XIII: Fuego interior.
Los tres jóvenes habían pasado la noche en casa de Jisung, quien, al haberse desmaquillado y vestido en la estación de servicio, cuando estaban de regreso, apenas recostó su cuerpo en la cama, tuvo la suerte de dormirse con rapidez.
Para Felix, pasar una noche en casa ajena era desperdiciar la compañía de Minho. No sentía el malestar en su estómago, por lo cual supuso que el arcángel se fue apenas su niño favorito estuvo dentro de la casa de su mejor amigo. A salvo de cualquier peligro.
Suspiró con profundidad, moviendo como pudo al joven que estaba dormido sobre la cama, para hacerle un lugar a Christopher. Felix podría dormir en el pequeño sofá individual de la esquina, era diminuto, así que sería cómodo.
—¿Chris? —Susurró, asomándose por el pasillo, sosteniéndose del marco de la puerta. Su amigo, quien había estado vomitando en el baño, se tambaleó de regreso por el pasillo—. ¿Te encuentras bien?
—Total...super bien —Murmuró en respuesta, como pudo.
Felix lo ayudó a caminar hacia la cama, donde le hizo un espacio a un lado de Jisung. Chris se sentó, suspirando, con sus ojos cerrados ante el breve mareo que experimentaba.
—Necesito agua.
El pecoso no perdió el tiempo. Caminó hacia la mochila de su mejor amigo, la cual estaba repleta de cosas para cuando estuviesen camino a la fiesta, encontrando una botella de agua llena. Por supuesto que jamás ofreció, de seguro las reservó para aquel mismo momento.
—Aquí —Caminó, de nuevo, hacia el mayor, abriendo la botella y tendiéndosela—. Tragos pequeños, ¿está bien? Y recuéstate de lado.
Christopher asintió, bebiendo como su amigo le indicó. Una vez terminó, le entregó la botella a Felix, quien la dejó sobre la mesa de noche, a un lado de la cama.
—Gracias, Lixie —Hubo un breve silencio—. Puedo llamarte así, también, ¿verdad? Lo oí de Jisung, y de tu madre. Se oye adorable.
El pecoso asintió, sonriendo con amabilidad—. Claro, no hay ningún problema. Ahora intenta dormir —Ayudó al joven a recostarse de lado, y lo cubrió con las mantas, al igual que a Jisung—. Hace frío, podrían enfermarse —Habló para sí mismo.
En cuestión de segundos, Chris estaba roncando, y aquello provocó que pudiese relajarse en el sofá individual de la esquina, preparado para dormir. Observó la ventana, a través de las cortinas color café, y notó que estaba amaneciendo.
Bueno...tal vez, lo mejor, era dormir en la tarde.
Suspiró, llevando su mirada hacia el techo, y sintiendo como, poco a poco, sus ojos se llenaban de lágrimas. Aquello provocó que su ceño se frunciese, confundido. ¿Por qué se sentía triste? ¿Por qué iba a llorar?
Había aclarado las cosas con Minho, y había tenido una noche inolvidable. Jamás sintió incomodidad, siempre cuidaron de él, y se divirtió mucho. Todo estaba bien... ¿verdad?
No es como si, en aquel momento, tuviese que pensar en la ordinaria rutina donde, haciendo a un lado al Diablo, era ignorado por su padre, acusado por su hermana mayor, y siendo observado por la triste mirada de su madre.
—...supongo que sí —Murmuró, cerrando sus ojos y, sin hacer ni un poco de ruido, permitiendo que las lágrimas fluyeran por sus pálidas mejillas.
Por supuesto que debía de pensarlo, porque fingir que no sucedía...
...lo terminaría matando.
Apenas amaneció, Chris despertó sobresaltado, provocando que Felix lo observase con curiosidad. ¿Querría vomitar? Notó cómo el mayor observaba a su alrededor, desorientado, hasta que Jisung, quien estaba a su lado, dormido, estiró su pierna y tocó el trasero de Christopher con el pie.
—Mierda —Insultó este último, volteando, y notando a Felix observándolo—. Buenos días.
—¿Cómo te sientes? —Fue lo primero que preguntó, enderezando su cuerpo en el sofá individual, intentando no quejarse por su dolor de espalda—. ¿Quieres vomitar?
—No, estoy bien. Es solo... —Suspiró, pasándose las manos por el rostro para intentar apartar los rastros de somnolencia—...tenía que ir temprano con mis padres.
—Oh. ¿Sucedió algo...malo?
Christopher se puso de pie, estirando su cuerpo mientras negaba con la cabeza—. Malo es tener que ayudarlos a organizar la kermés.
—¿Habrá kermés? —Felix alzó ambas cejas, sorprendido—. Creí que, luego de lo que sucedió con nuestros compañeros, se cancelaría.
—Nah —El joven giró sobre sus talones, observando al pecoso de mala gana ante la situación que comentaba—. A cambio de eso, quieren que el Sacerdote William diga un par de palabras. Hay que organizar una pequeña parte de la iglesia, donde la gente puede dejar oraciones, o lo que deseen. Velas, fotos, no lo sé...lo que se hace en funerales.
—Nunca fui a un funeral —Respondió Felix, negando con la cabeza, sintiéndose algo torpe por no saber ese tipo de cosas.
—Bueno, la kermés es como un funeral, ¿no? Todos con caras largas, bebiendo algo...lo único que no lo hace lucir de esa manera son los juegos —Rio.
En el pequeño pueblo de Holmes Chapel, la Kermés era, además de la Navidad, una de las festividades que decidían celebrar. Por supuesto que lo harían en conjunto con la iglesia. Felix siempre se preguntó por qué, en toda situación del pueblo, incluso si se trataba de un asunto importante, los miembros de la iglesia siempre estaban allí.
Los pocos recuerdos agradables que conservaba de su infancia eran en la Kermés, pero, al comenzar a crecer, notó que, a pesar de disfrutar los juegos, comenzaba a volverse como aquellos adultos que rondaban por el sitio.
Como si no supiesen dónde ir...perdidos en un sitio que conocían de memoria. Buscando ese "algo" que los hiciese sentir bien.
Una vez sola ayudó a su madre, cuando solía tener su puesto de cocina. Era pequeño y, a la hora de entregar tartas a los clientes, estos parecían morir de amor por la dulzura que emanaba.
Ahora, con dieciocho años, experimentaba situaciones donde un extraño lo encontraba en plena caminata a la escuela, o a la tienda, le gritaba "¡El niño adorable de las tartas!" y pellizcaban sus mejillas. Estando Minho presente, aún no se repetía.
¿Cómo reaccionaría si ocurriese?
—¡Déjame dormiiiiiir! —Jisung lo apartó de sus propios pensamientos, quejándose debido a que Chris no dejaba de tirar del vello de su brazo izquierdo—. ¡Que fastidio! ¡Vete a tu casa, molestia humana!
—¿A quién le dices así? Lávate la boca con jabón y, si quieres, te lo puedes meter por el culo, también.
—¡Que te vayas!
Felix se puso de pie, sintiendo los huesos de sus hombros tronar un poco. Jisung abrió sus ojos, observándolo en silencio por unos cortos segundos.
—Tú no te vayas.
El pecoso rio—. Me esperan en casa.
—Yo soy tu casa —Le guiñó el ojo, pero otra queja salió de sus labios cuando chris estampó una almohada contra su rostro—. ¡AH!
—¡No coquetees con él! —El mayor fingió molestia, riendo—. ¿O eres homosexual?
Aquella broma incomodó a Felix, quien tragó saliva, y borró un poco su sonrisa.
Jisung apartó la almohada de su rostro, y se la arrojó a Chris—. ¿Y qué si lo fuese? ¡Tú no me gustarías! En cambio, ¿Felix? Puede ser —Christopher volvió a reír, y Felix lo imitó, sonrojado—. ¿Saben qué? Váyanse ambos. Quiero dormir, y soñar por siempre como Ruby y yo nos coqueteamos en la pista de baile.
—Yo... —El pecoso se aproximó, sentándose en la cama, a un lado de su amigo—...yo quiero saber ese chisme.
—Yo igual —Chris se sentó del otro lado.
—Bueno, les contaré —El chico se sentó, emocionado.
Mantuvieron una pequeña charla, donde Jisung comentaba cómo sedujo a la hija del sacerdote. Los besos con labial que estuvieron en su rostro fueron a base de un juego infantil, como apuesta, para que aquello sucediese. También dijo que le contó sobre los otros dos jóvenes, y que la chica estaba encantada de poder conocerlos en la Kermés.
Cuando llegó el momento de regresar a casa, Chris y Felix tomaron diferentes caminos, saludándose con la mano mientras tomaban distancia. Ambos estaban muy cansados, en específico Felix, quien lo durmió durante toda la noche. Necesitaba unas pequeñas horas de siesta y, tal vez, pensar en cómo podría llamar a Minho una vez más.
¿Tal vez otra invocación? Negó con la cabeza, respondiéndose a sí mismo mientras caminaba por la entrada de su casa. El vehículo de su padre estaba frente a ésta, lo cual significaba que estaba dentro. Felix frunció el ceño, abriendo la puerta principal con sus llaves, y adentrándose. ¿No estaban en la iglesia? ¿Habrían decidido tomarse el día?
Cuando giró, se sobresaltó sobre su sitio al encontrarse a Dongyul sentado en el sofá, bebiendo una pequeña taza de té. Su progenitor alzó ambas cejas, luciendo sorprendido por la llegada del joven, antes de dejar su taza sobre la mesa ratona, frente al sofá.
—Lixie, hola —Saludó, como si nada.
Como si no hubiese querido marcar su piel con un cigarro. Como si no hubiese sido advertido por el mismísimo Diablo. Como si no se hubiese puesto celoso de su propio hijo ante el comentario que éste le hizo a su madre.
Como si no lo hubiese estado ignorando por largas semanas.
Felix no supo, con exactitud, qué decir, pero no sería maleducado. Formó una línea con sus labios, dando un asentimiento como saludo antes de observar alrededor. Todo estaba en silencio.
—Uhm... ¿Katie y mamá? —Preguntó, sintiendo su cuerpo tensarse al notar de reojo como su padre se levantaba del sofá, poniéndose de pie.
Un breve silencio reinó en la sala.
—No están —Respondió el adulto, viéndolo fijo.
Ante aquella seca respuesta, miles de pensamientos intrusivos invadieron la mente del pecoso. Escenas catastróficas, mal augurio...un inevitable pánico creciendo en su pecho.
¿Qué si las encontraba muertas?
Tragó saliva con fuerza, manteniendo en mente que no debería lucir asustado—. Oh —Observó a Dongyul, quien se encontraba más cerca. Los pies de Felix amagaron con retroceder, pero no lo hizo—. ¿Dónde fueron?
—Están resolviendo unos asuntos —Le sonrió con amabilidad.
A pesar de lucir honesto, aquella respuesta provocó que su piel se estremeciese. ¿Qué eran esos "asuntos" que Felix no tenía permitido saber? No es como si su progenitor le permitiese a su esposa dar un paseo por el pueblo y, en los últimos días, Katie estuvo teniendo citas con el chico que le gustaba.
¿Qué estaba sucediendo?
—¿Cómo fue la protesta? —La pregunta de Dongyul lo apartó de sus propios pensamientos, alzando la mirada hacia los ojos de su padre.
—¿Mh?
—La protesta que fuiste...por Halloween —El adulto alzó ambas cejas, esperando una respuesta—. ¿Cómo fue?
—Oh, la protesta...bien —Asintió con rapidez.
El joven decidió caminar hacia su habitación, dando por finalizada la conversación.
—Felix —Llamó Dongyul, en un tono apenado.
El nombrado giró sobre sus talones, con la mirada en el suelo, y mordiendo su labio inferior.
<< Algo está mal, algo está mal, algo está mal >>
—¿Comiste algo? —Se sorprendió ante aquella pregunta, negando de inmediato—. ¿Quieres que yo...te prepare el almuerzo?
Tuvo ganas de llorar al instante, pero no lo hizo. Sentirse querido por unas palabras tan simples, escapando de los labios de alguien tan deshonesto, lo hacía sentir ridículo.
—N-no, está bien —Carraspeó su garganta para intentar deshacerse del temblor en su voz—. Almorcé en casa de Jisung —Mintió, alzando la mirada con lentitud, notando a su padre más cerca—. ¿Tú...almorzaste?
—Sí.
—Oh, bueno.
—Gracias por preguntar. A pesar de todo lo que hice, aún eres amable conmigo —Se sobresaltó en su sitio cuando Dongyul posicionó su mano sobre el hombro del pecoso—. Te debo unas...sinceras disculpas.
Los ojos de Felix se abrieron de más, observando con ilusión a su progenitor. ¿Acaso estaba soñando?
—Es por eso que tu madre y tu hermana no están aquí. Quería hablar contigo...de hombre a hombre.
¿Debía sentirse feliz? ¿Al fin su padre comprendía que golpear a sus hijos con un cinto hasta dejar cicatrices en sus cuerpos no solucionaría nada? ¿Estaba cambiando? Tal vez no, pero, ¿cambiaría?
—Está bien, papá —Sonrió con notable incomodidad, pero, en el fondo, se sintió aliviado. Ya no habría problemas, ni necesidad de protegerse de su propio padre—. Todos... —Su voz se quebró al sentir como el agarre en su hombro se intensificó—...todos cometemos errores, ¿verdad?
—Claro, hijo —Dongyul presionó sus propios labios en una línea, sin dejar de observar a su hijo—. Y hay que ser perdonados. Somos humanos, después de todo, ¿verdad?
Ni siquiera tuvo tiempo de asentir, debido a que Dongyul presionó su hombro con más fuerza, haciéndolo jadear por aire. Felix se inclinó hacia un costado, haciendo un gran esfuerzo para mantenerse de pie ante sus temblorosas piernas, y sintiendo un objeto frío contra su frente.
Un crucifijo.
—Te ordeno, en el nombre del señor, que liberes a mi hijo.
Creyó que podría empujarlo, incluso si le temía, porque aquello era ridículo, pero un intenso ardor comenzó a fluir por sus venas. Se sentía como si su sangre hirviese, sofocándolo, sin siquiera ser capaz de emanar una palabra.
—Mi-... —Dongyul cubrió su boca, empujándolo hasta que cayó de rodillas al suelo.
—Aleja el mal de este cuerpo, señor, que te glorifica cada día. Creo en ti, creo en tu poder, y mi creencia es más grande que-...
<< Que el amor a tu familia >>
Los ojos de Felix estaban blancos, temblando mientras sentía el ardor incendiar sus huesos. Se sentía como ser quemado por la eternidad, pero nunca morir. Sólo sufría.
Como siempre.
Lo engañó, y allí estaba. Fue un idiota por creer que alguien como Lee Dongyul podría cambiar, que tendría un padre ejemplar dentro de las puertas de su casa.
El jadeo que salió de sus labios fue tan doloroso e inmenso que creyó que el vecindario entero lo oyó. No sintió la presencia en su estómago, pero el cuerpo de su padre voló por los aires, como si una fuerza inhumana lo hubiese arrojado sobre la mesa ratona de la sala, rompiéndola en mil pedazos.
En cuanto el crucifijo cayó al suelo, los ojos de Felix regresaron a la normalidad. Tomó una profunda inhalación y, sin poder evitarlo, gritó con todas sus fuerzas, observando su piel, y notando que continuaba intacta, a pesar de las viejas cicatrices.
—¿Q-Qué eres? —Dongyul lloró, intentando sentarse entre lamentos mientras observaba como, poco a poco, su hijo se ponía de pie—. ¡¿QUÉ CLASE DE MONSTRUO ERES?!
Felix, quien estaba más que perturbado, no pudo evitar reír con sequedad, limpiando con rabia las lágrimas que, de manera inconsciente, fluían por su rostro. Se encontraba algo inclinado ante el dolor, como si no pudiese sostenerse por mucho tiempo, por lo cual caminó como pudo hacia la puerta que lo llevaría al sótano.
Minho regresaría en cualquier momento, tenía qué.
¿Lo sentiría?
—¡CONTESTA, MALDITO ENFERMO!
Cuando pudo apoyar la mitad de su cuerpo contra la pared, volteó como pudo, alzando su tembloroso dedo índice y apuntando a su progenitor, quien dejó de intentar ponerse de pie, volviendo a caer al suelo.
Debía demostrarse amenazante, incluso si no lo era.
—N-no vuelvas a tocarme... —Murmuró el joven, sin siquiera saber cómo estaba formulando palabra alguna. Sentía que estaba muriendo—...o voy a matarte.
—¡¿TÚ?! —Dongyul tomó uno de los filos esparcidos por el suelo, alzándolo—. ¡¿O ENVIARÁS A ALGUIEN MÁS?! ¡VETE DEL CUERPO DE MI HIJO!
El adulto arrojó lo que sostenía en su mano, en dirección hacia su hijo. En aquel mismo instante, el malestar regresó al estómago de Felix, quien dejó su cuerpo desplomarse contra la pared, sin caer al suelo, y la pieza de cristal se desvaneció en el mismísimo aire, justo frente a la figura del Diablo.
Los ojos de Minho se encontraban más abiertos de lo normal, del color de la sangre mientras, con lentitud, avanzaba hacia el miserable mundano.
Acabaría con él. Lo haría ahogarse en su propia sangre, incluso si jadeaba e imploraba por oxígeno. Le partiría todos los huesos de su cuerpo, uno por uno y, oh, disfrutaría del satisfactorio sonido que cada uno de sus dedos emanarían.
Iba a matarlo, de forma lenta, agonizante...y muy dolorosa.
—Min...
Sus pasos se detuvieron justo frente a Dongyul, quien no dejaba de llorar, con una de sus manos en su propio pecho. El Diablo parpadeó con lentitud, sin demostrar expresión alguna, y giró para llevar su mirada a su niño favorito, quien luchaba por mantenerse de pie, temblando y llorando en silencio.
Podría limpiar aquel "desastre" luego.
Se acercó de manera veloz, y envolvió la cintura de Felix con sus cálidos brazos, obligándolo a cerrar sus ojos entre suaves murmullos. Una vez más, Felix jadeó del dolor, abriendo sus ojos, alerta, y notando que ya no se encontraba en la sala.
Estaban en su habitación, pero aquello no significaba que su dolor se esfumaría en la nada misma.
No lo soportaba. El fuego interior no se propagó, por lo cual no dejaba de retorcerse en los brazos del rey del inframundo. Sentía tal ardor que juraba sentir vapor reemplazar su cálido aliento.
—Felix —Por primera vez, Minho se oía desesperado—. Mírame.
—¡Arde! —Sollozó en silencio—. M-Me está... —Sintió una de las manos del Diablo tomar su mentón, y sus miradas se encontraron casi al instante.
Poco a poco, el alivio recorrió cada rincón de su cuerpo, siendo reemplazado por puro agotamiento. No evitó sostenerse mejor del cuerpo del arcángel, regularizando su respiración entre profundas bocanadas de aire, y cerrando sus ojos con lentitud.
La mano repleta de anillos de oro, que estuvo posicionada en su mandíbula, bajó por su cuello hasta volver a sostener su cintura, aferrándolo en un íntimo abrazo.
Permanecieron de aquella manera por unos largos segundos, donde Minho susurró a centímetros del oído de Felix palabras que no existían en aquel mundo, hasta que el ritmo de su corazón se volvió mucho más tranquilo.
—Intenté... —El mundano se sentía agotado—. Intenté decir tu nombre, Min. Me dio miedo, mi voz... —Suspiró para que sus nervios no regresasen—. ¿Qué me ocurrió?
—Tu padre no seguirá con vida por la noche, cuando regreses —El Diablo prometió con firmeza. Felix se apartó un poco de sus brazos, alzando su rostro para observar el contrario mientras negaba con rapidez—. Nada me hará cambiar de opinión.
—No lo mates —Suplico el pecoso. ¿Por qué continuaba haciéndolo? —. Él solo...yo... —No habría excusa válida para apaciguar la ira del Diablo.
El reloj que colgaba en la pared del cuarto comenzó a moverse por sí solo, al igual que las pertenencias del mundano, sobre su pequeño y único escritorio.
El Diablo estaba demasiado enfadado.
—Te tocó —Tan solo musitó.
La luz del cuarto se volvió tenue, y el cristal del espejo en donde Felix veía su reflejo todas las mañanas se partió en una de las esquinas.
Quería decirle a Minho que no era nadie importante para ponerse de aquella manera porque le hicieron daño, pero, lo más probable, era que se desatase algo peor. Sin embargo, ¿Cuánto tiempo continuaría ignorando sus propios sentimientos? Tragó saliva, tan sólo observándolo a los ojos.
—No sabe lo que hace —Una vez más, intentó—. No tiene idea —Las lágrimas comenzaron a fluir por sus mejillas—. Por favor, ¿podrías...olvidarlo?
Minho mantuvo la neutralidad en su rostro, observando a su niño favorito—...olvidarlo —Hubo un breve silencio—. ¿Qué me estás haciendo?
Felix sollozó en silencio, bajando la mirada al suelo, avergonzado. Notó al Diablo acercarse más, inclinándose, en busca de su mirada, con la punta de la nariz rozando su húmeda mejilla.
—Estoy tan furioso. Sé cómo resolver mis asuntos, pero tú me lo impides...y yo te lo permito.
Las manos de Felix viajaron hasta los brazos del arcángel, como si estuviese sosteniéndose, alzando un poco su rostro para que sus narices rocen.
—Es mi padre —Excusó.
—No me importa.
—No importa lo que haga...sigue siendo mi padre.
Minho se apartó de inmediato, girando en su sitio para caminar hacia otra punta de la habitación, con el mentón en alto, y la mirada fija al frente.
—Humanos —Soltó, una vez más, girando, permaneciendo de pie en su sitio, lejos de Felix, pero observándolo fijo a los ojos—. ¿Por qué mantienen esa absurda ideología? Creer que por tener la misma sangre debes perdonar acciones intencionales —Negó con la cabeza—. Yo le advertí.
—Lo sé.
—Le advertí que no te tocase, ni te mirase y, aun así, lo hizo, con la intención de hacerte daño.
Lo que Minho no terminaba de comprender, era que Felix no lo defendía por tener la misma sangre. Incluso si en su corazón —muy en el fondo— sabía que su progenitor jamás cambiaría, siempre habría una pequeña esperanza. Los años podrían pasar rápido, pero los momentos siempre fueron lentos, lo cual le brindó una dependencia dañina.
No importaba si su padre buscaba hacerle daño, porque lo amaba, y lucharía porque aquello terminase. Felix era mejor que cualquier castigo, sobre todo, mejor que su padre, así que no repetiría sus acciones.
No arrasaría con todo.
Limpió sus lágrimas, respirando con profundidad para calmar los acelerados latidos de su corazón.
—Él... —Ya no tenía argumento alguno.
—¿Crees que no puedo ver los deseos de los demás, Felix? ¿Crees que, durante todo este tiempo, mencioné que tu alma es pura porque se me dio la gana?
—No. No dije eso.
—Hoy mismo, tu padre sabrá lo que es el infierno —Declaró, sin siquiera tener en cuenta el dudar de sus acciones. Felix asintió con lentitud, sin moverse de su sitio, observando de reojo a Minho negar con lentitud—. No lo comprendo —Murmuró, tragando saliva y llevando su mirada hacia otra parte, como si le fuese difícil observar a su niño favorito—. Volveré en cuanto el sol se haya ocultado.
—...De acuerdo.
En tan solo un parpadeo, el Diablo desapareció, y Felix permaneció con su espalda contra la pared, soltando silenciosos sollozos que no era capaz de contener.
Luego de desahogar con sus lágrimas toda la terrible situación que sucedió con anterioridad, Felix comprendió que no podría permanecer en su cuarto por siempre.
Cuando estuvo finalizando de vestirse, subiendo los largos calcetines por sus piernas, su mirada se dirigió al techo ante el sonido de la puerta principal. ¿Su padre se fue? O, tal vez, su madre y hermana mayor regresaron.
Suspiró, comenzando a abrochar el abrojo de sus Guillerminas. Era un cobarde, alguien débil, no digno de ser tratado con respeto. ¿Qué importaba su estatura? Ser diminuto, e incluso ser un hombre...
¿Qué más daba?
Se puso de pie, caminando con lentitud en dirección al espejo, observando su reflejo. Su cabello, vestimenta y ojos hinchados por el llanto desde que Minho se marchó. Parpadeó un par de veces, respiró con profundidad y, manteniendo su mente en blanco, salió de su cuarto, subiendo los escalones para abrir la siguiente puerta, estando, una vez más, en la sala.
—Oh, ahí estás —Katie, quien estaba barriendo el desastre que él junto a su padre causaron, le sonrió con amabilidad—. Creí que tenías clases.
—Katie... —Felix observó los vidrios en el suelo, amontonados por la escoba que sostenía su hermana con ambas manos—. ¿Dónde estabas? ¿Y mamá?
—Papá nos permitió salir a dar un paseo. ¡Incluso él lo ofreció! —Exclamó, emocionada—. Creo que está cambiando, Lixie. Su actitud no es la misma que antes.
Felix apretó sus puños, tensando su mandíbula. No, por supuesto que no habría cambiado. Seguía siendo el mismo padre abusivo, y lo que más le enfurecía era tener el mismo pensamiento que su hermana mayor.
—¿Por qué estás limpiando esto? —Tan sólo preguntó.
—Ah. Es una especie de... ¿recompensa? Como un favor. Mamá está en el patio trasero, colgando la ropa —Sonrió antes de volver a lo suyo.
Y Felix sintió que perdió la cabeza.
Respiró profundo por la nariz antes de dirigirse hacia la puerta principal, sin poder controlar su ira al abrirla con brusquedad. Buscó con la mirada a su progenitor, y lo halló a unos metros de distancia, limpiando al exterior de su auto con tranquilidad. Sus ojos se llenaron de lágrimas, sintiendo rabia mientras, con mucho más cuidado que antes, cerraba la puerta principal y se dirigía hacia él.
Dongyul, quien oyó los pasos, giró en dirección a su hijo, observándolo con miedo y lástima.
—Eres... —Felix mordió su labio inferior, tan fuerte, que hasta sangró. Quería golpearlo con todas sus fuerzas—. ¡Eres un idiota! —Alzó la voz, dejando fluir las lágrimas por sus mejillas, sin poder creer que tan sólo estaba a centímetros del rostro de su padre, enfrentándolo. Éste, incluso si era mucho más alto y corpulento, no evitó dar un paso hacia atrás, quedando contra su preciado vehículo—. Te metiste conmigo, con mi madre, con Katie, ¿y te crees con el derecho de recompensarlas? ¿De ilusionarlas? —Habló entre dientes.
Sus manos temblaban más de lo que creía, y el que Dongyul observase a su alrededor, intentando notar si habría alguien observando aquella escena, provocaba que la sangre de Felix hirviese aún más.
Solo que, esta vez, no dolía.
—Felix, estamos fuera. Haz silencio.
—No quiero que nada te suceda, pero, ¿sabes qué? —Sollozó, dando un paso hacia atrás—. Te lo mereces —Murmuró, con su pecho adolorido—. Siempre creíste que estaba equivocado, pero...tenía razón —Respiró profundo para aguantar un sollozo antes de levantar su brazo izquierdo, apuntando al adulto con su dedo índice—. Te gusta golpear mujeres, te gusta castigar a tus hijos. Te gusta jugar a ser Dios.
Dongyul arrojó el sucio trapo con el que limpiaba su vehículo al suelo, respirando más fuerte de lo normal—. Este no eres tú. Es él hablando por ti, el mismo que vino al hospital por mí —Su voz no sonó fuerte, pero demostraba autoridad—. No eres el dulce niño que siempre amé.
—¡No! —La voz de Felix se quebró, sonando más fuerte. Negó con lentitud, aún caminando hacia atrás, con sus piernas temblorosas. Se iría de su casa, o su madre lo sabría, y no podría aguantar toda la situación—. Tú no sabes lo que es, en verdad, amar. No conoces nada bueno, y por eso...vas a terminar solo.
Sin más, giró sobre sus talones y caminó en cualquier dirección, sorbiendo su nariz e ignorando los llamados de su progenitor.
Cuando Jisung abrió la puerta de su casa y halló, una vez más, a su mejor amigo frente a él, ni siquiera hizo falta que preguntase algo. Se hizo a un lado, y el más joven pasó con timidez a la casa.
—¿Está tu padre? —Preguntó Felix, observando a su alrededor mientras oía la puerta principal cerrarse.
—Nunca está en casa —Murmuró Jisung, como si le diese igual.
Los hombros del pecoso comenzaron a sacudirse, bajando la mirada al suelo, avergonzado de estar llorando en silencio, en medio de la sala ajena. Jisung no dudó en aproximarse, acariciándole la espalda mientras intentaba calmarlo al oír los susurros de su mejor amigo. "No quiero que vuelva a suceder, no quiero que vuelva a suceder." Lo llevó hacia su cocina, lo sentó en una silla y le mojó el rostro para refrescarlo.
Felix lucía demasiado perturbado, como si no pudiese evitar lo que se avecinase...y así era. No quería murmurar el nombre de Minho, y no porque no lo quisiese cerca, sino porque, ahora, lo que el joven necesitaba, era a otro mundano. A su mejor amigo.
—¿Q-Qué hora es? —Preguntó, buscando algún reloj por la pared, pero no lo halló.
—¿Importa? Estamos lo suficiente arruinados para ir a clases —Jisung dejó dos tazas de té sobre la mesa, oyendo un agradecimiento de parte del pecoso antes de sentarse en la silla frente a este último—. Además, en mi casa no hay horarios. Aquí se come cuando uno quiere, y se duerme...bueno, no dormimos mucho.
—¿No puedes dormir? —El joven frente a Felix negó con lentitud—. ¿Por qué?
—Desde que mi madre abandonó a mi padre, y comenzó a ahogarse en alcohol, tengo que mantenerme despierto —Agitó su mano, restándole importancia—. Al principio me moría del sueño, pero ahora está bien. Un poco de compañía no hace mal, y él es un buen hombre porque, bueno...se hizo cargo de mí.
Felix asintió, revolviendo el contenido en la taza con una pequeña cuchara plateada. No quería invadir la privacidad de su mejor amigo, por lo cual dejaría que éste hablase por su cuenta.
—Aunque, bueno... —Jisung rio un poco, tomando la cálida taza entre sus manos—. No es como si fuese mi héroe.
—Lo sé. Los padres... —Felix frunció su ceño, mirando un punto fijo en la nada misma, pensando cómo formular las desordenadas palabras en su mente—. Es decir...sé lo que quiero decir, pero no sé cómo.
—Tú, amigo, eres mis oídos —Jisung sonrió, acomodándose mejor en la silla— Y yo soy tu voz. Sé con exactitud lo que planeas decir —Felix alzó las cejas, esperando mientras el otro joven bebía un sorbo de su té—. Los padres...bueno, al menos el mío, me crio con la imagen de verlo como un héroe, como un ejemplo. Y, ¡uf! Cuando mi madre desapareció, fue aún peor. Él estaba como "pero esa perra se fue, y yo me quedé contigo. Eso, Jisung, tienes que valorarlo" Ni una mierda, señor Han —Felix negó con lentitud al oír lo que su mejor amigo decía. Incluso en un asunto tan serio, su forma de comentarlo era divertida—. A ver, ¿Qué mi madre estuvo mal en dejarme? Por supuesto, pero yo...ella ofreció que me fuese con ella.
Felix parpadeó, sorprendido ante aquella confesión—. ¿Puedo saber por qué te negaste?
—No me negué. Le dije que sí, y preparé todos mis bolsos. Nos iríamos en la mañana siguiente, pero cuando desperté...ya no estaba —Relamió sus labios, dejando la taza sobre la mesa mientras se enderezaba mejor en su asiento—. Estuve enfadado, lleno de odio por años, pero hoy día lo comprendo. ¿A dónde iríamos? Ella no tenía a nadie. ¿Dónde iba a dormir yo? ¿Qué comería?
—¿Crees que, algún día, volverás a verla?
Aquella pregunta provocó un leve silencio en la cocina, por el cual Felix estuvo a punto de disculparse, ya que su pregunta sonó abrupta, pero, por lo que Jisung le dio a entender, no fue así.
—No lo sé, Lixie. ¿Puede que sí? No es que no quisiese a mi madre, pero creo que tengo personas a mi alrededor que llenaron ese vacío. Creo que todos tenemos algo...alguien que lo llene, solo es cuestión de abrir los ojos. Antes sufría mucho por mi entorno, pero, ¿hoy? Hoy, lo único que puedo pensar es que fui a una fiesta increíble, bailé toda la noche con la chica que me gusta, y me divertí con mis amigos. Eso es todo lo que pasa por mi cabeza.
Felix anhelaba eso.
Suspiró—. Escúchame... —Comenzó a hablar el pecoso, suspirando profundo por la nariz. ¿Le diría? No. Eso lo arruinaría todo— Yo...hice algo muy malo —Sintió la mirada de Jisung sobre su rostro, atento—. No puedo decirlo, pero no es algo que me está dañando. No sé cómo remediarlo, pero creo que...arruiné todo con mi familia, y eso sí me lastima —Tragó saliva con dificultad ante el nudo en su garganta—. Sé que nuestras...situaciones, son diferentes, ji. Siento culpa por confesar esto, pero anhelo ignorar toda la situación en mi casa. ¿Qué es lo que podría hacer al respecto?
Ahora fue Jisung quien suspiró, moviendo una de sus piernas mientras bajaba la mirada, pensativo. Felix se tomó el tiempo de beber un poco de su taza de té, el cual estaba delicioso, y le daba mucho más sueño. En aquel momento, recordó que no durmió en toda la noche, y no creía poder hacerlo.
—Yo creo que está en ti detener las cosas —Murmuró Jisung, asintiendo para sí mismo antes de cruzar miradas con su mejor amigo—. Es un trabajo difícil, pero nada que no puedas lograr. Sin embargo, tienes que tener cuidado. El sentir culpa y, mierda, que eras una persona muy culposa, estando en un ambiente horrible, puede arruinarte y volverte alguien que no desearías ser —Explicó. Felix asintió, tomando en cuenta cada palabra—. Lo importante aquí, Felix, es que eso no suceda. No debes dejar que nada cambie, a menos que sea para tu propio bienestar, ¿de acuerdo?
—...De acuerdo. Eso haré —Asintió una vez más, decidido—. No sé por dónde comenzar, pero lo haré.
Jisung rio—. Comienza por dormir, grandísimo idiota. Luces como si te hubieses drogado...a no ser que de eso se trate esa "cosa terrible" que hiciste.
—¡Por supuesto que no!
—¡Pues mas te vale! Porque me sentiría traicionado si me entero por quién sabe dónde que no me hiciste tu socio, ni me regalaste nada.
Ambos rieron, y continuaron bromeando por un par de horas más.
Era definitivo que Jisung era una de las personas más importantes de su vida, y a quien querría tener a su lado por siempre
Cuando se hicieron las 20:00 p.m., Felix regresó a su casa para no ocasionar más líos. Le sudaban las manos mientras caminaba por el vecindario, sabiendo que, lo más probable, era que recibiese un rutinario castigo. Cuando subió los escalones de la entrada principal, un malestar hizo presencia en su estómago. Minho estaba consigo, pero no era momento de hablar, al menos hasta que llegasen a su cuarto.
Su madre, más que preocupada, lo recibió con un enorme abrazo, donde expresó su preocupación con un tono de voz cariñoso. Felix se disculpó una y otra vez, explicándole que pasó la tarde junto a Jisung, y que la próxima vez le avisaría.
Katie, quien estaba sobre el sofá, tejiendo algo rosado con rapidez, alzó la mirada y le dedicó una pequeña sonrisa antes de volver con lo suyo. El pecoso hizo lo mismo, pero le pareció lo extraño.
Sin embargo, eso no fue lo peor.
—Tu padre me comenzó lo sucedido —Murmuró Sarah, provocando que Felix se congelase en su sitio, pálido mientras sentía sus extremidades tensas—. Asimiló la culpa, y prometió tantas cosas buenas, amor —Su madre sonrió, alegre—. Todo mejorará. Él quiere ofrecerte una disculpa.
...
<< ¿Qué? >>
—Uh...
Ni siquiera pudo pensar en qué decir, cuando Dongyul salió de la cocina, relamiendo sus labios mientras acomodaba sus pantalones. Su mirada se dirigió hacia su esposa e hijo y, con calma, caminó en dirección a estos. Lucía relajado, incluso animado y con confianza. Felix lo observó fijo a los ojos, extrañado, abriéndolos de más al notar como si un reflejo bordó cambió el color de los ojos ajenos a la velocidad de la luz.
Ese, con claridad, no era su padre, ni tampoco Minho.
—Felix, hijo mío — << Vaya, mala imitación >>—. Prometo no volver a lastimarte, lo juro —Dijo, como si estuviese leyendo un guion, a la par que envolvía uno de sus brazos en la cintura de Sarah, quien se sonrojó. Felix observó aquella acción, intentando no observar al impostor de mala manera, y asintiendo con lentitud—. Tampoco a tu madre, ni a tu hermana. Hoy...me siento un hombre nuevo, renovado.
—Eso es bueno, cariño —Comentó Sarah, observándolo con amor.
¿No notaba el rotundo cambio? ¡Era su esposo!
O, tal vez, no quería admitirlo.
—Disculpas...aceptadas —Dijo el pecoso.
También era un pésimo actor.
—¡Qué bueno! Gloria Dios —Dijo "Dongyul", casi con sarcasmo, antes de observar a la mujer a su lado—. ¿Deberíamos de cenar? Tengo hambre, y cocinas riquísimo.
Sarah rio, encantada con aquel halago—. Cocinaría lo que fuese por ustedes, mi amor —El adulto la guio hacia la cocina, manteniendo una conversación, y Felix no pudo evitar cruzar miradas con su hermana mayor.
Ambos se observaron fijo a los ojos por un momento, como si ya lo supiesen, antes de volver a lo suyo. El joven se dirigió hacia su habitación, cerrando la puerta detrás de sí y sintiendo el cansancio del agotador día en su cuerpo mientras bajaba los escalones. Abrió la puerta de su cuarto, notando la silueta de Minho a un lado de su cama y, una vez más, cerró la puerta.
Mantuvo su mirada en el suelo, incluso si sentía los preciosos ojos del Diablo sobre su cuerpo.
—¿Lo mataste? —Fue lo único que le preguntó al ser sobrenatural, rendido.
Al no recibir respuesta, alzó la mirada, notando la mandíbula de Minho tensa, quieto en su sitio—. No —Murmuró, sorprendiendo a su niño favorito—. Pero, por un tiempo, deseará estar muerto...y no lo lamento.
Felix asintió con lentitud, bajando los tirantes de sus hombros acalambrados, los cuales sonaron en cuanto los movió. Bostezó, y no pudo evitar reír sin ganas, con sus ojos húmedos, pero sin soltar lágrima alguna.
—Ese demonio...actúa muy mal, pero luce feliz de estar aquí —Comentó.
Minho se aproximó hacia el pecoso con lentitud, sin tocarlo, quedando a centímetros de su rostro—. Estás asustado —Murmuró, manteniendo la neutralidad en su rostro, y en su voz. Felix negó, aún con la mirada en el suelo, antes de llevar, con duda, sus manos a la camisa negra del Rey del Inframundo. Éste no dudó en envolver la cintura de su niño favorito, provocando que sus pechos se uniesen—. Estás triste.
—Un poco —La voz de Felix tembló, cerrando sus ojos cuando Minho dejó suaves, dulces besos en su mejilla izquierda.
Deseaba que todo el terror que cargó durante el día se hubiese esfumado, pero no fue así. En cambio, este pareció transformarse en una tristeza inexplicable de expresar. Se sentía terrible, y no sabía cómo controlarlo con exactitud. Al principio, el Diablo se mantuvo observándolo, sin comprender, pero, más pronto de lo que ambos creyeron, comenzó a sentir aquel sentimiento en carne propia, y eso lo desesperó.
Pero no por él, sino por el mundano que sostenía entre sus brazos.
—¿Soy yo el causante de tu tristeza? —Preguntó, buscando la preciosa mirada de Felix, quien alzó su rostro, permitiendo que ambos se observasen por unos segundos—. ¿Crees que estoy equivocado en la decisión que tomé?
Eso fue lo peor.
El pecoso negó, abrazándose al torso del más alto—. No —Murmuró con calma—. No creo que estés equivocado. Creo que hiciste lo correcto, y es por eso que estoy triste.
Sarah, su madre. Ella...Felix jamás la vio tan radiante. Incluso fue capaz de sentir lo hermosa y amada que se sentía, y las esperanzas surgiendo de su pecho. Su padre, quien se encontraba poseído por un demonio, lucía incluso más comprensivo e inteligente que el mundano mismo. No es que fuese algo malo, pero le dolía saber que la persona que en verdad lo crio no podría asemejarse, ni siquiera un poco, a un simple servidor de Minho.
—¿Podríamos recostarnos? Hoy no dormí —Minho ni siquiera asintió, tan solo tomó la mano ajena con delicadeza, y lo dirigió a la cama.
Lo ayudó a desvestirse, y a ponerse su pijama antes de arroparlo de manera torpe. Felix agradeció aquel gesto, y envolvió el cuerpo de Minho, como si este fuese un enorme peluche, una vez se recostó a un lado de su niño favorito.
Una vez más, ambos encontraron sus miradas, y Minho se aproximó para probar los labios contrarios, comenzando una húmeda, pero tranquila sesión de besos. Felix se acurrucó en el cálido pecho del arcángel, quien envolvió su cintura con uno de sus brazos, manteniéndolo cerca.
Mordió el labio inferior de su niño favorito, provocando que éste abriese un poco más sus labios, y adentró su cálida lengua a la cavidad bucal de Felix, quien suspiró con alivio. Eso, con exactitud, era lo que necesitaba. Esa calma. Incluso podría caer dormido en medio del beso.
Minutos después, Minho fue el primero en apartarse, observándolo con la respiración más acelerada, y admirando el rostro frente al suyo.
—¿Cómo fue que nuestro querido Dios no le prestó atención a una persona como tú?
Felix suspiró por la nariz, obsequiándole al Diablo una débil sonrisa antes de cerrar sus ojos.
—Tal vez Dios sabía que... —Tragó saliva—...que me enamoraría de ti.
Los latidos del corazón de Minho enloquecieron, mientras sonreía de manera coqueta, acercándose un poco más hasta que sus narices se rozaron.
—O, tal vez...yo lo sabía, e impedí que se cruzase en mi camino.
Con aquello último, Felix cayó dormido, mientras el arcángel intentaba absorber toda tristeza y malestar del cuerpo del mundano. Se permitió permanecer a un lado de éste por unas largas horas, envolviendo su cuerpo, descubriendo cada pequeño detalle en su rostro, y pensando una manera en la cual podría disfrutar una vida junto a su niño favorito...
...sin que éste muriese en el intento.
si se me va un nombre no duden en avisarme ❤️
Amén🙏
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