Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XXIX: La nueva y última

¿Cuánto tiempo transcurrió?

No estaba muy seguro, tal vez no lo que él creía. Aún continuaba en aquel lugar, abrazando el cuerpo de su niño favorito, acariciándole su preciosos cabello, admirándolo.

"Jamás te he amado." Aquellas fueron sus últimas palabras.

Minho intentó no dejarse influir por ello, porque recordaba sentir lo que Felix sentía por él antes de no tener alma, pero, de todas formas, sabía que no podría deshacerse de ese recuerdo ni en millones de años.

Lo peor de todo era que ni siquiera podía morir. No había nada que lo eliminase de la faz de la tierra, estaba condenado a ello.

Estaba condenado a vivir sabiendo que asesinó al amor de su eternidad.

Le acarició con el dedo pulgar los labios, los cuales estaban pálidos, del mismo color que su bello, e inigualable rostro. Jamás volvería a probar esos labios, ni oír su dulce voz. Jamás vería sus lindos hoyuelos marcarse por sus tímidas sonrisas, ni tampoco aquellas dos palabras que provocó una extraña, pero agradable confusión en su mente.

Era tan injusto. Él lo intentó...

...En verdad intentó ser, al menos, un poco bueno.

Una fuerte, fría brisa interrumpió sus pensamientos, seguido de un chillido que resonó en aquel oscuro sitio, por lo cual Minho se vio obligado a soltar a el cuerpo de Felix cuando fue lanzado contra un rincón. El cuerpo inerte del pecoso cayó al suelo ante la brusquedad con la cual el arcángel intentó acomodar su cuerpo sobre la camilla, y aquello lo hizo explotar aún más.

Gruñó con furia antes de levantarse del suelo, observando a la figura alta, con túnica negra —y, esta vez, guadaña de punta filosa en una de sus manos— encaminarse hacia el cuerpo de su esposo.

Minho formó un puño con su mano al frente, manteniendo a Muerte en su lugar. Sus ojos, una vez más, se tiñeron de color negro, antes de mover su mano con fuerza, y lanzar con brutalidad a la figura sobrenatural frente a sí de esquina a esquina, intentando, de alguna forma, lastimarla, aún si no era capaz de siquiera sentir un dolor similar al suyo.

—No lo toques, maldita sea. —Gruñó el Diablo, finalizando por atraer a Muerte hasta tenerla frente a él—. Te haré pedazos, hasta que agonices, pero jamás encuentres la paz...

La guadaña voló por la habitación, cayendo en el medio de ésta a la par que Minho tomó el cuello de la escoria frente a él, apretando con fuerza, y sintiendo la satisfacción de unos huesos rotos contra su palma. Sonrió de lado, complacido, desquiciado... roto, cambiando su gesto en cuanto gritó, invadido por la furia, y arrojó a Muerte a tan sólo unos metros. Ya nada le haría sentir satisfacción, lo único que sentía era un profundo hueco en el pecho. Siquiera destruyendo el universo le serviría de consuelo.

Aún menos sabiendo que la verdadera razón era él.

—Era todo su plan, ¿verdad? —Dijo, sonriendo con amargura mientras notó a la figura de negro levantarse del suelo—. Él quería esto, Dios quería a Felix, y tú se lo diste. Te llevaste su alma para que yo la regrese a su cuerpo, y fallase. Ahora está muerto, y no forma manera de regresarlo. Bravo —Muerte, la cual ya estaba de pie, parecía ignorar al Diablo, caminando, una vez más, y con lentitud hacia caminaba nuevamente hacia el pecoso. —Esa es una gran lección: Usar a las personas para experimentar. Tenía razón —Asintió con lentitud, derrotado.

Todo fue un juego del de arriba.

O eso creía.

Alzó la mirada cuando notó la mano de Muerte ir en dirección al pecho del pecoso, y fue justo cuando estuvo a punto de apartarla, sintiendo la ira, poco a poco, carcomiéndolo, que la figura frente a sí gritó, sonando similar a una banshee, antes de ser arrojada, siquiera obteniendo el tiempo de caer al suelo, debido a que, de forma inesperada, se convirtió en cenizas, y se esfumó en el mismísimo aire.

El ceño de Minho se frunció, confundido a más no poder. Ese no fue él. Observó hacia la puerta de aquel sitio, en busca de algo que se adentrase al cuarto, pero nada surgió de esta.

De pronto, el cuerpo de Felix se sacudió, tomando una profunda bocanada de aire mientras abrió sus ojos de par en par, sin tardar en comenzar a toser con sequedad.

Los ojos de Minho se abrieron más de lo usual, y todo su cuerpo tembló como nunca antes—. ¡¿Felix?! —Caminó a zancadas hacia el joven, tirándose al suelo, de rodillas, e intentando, con sus torpes manos repletas de anillos de oro, ayudarlo a sentarse. Felix parpadeó con rapidez, respirando de manera entrecortada, con su cuerpo débil, agotado, antes de alzar su mirada a la del Diablo, Minho le devolvió la mirada, y su corazón dio un vuelco al notar aquel brillo que tanto extrañó.

—... ¿Min? —Le tembló la voz. Se sentía pésimo, como si estuviese descompuesto.

El Diablo no podía creerlo, estaba entre emocionado, ansioso, confundido, y asustado. ¿Qué mierda sucedió?

—Felix... —Lo tomó del rostro, acariciándolo con adoración. Aún estaba frío, y pálido, cosa que le preocupó lo suficiente para creer que podría desvanecerse. Lo admiró, y observó cada detalle: Su manera de parpadear, su respiración, el tono de su voz, y la manera en la que lo observó—... ¿Eres...? ¿En verdad eres tú?

El ceño del pecoso se frunció ante aquella pregunta, confundido, aun así, asintiendo con lentitud. Minho no dudo: de inmediato le rodeó con un brazo el torso, apoyando su mano libre sobre la coronilla de la cabeza de su niño favorito, atrayéndolo a su cuerpo, y posicionando su rostro en el cuello de su esposo. Respiró profundo su aroma, e intentó no explotar de felicidad. Estaba vivo, sentía su pulso.

Felix respondió al abrazo de inmediato, rodeando con cansancio el cuello del Diablo, respirando profundo, e intentando mantenerse tranquilo Cerró sus ojos con algo de fuerza, sin saber que Minho hizo lo mismo. Ambos estaban sintiéndose, disfrutando de aquel instante, como si se tratase del último.

—Min... —Minho se apartó tan solo un poco, manteniendo su rostro muy cerca del mundano, y le acarició la espalda con cuidado. Temía hacer algún movimiento brusco que lo hiciese desaparecer—... ¿Qué ocurrió? —Observó a su alrededor antes de, una vez más, regresar su mirada a su esposo–. ¿Dónde estamos?

—¿No recuerdas nada? —Felix negó, sorprendiendo al rey del inframundo. ¿Recordaría no haber estado sin alma y las cosas que hizo? —. Estamos en el infierno. ¿Qué es lo último que recuerdas?

—Mi cumpleaños —respondió, dudoso. Tenía algunas cosas en la cabeza, además de migraña, una la cual se intensificaba con el paso de los segundos y trataba de disimular—. Yo... recuerdo cuando me poseíste, no puedo... es decir, no... no recuerdo...

—No importa, está bien. —Lo tomó del rostro con cuidado, tranquilizándolo—. Recordarás, eventualmente —dijo, acariciándole una de las mejillas.

Felix le observó con cariño por la manera en la que el Diablo se estaba comportando, aunque le preocupaba lo asustado que se veía. Ladeó su cabeza en busca de los mimos en su mejilla, pero se vio obligado a cerrar sus ojos, frunciendo el ceño por el dolor.

—¿Qué pasa? ¿Qué sucede? ¿Sientes algo? —Felix asintió lentamente, y un fuerte dolor en su brazo lo obligó a quejarse en voz alta, adolorido, bajando el rostro, pero con sus ojos cerrados. Se le partía la cabeza—. Felix.

El menor gimió más fuerte, quejándose a la vez que se le aflojaba el cuerpo. Minho lo sostuvo contra él de inmediato, sosteniéndolo mientras el cuarto comenzaba a temblar levemente. Su mirada se dirigió hacia la piel del cuello del joven, y abrió sus ojos de más cuando las venas se hacían visibles, volviéndose negras.

—¡Min! —gritó, retorciéndose. Minho lo sostuvo mejor y llevó su mano a la mejilla del pecoso para aliviar el dolor, pero aquello no sucedía—. M-Me duele... ¡Mi brazo!

La mirada del Diablo fue de inmediato hacia el brazo del joven, y mientras lo sostenía por la espalda, con su mano libre lo tomó del brazo y le corrió la manga, observando la marca. Esta parecía estar ardiendo mientras comenzaba a formarse algo parecido a una guadaña de color rojo vivo.

Minho iba a tomarse un momento para aliviarse cuando la marca dejó de formarse y el brazo del menor se aflojó, pero cuando subió la mirada hacia el rostro de su esposo, notó sangre caer desde el lagrimal de su ojo izquierdo, el cual estaba cerrado.

—Felix. —Lo sostuvo mejor. El joven ya no estaba teniendo dolor, pero estaba agitado y sollozaba silenciosamente, abrumado—. Niño, abre los ojos, por favor. —Pidió. Necesitaba comprobarlo, necesitaba...

Los ojos de Felix se abrieron lentamente, como si le hiciese daño, y el arcángel se quedó en total silencio cuando notó uno de éstos tener un cuarto de color negro mezclado entre el precioso marrón.

No podía ser.

El puchero del pecoso temblaba, al igual que todo su cuerpo. Ya no podía intentar mantener la calma luego de aquello, había sido lo suficientemente abrumador como para siquiera intentarlo.

—¿Q-Qué está pasándome? —El Diablo se vio obligado a reaccionar al ver a su esposo asustado, y lo abrazó de inmediato, acunándolo contra su pecho y tomándolo con su mano libre de la muñeca para verle la marca mejor. Felix parpadeó y observó la marca, con su ceño frunciéndose lentamente—. ¿Qué es eso?

Minho tragó saliva, sin atreverse a tocar aquella marca, la cual parecía recién horneada y preparada para mandar a volar a cualquiera que quisiera tocarla. Subió la mirada nuevamente a los ojos del menor, admirando aquel pequeño detalle en éste.

—Felix... —Notó el color volver a los labios del joven, las venas negras desaparecer. Todo parecía comenzar a acomodarse, a la par que sus pensamientos. Giró su rostro y observó a lo lejos la guadaña, la cual seguía en su lugar, e incluso derrochaba una vibra mucho más poderosa que anteriormente. Esa fue la última pieza que faltaba en el enorme rompecabezas—. Eres la nueva, y última Muerte.

Luego de aquel horrible episodio, y de que Minho hubiese dicho en voz alta que Felix era la última Muerte, éste último pareció quedarse completamente aterrado por ello. No, no podía ser posible. No quería eso.

Minho se había encargado de tomar en brazos a su esposo y salir de aquel cuarto, pero fue detenido por el menor, el cual le pidió regresar por la guadaña. Cuando la tomó, pudo ver la satisfacción en el rostro del menor, y el miedo. Tan solo lo acurrucó más contra su pecho, y lo sacó de aquel lugar para llevarlo por las escaleras, hacia su despacho.

Al llegar a éste, todo parecía más tranquilo y menos terrorífico. Era un lugar con mucho silencio, que era justamente lo que Felix necesitaba luego de haber pasado por tanto dolor y gritos. Fue dejado en un sofá que había en la esquina, de frente a la chimenea y cientos de libros en cada inmenso estante. El Diablo se sentó rápidamente a su lado cuando Felix no dejaba de sostenerlo de su mano. Lo estaba volviendo loco, lo había extrañado tanto.

Se mantuvieron unos segundos en silencio, donde Felix observaba la marca de su brazo, y el Diablo veía fijamente el rostro del joven.

—¿Te duele? —Felix negó ante la pregunta de su esposo, tragando saliva con fuerza—. Felix, mírame. —El nombrado obedeció de inmediato, observando al arcángel fijamente—. No voy a irme de tu lado jamás. No volverá a pasar... a menos que eso sea lo que desees.

—No quiero que te vayas —respondió rápidamente a las palabras de Minho, negando—. Es solo... no entiendo. No entiendo nada, me siento muy abrumado.

—Yo te lo explicaré. —El Diablo acomodó el cabello despeinado de su niño favorito antes de comenzar—. Felix, cuando fuiste poseído por mí en tu cumpleaños, hice tiempo para que pudieses curarte por dentro, tu familia supo muchas cosas respecto a nosotros, por mi culpa. Cuando noté que ya estabas curado, me metí en tu mente para hablar contigo, ¿Recuerdas eso?

—Si. Eso lo recuerdo. —Confirmó el pecoso, asintiendo lentamente antes de bajar la manga de su camiseta para ya no ver la marca en su brazo y prestar suma atención a su esposo—. Recuerdo que me dijiste que esperara por ti, y creí que iba a regresar, y desperté aquí.

—Han pasado varias semanas de ello. Casi un mes. —El joven alzó ambas cejas, sorprendido—. Tu familia no sabe absolutamente nada de ti desde unos pocos días después de tu cumpleaños.

—N-No... no entiendo.

Minho suspiró. No iba a mentirle, porque si lo que Felix quería era alejarse de él, iba a estar bien.

—A pesar de que te dije que el trato ya no continuaba en pie, era por decisión propia, pero, técnicamente, el contrato seguía. Los contratos no pueden romperse, quiera o no. Es algo que no está en mis manos. Es por eso por lo que cuando decidí irme por completo, ya que sabía que tú familia iba a comprobar de muchas formas si seguías teniendo relación conmigo, tuve que finalizar el contrato. Me llevé tu alma.

» Cuando yo o cualquier demonio se llevan almas, éstas caen automáticamente al infierno, porque es debido a que hubo un contrato. Volví aquí luego de asegurarme que tu familia te llevó al hospital, y cuando busqué al que se encarga de las almas y los contratos, Baphomet, éste me dijo que ya se habían encargado de regresar tu alma a tu cuerpo. Decidí no regresar, y envié cuervos para vigilarte hasta que tus padres dejaran de estar sobre ti. Días después, Baphomet apareció muerto, y cuando volví a la tierra para verte, descubrí que tu alma no había regresado.

—¿Eso quiere decir que anduve sin alma todo este tiempo? ¿Es por eso por lo que no recuerdo nada? ¿Lastimé a alguien?

Minho negó.

—No —Mintió. Al menos hasta que todo se acomodara, y luego le diría—. Y sí, anduviste sin alma todo este tiempo. Te fuiste de tu casa en el auto de tu padre, y llegaste a Londres. Llevábamos muchas conclusiones de quién se había llevado tu alma, hasta que finalmente me di cuenta de que había sido Muerte. Probablemente esta la tomó del infierno, y mató a Baphomet. Muerte quería guardar tu alma, porque sin esta en tu cuerpo, no había manera de que la marca en tu brazo hiciera efecto en ti, y esta no dejaría de existir.

Todo comenzaba a tener muchísimo más sentido, aun así, era escalofriante. ¿Huir de su hogar? ¿Manejar? Nada de lo que Minho le decía era típico de él. No pudo evitar sentir un leve mareo, por el cual cerró sus ojos y tapó su rostro.

—Esto no puede estar pasando, no quiero... no quiero convertirme en algo como lo era Muerte. No quiero ser así, Min. —Nuevamente, su voz comenzó a temblar. Se destapó el rostro y negó—. No quiero.

—No vas a ser lo que era Muerte. Ésta había hecho un pacto conmigo para ser así, fue como un castigo el transformarse en alguien que solo chillaba. —Resopló, aún resentido con aquella estúpida criatura. Le había hecho pasar un infierno... incluso el infierno era más tranquilo que lo que le había hecho pasar—. Tan solo serás... inmortal.

Felix alzó la mirada al Diablo de inmediato, parpadeando rápidamente, no muy seguro de lo que había oído. ¿Inmortal? ¿Sería inmortal? Había estado queriendo serlo desde que Minho y él se comprometieron. Tragó saliva con fuerza.

—¿No envejeceré?

—No.

—Y eso significa... que ya no podré volver a ver a mi familia, ¿Verdad? —Sus ojos comenzaron a cristalizarse, pero no iba a llorar. No quería llorar.

—No creo que eso sea posible, Felix.

El joven asintió antes de bajar la mirada, y sorbió su nariz. Estaba comenzando a aceptar las cosas, a pesar de que no le gustaba para nada, y estaba muy triste por todo. Nuevamente alzó su mirada y observó a su esposo.

—Tú eres mi familia, Min —dijo, su voz quebrándose. Minho lo observó fijamente antes de acercarse incluso más, sosteniendo el rostro del menor mientras éste último sostenía las muñecas del arcángel. Las narices de ambos se rozaron—. He querido esto desde hace mucho, y sabía que tendría sus consecuencias.

—Pero estás triste.

Ya sin poder evitarlo, un par de lágrimas cayeron por sus frías mejillas, y el Diablo las secó rápidamente.

—Estoy asustado, no sé qué será... cómo será ser la última Muerte.

—Vas a estar bien, Felix. Lo prometo... Te amo.

El rostro de Felix se apartó levemente, sin estar muy seguro de lo que acababa de oír, con aquello último repitiéndose una y otra vez en su cabeza. Parpadeó, con sus pestañas brillando levemente por las lágrimas, y sonrió lenta y tímidamente, con sus hoyuelos marcándose en sus mejillas.

—Lo dijiste... —susurró, embobado.

Minho no evitó sonreír lentamente de lado.

—Es mi tercera vez diciéndolo, niño.

—¿Tercera vez?

—Lo dije antes de irme el día de tu cumpleaños, y volví a decirlo antes de devolver tu alma en tu cuerpo. Esta es la tercera vez.

—Oh... lo siento, Min. Desearía recordar.

No, no lo desearías.

Minho negó lentamente, nuevamente serio.

—No hace falta, ahora es perfecto para que lo recuerdes. —Y, sin más, se acercó y unió sus labios con los de su chico.

Ambos suspiraron por la nariz, aliviados mientras se mantenían cerca y movían sus labios lentamente, ladeando sus cabezas hacia los lados contrarios. Las manos del Diablo bajaron a la cintura del menor, el cual llevó sus manos desde el pecho del arcángel hasta rodear con sus brazos el cuello de éste, aferrándose.

Para Minho, era un alivio finalmente ser correspondido con sentimiento, finalmente tener a su esposo en sus brazos. Hace tan solo un par de horas creía que jamás volvería a verlo, ni a besarlo o verlo sonreír, y ahora estaba allí con él.

Y lo estaría para toda la eternidad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro