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XXI:Sueño lúcido

1954.

—¿Quiere un poco de té, Señora Lee?

La nombrada rio al oír el tono formal que usaba su pequeña hija para referirse a ella, y luego de asentir con una sonrisita, Katie simula servir té desde su tetera de plástico a una pequeña taza rosada.

El día era una obra de arte. No hacía frío, ni calor. Había un sol precioso, y ambas habían decidido poner un mantel sobre el césped del patio trasero y jugar a que se reunían a tomar el té. Jacky, la cuñada de Sarah, estaba allí también, pero un poco más lejos, observando cuidadosamente al niño de cinco años que no paraba de correr en círculos y reír a carcajadas.

—Felix, cariño. —Jacky comenzó, queriendo que éste se detuviera un poco, y estaba a punto de advertirle que se quede fuera a la vista de las mayores, pero el niño de pecas se dirigió entre respiraciones agitadas hacia la casa.

Sarah se puso de pie de inmediato y observó a su hija por el quejido que ésta dejó salir.

—Vuelvo rápido, cariño. Solo traeré a tu hermano, mientras hazme otra taza de té, por favor. —Fingió beberse todo lo de la taza y chillar por lo caliente que estaba. Katie se echó a reír antes de quitarle la pequeña tacita a su madre y comenzar a preparar más té para ella y sus osos, los cuales le hacían compañía.

Cuando Sarah entró a la casa, se encontró con Felix corriendo en círculos alrededor del sofá, viendo detrás suyo de vez en cuando y chillando con emoción para luego estallar en carcajadas.

—¡No me atrapas, no me atrapas! —Se burlaba de algo que no estaba allí.

Sarah suspiró. Su hijo de cinco años era un terremoto.

El pecoso volvió la vista al frente y detuvo aquella carrera, observando algo frente suyo y chillando con más emoción antes de dirigirse a la dirección contraria, subiéndose al sofá y poniéndose en posición fetal a la par que ocultaba su rostro con sus pequeñas manos.

Jacky, la cual estaba entrando a la casa, rio al ver a su sobrino de aquella manera y se le acercó.

—¿Qué le sucede al bebé? Corre muy rápido.

—Felix, cielo. No corras así, por favor. —Se acercó a su hijo y lo tomó en brazos con cuidado. Éste se ocultaba en el hombro de su madre—. Te puedes caer y... ¿De quién te escondes, niño travieso? —Su bebé soltó una risita antes de observar a su madre con una dulce sonrisa y hoyuelos visibles en sus ruborizadas mejillas.

—De su amigo imaginario —dijo Jacky sentándose en el sofá. Sarah deja un beso en el rostro de su pequeño antes de soltarlo, y Felix parece buscar algo con la mirada antes de que sus ojos se iluminen y comience a, nuevamente, correr—. Es tan alegre que me contagia.

—¡Mami! —Su hija llamaba desde el patio, ya harta de esperar tanto tiempo.

—Estoy en camino, Katie. —Observó a su niño—. Lixie. Bebé, ¿Me prestas atención? —Felix la observó tan solo unos segundos antes de seguir corriendo y chillando. Sarah nuevamente suspira.

—Ve con Katie —dijo su cuñada, tomando el diario que se encontraba sobre el sofá y acomodándose en éste para comenzar a leerlo—. Yo me encargo.

—Jacky, no te sientas obligada a quedarte aquí. Felix puede venir al patio, ¿verdad, Felix? —El niño ni siquiera la oyó, ahora se escondía detrás del sofá, concentrado en no hacer ni un ruido.

—No me siento obligada, Sarah. Me gusta verlo jugar —dice, y observa de reojo el diario, cambiando una página al no ver nada interesante.

—Avísame si necesitas algo. —Nuevamente su hija llama, y se dirige nuevamente hacia el patio—. ¡Aquí estoy, amor!

Jacky suspiró antes de volver a ver a Felix cuando este rio y rodeó el sofá, tirándose al suelo y tomando la pierna de su tía, cerrando sus ojos con fuerza—. ¡No me atrapas, moun...monstrou de cosquillitas!

—¿Con quién hablas, niñito bonito? —Dijo su tía, y alzó las cejas con sorpresa cuando el niño se retorció y comenzó, nuevamente a correr en círculos alrededor del sofá.

La mujer volvió la vista al diario, y minutos después que se da cuenta al ver de reojo que la puerta que lleva al sótano, a la habitación del pequeño, estaba abierta. Pensarlo le llevó tan solo segundos, y parece que habían coincidido ya que Felix corría en aquella dirección, sin mirar al frente, tan solo atrás, a aquella supuesta cosa que le perseguía.

—Felix, cuida-, ¡Felix! —El niño vio al frente tan solo cuando sintió que donde pisaba no había absolutamente nada, y antes de tener una brutal caída por las escaleras, la mujer pudo observar como la nada misma tironeaba de la camisa blanca del niño hacia el lado contrario a la caída, dejándolo tirado de vuelta al living.

Su tía borró de inmediato de su mente haber visto aquello al notar el puchero en el labio inferior de su sobrino, y se acercó a paso rápido.

—Cariño. ¿Te encuentras bien? No pasó nada, solo fue un susto.

–Yo estoy bien —Respondió el niño con la voz algo temblorosa. No quería llorar frente a su tía. Miró alrededor y se quedó observando por unos segundos mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. Se fue...

Jacky no hizo preguntas, tan solo abrazó al niño luego de ponerlo de pie, le besó la mejilla y lo obligó a ir con su madre. Mientras cerraba la puerta que llevaba al sótano, sintió un escalofrío viajar por su columna vertebral al recordar lo que había visto, y aunque quería creer que podía haber sido un milagro, no se sentía como uno.

Se sentía como una maldición.

26 de enero de 1968.

—Felix... Felix... Oye, Felix... Felix... —Tan solo pasaron unos cortos segundos de silencio antes de recibir otra palomita de maíz contra su mejilla—. Felix.

—Ay, por Dios —dijo el nombrado, ocultando su rostro en sus manos. Su mejor amigo rio bajo.

—Felix, esta película es una mierda. —Y volvió a reír silenciosa, aunque recibe unos «sh» de la parte de adelante.

Ambos adolescentes estaban en el cine, el único del pueblo y, extrañamente para ser domingo, no estaba tan lleno. Había una película en estreno desde hace menos de una semana llamada «La residencia». Al parecer, a casi nadie del pueblo le gustaba, y es por eso por lo que había algunos asientos libres a los lados. Felix no quería ser mala persona, realmente quería darle una oportunidad a la película, pero no podía, y Jisung lo volvía más complicado.

—Jisung, por lo que más quieras, déjame ver la película.

Jisung suspiró. Estaba harto, aburrido. Felix le devolvió la mirada.

—¿Por qué la ves? No te gusta. —Comió palomitas, ignorando otro «Shh» que provino de más adelante.

—Porque hemos gastado dinero en esto, y en las palomitas que están cayendo al suelo. —Felix bajó su voz aún más debido a que se oyen quejas—. Y no creo que sea tan malo, todos parecen disfrutarla.

—Se están durmiendo, Felix.

El adolescente suspiró, negando lentamente y acomodando su flequillo hacia atrás, en su hopo, como últimamente los usaba. No había cambiado nada a excepción de el peinado y su vestimenta: Había abandonado los tiradores, los pantalones cortos y las guillerminas. Ahora tan solo usaba una camiseta blanca abotonada hasta arriba, unos pantalones largos hasta la cintura color negro y borcegos del mismo color, los cuales lo hacían tan solo un poquito más alto, y eso le hacía feliz. Él iba a ser alto, algún día.

Estaba hermoso, reluciente, pero seguía siendo la misma dulce y bondadosa criatura de siempre. Seguía siendo Lee Felix.

Jisung también estaba cambiado. No solo era mucho más responsable, también había tenido un cambio de imagen como Felix: Con su cabello hacia atrás y ropa parecida, solo que su camisa no tenía botones y estaba más abierta en la parte del cuello.

Ambos ahora también se veían fuera de la universidad para ir al cine o al parque junto a Chris. Los dos mejores amigos estaban en el primer año de ésta, estudiando diferentes carreras, pero se veían en la cafetería junto a Dan. Se habían vuelto mucho más unidos.

Un quejido salió de la boca del pecoso ante la fuerte picazón que sentía en el antebrazo, sobre una marca apenitas visible e indescifrable, ya que su madre lo había llevado al hospital a hacerse unos exámenes, y al no obtener respuestas decidieron descartar la posibilidad de algo grave, añadiendo una donde se debía a algún tipo de alergia de alguna tela que le rozaba la piel.

—¿Tienes comezón aún?

—No sé qué sea —respondió y dejó de rascarse, porque hacía que le pique aún más.

—Déjame ver. —Su mejor amigo le tomó el brazo, observando con atención en el área donde le picaba al adolescente—. Si, definitivamente te vas a morir —bromeó, haciendo a Felix reír silenciosamente y alejar su brazo—. Te diré qué: Nos vamos de aquí a mi casa, cenamos allí y luego te acompaño a tu casa.

Era un buen plan.

—Suena bien, pero me da vergüenza ponerme de pie ahora.

—Felix, no me voy a quedar ni un segundito más aquí sentado. Necesito ir al baño, tengo hambre, me estoy aburriendo.

Accidentalmente usó un tono de voz normal para decir aquello, provocando que tres filas al frente, un adulto que estaba con su esposa se gire.

—¿Quieres cerrar la boca, por el amor de Dios?

—Púdrete.

—Jisung. —Felix regañó, y por querer llamar la atención de su amigo puso su mano sobre la del otro, frunciéndole el ceño antes de ver al adulto.

—Lo siento, señor. Ya nos íbamos.

Y todo hubiese salido bien si el hombre solo se hubiese girado, pero estaba fastidiado y era un idiota. Su mirada bajó a las manos de los adolescentes, las cuales estaban una sobre la otra, y negó.

—Asqueroso —dijo antes de girarse y volvió a sentarse.

Se oyeron algunas risas en el cine ante el chistoso comentario del adulto. Felix notó que su mano sigue sobre la de Jisung y la alejó rápidamente, mirando a su mejor amigo con culpabilidad. A él no le molestaba lo que la gente pensara sobre él, pero a pesar de conocer muy bien a Jisung, jamás habían pasado por una situación así.

—Lo sie...

—Ni se te ocurra disculparte por tomar mi mano. —Le interrumpió Jisung. A él tampoco le importaba—. Vamos —dijo, poniéndose de pie.

Felix estaba por hacerlo, pero entonces comenzó a sentir aquel reconocible malestar en su estómago.

Notó como por arte de magia las palomitas del hombre que los insultó salen volando hacia la cara de su esposa, la cual se quejó antes de ponerse de pie, sacudiendo su precioso vestido. Todos están viendo aquella escena antes de subir la mirada a la pantalla. La película había quedado tildada en una parte donde uno de los personajes suelta una carcajada. De los parlantes se oye un pitido irritante, y Felix es el único que no tapó sus oídos. Lo sintió durante tanto tiempo, que ya no le afectaba en lo más mínimo.

La gente comenzó a quejarse y, entonces, la pantalla literalmente se quebró, todo se oscurece antes de que las luces del cine se encendieran. Todos están entre asustados y muy confundidos. ¿Acaso el sonido había hecho que la pantalla se quebrara?

Jisung se volvió a sentar en su asiento, sorprendido.

—Dime que no estoy loco y viste eso.

—Lo vi —respondió Felix con tranquilidad.

—¿Y por qué actúas tan normal? —Felix solo revoloteaba sus pestañas con rapidez ante aquella pregunta, observando a su mejor amigo, el cual niega y suspira—. Olvídalo. Vámonos a casa.

Esta vez ambos adolescentes se pusieron de pie. Toda la gente estaba saliendo del cine. Jisung pasó primero, caminando por el angosto pasillo entre los asientos. Felix observó alrededor, intentando buscar a Minho, pero este no se dejó ver.

Una sonrisita se hizo presente en el rostro del pecoso antes de buscar a su mejor amigo, abandonando aquel cine.

Habían llegado a la casa de Jisung, el cual estaba muy emocionado, sorprendido por lo que había sucedido en el cine. Faltaba poco para que la cena estuviese lista, y Jisung no perdió la oportunidad de contarle a su padre la anécdota mientras cenaban.

—Y la pantalla se quebró en dos, así como si nada. Todos tuvimos que salir de allí —dijo, buscando con su tenedor más pasta con salsa de su plato, llevándola a su boca.

—Es una pena, dicen que la película es buena —comentó el señor Han, bajando la mirada a su plato casi vacío. Felix y Jisung no perdieron la oportunidad de verse con los ojos bien abiertos y un gesto de sufrimiento: Aquella película había sido lo peor de toda la anécdota. El padre de su mejor amigo suspira antes de levantarse de la mesa—. Felix, estaré en la sala. Puedes avisarme cuando quieres irte, y te llevo a tu casa.

—Oh, no es problema, señor Han. Puedo ir solo —dijo educadamente.

—No me molesta para nada llevarte, hijo. —Le despeinó tan solo un poco el cabello antes de pasar por detrás de Jisung—. Incluso me dejaría dormir en la noche. Jisung, lava los platos cuando termines. —El nombrado se quejó con la boca llena y gruñó cuando su padre le palmea la espalda con tan solo un poco de fuerza.

Felix no pudo evitar reír bajito.

—¿No te pareció extraño el que haya sucedido aquello? —preguntó su mejor amigo al haber tragado la comida y tomado un poco de agua.

—No, puede pasar.

Las cejas del de mejillas grandes se alzan.

—Sí, claro. Es completamente normal que una pantalla se quiebre como si nada —dijo lleno de sarcasmo.

—Pudo haber sido el ruido. No me gusta opinar de cosas que no sé. —Se encogió de hombros y suspiró. Estaba llenísimo, nunca había comido un plato tan enorme en su vida.

—De acuerdo, entonces hablemos de cosas que sí sabemos: Tu cumpleaños. Tus diecinueve, para ser exactos. —Jisung no evitó sonreír cuando notó como su amigo se ruborizó—. ¿Harás algo?

Felix negó.

—No.

—Tiene que haber al...

—No.

Los ojos de su mejor amigo se entrecerraron un poco, viendo fijo al pecoso.

—Pequeño e inocente Felix, sin saber mentir. ¿Crees que no te conozco lo suficiente?

Te sorprenderías.

—No es nada. Mi mami... mamá. —Corrigió. Jesús, cumpliré diecinueve y sigo diciéndole «mami» en público—. Mi mamá hará algo, seguramente. Siempre lo hace, la «fiesta sorpresa».

—¿Acaso yo he faltado a alguna?

—No.

—Pues lo haré, porque yo planearé mi sorpresa aparte. Y te va a gustar. Ya lo he pensado. Será el mejor regalo.

Felix no pudo evitar sonreír, bajando la mirada.

—De acuerdo, deja de emocionarme —recibió una palmada algo dolorosa e inesperada en el antebrazo de parte de su amigo—. ¡Auch! ¿Por qué me golpeas?

—Deja de rascarte.

Ni siquiera se había dado cuenta que estaba rascándose.

—Me pica —se excusó, inconscientemente formando un puchero con su labio inferior antes de bajar la mirada a aquella marca indescifrable. No era tan notable—. Tal vez sea un granito.

—Tal vez sea un tercer pezón.

Ambos amigos rieron antes de levantar la mesa entre charlas.

Jisung acompañaba al pecoso a la puerta mientras su padre se adelantaba hacia el auto. Ambos adolescentes se observaban.

—¿Te veo mañana en la universidad?

—Por supuesto —respondió Jisung, apoyándose en el marco de la puerta y observando de reojo a su padre subirse al auto.

—No llegues tarde, no me gusta estar solo.

—Ya eres niño grande, ahora debes acostumbrarte a la soledad —bromeó. Felix arrugó su nariz, riendo bajo antes de acercarse a su mejor amigo y dejar un beso en su mejilla, como siempre, volteándose.

Para él, Felix jamás dejaría de ser un hermano menor, no solo por sus actitudes o inocencia, solo porque así lo sería para toda la vida.

—Hey. —El pecoso se volteó nuevamente, alzando ambas cejas. Jisung se acercó a éste—. Ven aquí —dijo antes de envolverlo en un abrazo. Felix, sorprendido, respondió de inmediato.

—¿Desde cuándo me abrazas?

—Siempre te abrazo, torpe.

—Mentiroso. Nunca me abrazas de la nada —contradijo el de pecas antes de reír bajito—. Ya sé que te sucede. Estás sentimental...

—Cállate.

—Porque estoy creciendo.

Un silencio se hace presente por unos segunditos.

—...Tengo mis razones. —Se excusó Jisung. Felix volvió a reír antes de ser apartado del abrazo—. Fuera de mi casa, Lee Felix —dijo con un tono de falsa molestia.

Felix oye la bocina del auto del señor Han.

—Te veo mañana, Ji —dijo, aun riendo antes de girarse y caminar rápidamente hacia el auto, subiéndose.

Jisung tan solo los observa irse desde el umbral de la puerta, suspirando. Si, estaba sensible.

Pero jamás iba a admitirlo.

Finalmente, Felix había llegado a su casa. Le agradeció al señor Han antes de bajar y caminar para la puerta. El malestar en su estómago había estado presente en el camino de vuelta a la casa, y estaba ansioso.

Cuando entró y cerró la puerta principal se quedó de pie en la entrada al ver a su hermana Katie con su novio, Theo, en el sofá. Éstos tenían los labios muy rojos y el cabello algo desarreglado para estar viendo televisión. Los tres se observaron por unos segundos.

—Felix, no creí que ibas a llegar tan temprano —dijo su hermana, sonriendo suavemente.

—Sí, es que la película apestó —explicó, y asintió hacia Theo en forma de saludo, el cual lo ignora. Felix volvió a ver a Katie—. ¿Mamá y papá?

—Salieron por su aniversario. Me dijo que vendrán un poco tarde.

—Oh, bueno... —Un silencio incómodo se hizo presente antes de que Felix soltó una risita y comenzó a caminar hacia su cuarto—. Estaré en mi cuarto.

—Buena idea. —Su hermana le dedicó una sonrisita de agradecimiento mientras Felix abrió la puerta que lleva a las escaleras y la cerró detrás suyo, bajando hasta abrir la puerta de su cuarto.

La cerró detrás suyo, prendiendo la luz antes de girarse. Ni siquiera le dio tiempo a ver algo, cuando ya estaba contra la pared, y su esposo, el rey del inframundo y la persona que más amaba, lo sostenía de la cintura con sus brazos. Felix no pudo evitar sonreír embobado, cerrando sus ojos ante la cercanía de sus rostros.

—¿Qué tal estuvo la película? —preguntó el arcángel, fingiendo no saber nada.

—Horrible.

—Mi parte favorita fue cuando la rompí.

Felix no pudo evitar soltar una risita, negando lentamente. Se sentía algo culpable.

—Hiciste que aquel pobre hombre arruinara su cita.

—Oh, no era mi intención —dijo sarcásticamente el Diablo, sonriendo coquetamente de lado antes de acercar su rostro y tomó los labios de su esposo en los suyos.

Ambos movían sus labios en el mismo lento y profundo compás, ladeando sus cabezas hacia los lados contrarios. Felix subió sus brazos al cuello del ente, y éste bajo sus manos hacia los muslos del menor, cargándolo en sus brazos para dirigirse a la cama.

Ambos continuaban igual que siempre, pero intentaban volver las cosas menos tóxicas, con Minho tan solo apareciendo en las noches hasta que Felix se dormía, o cuando a éste le sucedía algo, aunque en todo el año, luego de la horrible navidad que tuvo Felix, todo parecía ir bien. Nada se había estropeado, nada los perseguía. Todo estaba perfectamente bien, y aunque al principio aquello era extraño, ya se estaban acostumbrando.

Se habían vuelto mucho más unidos, y al menos Felix creía que ya no había secretos entre ellos exceptuando por qué Minho no le decía que lo amaba. Sí. Incluso habían cumplido un año de casados, y aun así el Diablo no decía aquellas simples palabras.

Y Felix comenzaba a sentir que no estaba siendo correspondido.

—Te extrañé —dijo el adolescente una vez Minho se sentó en la cama, con él en su regazo.

—Creí que estabas bastante bien con tu amigo —respondió, llevando los besos a la piel del cuello del menor.

Felix sonrió apenitas visible.

—Sí, estaba bastante bien. Pero aun así... yo te extrañé cada segundo.

—Ese es mi niño favorito. —Gruñó bajo, satisfecho por la respuesta de su esposo antes de besarle nuevamente los labios.

El pecoso salió de encima del Diablo para dirigirse a su mueble, tomando el pijama y comenzando a vestirse de espaldas mientras respondía preguntas del rey del inframundo sobre si alguien se había metido con él en el tiempo que no estuvo y principalmente queriendo saber si había probado bocado en el día.

Finalizó de ponerse sus pantalones de pijama y su camiseta de manga larga color gris. Su cabello continuaba perfectamente peinado.

—Comí tanto que aún sigo muy lleno para moverme —comentó, girándose con una tímida sonrisita y mejillas sonrojadas.

Era verdad. Él estaba acostumbrado a platos pequeños, y el padre de Jisung claramente no, porque le había servido algo parecido a una montaña de pasta con mucha salsa. Lo sorprendente es que se lo había comido casi todo. Cocinaba muy bien.

Perdido en sus pensamientos no se dio cuenta que Minho estaba frente a él y le estaba separando la mano del brazo, con su rostro completamente inexpresivo mientras le veía fijamente.

—¿Sigues rascándote?

—Oh, no —mintió, pero suspiró ante la mirada del Diablo—. Bueno, sí —admitió por haber intentado mentirle a su esposo.

—¿Por qué no me lo dijiste? —dijo con el mismo tono de voz, y tomó su brazo para observar la zona donde le picaba.

—Porque todos están haciendo un gran problema por un poco de comezón. —Minho alzó la mirada para ver nuevamente a Felix. Si no fuese porque es su esposo y lo conocía, aquellos ojos con un cuarto rojo, inexpresivos, que lo ven fijamente, le daría miedo. Pero no es así, sabía que aquella mirada significa que Minho no exagera, tan solo cuida de Felix, y no sabe cómo decirlo en voz alta—. Min, yo entiendo, pero se irá. Tal vez sea alergia a alguna tela o comida, lo que dijo el doctor.

El Diablo volvió a bajar la mirada al pálido brazo de su esposo y se le frunció un poco el ceño, como si estuviese comenzando a pensar en algo que finalmente descartó al envolverlo en sus brazos y darle un beso en la frente. Felix amaba cuando Minho hacía aquello, eran pocas veces y siempre quedaba tan sorprendido como la primera vez. Se abrazó el cálido torso de su esposo y apoyó su mejilla en el pecho del contrario, sintiéndose pleno.

—¿Cómo estuvo tu día, Min?

—En orden —respondió, y reafirmó su agarre en la cintura del menor antes de comenzar a dejar lentos besos en la piel de su cuello. Felix mantuvo sus ojos cerrados, y no evitó comenzar a pensar en el tiempo que había pasado, y en el tiempo que pasaría—. Te noto tenso.

El pecoso suspiró y ladeó un poco más el rostro, buscando que aquellos cálidos labios alivien la tensión que comenzaba a sentir en todo su cuerpo.

—Solo pensaba...

—Estás frío. A la cama, y lo hablamos. —Dejó un último beso y se alejó para poder dejar que su niño favorito se moviera.

Éste de inmediato se dirigió a su cama y corrió las mantas antes de meterse, haciéndole un lugar al Diablo, que también se recostó y agitó su mano para que las mantas los taparan. Atrajo al adolescente contra su cuerpo, el cual estaba cálido e iba a quitarle los temblores del frío.

—Será mi cumpleaños en unos días. —Comenzó Felix. Minho tan solo le beso la mejilla suavemente, mimando a su chico—. Estoy creciendo... y no quiero hacerlo.

—Es algo completamente normal ponerse nostálgico por ello, a nadie le gusta envejecer.

—Si, pero no todo el mundo está casado con el rey del inframundo —murmuró, intentando darse entender.

Felix no devolvió la mirada fija de Minho, y el silencio se hizo presente tan solo por unos segunditos.

—Te dije que haría todo lo posible para que vivieras la eternidad junto a mí.

—Lo sé, y yo valoro eso. Créeme que lo hago. —Rápidamente aclaró el pecoso, sin querer que Minho se sintiera que había fallado en hacerlo feliz—. Pero... no lo sé, solo me desanima un poco. No quiero tener sesenta cuando eso suceda.

—¿Por qué? Tengo miles de años, y más. Me sentiría un poco a la par, siendo honesto. —Felix no pudo evitar reír bajito por aquella broma.

—Sí, pero luces de veintitantos. Eso no se verá nada agradable. —No puede evitar volver a reír y Minho no puede evitar volver a besarlo. Felix se apartó segunditos después, viendo fijamente a su esposo—. Te amo, Min. Solo estoy asustado de que no podamos lograrlo, de que algo suceda.

—No lo estés —dijo, nuevamente evitando aquellas palabras y metiendo sus manos por debajo de la camiseta del menor para acariciarle la piel—. Tienes que confiar en mí.

Felix sintió un nudo en su garganta. Confiar. Confiar en que lo amaba, aunque no lo diga de vuelta.

—Lo hago —respondió, y vuelven a besarse.

Comenzaban una sesión de besos lentos, dulces, con mordiditas suaves en sus labios. Minho no dejaba hablar a Felix, y éste reía entre el beso, intentando alejarse, pero no podía y aquello lo hacía reír más antes de ser besado nuevamente con lentitud y más profundidad. Ambas lenguas se encuentran y hacen su fricción, miles de sensaciones se desatan en el cuerpo del pecoso. Amaba sentir la lengua de Minho con la suya propia.

El rey del inframundo se alejó.

—Tienes que dormir.

Maldición.

Felix sabía que Minho decía aquello ya que la noche anterior Felix no había dormido muy bien, todo debido a que habían hecho el amor y se habían quedado hablando de muchas cosas hasta que amaneció.

Suspiró.

—Está bien —dijo, recibiendo un último beso antes de cerrar sus ojos y ser atraído al pecho del mayor—. Min.

—¿Mh?

Silencio.

—¿Tú tienes cumpleaños?

Más silencio por más segundos.

—No.

—¿Te gustaría tener uno? —Y sonrió algo adormilado al sentir un fuerte latido en el pecho del Diablo.

—¿Por qué preguntas?

Felix sintió que se está durmiendo. Hizo todo lo posible para mantenerse despierto.

—Solo creo que sería bonito decidir que tuvieras uno. Podría darte un regalo y... —Bostezó—. Y hornearte un pastel. No lo sé.

Minho le besó los labios por última vez.

—Descansa, Felix. Podemos hablar de esto otro día.

Y Felix no se negó, finalmente durmiendo con profundidad.

Lunes al mediodía, en un día soleado pero frío, Chris, Jisung y Felix se encontraban almorzando en la cafetería del instituto. Stella, una chica rubia y buena que había salido un par de veces con Jisung, estaba sobre el regazo de éste, oyéndolo hablar mientras veía alrededor para vigilar que no haya ningún profesor cerca que la vea de aquella manera sobre el chico que le atraía.

—Y la pantalla se rompió. Tengo mis sospechas de que Felix lo hizo con sus poderes, porque ni siquiera se sorprendió —comentó, haciendo reír a la chica.

Felix, por otro lado, ya estaba harto de oír a su mejor amigo contar la historia a todo ser viviente que se le cruzara. Sin embargo, él jamás dejaba de ser amable o hacía sentir torpe a alguien más.

—No es que no me sorprendí, solo no reaccioné como tú —respondió.

Chris tan solo observaba la situación, comiendo. Amaba estar con sus amigos.

—¿Y cómo es que, según tú, yo reaccioné?

—Ha pasado un día y no paras de decirlo. ¡Incluso lo repites!

—Es porque está emocionado, déjalo —defendió Stella, y besó a Jisung en los labios, el cual estaba satisfecho. Felix puso los ojos en blanco y Chris rio por ello, provocando que los adolescentes se separen. Stella vio alrededor nuevamente y se levantó con rapidez de encima de Jisung al ver a un profesor a lo lejos—. Voy a mi clase. ¿Nos vemos en la noche?

—Ten por seguro que sí. —Se besaron rápidamente antes que la chica caminara lejos de aquella mesa. Jisung la vio irse antes de girarse a ver a sus amigos, los cuales lo observan—. ¿Qué?

—Yo debo de ir a la biblioteca —dijo Chris, poniéndose de pie y tomando la botella de agua de su bandeja, observando al Pecoso e intentando no reír—. ¿Nos vemos en la noche? —dijo, imitando un tono más agudo.

—Ten por seguro que sí —dijo Felix en un tono coqueto, imitando a su mejor amigo. Ambos rieron excepto Jisung mientras Chris se alejó.

—Lee Felix, deja de romper mi corazón.

—Tu rompes el mío, me cambias por Stella —fingió tristeza, suspirando—. ¿Te cansé? —sonrió, demostrando que claramente estaba bromeando antes de suspirar cuando suena la campana. Todos comenzaron a ponerse de pie, y ellos también—. ¿Qué harán esta no...? —No terminó su pregunta debido a la cara de Jisung, el cual se quedó en silencio—. No, no. No quiero saber.

—Bien. Eso es bueno.

Ambos se dirigieron por el pasillo, caminando lentamente mientras Jisung le comentaba sobre la sorpresa de su cumpleaños, sin decirle nada.

—Va a ser genial, pero no puedo decirte.

—Suena a que quieres decirme todo. —Ambos se adentraron a los baños del instituto donde, por suerte, estaban vacíos.

Jisung se dirigió a un cubículo mientras Felix lo espera de pie frente a los lavabos.

—Si, pero no puedo. Chris me mataría, él va a ayudarme en todo.

Se oyó como Jisung sale del cubículo, pero Felix ni pudo prestar a atención a ello debido a que sintió un enorme pinchazo, como si estuviesen inyectándole fuego sobre el lugar que siempre le picaba del brazo. Su boca se entreabrió y gimió adolorido antes de apoyarse contra el lavabo.

—¿Felix? Hey. —Se acercó de inmediato—. ¿Qué tienes?

—N-Nada. —Se acarició el brazo cuando el ardor cesó, y volvió a respirar, entrecortadamente—. Solo sentí un dolor horrible en el brazo. Debo haber dormido mal —mintió.

Jisung sabía que Felix estaba mintiendo, pero no dijo nada. Se lavó las manos y pasó un brazo por encima de los hombros de Felix, intentando demostrarle su apoyo.

—Vamos a clase —dijo, y salieron del baño de aquella forma.

Cuando salieron, Felix habría preferido quedarse en el baño.

Ambos chicos se detuvieron, extrañados de que muchos alumnos corrieran en la misma dirección, por el largo pasillo y a la izquierda. Muchos murmurando cosas, nada se veía bien.

—¿Qué sucede? —preguntó Felix, intentando que no se notara el miedo en su voz.

—No lo sé. Vamos a averiguarlo. —Aún con su brazo sobre los hombros del pecoso, ambos comenzaron a caminar más lento en aquella dirección—. Hey, Langdon. —Jisung alzó más su voz al ver a un compañero en su clase, con el cual tenía más confianza—. ¿Qué sucede?

—Alguien murió —dijo, y se dirigió corriendo hacia aquel lugar.

Ambos adolescentes comenzaban a sentir un vacío en su estómago, principalmente Felix, el cual no había oído de la palabra «Muerte» hace más de un año. Nada relacionado a aquello, ya que fue puro año de felicidad donde el Diablo le acompañaba, donde todos creían que éste se había ido, pero era una mentira más ligera de cargar.

Como si ambos estuviesen sincronizados, comenzaron a caminar por el pasillo, callados, sin correr. Lucían tranquilos, pero por dentro estaban aterrados. Ya de por sí era algo horrible, ¿Qué si era alguien que ellos conocían? ¿Chris? ¿Stella? ¿Ruby? No habían visto a Ruby hasta hace un par de meses, pocas veces la cruzaban, pero igualmente era una conocida.

Finalmente giraron en donde toda la gente está amontonada, y se separaron mientras intentaban pasar al frente. Había un cuerpo de un alumno que, por suerte, no conocían, pero, aun así, era un alumno. Una persona. Sus ojos veían fijamente un punto perdido en el aire, pálido y con el uniforme empapado de sangre, con cortes en cada parte de sus brazos y garganta.

—Mierda —dijo Jisung, respirando profundo antes de alejar la mirada y buscar entre la multitud—. Felix, allí está Chris.

Jisung se dirigió hacia su amigo, pero Felix no pudo moverse con tanta facilidad. Alzó la mirada, parpadeando lentamente y fijando su vista en la figura alta y con capa negra que está de pie a lo lejos del pasillo, pero no tanto. Aquella figura que se llevó una parte de su alma hace rato, pero que Minho pudo arreglar debido a que aparentemente no había sido la gran cosa. Muerte lo miraba fijo, aún si Felix no podía ver su escalofriante rostro debajo de la capa negra que cubría su cabeza, sabía que ya había tomado el alma del alumno muerto, y que solo estaba allí para demostrar que lo observaba.

A él.

Felix salió de allí al ver llegar a los policías y dos médicos con una camilla donde pondrían el cuerpo. Se dirigió por donde regresó, y en el trayecto al baño se quitó el anillo. Segundos después, siente el malestar en su estómago y se tranquilizó, pero solo un poco. Quería llorar.

Una vez dentro del baño, le puso pestillo a la puerta y se giró, observando al Diablo de pie allí, viéndose alerta.

—Min. —Se le entrecortó la voz mientras se le escapan unas lágrimas, y llegó hacia donde está su esposo, siendo envuelto por los brazos de este contra el calor de su pecho. Comenzó a llorar bajito, con sus ojos cerrados y ceño levemente fruncido—. N-No puedo...

—Shhh, no hables —Lo sostuvo mejor hasta cargarlo en sus brazos y poder subirlo a uno de los lavabos, sentándolo en éste. Se ubicó entre sus piernas y le limpió el rostro con lentitud, dejando un beso en sus labios—. Alguien murió.

Felix asintió lentamente y bajó la mirada, con más lágrimas escapando. Sus manos tiemblan.

—L-Lo siento. Es que... hace mucho que no veo algo así.

—No vi, pero sentí. La Muerte estuvo aquí.

—¿Ya no? —Sorbió su nariz y Minho continuó limpiando las lágrimas que salieron de sus preciosos ojos marrones.

—No mientras yo esté. Me teme.

—¿Por qué seguía aquí si el chico ya estaba muerto? Es decir, ya se había llevado su alma. ¿No se supone que debería de haberse ido?

—Tal vez debe de llevarse a alguien más.

—¿Dos muertes en el mismo día y lugar?

—Puede que no el mismo día. Algunas veces vigila a su próxima víctima.

Felix se quedó callado de inmediato, mirando a Minho unos segundos antes de sentir escalofríos. Se apegó más a éste, el cual le dejó de manera inmediata.

—¿Tú sabes quién solía ser Muerte?

—Hubo muchas Muertes. Esta es la novena, la penúltima. Solo puede haber diez muertes —respondió. A Felix le gustaba saber sobre estos temas.

—¿Es como ser un profeta? Es decir, ¿Te eligen?

—A decir verdad, no sé bien cómo funciona, pero esta Muerte lo eligió. Luego de rituales costosos para contactar a Dios, recurrió a mí —Comenzó, acariciando la espalda del chico con lentitud—. Era un simple hombre de una aldea asquerosa y llena de pobreza. Tenía una esposa, y seis hijos. Mató a éstos para demostrarme su insensibilidad, que podía ser la muerte. —Felix negó lentamente. No entendía cómo alguien podría hacer algo así—. Mató a su esposa para conseguir el ritual de invocación, y cuando se reunió con la octava Muerte, luchó contra ella. No sé ni me importa cómo, pero ganó, y está a la espera de la próxima.

–Creí que Muerte debía de ser alguien tranquilo, que ayude a las personas a morir en paz.

—Si, el de arriba también lo cree. En la larga lista de «Razones para odiar a mi arcángel favorito» está aquello. —Sonrió de lado, presumiendo.

Felix se apartó un poco de su pecho para alzar la mirada y verlo.

—¿Todas las Muertes chillaban de esa forma y se vestían así?

—No, exceptuando lo de la vestimenta. El chillido es algo que sale de alguna parte de Muerte cuando se hace presente, y solo lo escuchan los seres que son capaces de verla, no los humanos. La he escuchado cuando llegué.

—¿Y por qué yo la escucho?

—Porque, por algún motivo, esta Muerte no habla, y el chillido es la única forma de comunicarse.

Felix frunció un poco el ceño. Aquello era raro. Recibió un beso en los labios de parte de su esposo.

—Tienes que calmarte y enfrentar esto. Las Muertes son completamente normal.

—Para ti. —Bufó el joven, y Minho nuevamente lo besó—. ¿Qué harías tú si yo muriera?

De inmediato, los brazos de Minho se tensaron, su rostro volvió a ser inexpresivo y sus ojos se volvieron del mismo color que el cuarto de uno. Todo rastro de que allí hubo un color negro desaparece. Felix no evitó sorprenderse, no evitó sentir nostalgia y a la vez felicidad por importarle al Diablo.

—Min. —Llevó sus suaves y delicadas manos a las mejillas de su novio—. Lo siento. No voy a morir, solo era una suposición. No sabía que te pondrías así.

Minho tan solo lo ve fijó antes de ver de reojo hacia la puerta y volver a ver a su esposo.

—Van a enviar a todos a casa, no tendrás que seguir aquí. Apenas llegues, come algo y baja a tu cuarto. Allí estaré.

Y en un parpadeo, desapareció, al igual que el malestar en el estómago del pecoso.

Éste último suspiró y se bajó del lavabo de un pequeño salto. Se giró para verse al espejo y lava su rostro ya que su nariz y alrededor de sus ojos estaban rosados por el llanto. Finalmente se dirigió hacia la salida del baño, quitando el pestillo de la puerta antes de salir. Observó a los lados y notó a Jisung y Chris caminando en esa dirección. Su mejor amigo suspiró, aliviado al encontrar al pecoso.

—Felix. ¿Dónde estabas? —De inmediato en que llegó frente al más bajo, lo envolvió en un fuerte abrazo—. Estabas llorando. ¿Alguien te hizo daño? Torpe, no puedes andar solo. Hay un asesino en el establecimiento.

—Tranquilo... —Felix devolvió el abrazo debido a que notó a su mejor amigo realmente asustado. Aunque su tono de voz fuese como si quisiese matarlo, sabía que cuando sonaba así era porque estaba preocupado o asustado—. Solo me asustó ver al chico.

—Soy un idiota. Luego de lo que has pasado con tu familia no debería de haberte llevado. Lo siento, Felix. —Se apartó, y su mirada demuestra absoluta culpabilidad.

—Jisung, no es tu culpa. Yo estoy grande para que seas mi responsabilidad.

—Cállate, tú siempre serás mi responsabilidad, idiota.

—No se pongan cursis. Felix, me alegra que estés vivo. —bromeó, y Jisung lo fulminó con la mirada, sin encontrarle sentido al comentario—. ¿Qué? Eres un exagerado, solo fue al baño.

Felix río bajo.

—Chris, nosotros también creímos que tú fuiste el que murió.

—Desafortunadamente para Jisung, sigo vivo. —Esta vez los tres rieron—. Pero, hablando en serio, debemos irnos. No es nada seguro continuar aquí, tan solo notifiquemos al rector que continuamos con vida.

—Sí. Aparentemente la universidad no es seguro hasta que descubran quien anda asesinando personas —explicó Jisung mientras los tres se dirigieron hacia la oficina del rector por el pasillo—. Esto será un caos, lo más probable es que ni siquiera nos permitan andar de a uno por los pasillos.

—¿Crees que está mal? Yo no quiero andar solo si alguien anda asesinando personas.

A Felix le daba igual, sabía que con solo quitarse el anillo Minho estará allí para salvarlo de lo que sea.

Pero temía por sus amigos.

Los Lee terminaban de almorzar luego de haber ido a buscar a Felix a la universidad. Katie finalizó de comer primero que todos y se fue a su habitación, no sin antes levantar su plato. Nadie tocó el tema de la universidad, especialmente porque no querían que Felix se pusiera mal.

Cuando todos finalizaron de comer, Sarah se levantó para juntar los platos.

—Yo te ayudo. —Se ofreció Felix, a punto de ponerse de pie si no fuese porque su madre lo detuvo.

—No, no. Quédate. Yo lo levanto, tú deberías de ir a descansar —dijo con amabilidad, y le guiñó un ojo antes de dirigirse hacia la cocina.

Felix observó a su padre, quien llevaba viéndole durante todo el almuerzo, y suspiró.

—Papá...

—No dije nada. —Des rio bajo, intentando tranquilizar a su hijo.

—Lo sé, pero sé en lo que estás pensando. —Y le dolía. Tragó saliva con fuerza, negando—. No fui yo. No tuve nada que ver.

—¿Ha vuelto?

—No. Nada ha vuelto. —Bastardo mentiroso—. No hay nada que temer, estoy abrumado porque me trajo recuerdos, pero juro que esta vez no he tenido nada que ver. Realmente hay alguien en la universidad que asesinó a ese chico.

—Espero que encuentren una solución o no pienso dejarte ir de nuevo —comentó Dogyul mientras Felix se ponía de pie y le daba un beso en la mejilla.

—Voy a ayudar a mamá.

—Se va a molestar si lo haces, ya la oíste: Quiere que vayas a descansar. ¿Tienes tarea? —Felix negó—. De acuerdo, entonces ve a tu habitación a descansar.

—Subo en un rato, voy a darme un baño —dijo, y se dirigió hacia las escaleras, cerrando la puerta detrás suya antes de bajar las escaleras.

Finalmente llegó a su cuarto y cerró la puerta con pestillo mientras comienza a quitarse la ropa. Minho aún no estaba allí. Se dirigió al baño y comenzó a llenar la bañera en ropa interior y calcetines, temblando un poco por el frío.

Sintió el malestar hacerse presente unos minutos después, y unos pasos llegar al baño desde el cuarto. Felix no se giró, continúa regulando el agua para su baño.

—¿Desde cuándo te has vuelto un exorcista? —preguntó Minho, y cuando Felix se giró con sus mejillas sonrojadas al estar en ropa interior, el Diablo tiene en sus manos un cuaderno del pecoso, donde éste había anotado un exorcismo que se había aprendido de memoria.

—Desde que un demonio me perseguía —dijo.

Minho cerró el libro y lo dejó sobre la tapa del retrete antes de acercarse al pecoso, envolviendo su cuerpo semidesnudo en sus brazos, acariciándole los muslos mientras pegaba sus labios contra su oreja.

—Tienes frío —afirmó, mordiendo suavemente el lóbulo de la oreja del chico, trayéndole más escalofríos ante la calidez mezclada con la frialdad.

—Min... —suspiró—. Espera. —Se alejo un poquito y se dio vuelta, cerrando el grifo. La bañera ya estaba llena, y el agua perfecta. Nuevamente se giró hacia el Diablo—. Min, siento por lo que te dije en la universidad. No quería hacerte enfadar. —Se disculpó, pero el Diablo tan solo volvió a envolverlo en sus brazos y le besó los labios de manera suave y lenta. Felix se dejó completamente, rodeando el cuello del más alto con sus brazos y poniéndose de puntitas de pie—. ¿No estás molesto? —dijo sobre los labios de su esposo, el cual negó antes de apartarse.

—He pensado una respuesta a tu pregunta —Respondió, y sonrió ladinamente—. Tú serías mi perfecta excusa para el apocalipsis.

Felix no pudo evitar echarse a reír y esta vez comenzar él un beso.

Su risita cesó entre más besos, besos que subieron de temperatura al igual que sus cuerpos. Las manos del Diablo acariciaban las nalgas del joven por debajo de la ropa interior de éste, presionándolo contra su erección que se había formado debajo de su pantalón. Leves gemiditos escapaban de la boca del menor ante las presiones y el beso, se volvía cada vez más profundo.

Minho alejó sus manos para comenzar a quitarse la camisa, pero Felix apartó sus manos y él mismo la desabotonó, quitándosela y dejando visible el torso repleto de tatuajes. Dejó la camisa sobre el lavabo que estaba a su lado y llevó sus manos al pantalón del Diablo, bajándolo. Minho no llevaba nada debajo de sus pantalones.

Completamente desnudo, finalizó por quitarle al pecoso la ropa interior mientras éste se deshacía con sus propios pies de sus calcetines. Minho se apartó tan solo para meterse en la bañera y ayudar a Felix a entrar. Se sentó, y tiró de la mano del pecoso para dejarlo de pie frente a sí. Comenzó a besarle los muslos de manera húmeda mientras le acariciaba las nalgas y entre ellas. El joven suspiró.

—Quieto... —dijo Minho ante el movimiento de caderas del menor, y continuó besándole los muslos, mordiendo suavemente y haciéndolo suspirar nuevamente—. Buen chico. Ven aquí.

Tiró de sus manos y Felix se sentó sobre el regazo de Minho, siendo recibido por el agua calentita hasta arriba de sus pezones. Alzó el rostro cuando recibió un beso lento y profundo, exquisito en sus labios. Gimió al pegar su torso contra el del mayor y le rodeó el cuello con los brazos.

Inconscientemente, el pecoso comenzó a mover sus caderas, y las fricciones comenzaron. Ambos suspiraban sobre la boca del otro mientras se acariciaban y se besaban. El Diablo llevó sus besos al cuello del chico, el cual soltaba soniditos bajos, con sus ojos cerrados y el ceño fruncido.

—Min... —Arrugó su naricita al sentir como el Diablo adentraba dos de sus dedos con anillos en su interior, comenzando a moverlos lentamente. Un suspirito salió de sus labios antes de comenzar a gemir por los movimientos que su esposo realizaba en su interior, y por cómo las puntas de sus dedos rozaban contra su punto dulce, haciéndolo retorcerse.

Las manos del pecoso bajaron hasta el torso de su esposo, acariciando, delineando con sus dedos sobre los tatuajes, sobre las frases y símbolos inentendibles para él. Las descargas de placer le recorrían todo el tiempo, y el calor era abrumadoramente exquisito.

—P-Por favor...

—Como mi chico lo desee —dijo Minho, aunque, siendo honestos, él tampoco aguantaba.

Sacó los dedos del interior del joven con lentitud y lo observó fijamente, amando como le brillaban aquellos preciosos ojos, como su boquita estaba roja, levemente hinchada y como el color en sus pómulos era un leve rosado.

—Vas a montarme.

Felix asintió mientras llevaba sus manos a los hombros del Diablo para poder levantarse un poco. El arcángel lo ayudaba tomándolo de las caderas, y el menor fue bajando, llevando una mano a la erección de Minho para adentrarla en su interior de manera lenta. Ya no dolía, solo le temblaban las piernas, porque se sentía... se sentía demasiado bien.

Se sostuvo con sus brazos alrededor del cuello del ente cuando finalmente el miembro de éste estuvo completamente dentro, y aguardó unos segundos de aquella forma, entre besos, caricias de manos y lenguas, para finalmente comenzar a mover sus caderas en círculos.

Se sentía bien, se sentía como estar en casa. No era tan solo el placer, las sensaciones; Era el sentirse, el tenerse lo suficientemente cerca para complementarse, para respirarse y conocer cada detalle en el cuerpo del otro, en el alma.

Felix, con ayuda del amor de su vida, comenzó a dar saltos, al principio lentos, sobre la erección del ente, formando un vaivén que los hacía temblar. Por algún motivo, el frío en sus pieles exceptuando las áreas en el agua cálida, lo volvía todo mejor. El cambio de temperatura, la irregularidad de sus respiraciones mientras se besaba, suspirando entrecortadamente en la boca del otro, aumentando el ritmo de embestidas. Se sentía pleno, hacer el amor con el Diablo incluso se sentía puro, pero malo a la vez.

A Felix no le importaba, tan solo... era demasiado. Minho era demasiado para él, y lo amaba con todo su corazón.

Minutos después, cuando ya ambos estaban cubiertos por una leve capa de sudor y el cosquilleo en su vientre era demasiado, aumentaron el ritmo. Felix fue el primero en llegar, con un gemido agudo y entrecortado, deteniendo su movimiento, con tan solo Minho haciéndolo seguir con las embestidas. Su esencia salió de su miembro, mezclándose con el agua mientras la correntada de un intenso placer le recorría el cuerpo.

Pronto pudo sentir al Diablo llenar su interior, apretarlo más contra él. Ambos abrazados, respirando agitadamente. Minho llevó una de las manos que estaban en las nalgas del menor hacia el mentón de éste, sosteniéndole con firmeza para atraerlo a su boca, besándolo profundamente.

—Te amo...

—Lo sé —respondió Minho, dejando besos en su mejilla, en todo su rostro.

Y Felix estaba a punto de decirlo, pero tan solo se recordó a sí mismo la reacción de Minho cuando oyó la pregunta del joven en el baño de la universidad.

¿Qué tal si moría?

Ojos rojos, músculos tensos, mirada fija, sin siquiera poder responder.

Minho lo amaba... y algún día lo diría.

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