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XXVI: El rey de los cielos

En Surrey los días continuaban igual de tranquilos que siempre. El clima era una porquería, debido a la humedad y la lluvia demoraba bastante en caer del cielo, pero, a pesar de aquello, la gente continuaba de buen humor.

El joven de cabello rubio platinado finalizó de sacar dinero de la caja, tendiéndoselo a la anciana frente a él, por encima del mostrador, la cual lo tomó con cuidado.

—Tome, Dorothy. Espero que tenga un muy buen día.

La señora sonrió a la par que colgó la bolsa de compras en su muñeca.

—Muchas gracias, cariño. Espero que tú también tengas un hermoso día —respondió, dando media vuelta para dirigirse hacia la salida, y cruzándose con un trabajador del sitio, quien sostenía una enorme caja en sus brazos—. Él es un caballero —le comentó al joven, refiriéndose al cajero antes de salir por la puerta, haciendo sonar una pequeña campanilla que colgaba de esta.

El joven observó a su amigo en el mostrador, alzando y bajando sus cejas.

—Ella en verdad te ama —dijo de manera coqueta, sonriendo un poco mientras caminó hacia un rincón del cuarto, dejando la caja en el suelo a la par que respiró profundo.

—Oh, cállate, Changbin —Masculló Hyunjin—. Podría ser tu abuela.

—Pero no lo es —Changbin, una vez más se enderezó, estirándose un poco antes de girar sobre sus talones, exhausto, pero continuando con su trabajo.

El tocadiscos con The Beatles sonando provocó que Hyunjin quisiese bailar, pero sería demasiado vergonzoso si su amigo u alguien ingresaba donde se encontraba, así que solo se limitó a tomar el pequeño, algo sucio trapo, rociándolo con agua, y sin evitar comenzar a tararear la canción en medio de la limpieza.

—¡Well, shake it up baby now! —cantó Changbin desde el pequeño cuarto repleto de cajas, exagerando con su tono de voz, sonriendo un poco al oír la risa de su amigo—. ¡Twist and shooouut!

Twist and shout —coreó Hyunjin.

Come on, come on, come, come on baby now!

Come on...

Sus cantos fueron interrumpidos debido al fuerte estallido de los vidrios de la tienda. El joven del mostrador se cubrió rápido, con su ropa y cabello lleno de pequeños cristales, sintiendo, entre el pánico, un leve ardor en uno de sus pómulos. Oyó la puerta de la tienda abrirse de manera brusca, por lo cual abrió sus ojos con lentitud, asomándose, e intentando creer que se trataría de su amigo, o un típico asalto. Peor.

Hyunjin tuvo la desgracia de recordar su rostro, cuando fue controlado por el mismísimo Dios. Allí estaba, con su vestimenta negra, ojos color sangre, mirada fría, pero un poco desesperada.

Un arcángel, el arcángel. El Diablo.

No lucía para nada como la primera vez que lo tuvo frente a sí, incluso si continuaba luciendo calmado, su mirada desquiciada, y sus ojos abiertos de par en par lo volvían más temible. El rey del inframundo observó a su alrededor con lentitud, pero, de forma abrupta, volteó su cabeza en dirección al joven del mostrador, quien lucía sorprendido, asustado, e intentaba retroceder en su sitio.

—Oh, Dios.

Aquello pareció enfadar más al Diablo el cual, con un simple movimiento de mano, arrojó al rubio contra la pared. Se oyeron pasos, gemidos adoloridos, y Changbin, quien estaba algo lastimado, salió del pequeño cuarto, intentando analizar la situación entre la confusión.

—¿Hyunjin?

—¿Dónde está? —El Diablo habló con autoridad, sin apartar su mirada de Hyunjin, ejerciendo más fuerza en el agarre contra la pared, y volviéndolo más doloroso.

—N-no lo... no lo sé.

—...No tengo mucho tiempo, ni tampoco paciencia.

—¿Qué le haces? —El pelinegro alzó su voz al hombre frente a él, quien le daba la espalda. Tenía miedo, jamás presenció algo así en su vida, pero Hyunjin era su mejor amigo, y estaba rozando la muerte. No permitiría que nada malo le sucediese—. ¡Suéltalo!

—N-No sé dónde-, ¡Ahhh! —Sintió su brazo saliéndose de su lugar, por lo cual no evitó gritar ante el dolor, comenzando a sollozar de forma ruidosa.

—¡¿Qué haces?! —Changbin se aproximó hacia el sujeto desconocido, preparado para pelear —. He dicho que l...

Minho fue más rápido. Tan solo movió su otra mano, y el cuello de Changbin se partió. Su cuerpo sin vida no tardó en caer al suelo, y le irritó aún más oír los gritos del recipiente de Dios.

—¡Changbin! —Sollozó Hyunjin.

—Dime dónde está —No podía tener piedad, lo único que rondaba por su mente era su esposo, y la bella, única mirada que siempre le obsequió.

Un grito desgarrador salió de la boca del mundano, e invadido por la ira, observó al Diablo

—¡Que te jodan, maldito! ¡No te diré ni mierda, acabas de quitarme a mi mejor amigo!

Minho pareció congelarse por unos largos segundos, con los fuertes sollozos del rubio retumbando en su cabeza, carcomiéndolo, y haciéndolo entender. ¿Esto era? ¿Esto era en lo que se convirtió? ¿Un rey del inframundo con compasión?

Por supuesto que no. Era solo...

...Felix jamás lo perdonaría por ello.

Bajó su mano mientras observaba al rubio caer con brusquedad, gimiendo de dolor, e intentando inhalar de manera apropiada entre su llanto. ¿Cómo fue que ocurrió? Hace tan solo unos segundos estaba alegre, cantando su canción favorita, coreando a la persona que amaba, a la que estuvo a su lado desde jardín de infantes. ¿Era su culpa? Lo era. Estaba involucrado.

Minho se giró hacia el cuerpo sin vida, decidido. Lo reviviría. Deseó poder revivir al mejor amigo de su esposo, pero los días pasaron, Jisung estaba descuartizado, y su alma ascendió al reino de los cielos, por lo tanto, no era su sitio. Se inclinó, parpadeando lento, y acercó su mano a la cabeza del ser inferior, en específico, a su cuello, apartándose cuando sintió vida en él.

Lo sintió de inmediato, y como si fuese alérgico, Minho se puso de pie de inmediato, dando dos pasos hacia atrás. Observó con desprecio el otro rostro que se ocultaba en el del joven, quien se levantó con calma, e inexpresivo. y observando con desprecio al joven, el cual se ponía de pie con calma.

—Me buscabas —Musitó.

Minho respiró profundo, intentando demostrar calma. Era la primera vez en mucho tiempo que no disfrutaba una situación, ni tampoco lograba aparentar.

—La quiero de vuelta, o te juro que voy a matar a cada maldita cosa viva en este mundo. Tus historias apocalípticas se volverán realidad, es mi promesa.

El ceño del joven se frunció.

—¿Qué es lo que quieres de vuelta?

—Estoy perdiendo el tiempo, por lo tanto, comenzaré a contar los segundos. —No le explicaría, porque lo sabía.

Hyunjin caminó hacia su mejor amigo con sus piernas temblorosas, sosteniendo su brazo quebrado con su mano contraria, y aun llorando.

—¿Changbin?

El mencionado, quien en realidad no estaba allí, observó a su antiguo recipiente por unos segundos antes de regresar su mirada al Diablo.

—Si te refieres al alma de Lee Felix, no la tengo —dijo.

Minho alzó su mentón, observando fijo a Dios disfrazado de aquel ser inferior, menos enfadado con este, pero más, y más confundido.

—Imposible...

—Minho, ¿Por qué creíste que yo la tendría? Él te vendió su alma —intentó explicar lo más lógico, llevando su mirada al rubio, y avanzando hacia éste.

Minho lo siguió con la mirada, sintiéndose más perdido. Nunca creyó demostrarse ante los demás tan vulnerable, pero lo estaba, y no planeaba aparentar.

—Así es —murmuró, viendo un punto fijo, en el suelo—. Pero cuando fui al infierno a buscarla no la encontré, y uno de mis demonios me informó que su alma estaba en su cuerpo. Alguien me...

Alguien se lo arrebató.

El rey de los cielos se dedicó a tomar el brazo de Hyunjin, curándolo, sin siquiera provocarle dolor. El joven parpadeó entre lágrimas, a la par en que el más bajo llevó sus manos al rostro de ajeno.

—Mi protección continúa en ti, a pesar del daño que puedan causarte. Sigo en deuda contigo, por lo cual no debes de preocuparte por tu amigo. Él estará bien cuidado.

—No —El aire escapó de los pulmones de Hyunjin con brusquedad, llevando sus manos a los brazos de Changbin—. No. Debes traerlo de vuelta. Éramos felices. Él es mi mejor amigo, y-yo...no soy nada sin él. Por favor... te lo imploro.

Minho tragó saliva con fuerza. Maldición.

—Como desees —respondió el recipiente, alejando sus manos de las mejillas del rubio cuando finalizó de curarlo. Una vez más, giró en su sitio para localizar al arcángel—. ¿Qué te ha dicho el demonio?

—Nada, porque encontré sus cenizas —respondió.

—¿Y qué es lo que crees que sucedió?

—Baphomet era un imbécil, pero uno muy leal. Se pasó la mitad de mi eternidad sirviendo mis necesidades, y le aterroricé hasta el final, por lo cual no desconfío de mi carisma —Sonó algo engreído. Lo era.

Su creador asintió.

—Comprendo, pero no está en el cielo. Te lo hubiese hecho saber de inmediato, aunque, honestamente, no creí que te importara tanto.

—Yo tampoco creí que te importase tanto tus esclavos.

—Me importan, sí —confirmó de manera neutra, observando fijo al arcángel—. Creo siempre haberlo demostrado.

—Solo demuestras que te importan cuando no están perdidos, pero en cuanto creen que tienen salida conmigo, los abandonas —dijo, llevando sus manos a los bolsillos delanteros de su pantalón.

—No te culpo por creer en ello, pero tal vez si tú no hubieses sido como eres, ellos no tendrían motivos para caer en tus manos, por lo cual yo no los abandonaría.

—Lo hubieses pensado antes de enviarme a un lugar lleno de oscuridad solo por tener una opinión respecto a los humanos diferente a la tuya. Sin embargo, luego llegas, dictas el «libre albedrío» y te montas un marketing de puta madre para que todos crean que yo soy el mal, y tú eres el bien. Dime motivos para no ser como soy, y con gusto regresaré a tu casita celestial, Dios de los hipócritas. —Al finalizar, logró aparentar neutralidad, y tan sólo alzó un dedo índice, sin poder evitar alzar sus cejas al notar el terror en los ojos del viejo recipiente, quien estaba al tanto de aquellos pequeños, pero catastróficos movimientos.

Help de The Beatles comenzó a sonar en el tocadiscos, a todo volumen, antes de que el Diablo le sonriese de manera sarcástica a su creador.

—Sigo contando los segundos... se me hace eterno, y me agota —murmuró, antes de girar sobre sus talones y caminar fuera de la tienda, desapareciendo en un parpadeo. Todo permaneció tranquilo, antes de que el cuerpo del más bajo cayese, una vez más, al suelo.

—¡¿Changbin?! Dios. Por favor —Se arrodilló a un lado del cuerpo de su mejor amigo, y lo tomó de la camisa, a punto de sacudirlo con brusquedad, pero no fue necesario. El pelinegro tomó una profunda respiración, agitado al principio y, poco a poco, regularizando su respiración—. Oh, Changbin...

—L-los vidrios... —Fue lo primero que Changbin logró decir, observando a su alrededor, antes de alzar su mirada, encontrándose con la contraria—. Hay que limpiar, nos matarán... y luego me explicas.


Nunca había conducido tanto en su vida, y para ser una de las primeras veces, le estaba yendo bastante bien.

El joven había estado conduciendo por horas, y horas. Podría seguir, pero no era ningún torpe. Sabía que se debilitaría si no comía o dormía adecuadamente, aunque no sentía hambre, ni sueño.

Detuvo el auto luego de adentrarse a un camino de tierra, saliendo de la carretera, por un bosque. Condujo por unos minutos hasta finalmente estacionarse en la mitad y apagar el coche, suspirando mientras refregaba su rostro y se estiraba un poco en el asiento. Trabó las puertas desde dentro y, con cuidado, se pasó al asiento trasero. La mantita que había tomado de su habitación estaba allí, y aunque no tenía frío, luego de quitarse los zapatos y el abrigo, se cubrió con ésta, quedándose sentado y con su cabeza apoyada contra la ventana de la puerta izquierda de los asientos de atrás.

Sintió su presencia apenas apareció, pero tan solo mantuvo sus ojos cerrados, nuevamente suspirando.

—Hola, Min —saludó. Tan solo había silencio—. ¿Encontraste mi alma?

—No, y no sé cuándo lo haga, pero lo haré. Volverás a ser lo que eras.

Los ojos del pecoso se abrieron antes de girarse para ver al arcángel, el cual lo observaba fijo. Éste continuaba con sus ojos bordó y, honestamente, habían estado así desde que Felix no tenía alma.

—Minho, ¿Qué si no quiero mi alma de vuelta?

—No puedo no devolvértela, es peligroso. —Cuando el ceño del pecoso se frunció levemente, el Diablo nuevamente volvió a hablar—. No siempre serás así de tranquilo. El no tener alma puede traer aún más oscuridad de la que ya llevas. Además... solo no puedo permitirlo. No es justo tener un final así. No para ti.

—Ese es el punto. —Felix estaba calmado, neutro mientras se giró por completo para ver a su esposo, el cual lo observaba como si fuese una obra de arte. Lo era—. Yo no... no sé si esto está bien, probablemente no sea así. —Negó con lentitud, viendo fijo los ojos del rey del inframundo—. Pero he estado mejor de lo que alguna vez he estado. Me siento más fuerte, porque nada me asusta más, nada me duele. Soy independiente, sin desequilibrio emocional. No me importan mis padres, ni mi hermana, ni mis amigos... ni tú. —A Minho le quemó en el pecho oír aquello último, pero sabía que no es culpa de Felix. Claramente no iba a sentir nada, sabía lo que era no tener alma, bueno... no exactamente. En su caso, había estado apagada, pero sabía lo que era no sentir.

» A lo que voy es que... ¿Qué crees que suceda cuando tenga mi alma de vuelta? Porque no puedo sentirlo, pero si puedo describir cómo dolía. La muerte de Jisung acabó conmigo. Recuerdo haber pensado «Quiero morir esta noche, realmente quiero morirme», y recuerdo haber creído merecer todo. Recuerdo llorar, y no poder dejar de hacerlo, porque no dejaba de doler. Así que yo realmente intento respetar tu decisión y, a pesar de que me importe una mierda, comprender que no puedo decidir esto, pero, ¿Qué si ya lo había anhelado y nunca te lo dije?

Minho se había quedado sin palabras. Le sorprendía lo inteligente que podía ser Felix. Éste, a pesar de no sentir nada, intentaba esforzarse en hacerlo, pero, lamentablemente, tenía sus motivos para quedarse de aquella forma.

Sin embargo, el Diablo también tenía sus razones.

—¿Recuerdas cuando estuviste a punto de morir porque aquel hijo de puta no me dejaba curarte? —Felix tan solo asintió luego de unos segundos—. Te pedí que me dejaras ayudarte, porque no podía dejarte morir. Sé que dijiste que sí porque me amas, pero también sé que me aceptaste porque tuviste esperanzas de que te salvara. Quieres ser salvado, y quieres vivir y sanar. Quieres amar y sentirte amado, porque por eso me conociste. Querías amor.

—No es solo eso. Hay más razones por las que no deberíamos: ¿Tu presencia? Sin alma, no me afecta que te pases las horas pegado a mi lado. No me deterioro.

—Tenemos mucho tiempo para continuar juntos, y siempre que me vaya porque mi presencia te lastima, volveré. Siempre volveré por ti, Felix.

El pecoso negó lentamente, bajando la mirada y frunciendo apenitas el ceño cuando un fuerte dolor comenzó a hacerse presente en un lugar cercano a su muñeca, expandiéndose por todo su brazo. Minho notó aquello y llevó su mirada a aquella marca indescifrable en el antebrazo de su esposo. Le tomó con cuidado la mano para observar más de cerca.

—¿Sigue doliéndote?

—Sí, pero es más soportable ahora que estoy de esta manera —respondió, cortando un poco su respiración ante el fuego que sentía en su piel, finalmente yéndose de manera repentina, haciéndolo exhalar.

Minho observó fijamente el rostro de su esposo el cual, segundos después, alzó también la mirada. Ambos se vieron fijamente antes de que Felix sonría falsamente de lado. Al menos lo intentaba.

—Aquí otra razón para no tener mi alma de vuelta: Lloraba hasta cuando alguien respiraba.

Minho no pudo evitar sonreír de la misma manera que el pecoso, tirando de su mano para acercarlo más. El joven quedó de rodillas en los asientos, y Minho le rodeó la cintura con sus brazos muy lentamente.

—Yo creía que era adorable. Aunque detestaba verte triste, era un gran motivo para tenerte en mis brazos. Eras un bebé.

Felix rodeó el cuello del arcángel con sus brazos, y Minho tiró un poco más para finalmente tenerlo sobre su regazo, con las dos piernas del pecoso del mismo lado, estiradas en el asiento.

—Ahora también lo soy, solo que un bebé al que le da igual todo. Uno más fuerte... —Ladeó la cabeza cuando Minho acercó su boca a la del joven.

—Siempre has sido fuerte.

Sus labios finalmente se unieron, moviéndose lenta y profundamente sobre los del otro. Minho acercó más a su cuerpo al pecoso. Maldición, lo había extrañado tanto. Quería comerle la boca cada maldito segundo.

Felix llevó una de sus manos al cabello de su esposo, acariciando lentamente, intentando sentir la textura de éste, intentando recordar cómo se sentían las cosquillas en su abdomen.

...nada.

Se apartó tan solo un poco, observando al Diablo fijamente.

—No siento nada.

—Lo sé. —Minho asintió mientras metía sus manos por debajo de la camisa del más bajo, acariciándole la cintura. —Yo me encargaré, yo te volveré a traer, porque mereces un final feliz, Felix.

El pecoso asintió lentamente, alzando las cejas y viendo a un punto fijo.

—Espero que tengas razón, Minho.

—La tengo. —Inconscientemente lo acurrucó más cerca y posicionó su boca pegada a la frente del menor.

Éste último no dudó en cerrar sus ojos, listo para conciliar el sueño el cual, con el paso de los días, era aún más difícil que suceda.

Suspiró.

—...Solo apresúrate, antes que cambie de opinión.

Antes de que la oscuridad absorba lo que queda de mí...

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