ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ xxx: "ᴇʟ Áɴɢᴇʟ ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ"
El Diablo y Harry habían permanecido unas largas horas en el infierno, las cuales habían sido días en la tierra. Se la habían pasado hablando de lo sucedido y, más que nada, brindándose mimos; Especialmente Louis a Harry. Éste último se encontraba realmente abrumado por todo lo sucedido, aún no se sentía del todo bien. Estaba muy débil, tanto que apenas podía mantenerse de pie. Le dolía el ojo, con el cual veía levemente nublado alrededor, y le palpitaba la cabeza.
Louis tenía toda su atención en éste e intentaba sanarlo, pero no sería posible, y si se sobrepasaba con sus poderes la marca de Harry podría tomarlo como un ataque y enviarlo lejos. No podía morir, pero tampoco quería eso, sabiendo que su niño favorito se sentiría lo suficientemente culpable para ni querer acercarse.
En el despacho del Diablo no había nada más que calma, con el sonido de la leña quemándose en la pequeña chimenea, y las respiraciones de ambos. Sin embargo, Harry sabía que no podía pasarse la vida allí: Necesitaba moverse, y una extraña sensación le hacía querer comenzar con su trabajo como Muerte.
Era extraño decirlo, o siquiera pensarlo.
Él jamás se habría imaginado en una situación como aquella. ¿Acaso Louis sabía? Creía que no, pero éste anteriormente le había dicho que había vigilado su alma desde siempre. ¿Acaso Louis podría haberlo sentido? Recordó su expresión de total sorpresa cuando le confirmó ser la última Muerte, y lo descartó por completo.
Cuando el joven le pidió a su esposo el salir de aquel lugar, Louis no tardó en llevarlo a Bristol, otro pequeño pueblo, y en el cual había visto a Dios más de una vez. Se hospedaron en un hotel sin necesidad de pagar gracias a los poderes del rey del inframundo. La habitación era mucho más linda que el hotel anterior, aunque claro, Harry no podía recordarlo. El hotel quedaba en un lugar céntrico, lleno de bares y tiendas. A ninguno le importaba, pero Louis creía que podrían usarlo a su favor para practicar los poderes de su niño favorito.
Harry había acomodado su —ahora preciada— guadaña en el rincón de la habitación. Ésta emanaba una vibra completamente poderosa, un poco peligrosa, se atrevería a decir el dueño de ésta, el cual se miraba fijamente frente al espejo del baño. Estaba sucio, con el pijama con el que despertó el cual, sin saber por qué, tenía leves manchas de sangre.
No quería preguntar.
Suspiró luego de ver fijamente sus ojos, en especial aquella mancha negra en uno de ellos. Sintió la presencia de Louis, la cual ahora era mucho más fácil de interpretar, y vio por el espejo como lo rodeaba con sus fuertes brazos desde atrás, rozando su mejilla con el lado de la cabeza de su chico.
Ambos compartieron una larga mirada a través del espejo, y Harry parpadeó rápidamente un par de veces antes de verse a sí mismo.
—Necesito ropa nueva. —comentó con un nudo en la garganta, aun notando las manchas de sangre. ¿Qué había sucedido?
—Debes saber que necesitas comenzar a vestir ropa oscura, por ser Muerte. Sin embargo, yo opino que esa es tu decisión —agregó al final. Sabía que todo era demasiado abrumador para su pobre chico, y no quería asustarlo más de lo que ya lo notaba.
Y, por Dios, que lo notaba. Desde que Harry se había vuelto Muerte, podía sentir todo con mucha más intensidad de lo que ya lo hacía. Ahora podía sentir su notable preocupación, y le estaba poniendo algo inquieto. Presionó suavemente sus dedos repletos de anillos contra el vientre del rizado.
—Harry, dime qué es lo que piensas.
—...Es solo... —Negó. Ni siquiera sabía por dónde comenzar. Louis lo giró con cuidado en sus brazos. Harry aún seguía algo delicado, con suerte y caminaba sin realmente marearse. Buscó su mirada verdosa, pero no la encontró debido a que lo evitaba—. No sé si quiero esto. No es por la vestimenta, o mi ojo, pero es solo... —Se mantuvo callado. Sonaba malagradecido o eso creía. Louis le alzó el mentón con una de sus manos, sosteniéndolo de la cintura con la otra, y ambos se vieron fijamente a los ojos—. No era lo que yo tenía en mente. No sé si quiero pasar el resto de mi vida... de mi eternidad viendo a gente sufrir hasta morir.
Louis negó lentamente a medida que decía las últimas palabras.
—Tu concepto de ser Muerte está mal enseñado, como era de esperarse con los humanos. —Harry lo observó con leve confusión, ladeando un poquito su cabeza—. Has visto morir gente de forma muy cruel. Sí, verás cuerpos en muy mal estado, y tu misión es tomar el alma de las personas, pero no es nada escalofriante, nada que deba de darte miedo. —Se apartó tan solo un poquito, tomándolo de las manos. Harry de inmediato acarició con sus deditos las de su esposo, las cuales estaban realmente cálidas.
» Harry, ahora mismo puedo sentir todo lo que emanas, y una de esas cosas es paz. Cuando la gente te vea antes de morir, van a sentir sensaciones positivas que jamás han sentido. Todo este tiempo han estado con una Muerte que los hacía morir incómodos, e incluso muchas almas han quedado atrapadas en cuerpos.
—¿Cómo haré para acompañar a tantas personas mientras mueren y estar disponible para siquiera respirar? —Siquiera pensarlo lo estresaba, se le hacía algo imposible—. Mueren personas cada segundo en todo el mundo.
—Para eso existen las Parcas —respondió el Diablo, notando la intranquilidad de su esposo. Intentó suavizar más su voz, no perder la paciencia. Detestaba explicar cosas, muchas veces su ego lo hacía creer que todos deberían de saber lo que él, pero debía tragarlo, porque no se trataba de cualquiera, se trataba de Harry—. Son tus servidores, y hay miles de éstas. Ya saben que hay otra Muerte, y que es la última, así que probablemente se inclinarán ante ti y no te dirigirán la palabra.
Harry negó lentamente.
—Eso no es nada bonito.
—Eres su rey ahora, el verdadero. Han esperado por ti miles de años, y mi consejo como rey del inframundo es que les permitas permanecer con ese respeto. Muchas veces creen tener más derechos de los que se les dan, y no puedes permitir que eso suceda.
El silencio se hizo presente por un par de segundos. Cuando Louis lo explicaba así, cuando Louis le hacía ver que la muerte era un nuevo comienzo, y que no era nada a lo que los humanos imaginaban, no se sentía como un verdadero problema.
Hizo una leve trompita con sus labios, pensativo.
—No suena... tan mal cuando lo dices así —comentó, y tuvo que cerrar sus ojos debido a la repentina angustia en su pecho, recordando a cierto chico descuartizado y con la mirada perdida, dentro de una bolsa. ¿Había Fionn logrado tener un nuevo comienzo? —. Solo... no puedo dejar de pensar en... —Sus labios temblaron cuando intentó pronunciar su nombre. Negó con la cabeza.
Nuevamente un pequeño silencio se hizo presente, y supo que el Diablo estaba pensando en qué responder a ello.
—Deberíamos de hablar sobre ello.
—No —respondió con firmeza el rizado, abriendo sus ojos y viendo a su esposo fijamente—. No quiero que hablemos de él nunca. Esta es mi manera de superarlo.
Louis lo observó fijamente. Por supuesto que él respetaría la decisión de su esposo, pero también sabía que, tarde o temprano, éste estallaría, y eso no era bueno para la nueva Muerte. No, no. Más aún si esta tendría que aguantar toda la eternidad.
—Bien. —Nuevamente le dejó besos en los nudillos, rozando sus labios con aquel anillo que una vez le había dado. Su anillo de compromiso. Lentamente, guio las manos del rizado hacia su propia nuca, haciendo que le envolviera el cuello con sus brazos, cosa que el menor de ambos hizo— No te preocupes por los demás. Puedes tener una vida completamente normal.
Un suspiro salió de la boca del más bajo, desanimado.
—Lou, no creo que eso sea posible.
Louis alzó levemente sus cejas, sintiendo aquello más como un desafío. Él era el jodido Diablo, y podía hacer lo que sea, cuando sea. Era invencible, si quería podía chasquear sus dedos e incendiar cada pueblo de Inglaterra, o convocar la maldita apocalipsis.
Así que, si podía hacer todo eso, en definitiva, podía hacer a lo único que le importaba feliz.
—Claro que sí —afirmó, y lo atrajo más cerca desde la cintura—. Podemos tener una casa en donde tú quieras, del tipo que quieras. —Los verdes ojos de Harry comenzaron a brillar, incluso aquel cuarto oscuro en uno de ellos se iluminó un poco—. ¿Es eso lo que quiere mi niño favorito?
Con un notable rubor en sus mejillas, asintió mientras una tímida sonrisita se abría paso en sus labios.
—Sí —respondió. Louis inclinó más su rostro, ambos rozando sus labios y las puntitas de sus narices—. Pero solo lo quiero si eso es lo que tú quieres.
El Diablo sonrió lentamente de lado. Jamás alguien más que su precioso esposo le había preguntado qué era lo que él quería.
—De todas formas, necesitamos un lugar. —Nuevamente habló el arcángel, acariciando con sus dedos la espalda baja de su chico—. Yo sugeriría el infierno, pero claramente no es de tu agrado pasar la eternidad en éste.
—Tu despacho es muy bonito, pero lo demás... —Negó. No quería ser malo ya que, después de todo, había sido algo así como una casa para el Diablo—. Prefiero una... una casa. —Se vio interrumpido ante los inesperados pero suaves besos en sus labios.
Aquí era cuando Harry finalmente notaba dónde estaba su verdadero hogar, y el que la espera realmente había valido la pena.
Si, apestaba ser Muerte, tener muchísimas responsabilidades, pero finalmente era inmortal. Finalmente, no habría noches de insomnio en donde se preocupará por estar envejeciendo, ni tampoco el pensar en que, algún día, sería tan solo un recuerdo en la cabeza de Louis. Ahora está allí, era invencible y más aún con su esposo a su lado.
En medio de un suave y lento beso, un agudo dolor en su cabeza lo hizo alejarse del rey del inframundo y verlo fijamente. Imágenes se hicieron presentes en su cabeza: Una noche fría, en el asiento trasero del Impala de su padre, sobre las piernas de su esposo, besándolo. Parpadea rápidamente y se aparta un poco, desconcertado.
—¿Qué sucede?
—Nada, y-yo... solo recordé algo.
Harry puede sentir la inquietud del Diablo como si fuese la suya propia luego de oír aquella respuesta. Frunce un poco su ceño, extrañado por ello.
—¿Qué recordaste?
—¿Te besé en el auto de mi padre?
Louis tan solo se limita a verlo fijamente por unos segundos.
—Sí, tuvimos una conversación.
Sintió un escalofrío en su columna vertebral mientras tragaba saliva con fuerza.
—Yo... sí. Lo recuerdo. —A pesar de haberse visualizado de aquella forma, fue como si tan solo un tramo de segundos trajera a flote todas las cosas de aquel día. Podía recordar el no sentir nada, podía recordar el vacío en su estómago y el hablar automáticamente, tan solo pensando como si todo se tratase de simple estrategia—. ¿Cómo era yo sin alma?
—Un grano en el culo. —Louis no pudo evitar usar su sinceridad, mucho más de lo que usualmente lo hacía. Harry tampoco pudo evitar la notable indignación haciéndose visible en su rostro—. Eras neutro. Había oscuridad en ti e intenté hacer lo posible para retrasarla. Al principio sabía que no eras tú, pero con el paso del tiempo comencé a desesperarme, extrañarte, y estuve bastante confundido. Bajé la guardia, y te besé. —No iba a mentirle, quería que Harry estuviese al tanto, pero solo de algunas cosas—. Luego pude sentirlo erróneo, y solamente me enfoqué en regresarte.
—Entiendo. —Harry asintió, pero la vergüenza lo obligó a bajar la mirada al suelo. Se sintió mal por haber sido una carga—. Lo siento por haber sido así.
—No hay necesidad de disculparse, no eras realmente tú. —Louis buscó su mirada, inclinando levemente su rostro. Harry alza un poco el suyo, y ambos se ven fijamente—. Ahora estás aquí... —Suspiró por la nariz con profundidad, y se vio perdido en sus propios pensamientos mientras admira al joven frente suyo—. Finalmente, conmigo. —Finaliza, disminuyendo levemente su tono.
—Y para toda la eternidad.
Louis exhaló bruscamente, satisfecho con aquellas palabras.
—Ven aquí. —Gruñó, acercando más a su lindo esposo y besándolo lentamente, con cuidado.
Ambos acariciaban sus labios, ladeando sus cabezas y cerrando sus ojos mientras se relajaban contra el cuerpo del otro. Louis presionó la palma de su mano contra la espalda baja de su niño favorito, mientras que con su otra mano le sostuvo el mentón firmemente, sin hacerle daño. Quería comerle la boca.
Era en ese preciso instante en que mete su lengua, encontrándola con la de Harry, que se oyó el cristal del espejo quebrarse, y tanto la bombilla de luz de baño como la de la habitación, explotan. El rizado abrió sus ojos, asustado y viendo alrededor, aún con el agarre en su mentón mientras se acerca más al Diablo. La preocupación y angustia de que nuevamente algo esté mal le daña el pecho.
—¿Qué fue eso? —preguntó con la voz temblorosa, llevando su mirada, con su ceño levemente fruncido, a la del Diablo, el cual se encontró sonriendo muy coquetamente de lado.
—Fuiste tú —respondió, y hasta lucía algo orgulloso. Ante la mirada de sorpresa del menor de ambos, Louis dio una lamida sobre los rojos y apetecibles labios de su esposo—. Ahora tienes poderes, igual a mí. Tienes que aprender a controlarlos.
—Pero yo... ni siquiera sé cómo hice eso —respondió perplejo, e intentó no gemir ante el suave apretón en uno de sus glúteos.
—Yo te enseñaré —respondió el Diablo, sin parar de acariciar el cuerpo de su niño favorito. Es que Harry era, solo, tan hermoso. Miró alrededor antes de volverlo a ver—. Creo que no hay otra cosa que puedas destruir. —Sin más, lo besó.
Louis no entendía cómo había soportado tanto, y Harry no supo hasta aquel momento cuánto había extrañado hacer el amor con su esposo. Ambos se besaban profundamente, con sus lenguas dándose lentas caricias, acalorados, de pie en el baño de aquel barato hotel en Bristol. Sus manos estaban por todas partes, y fue cuando Louis notó que, lentamente, Harry dejaba de hacer puntitas de pie debido al cansancio, que lo tomó por los muslos y cargó, caminando con él nuevamente hacia la habitación.
Harry notó su espalda chocar con el colchón de la única cama de la habitación, y abrió sus piernas para permitir el cuerpo del Diablo entre el suyo. Pasó sus manos por la cálida espalda de su esposo, y Louis llevó las suyas a la cintura de su niño favorito, lentamente levantándole la camiseta del pijama.
Sus labios bajaron por la mandíbula del rizado, el cual se encontraba respirando con más profundidad, con sus ojos cerrados y ladeando la cabeza. Solo por hoy, no tendría tanta timidez a la hora del sexo, porque había extrañado aquello demasiado. Había extrañado las descargas de placer, el calor del cuerpo de Louis, sus labios, sus manos acariciándole, su... absolutamente todo de él.
El Diablo finalmente le quitó la camiseta, y le observó el torso, acariciándolo con lentitud, provocándole escalofríos.
Gruñó.
—Mío.
—Sí...
Sus labios bajaron por el cuello de su esposo, llegando a su pecho, y tomando un pezón en su boca, chupando. Leves escalofríos se hicieron presentes en el cuerpo del menor, y se encontró arqueando levemente su espalda, con sus labios entreabiertos. Inconscientemente, se encontró alzando las caderas, rozando su miembro con el de Louis por encima de ambos pantalones.
—Mierda. —Louis llevó una mano al mentón del rizado, sosteniéndolo con firmeza mientras continuaba chupando aquel pezón, el cual se veía verdaderamente apetecible. Empujó sus caderas contra las del joven, provocando una inevitablemente fricción, y lo oyó jadear—. Harry, no te das una idea lo mucho que necesitaba tenerte así.
Harry jadeaba suavemente, con sus labios entreabiertos, y Louis aprovechó para empujar su dedo índice y medio dentro de la boca del rizado, tanteando su lengua, la cual inmediatamente lamió sus dedos. Gruñó, y bajó con más fuerza sus caderas, robándole suspiros y sonidos suaves a ambos.
Pasó muy rápido.
Harry sintió como si el colchón lo absorbiera. Se vio a sí mismo siendo apartado de Louis, como si la cama se lo hubiese tragado, y en tan solo un parpadeo estaba en otro lugar.
Confundido y más que desconcertado, sintiendo la fría cerámica del suelo contra la piel de su espalda, se sentó bruscamente y observó alrededor. Un hospital... ¡¿Qué hacía en un hospital?!
Parpadeó lentamente, demasiado acalorado. Rápidamente se abrazó a sí mismo, intentando cubrir la desnudez de su pecho y la visible erección bajo sus pantalones.
—...Oh-oh.
Se levantó lentamente del suelo. No sentía ningún tipo de dolor, tan solo leves escalofríos al haber sentido la fría cerámica del suelo contra su espalda desnuda después de tan acalorada situación. Observó alrededor, con más inseguridad que antes. Por suerte, la puerta estaba cerrada, y parecía ser de noche en donde quiera que esté, así que no había mucha gente deambulando por el hospital.
Y, por supuesto, la... bueno, su guadaña yacía en el suelo. ¿Acaso ésta seguiría a donde sea que vaya?
Sintió un corriente detrás suyo, la presencia reconocible, y rápidamente se giró, observando la burlona expresión de su esposo, el cual estaba perfectamente vestido mientras él intentaba cubrir hasta el más mínimo rastro de piel, sin éxito. Sintió como sus mejillas comenzaban a arderle, y tan solo se observaron por unos pequeños segundos.
—No sé cómo llegué aquí.
—Te ha llamado el deber por sí mismo, y ahora debes cumplir con ello —respondió, y alzó un poco más su mano, donde sostenía la camiseta de su niño favorito. Éste la tomó rápidamente, poniéndosela. Honestamente, necesitaba un cambio urgente de ropa—. Una vez hayas dominado tus poderes ya no sucederá.
El rizado bufó, aún más sonrojado. Realmente no quería estar en una situación mucho más comprometedora y transportarse. Ya habiéndose puesto la camiseta, observó mejor a su alrededor, y su mirada se posó en la camilla que había frente a él, dejándolo atónito.
—Yo... —Frunció levemente su ceño mientras los recuerdos llegaban a su mente. Era la misma niña, y estaba de la misma forma: Sus ojos cerrados, pálida, delgada y conectada a una máquina para poder respirar. A su lado descansaba un pequeño peluche de un conejo al cual le faltaba una oreja y lucía algo sucio—. Esto... he visto esto antes. He estado aquí. —afirmó lentamente, finalizando con seguridad. Definitivamente era lo mismo.
—Cuando estuviste sin alma mencionaste haber soñado con esto. Puede que haya sido una predicción.
Y Harry podía oírlo, definitivamente, pero había algo que no lo dejaba apartar la mirada de aquella niña. Había algo que lo llamaba a estar allí, a su lado, y cuando su vista se desenfocaba levemente por la concentración, podía darse el gusto de observar algo blanco, levemente transparente flotar alrededor del cuerpo de ésta. Era como una vibra, y podía sentirla extremadamente débil, a punto de desaparecer.
La necesitaba.
El notar sus propios pensamientos lo hizo sentir un leve dolor en el pecho, y por inercia retrocedió. Se estaba asustando, y cuando el Diablo fue capaz de sentir aquello, de inmediato llevó su mano a la espalda baja de su esposo, sosteniéndolo y observándolo fijamente a los ojos.
—Ahora que eres Muerte puedo sentir tus emociones, incluso más fuerte que antes. Lamentablemente para ti, la niña también puede. —Tenía que ser sincero, no podía mentirle a su chico, ya bastante estaba intentando retener el asunto del haber estado sin alma.
—P-Pero, yo... —Harry comenzaba a desesperarse levemente, y su mente lo obligaba a mantenerse en calma. Debía ser inteligente, debía obedecer lo que su esposo le pedía indirectamente. Sin embargo, cuando bajó la mirada a sus propias manos, éstas temblaban—. No sé si pueda, Lou.
—Si, puedes —afirmó Louis, casi gruñendo y acercándose un poco más. Harry llevó la mirada a la niña al oír un jadeo adolorido de su parte, y sintió más pánico en su pecho, pero su esposo lo tomó del rostro para que sus miradas se encontraran—. Eres el responsable de llevarla al otro lado, necesitas brindarle bienestar y paz para que no tenga miedo. —Limpió con su pulgar la humedad que se estaba formando bajo los preciosos ojos de su niño favorito—. No tienes que estar triste, morir es un proceso tranquilo y para nada doloroso. —A pesar de que no era realmente paciente, sabía que debía de serlo con su esposo o éste se acobardaría, y todo se iría al mismísimo infierno... literalmente—. Vendré apenas termines. Nómbrame, y vendré.
—¿Qué? No. —El joven rápidamente lo tomó del brazo, abriendo sus ojos de más y negando con rapidez—. Lou, no creo poder hacer esto sin ti. —Susurró, sintiendo un nudo en su garganta.
—Si me quedo aquí, la niña sufrirá debido a mi presencia, y sé que eso te importa —comentó. Y era cierto, debido a que desde que Louis había pisado aquella habitación, la pequeña no dejaba de quejarse. El Diablo lo tomó de la mano y dejó un suave beso en el dorso antes de soltarla con lentitud y dar un paso atrás, desapareciendo en un parpadeo.
Echó un vistazo alrededor antes de volver la vista a la camilla, y respiró profundamente. Inhaló, contuvo la respiración por unos segundos, y la soltó lentamente. Sus manos, poco a poco, dejaban de temblar, y sus pensamientos se acomodaban de a poco. Debía de tomarse aquello como algo completamente normal, porque el destino se había encargado de elegirlo para un trabajo tan pesado como éste, y no sería por cualquier cosa si no fuese en serio.
Se inclinó en el suelo y tomó la guadaña. La marca en su brazo ardió levemente, y lo sintió mucho más firme. Se sentía... realmente poderoso. Lentamente, comenzó a dar pasos hasta ubicarse a un lado de ésta, y se arrodilló en el suelo para estar a la altura. Intentando estar calmado, se mantuvo observándola. Llevó su mirada a los pequeños detalles del rostro de aquella niña. Era más hermosa que en sus sueños: Tenía lunares, pequeñas pecas en sus pómulos y nariz, y su cabello era realmente largo, pelirrojo. Ya no se veía mal, más bien, se veía relajada.
Harry parpadeó rápidamente, y se sorprendió al notar su propia mano en la fría mejilla de la mundana. Ésta, lentamente, se encontró abriendo sus ojos ante el tacto. Eran oscuros, y su mirada atraía demasiado a quién sea que le viese, ya que tenía un brillo especial y único. El rizado no sabía exactamente porqué se encontraba notando aquellas cosas. ¿Acaso era parte de ser Muerte?
La respiración de la joven aumentó, y Harry de inmediato negó.
—Está bien, está bien. No hay... no tienes que tener miedo. —Le sonríe tímidamente de lado, y está haciendo su mejor esfuerzo para no llorar. Lentamente, y con mucho cuidado, llevó su mano a la pequeña mano contraria, cubriéndola antes de dar un suave apretón. Debía de hacerlo bien, esto no era cualquier cosa—. Yo cuido de ti. Puedes dormir.
La pequeña abrió su boca e intenta decir algo, pero pareció quedarse sin aire muy fácilmente.
—No hables, todo está bien. —Alzó ambas cejas, y bajó la mirada a los labios de aquella niña cuando notó que está articulando una palabra, una y otra vez. Su corazón dio un vuelco, y esta vez sonríe dulcemente, sintiendo sus mejillas sonrojadas—. Sí... sí, soy un ángel.
De la muerte.
La niña comenzó a cerrar lentamente sus ojos, y Harry sintió un impulso, el cual permite de inmediato. Sabía que es parte de ello, sabe que, si no lo hace, nada pasará. Se levanta del suelo con lentitud, sin soltar la pequeña mano de la joven y se inclina hacia ésta, dejando un pequeño beso en su frente.
Algo revoloteó su pecho, y aquella vibra levemente visible alrededor de la camilla desapareció. Había muerto.
Harry se mantuvo viéndola con un nudo en la garganta, y soltó delicadamente su mano, acomodándola en su camilla. Observó la maquina comenzar a soltar aquel pitido, el cual indicaba que su corazón ya no se encontraba latiendo. Se volteó hacia la punta de la camilla, a punto de llamar a Louis, pero se detuvo al notar a una mujer de pie... junto a la misma niña que hace unos segundos había fallecido.
La mujer llevaba ropa gris oscura, y su vista estaba en el suelo, jamás observaba a Harry. En cambio, la niña lo saludaba con la mano, despidiéndose. El rizado no tuvo tiempo de devolver aquel saludo porque, en un parpadeo, ya había desaparecido.
Y él continuaba igual de estupefacto, tan solo parpadeando y viendo un punto fijo.
La puerta es azotada con fuerza, y más de dos doctores entran a la habitación. Harry se da cuenta que lo ha arruinado cuando la mirada de éstos se dirige hacia él. Por supuesto, si aún no había aprendido a no hacerse visible, ni otra cosa más que hacer explotar luces por besar a su esposo.
—¿Qué está haciendo usted aquí? ¿Quién lo ha dejado entrar?
Y Harry no tuvo ni tiempo de responder —aunque, honestamente, no sabía qué podría decir— cuando, en un parpadeo, fue llevado nuevamente al hotel. Los brazos del Diablo lo envolvieron, y él tan solo recargó su mejilla en el cálido pecho de su esposo, respirando de forma acelerada mientras se mantuvo viendo un punto fijo.
Sus manos temblaban, y sus piernas también. Todos los nervios que estuvo tragando para mantener tranquila a aquella adorable niña estaban surgiendo efecto ahora mismo. Respiró entrecortadamente y buscó el aferrarse a Louis, cerrando sus ojos.
—L-Lo... lo hice bien —Tartamudeó, y soltó la guadaña, la cual había tomado firmemente con su mano. Está cayó al suelo, y el Diablo tomó aquella oportunidad para tomar en brazos a su niño favorito al notar sus piernas temblar.
—Lo hiciste brillante.
Ambos se encontraban recostados en la cama de aquel hotel. Harry estaba viendo hacia la pared, y Louis le rodeaba desde atrás con uno de sus brazos, manteniéndolo cerca de su pecho. El rizado no había dicho ni una palabra por largas horas que llevaban allí, tan solo se mantenía respirando tranquilo, jugando con los anillos de la mano de su esposo y observando el suyo de compromiso.
—Lou... —Finalmente habló, y carraspeó su garganta al tener la voz levemente ronca—. Estoy mejor. —Al no obtener respuesta, se giró. Notó la mirada del Diablo sobre él, y se observaron por unos leves segundos antes de que Harry volviese a hablar—. Necesitaba tiempo para acomodar mis pensamientos.
—¿Qué fue lo que pudiste acomodar?
—La niña está bien. Me sonrió antes de irse con la parca.
El ceño del Diablo se frunció un poco.
—Te dije que eso pasaría.
—Si, lo sé. Aparentemente tenía que verlo para creerlo. —Bajó la mirada y arrugó un poco su nariz, pensando—. ¿No te asusta? Tener un trabajo realmente superior.
—No —respondió—. Pero puedo llegar a comprender el que a ti te asuste, ya que has pasado de tener una vida completamente mundana a ser la última Muerte. Son cosas completamente opuestas. —Harry nuevamente alzó la mirada, y también un poquito su rostro. Louis sabía que cuando su chico hacía aquello era debido a que necesitaba afecto. Inclinó un poco su rostro, y las narices de ambos se rozaron—. No tienes nada que temer.
La cabeza del rizado se ladeó un poco, y sus ojos se cerraron a la par que exhalaba profundamente por la nariz.
—¿Tú... tú podrías...? —Se detuvo unos segundos, pero el Diablo permaneció en silencio, esperando—. ¿Tú podrías... cuidar de mí, incluso yo siendo poderoso?
Joder.
Louis se encontraba casi gruñendo de gusto, y rodeó mejor el cuerpo fe su esposo, atrayéndolo más cerca.
—Eres mi esposo, siempre voy a cuidar de ti. —Rozó sus labios con los del contrario—. No sé qué me hiciste, niño.
Ambos compartieron un dulce y lento beso. Cálido, pero tranquilo. No tenían intención de llevarlo más allá, tan solo pretenden sentirse cerca.
—Te amo, Lou. —Recibió otro beso, y una leve y suave mordida en su labio inferior, la cual lo hizo sonrojarse. Cuando el Diablo se apartó un poco, Harry no pudo evitar bajar la mirada con timidez—. De acuerdo... ahora enséñame. ¿Cómo lo haces?
—¿Cómo hago? ¿qué?
—Ser... invisible. —Sonaba un poco torpe decirlo. Volvió a alzar la mirada, viendo fijamente al Diablo—. ¿Cómo haces todas esas cosas?
—Tan solo pienso en que eso es lo que quiero, y sucede. ¿Lo has probado?
Harry negó.
—No exactamente.
—Bien. Te propongo algo. —En tan solo segundos, el rey del inframundo se encontraba sobre el cuerpo de su esposo, sosteniéndolo de la cintura y llevando su rostro al cuello de éste, dejando suaves y húmedos besos sobre la piel. Harry se encontró rodeando el cuello de Louis con sus brazos—. ¿Qué te parece si tú y yo nos vamos a donde sea que quieras ir? A algún lugar apartado... y te enseñaré todo lo que te hace falta.
Harry sonrió tímidamente.
—¿En serio? —Oyó un murmullo de afirmación de parte del Diablo, y ladeó un poquito más la cabeza ante los besos de éste en su pecho—. Si, por supuesto. ¿A dónde iríamos?
—A donde tú quieras.
—Yo... no lo sé. —Y Louis se sorprendió al oír una risita pequeña, pero llena de felicidad de parte del rizado.
Se separó tan solo un poco, y lo observó fijamente, oyéndolo hablar acerca de algunos países los cuales siempre le había interesado visitar, pero jamás consideró la oportunidad.
Entonces el Diablo realmente comenzó a pensar si era necesario decirle todo lo que había sucedido cuando no tuvo alma. ¿Lo era? ¿Qué cambiaría al decirle lo que había sucedido? No podía regresarlos de la muerte, ni tampoco matarlos. Él mismo se había encargado en su poco tiempo libre lejos de su chico el guiar las dos almas a un rincón en el infierno. ¿Cambiaría algo? ¿Realmente iba a arruinar esta felicidad y calma que su chico, finalmente, estaba sintiendo? ¿Iba a ponerlo triste por dos escorias que ni merecían ser recordadas?
Jamás le mentiría... a menos que sea para protegerle.
De todas formas, realmente no le mentiría. Harry eventualmente recordaría, y se lo diría en aquel momento. Mientras, lo evitaría, y recordaría cosas más importantes.
—... ¿Lou? —El Diablo alzó ambas cejas en respuesta—. Entonces, ¿Qué dices? ¿Rusia estaría bien?
Louis asintió.
—Todo lo que mi niño favorito desee. —Dejó un lento beso en los labios contrarios, el cual se iba prolongando, volviéndose más profundo y húmedo. Sus lenguas se encontraron con caricias suaves y, nuevamente, Louis le quitó la camiseta, pasando sus cálidas manos por el torso desnudo de su chico.
Harry desabotonó la camisa oscura del Diablo, y sus manos se deslizaron por el torso cubierto de tatuajes con símbolos desconocidos y frases inentendibles. Admiró la belleza la cual todos rechazaban, y se dijo a sí mismo que haría a un lado la timidez, lo más que pudiese. Necesitaba hacer el amor con su esposo, lento y apasionadamente, sin nada que lo cohibiera. Lo había echado de menos, y lo necesitaba más que nunca.
Los besos en su cuello volvieron con leves succiones y lamidas, provocando que su respiración se entrecortara mientras llevaba sus manos a la espalda del Diablo, acariciando lentamente. ¿Cómo podía ser capaz de no cohibirse, si Louis era un maestro con su boca? Lo hacía todo perfectamente, enviándole escalofríos por su columna vertebral y tirones en su vientre. Alzó sus caderas cuando sintió que le desprendía los pantalones y se los bajaba, acariciándole los muslos en el trayecto y dejándolo tan solo en ropa interior.
Los besos fueron desde su cuello a su mandíbula, finalmente terminando en sus labios. Abrió su boca para recibir, nuevamente, aquella cálida lengua, y ladeó levemente su cabeza mientras sus manos bajaban por el torso de su esposo hasta sus pantalones, desabrochando y bajándolos. El Diablo estaba completamente desnudo bajo aquella prenda, como de costumbre.
Las sábanas fueron removidas una vez la última prenda en el cuerpo de Harry desapareció, y se cubrieron con éstas. Hacía frío fuera, y el rizado no estaba del todo recuperado. Había pasado de nada a la inmortalidad, pero su temperatura corporal se mantendría por un tiempo.
Louis se recostó a un lado de su chico y lo atrajo mucho más cerca, sin apartarse de sus labios. Llevó una mano a la pierna del rizado y llevó ésta por encima de su cadera, rodeándolo de la cintura con el otro brazo. Su mano repleta de anillos deambuló por el muslo de Harry, acariciando de arriba abajo, dando leves agarres a una de sus nalgas mientras lo presionaba más contra sí.
El Diablo rompió el beso, y llevó dos de sus dedos a la boca contraria, sintiendo la succión que esta realizaba. Ambos podían sentir la leve capa de sudor aparecer con el paso de los minutos. Harry realizó pequeños pero lentos movimientos con sus caderas, rozando su miembro con el de su esposo, jadeando entrecortadamente. Había echado de menos aquella sensación.
—Lou... —dijo cuando los dedos del Diablo salieron de su boca, y su respiración se cortó al sentirlos en su entrada, acariciando. Se retorció levemente, y empujó su trasero hacia atrás, en dirección a las caricias. Los dedos de la mano contraria de su esposo se presionaron más contra la piel de sus caderas, y no evitó soltar un sonido entrecortado cuando los dos dedos, húmedos por su saliva, se adentraron lentamente en su interior—. U-Uhm...
Louis tan solo aguardó unos segundos, los cuales dedicó para besar el rostro de su niño favorito, lamerle y morderle los labios antes de mover sus dedos en un vaivén, acariciando las paredes del interior de su esposo, el cual respondía a los besos en sus labios con la respiración entrecortada.
El Diablo sostenía la pierna del rizado, acariciándole la lengua con la suya propia y moviendo sus dedos en un vaivén cada vez más rápido, adentrándolos más a fondo, buscando encontrar aquel punto que robaba el aliento de su pequeño y lo hacía jadear por aire.
Fue cuando finalmente lo hizo, que tuvo que sostener a su esposo con más firmeza al notar como se retorcía, con sus labios entreabiertos, jadeante. Louis gruñía bajo, resoplando por el placer que le daba ver a su chico de aquella manera, y por los movimientos de caderas que éste realizaba, formando una inevitable fricción entre ambos.
Fue tan solo unos minutos después cuando estuvo sobre el cuerpo de su esposo, atrapado en su interior, moviéndose lento pero profundo mientras lo sostenía en sus brazos, besándolo hasta el cansancio.
¿Cómo era que había terminado de aquella forma?
Lo que sostenía en sus brazos, lo que reclamaba con sus besos... al que le hacía el amor con cuidado, era su más preciada cosa en el mundo.
Siempre había sido un egoísta, porque la única cosa preciada que tenía era él, y su trabajo. Se sentía importante, lo era, y sobre todo esencial en el mundo de porquería. Hacía lo que quería, cuando quería, como quería. Jugaba con las personas buenas, aunque principalmente con las malas. Mentía, y destruía con mucho placer, porque para eso estaba hecho. Estaba hecho para hacer el mal, tanto en la tierra como en el infierno.
Sin embargo, Harry apareció. Este chiquillo inocente y curioso, que creyó buscar una salida más fácil con magia negra, que creyó que todo sería más fácil, y menos doloroso.
Louis también lo creyó.
—Lou... —Jadeó ahogadamente, moviendo sus caderas más rápido, contrayendo su interior y provocando que el rey del inframundo gruñera—. M-Más... por favor.
Las embestidas aumentaron, golpeando su glande una y otra vez contra el punto dulce en el interior de su esposo, sintiéndolo retorcerse, hasta temblar levemente. Lo sostuvo con más firmeza de las caderas, sintiendo al contrario sostenerse de sus brazos con sus preciosas manos. Harry era, solo, una pieza de arte de donde sea que se vea.
Lo descubrió específicamente el primer día, en la noche. Fue la primera persona en ser amable con él ya que, a pesar de estar muerto de miedo, le había ofrecido un lugar a su lado para dormir... a él, al mismísimo Diablo. Y Louis tan solo supo quedarse callado, oyendo los sollozos de fondo y sintiendo el terror que el mundano sentía.
Porque no entendía qué era eso latiendo en su pecho, y si antes ya estaba, pero no lo había notado. No entendía que era esa bilis subiendo por su garganta, y el quedar totalmente en blanco. Siempre había tenido algo que decir, porque todo era con fluida falsedad, aunque fríamente calculado. Su simpatía era de cartón, honestamente detestaba explicar cosas, y prefería mantenerse lejos de cualquier inservible humano.
Pero con Harry... solo era diferente. Él quería estar allí, halagarlo, hablarle de cualquier estupidez, incluso si quedaba mal.
Al siguiente día, cuando lo vio despertar con los rizos despeinados y ojos levemente hinchados, lo supo. Cuando lo vio bostezar, y atraer las mantas a su pecho... supo que quería verlo así todos los días de la tierra.
Bastó tan solo una embestida para que su niño favorito se retorciera en sus brazos, cortando su respiración a la vez que arqueaba su espalda, derramando su esencia entre ambos torsos y doblando los pequeños deditos de sus pies. Sus labios estaban rojos al igual que sus mejillas, sus rizos despeinados ante los movimientos, y su ceño levemente fruncido. Se desparramó cómodamente en la cama cuando finalizó, y a Louis le bastaron un par de embestidas para llegar a saborear el éxtasis.
«El cielo» había sido un lugar realmente agradable, aunque con mucha falsedad. Sin embargo, nunca había sentido que podía tocar algo más supremo, hasta ahora. Con un profundo suspiro y saliendo del interior del rizado, se posicionó a su lado y lo atrajo en un abrazo. Ambos respiraban algo agitados, y Harry no dudó en ocultar su rostro en el cuello del Diablo, dejando un suave beso allí.
—Lou, te amo...
—Yo a ti. —No iba a admitir que aún le costaba decirlo, y que muchas veces temía no ser capaz de hacerlo, porque ese no era su supuesto trabajo, pero intentaba implementar su lema de hacer lo que se le antojaba, y si quería amar a Harry, entonces lo haría.
Se besaron nuevamente, con más suavidad que anteriormente, y se sintieron plenos mientras retomaban la conversación anterior, planeando el largo futuro que tendrían por delante.
—Y además en diciembre Rusia se vuelve realmente helado. Me gusta el frío, y habrá mucha nieve. Podemos, si tú quieres, por supuesto, buscar alguna cabaña bonita en dónde vivir, lejana a alguna ciudad —comentaba con algo de inseguridad, tímidamente mientras le observaba de reojo a los ojos.
El hecho de que alguien le preguntase su opinión lo hacía, inevitablemente, sonreír. Nuevamente se acercó y dejó un beso en la punta de su nariz antes de atraerlo a su cálido pecho.
—Todo lo que quieras, niño.
Y permanecieron de aquella forma, callados, tan solo abrazados y pensativos sobre qué sucedería.
¿Desde cuándo pensaba en estas cosas? ¿Qué tan bajo había caído?
Finalmente, respondió a sus conclusiones:
Él ya había caído una vez, hace siglos, aun así, estaba seguro de que jamás había caído como lo hizo al enamorarse de Harry Styles.
FIN.
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