ᴠɪɪ: "ʟᴇɴɢᴜᴀ ᴀғɪʟᴀᴅᴀ"
Dos semanas.
Habían pasado dos semanas desde lo que había sucedido luego de que Harry despertó de aquel desmayo al descubrir que, prácticamente, fue quien causó la muerte de su primo.
Para empezar; estuvo en observación por un día, debido a la falta de alimentación y mal aspecto. Durmió profundamente y se comió bien antes de volver a casa. Luego, la noticia del funeral de Brad llegó a sus oídos, y con tal sólo oírlo cayó desmayado...de nuevo.
¿Se había vuelto un trauma? No lo sabía con exactitud, pero supuso que sí debido a las imágenes que rondaban por su mente en el momento en que alguien nombraba a su familiar fallecido, y la manera en la que murió. Recordaba la palabra Castrati y estallaba en ataques de ansiedad, en puro e insoportable pánico. Tan puro que creía que podría morir en aquel mismo momento.
Finalmente, fue cuando recordó que, segundos antes de caer desmayado en el hospital, el Diablo no lo había sostenido: no había sentido la protección de sus brazos, no había sentido nada, e internamente estaba agradecido porque, en aquel momento, fue la primera vez que le tuvo miedo de la misma forma en la que todos lo hacían.
Miedo a que le hiciese algo, incluso sabiendo que, poco a poco, estaba llevándose su alma.
Des había vuelto a la casa. Luego de un par de días, le comentaron sobre la muerte de su sobrino, y se encerró en su cuarto por más de tres días. Siempre estaba en la sala, pero cuando Harry llegaba a ésta, se iba a otra parte, incluso si era otra habitación. Ni siquiera lo miraba, rezaba constantemente -incluso más que antes-, y al chico le dolía, debido a que esperaba una disculpa por querer hacer que quemase su propia piel, por pegarle a su madre, tratar mal a su hermana, etc.
Pero, claramente, aquello no sucedería.
Pero lo que más le dolía a Harry de toda aquella situación no eran los desmayos, el vivir constantemente con ansiedad, el cargar con la culpa de la muerte de una persona, de dañar a su propio padre, y mucho menos el saber que se iba a ir al infierno de manera segura y gratuita...
...el verdadero dolor fue que, luego de despertar aquel día en el hospital, Louis se había ido. Completamente. Ya no sentía el pitido en su oído izquierdo, no sentía el constante malestar, ni tampoco su cuerpo continuó deteriorándose. Incluso mejoró, ya no lucía como un cadáver.
A pesar de que, al principio, tuvo miedo de volver a ver a Louis, definitivamente no se comparaba con el dolor de tenerlo lejos, de no sentir cómo lo envolvía en sus brazos en las noches o le acariciaba el rostro por pura curiosidad. Era terrible, y el nudo en su garganta no disminuía, ni siquiera llorando ruidosamente en los brazos de su madre, la cual no comprendía la tristeza de su hijo, creyendo que todo estaba bien.
Finalmente, luego de dos semanas, Harry volvió a la escuela. "¡El viaje en el que Dios guía tu camino!" Dijeron, pero Dios no guiaba nada que tuviese el nombre "Harry Styles", y éste lo sabía.
Fionn Whitehead continuaba molesto por no haber ido, Harry temía ir porque sabía que iría casi todo el curso, y eso implicaba que Dylan Moisset y Parker Jenkins estuvieran allí. Aquellos jovenes habían vuelto la vida escolar de Fionn y Harry un calvario, todo por no lucir físicamente como el estereotipo de "hombres". Fionn era un rebelde sin causa, incluso siendo de la misma edad que Harry pero, por obvias razones, en el instituto no aparentaba aquello. En cambio, el rizado no podía aparentar su personalidad, aunque lo deseaba.
Dylan Moisset era el que siempre seguía a Parker. Éste último había tenido una vida terrible, cayendo en un orfanato y siendo adoptado por una familia rica, tan solo por ser el niño más hermoso. Se le subió la fama a la cabeza, nadie sabía que era adoptado excepto los padres de Harry, los cuales se llevaban bien con los padres de Parker. El rizado lo había escuchado en el momento en que el señor y la señora Jenkins lo habían confesado ante los Styles, pero jamás dijo nada. Por supuesto que no lo haría.
Supuso que tendría un viaje catastrófico. Por todos los cielos, lo sabía, pero ya nada le importaba, y no le encontraba tanto sentido a las cosas como anteriormente. Quería a Louis, lo único que quería, lo único que deseaba y no podía tener. Se sentía traicionado y torpe por tener aquel pensamiento. ¡Era el Diablo! ¡Por supuesto que lo haría!
El autobús parecía estar esperando a que los estudiantes finalizasen de subir. El profesor de coro estaba a un lado de la puerta de éste, observando su reloj, esperando que fuese el minuto exacto para subirse y partir a su emocionante viaje. Harry pensó seriamente en escaparse, pasar el día paseando por la ciudad, tal vez podría comprarse un helado y, luego, volver a la escuela cuando fuese la hora, pero su madre podría matarlo, así que no dudó en subirse al autobús.
Todos estaban sentados en sus respectivos lugares excepto los dos imb...bravucones. Estos estaban molestando a un chico del asiento de adelante al suyo, quien estaba junto a otro joven, ambos cubriendo sus cabezas para no ser golpeados por sus compañeros. Harry rogó pasar rápidamente por el pasillo, entre los asientos, y así lo hizo. Ni siquiera tenía idea cómo no lo notaron. Se sentó detrás de todo, del lado de la ventana derecha y junto a Liam Payne, quien estudiaba en la universidad del frente de su escuela. Éste leía la biblia con mucha atención. Harry no comprendía como nadie había elegido aquel asiento, ya que, para él, lo mejor del viaje era disfrutar el paisaje.
Una vez el chico estuvo sentado, suspiró profundamente y se acomodó contra el respaldo del asiento, sintiendo su piel erizarse debido al frío, incluso estando más abrigado que de costumbre. Liam, quien sintió la mirada del rizado sobre él, dejó de observar la biblia para voltearse hacia su acompañante en aquel religioso viaje.
—Hey, Harry —Tan sólo murmuró, sonriendo con amabilidad.
A decir verdad, Liam era un buen tipo. Un buen y lindo tipo. No se metía con nadie, y nadie se metía con él debido a su tamaño: grande, musculoso y con mala cara...pero sólo para algunas personas. Harry lo había conocido cuando tuvo que hacer una obra de teatro en donde Liam era Moisés y él...bueno, ignoremos que fue una oveja y sólo enfoquémonos en presumir que estuvo en una obra. Su primer obra.
Desde aquel entonces se obsequiaban saludos fuera de los establecimientos, y pocas veces, habían intercambiado palabras, pero nada más que eso. Ni siquiera se acercaba a una amistad como la que estaban construyendo Fionn y Harry.
—Liam —Saludó de vuelta el rizado, notando lo frío que había sonado. Observó de reojo la biblia y frunció un poco el ceño al notar que ésta, por dentro, no era nada parecido a la verdadera—. ¿Qué lees? —Fingió no saber.
—¿Qué te parece? —Rio Liam, luciendo algo nervioso a la par que volvía su vista a la lectura.
Harry lo observó por unos segundos, alzando un poco sus cejas mientras le dedicaba una tímida sonrisa—. Definitivamente no he visto antes la palabra "vampiro" en la biblia —Comentó, llevando su mirada al frente, fingiendo quitarle importancia al asunto.
Liam cerró la "biblia" de manera brusca, dejándola sobre su regazo y apuntando con su dedo índice al rizado, el cual había vuelto a verle a la par que reía por lo bajo, provocando que tan solo un hoyuelo fuese visible en su mejilla.
—Si no dices nada, te lo pagaré como sea —Intentó negociar.
Harry decidió que continuaría con aquella negociación, luciendo pensativo antes de acomodarse en su asiento.
—No diré nada, con una condición —Ambos se observaron mientras el rizado, sin apartar la mirada del chico frente a sí, asentía en dirección hacia Dylan y Parker—. ¿Ves esos chicos?
A la par en que Liam observó al frente para buscar a los dos tontos, el autobús se puso en marcha, y todos exclamaron con emoción antes de que el conductor acelerase por la calle con lentitud. El profesor interrumpió la charla de Liam y Harry para avisar a todos que se mantuviesen en sus asientos.
—¿Aquellos idiotas? —Murmuró el mayor luego de unos segundos.
—Me molestan, y mucho. Tú eres grande, Liam —¿Por qué lo estaba halagando? —. Eres...musculoso —Continuó, un poco más dudoso e intentando no reír cuando Liam bajó la mirada a sus propios bíceps, admirándolos mientras fruncía un poco su ceño—. ¿Puedes protegerme? —Estaba muy sonrojado, y no sólo por haberlo halagado, sino porque nunca había pedido la protección de una persona.
Solo de Louis, pero éste no era exactamente una persona.
El castaño frente a él lo observó por unos segundos de arriba abajo, asintiendo lentamente, como si estuviese de acuerdo con sus propios pensamientos.
—Cambiaste —Confirmó. Las cejas de Harry se alzaron, sorprendido, pero no del todo—. Te ves confiado, y negociante. Quiero decir, siempre he entendido que eres muy inteligente, observador, pero te muestras muy tímido y hoy estás...bastante atrevido.
¡Alguien estaba siendo increíblemente directo!
La incomodidad de Harry se incrementó, provocando que se acomodase nuevamente en su asiento, llevando nuevamente su mirada al frente mientras su inseguridad regresaba de manera repentina.
—Yo no quería...bueno, lo siento —Tragó saliva con fuerza para intentar aliviar el nudo de su garganta, pero sentía que no funcionaba. Louis ya no estaba, y se había comportado como un torpe chico, atrevido, para buscar la protección en alguien. Estaba muy apenado—. Lo siento, no tengo derecho de...tú sabes. No diré lo del libro, tranquilo —Llevó su mirada a la ventana, viendo la carretera en la que se encontraban—. Supongo que todos hacemos cosas malas alguna vez.
—¿Crees que leer ésto es malo? —Sonrió de lado ante la pregunta de su compañero de asiento—. Deberías de darle una oportunidad, es realmente bueno.
Harry no se estaba refiriendo a la lectura, ni a Liam. Se estaba refiriendo a su pedido, y a las cosas que anteriormente había hecho.
—No, es por eso que no voy a delatarte. No haces nada malo — <<Irás al cielo y yo no, pero con fieles motivos, y probablemente porque lo merezco>> —. Eres una buena persona, Liam.
Liam lucía pensativo, con su mirada fija en el perfil de su acompañante de viaje antes de suspirar, regresando a observar su supuesta biblia y retomando la lectura. Harry, en cambio, observó por la ventana de su lado derecho, esperando presenciar algo anormal entre los árboles de los lados de la carretera, algo que le indicase que Louis no se había -nuevamente- ido, que le importaba su bienestar en aquel gran y cruel universo.
Jamás supo cuándo llegaría el momento en que el Diablo se llevaría su alma, y tampoco confirmó qué fue aquella cosa “tan pura” que pidió a cambiar. Quería saber, quería obtenerlo, y la intriga lo carcomía por dentro, mucho más rápido que la ansiedad.
Suspiró profundamente antes de apoyar su sien contra el vidrio de la ventana, cerrando sus ojos e ignorando el precioso paisaje junto al cuervo que volaba por encima del autobús.
Finalmente, el conductor se detuvo una vez se adentró al bosque, por un camino de tierra, estacionando el autobús a una distancia intermedia de la carretera. Por supuesto que no deseaban perderse, debía de tener mucho cuidado, ya que la responsabilidad estaba en éste, y en el profesor McCoulay.
Liam despertó a Harry, quien se encontraba roncando levemente, con su dedo pulgar resbalando de entre sus labios. Cuando sus párpados se abrieron, observó a su alrededor y permaneció con la mirada fija en la de Liam, el cual le sonreía con algo de burla.
—... ¿Qué tengo?
—Te estabas chupando el dedo —Mencionó el mayor, intentando no reír mientras se ponía de pie, acomodando las correas de su mochila sobre sus hombros.
—¿No? —Negó el rizado, dudoso, sintiendo sus pómulos arder mientras se estiraba en su lugar—. ¿Por qué haría eso? Yo no hago eso —De excusó rápidamente, poniéndose de pie mientras movía si cabeza hacia un lado, haciendo sonar su cuello.
Liam puso los ojos en blanco, con una sonrisa temblando en sus labios—. claaaaro.
Harry se apresuró a salir, en medio de los demás alumnos, sin querer volver a entablar conversación con el universitario. No sólo había sido un descarado al intentar sobornarle si no que, también, Liam lo había visto dormir de la forma más infantil. Sus ojos se abrieron de más al pensar que, muy probablemente, Louis también podría haber presenciado aquello. ¡Qué vergüenza!
Bajó dos escalones del autobús, alzando el rostro para observar el precioso lugar, pero un fuerte empujón en su espalda lo hizo tropezar hacia adelante, jadeando de dolor cuando su rostro golpeó el suelo, manchándolo de tierra y sin sentir del todo su nariz ante el brusco golpe.
Las carcajadas de sus compañeros se hicieron audibles a la par en que unas manos lo levantaban desde atrás, tomándolo por debajo de las axilas hasta dejarlo, nuevamente de pie. Se enderezó, adolorido y algo mareado mientras se giraba en dirección hacia Liam, el cual había sido el único que mantenía su serio semblante. El único que lo ayudó.
—Gracias —Murmuró Harry, avergonzado mientras acariciaba su propia nariz con gentileza.
El profesor McCoulay, quien no había visto lo sucedido -y tampoco preguntó-, silenció a sus alumnos, poniendo un dedo índice sobre sus labios a la par que, con su mano libre, sacaba un papel de su bolsillo y lo ubicaba frente a su rostro. .
—"Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios. 1 Juan 4:7" —Una vez finalizó su lectura, observó a todos sus alumnos con una amigable sonrisa, como si todo fuese demasiado simple—. Los hemos traído aquí porque deseamos que se amen mutuamente, que todos sientan que puedan contar con el otro. La comodidad, el respeto, principalmente el amor, atrae al señor. Esta tarde, nuestro propósito es intentar alcanzar la verdadera felicidad —Finalmente suspiró antes de observar a su alrededor—. Bien. Vamos a buscar un lugar cerca en donde podamos armar una pequeña fogata y acomodar unos troncos para sentarnos a convivir. Síganme.
Todos comenzaron a caminar, siguiendo al adulto mientras admiraban la belleza de la naturaleza. Harry sacudió la tierra en su camiseta y pantalones cortos, oyendo a Dylan y Parker detrás suyo. Liam, quién iba a su lado, se mantenía callado, con su mirada en un punto fijo del enorme bosque, luciendo pensativo mientras aferraba mejor la “biblia” debajo de su brazo izquierdo. Las risas de los bravucones no cesaban, comenzando a hablar más fuerte de lo normal, aunque casi todos los alumnos lo estaban haciendo.
—Sí, murió en el hospital —Mencionó Dylan, de la nada. Harry comenzó a sentir náuseas, vértigo, pero continuó su caminata, intentando no tropezar con sus propios pies ante la repentina descarga de adrenalina—. Se desangró. Supongo que...no tuvo las bolas suficientes para seguir con vida —Dijo entre risas, y Parker le siguió con ruidosas carcajadas.
Claramente, hablaban sobre Brad.
Sintió una mano ajena sostenerlo del brazo cuando comenzó a inclinarse hacia un lado, preparado para colapsar en el suelo, pero intentó normalizar, nuevamente, su respiración. Se sentía como si se hubiese subido a un carrusel sin frenos, con su corazón igualándose al ritmo de éste: rápido y descuidado.
<< Louis, te necesito >>
—Siento mucho lo de tu primo —Murmuró el universitario. Harry asintió rápidamente, sin dejar de observar al frente—. Voy a cuidar tu espalda.
El chico alzó el rostro hacia el mayor, quién lo observó de reojo, dedicándole una amable sonrisa, sin tener tiempo a volver a hablar, ya que el profesor McCoulay se detuvo en un sitio un poco desierto de árboles. Era perfecto para convivir.
—¡Aquí! —Exclamó el adulto, emocionado—. Aquí es perfecto. Ayúdenme con esto, por favor.
—¿Realmente lo harás? —Preguntó Harry, dirigiéndose a Liam, quien asintió con rapidez—. No es por lo que dije hoy sobre tu...biblia, ¿verdad? No diré nada, no te sientas obligado.
—No estoy siendo obligado. Simplemente, creo que no debes lidiar con este tipo de porquerías, al menos hoy.
El rizado le agradeció por lo bajo, feliz de poder contar con alguien el aquel miserable mundo en el cual se encontraba. Si tan solo Fionn estuviese allí, incluso con las molestias que recibirían, podría reír a carcajadas por cualquier pequeño detalle en aquel lugar. Su amigo era muy divertido y, seguramente, Liam y él se llevarían de maravilla.
—¡Liam Paaaayne! —Llamó el profesor, y el nombrado se aproximó, entregándole la biblia a Harry para que la sostuviese. Éste lo hizo de inmediato, aferrándola a su pecho—. Necesitamos sus músculos, señor Payne.
Liam rio, avergonzado—. Con gusto.
—¿Por qué quisiste venir a la convivencia? —La voz de Parker se hizo audible a un lado de Harry, el cual se sobresaltó en su lugar—. Eres el bicho raro de aquí.
Dylan fingió pasar de casualidad por un lado del rizado, golpeando con brusquedad el diminuto hombro derecho de éste, provocando que el libro entre sus manos cayese al suelo. Se inclinó de inmediato, tomándolo y sacudiendo la tierra de éste antes de, nuevamente, ser empujado al suelo, cerca de un charco de lodo por el lluvioso día previo, manchando su camisa blanca. Ahora sí era un completo desastre.
Liam dejó un pesado tronco en el suelo, y se dirigió con rapidez hacia el rizado, ayudándolo -nuevamente- a ponerse de pie.
—¿Te encuentras bien? —Harry asintió rápidamente, sacudiendo su vestimenta, incluso si no servía de nada. El universitario observó a los otros dos chicos, sonriendo con una amabilidad fingida—. ¿Tienen algún problema? —Pregunto secamenre, dando un paso al frente—. ¿Están aburridos?
—N-no.
—Yo sí lo estoy. ¿Saben qué hago cuando eso sucede? —Se inclinó hacia Dylan, el cual se retorcía de nervios en su lugar—. Golpeo imbéciles.
El profesor McCoulay observó a sus cuatro alumnos, dejando sus cosas por la mitad al notar la vestimenta del rizado y caminando en dirección a éste.
Parker rio ente dientes, rodeando los hombros de su amigo con un brazo mientras rebajaba a Liam con la mirada.
—¿Te da risa algo?
—No me das miedo, Liam Payne. Sabes muy bien que si nos haces algo, podrías salir perjudicado.
Liam también rio con molestia, dando otro paso al frente y siendo detenido por la gentil mano de Harry rodeando su muñeca—. ¿Quieres que probemos lo poco que me importa?
—¿Chicos? —El profesor de coro intervino inmediatamente—. ¿Qué sucede aquí? —Preguntó, con su ceño fruncido.
Liam suspiró, girando sobre sus talones y guiando a Harry lejos de sus compañeros, oyendo los murmullos de éstos. Decidieron ignorarlo, y enfocarse en tener un agradable día de convivencia, incluso si el rizado sabía con exactitud que no sería así.
—¡Cordero de Dios! —Aplausos. —¡Cordero de Dios! —Más aplausos unísonos. —¡Que quitas el pecado del mun-do! ¡Ten piedad de nosotros, ten piedad de nosotros!
Harry no mentiría, sería cuidadoso, pero muy sincero: las canciones de la iglesia lo deprimían aún más, incluso sabiendo que no vomitaría al escuchar cómo nombraban al “padre de los cielos”. Suspiró profundamente, aplaudiendo de mala gana por décima vez mientras observaba al césped frente a sí, ignorando a sus compañeros entonar terriblemente, excepto a Liam, quien estaba a su lado, y cantaba precioso.
<< ¿Louis? >> Pensó. ¿El Diablo podría oírlo, incluso en su mente? << ¿Puedes oírme? Siento si hice algo que te molestó, prometo no-...discúlpame. Por favor, vuelve. >>
Unas pequeñas ramas golpearon su rostro, provocando que pasase su mano derecha por su mejilla para aliviar el ardor. Sabía quiénes se las estaban arrojando pero, tanto él como Liam, no podían hacer nada ante aquella situación.
¡Necesitaba estar solo!
Una vez la canción finalizó, el chico se puso de pie—. Profesor, ¿puedo ir a...encontrar un baño? —Recibió un asentimiento, y una gentil sonrisa como respuesta.
—Nosotros también queremos ir —Parker se puso de pie inmediatamente, al igual que Dylan.
—Mh...está bien. No tarden, ¿de acuerdo?
—Profesor, yo también quisiera ir —Liam también se puso de pie, sin siquiera esperar una aprobación.
—Liam, mejor ve con un nuevo grupo cuando ellos vuelvan —El profesor McCoulay observó a todos sus alumnos—. A partir de ahora, cuando necesiten ir a hacer sus necesidades... —Dejó de hablar al recibir carcajadas, poniendo sus ojos en blanco—...bueno, cuando necesiten ir al baño, irán en un grupo de tres, y dejen algo en el camino que les ayude a volver sin perderse.
Harry asintió rápidamente antes de comenzar a adrentarse hacia el bosque, caminando rápidamente, suspirando al oír pasos apresurados detrás de sí. ¿Sería aquel un gran momento para correr y jamás regresar? Por supuesto que no. Se detuvo al instante en que recibió un fuerte empujón por su espalda, intentando clavar sus zapatos en la tierra, sin lograrlo. Sus ojos se cerraron con fuerza ante el golpe en su mejilla, queriendo levantarse, pero la mano de Parker en su nuca se lo impedía.
—¿Quién mierda te crees que eres? ¿El protegido de Liam Payne? Pedazo de idiota —Harry creía que, en parte, tenían razón. Desde la llegada de Louis, se había acostumbrado a no lidiar con ningún tipo de problemas, respaldándose detrás de los más fuertes y culpándose, preguntándose qué hizo mal—. ¿Quién es? ¿Tu novio? De seguro lo es, maricón. Asqueroso de mierda.
—Que trague tierra, Park —Dylan alentó a su amigo, luciendo emocionado.
Parker tomó los rizos del chico en un puño, hundiendo su rostro en la tierra por unos largos segundos mientras éste se sacudía, desesperado por respirar adecuadamente. Inesperadamente, es liberado del agarre, alzando su rostro y jadeando por aire, tosiendo mientras observaba como caía un poco de tierra de sus pestañas.
—Suicidate, maricón —Murmuró Parker, dejando de estar de cuclillas y caminando hacia su amigo, el cual le sonreía con orgullo, como si fuese lo más preciado que tenía—. Das pena.
Eso era todo.
Respiró temblorosamente, quedando boca arriba y apoyándose en sus codos para poder observar a sus dos compañeros, quienes conversaban como si nada, a paso lento.
—¿Y tú no das pena, basura adoptada? —Alzó su voz, tragando el sabor amargo de su boca.
Era la primera vez que sentía aquel tipo de ira por su cuenta, que insultaba a alguien intencionalmente y, maldita sea, se sentía increíble, incluso si estaba en total desacuerdo con su insulto.
Internamente, agradeció a su lengua afilada.
Ambos chicos detuvieron sus pasos a la par en la que Dylan se apartaba de su amigo, volteando y observando a Harry con sorpresa. Con horror. Harry se puso de pie, incluso si todo su cuerpo dolía, cuando la desquiciada mirada de Parker estuvo sobre la suya. No se arrepentía, pero estaba asustado. Sabía que había cruzado la línea, que lo matarían a golpes pero, ¿qué importaba?
Honestamente, ¿cuál era el propósito de todo? Minutos atrás, le habían recomendado acudir al suicidio. ¿Acaso estaba obedeciendo?
Una risa entrecortada, grave y muy falsa brotó de los labios de Parker—. Dios bendito... —Dio un paso al frente—. Estas muerto, hijo de puta.
Y Harry no dudó ni un instante en dar media vuelta y comenzar a correr, adentrándose a las profundidades del bosque mientras oía a sus compañeros seguirlo. Dylan gritó el nombre de su amigo, advirtiéndole y queriendo detenerlo. Molestar era muy diferente a partir la cabeza del chico contra una roca. Sabía que su amigo iba a pasar la línea.
El rizado había comenzado a hiperventilar, corriendo rápidamente, tropezando con algunas ramas del suelo pero volviéndose a levantar. No iba a permitir que lo atrapasen, porque si moriría por su propia estupidez, sería sólo por eso. No en manos de aquellos chicos.
Observó hacia atrás, notando que Parker estaba algo lejos, pero con su mirada en él, dispuesto a atraparlo. Fue cuando su mirada regresó al frente que su respiración se cortó bruscamente, notando un mediano y sucio lago que separaba el bosque. Claramente, no podía arrojarse, y tampoco sabía nadar. Concluyó con sus pensamientos al saber que moriría, pero prefería ahogarse antes que ser golpeado por sus compañeros.
Sollozó secamente. ¿Cómo podría Louis llevarse su alma? ¿Él había provocado aquello? Tal vez el arcángel decidía el destino de aquellos que lo invocaban pero, ¿no era algo injusto? Porque él sólo...
...él sólo quería sentirse amado.
—¡Louis! —Exclamó en medio del pánico antes de, sin siquiera pensarlo, saltar en cuanto estuvo a unos centímetros del lago, hundiéndose lentamente en éste.
Cerró sus ojos con fuerza, oyendo el sonido del agua y dejando su cuerpo inmóvil mientras descendía hacia las profundidades. Un par de burbujas salieron de su nariz, sin siquiera intentar nadar, debido a que su cuerpo dolía demasiado, y la calma debajo del agua, incluso si ésta estaba helada, le brindaba una muy pacífica muerte.
Ya había experimentado ahogarse anteriormente, en su baño, con el peso del arcángel sobre el suyo, y se había sentido terrible.
Pero al menos no volvería a despertar.
Más burbujas escaparon bruscamente de sus labios cuando un fuerte brazo rodeó su cintura, apegándolo a un duro torso. Y allí fue...
...cuando el malestar se hizo presente.
Jadeó por la boca en una desesperada inhalación en cuanto su rostro estuvo fuera del agua, tosiendo un poco mientras apartaba sus rizos mojados de su frente. No había entrado agua a sus pulmones, pero el haber corrido en medio de un ataque de hiperventilación y, repentinamente, dejar de respirar, lo habían agotado. Su oído izquierdo volvió a emitir pitido, sentía que se estaba congelando, pero cuando sus ojos se abrieron, lo comprendió.
El Diablo estaba precioso, como siempre, con su oscuro cabello mojado, peinado hacia atrás, y sus ojos del color de la sangre, observándolo fijamente. Su piel estaba cálida, pero su mirada fría. Harry sabía lo que sucedería, por lo cual se abrazó al cuello de Louis inmediatamente, ocultando su rostro en el hombro contrario y cerrando sus ojos con fuerza.
Lo había extrañado tanto que ni siquiera podía hablar.
—¡Parker, deten-...! —Ambos chicos se detuvieron en cuanto estuvieron en la orilla del lago, observando a su compañero de clases abrazar a un tipo desconocido, el cual daba miedo. Dylan observó a su alrededor, frunciendo su ceño antes de regresar la mirada al arcángel—. ¿Quién diablos eres tú?
Todo sucedió demasiado rápido.
El mismo cuervo que había vigilado a Harry durante todo el viaje reapareció, posicionándose frente a la cara de Dylan y atacándolo. Éste gritó, rogando por ayuda mientras una gran cantidad de sangre caía por sus mejillas y su rostro se separaban de sus propios ojos. El cuerpo cayó al suelo, y el cuervo se apartó hasta permanecer en una roca, masticando su nuevo almuerzo.
Parker observó con sus ojos abiertos de par en par a su amigo de toda la vida, inmóvil, muerto en el suelo. Gritó, horrorizado mientras llevaba sus manos a sus propias mejillas, sin poder creerlo. El sonido del cuerpo masticando los oscuros ojos de Dylan lo hizo comenzar a correr por el bosque, escapando de regreso al campamento de convivencia. Tal vez era la falta de aire, el pánico en su pecho, o el haber corrido por mucho tiempo, pero su cabeza dolía terriblemente. Un dolor algo anormal.
Finalmente, logró llegar donde todos estaban reunidos. El profesor McCoulay silenció a sus alumnos al notar el rostro del chico, pálido como una servilleta, caminando a paso lento hacia uno de los troncos libres y sentándose con cuidado.
—¿Parker? ¿Qué sucede? —Preguntó. Todos observaron extrañados al chico, el cual lentamente se sentó sobre un tronco, entre dos alumnos más.
Todos permanecieron en silencio por unos segundos mientras la respiración de Parker cesó. Su rostro enrojeció, de a poco, poniéndose violeta mientras las venas en éste comenzaban a resaltar. El profesor McCoulay avanzó hacia su alumno, queriendo ayudar pero, de manera abrupta, la cabeza del chico estalló en mil pedazos. La sangre y carne humana voló, salpicando a los demás, quienes gritaban y se apartaban de aquel sitio.
El cuerpo de Parker cayó al suelo, a los pies del profesor de coro, quien estaba cubierto de sangre, inmóvil, sin saber exactamente qué hacer.
Louis alzó a Harry por los muslos a la vez que éste usaba la poca fuerza en sus brazos para poder salir del lago. Una vez lo logró, se recostó sobre la tierra, respirando rápida y profundamente mientras abría sus ojos con lentitud. El cielo estaba celeste, soleado...un muy bonito día para tanta tragedia. Se sentó con lentitud, mareado y observando de reojo al Diablo salir del agua con agilidad, poniéndose de pie y tirando su cabello hacia atrás. Estuvo a punto de inclinarse para ayudarlo a levantarse pero, por puro instinto, Harry retrocedió en el suelo, sollozando con sequedad, incluso si no había lágrima alguna.
—L-Louis... —Inhaló con fuerza ante el dolor en su pecho—. ¿Dónde estabas? —Preguntó débilmente, observando a su alrededor y abriendo sus ojos de par en par en cuanto notó el cadáver de Dylan a unos centímetros. Un torpe chico, inmaduro, quien había recibido como castigo una de las peores muertes, tan sólo por no saber con quién se metía—. Muerto —Fue lo único que logró decir.
Louis tenía los ojos más abiertos de lo normal, sin apartar la mirada de su niño favorito.
—Se lo merecía —Dijo.
Harry iba a enloquecer. Realmente lo haría.
—D-Dios... —Pasó las manos por su rostro antes de despeinar sus rizos mojados, respirando con esfuerzo—E-esto no está pasando, ¿verdad? N-no puede estar sucediendo —Negó rápidamente, sintiéndose más mareado—. Yo debería estar muerto, yo no... ¿qué está sucediendo? —El cuervo, que anteriormente comía los ojos de Dylan, se posicionó sobre el cadáver, preparado para continuar con su almuerzo—. Dios...
El Diablo se puso de cuclillas frente al mundano, tomándolo de las frías mejillas con cuidado—. Escúchame —Murmuró pero, a pesar de la cercanía, o del toque, Harry no apartaba su mirada llena de pánico del cuervo—. Harry, tienes que escucharme —Repitió, y éste asintió lentamente, cerrando sus ojos, ya que no podían observarse fijamente—. Juro que voy a explicarte porqué me fui. Te diré la verdad.
—¿C-cómo sé que no estás mintiendo? —Tembló en su lugar, demasiado perturbado pero, aún así, intentando regularizar su respiración, fallando reiteradas veces en el intento—. De todas formas, ¿e-eso importa ahora?
El chico sintió la frente de Louis contra la suya, y el aliento de ambos mezclarse. Aquello relajó un poco sus músculos, y sus manos llenas de tierra no pudieron evitar aferrarse desesperadamente a la camisa negra del Diablo.
—Jamás le mentiría a mi niño favorito —Simplemente dijo, acariciando su nariz con la contraria, cerrando sus ojos y respirando profundamente. Grabaría su aroma en su memoria, en sus sentidos, y lo conservaría consigo para siempre.
El arcángel comenzó a hablar en una lengua incomprensible para simples humanos como Harry, quien comenzó a sentirse algo adormilado, relajado mientras se acurrucó aún más contra el cálido cuerpo de Louis, bajando sus manos por la camisa de éste. Sintió caricias en su fría y empapada espalda; eran suaves, lentas, no tan torpes como la primera vez. Sus nervios disminuyeron al instante, tan sólo sintiendo frío y pesadez.
—No enloquezcas —Harry tragó saliva con fuerza ante la advertencia del Diablo, sintiendo ambas manos repletas de anillos acunando su rostro—. He asesinado al otro ser inferior, también, y necesito que hagas lo que te digo, ¿de acuerdo? No puedo permitir que salgas perjudicado —Louis recibió un rápido asentimiento—. Tienes que regresar, decir que ellos tomaron otro camino, y que tú caíste al lago. Eso fue todo lo que sucedió.
Harry exhaló temblorosamente, sin poder dejar de recordar la muerte de Dylan. ¿Qué vería cuando llegase al campamento, junto a los demás? ¿Mantendría la cordura?
—N-no creo que pueda.
Louis inhaló por la nariz con fuerza, luciendo menos neutro, y más desesperado—. Tienes que hacerlo —Murmuró en un tono suave—. A partir de ahora, Harry...tendrás que sumar esto a tu lista de cosas que finges que no suceden —Incluso si podría sonar algo brusco, era la realidad, y el tono del arcángel era lo suficientemente agradable, al igual que las caricias en sus mejillas, para aceptarlas—. Ve, yo me encargo de esto.
Harry abrió sus ojos lentamente, con su mirada en el frente, notando al Diablo caminar unos pasos lejos de él. Se puso de pie lentamente, tambaleándose un poco antes de girar sobre sus talones y caminar lentamente de regreso, sin observar detrás suyo. Mantendría el control y, eventualmente, lo asumiría.
Porque eso es lo que haría un asesino, ¿verdad?
Una vez llegó al campamento, ni siquiera tuvo que fingir su sorpresa en cuanto observó la sangre, un cadáver cubierto por una manta blanca en el suelo y a la policía rondando por el sitio. Habían alumnos subiendo al autobús en fila, y otros sentados en la parte trasera de una ambulancia, siendo atendidos. Harry estuvo a punto de comenzar a caminar rápidamente hacia la fila del autobús, pero aquello sería demasiado sospechoso, por lo cual decidió reunir toda la valentía del mundo y caminar hacia su profesor de canto. Éste lucía pálido, con sus manos temblorosas mientras intentaba mantener su buena postura.
—¿Señor McCoulay? —Llamó al adulto, el cual se giró en su dirección—. ¿Qué ocurrió? —Fingió no conocer la situación.
El profesor de coro rebajó a su alumno con la mirada, consciente de lo mojado y sucio que se encontraba.
—¡Demonios, chico! —Exclamó—. ¿Dónde te metiste? ¿En una cueva?
—Intenté encontrar un baño, pero caí al lago —Respondió con rapidez, frunciendo su ceño mientras observaba, nuevamente, a su alrededor—. ¿Qué ocurrió? ¿A-alguien...se lastimó?
Un profundo suspiró salió de entre los labios del adulto, quien observó a su alumno con lástima. Ante sus ojos -y los de cualquiera-,era muy claro el que aquel muchacho no dañaría ni a una mosca.
—No te preocupes. Sube al autobús, Harry —Le palmeó suavemente su espalda—. ¿Al menos lograste...?
—¿Eh? —Ambos se observaron fijamente por unos segundos—. Oh, sí. Hice pipí.
—...genial.
Aliviado de haber finalizado aquella incómoda conversación, subió al autobús, notando a sus compañeros hablando entre sí, o algunos -simplemente- observando a la mismísima nada. Lloraban, hablaban fuerte, presos del pánico, o se encontraban sumergidos en sus propias mentes. Harry caminó al fondo, con su mirada al frente, ubicándose en el mismo sitio en el cual anteriormente se había sentado, notando a Liam a su lado, quien parecía estar más cuerdo que cualquiera.
—Harry, ¿dónde estabas? —Preguntó, preocupado. Estaba sudado, y tenía algunas manchas de sangre en su camiseta—. ¿Qué ocurrió?
—Caí al lago, larga historia —Se enderezó en su lugar, observando finamente los ojos castaños de su compañero de viaje—. ¿Qué ocurrió aquí?
Liam suspiró, dirigiendo su mirada al frente—. Es mejor que no lo sepas, podría herir tu sensibilidad.
<< Es porque aún no sabes todo lo que he hecho, Liam. Todo lo que he provocado. >>
Asintió lentamente en respuesta antes de apoyar su frente contra la fría ventana, temblando por la brisa invernal y cerrando sus ojos con cansancio mientras esperaba a que todo acabase.
No fue sorpresa que su madre chillase mientras lo abrazaba contra su pecho cuando fue a retirarlo de la escuela. Los padres de los alumnos estaban informados sobre lo que había ocurrido y, a pesar de que algunos -incluyendo a Harry- eran mayores de edad, no les permitían volver solos debido a la situación que habían presenciado. El chico no se arrepintió de tener a Anne allí, besándole la frente y tranquilizándola con suaves caricias en su espalda.
—¿Estás bien, bebé? —Una vez ambos estuvieron en el auto, la mujer prestó mucha más atención al estado en el que se encontraba su hijo—. ¡Tienes sangre!
—Estoy bien, mami. Solo me caí.
—¡Estás empapado! —La mujer se quitó su propia chaqueta y, a pesar de que Harry negaba, su madre no dudó en pasarla por sus hombros, frotándole los brazos.
—Caí en un lago...intentaba hacer pipí —Se sonrojó.
Genial, ahora todo el que supiese creería que Harry había intentado orinar en un lago.
—Oh, cielo —Anne lo abrazó, observándolo con puro amor—. Nos vamos a casa. Te prepararé la mejor merienda, y podrás ver lo que quieras, ¿mh? —El rizado asintió rápidamente, más relajado pero, aún así, aparentando—. ¿Cómo saliste del lago? No sabes nadar.
—Hice lo que pude —Al oír el suspiro de su madre, Harry tomó su mano, dándole un suave apretón—. Estoy bien, mami. No tienes que preocuparte por mí —Murmuró.
Anne asintió, también sonriéndole antes de alejar su mano de la contraria y abrochar su cinturón de seguridad. Su hijo la copió inmediatamente, observando al frente e intentando calmar los acelerados latidos de su corazón.
Sabía que, en otras situaciones, estaría llorando, ya que no soportaba mentir, pero la leve caricia en su brazo, proveniente del asiento de atrás, le hacía sentir que no se encontraba solo.
Apenas abrió la puerta principal de su casa, fue recibido por un fuerte abrazo de su hermana mayor, la cual le expresó lo preocupada que había estado cuando oyó la noticia. Des, quien se encontraba tomando café en la sala, tomó su taza, se puso de pie y subió los escalones hacia el primer piso, dirigiéndose hacia su habitación. Incluso si no debía, a Harry le dolió.
Su madre decidió que le prepararía la merienda, pero comería solamente para admirar la sonrisa en el rostro de la mujer, ya que no se merecía ni una pequeña migaja. Absolutamente nada.
Caminó hacia su habitación, bajando las escaleras del sótano y cerrando la puerta detrás suyo. Tomó su pijama, unos calcetines cortos, blancos, ropa interior y, sin siquiera alzar la mirada para observarse al espejo, se dirigió rápidamente hacia el baño.
El agua caliente cayendo sobre su piel era reconfortante, y tal vez se debía a que, finalmente, estaba a solas, pero no dudó en comenzar a sollozar con fuerza, borrando sus lágrimas con la lluvia artificial sobre su cabeza. La única prueba de que había llorado sin parar eran sus ojos levemente hinchados, levemente rosados alrededor, al igual que su nariz. Se secó, se vistió y regresó a su habitación.
Ni siquiera se sobresaltó al notar de reojo la oscura figura de Louis, de pie en la punta de su cama. Harry carraspeó su garganta, sentándose sobre ésta y cubriendo sus piernas con una de las mantas. Mantuvo su mirada sobre sus manos, las cuales estaban sobre su regazo, sin saber qué hacer.
Sabía que debían de hablar.
—No puedo estar siempre contigo.
Pero no sabía que iba a doler tanto.
—Entiendo —Susurró, asintiendo lentamente e intentando comprender cualquier razón que tuviese el Diablo. Por cierto, ¡el Diablo! ¡Muchas más ocupaciones que abrazar a un simple mundano!
—Si lo estoy, vas a volverte un cadáver —El ceño del rizado se frunció, queriendo verlo fijamente a los ojos, sin poder hacerlo gracias al molesto pitido en su oído izquierdo—. Cuando estoy mucho tiempo contigo, tu cuerpo se deteriora: adelgazas, no duermes, vomitas...te sientes triste —El Diablo observó hacia otra parte del cuarto, luciendo como si fuese difícil para él expresarse—...no quiero eso para ti.
Harry parpadeó lentamente, asimilando aquellas palabras. ¿De eso se trataba? ¡¿Solo eso?! ¿Significaba que Louis lo estaba protegiendo de él mismo?
—Mh —No sabía exactamente qué decir. Mordió su labio inferior por unos segundos, pensando—. Pero, a veces... —Acomodó sus rizos hacia un costado, suspirando—. Bueno, en las noches duermo y siempre me abrazas.
—Una vez te duermes, me voy y dejo a cargo un cuervo vigilándote —Louis respondió, caminando lentamente hasta estar frente a Harry, aún de pie—. Las veces que me quedé a tu lado tuviste insomnio, pesadillas y parálisis de sueño —Se inclinó un poco, acurrucando el rostro del mundano entre sus manos repletas de anillos de oro—. Y tuviste miedo. Miedo de mí.
—N-no fue-...
—Siento lo que tú sientes, ya te lo he dicho —Interrumpió el arcángel. Harry se preguntaba si era capaz de sentir lo enamorado que estaba porque, si era así, sería muy vergonzoso—. Pude sentir tu miedo en el hospital, y era por mi culpa.
Era cierto.
Había sentido terror de tener cerca a Louis en el momento que despertó en el hospital, luego de la muerte de Brad. Fue como salir de todo sueño en donde el Diablo fingía cuidado, cariño y hermosura. Se sintió como una epifanía, donde sabía que no tenía corazón alguno.
Muy probablemente, era así pero, entonces, ¿por qué lucía tan sincero?
—No fue intencionalmente —Quiso disculparse.
—No tienes que excusarte —Murmuró Louis.
—Sí, tengo —Se apresuró a responder, llevando sus frías manos a las muñecas contrarias para apartarse tan sólo un poco del arcángel frente a sí—. Estaba muy asustado por todo lo que había ocurrido. Con la única persona que quería estar era con mi madre, y nadie más. Fue un momento...horrible. Cada vez que lo recuerdo siento que me vuelvo loco, pero yo no quiero-, es decir, yo jamás-... —Sintió sus mejillas más cálidas—. yo no quiero que te alejes de mí —Logró confesar.
Hubo un cómodo silencio, tan solo duró unos segundos, y Louis permaneció viendo fijamente a su niño favorito antes de, inesperadamente, acercarse más. Harry se hizo hacia atrás, apoyándose en la cama con sus codos mientras el arcángel se sostenía con sus manos en el colchón, a los lados de la cabeza del mundano. Sus labios se rozaban, pero ninguno se movía.
Harry parecía haberse quedado sin aire, con sus ojos abiertos de par en par, y su rostro del color de un tomate.
—Pregúntame —Tan sólo murmuró Louis.
Las manos del chico temblaban, olvidando su pésimo día gracias a la felicidad subiendo desde su estómago hacia su pecho. Iba a morir de nervios, de amor y de ganas de ser besado.
—¿Mh? —Fue lo único que logró murmurar, temblorosamente.
—Qué es lo que pediste —Aclaró el Diablo, bajando la mirada a los labios contrarios—. Pregúntame.
Los ojos de Harry se cerraron ante las dulces e íntimas caricias que Louis le proporcionaba en su nariz, con la propia. No pudo evitar alzar un poco más su rostro, adorando aquellos pequeños toques. Podría conformarse con tan sólo eso toda la vida.
—¿Q-qué es lo que pedí?
Louis inhaló con fuerza por la nariz, provocando que algunos objetos en el cuarto tiemblen. Estaba a punto de hablar pero, en cambio, reemplazó sus palabras con un bajo gruñido, apartándose repentinamente del cuerpo contrario. Harry abrió sus ojos, confundido mientras notaba al Diablo retroceder hasta un oscuro rincón del cuarto.
—Alguien viene —Advirtió.
Rápidamente, el chico se recostó en la cama, pasando sus manos por su sonrojado rostro mientras oía suaves golpes en su puerta, seguido de ésta siendo abierta por Anne, la cual le sonrió dulcemente.
—Bebé —Llamó a su hijo, cerrando la puerta detrás suyo y caminando hacia la cama. Se sentó sobre ésta, a un lado de su hijo, y Louis observó con atención desde donde estaba, tan sólo siendo visible para el chico—. ¿Cómo te encuentras?
—Estoy bien y, ¿tú?
—Mh, bien —Respondió la adulta, asintiendo lentamente—. Amorcito, necesito preguntarte algo.
—...claro.
—En la convivencia... ¿notaste algo extraño en tus dos compañeros? —Harry permaneció inmóvil por unos segundos, observando de reojo la silueta del Diablo antes de negar con lentitud, luciendo para nada convincente—. ¿Seguro?
—Lucían nerviosos —Mintió, aún observando de reojo a Louis, el cual asintió con lentitud, aprobando aquel comentario de parte de su niño favorito. Harry se encogió de hombros, regresando su mirada a los ojos de su madre—. Pero no lo sé, yo intentaba...hacer pipí.
Anne no pudo evitar echarse a reír, pellizcando las mejillas de su hijo, quien le devolvió una tímida sonrisa.
—De acuerdo, hombrecito. A dormir. ¿Sabes qué? Me quedaré contigo por unos minutos —Harry asintió, de acuerdo, dejándole un espacio a su madre, la cual se acostó detrás de éste y lo envolvió en sus brazos. Louis gruñó con molestia ante aquello, ya que él era quien quería abrazar al rizado luego de la bella reconciliación que tuvieron. Ante aquello, el mundano no pudo evitar reír audiblemente—. ¿Qué sucede?
Volvió a reír, negando lentamente mientras observaba fijamente a Louis al estar lejos, el cual tenía sus cejas levantadas—. No, nada. Recordé un chiste buenísimo —Mintió.
—Oooooh. Cuéntamelo —Pidió Anne, animada. Harry se congeló en su lugar, borrando rápidamente su sonrisa y abriendo sus ojos de más a la par en la que el Diablo sonreía de lado. Dulce, dulce venganza.
—U-uh, eh...ah... —Pensó, pero no sabía ninguno—. Tengo sueño, mañana te lo cuento —Bostezó con exageración, cerrando sus ojos y comenzando a roncar ruidosamente a los segundos, esperando que la mujer lo creyese.
Obviamente no lo hizo, sonriendo y haciéndoles compañía a su hijo hasta que, poco a pocos, los exagerados ronquidos se volvieron realidad, y Anne se fue del cuarto, no sin antes dejar un beso en la frente del rizado. El Diablo analizó aquella muestra de cariño, frunciendo el ceño con curiosidad. No es que no hubiese pensado hacerlo anteriormente, pero le sorprendía lo natural que lo hacía aquella mujer.
A él le sucedía.
Nunca le había sucedido.
Louis se aproximó a la cama, notando que Harry realmente se había dormido. Suspiró antes de decidir irse para que su niño favorito no tuviese ningún tipo de pesadillas, pensando en que lo que habría hecho aquel día, antes de la interrupción de Anne, lo haría al día siguiente: el caos.
El caos de los caos, y todo porque, finalmente, el Diablo haría algo que no dañaba a nadie, excepto a sí mismo. Aquello era resignarse frente a los ojos del de arriba, una total porquería, a decir verdad.
Pero ya no podía soportarlo...
...porque necesitaba besarlo.
Y un poco más.
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