
—¿Esta es la decisión que no puedes tomar sin mí?
Felix suspiró, apoyando una mano en la cuna y bajando la mirada, ladeando levemente su cabeza.
—Su madre fue asesinada, y antes de ascender me vio... extraño. Sentí como si estuviese pidiéndome un favor, jamás me había sucedido antes, Min —comentó, volviendo a alzar la mirada a los ojos del Diablo y negando lentamente antes de volver la vista a los bebés—. He pensado en hacerlos ascender con su madre, pero...
—...Por supuesto que no has podido. —Asintió lentamente, intentando comprender. Nunca había tenido una situación así, pero intentaba empatizar con su esposo, incluso si era muy difícil. Dio un paso más cerca de su chico y bajó la mirada, buscando la suya—. Dime lo que quieres.
—Yo... estaba pensando en criarlos. —Su voz tembló, estaba notablemente nervioso. Se mordió el labio inferior, aun viendo a los bebés—. Criarlos contigo. Ser... padres.
No hubo respuesta por unos largos segundos, tan solo se observaban fijamente, como si eso fuese todo. Felix hubiese querido estar en la mente del Diablo en aquel momento, pero, desafortunadamente, no podía leerla. Al menos no la suya. Bajó la mirada, avergonzado ante tal propuesta.
Ser padres era una gran responsabilidad, y él lo sabía más que nadie. No solo por el hecho de que sus trabajos los mantenía bastante ocupados, si no que ellos jamás envejecerían y, claramente, los bebés sí. ¿Acaso debían de pasar por la misma locura de cuando Minho quería volver inmortal a su niño favorito? ¿Serían capaces de soportar?
Lo más importante: ¿Serían buenos en la crianza? Felix apenas comenzaba a —realmente— madurar, y Minho hacía apenas un par de años que había aceptado el poder amar, incluso siendo el rey del inframundo. Si, sonaba a una excusa debido a que ya había pasado tiempo, pero comparado con mil años...
Felix no notó la mirada de Minho en la cuna. Éste observaba al bebé más pequeño, el cual se había movido entre quejidos y sus ojos se habían abierto. El color de éstos eran marrones, brillantes y con largas pestañas. Instantáneamente le recordó a la imagen del pecoso, cuando era tan solo un niño y lo perseguía por su antigua casa.
—Está bien —dijo, provocando que Muerte alzara su mirada con rapidez, levemente sonrojado. Minho llevó su mirada al rostro de su esposo, examinando su expresión asombrada ante su respuesta—. Seamos sus padres.
—¿Tú... en serio? ¿En serio quieres esto? —No evitó acercarse más, apoyando sus manos en el pecho del Diablo, sosteniéndose de él. Las manos repletas de anillos de Minho fueron hacia la espalda del más bajo, sosteniéndolo mejor y asintiendo—. Por favor, realmente necesito saber que quieres esto y no lo haces por mí.
—Lo hago por ti, pero quiero esto también. —Una lenta sonrisa de lado surgió en sus labios—. Propongo que será entretenido. Sin embargo, hay cosas que debemos de hablar.
—Lo sé, y lo haremos. Sugiero ahora el llevarlos a casa, necesitan atención, no quiero que enfermen. —Se inclinó en la cuna y, con cuidado, tomó en brazos al bebé más pequeño, sosteniéndolo del cuerpo y cabeza. Lo acunó en su pecho mientras éste se quejaba levemente. Felix lo observó con dulzura—. Sh, sh. Tranquilo, te tengo.
Lo meció suavemente de un lado a otro, embobado con las preciosas facciones del joven. Alzó la mirada por unos segundos, y se encontró con el Diablo observándolo fijamente. No podía descifrar aquella mirada por lo cual le sonrió tímidamente.
—¿Quieres cargarlo? Sería de mucha ayuda, no creo que pueda con los dos.
—No sé hacerlo.
Ésta sería la primera vez que Felix le enseñaría algo a su esposo. Satisfecho con aquel pensamiento rondando por su cabeza, se acercó más, hasta casi estar pegado al Diablo.
—Está bien. Mira, pon tus brazos como yo. —Minho tardó tan solo unos segundos antes de suspirar y hacerlo. Con mucho cuidado, el pecoso le acomodó al niño en los brazos—. Sostenlo contra tu pecho, se quedará tranquilo. Tiene frío, y tú eres cálido.
—Si tiene frío... deberíamos de conseguirle ropa. Una manta —comentó el arcángel con algo de inseguridad en su voz, viendo fijamente al niño, analizándolo.
Felix se limitó a tomar al otro bebé, el cual lucía más despierto. Examinaba a Muerte como si fuese algo de otro mundo mientras ésta lo sostenía dulcemente en sus brazos. El pecoso no pudo evitarlo y le dio un pequeño besito en la frente antes de alzar la mirada al Diablo, el cual continuaba embobado con el bebé en sus brazos.
—Vámonos.
Cuando llegaron a la casa, Felix se encargó de buscar mantas en el armario de su habitación con Minho. Ambos se habían encargado de conseguir ese tipo de cosas apenas se habían mudado a aquella bonita casa en las afueras de Moscú. Era un pueblo pequeño, con mucho frío. Siempre nevaba, y las personas no socializaban tanto. Era lejano, y desconocido. Todo lo que Felix y Minho buscaban.
Felix sabía que no por ser Muerte iba a dejar sus intereses de lado como, por ejemplo, oír música, escribir en sus cuadernos, ver caricaturas, etc. Tampoco dejaría de beber o comer, aunque no era realmente necesario y el sabor había dejado de ser el mismo. Minho no había tardado nada en dejar la casa perfecta, quería que su chico sintiese que aquel era su hogar, pero no se daba cuenta que él también lo estaba sintiendo.
O tal vez se debía a que ambos estaban allí, y un hogar para ellos era donde sea que ambos estuviesen juntos.
Minho se encontraba con ambos niños en brazos cuando Felix regresó con dos mantas polares, sentándose en el sofá de la sala, a su lado, y ayudándolo a envolver a los pequeños.
—Así, ahora sí... —Sostuvo a uno de ellos en sus brazos, levemente apoyado sobre su esposo mientras ambos veían a los bebés, los cuales lucían más a gusto. El pecoso alzó la mirada, apoyando su mejilla en el hombro del Diablo—. Necesito algunas cosas.
—Las conseguiré por ti.
—Biberones, pañales, toallas húmedas, talco, leche de fórmula, ropitas, cu... —Se detuvo al ver el ceño del Diablo levemente fruncido mientras lo veía fijamente. Sonrojado, negó—. Podrías tú quedarte con los bebés e ir yo.
Minho negó.
—No, yo iré. No puede ser tan difícil.
Le entregó al niño con suma delicadeza y se inclinó para besarle suave y rápidamente los labios a su esposo, poniéndose de pie y desapareciendo en tan solo un parpadeo. Felix aprovechó aquel tiempo para tomar la temperatura corporal de ambos bebés, y admirar las facciones de éstos, suspirando profundamente.
¿Había escogido bien?
2003.
Se puso de pie nuevamente, bajando el bajo escalón que llevaba al trono e inspeccionando el escritorio de su esposo, observando los contratos apilados y tan solo dos esparcidos en la mesa junto a una larga pluma negra y un pequeño frasco de tinta a un lado. Definitivamente el despacho del Diablo era algo muy elegante, y precioso. Felix solía ir luego de andar de un lado para otro, y todo debido a que le era difícil despegarse de su esposo. De vez en cuando, durante el día, necesitaba conversar sobre cosas cotidianas que pasaban.
Y sentía que en aquel momento lo necesitaba más que nunca, pero ¿Por qué lo evitaba? Sentía un nudo en su garganta, unas profundas puntadas en su pecho y, de a ratos, sus ojos se llenaban de lágrimas que nunca soltaba. Hacía mucho tiempo que no lloraba, lo cual era bueno y malo a la vez al ser hipersensible y cargar con todo. Sin embargo, sentía que podría hacerlo más independiente, que podría tomar las cosas más a la ligera.
No era así.
Felix sabía que no debía de cambiar por nadie, pero muchas veces sentía que su llanto era la debilidad de su esposo. También sentía que aquello provocaba que lo proteja constantemente, lo cual no molestaba a Muerte, pero prefería aprender solo e independizarse mucho más rápido, y que Minho no sintiese que dependía de éste.
Sus pensamientos fueron interrumpidos ante un llamado que lo hizo alzar las comisuras de los labios lentamente.
Sus bebés lo necesitaban.
Sin más, extendió su mano en dirección a la guadaña, y ésta viajó inmediatamente para ser sostenida por su dueño el cual, segundos después, desapareció del infierno.
—¿Qué es esto?
—Es papá.
La parca movió la hoja que sostenía en sus manos en diferentes direcciones, frunciendo levemente su ceño y analizando el dibujo con sus ojos antes de bajar la vista a su sobrino.
—¿Cuál papá?
—¡Papá Minho, tío! ¿No ves sus dos ojos rojos? —Jisung acercó un poco más la hoja para intentar observar el color, y en definitiva estaba allí. Sin embargo, no era una forma en específico.
—Seungmin, eres un gran artista. —Asintió, fingiendo estar impresionado y observando la emoción en el brillo de los ojos oscuros de su sobrino—. Definitivamente a tu papá le va a gustar.
—¡Lo sé! —exclamó, emocionado y tomando el dibujo de nuevo. Lo llevó a su pecho y se mantuvo observando fijamente a la nada por unos segundos antes de ver alrededor. Sentía la paz que emanaba su padre justo en aquel lugar—. ¡Papi! —Se dirigió felizmente al pecoso, el cual dejaba su guadaña en un rincón y se ponía de rodillas para recibir el abrazo de su hijo.
—¡Hola, amor mío! ¡Te extrañé mucho! —exclamó Muerte, masajeando la espalda del pequeño niño y besándole el cabello antes de olfatear. Adoraba el aroma de sus bebés, lo calmaban y era lo que más necesitaba en aquel momento—. ¿Qué es eso que traes ahí?
Seungmin se alejó un poco, relamiendo sus labios y extendiéndole el papel a su padre.
—¿Crees que le gustará a papá Minho? El tío me dijo que era un gran atrista.
—Artista, sí. Wow, Minnie. Está hermoso. —Internamente pensaba en que debía de advertirle a su esposo antes de verlo. No es que no le gustaban, Minho adoraba los dibujos de su hijo y por eso tenían el refrigerador repleto de ellos. Sin embargo, podía ser algo brusco al no comprender exactamente lo que veía—. A papá le va a encantar —comentó, devolviéndole el dibujo y encaminándose hacia Jisung, sentándose a un lado de éste y suspirando.
—¿Tuviste un día agotador? —La mejilla de Felix se ubicó en el hombro de la Parca, la cual río ante aquella opción y palmeó la cabeza de Muerte—. Te ves exhausto.
—Eso no es verdad. No he cambiado desde los diecinueve años —comentó, enderezándose para ver a su mejor amigo, el cual también lo observaba—. Lo cual está bien, porque he podido cambiar mi aspecto.
—Echo de menos el cabello largo. —Observó el cabello del, anteriormente, largo. Ahora lo llevaba tan solo un poco corto, con un par de ondas y raya al costado. Se veía bien, y aún Lucía realmente adorable—. Y sí, te ves cansado. Yo te conozco, y sé cuándo te ves cansado. No vengas a acusarme de mentiroso, Lee Felix.
El nombrado sonrió levemente, realmente intentando evitar su día de porquería. Negó, queriendo que con aquel movimiento los feos pensamientos se fueran.
—¿Dónde está Jeongin?
—Durmiendo. —Felix suspiró, arrugando levemente su nariz—. Lucía exhausto. ¿Por qué?
—No encuentra a su conejito. —Su mejor amigo asintió con la cabeza, soltando un "Oooh" entre aquello, como si entendiese absolutamente la situación luego de aquello que Felix había mencionado.
Su hijo de apenas cinco años se la pasaba la mayor parte del tiempo callado, con su conejito de peluche en brazos llamado "Dientitos". Se la pasaba más con éste que con su hermano, el cual se ponía notablemente celoso por aquel hecho. El problema era que Seungmin era muy diferente a su hermanito: Él pintaba todo el tiempo, y veía caricaturas mientras hablaba sin parar. Jeongin, en cambio, apenas y decía una palabra. Tan solo le gustaba jugar a tomar el té con Dientitos y dormir muchísimo.
—Bueno, yo creo que se le pasará. ¿Quién de nosotros no perdió un peluche o juguete de niños?
—Pero él realmente ama mucho a su conejo. Es su mejor amigo, y no quiero que pase por eso. Quiero que él mismo decida dejar de jugar con él. —Se quejó Muerte mientras veía a su mejor amigo levantarse del sofá. Su ceño se frunció levemente—. ¿A dónde vas? No te vayas...
—Debo regresar al trabajo, no eres el único atractivo ser sobrenatural con cosas por hacer —bromeó, acomodando su cabello hacia un lado. Jisung, a diferencia de Felix, no había cambiado ni un poquito. Entrecerró sus ojos a la vez que llevaba una de sus manos a su nuca—. Oye, Felix. He estado pensando...
El silencio reinó por unos segundos en la habitación. Muerte se reincorporó al notar que venía algo serio por la incomodidad de su mejor amigo.
—Ji, ¿Qué sucede?
—Es solo... yo me preguntaba si podría ir a ver cómo está mi padre, y Chris. —Nuevamente el silencio se hizo presente, lo único que se oía era el crayón de su hijo mayor raspando la hoja, y las respiraciones de los tres—. Estaría escondido, sé perfectamente que hay reglas.
—Ji...
—Felix, no hay nada de malo en lo que estoy diciendo. —Su ceño se frunció levemente, negando un poquito con su cabeza—. Tan solo voy a verlos, no a dejar que me vean.
—Ese no es el problema, pero esto me ha pasado anteriormente. El deseo de saludarlos, abrazarlos... va a hacerte perder. Inevitablemente, vas a hacerlo, y no sabes cómo reaccionarán.
—Inevitablemente voy a querer ir a verlos.
—Ji, todos en nuestro pueblo creen que estás muerto. —Felix se puso de pie, hablando más calmado al notar la molestia en la Parca. Lo comprendía, absolutamente lo hacía, pero había reglas con las cuales lidiar si se era inmortal. —Tu padre ha visto tu cadáver hecho pedazos, no va a creer que su hijo sigue vivo, y de la misma manera. Puede salir mal, y más aun siendo mayor de edad.
—No puedes solo suponer cosas, Lix.
—No estoy suponiendo. Comprendo completamente.
—No lo haces realmente. Tú si tienes a alguien con quien pasar la eternidad, necesito que comprendas eso.
Felix intentó mantener el nudo en la garganta. ¿Qué quería decir con eso?
—Si. Tengo a Minho, y a ti. Tú siempre estarás incluido. ¿Tú no me tienes a mí?
—No es lo mismo, y lo sabes. Quiero ver a mi padre, lo necesito. Entiéndeme, quiero que sepa que estoy bien, que no he tenido un horrible final. ¿Te das una idea de lo que debe pensar? ¿Lo que debe sentir, Felix? Por supuesto, no lo haces. Por ahora.
La boca de Muerte se entreabrió al entender aquello último, y la Parca palideció más de lo que estaba al notar la estupidez que había dicho.
"Por ahora." Por supuesto, porque Felix algún día perdería a sus bebés. Ellos crecerían, se harían ancianos y morirían. Él tendría que recoger sus cuerpos, y hacer descender sus almas. Despedirse de ellos para siempre.
Una sensación punzante se hizo presente en su pecho mientras observaba dolido el rostro de su mejor amigo.
—Felix, yo... joder, perdóname.
Muerte observó de reojo como su precioso hijo los observaba, con crayón verde en mano y cabello rubio platinado y levemente corto despeinado.
—Seung, ve a tu cuarto y no hagas ruido, tu hermanito duerme.
—Sí... —El niño se puso de pie rápidamente, comenzando a juntar las hojas de manera apresurada y torpe, pegándolas a su pecho antes de tomar la caja de crayones y caminar apresuradamente hacia el pasillo que guiaba a su cuarto. Se oían sus pasitos y, a continuación, una puerta abriéndose y cerrándose.
—Felix, no quise...
—Ve a verlos. —Lo interrumpió Muerte, habiendo tenido un pequeño tiempo para calmarse cuando su hijo tomaba sus cosas para irse. No debía enojarse, debía de comprender—. Pero recuerda que te advertí. Espero que todo esté bien.
—¿Quieres que vaya a ver a tu familia?
—No —respondió con rapidez, firmemente mientras lo observaba fijamente a los ojos—. Esta es mi familia ahora, y es a la única familia que puedes venir a ver, cuando quieras.
—Soy parte de esta familia. —Agregó Jisung.
—Es bueno que lo sepas, Ji. —Felix sonrió débilmente de lado, alzando una comisura de sus labios. Asintió con la cabeza hacia una dirección—. Ve, luego cuéntame cómo te fue.
—Realmente lo siento, no quise decir aquella estupidez. —Se disculpó rápidamente, negando—. ¿Seungmin y Jeongin? ¿Tú? Ustedes son parte de mí. Daría mi vida nuevamente por mantenerlos con nosotros por siempre.
—Y yo lo sé, es por eso por lo que no debes de preocuparte. No estoy enojado. —Dio unos pasos hacia atrás, rodeando el sofá y caminando muy lentamente hacia la cocina—. No hay de qué preocuparse, Ji. Vuelve luego, y dime que tal estuvo todo.
Su mejor amigo tan solo lo observó fijamente, asintiendo con duda antes de desaparecer en tan solo un parpadeo. Felix finalmente llegó a la cocina y apoyó sus manos sobre una de las encimeras. Sentía sus piernas temblar y la marca en su brazo arder. Nunca se había guardado nada tan grande, nunca se había aguantado tanto dolor, el cual claramente lo estaba superando poco a poco.
Cerró sus ojos con fuerza. ¿Cómo haría para volver a repetir aquella situación con sus hijos? ¿Cómo haría para llevarse el alma de sus dos bebés cuando llegue el tiempo? Habían hablado aquello con Minho apenas los habían llevado a la casa, y se habían puesto de acuerdo en que no dejarían que les afectara. A Felix no le afectaba...
...hasta ahora.
Accidentalmente comenzó a emanar más energía de lo normal, y fue inevitable no provocar que la luz de aquel cuarto se intensifique hasta que el foco de la lámpara estalle en mil pedazos.
Tragó saliva, frustrado mientras pasaba sus manos por su cabello, haciéndolo hacia atrás. Aún no controlaba del todo sus poderes, y era humillante debido a que ya habían pasado años. Al principio, cuando Minho lo besaba como a él le gustaba, o ambos se volvían un descontrol en la cama, la energía en el cuerpo de Felix descontrolaba todo a su alrededor, y debían de volver las cosas más tranquilas. A Minho le causaba gracia, pero para Muerte aquello era irritante, y lo había querido cambiar rápidamente, más aún que ahora tenían dos niños pequeños en la casa, los cuales podrían lastimarse.
Rápidamente tomó una escoba y pala, comenzando a juntar los cristales en el suelo, dejándolos dentro del cesto de basura. Debía calmarse, debía distraer su cabeza.
No podía solo estallar... ¿O sí?
—¿Papi? —Su hijo dibujaba una flor enorme sobre una hoja arrugada, tranquilamente en el suelo, con sus crayones esparcidos sobre la alfombra frente al sofá y su pijama puesto. Había dormido una siesta, y era ya la tarde, lo cual significaba dos cosas: Merienda y llegada de Minho.
Felix sostenía a su otro pequeño en brazos, el cual estaba mitad dormido y despierto, con su rostro oculto en el pecho de su padre y su cabello oscuro, ya un poco más largo, completamente despeinado. Muerte le acariciaba la espalda, consolándolo. Su hijo lucía triste, y seguramente era debido Dientitos. Sabía que pasaría, pero verlo así le rompía el corazón.
—¿Si, mi amor?
Seungmin dejó sus crayones, enderezándose y quedando de rodillas para ver mejor a su papá—. Siempre he tenido una pregunta.
—Está bien, puedes decirme.
—¿Por qué papá y tú tienen cama si no duermen?
La mano de Felix dejó de acariciar la espalda de su hijo, retomándolo cuando éste último se quejó, al borde del llanto. El calor se había instalado en sus pómulos, y la vergüenza había hecho que su mirada fuese hacia otro lado.
—Es que... y—yo... —Río nerviosamente, tragando saliva. ¿Qué debería de decir? —. A nosotros nos gusta fingir que dormimos.
Seungmin permaneció viendo a su padre por unos segundos, tan solo parpadeando lentamente mientras su ceño se fruncía un poquito, ladeo su cabeza.
—¿Y eso por qué?
La boca de Felix permanecía cerrada, pensando exactamente en qué decir. Seungmin era un niño muy inteligente, definitivamente no le creería. Estaba a punto de comenzar a entrar en pánico, pero su esposo lo salvó, apareciendo en el medio de la sala.
—¡Papá! —Seungmin se puso de pie rápidamente y corrió hacia el Diablo, el cual se inclinó tan solo para tomarlo en brazos—. ¡Yo te extrañé mucho! —Exclamó su hijo antes de darle un beso en la mejilla y abrazarlo más fuerte.
—Ah, ¿sí? —Minho sonreía de lado, tan solo alzando una comisura de sus labios mientras le era inevitable olfatear el cabello de Seungmin. Ambos hacían aquello con sus hijos. De alguna u otra forma, los calmaba—. Yo también los eché de menos.
—Papá, ¿Por qué finges dormir con papá Felix? —Nuevamente, el silencio se hizo presente en la habitación, junto con la notable incomodidad del castaño, el cual bajó la mirada cuando el Diablo llevó su mirada a éste.
Nuevamente observó al niño, demostrando confusión con su ceño fruncido.
—¿Quién te dijo eso?
—Estaba preguntándole a papá porqué tienen cama en su cuarto si ustedes no duermen. —Explicó su hijo mientras Minho nuevamente lo dejaba en el suelo, con una lenta sonrosa ladina formándose en sus labios—. Me dijo que les gustaba fingir que dormían.
—Con que eso te dijo, ¿eh? —Nuevamente, su mirada estaba sobre Muerte, la cual llevaba las mejillas notablemente sonrojadas y acariciaba el cabello de su hijo menor, el cual llevaba en brazos. Regresó la mirada al pequeño de ojos oscuros y curiosos, asintiendo—. Cierto.
—¿Y eso por qué?
—Mh, últimamente no dejas de preguntar el "por qué" de todo. —Se quejó el arcángel, caminando hacia Felix y dejando un beso en su frente antes de quitarle a su hijo menor de entre los brazos—. Te has vuelto muy curioso, Seungmin.
El niño se encogió levemente de hombros mientras fruncía levemente su ceño, caminando nuevamente hacia sus dibujos.
—La maestra Levikov ha pedido de tarea que dibujemos la casa.
—Esa maestra tuya es una chismosa —bufó el Diablo luego de olfatear el cabello de Jeongin, el cual se aferraba al cuello de su padre con fuerza y continuaba intentando dormir—. Voy a tener que ir a hablar con ella.
Los ojos de Seungmin se abrieron de par en par antes de ver a Felix y comenzar a negar. Muerte rio sin ganas, negando rápidamente.
—Papá bromea, Minnie. ¿Por qué mejor no sigues dibujando luego? Voy a prepararte algo de merendar a ti y a tu hermano.
—Sí, está bien. —dijo, comenzando a acomodar sus hojas y crayones—. ¡Oh! Papá Min, tengo una sop... sor... sorprersa para ti. Aún no está lista, así que prepárate, ¿Sí?
—Esperaré ansioso —comentó el Diablo, viendo a su hijo mayor correr hacia el sofá mientras su esposo se levantaba de éste.
—Papi, ¿Me prendes la tele, por favor?
—Si, mi amor.
Estuvo a punto de dirigirse hacia la televisión, pero el cuerpo del Diablo se puso delante, cerca, sosteniendo a su hijo menor con un brazo y usando su mano libre para tomar el mentón de su niño favorito.
—Primero esto —dijo antes de tomar aquellos labios suaves y gruesos en un lento y breve beso. Los ojos de Muerte se cerraron, y un leve suspirito salió de su nariz. Esto era lo que buscaba, esta calma en específico.
Ambos se apartaron y se observaron en silencio por un breve momento antes de continuar con sus tareas: Felix encendió la televisión, poniéndole caricaturas a sus hijos mientras Minho dejaba en el sofá a Jeongin, el cual ya había despertado y abrazaba el brazo de su hermano mayor, reemplazando a su peluche de conejo con éste.
La música de introducción de Tom y Jerry se hizo presente, provocando que Felix volteara con rapidez a ver la televisión, deteniéndose en medio camino. Se visualizó a sí mismo a los dieciocho años, merendando el té con tostadas que su madre solía prepararle. Era su momento más feliz, porque se sentía completamente mimado por su progenitora, y la casa estaba sola a excepción de su hermana en su cuarto. Era una de las únicas veces donde su padre no estaba para provocar caos, o para cambiar la personalidad de Sarah.
—¿Felix?
Nuevamente, sus piernas y manos comenzaban a temblar. Apretó sus labios con fuerza, haciendo su mayor intento para contener las lágrimas. La televisión comenzó a hacer interferencia y la tensión de la luz bajaba y subía notablemente. Los niños vieron a su alrededor con confusión a la vez que Minho se acercaba a su esposo, tomándolo de los brazos.
—¿Qué ocurre? —Su voz sonó baja, y sus ojos se volvieron de un color bordó, con sus pupilas dilatadas—. ¿Quién te dañó? Dime su nombre, voy a acabarlo.
Felix negó rápidamente, viendo con nerviosismo en dirección al sofá. Sus dos hijos observaban a Minho entre confundidos y asustados. Muerte tomó una profunda y lenta respiración, notando las luces volver a la normalidad y la distorsión en la televisión cesar. Seungmin y Jeongin regresaron su vista a ésta, y el mayor de ambos suspiró de alivio mientras su brazo era más aferrado por su hermano menor.
El Diablo vio a los niños unos segundos antes de volver a ver a su esposo, con su mandíbula tensa tomándolo de la muñeca sin presionar ni un poco, caminando hasta adentrarse a la cocina y cerrar la puerta detrás.
Aquello provocó que toda la fuerza de voluntad que Muerte acumulaba se derrumbara en menos de un segundo. Un sollozo fuerte y doloroso salió de sus labios a la par que el arcángel lo envolvía con sus brazos, permitiéndole llorar en su pecho. Le abrazaba con la fuerza necesaria, olfateaba su cabello y pasaba sus dedos repletos de anillos de oro por su espalda, acariciando. El llanto continuaba, siendo silenciado ante la boca del más bajo contra el pecho del más alto. Minho posicionó su mentón en la cabeza de su niño favorito, tan solo sosteniéndolo al notar sus piernas temblar.
Los minutos pasaban. Cuando Felix sentía el poder irradiar ante el dolor en su pecho y las luces bajar, tomaba una profunda respiración, calmándose. Sin embargo, no pensaba parar, porque no pensaba volver a sentirse así de mal nunca.
Minho lo apartó tan solo un poquito, tomándole el rostro entre sus manos y alzándolo tan solo un poco. Le pasó el pulgar por los ojos, limpiando sus lágrimas, y ambos se vieron fijamente antes de que Felix bajara la mirada, aún con lágrimas cayendo por sus mejillas.
El silencio continuó por unos pocos segundos antes de que Felix tragara saliva con fuerza.
—Tuve mi primer trabajo personal hoy. —Tan solo dijo, con su voz quebrada. Minho lo comprendió en tan solo un segundo, y fue de inmediato que lo atrajo a su pecho. Se imaginaba quién podría ser.
Los trabajos personales eran los peores. El Diablo se lo había comentado a su esposo apenas este comenzó a ser la décima y última Muerte: Al principio Felix tenía trabajos pequeños, como recoger tan solo un alma, o dos. Luego, debía de hacerse a un lado. Tan solo las Parcas se encargaban de eso, Muerte era asignada para cuando sucedían catástrofes con mayor número de almas buscando ascender, debido a la mayor cantidad de poder.
Sin embargo, Felix podría sentir cuando alguien con una fuerte conexión a él esté a punto de morir.
Y eso fue justamente lo que sucedió.
HORAS ATRÁS.
En tan solo un parpadeo, se encontraba dentro de aquella habitación, en la cual no había estado durante un largo tiempo. El último recuerdo que tenía en esta era él luchando contra su padre, el cual quería desesperadamente quemarlo con un cigarro, supuestamente buscando enseñarle una lección. Ahora, todo estaba oscuro a excepción de la luz entrando por la ventana detrás de la cama, en la cual yacía Sarah, avejentada y con muy pocas fuerzas.
Los ojos de Muerte estaban abiertos de par en par, con lágrimas llenándolos mientras examinaba cada cosa de su progenitora: Las arrugas, el cabello blanco, sus delicadas y bonitas manos sobre su pecho, presionando levemente. Su ceño estaba algo fruncido, como si sintiese dolor, y sus ojos estaban cerrados. Dio un paso, pero retrocedió nuevamente. ¿Esa era...? ¿Esa era su mamá? De pronto, no supo si había sido la mejor de las ideas prohibir a las Parcas tomar aquel trabajo. Era su primer trabajo personal, y definitivamente no podía ser peor.
Él tomaba completamente normal la muerte de las personas, porque sabía que estarían bien, sabía que todo era bueno a donde iban, y ni siquiera recordarían el dolor que pasaron anteriormente, pero... enfrentar su pasado nuevamente y ver luego de años a una de las personas que más amaba... eso era algo que definitivamente se esperaba, pero no tan pronto.
Suspiró profunda y temblorosamente, comenzando a dar lentos pesos hacia un lado de la cama. El ceño de Sarah dejó de fruncirse, el dolor en el pecho yéndose ante la paz que traía la presencia de su hijo, el cual lentamente se sentó en un pequeño espacio de la cama, del lado de su madre. La observó, tragando todo sentimiento malo. Debía de reprimirlo, debía de hacerla sentir bien. Suspiró profundamente, y el ruido de su respiración provocó que los preciosos ojos verdes de la mujer se abrieran lentamente.
La mirada de ambos se encontró, un jadeo casi inaudible salió de entre los labios de la mujer a la vez que sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas, brillando. Una de sus manos se levantó, temblorosa, hasta llegar a la mejilla de Muerte, acunándola. Felix ladeó levemente su cabeza, cerrando sus ojos ante el toque y sin poder evitar que una lágrima fluyera por su mejilla.
—Oh, mi bebé... —Habló débilmente, sin poder evitar sollozar, regalándole una sonrisa. Los ojos de Felix se abrieron, sonriéndole dulcemente entre lágrimas, tocando la mano de su madre y depositando un besito en su palma—. ¿Estoy soñando?
Eso rompió el corazón de Muerte. Sollozó entre una risita, negando lentamente antes de limpiar sus mejillas con su mano libre, sorbiendo su naricita y observando con todo el amor del mundo a la mujer en la cama.
—N—No... soy yo. Soy real.
Sarah suspiró, negando, pero aun sonriendo mientras le apretaba la mano con suavidad.
—Sé que no. Si lo fueses, lucirías mayor.
—Han pasado muchas cosas, mami, pero... realmente soy yo. Realmente estoy aquí. —Asintió rápidamente, mordiendo su labio inferior mientras la mujer continuaba inspeccionando los detalles del rostro de su hijo.
El labio inferior de ésta tembló, y Felix no pudo evitar refugiar su rostro en el dorso de la mano de su progenitora, cerrando sus ojos y sollozando.
—Sé que nunca podrás perdonarme, pero lo siento mucho. —Tembló ante la tensión en su cuerpo.
—Oh, mi amor... —Tiró débilmente de su hijo, y éste se posicionó tan solo un poquito sobre su madre, con cuidado de no aplastarla, devolviéndole el abrazo que la mujer le daba.
Se mantuvieron así por unos segundos, llorando silenciosamente. Honestamente, ninguno de ellos podía creer que aquello estuviese pasando. Sarah comenzaba a creerlo, debido a que podía recordar aquella charla que tuvo por última vez con su hijo, en la cual le contaba todo lo que había sucedido, e incluía muchas cosas sobrenaturales. Ahora, sabía que aquello era verdad, pero no quería interrogar, tan solo quería disfrutar el poco tiempo que le quedaba.
Ambos se alejaron, y Felix limpió las lágrimas en las mejillas de la mujer, la cual no paraba de sonreír, respirando con dificultad.
—Escúchame... te he buscado por años. —Felix no evitó fruncir levemente su ceño ante las fuertes puntadas en su pecho—. No lo creía al principio, pero luego me di cuenta de que los años pasaron... y no te culpé. Cielo, yo jamás te culparía. Luego de todo lo que te hemos hecho pasar...
Muerte negó rápidamente.
—No, tú no me has hecho pasar nada. Lo único que tengo de ti son recuerdos buenos —susurró, muy seguro. Su madre había hecho su vida soportable, a pesar de todas las cosas. Sabía que ésta era muy manipulada por Des, y que le tenía miedo—. Mamá... ¿Y papá? ¿Katie?
—Tu hermana se ha mudado a Londres, tiene su propia familia. Tu padre... bueno, poco después de tu desaparición, se esfumó. No sé exactamente a dónde fue.
Felix sentía como, con cada palabra, el aire se le iba. ¿Su madre había permanecido sola todo ese tiempo? ¿No había parado de buscarlo? ¿Había sido tan egoísta de rehacer su vida suponiendo cosas que no eran mientras Sarah permanecía en su casa, completamente sola y preguntándose donde estaba su hijo? Efectivamente.
Notó la respiración de su madre atascarse por un segundo, antes de volverse un poco rápida, con su mano yendo a su pecho. Felix rápidamente la vio de arriba abajo. Notó el área del pecho rasgada, supo de inmediato gracias a sus poderes el que su madre tenía algo malo en su corazón.
Sorbió su nariz, dejando de llorar.
—¿Quieres que te cure? Puedo curarte.
Sarah negó lentamente.
—No... estoy cansada, amor. Solo quiero dormir.
—Mamá, no he venido aquí para hacerte dormir. —Le acarició el cabello, peinándolo hacia atrás—. ¿Hace cuánto tiempo estás así? ¿P—Por qué no has llamado a nadie?
—Eso no importa —susurró la mujer en un tono dulce, negando lentamente. Observó a su hijo fijamente por unos segundos—. Solo quiero descansar, ya he terminado.
El joven tragó saliva con fuerza.
—... ¿Eso es lo que quieres? —La mujer asintió lentamente, provocando que los ojos de Muerte se cerraran. Respiró profundamente, juntando fuerzas—. ¿E—Estás segura?
—Lo estoy. Finalmente te he encontrado, ya puedo descansar —dijo, observando a los ojos a su hijo cuando este los abrió—. Te amo, Felix. Te amo demasiado.
—Yo te amo más. —Su voz salió entrecortada y, tomando todo el valor del mundo para decir adiós, se inclinó sobre su madre, sosteniéndole la mano firmemente antes de dejar un lento y casto beso en su frente.
El cuerpo permaneció quieto, ya sin vida. Felix observó éste por unos segundos antes de voltearse. Una Parca estaba de pie junto al alma de su madre. Sarah lo observó fijamente, dándole la sonrisa más bonita que Muerte había visto en su vida antes de desaparecer.
La leve sonrisita en la boca de Felix se borró lentamente, con su ceño frunciéndose. De golpe, caía en la realidad: Había finalizado con el dolor de Sarah, dolor el cual fue más por su causa que por otra cosa. La había dejado sola, cuando ella jamás lo hizo y siempre intentó darle todo lo posible. Llevó su mirada rápidamente al cuerpo sin alma, y la tomó de los hombros.
—No, no. —La sacudió levemente—. Despierta. Despierta, despierta. ¿Mami? —Sus manos comenzaron a temblar, y se puso rápidamente de pie, dando unos pasos hacia atrás y aún con sus manos en la misma posición.
Su respiración se atacaba mientras las lágrimas caían. Si, se había ido, y todo estaba bien, pero no lo había estado por un largo tiempo. Solo no podía soportar cargar con ello. La ira llegó a su interior, y soltó un fuerte grito que rompió cristales y movió muebles.
Agitó su capa al girar sobre sus pies, viendo firmemente al frente, pero extendiendo su mano hacia un costado, sintiendo la guadaña llegar a ésta. Continuó caminando por la casa, con el semblante serio y pasos firmes y fuertes. Llegó a la escalera, bajándola con decisión. Ni siquiera permitió que los recuerdos de aquella pesadilla de noche llegaran a su mente, porque tenía trabajo que hacer.
Ya en la sala, se dirigió hacia el teléfono que estaba en una mesa, en el rincón del lugar. Afortunadamente había una libreta a un lado con números de teléfono, y no fue difícil encontrar el de su hermana. Tomó el tubo, llevándolo a un lado de su rostro y marcó el número que leía en la libreta. El sonido de espera se hizo presente antes de que una voz dulce y conocida surgiera:
—¿Hola?
—Señorita Lee, siento molestarla. —Tragó saliva, presionando el tubo del teléfono con fuerza—. Soy el vecino de su madre.
—... ¿Algo ocurrió? —La voz le tembló.
—Lo siento mucho, he encontrado... su cuerpo. El vecindario estaba preocupado, decidimos llamar a la policía. Fue reciente.
Una respiración agitada se oyó al otro lado, una voz irreconocible haciéndole preguntas a la adulta.
—N—No... ¿Quién es usted?
—Lo siento mucho. —Y colgó, ignorando las preguntas.
Un suspiro profundo salió de sus labios antes de hacer la llamada a una ambulancia. Permaneció en el sofá sentado, invisible para los demás cuando fueron a buscar a su madre, y finalmente se fue. No quería ver a su padre, ni enterarse si su padre aparecería mágicamente. No quería nada.
Solo quería ir a un lugar tranquilo, donde no tuviese que ver a nadie... y sabía dónde estaba eso.
AHORA.
—Tú y yo sabemos que ella está bien ahora. Todo el dolor se ha ido, todo...
—No es por eso. —Muerte negó, intentando soportar los sollozos mientras aferraba sus manos a la camiseta del Diablo—. Todo el dolor se borró para ella, pero la culpa que siento en mi interior... permanecerá por siempre. Ella ha estado tan sola, y me ha buscado por años... probablemente me creyó muerto. Tuvo que soportar ese dolor, ¿Te imaginas...? ¿Te imaginas algo así con nuestros hijos?
—No, no lo imagino. —La mandíbula del Diablo se tensó ante la imagen en su mente. Él jamás permitiría que algo así les pasara a sus hijos, ni a su esposo.
—C—Cuando nosotros hablamos sobre tener a Seungmin y Jeongin, concordamos en mantener la calma cuando llegara su hora. Haríamos ascender sus almas, y los iríamos a ver siempre, pero...
Minho tragó saliva, envolviendo mejor la cintura de su niño favorito. Ahora lo comprendía con totalidad.
—Pero no creíste que sería tan difícil como decirlo hasta ahora que te ha sucedido con tu madre. —Ante el temblor en el cuerpo de Felix comenzando, lo atrajo más cerca, con sus pechos chocando—. Felix, yo haría lo que sea por ti. Sabes eso, ¿Verdad?
—S—Sí.
Le alzó el mentón nuevamente para dejar un suave y lento beso en sus labios, buscando curarlo, demostrarle que no estaba solo. Si tan solo pudiese hacerlo con tan solo sus poderes, no lo dudaría. Se apartó, y sus narices se rozaron.
—Y si quieres que busque una forma de volver a nuestros niños inmortales, lo haré. Pero no voy a hacerlo si es arriesgado para ellos, ni tampoco si no lo deciden. Dejaremos que crezcan, y les preguntaremos. Yo tampoco los quiero lejos. —Le acarició la cintura antes de besarle pausadamente—. A veces lo olvido, que esto no siempre va a ser así. Se me olvida... nunca tuve algo así.
—¿Te gusta esto? Siempre estuve preocupado... de que no sea exactamente lo que esperabas.
—No lo esperaba, en eso tienes razón. Sin embargo... no me desagrada. Me gusta. Ha pasado tiempo... —Quiso dar a entender con aquello algo que Felix realmente deseaba escuchar, pero jamás presionaría.
Minho era afectuoso, pero no tanto verbalmente. No le salía expresar lo que sentía, y Felix comprendía completamente aquello. No hizo falta, tan solo lo observó por unos pequeños segundos antes de alzar más su rostro y dejar un pequeño beso en los labios del Diablo.
—Gracias por siempre apoyarme. Te amo...
—Te amo.
Cerró sus ojos cuando nuevamente sus labios fueron tomados por los del arcángel, el cual los acariciaba con lentitud y ganas, iniciando un beso profundo. Los brazos de éste envolvían bien a su esposo, apegándolo a él mientras ladeaban sus cabezas en direcciones contrarias. Felix se sentía completa y absolutamente mimado, y aunque su día no mejoraría, podría estar estable.
Se apartaron al oír la voz de su hijo mayor llamarlos con entusiasmo. La puerta se abrió mientras ambos entraban dando brincos, con Seungmin apuntando a su hermano menor, el cual alzaba al aire a su conejito de peluche y llevaba una sonrisita en sus labios.
—¡Encontramos a Dientitos! ¿Adivina dónde estaba, papá? ¡Estaba debajo del sofá! —exclamó Seungmin, jalando suavemente su cabello rubio ante la emoción.
—¡Wow! Son tan inteligentes. —Felix se inclinó y tomó a Jeongin en brazos, sin poder evitar soltar una risita al ver a su bebé tan feliz. Le besó ruidosamente la mejilla—. Te amo, Jeongin. A Dientitos también lo amamos.
—¿Y a mí? —El pequeño de ojos oscuros preguntó aquello con algo de temor, el cual de inmediato se esfumó al ser tomado en brazos por su otro padre.
—Por supuesto. Entonces... ¿Cuál era mi sorpresa?
—¡Oh, cierto! ¡Tu soprersa! —Agitó sus piernitas, buscando que Minho lo bajara y, cuando finalmente lo hizo, corrió nuevamente hacia la sala—. ¡Ven, papá Min!
—¿Qué dices? ¿Me ayudan tú y Dientitos a preparar la merienda? —Jeongin asintió lentamente, aun aferrando en su pecho a su peluche. Felix lo sentó en la encimera y comenzó a preparar todo.
Minho se dirigió hacia la sala, donde su hijo buscaba entre sus dibujos uno en especial. El pequeño observó la hoja por unos segundos antes de pegarla contra su pecho y girarse hacia su padre, acercándose. Se la tendió y el Diablo no dudó en tomarla, girándola para verla y mantenerse así por unos segundos.
—¿Qué es? —Preguntó, confuso.
Seungmin entreabrió sus labios, luciendo un poco indignado antes de suspirar.
—¡Papá! —exclamó, algo irritado. ¡Todos le habían hecho la misma pregunta! —. ¡Eres tú dibujado! ¡Eres igual al tío! Él preguntó lo mismo.
—Oooh. —Se mantuvo viendo el dibujo. Era una especie de mancha negra, con puntos rojos entre medio y garabatos—. Luzco bien.
—Papá, no me mientas. —Un puchero se hizo presente en su labio inferior a la vez que el Diablo lo observaba y fruncía su ceño. Aún no sabía cómo lidiar con el llanto de sus bebés, lo ponía nervioso—. No te gustó.
—Seungmin, sí me gusta. —Se acercó al niño y lo tomó en brazos, sintiendo como ocultaba el rostro en su hombro derecho—. No lo entendía, pero ahora sí porque me lo explicaste. Eres un artista tétrico. —Se dirigió cargando al niño hacia el refrigerador y tomó un imán que quedaba libre, colgando el nuevo dibujo en la puerta del congelador—. Ahora sí.
Seungmin apartó el rostro del hombro de su papá, viendo al refrigerador antes de regresar la vista al Diablo. Tenía los ojos cristalizados, y el leve puchero continuaba presente en su labio inferior.
—¿Realmente te gusta, papá?
Minho le peinó el cabello hacia atrás, haciendo un intento de bajarlo un poco.
—Por supuesto. A mí me agrada tu arte, mocoso. Es muy poco común y cobra sentido cuando lo explicas. Voy a conseguirte más cosas hoy, para que puedas pintar con elementos diferentes.
—¿Emelentos?
—Elementos. Te los enseñaré apenas los tenga. —Dirigió su atención a Felix saliendo de la cocina, sosteniendo una bandeja mediana la cual llevaba dos pequeñas tazas con chocolate caliente y galletitas de vainilla, rellenas—. Ahora deja de pensar tonterías y ve a merendar. —Puso su rostro, y Seungmin le besó la mejilla antes de bajar de los brazos de su padre y correr hacia el sofá, mucho más feliz.
Muerte posicionaba la bandeja en la mesa ratona que se encontraba frente al sofá, y ambos niños veían Tom y Jerry. Minho se acercó a Felix al notar su mirada perdida en algún lugar de la habitación, sumergido en sus pensamientos, y lo abrazó por detrás, brindándole apoyo indirectamente mientras veían a sus niños.
El día había pasado, los menores habían cenado y se habían ido a la cama. Felix y Minho hicieron lo mismo luego de apagar las luces. Ambos en la cama, con poca ropa y acurrucados. Muerte había hablado con Jisung antes de dormir, y todo estaba absolutamente bien entre ellos. Aquello era lo que siempre había necesitado: paz, tranquilidad y compañía.
El rey del inframundo había cumplido su promesa con el rey de la muerte:
Minho lo hacía sentir pleno, y amado. El Diablo había cumplido con su parte del trato, y la mejor parte... la mejor parte era que, pese a algunos inconvenientes, ambos sabían que sería de aquella forma por una larga eternidad.
y llegamos al final de la historia 😭
realmente me quede con ganas de mas, recuerdo que anteriormente habian mas extras de minho, felix y sus niños pero supongo que con el tiempo la autora original no decidio ponerlo, es bastante triste 😞
igual muchas gracias a los que llegaron hasta aqui ❤
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro