ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xxᴠɪɪɪ: "ᴄᴏɴꜱᴇᴄᴜᴇɴᴄɪᴀꜱ ɪɴꜰᴇʀɴᴀʟᴇꜱ"
Habían pasado tan solo unos minutos de lo ocurrido, y Harry parecía haberse congelado en su sitio. Louis se encargó de limpiarle el rostro con su propia camisa, lo tomó en brazos, y lo llevó a la pequeña e incómoda cama de aquel lugar, desvistiéndolo para ponerle su pijama.
Era lo menos que podía hacer.
Fue cuando el rizado se durmió —o eso parecía— que Louis se giró hacia la puerta, haciendo un movimiento con su mano en dirección a esta. Debía de bloquearla, al menos en el tiempo en que no estaría allí.
Se puso de pie con lentitud, caminando hasta el medio del cuarto, provocando que la madera del suelo resuene con cada lenta pisada y, no sin antes echar un último vistazo a su niño favorito, quien dormía con tranquilidad, desapareció de aquel sitio.
Cuando regresó a la casa de los Castrati, fue recibido por un irritante, y desgarrador llanto. No podía importarle menos. Estaba allí para amenazar al único primo castrato de Harry, a quien le advertiría guardar silencio, o su muerte sería aún más dolorosa que la de sus hermanos.
Había oficiales en aquel lugar, también oyó el llanto de una mujer, y estaba seguro de que se trataba de la tía de Harry, lamentándose por la pérdida de otro de sus hijos. No era su culpa, pero no podría explicárselo, ni quería. Louis hubiese ido directo hasta el cuarto donde el cuerpo de aquel idiota se encontraba, pero se detuvo de forma abrupta al notar algo inusual. Su mirada viajó hasta la bolsa de óbito que se encontraba sobre una camilla, por ser transportada hacia la morgue, por lo cual se aproximó. No le importaba. Había algo extraño, sí...
Llevó su mirada a la bolsa que envolvía el cadáver de Ben, el cual estaba sobre una camilla, y tuvo que acercarse un poco para comprobarlo. De todas formas, no estaba siendo visible para los demás.
Llevó su mano sobre la bolsa, sin tocar, y lo confirmó: El alma de Ben seguía en su lugar.
¿Cómo era posible? Más bien, la verdadera pregunta de Louis era: ¿Por qué Muerte no había ido por el alma de aquel lamentable intento de persona?
Cuando él no estaba haciendo pactos, Muerte era la encargada de las almas. Se las llevaba, y las guiaba hacia donde pertenecían: Cielo, infierno, purgatorio. El no tomar un alma de un cuerpo, significaba dejarla con decisión propia, es decir; Ben se volvería un alma en pena o ni siquiera despertaría, continuaría como si estuviese dormido, cosa que a Louis le parecía perfecto porque no quería verle ni de fantasma, aun así, era extraño.
Lo suficiente para prestarle atención.
Cuando Louis reapareció en el cuarto del motel, notó a su esposo despierto, observando el techo antes de girar un poco su cabeza en su dirección, observándolo fijamente. Había ojeras más notables bajo sus ojos, pareció como si se deteriorara con el paso de los minutos.
Esto tenía que terminar hoy, y más ahora, que estaba casi seguro de haberlo conseguido.
El Diablo caminó hacia la cama, sentándose en el espacio que quedaba.
—Necesito que me cuentes sobre tus visiones.
Harry parpadeó rápidamente antes de negar, regresando su mirada al techo.
—No eran muy interesantes —dijo. Un silencio se formó entre ellos antes de que el rizado suspirara y se pusiera de lado, en dirección a su esposo—. ¿Por qué quieres saberlo?
Louis debía ser inteligente, y eso significaba no decirle a Harry su plan. Éste había comenzado la etapa de oscuridad —la cual, ya de por sí, iba bastante rápido—y probablemente no querría su alma de regreso.
—Solo no he dejado de pensar en ello —mintió, y con mucha facilidad. Era el rey de las mentiras—. Y quiero saber.
—He visto un hospital —respondió de inmediato, sin siquiera titubear—. Yo estaba ubicado en la punta de la camilla de una niña con cáncer.
Louis se puso de pie de inmediato. Bingo.
—¿Qué ocurre?
El Diablo caminó hasta el medio de la habitación, pasando su mano por sus labios y barbilla, intentando contener la ansiedad y el enfado que se avecinaban, haciendo lo posible para no hacer temblar aquellos cuadros baratos de la pared.
—Ya sé quién tiene tu alma. Es Muerte. —Se dio la vuelta, notando al joven sentarse de golpe, con su ceño levemente fruncido.
—¿Muerte? ¿Por qué Muerte tendría mi alma?
—No estoy del todo seguro aún. —En realidad, tenía unas teorías: Probablemente Muerte le había quitado el alma a su chico porque su padre quería darle una lección. Sí, seguramente, porque siempre quiere tener la razón. Intentó no gruñir, saliendo de su trance y viendo a su esposo—. Voy a por ella.
—Iré contigo.
—No. —Ante aquello, la mirada de Harry se volvió incluso más oscura, y se puso de pie abruptamente—. No más condiciones, mataste a alguien.
El rizado alzó ambas cejas mientras apunta con su dedo índice al pecho.
—¿Tú me estás diciendo esto a mí? Eres el Diablo.
—Yo no soy ninguna excepción. No siento culpa y es mi trabajo, no el tuyo.
—Estás equivocado —respondió rápidamente el menor—. Yo no siento nada, y deberíamos de dejarlo así.
—Suficiente. —El rey del inframundo alzó tan solo un poco su voz antes de rebajar con la mirada al mundano sin alma frente a él. Pronto volvería su esposo, estaba seguro—. Volveré pronto.
Ambos se vieron fijamente por unos segundos, y el Diablo notó algo en la mirada de Harry cambiar. Era indescifrable.
—...Está bien —respondió, finalmente de acuerdo.
Louis sabía que no estaba de acuerdo, y que algo tramaba. Tan solo se limitó en desaparecer en un parpadeo, porque mientras más tardara, peores problemas habría.
Por otra parte, Harry, apenas notó que el Diablo ya no estaba en aquel cuarto, caminó rápidamente hasta su mochila y sacó de esta el cuchillo que usó para matar a Ben junto a un crucifijo de plata, y subió a la cama, aguardando apoyado contra la pared mientras se mantenía viendo un punto fijo en la habitación.
Solo era cuestión de esperar.
La cripta de San Antolín estaba situada bajo la catedral de Palencia, España. Era una cripta bastante reconocida por su hermosura, y porque la iglesia solía guardar cosas importantes en ésta.
Allí era donde estaba aquella figura alta, cubierta por una capa negra.
Caminaba de manera recta luego de haber bajado las escaleras, dispuesta a encaminarse a un destino el cual ya se sabía de memoria. Siempre iba a comprobar por ella, porque la cuidaba, porque era su única manera de...
Se detuvo al sentir una presencia mucho más fuerte detrás suyo, y no dudó en girarse rápidamente, encontrándose al mismísimo Diablo de frente. Éste tenía sus ojos de color sangre, cabeza levemente ladeaba y una vibra oscura, intimidante.
Louis se tomó unos pequeños segundos para cerrar sus ojos y tomar una profunda respiración, concentrándose lo suficiente. Podía sentirla tan cerca, que incluso su corazón latió con fuerza, como nunca. Abrió los ojos de golpe.
—Notaste lo que hiciste, ¿Verdad? —Dio un paso hacia el frente, provocando que Muerte retrocediera—. Has tomado el alma de mi niño favorito, desde mi infierno, y sin mi permiso. —Relamió sus labios, viendo detrás de la figura cubierta por la capa negra antes de regresar su mirada a ésta—. Lo haremos fácil. Entrégame su alma o voy a destruirte. No eres tan fuerte, y me importa una mierda si las personas dejan de morir porque no hay Muerte que los reciba.
Un chillido agudo y fuerte salió de la boca de Muerte, imposible de ver gracias a la capa cubriendo gran parte de su rostro. Aquel sonido retumbó por toda la cripta, haciendo temblar el lugar. A Louis no le movió ni un pelo, tan solo continuó con el mentón en alto, y la mirada fija en Muerte, la cual había intentado demostrar su fuerza a través de aquel sonido.
Louis soltó un profundo suspiro, harto de aquella situación. ¿La gente no se cansaba de querer demostrar superioridad ante él? Era el jodido Diablo, podía hacer lo que quisiera.
Sintiéndose más poderoso que nunca, porque finalmente sabía dónde estaba el alma de su esposo, y todo volvería a la normalidad, alzó su mano, poniendo sus dedos en posición para chasquear. Tan solo los rozó, preparándose, y en las paredes de la cripta comenzaron a aparecer grietas mientras el lugar temblaba intensamente. La única ampolla de luz del lugar explotó, dejando a ambas criaturas sobrenaturales a oscuras y en un silencio ensordecedor.
—...Estoy esperando.
El joven bendijo tanto el cuchillo bajo su manga como el crucifijo alrededor de su cuello, y estaba de pie frente al mueble, observando el anotador con el exorcismo en él. ¿Serviría en el mismísimo Diablo? No estaba seguro, pero valía la pena intentarlo.
Se giró cuando sintió una presencia detrás suyo, y notó a Louis de pie a tan solo centímetros de su rostro. El rizado se mantuvo inmóvil, devolviendo la fija mirada. Los ojos celestes del Diablo fueron hacia el cuello de su chico, y pronto se tornaron color bordó.
—¿Realmente creíste que eso iba a protegerte de mí? —Inclinó su cabeza hacia abajo, alzando ambas cejas a la par que sonreía de lado, fríamente—. Niño tonto, no tienes alma. No hay nada que proteger.
—Omnus immundus spirits. Omnus s...
—Sería bueno que dejaras de insistir —interrumpió el rey del inframundo, volviendo a su semblante serio. Era extraño ver a su chico en contra suya.
—¿Por qué haría eso?
La mirada de Louis cambió a una llena de ansiedad, hasta emoción.
—He encontrado tu alma.
Harry negó, retrocediendo y chocando contra el mueble detrás suyo.
—No quiero mi alma —dijo, decidido—. Así estoy bien.
—Mal por ti, porque iremos al infierno y te regresaré a la normalidad.
Fue cuando el Diablo intentó tomar al menor de la mano que éste último fue mucho más rápido: Sacó el cuchillo bajo su manga y lo tomó con el puño cerrado del mango, clavándolo con fuerza, aproximadamente tres veces en el pecho de su esposo antes de sacarlo y sostenerlo en su mano.
El ceño de Louis se frunció antes de bajar su mirada a su propio pecho. La habitación comenzó a temblar de tal manera que el rizado se tambaleó, y no esperó ninguna reacción, tan solo se abalanzó hacia la puerta, intentando abrirla y fallando en el intento. Comenzó a golpear ésta desesperadamente mientras oía las cosas cayendo de las paredes y del mueble.
—¡Ayuda! ¡Ayúdenme!
—Deberías saber a esta altura que a donde sea que quieras ir ahora mismo... voy a encontrarte.
—¡Ayuda! ¡Alguien ayúdeme, por favor! —gritó más fuerte, comenzando a patear la puerta y golpearla con su hombro izquierdo.
No iba a volver a tener su alma. No.
—Harry... —Quiso advertir Louis, el cual se oía completamente tranquilo a pesar de haber sido apuñalado por su esposo. Tenía en la cabeza que aquel chico no era realmente su chico.
Una voz fuera del cuarto del motel lo interrumpió.
—¿Quién golpea tanto? —Se oyó. Era la anciana de la recepción, la cual ahora golpeaba la puerta despacio desde el otro lado—. ¿Joven? ¿Está atrapado!
—¡Ayuda! ¡Ayúdeme!
—Harry.
—¡Ayuda! —Aumentó los golpes.
Inesperadamente, el cuarto dejó de temblar y Louis lo tomó del brazo, girándolo y viéndolo fijamente a los ojos, con su mandíbula más marcada de lo normal.
—Préstame atención. —dijo, con su voz baja mientras oía de fondo a la anciana hablar y golpear desde el otro lado. El rizado lo observó con sus ojos levemente entrecerrados y respiración agitada de tanto moverse—. Vas a abrir esa puerta y decirle que no podías abrirla, y luego vendrás conmigo al infierno y te regresaré. No puedes evitarlo, así que sé listo y afronta esto.
—¿Joven? ¡Iré a buscar a mi hijo! ¡Tal vez pueda ayudarte!
Harry se giró bruscamente y abrió la puerta con fuerza tambaleándose. La anciana volvió a girarse para observarlo, preocupada.
—Oh, ¡Dios mío! —La dulce anciana llevó una mano a su pecho, acercándose al rizado—. ¿Te encuentras bien?
Harry puso su más amable y falsa sonrisa.
—Oh sí. Sí. La puerta tan solo había quedado trabada, y me asusté mucho —dijo, soltando una risita al final.
La anciana negó mientras una sonrisita se hacía presente en sus labios.
—Oh. Tranquilo, cariño. Siempre puedes golpear, y vendré a ayudarte. —Harry asintió mientras una idea pasaba por su mente. Sostuvo mejor el cuchillo en su mano—. O si tienes algún otro problema, puedo cambiarte de hab...
Un grito salió de sus labios cuando el rizado la tomó rápidamente del brazo y se posicionó detrás de ésta, rozándole el cuello con el cuchillo y observando fijamente al Diablo el cual, probablemente, por primera vez, había sido tomado desprevenido. Lucía cada vez más enfadado, sabía que iba a costarle, porque su esposo había sido absorbido por la oscuridad más rápido que alguien normal, y aquello seguramente tenía una explicación que aún no descubría.
La anciana sollozó, cerrando sus ojos.
—Por favor. P-Por favor.
—Louis, voy a matar a todo el mundo antes de que me vuelvas un idiota de nuevo. Te l...
Fue interrumpido por un chasquido de parte del Diablo. La señora cayó al suelo, muerta. Louis prefería ser él quien la matara, porque ya no sabía cómo ayudaría a Harry luego de haber matado a su primo.
El cuchillo salió volando de la mano del último mencionado, y cuando se giró para intentar escapar, se vio atrapado en los brazos del rey del inframundo, el cual le mantenía inmóvil.
—¡Déjame ir! ¡Louis!
El nombrado lo ignora por completo, y ni siquiera le advierte cuando se teletransportan de sitio. Todo allí era diferente y, si Harry tuviese alma, deberían de hacer lo del juego de las escaleras, pero al ser tan solo un cuerpo, no afectaría en nada el ir de inmediato al infierno.
Se encontraban en aquella habitación redonda de muchas puertas. En el medio se encontraba la reconocible y elegante escalera que llevaba a un subsuelo donde el Diablo tenía aquel, muy bien cuidado, despacho. Louis se dirigió hacia una de las enormes puertas, la segunda desde la puerta en donde estaba el calabozo de las almas.
El Diablo se adentró con su esposo —el cual no dejaba de gritarle que lo bajara— en brazos a la habitación de la puerta antigua, pesada y de una madera oscura. La habitación parecía la nada misma, porque tan solo había una camilla en el centro, con una ampolla de luz iluminando, colgando desde un cable. Los rincones no se veían gracias a la oscuridad, pero no había nadie allí. Tan solo ellos.
Louis dejó a Harry cuidadosamente en la camina, y cuando éste intentó escapar, fue tomado de los hombros hasta volver a quedar acostado.
—¡Louis! Louis, mírame. Mi amor... —El arcángel alzó la mirada hacia el joven de inmediato, sin poder evitarlo. Éste no tenía ninguna lágrima en sus ojos, pero su ceño estaba levemente fruncido y lucía adolorido. Era un buen actor—. Lou, no hagas esto. Vas a matarme, por favor. Te amo.
Louis tragó saliva con fuerza antes de apartar la mirada y sacar el cuchillo de su manga, alzando su mano libre y ubicando la punta filosa en su manga, comenzando a decir palabras en un idioma indescifrable.
—¡Louis! ¡Vas a hacer que muera, Louis!
—No voy a dejar que te conviertas en un monstruo. —Tan solo respondió al terminar de citar aquellas palabras inentendibles, y corta su palma, notando entre la sangre un leve brillo. Su mano estaba demasiado tensa, y se debía a algo tan puro dentro de la palma del Diablo.
Nuevamente, citó otras palabras en una lengua extraña.
—¡Seré un monstruo con mi alma! ¡Al menos no lo reconozco ahora! ¿Tienes una idea de lo que voy a sentir? ¿Saber que maté a Fionn? ¿Qué asesiné a mi familia? —Louis ignoró todo aquello, formando un puño con su mano antes de girarla. Harry decidió alzar su voz, desesperado—. ¡¿Crees que voy a perdonarte? ¡¿Crees que voy a seguir amándote luego de lo que hiciste?! ¡No sentía nada por ti antes de quedarme como ahora! ¡NADA!
Louis lo observó fijamente, sin poder evitar prestar atención.
—Tan solo te tenía miedo, y por eso me tuviste. No hay nada que me provoques, más que terror y placer. Tener alma o no, voy a seguir fingiendo. —Respiró profundo—. Jamás te he amado.
—No me importa...—Solo respondió el arcángel—. Porque yo sí te amo... —Finalmente lo dijo. Lástima que el rizado no pudiese realmente apreciarlo. Regresó su vista a su mano—. Y no voy a dejar que te conviertas en lo que un día rogaste no ser. Descendit.
Pegó su palma al pecho del rizado con algo de fuerza, el cual de inmediato soltó un grito que hizo eco en la habitación, arqueando su espalda y tirando su cabeza hacia atrás. Louis, con sus ojos un poco más abiertos de lo normal, observó tanto el rostro del rizado como su mano en el pecho de éste. Sentía como si succionaran dolorosamente de su palma, aunque para él eran como cosquillas. Podía sentir lo fuerte que era el alma de su esposo, y como éste dejaba de respirar, con su grito cesando hasta caer desmayado en la camilla, con su rostro sudoroso, pálido.
La succión en la mano de Louis cesó unos segundos después, y alejó su mano, observando fijamente el cuerpo de Harry. Posicionó una de sus manos nuevamente en el pecho del menor. No había latidos.
Tampoco respiraba.
Louis pasó rápidamente su brazo por debajo de la espalda de su esposo, levantándolo un poco y recostándolo sobre su pecho, notando la cabeza de éste caer hacia adelante. Rápidamente llevó su otra mano al mentón, alzándole el rostro.
—¿Harry? Hey, Harry. —Lo movió levemente mientras su ceño se fruncía un poco. Hizo los rizos sudorosos que le caían en la frente hacia atrás, acariciándole la mejilla—. Vamos, vamos, vamos. —Susurraba despacio.
Notó que, luego de unos segundos, continuaba de la misma forma así que, intentando mantener el control, llevó nuevamente su mano al pecho de éste. Iba a revivirlo.
Se concentró e hizo lo que siempre hacía, pero a pesar de varios intentos, jamás oía los latidos del corazón. Tragó saliva con fuerza, gruñendo.
—No... no, no, no. Despierta. —Volvió a moverlo a la vez que lo sostenía mejor en sus brazos, acercándolo a su pecho. Negó rápidamente—. Despierta, maldita sea. —Gruñó.
Era la primera vez que estaba realmente asustado. Cuando estuvo a punto de morir y tuvo que poseerlo, al menos estaba reaccionando, y sabía que, de una u otra forma, iba a volverlo a la vida. Pero ahora había intentado de todo, y continuaba sin reaccionar. Le acarició la mejilla, frunciendo su ceño aún más. No podía ser, no podía estar pasando...
Intenta, por última vez, revivirlo. Lleva su mano al pecho del menor, y cierra sus ojos con fuerza, concentrándose. Ya tendría que haber sucedido, ya tendría que haber sentido su corazón latiendo, o al menos haber oído una respiración.
¿Realmente estaba muerto? ¿Realmente no volvería?
Abrió los ojos lentamente, esperando encontrarse con los ojos de su esposo, su niño. Quería admirar aquel color verde y único, y notar el brillo en su mirada. Quería sostenerlo mejor, y prometerle que ya nadie iba a volver a hacerlo a sufrir, que era un torpe porque no estaba en su naturaleza amar, ni sabía cómo demostrarlo, pero haría lo posible. Aprendería por él, haría lo que sea por él.
Sin embargo, se encontró con los ojos cerrados del rizado, y le tocó la piel fría de la mejilla antes de refugiarlo en su pecho. Su mirada fue al frente, a un punto fijo, y sus ojos fueron, lentamente, volviéndose de color negro. No había rastro de celeste, ni blanco, y bordó. Eran completamente oscuros.
Un gruñido comenzó a subir por su garganta, finalizando con un fuerte grito lleno de impotencia y furia. El infierno completo tembló. Las almas del calabozo, aterradas por el ruido, comenzaron a rogar salir de entre las rejas. La fila sin fin de otra de las habitaciones se tambaleó mientras los demonios se observaban entre sí.
Y ya no importaba. Si era necesario, haría desaparecer el mundo en tan solo un chasquido.
Porque su esposo, su chico... el príncipe del inframundo se había ido.
Y si Louis alguna vez creyó estar enojado, se equivocaba. Esto era estar enojado, lleno de impotencia...
Esto era tener el corazón roto.
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