XII: Confesiones a media noche
Unos treinta años atrás, las personas asustaban a sus hijos con la famosa de Reynold Cowell. Según todos los habitantes del pueblo, aquel hombre solía ser un brujo que vivía en las afueras de Holmes Chapel.
Comenzó a ser un fiel servidor del rey de las tinieblas en cuanto unos malvados niños frecuentaban fuera de su hogar, y arrojando pesadas piedras en dirección a su ventana.
Hubo ocasiones en las cuales salió lastimado, debido a que intentaba salir por la puerta principal, y rogar a los infantes que lo dejasen tener, al menos, una noche de tranquilidad. Además, se encontraba de luto por la muerte de su amada, y aquel sitio era el único que le recordaba la maravillosa vida que tuvo a su lado.
Decidido, y cegado por el dolor de la muerte de su amada, Reynold no dudó en invocar demonios superiores, vendiendo su alma al líder de estos para que lo protegiesen de aquellos niños.
Por supuesto que, en el momento en que aquellos seres sobrenaturales aparecieron, notó que no estaba lidiando con simples fieles de Satanás.
Era magia mucho más antigua, y esperaba que aquel grimorio permaneciese oculto en su hogar.
El último día que los niños del pueblo decidieron arrojar piedras a sus ventanas, no solo fueron molestados por todas aquellas entidades de manera dolorosa y humillante, si no que, también, decidieron castigarlos matándolos muy lentamente.
Quebraron los dedos de las manos de cada uno, los hicieron sentir filosos cristales en la plata de sus pies, y el famoso músico del infierno, Giussepe Tartini, apareció en medio de aquel sitio, sin invitación alguna.
Acomodó el violín sobre su brazo, mentón, preparándose con un profundo, pero ronco suspiro, antes de tocar la cuerda más aguda e irritante de su violín. Aquel sonido provocó explosión tras explosión, y los cuerpos de los niños —ahora, sin cabeza— cayeron sobre el césped, sobre un gran charco de sangre.
Reynold Cowell asistió a un insignificante juicio, donde decidieron, por el bien del pueblo, matarlo. Fue colgado en la sala de su hogar, y sus últimas palabras fueron: "He aquí, muriendo injustamente, como todo el mundo lo hace. No culpo a esos niños. Noto ahora, frente a mí, en los monstruos que se reflejaban"
La infancia de Felix se basó en bromas respecto a ese tipo, e incluso, las pocas veces que alcanzó las afueras del pueblo junto a su familia, lloraba, pidiendo a gritos regresar a su casa sano y salvo. Ni siquiera podía pensar en una muerte, ni en alguien rodeado de demonios.
Irónico, porque estaba enamorado del mismísimo Diablo y, en aquellos momentos, una muerte ajena, para él, era algo con lo que debía lidiar gracias a sus pecados.
La casa de Reynold Cowell era enorme, pero vieja, como una reliquia. Felix estaba muy seguro que las telarañas en los rincones de aquella sala eran reales, pero la decoración de Halloween ayudaba a disimularlo, y la multitud de personas parecían estar muy distraídas, bailando al compás del rock.
"Jailhouse Rock" de Elvis Presley sonaba por todo el sitio, gracias a la rockola de vinilos. Había un mini bar en la otra punta de la sala, y estaba lleno de personas. La luz del sitio se encontraba apagada, pero las velas del enorme candelabro que colgaba del techo iluminaban de manera tenue.
Mientras Felix, Jisung y Chris se adentraban, el pecoso notó desde lo lejos a personas sentadas en el suelo de la pequeña cocina, formando un círculo, y dejando en medio una tabla con detalles extraños. Si hubiese sido hace tiempo atrás, estaría muerto de miedo, pero ya no era así.
Bueno, un poco.
Chris observaba con una ligera sonrisa como Jisung se quitaba la sábana de encima, observando con indignación los terroríficos disfraces de las personas a su alrededor. ¡¿Cómo no pudo notar que su mejor amigo y él se veían ridículos?! Observó al pecoso de inmediato, quien continuaba cubierto con la sábana, y parecía estar moviendo su cabeza al sonido de la música.
—Oh, mierda —Maldijo Jisung sobre la música—. ¿Me repites qué fue lo que dije sobre nuestros disfraces? Cuando estábamos en la estación de servicio.
Felix observó el rostro contrario por unos segundos, luciendo perdido ante la neutra manera en la que Jisung le habló.
—Dijiste "nos vemos tan aterradores, Felix" —Imitó la voz del chico, hasta su emoción.
—¿Y? ¿Esperabas que te dijese lo que debías hacer? ¿Por qué no me golpeaste en el rostro?
Chis rio, negando con la cabeza y colocando sus manos en los hombros de los jóvenes, haciéndolos caminar—. Vamos a beber algo y calmarnos un poco —Dijo, dirigiéndolos hacia el mini bar que, aunque se encontraba repleto, los bármanes atendían con rapidez.
Felix se quitó la sábana de encima, atándola alrededor de su cuello, luciendo como si se disfrazó de algún perturbador super héroe. Jisung la tiró al suelo en cuanto entraron al sitio, luciendo despeinado, con sus ojos resplandeciendo ante la pintura negra alrededor de estos.
—Jisung —Chris llamó al chico, asintiendo hacia la barra, haciéndole saber al joven que estaba a punto de ser atendido.
—Una cerveza —Pidió.
—Bien —El más alto de los tres se volteó hacia el barman—. Dos cervezas frías, y un... —Nuevamente, observó en dirección a sus amigos—. ¿Felix? ¿Qué quieres beber?
—Oh, uhm... ¡Agua!
Las cejas de Jisung se alzaron, observando al pecoso—. ¿Agua?
—¿No hay agua aquí? O jugo. Jugo estaría bien.
—¡¿JUGO?! —El barman oyó lo que Felix pidió, riendo mientras negaba con la cabeza—. Te prepararé un buen trago.
Chris, quien entendía al pecoso, le sonrió con amabilidad. Si este no quería, no tendría por qué beber aquel trago.
Felix se acercó un poco más a su mejor amigo—. Ji, yo no quiero beber un trago. ¿No venden jugo de manzana aquí? Que cosa horrible.
—Estás en una fiesta, idiota. ¿Cómo crees que van a vender jugo de manzana? —Recibió un golpe en el brazo de parte del pecoso—. ¡Ah!
—Yo no sabía que vendían solo alcohol, no me trates así.
Jisung le devolvió el golpe—. ¡No me pegues!
—Tú tampoco a mí —Nuevamente, golpeó su brazo.
—¿Disculpen? Oí por aquí que alguien quería jugo. Aquí tengo.
Felix se volteó de inmediato ante la reconocible voz, proveniente del alto hombre que se encontraba a un lado de Jisung. Parpadeó, atónito al notar como Minho interactuó con su mejor amigo. Debería disimular la sorpresa de verlo allí, porque el Diablo se lo había dicho, pero no creyó que sería de aquella forma.
Jisung, quien entrecerró sus ojos, observando fijamente al arcángel, tomó la botella de jugo de manzana, observándola por unos segundos antes de abrirla y meter su nariz donde, anteriormente, estaba la tapa.
—Esto huele a jugo de manzana —Analizó, y bebió un poco, saboreando antes de entregarle la botella al pecoso—. Mira, Felix, este adulto ha conseguido jugo para ti, y de manzana —Emocionado, Jisung palmeó el hombro de Minho—. Gracias, amigo.
Parpadeando con lentitud, Felix agradeció con un leve asentimiento de cabeza, sintiendo sus mejillas sonrojadas.
—Gracias.
Por supuesto que fingiría no conocerlo.
Minho alzó una comisura de sus labios—. No hay de qué.
Pero era demasiado difícil disimular el no estar enamorado.
Chris se acercó con dos latas de cerveza, entregándole una a Jisung, quien le sonrió a Minho, mirándolo de arriba abajo. Felix ignoró aquella mirada, intentando no sentir celos mientras bebía jugo de la botella. Sabía magnífico, pero no se sorprendió del todo, porque Minho era el Diablo, y podría conseguirle lo que desease.
—¿De qué vienes vestido? Oh, espera —Chris alzó su mano, dirigiéndose hacia Minho—. Lo tengo en la punta de la lengua.
—¡Un satánico! —Exclamó Jisung.
—No —Respondió el arcángel—. Soy el Diablo.
Felix observó a su alrededor, incómodo. ¿Por qué estaba incómodo?
—El Diablo tiene cuernos, y una cola, genio —Dijo Jisung, frunciendo su ceño.
Felix se volteó en su dirección de inmediato, con su corazón latiendo de manera veloz. Temía que aquella respuesta sea irrespetuosa para el Diablo, quien se sentía superior ante mundanos, lo cual era...bastante narcisista, pero con una lógica increíble.
Observó de tan mala manera a su mejor amigo, que Jisung cerró la boca, bebiendo de su lata de cerveza y decidiendo que emanaría una palabra más. Felix era muy dulce, pero sus "ojos de búho", como a veces le llamaba, demostrando molestia, lo asustaba.
—Chicos —Chris los llamó—. Me iré unos minutos a hablar con unos amigos de allí —Apuntó a un grupo de jóvenes que se encontraban en medio de la pista—. Si alguno quiere irse, busque al otro en medio de la pista, y nos iremos los tres.
Jisung y Felix estuvieron de acuerdo, observando al más alto alejarse. En cuanto llegó donde estaba el grupo de jóvenes, estos comenzaron a festejar como bienvenida.
—Eso no nos sucede a nosotros —Murmuró Jisung mientras Felix bebía de su vaso, asintiendo a la par—. Eso es porque bebes juguito.
Nuevamente, el chico recibió un golpe por parte de su mejor amigo. Minho, quien aún se encontraba allí, a un lado de su niño favorito, no pudo evitar alzar una de las comisuras de sus labios.
Felix alzó la mirada hacia el Diablo, ofreciéndole de su jugo, recibiendo una negación. Sabía que Minho no necesitaba comer o hidratarse, pero no quería ser descortés.
—Te ves... —Las palabras del arcángel fueron interrumpidas por los brazos de Jisung sobre su chico.
—¡MIRA! ¡ES RUBY PRESTON! ¡ESTÁ BAILANDO SOLA! —Felix observó hacia la pista, notando a la hermosa joven de cabellera rubia moverse al ritmo de la música, dedicándole pequeñas sonrisas a las personas de su alrededor—. Tengo...tengo que ir a bailar con ella hasta que sea mi novia.
—Ji, es la hija del padre William.
El joven ató mejor la sábana alrededor de su cuello, acomodando su cabello hacia arriba, y respirando profundo antes de voltearse hacia el pecoso.
—Recuerda lo que te dije durante todo el camino hasta aquí: sé un chico malo. Seduce, bebe, rompe una silla, no sé, pero has algo que te quede como recuerdo de rebeldía —Alzó su dedo índice—. Y no, no estoy incitándote a matar a alguien o que tengas sexo.
Felix tenía el rostro del color de un tomate.
—Aunque si tienes sexo, está bien. ¡Pero te cuidas! ¡Que no me entere que no te cuidas! —Lo regañó, alzando un poco más la voz antes de voltearse hacia la pista—. Bien, puedo hacer esto.
—Suerte —Murmuró Minho de manera sarcástica.
—Gracias, Mefistófeles —Agradeció Jisung, pero no se movió de su sitio.
La música cambió, y todos chillaron al oír "Let's twist again" de Chubby Checker.
—¡Es tu momento, Jisung! —Alentó Felix.
Este pareció enloquecer de un momento a otro, caminando con actitud hasta llegar a un lado de la joven. Le tocó el hombro y, sin mirarla a los ojos, le tendió su mano. Ruby, aun sonriendo, la tomó y comenzó a bailar de una forma muy chistosa. Jisung también sonrió, sin dudar en seguirla.
—Lo consiguió —Dijo Minho, con la mirada en los jóvenes bailando.
Felix asintió con rapidez, volteando para observar al Diablo—. ¿No pueden notar el malestar estando aquí?
—No. Tan sólo tú me has vendido tu alma, de entre todas estas personas. Hay buena vibra como para que alguien note algo fuera de lo común —Explicó el más alto, de repente, tomando la mano de su niño favorito entre la suya—. Sígueme.
El mundano se limitó a seguirlo, observando a su alrededor, notando algo tarde que las personas a su alrededor observaban con disgusto sus manos unidas. Hubo un par de murmullos que para Felix fueron inentendibles, pero lo pusieron nervioso.
Ambos caminaron por un oscuro y largo pasillo, esquivando parejas que se besuqueaban contra la pared, o fumaban entre charlas. Finalmente, Minho abrió la última puerta, al fondo, dejando pasar primero a Felix antes de cerrar la puerta detrás de sí.
La habitación lucía antigua, con una cama ordenada a la perfección, y una mesa de noche desarreglada. Las paredes blancas tenían moho, palabras escritas con pintura, y había cosas en el suelo que volvían obvio el que personas sin hogar estuvieron allí.
El ambiente era terrible, en específico, el olor a humedad, pero era el único sitio donde la música no se oía tan fuerte, y podrían conversar sin ninguna molestia.
Caminó hacia la mesa de noche, apartando algunos papeles de ésta para dejar su vaso con un poco de jugo de manzana, observando el lugar con detalles, como si lo estuviese analizando. Era tétrico, y hacía mucho frío. Se volteó para observar a Minho, quien estaba frente a él, preparado para envolver sus brazos alrededor del cuerpo de su niño favorito. Se observaron fijo a los ojos por un par de segundos, hasta que Felix tuvo que apartar la mirada hacia otra parte, avergonzado y muy sonrojado.
—¿Qué pasa por la mente de mi niño favorito? —Preguntó, juguetón, antes de dejar un suave beso en los labios del más bajo, quien permaneció con sus ojos cerrados.
—Oh, nada —Bueno, sí, había algo.
Estaba nervioso. Jamás había ido a una fiesta, era la primera vez que festejaba Halloween y, por supuesto, que mentía a su familia para irse a un sitio donde todo el pueblo consideraba que estaba mal.
—Mh... —Minho le acarició la espalda baja con sus dedos repletos de anillos de oro—. Estás atrevido.
Felix lo observó con notable sorpresa—. ¿Lo estoy?
—Mientes, te escapas a una fiesta, mantienes el secreto de haberte metido con el Diablo... —El arcángel silbó, provocando que el mundano riese, avergonzado—. Eres todo un chico malo, y rebelde.
El mundano negó lentamente, bajando la mirada y permaneciendo en silencio por unos segundos—. Ibas a decirme algo.
—¿Mh?
—Cuando estábamos con Jisung —Felix intentó hacerlo recordar, aún sin mirarlo a los ojos—. Dijiste "te ves..." —Rio, sintiéndose ridículo al recordar aquello.
—Lo recuerdo.
—¿Puedo saberlo?
Minho tragó saliva, manteniendo la neutra expresión en su rostro—. Iba a decirte que lucías hermoso.
Felix no podía continuar lidiando con aquello.
Minho era el Diablo, y una total dulzura, quien provocaba vuelcos en su corazón y mariposas en su estómago con sus formales halagos. Así que, no; no se tragaría el cuento que el arcángel le brindó desde un principio, ni tampoco estaría pensando en ello, una y otra vez, hasta sentir que se volvería loco.
Iba a preguntárselo.
Alzó su mirada, encontrándose con los preciosos ojos de Minho, quien no había apartado la vista de su niño favorito—. Dime la verdad —Susurró, aferrándose mejor al cuello del más alto.
—¿Qué es lo que deseas saber?
Felix cerró sus ojos con fuerza, sintiendo los labios contrarios rozar los suyos—. D-dime que no me quieres muerto —Continuó hablando bajo. Aquellas palabras eran difíciles de decir, porque habría una respuesta, y no sabía si era la que esperaba, o la que deseaba—. Que me quieres justo aquí, contigo —Sus piernas comenzaron a temblar, sintiendo su corazón quebrándose en mil pedazos ante el silencio—. Si no es así, está bien. Tan solo...no te lo guardes. No seas el... —Su voz se quebró un poco, por lo cual decidió que lo mejor era estar callado.
Los brazos del Diablo dejaron de sostener su cintura, pero, de manera fugaz, éste llevó sus manos hacia las mejillas de su niño favorito, acunando su rostro. Felix podía sentir la calidez de la piel de Minho, y el frío de los anillos de oro en los dedos de éste.
—¿"No seas el..."? —Felix tan solo negó—. Lo soy. Soy el Diablo.
—Pero tú no eres solo eso para mí —El mundano respondió con rapidez, sin apartar su mirada de los ojos del arcángel, quien parecía sorprendido ante aquellas palabras—. Lo eres con los demás, pero eres Minho conmigo, y yo...conozco a Min. C-Conozco cuando miente, cuando dice la verdad, y cuando algo le gusta o disgusta.
—Felix —La forma en la que sostenía al pecoso se volvió un poco más posesiva, mientras sus preciosos ojos se teñían de color bordó.
Le gustaba lo que estaba oyendo.
—Tan sólo quiero saber la verdad —Tragó saliva ante el nudo que comenzó a formarse en su garganta.
El Diablo permaneció en silencio, intentando averiguar cómo reaccionar ante tal situación, suspirando con profundidad cuando notó como Felix bajaba la mirada. De seguro estaba avergonzado, decepcionado... ¿molesto, tal vez?
Triste...sin siquiera haber recibido una respuesta.
Se inclinó un poco, uniendo su frente con la del más bajo, provocando que sus narices compartiesen un breve roce. Los ojos de ambos se encontraban cerrados, y lo único que podía oírse en aquel anticuado cuarto era sus respiraciones.
—No quiero que nada malo te suceda.
Felix dejó escapar un silencioso sollozo en medio de una exhalación, aliviado, pero con la mente saturada de estar pensando a toda hora el amar a alguien que no podía hacerlo.
—Te... —Al Diablo le costaba emanar aquellas palabras—...quiero aquí, conmigo. No allí.
—... ¿A-Allí? —Las manos de Felix formaban puños, aferrándose a la camisa negra de Minho.
—De dónde vengo —Respondió éste—. Y donde deberías estar. No es un lugar para ti. Tú eres tan delicado, y....no lo permitiré.
—Min...
—No voy a permitirlo —Continuó—. Así que, Felix...deja de lograr que diga cosas que no puedo.
Felix abrió sus ojos, parpadeando con lentitud, perplejo y sin saber cómo reaccionar ante las últimas palabras que oyó. ¿Debía de estar sorprendido al saber que el Diablo sentía que Felix lograba...hacerlo sentir algo? ¿Acaso el joven tenía algún tipo de "poder" sobre él? ¿Lo que dijo confirmó sus dudas?
No todas, tal vez, pero había algo que sí sabía con exactitud.
Minho no quería usarlo.
Tan sólo lo quería a su lado.
Y aunque, también, otro pensamiento rondaba por su cabeza, uno que lo hacía querer brincar de la emoción, se prohibió a sí mismo aceptar que alguien fuese capaz de sentir tal magnitud por él.
Sin siquiera dudarlo, Felix dejó un tímido, suave y prolongado beso en los labios del Diablo, apartándose unos segundos después ante la vergüenza, y con su rostro ardiendo.
—Gracias... —Le dedicó una tímida, pero adorable sonrisa.
Aquella misma fue la perdición de Minho, quien inició otro beso: uno más profundo, más lento, y mucho más prolongado que el anterior.
Tal vez no era bueno con las palabras, nunca lo fue, pero quería expresarle a su niño favorito lo que le hacía sentir, incluso en las penumbras de aquel cuarto maldito.
Felix salió del cuarto, siendo seguido por Minho, quien caminaba un poco más lento, disimulando su presencia. Jisung, quien estaba sudado y con marcas de labial en sus mejillas, apareció frente a su mejor amigo, emocionado al encontrarlo.
—¿Dónde estabas? ¡Te busqué por doquier!
—Fui al b-... —No pudo continuar su oración, debido a que Jisung tiró de su muñeca hacia la pista.
—¡Vamos a bailar!
—¡¿Qué?! —De repente, Felix sintió pánico—. No. No, no, no, no.
—¡Escucha la canción! —El más alto ignoró por completo los ruegos del pecoso en cuanto "Great Balls Of Fire" de Jerry Lee comenzó a sonar—. ¡You shake my nerves and you rattle my brain! —Cantó a gritos, haciendo girar a Felix, quien no pudo evitar comenzar a reír—. Too much love drives a man insane —Jisung lo apuntó con un dedo, sin dejar de sostenerlo de la mano—. ¡You broke my Will! But what a thrill... ¡Goodness gracious, great balls of fire! —Sin dudarlo, comenzó a saltar, ahora sosteniendo ambas manos de su mejor amigo para poder moverlo como se le diese la gana, ya que éste último pesaba lo mismo que una pluma.
Incluso si estaba siendo manejado como una marioneta, no pudo evitar carcajearse durante todo el baile, debido a la chistosa actitud que Jisung tenía. En verdad, lo amaba mucho.
En medio de la canción, cuando el solo de guitarra y piano llegó, Chris apareció entre la multitud, alzando ambas manos, y festejando al ver a los dos jóvenes. No tardó en comenzar a saltar junto a ellos, imitando los ridículos pasos de baile que Jisung intentaba crear.
Era la primera vez en años que se divertía de tal manera.
La tercera canción llegó. Los tres jóvenes prometieron que sería la última, que la aprovecharían. De manera inesperada para todos allí, el ritmo cambió, "Sway" de Dean Martin comenzó a sonar. Jisung, quien adaptaba una actitud diferente para cada canción, cerró sus ojos y acarició su pecho antes de voltearse hacia Chris.
—Ámame en esta canción —Bromeó, intentando no reír, y fingiendo que se quedaba sin aliento.
Christopher, quien siempre lo hacía para simular una personalidad egocéntrica, alzó su brazo, enseñando sus bíceps bien trabajados.
—Estos brazos te van a envolver toda la noche —Le dijo, provocando que los tres volviesen a carcajearse.
Entre una dulce risa, Felix observó a su alrededor, buscando a Minho, sorprendiéndose al encontrarlo apoyado contra el mini bar, observándolo fijo. Le dedicó una coqueta sonrisa y asintió, mirándolo de arriba abajo. El pecoso le dedicó una pequeña sonrisa antes de voltearse hacia sus amigos, avergonzado, pero festejando en cuanto vio a Chris y Jisung abrazados, bailando al ritmo de la música.
Le alegró saber que lo que menos recordaría de aquella noche serían los nervios por mentir, o lo atacado que se sintió cuando las personas a su alrededor observaron con disgusto su mano, siendo tomada por la de Minho.
Tan sólo recordaría alegría, el notar que sus dos mejores amigos no tenían vergüenza de ser acusados por algo que, según la sociedad, estaba mal, y alivio por la pequeña conversación que tuvo con el Diablo.
Mientras los tres se dirigieron a la salida, Felix pudo notar pasos sobre sus talones, y calma ante aquello. Se sentía libre, como si nada le importase. Una vez llegaron donde el vehículo de Chris se encontraba estacionado, el pecoso se sentó en el asiento trasero, y Jisung decidió ser el que manejase, ya que el mayor de los tres había tomado de más.
Suspiraron al unísono, riendo bajo por ello. El mejor amigo de Felix se volteó para verlo con una sonrisa, haciéndolo carcajear.
—Estás todo besuqueado —Comentó.
—Ese tipo estaba embobado contigo.
Aquel repentino comentario lo desconcertó—. ¿Mh? ¿Quién?
—El Diablo sin cola, ni cuernos. Lucía como si quisiese llevarte al infierno, y volverte su príncipe.
Felix parpadeó con lentitud, viendo fijo a los ojos a su mejor amigo. Por algún motivo, aquella idea no le disgustaba, y necesitaba hacer más preguntas de por qué creía que Minho lucía embobado, pero no lo haría.
Porque, para los demás, era 100% heterosexual, y así lo mantendría.
—O estás muy enamorado...o muy ebrio —Fue lo único que se le ocurrió decir.
—¡NOS VAMOS A IR TODOS AL INFIERNO! —Prácticamente gritó Chris, arrastrando sus palabras e intentando acomodarse en el asiento—. ¡QUÉ LINDOOOO!
—Chris, cálmate, idiota —Jisung lo observó, notando como éste palidecía.
—...quiero vomitar —Murmuró el mayor, unos segundos después.
—Mierda.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro