XXIII: Que comience el show
Un suspiro. Un largo, profundo, y entrecortado suspiro.
No, no. Solo no podía.
Su mente no regresaba, ni avanzaba. Se necesitaba más que un suspiro para afrontar lo que había sucedido, y ganas de vivir para afrontar lo que continuaría.
Observó con su vista nublada -podrían ser sus heridas, podrían ser sus lágrimas- sus manos ensangrentadas, temblorosas y lastimadas. Alzó la vista y observó a unos metros aquella bolsa, nuevamente regresando la vista al frente.
Se necesitaba querer estar bien para querer morir. Definitivamente no quería estar bien, porque no lo merecía. Merecía sufrir.
Se puso de pie como si nada, sin sentir ningún tipo de dolor, solo hormigueo y un vacío en su pecho, y se dio la vuelta, intentando no tropezar, cojeando y con su mano presionada en su costilla a pesar de que no sentía el verdadero dolor.
El verdadero dolor ahora estaba en su alma.
Y esperaba, realmente lo hacía, no estar vivo pasada la medianoche.
XII HORAS PREVIO AL CAOS
El joven abrió sus ojos debido a su hermana sobre él, despertándolo sin ningún signo de gentileza, tan solo un canto desafinado y molesto, pero lo hizo sonreír.
-¡Feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños a ti, feliz cumpleaños olo-roooo-sooo, feliz cumpleaños a ti! -Recibió un beso en su mejilla que lo hizo reír silenciosamente y ocultar su rostro en la almohada, fingiendo seguir dormido, aunque claramente no era así-. Oh, vamos. Debes despertar, tienes diecinueve. ¡diecinueve! -Le sacudió el hombro al gritar eso, provocando que riera-. Mamá quiere que te levantes, no te salvarás de ir a clases solo porque es tu cumpleaños.
Felix asintió y esperó a que su hermana saliera de su habitación antes de suspirar, refregando sus ojos con sus puños antes de sentarse lentamente, medio quejándose. Parpadeó un par de veces y observó a su alrededor, buscando algo que claramente no habría. Minho.
Un poco más angustiado, se quitó el rosario del cuello, con los nervios en su abdomen. Lo dejó en su mesa de noche y cerró los ojos, contando hasta diez para luego abrirlos.
No, no era el collar.
Minho se había ido, y aunque era tiempo de aceptar que ya no volvería, dolía. Dolía porque él creía sus razones válidas, el sentía que lo que hizo fue por el bien de ambos. Tal vez alguien más podría haberlo hecho, pero dolía vivir con el miedo de no ser amado, y Minho prácticamente lo había rechazado cuando hablaban del tema. «Soy el Diablo.» ¿Qué podría haber hecho luego de aquello? ¿Rodear su cuello, decirle que no importaba y nuevamente hacer el amor? Felix sabía y estaba consciente de haber dicho innumerables veces que Minho podía hacer lo que quisiese con él, pero ya había pasado más de un año con él, ya no había contrato por su alma, era más serio que al principio.
Tragó con fuerza el nudo de su garganta y decidió negar con la cabeza, dejando que todos aquellos pensamientos se evaporaran mientras se levantaba y caminaba en pijama hacia el baño.
Si, se daría un baño, y comenzaría una especie de "buen día".
No había de qué preocuparse, estaría bien.
Estaba arruinado.
¿Por qué todo le recordaba a él?
Bañarse le recordaba a él, principalmente a aquella vez en donde entró en pánico cuando iba a irse, y el Diablo lo llevó a la bañera y lo abrazó contra su pecho.
Cuando se vistió frente al espejo, pudo visualizarse a sí mismo un año atrás, con los tirantes en sus shorts altos, medias por las rodillas y guillerminas, con su esposo detrás, diciéndole cuan bonito se veía, y la pureza que llevaba consigo.
Nadie jamás iba a decirle algo tan bonito en su vida, y si así era, no quería que haya nadie más.
No pudo evitar tapar su rostro y llorar silenciosamente. ¿Cómo haría para vivir sin Minho? Éste era su ancla, lo mantenía firme, en pie luego de todas las cosas malas que hizo. Lo mantenía cuerdo, acompañado y feliz. Ahora estaba solo.
Limpió su rostro, y nuevamente lavó su rostro antes de finalizar de vestirse, poniéndose un suéter gris sobre la camisa blanca y tomando su mochila antes de salir de su cuarto.
Apenas subió las escaleras y abrió la puerta que lo llevaba a su sala de estar, su madre lo recibió con un abrazo cariñoso.
-Feliz cumpleaños al amor de mi vida. -Le dijo, haciéndolo sentir realmente mimado y aguantando el llanto. Lo tomó del rostro y repartió besos por todo du rostro-. No importa cuántos años tengas, siempre serás mi bebé.
Felix rio tímidamente y recibió el abrazo de su padre, el cual se había acercado mientras su mamá le daba besitos.
-Feliz cumpleaños, Lixie. -Le dio un beso en la frente y le acomodó el flequillo húmedo hacia un lado. -No salgas con el cabello mojado, hace frío y no quieres enfermarte en tu cumpleaños, ¿Verdad? Yo te llevaré a clases.
Felix asintió. Se sentía más reconfortado.
-Está bien, gracias -respondió.
Permitió que su mamá lo guiara hasta la cocina, quitándole la mochila y dejándola en el respaldo del asiento donde estaría su hijo. Se dirigió hacia una encimera y le sirvió una taza de chocolate caliente junto a un pequeño plato de galletitas con chispitas de chocolate.
-Oh. Gracias, mami -dijo y tomó una galleta, mojándola en la leche antes de comenzar a comer.
-No hay de qué, corazón -respondió Sarah cariñosamente, acariciándole los rizos a su bebé y sonriéndole a Katie antes de ver nuevamente a su hijo-. ¿Estás mejor? -Felix, el cual se encontraba bebiendo de la taza, asintió-. Tus amigos me comentaron de una sorpresa que te tienen en la noche. Irás, ¿Verdad?
-Oh, sí. -Relamió sus labios, aunque sobre los superiores quedó un poco de chocolate caliente-. Jisung me quiere allí, ayer no paraba de hablar de ello y que tenía que ser puntual.
-¿Dónde será?
Felix alzó la vista para verla.
-No lo sé, es sorpresa.
-Vale, pero ten cuidado. -Llevó su mirada hacia su hija, la cual bebía tranquilamente de su taza-. Katie, ¿Y Theo?
La cara de la nombrada cambiaba repentinamente a estar más seria.
-Rompimos. Ya no hablamos.
Sarah iba a comenzar a interrogar, pero cuando su hija negó con la cabeza y Dongyul entró a la cocina sosteniendo un diario y tarareando, se enfocó en este último para comenzar una charla
-Cariño, ¿Joffrey y Jacky?
Felix no se permitió oír más y observó a su hermana, la cual revolvía el té en su taza y suspiraba, con la mirada perdida. Ambos hermanos estaban pasando por lo mismo, a excepción de que Felix había estado más tiempo en pareja, y más acostumbrado a la presencia de Minho.
-¿Por qué cortaron?
Katie alzó la mirada unos segundos antes de regresar a ver su taza y encogerse inocentemente de hombros.
-Es... complicado.
Él probablemente hubiese respondido lo mismo.
Minutos después se encontraba despidiéndose de su hermana y madre mientras caminaba hacia el auto de su padre, el cual ahora tenía un impala del 67. A Felix le agradaba aquel auto.
Se subió en el asiento copiloto y dejó la mochila a sus pies antes de ponerse el cinturón de seguridad y suspirar, con su padre subiéndose a su lado. Suspiró. Se sentía mucho mejor ahora que había desayunado y su familia le daba mucho amor y cariño. Era un niño mimado, otra vez.
Pero sin el amor de su vida.
-Lixie. -Observó a su padre, el cual giraba la llave para encender el auto-. Ahora que eres mayor de edad, si quieres puedo enseñarte a conducir. Es fácil y te servirá.
El joven hizo una mueca de inseguridad.
-Uhm... No me gusta conducir, soy muy miedoso. Prefiero caminar.
-Oh, vamos -lo alentó Dongyul-. No necesariamente tienes que aprender para usarlo cotidianamente, también puedes solo saber por si alguna vez surge alguna emergencia.
Fue casi de inmediato que su padre comenzó a enseñarle todo tipo de cosas sobre el auto: El cómo hacerlo andar, los cambios, freno, velocidad, etc. Felix prestaba suma atención, y pudo entenderlo, pero honestamente no creía conducir jamás.
Una vez Dongyul estaciona frente a la universidad del pecoso, éste último se desabrocha el cinturón y se pone la mochila.
-Tu madre me dijo que hace unos días no estuviste bien. -Felix lo observa de reojo, dudoso antes de asentir rápidamente-. Felix, si tienes miedo, puedes llamarme. No lo contengas, yo vendré de inmediato y lo sabes.
Era increíble lo mucho que había cambiado Lee Dongyul. Había pasado de ser un religioso, homofóbico, abusador a todo lo contrario. Por supuesto que Felix no defendía aquello, e incluso le dolía decirlo, pero estaba de acuerdo con el castigo que Minho le había dado, porque lo cambió. Lo hizo ver a lo que verdaderamente hay que temer, y a lo que lleva juzgar sin saber.
-Está bien... Gracias, papá. -Se inclinó y le dio un besito en la mejilla antes de bajarse del auto, cerrando la puerta. Se inclinó un poco para estar a la par de la ventana-. Tengo una pregunta. ¿Mamá no quiere que esté en casa por la fiesta sorpresa?
Dongyul lo observó por un momento, hasta parece que había dejado de respirar.
-¿Qué fiesta sorpresa? -Felix alzó ambas cejas, esperando-. ¿Cómo lo supiste?
-La hace todos los años.
-Vale, sí. Pero esta vez será diferente. Vendrá más gente del pueblo -comentó, y nuevamente encendió el auto-. Creo que no deberías de decirle a tu madre.
-No lo haré. Hasta la noche, papá.
Felix pasó frente al auto, cruzando la calle con cuidado y caminando en la acera antes de adentrarse a la escuela. Había un policía allí que guiaría a un grupo de alumnos hacia la cafetería, y Felix se reportó con otro policía antes de ir con los demás. La seguridad era extremadamente alta en la universidad, y cualquier persona tenía el derecho de faltar si podía. Honestamente, Felix creía que los padres de sus compañeros eran lo suficientemente religiosos para creer que Dios los protegería.
Una vez se adentraron a la cafetería, fue casi instantáneo recibir un fuerte abrazo de su mejor amigo, el cual fingía un llanto a un lado de su oreja, haciéndolo reír.
-Jisung, moriré -dijo el pecoso debido a que los brazos del otro chico lo presionaban con fuerza. Chris venía riendo ante aquello con un pequeño plato en donde había la mitad de un pastel.
-Mi hermanito ya no es hermanito. -Le pasó la mano por el cabello, haciéndolo hacia atrás y provocando que Felix abra sus ojos de más-. Es mayor, es... mierda, no. Es hermanito. Sigues siendo menor que yo. -Se alejó, fingiendo restarle importancia.
Felix acomodó su cabello hacia un lado nuevamente.
-Por meses -dijo, y recibió encantado el abrazo de su otro amigo, Chris.
-Feliz cumpleaños, Lixie.
-Gracias, Chris. -Se mantuvieron así por unos segunditos más antes de alejarse y sonreírse. Nuevamente la mirada del joven fue a su mejor amigo, el cual se encontraba viendo alrededor, concentrado-. ¿Ji?
Jisung observó a Felix y sacudió su cabeza.
-Oh, solo buscaba a Stella. Ella va a ayudarnos con tu sorpresa. Vale, vamos a comer. -Pasó un brazo por los hombros del más bajo y lo guio hacia la mesa.
Había un pastel muy bonito decorado en la mesa a donde se fueron a sentar, solo le faltaba un trozo y Jisung comentó molesto el cómo Chris no se aguantó y comenzó a comer antes de lo debido. El de ojos castaños parecía no darle importancia, y Jisung continuaba discutiendo. A Felix le ponía tan feliz aquellas pequeñas charlas o anécdotas.
Las clases pasaron más rápido de lo usual, y los tres chicos registraron su salida en la oficina del director antes de salir del instituto, caminando entre charlas y risas hacia la casa de Jisung. El Señor Han estaba allí, viendo la televisión. Recibió a Felix en un gran abrazo y lo felicitó antes de dejar a los chicos, yéndose a dormir unas horas ya que él sería el que llevara a Felix al lugar en donde Jisung y Chris le tenían la sorpresa.
Los tres chicos se mantuvieron conversando, incluso hicieron los deberes de la universidad para tener el resto del día libre. Tenían padres exigentes, que les presionaban con los estudios y el futuro de cada uno.
Finalmente, Chris decidió que iría hacia el cuarto de Jisung a preparar las cosas que llevarían al lugar sorpresa. Una vez éste desaparece de la sala, el de grandes mejillas se giró para tomar de su mochila un sobre y tendérselo a Felix.
-Tengo un regalo aquí para ti, y es lo único que voy a darte. -Felix lo toma, emocionado y dispuesto a abrirlo, pero Jisung lo frena-. No, no. No es para que lo abras ahora, es para que lo abras cuando...oh, a la mierda. ¡Ábrelo, ábrelo!
Felix comenzó a reír y antes de pensar en abrirlo lo agitó.
-¿Es una guitarra? -bromeó, y ambos volvieron a reír antes de que el joven finalizara por abrir el sobre y sacar lo que había dentro-. Oh. Oh, vaya.
Wow. Wow. Wow, wow, wow.
Jisung se removió en el sofá, ansioso y esperando una reacción.
-¿Qué tal, ah? ¿Crees que podríamos irnos a Londres y llegar a tiempo para el show de Frank Sinatra?
Felix estaba boquiabierto. Jisung sabía cuánto le gustaba aquel artista, cuan bien lo hacía sentir oír su vinilo al estar triste, y ahora... ahora tendría la posibilidad de verlo en vivo, y junto a su mejor amigo. En su mano se encontraban dos entradas, y dos boletos para un tren a Londres en tres semanas. Era el mejor regalo del mundo.
-Tú, yo... ¿En serio? ¡¿En serio?! ¡Oh, Dios! -Rio alegremente antes de lanzarse a los brazos de su mejor amigo, ambos fundidos en un abrazo-. Gracias, gracias, gracias.
-Espero que sea mejor que una guitarra -bromeó antes que ambos se apartaran.
Felix observó nuevamente los boletos y volvió a guardarlos en el sobre, con una sonrisita y ojos húmedos por la emoción.
-Cuidaré esto con todo mi ser. -Lo guardó en su mochila.
-Creí que merecías una gran sorpresa por tus diecinueve luego de todo lo que has pasado. -Felix hace una mueca, entre ésta se oculta una sonrisita-. Y te he notado triste. Como tu mejor amigo, es mi deber verte mejor.
-No es un deber, tú no tienes la obligación de hacerme feliz. -Ya comenzaba a hacer puchero.
-Es verdad, lo siento. Quiero verte mejor -aclaró.
Ambos se vieron fijamente, y con sonrisitas en sus labios. El amor y aprecio que se tenían era increíble. Siempre serían una familia.
-Jisung, estás haciendo que me enamore de ti -bromeó el de pecas, intentando no reír cuando su mejor amigo llevó una mano a su pecho.
-Creí que ya lo estabas.
-Oh, no. ¿Crees que fui muy obvio?
-No tan obvio como para tomar a la ligera, pero lo suficiente para no sorprenderme. -Ambos ríen mientras Felix niega lentamente. Aún quería llorar-. Realmente quiero verte mejor.
-Lo haré, lo prometo.
Sí, tal vez lo estaría.
Chris salió de la habitación minutos después de aquella charla, cargando una pila de cuatro cajas e intentando no tropezar. Jisung se puso de pie de inmediato y le ayudó con dos.
-¿De qué hablaban? -preguntó Chris, sonriéndole a Jisung en modo de agradecimiento.
-Felix estaba confesando su amor por mí. -Y había sonado tan indiferente y realista, que Chris abrió sus ojos de más, observando a ambos de sus amigos.
-¿Era él por quien estabas mal? -le preguntó al pecoso. Éste último abrió sus ojos de más, algo pasmado-. Oh. Oh, mierda.
-¿Qué? ¿De qué hablan? -preguntó Jisung, pero al ver a Chris tan serio su mirada fue rápidamente a la de Felix, también abriendo sus ojos de más-. ¡Estás enamorado de alguien! ¡Es por eso por lo que estabas triste! -De repente la expresión del adolescente cambió a una de pánico mientras reafirmaba el agarre en las cajas-. Oh... Oh, no. Por favor, dime que no estás enamorado de mí e hice una estúpida broma que te dañó.
Felix no evitó reír, comenzando a negar.
-No eres tú, tranquilo.
Jisung pareció volver a respirar y observó a Chris antes de que ambos se sonrieran con picardía, viendo al pecoso de la misma manera.
-Así que... ¿Quién es él?
Recordó haber dejado pasar el «él» de la pregunta que le hizo Chris hace días, pero ya eran muchas ocasiones en las que sus amigos se referían a alguien con quien Felix podría estar como si fuese un chico.
Era momento de aclarar, doliese o no.
-¿Por qué asumen que es un chico? -preguntó tímidamente, comenzando a ponerse nervioso y con sus mejillas calientes.
-Porque no somos estúpidos -respondió Chris, y ambos continuaban con aquella sonrisita pícara.
Felix bajó la mirada, juntando sus manos y entrelazando sus deditos.
-¿Ustedes... están de acuerdo con ello?
Jisung frunce su ceño, borrando su sonrisa.
-¿Qué?
-¿No creen que yo esté enfermo?
-Enfermo es tener gripe, no que te gusten los chicos. Y jamás vuelvas a preguntarle a alguien si está de acuerdo con quién eres, o qué te gusta. El único que tiene que estar de acuerdo eres tú.
Felix tragó saliva con fuerza y limpió una lagrimita que caía por su mejilla.
-Gracias -dijo.
-No agradezcas, Felix -dijo Jisung, también sentimental.
Chris se quejó.
-Quiero abrazarlo.
-Lo haremos apenas venga a ver la sorpresa. Siéntete como en tu casa, Felix. -Le sonrió en modo de aliento y se dirigió hacia la puerta-. Chris, vamos.
Habían pasado aproximadamente dos horas, y Felix se la había pasado viendo Tom & Jerry en la televisión, entretenido mientras comía pastel que había quedado y bebía jugo de naranja. Fue finalmente cuando el Señor Han despertó de su siesta y le propuso ordenar un poco antes de salir que Felix se levantó y se dirigió a la cocina, dispuesto a lavar su plato y vaso. Nuevamente volvió al living, y acomodó la mochila en el sofá junto a las demás. Apagó la televisión cuando el señor Han había terminado de beber algo y salió junto a éste para dirigirse al auto.
En el camino se la pasaron hablando del regalo que Jisung le había dado a Felix, de la buena música. Comentaron cosas sobre Elvis Presley, los Beatles y los Rolling Stones. El pecoso, de entre todos esos, prefería a Elvis, pero también amaba los otros dos grupos.
Finalmente llegaron frente a la iglesia del pueblo, y Felix no pudo evitar fruncir el ceño. ¿Acaso habría una misa? Estaba a punto de comenzar a desilusionarse, pero el padre de su mejor amigo le tendió un papel, el cual era una especie de mapa.
-Sigue las instrucciones, y allí los encontrarás -dijo.
-Oh. -El pecoso desabrochó su cinturón antes de bajarse, y agradeció el «Feliz cumpleaños» proveniente del hombre en el vehículo antes de acelerar y desaparecer por las calles desiertas de Holmes Chapel.
Felix se encaminó hacia la iglesia, pero no subió los escalones de ésta, más bien, la rodeó, justo como decía en el mapa. Podía oír música a lo lejos, y mientras más se adentraba al bosque, más audible y reconocible era. Se encontró moviendo la cabeza al ritmo de la canción, fue inevitable para él no hacerlo.
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Solía oír esa canción cuando le tocaba limpieza en su cuarto, porque era muy animada, para oírla en los buenos días. Continuó avanzado, y el sonido se volvía aún más fuerte. Entre los troncos y la oscuridad, visualizó un lugar exacto del bosque el cual parecía tener cosas allí. Se fue acercando con una sonrisita en sus labios: Reconocía una mesa con comida y lo que parecía un gran pastel, un cartel que iba de un tronco a otro donde se leía «¡Feliz cumpleaños, Felix!» y decoraciones rosadas y azules, sin olvidar el tocadiscos con el vinilo girando en éste.
Finalmente llegó, y bajó la mirada para doblar el mapa. ¿Dónde estaban sus amigos? Nuevamente alzó la mirada, y su sonrisa se borró de inmediato al visualizar a Chris en el suelo, con un poco de sangre en su sien y desmayado... o eso esperaba.
Todo su cuerpo se tensó, todo se volvió frío mientras sentía a alguien de pie detrás suyo, a la expectativa de lo que haría. Sentía el malestar en su estómago, pero no, no era Minho. Era aquel malestar que sintió aquella noche que durmió mientras creía que el Diablo le acariciaba el cabello y no era así, o cuando intentaron quitarle la vida en la bañera.
Tomó una respiración honda antes de girarse de golpe, y se encontró cara a cara con Stella, la cual le sonrió de manera lenta y escalofriante.
-Feliz cumpleaños.
Sintió un golpe en la cabeza, su cuerpo caer al suelo, y se durmió.
Sus ojos se abrieron lentamente, le pesaban un poco los párpados mientras una fuerte jaqueca lo hacía sisear
Sus ojos se abrieron lentamente, le pesaban un poco los párpados mientras una fuerte jaqueca lo hacía sisear. Tenía frío, hacía frío aquella noche, y la música había desaparecido. Respiró profundo, intentando dejar de ver borroso.
-Finalmente. -Oyó nuevamente aquella voz. Era Stella, era la novia de su mejor amigo. Finalmente, su vista se aclaró, y la vio caminar lentamente hacia él. Se intentó hacer hacia atrás, pero parecía que algo lo mantenía en su lugar. La observó entre asustado y frustrado. La chica alzó ambas cejas-. Oh, no me veas así. ¿Ahora vas a decirme que no lo sospechabas ni un poquito?
No podía ser el que todo lo bueno durara poco para él. Estaba tan enojado, y tan, tan, tan asustado.
-¿Qué debería sospechar? -dijo, sin verla, pero teniéndola bastante cerca. Se armó de valentía-. ¿Qué eres una mierda? -Jamás había insultado a una mujer, y no lo hacía. Él no le hablaba a Stella, le hablaba al demonio. Una fuerte patada en su estómago lo hizo jadear por aire. Se quejó debido al ardor, aun así, hizo todo lo posible para seguir firme-. ¿Dónde está Jisung?
-Eso es un «no». Vaya, Felix, te creía menos imbécil. -Proporcionó otra patada en el cuerpo del joven en el suelo, lo cual lo hizo doblarse y nuevamente jadear, pero el demonio se dirigió hacia la mesa donde estaba el pastel, tomando la gran cuchilla que había a un lado-. ¿No me reconoces en este cuerpo? -Cortó un trozo de pastel y lo sirvió en un platillo-. Tal vez debería de verme más triste, más rota y rechazada. -Fingió un tono triste antes de girarse aún con la cuchilla en su mano.
Felix la observó fijamente, con una mano en su estómago y tragando el gusto metálico en su boca. Oh, realmente había sido un imbécil. Había sido obvio.
-Ruby.
Stella se encogió de hombros inocentemente.
-Sí, bueno. Podría decirse que sí, así nos conocimos. -Comenzó a caminar hacia el cuerpo del joven, ignorando el de Chris al pasar, y poniéndose de cuclillas para estar a la altura del pecoso-. No importa eso, realmente. Lo único que importa aquí es que sepas que yo no soy el malo de la historia. -Negó lentamente, viendo fijamente los ojos del menor-. Realmente, no lo soy. Tú si lo eres.
Felix intentó no verse muy obvio al notar que Chris comenzó a ponerse de pie silenciosamente, sosteniendo en una de sus manos una botella de whisky.
-En primer lugar... -prosiguió el demonio, apuntando el pecho del pecoso con la cuchilla, presionando levemente para herirlo-. Tú fuiste quien corrió a los brazos del demonio cuando nuestro querido Brad... -Hizo una pausa y llevó su mano libre a su corazón, asintiendo, con una falsa expresión de lamento-. Que en paz descanse, engañó a tu familia. Era un simple castigo, solo unas quemaduras en la piel. Es una gran diferencia a morir desangrado porque te arrancaron el pene, ¿Verdad?
Chris continuó acercándose muy lentamente, fijándose donde pisaba para no ser ruidoso. Por suerte, en aquella área del bosque, era pura tierra. No había tantas ramas ni césped. Felix vio fijamente a Stella y relamió sus labios antes de hablar, ya que debido a los nervios tenía la boca seca.
-Así que mis primos te ordenaron matarme.
-Mira, yo lo intenté. Realmente lo hice, pero siempre que lo intentaba... allí estaba él. Incluso con sus cuervos. Siempre vigilándote, y yo no podía arriesgarme tan rápido, sé reconocer que no tengo la misma cantidad de poder que él, pero soy muy bueno escondiéndome: Primero en aquella dulce niña, luego en el idiota del novio de tu hermana, he estado en el padre de Jisung y, oh, incluso he estado en Chris. -Llevó la cuchilla al cuello del menor, y la piel de éste se erizó más de lo normal-. Siempre he estado a tu alrededor, acechándote, y tú jamás te has dado cuenta. Pero ahora ya no está. Se ha ido, Felix -comentó refiriéndose a Minho. Su sonrisa se volvió más grande y se acercó más al rostro del menor-. ¿No te pones a pensar en porqué todos te dejan? -suspiró mientras Felix comenzaba a lagrimear. Esto era una pesadilla-. Creo que es hora de asimilar la verd...
Detuvo sus palabras cuando la botella de whisky que anteriormente estaba en las manos de Chris estalló contra la cabeza de la chica, y lo escalofriante fue que la expresión de esta era la misma: Sonriente, aunque en su mirada algo cambiaba. Extendió su mano, y Chris salió prácticamente volando por los aires, chocando contra un tronco y cayendo al suelo.
La mente de Felix viajó más rápido de lo normal, y en su cabeza imágenes de su libreta, las páginas corriendo hasta detenerse en una hoja exacta, aquella hoja la cual había memorizado por si acaso.
-Exorcizamus te, omnus immundus spiritu...
No pudo seguir debido al fuerte puñetazo en su nariz, la cual comenzó a sangrar de inmediato. Sollozó secamente por el fuerte dolor, pero apenas tuvo tiempo a lamentarse ya que fue tomado del mentón y dos golpes dejaron su rostro con sangre.
-Omnis... omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversarii, omnis legio... -continuó Chris, levantándose lentamente.
Stella comienza a temblar, retorciéndose. Felix aprovechó intentar moverse.
-¡Chris, corre!
Éste le hace caso, comenzando a correr para salir del bosque, buscar ayuda, pero se gira debido al fuerte jadeo del pecoso. El demonio había introducido la cuchilla debajo de una de las costillas del menor, el cual gruñó por el dolor, con lágrimas cayendo entre toda la sangre de su rostro.
-Omnis congregatio et secta diabolica -continuó Chris mientras el demonio quería moverse, pero todo lo que hacía era temblar. Sus ojos pasaron de ser como los de un ser humano normal a volverse completamente negros-. Ergo draco maledicte et omnis legio diabolica adjuramus te. -Chris retrocedió un poco cuando el demonio se puso de pie entre temblequeos, queriendo caminar hacia él.
Sería inútil. ¡Debía hacer algo! Observó su abdomen, donde la cuchilla estaba enterrada, y sostuvo el mango de ésta, temblando ante el dolor. Tal vez, serviría para algo, ¿verdad? Aunque...moriría.
No había tiempo de pensar.
Con fuerza, y voluntad, quitó la cuchilla de su cuerpo, sintiendo el dolor en su costilla, en su carne, y la sangre fluir por su camiseta repleta de barro. Jadeó de manera ahogada, e inconscientemente llevó una mano a su herida antes de arrojar la cuchilla hacia su amigo.
-Chris...
Pero el objeto cayó al suelo, sin ser visualizado por nadie. Un problema más.
-Cessa decipere humanas creaturas, eisque aeternae perditionis venenum propinare -recitó el chico, y tomó otra botella, lanzándosela y fallando-. Mierda, mierda, mierda.
-Vade, Satana, inventor et magister omnis fallaciae, hostis humanae salutis -continuó Felix mientras hacía lo posible por ponerse de pie, lográndolo y sintiendo la sangre en su abdomen, en su rostro. Estaba acabado-. Humiliare sub potenti manu dei, contremisce et effuge, invocato a nobis sancto et terribili nomine, quem inferi tremunt. -Su voz se alzó cada vez más.
Stella cayó de rodillas y gruñó antes de gritar, con su voz gruesa, distorsionada. Medio rio entre quejidos, fuerte, escalofriantemente.
-¡¿Por qué no abres tu regalo, ah?! -Apuntó hacia una dirección detrás de Felix, pero su brazo se torció debido a que Chris continúa, dejándola temblando, con los ojos cerrados y gritando.
-Ab insidiis diaboli, libera nos, Domine. Ut Ecclesiam tuam secura tibi facias libertate servire te rogamus, audi nos.
Medio inclinado por el dolor bajo su costilla y notando que Chris tenía el control de la situación, se giró hacia donde el demonio había apuntado. Sintió un escalofrío atravesar su columna vertebral al ver una bolsa negra, la cual llevaba algo dentro.
No.
A tropezones, lentamente, se encaminó hacia la bolsa, y a medida que se fue acercando, pudo observar una mano fuera de ésta.
-Ut inimicos sanctae Ecclesiae humiliare digneris, te rogamus, audi nos.
No. No, no, no. No. ¡No!
Se balancea a centímetros de la bolsa. No puede ser. Le ha dejado de doler el cuerpo, ahora solo algo arde profundamente en su pecho, algo de lo que no se recuperará jamás en su vida. Jamás, jamás.
Con temor, su mano temblando, ya sabiéndolo, abrió la bolsa del todo. Su aliento se cortó.
Sí, por supuesto.
Felix le había quitado a alguien, y era claro que harían lo mismo con él. Era claro que el demonio buscaría a lo más cercano que Felix tenía como familia ya que éste estaba siendo protegido por Minho.
Y no entendía como de repente todo había dejado de doler, como si fuese que algo le quitó los sentimientos y el dolor físico. Shock, frío, pérdida de sangre, aunque probablemente sea el cuerpo sin vida de Han Jisung, cortado en partes, repleto de sangre, con sus ojos abiertos, asustados, y perdidos en un punto del bosque.
Sin vida. Su mejor amigo...
Fue instantáneo el dejar de temblar, y se giró lentamente, viendo a su otro amigo.
-Terribilis Deus de sanctuario suo. Deus Israhel ipse truderit virtutem et fortitudinem plebi Suae. ¡benedictus dius! ¡gloria patri! -Chris finalizó aquel exorcismo, y un humo negro y largo sale de la boca de la adolescente, la cual tembló y cayó al suelo, inconsciente. El demonio golpeó contra un punto del suelo y el malestar desapareció al igual que este.
Chris los salvó.
Un silencio ensordecedor se hizo presente en aquella área del bosque, solo respiraciones agitadas y entrecortadas. Chri sparecía recordar que su amigo está apenas manteniéndose de pie, y rápidamente caminó hacia éste, tomándolo del rostro al llegar. Lucía perdido, desorientado.
-Estás bien, estás bien. Tranquilo.
Pero Felix lo estaba.
-Estoy tranquilo -dijo con calma, la voz apenas audible. Chris frunció su ceño antes de ver detrás del pecoso, y éste último pudo ver los ojos castaños del chico llenarse de lágrimas. Las manos de Felix tomaron las muñecas de su amigo-. E-Escúchame. -Chris nuevamente lo observó, y sollozó, asintiendo y con lágrimas cayendo por su rostro-. Tienes que irte, ahora. Nadie puede saber esto.
-Felix, es Jisung...
-Nadie va a creernos. Chris, por favor. -Ambos se observaron fijamente.
Sabían que esa sería la última vez que se verían.
-Adiós, Felix. -Se le entrecortó la voz, alejando las manos del rostro de éste, dando unos pasos hacia atrás, y pasando por un lado del cuerpo de Stella. Chris notó que esta respiraba-. Está viva.
-Llévatela -Felix se tambaleó un poco en su sitio, respirando de manera entrecortada-. Hay un hospital cerca. Rápido, Chris-Su voz se quebró, porque, por todos los cielos e infiernos, deseaba tanto volver el tiempo atrás. Todo lucía como una pesadilla. ¿Por qué fue no fue él? ¿Por qué Jisung? -...rápido.
Chris asintió y se inclinó, pasando sus brazos por debajo del cuerpo de la adolescente, cargándola en brazos y caminando fuera de aquel lugar sin mirar atrás.
La mirada del pecoso permaneció perdida antes de girarse nuevamente, en dirección a aquella bolsa. Observó el cuerpo de su mejor amigo, y debido al profundo vacío en su pecho, sus piernas temblaron, y terminó por caer de rodillas.
Rendido.
La casa de los Lee estaba repleta de gente del pueblo. La música era tranquila, todos estaban bebiendo y comiendo, charlando entre ellos. Estaba resultando perfecto. Katie conversaba con sus amigas en el sofá, Dongyul bebía junto a Joffrey, y Sarah iba de un lado a otro, fijándose que todos tuviesen lo que deseaban, conversando con algunas mujeres de la iglesia durante el recorrido en su propio hogar.
Un portazo provino de la puerta principal, junto a muchos jadeos de horror. Dongyul alzó la mirada cuando oyó un vaso romperse en el suelo.
-¡FELIX!
Allí estaba su hijo: Con su rostro golpeado y repleto de sangre, pálido, con su ropa sucia por tierra y una gran mancha de sangre en su camisa. Respiraba hondo, con sus ojos muy abiertos, y pánico en su expresión. Dongyul dejó todo, acercándose.
-¡No! -Exclamó el menor, extendiendo su mano y retrocediendo, intentando no caerse-. No. N-No te acerques.
-¡Felix, bebé! -Sarah igualmente quiso acercarse, pero el nombrado no se lo permitió-. ¿Qué te sucedió? ¡Amor! Por favor.
-N-no...no me toquen. No me toquen.
Un hombre de entre todas las personas se aproximó.
-Tienen que llevarlo al hospital ya. Está desangrándose -dijo, acercándose. Era George Griffin, un médico reconocido en todo Holmes Chapel-. Vamos, Felix. Necesitas ayuda. -Se acercó de más, y lo tomó de la mano.
-¡No me toques!
Y, como arte de magia, el hombre salió disparado por los aires, golpeando su cuerpo contra una pared antes de caer al suelo. Todos parecían sentir aquel malestar, que para ellos era lo peor, pero para Felix, oh, para Felix era un alivio.
Sarah dio un paso hacia atrás, asustada. La gente comenzó a desesperarse y encaminarse hacia la salida del patio trasero, escapando de aquella situación, todos menos el Sacerdote William y la familia Lee.
El joven no sabía si tal vez era el extrañarlo con toda su alma, pero incluso podía percibir dónde estaba el Diablo. Con esperanza, se dirigió de manera apresurada, tambaleante hacia las escaleras, comenzando a subirla con cuidado. El Sacerdote William extendió su mano, apuntando con ésta al pecoso.
No sabía que oír a alguien orar iba a lastimarlo como aquella vez en la que su padre lo hizo, y sintió este fuego recorriendo el interior de su cuerpo. Gimió con dolor, a punto de caer de la escalera hacia adelante, pero sintió como Minho lo atrapaba, y lo tomaba en brazos.
-¡Oh, por Dios! -Jadeó Sarah, llorando y muy asustada.
Todos quedaron en silencio al ver aquella figura alta, vestida de negro, con ojos color sangre, perfecto, pero escalofriante. El Diablo se hacía visible por primera vez frente a las demás personas, sosteniendo a su esposo, a su niño favorito, el cual habían lastimado, en brazos. La furia recorría por sus venas, pero, sin embargo, alzó la mirada y sonrió de manera desquiciada.
-Un gusto conocernos personalmente -Dijo. Alzó su mano, y con tan solo un leve movimiento de dedos, provocó que todas las puertas se bloquearan. Ahora tan solo tenían la sala, no había donde escapar-. Bueno, que comience el show.
Hizo falta un chasquido de sus dedos para que las cosas comenzaran a destrozarse, y moverse bruscamente de lugar, dañando a todo el que se interpusiese entre éstas. Los focos estallaron en pedazos, pero el Diablo tenía suerte, ya que podía ver a través de la oscuridad. Se giró con elegancia y subió los escalones, sosteniendo a su chico contra su pecho, oyendo los escalofriantes gritos de los Lee, y las pocas personas que quedaron en la sala.
Felix se quejó en los brazos de éste, retorciéndose de dolor.
-Sh, sh. -El Diablo lucía asustado por primera vez en su vida. Se dirigió hacia las escaleras de la azotea, aquella azotea en la que habían bailado bajo la luna sangrienta.
La puerta se abre sola de un golpe, y Minho se apresuró a arrodillarse en el suelo, dejando a Felix en sus brazos, el cual lo observa entre dolor y sangre, débil y con lágrimas cayendo de sus ojos.
-Min...
Minho lo sostuvo por la espalda con un brazo, y su mano libre acarició el rostro de éste, queriendo mantenerlo quieto para curarlo. Felix lo notó y cerró sus ojos, negando.
-No...
-Estás muy débil, no hables -ordenó-. Abre los ojos.
-Yo... -Sollozó, adolorido. Todo era una pesadilla-. Lo maté. Yo lo maté.
-¿A quién? Felix, lo que sea que haya pasado, no es tu culpa. -El pecoso asintió. Por supuesto que lo era. Nada de esto hubiese pasado si no fuese por él. Minho acerca su rostro y las narices de ambos se rozan-. No lo es. -Gruñó-. Lo sé porque te conozco, y no eres capaz de algo así. -Felix sollozó más fuerte, retorciéndole. El ardor lo está matando, pero debía soportarlo-. Mírame. Felix -llamó, y le tomó del mentón cuidadosamente. El joven negaba, con sus ojos cerrados. Se negaba a ser curado-. ¡Felix!
-¡No!
-Felix, mírame o voy a matar a tu jodida madre. -Si Felix moría, los mataría a todos.
El joven rápidamente abrió sus ojos, creyendo en las palabras de su esposo y ambos se observaron fijamente. Poco a poco el ardor comienzo a desvanecerse, y ahora tan solo hay gusto metálico en su boca. Todavía sentía la calidez de la sangre en su torso, y Minho parecía no darse cuenta de aquel corte profundo bajo su costilla.
Se observaron por un momento antes de que Felix viese detrás del Diablo y apretase su agarre en el brazo de Minho, quien giró su rostro para observar aquello que atemorizaba tanto a su niño favorito. Descubrió a La Muerte de pie, tan solo observando.
-No. -Minho reafirmó su agarre en Felix, contra su pecho. La muerte soltó un leve chillido-. ¡Dije que no! -Gritó, y el chillido de Muerte fue más fuerte antes de desvanecerse, asustada. Minho cubrió las orejas de Felix ante aquel sonido que podría afectarle en su estado, y luego lo observó por completo, finalmente notando la camisa con una gran mancha de sangre. La levantó, y observó el corte y la sangre fluyendo de ésta-. No. No. ¡Maldición!
-Minho...
-No, cállate -interrumpió, y presionó con su mano repleta de anillos la herida viendo al joven, el cual luchaba por mantenerse cuerdo-. No voy a dejarte morir, ¿Me oyes? Soy el jodido Diablo, y yo decido esto. Yo decido si mueres o no, ¿Entendido?
Claramente sabía que no era así, no tenía ningún control sobre las decisiones del joven y por ende no era quién para decidir si continuaría con vida. Pero es que él... él no...
-Felix, no soy nada sin ti.
El pecoso sollozó, aliviado y extendiendo débilmente su mano para acercar a Minho. Ambos presionaron sus labios en un casto beso que duró unos segundos.
-Me tienes que llevar a un hospital, y no puedes -comenzó Felix, ambos viéndose fijamente. El transportarse podría hacerle más daño, no estaba en condiciones. Suspiró entrecortadamente y observó fijamente los labios del Diablo antes de volver a aquellos ojos que lo tenían embobado-. No siento las piernas, Min.
-Puedo curarte -dijo, desesperado-. Por favor. Déjame curarte.
Felix asintió. Jamás le diría que no. Jamás.
La mano en el abdomen de Felix comenzó a calentarse un poco, como si algún tipo de energía lo aliviara. Pudo sentir la sangre dejar de salir de la herida, y cuando estuvo a punto de sentir la herida completamente cerrada, la puerta de la azotea se abrió, y la voz del Sacerdote William se alzó en una oración en latín.
Felix gritó, retorciéndose, y a Minho le importó una mierda todo. Agitó su mano y aquel hombre salió expulsado nuevamente por la puerta, cayendo por las escaleras. La mirada del Diablo volvió al rostro de su pequeño y se congeló al verlo intentar respirar, escupiendo sangre por su boca y temblando, tan solo observándolo.
Minho exhaló.
Solo había una manera de salvarlo.
Le acarició el rostro antes de posicionar su rostro frente al suyo.
-Lo siento por esto, pequeño -Dijo, y ambos se vieron fijamente-. Déjame salvarte.
Felix intentó hablar, y no lo logró. Tan solo asintió, dándole permiso.
Sintió el aire irse de su cuerpo, y creyó que estaba por morir, pero su boca se abrió involuntariamente y puede sentir esta especie de polvo adentrarse, dándole picazón en su garganta. Sus ojos se cerraron, y luego de unos segundos más tomó una bocanada de aire.
-¡Felix! -Se oyeron llamados y pisadas en los escalones, hasta que finalmente Dongyul y el Sacerdote William llegaron nuevamente a la azotea, éste último con un poco de sangre en su frente. Sarah intentó subir detrás de su marido- ¡Sarah, quédate ahí! ¡Saca a Katie de la casa!
Observó nuevamente al frente, y su hijo está de pie, de espaldas a ambos.
-¿Felix?
El joven pareció suspirar profundamente antes de girarse. Su rostro inexpresivo, un poco engreído con el paso de los segundos y sus ojos completamente bordó.
Una sonrisa coqueta, desquiciada, pero brillante se hizo visible en el rostro del joven.
Ese no era el mundano.
-Incorrecto -Dijo, y agitó su mano, esta vez tirando a ambos hombres por las escaleras.
Sí, así curaría a su esposo, pero mientras...
...aquello sería tan divertido.
Jisung era mi personaje favorito
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