ᴠɪ: "ᴄᴀsᴛʀᴀᴛɪ"
Oír el desconsolado llanto de una madre desesperada al haber perdido a su hijo en la sala de espera del hospital no era nada reconfortante para Jeongin, el cual temblaba en los brazos de su hermana mayor, que le acariciaba con una mano sus rizos e intentaba consolarlo, diciéndole que nada de lo que había sucedido fue su culpa.
Definitivamente, todo era su culpa.
Podría haber aguantado un par de quemaduras en su piel, porque no eran nada comparado a un ataque al corazón. No hubiese pasado de un castigo, porque su padre jamás podría herirlo con gravedad...
...aunque, luego de los acontecimientos, no lo sabía con exactitud.
Ambos hermanos Yang observaron la puerta del frente en cuanto ésta se abrió, con su madre saliendo y dedicándoles una débil sonrisa. Jeongin no sabía si aquello era bueno o malo. Seoyeon se acercó a sus hijos, tomando el asiento de un lado de Jiwoo y observándolos por un momento.
— Niños, no lloren. Su papá está bien, se va a recuperar —Besó la frente de ambos—. Tienen que rezar y Dios va a arreglarlo todo. Estará en observación esta noche, y se va a recuperar, poco a poco. No debe llevarse disgustos, y debe comer saludable. Lo cuidaremos entre los tres, tranquilos.
A pesar de la sonrisa de su madre y el profundo de alivio saliendo por los labios de Jiwoo, Jeongin temblaba como una hoja, y tenía el color de ésta. Estaba descompuesto, mareado, disgustado...
— Jiwoo, cielo, ve con tu hermano a la cafetería. —Dijo a la vez que le entregaba dinero a la mayor de los hermanos Yang—. Cómprale un chocolate caliente y una dona. Cómprate algo tú, también. Es una noche muy fría. Me quedaré aquí, asegúrate que tu hermano esté bien, ¿de acuerdo?
— De acuerdo.
Jiwoo asintió y ayudó a su hermano a ponerse de pie, caminando fuera de la sala de espera. Recorrieron el hospital hasta finalmente llegar a la cafetería, la cual estaba casi vacía a excepción de unos ancianos en unos asientos de la esquina, bebiendo tazas de café y charlando en voz baja. Jiwoo dejó a su hermano en un asiento de una mesa de las esquinas y acarició sus rizos con cuidado.
— No me tardo, quédate aquí —Le dijo antes de ir a pedir la comida.
Jeongin se encogió de hombros en su sitio, sintiéndose más pequeño mientras intentaba dejar de temblar. Moría de frío, moría de miedo...
...moría de ganas de continuar en los brazos de Hyunjin. No se sentía a salvo, estaba desprotegido, y tan nervioso que apenas podía verlo de reojo.
Era su culpa: su padre había tenido un ataque al corazón, y ya no podrían verse mutuamente a la cara. Su familia sospecharía de él, se preguntarían quién es "Hyunjin" y lo acusaría, para luego matarlo a golpes.
Su alma iba a ser arrebatada de la peor manera posible, e incluso sabiendo que acabaría en el infierno, nunca dejó de sentir las ganas de ser envuelto por los brazos del Diablo.
Lo quería tanto, necesitaba aquello, y más.
Necesitaba...
Las tazas siendo apoyadas bruscamente sobre la mesa lo sobresaltaron, interrumpiendo sus pensamientos y acurrucándose más contra su asiento. Su hermana se sentó frente a él y dejó el plato con las cuatro donas de chocolate en el medio.
— Come, Jeongin. —Le ordenó.
No negaría que tenía hambre, pero sentía que podría vomitar en cualquier momento. La culpa no se iba de su mente y, aparentemente, tampoco de su estómago.
Intentando dejar de pensar, respiró profundamente antes de sentarse derecho y tomar una dona, dando un mordisco y masticando lentamente. Su hermana suspiró y bebió de su café con crema, relamiendo sus labios luego.
— Jeongin —Llamó, pero éste continuó con la mirada baja, masticando—. Sé que crees que es tu culpa, p-
— Lo es Interrumpió el chico. Apenas le salía la voz. Tragó la comida de su boca y dejó la dona sobre la mesa, tomando delicadamente su taza y soplando el contenido antes de darle un sorbo, sintiendo la bebida arder en su pecho—. No puedes-...no hay que engañarnos.
— Por supuesto que no ―Jiwoo negó, observando—. Papá es violento. Tú lo sabes, mamá lo sabe, yo lo sé. Joder, él lo sabe —Jeongin alzó la mirada al oír el insulto. No sabía que su hermana se expresaba de aquella manera—. Lo siento. El punto es que...no es un castigo. Él nos hace creer que es un castigo y...Dios bendito, no lo es.
— Jiwoo, n-no... —Nuevamente respiró profundo, intentando calmar su cuerpo. No podía— ...Por favor, no hablemos de ésto. Intento...intento no temblar.
— Si nosotros no hablamos de ésto... —Repentinamente, la chica lucía triste, bajando la mirada—... ¿Quién lo hará, Jeongin? —El último nombrado sabía que su hermana mayor tenía más agallas que cualquiera—. ¿Tienes frío? —Jiwoo cambió rápidamente el tema, enderezándose en su asiento—. Es porque siempre estás desabrigado. No usas pantalones largos. Es invierno, Jeongin. ¿Quieres que vaya a casa a por un abrigo? Puedo ir con el auto.
No necesitaba un abrigo, necesitaba sus brazos.
— No, no. Yo...necesito ir al baño, ¿me disculpas? —En cuanto su hermana asintió, le dio un último sorbo a su taza de chocolate caliente y se puso de pie, saliendo de la cafetería.
Caminó rápidamente, en busca de un baño. Sabía que no era un horario en el cual se encontraría a alguien allí. Había comenzado a llorar silenciosamente, sin remedio, de tan solo pensar que sentiría los brazos de Hyunjin. Podía hasta saborear la protección.
¿Aquello era parte del vínculo debido a la invocación?
Una vez lo encontró, se adentró sin dudarlo y cerró la puerta detrás de sí. Miró alrededor, acercándose a los cubículos y dejando escapar un fuerte sollozo en medio de una exhalación cuando notó que no había nadie cerca. No aguantaba la angustia, la desesperación, culpa y necesidad de la situación. Incluso luego de lo que había hecho, lo que había provocado, se estaba dando el gusto de sentir bienestar.
— ¿Hyunjin? —Se giró en cuanto sintió una sombra pasar de reojo. Caminó inmediatamente hacia el Diablo al verlo parado frente a él, y lo abrazó por el torso, sin temer a su hermoso pero inexpresivo semblante. Comenzó a sollozar a lo loco en cuanto sintió los brazos del Diablo envolverlo -al principio- con dificultad—. Hyunjin. N-no puedo dejar de temblar...
— Sh, shh —El arcángel intentó calmarlo, reafirmando el agarre con más seguridad y llevando su nariz a los rizos del chico, el cual estaba algo despeinado, pero continuaba luciendo tan precioso como siempre—. Vas a dejar de temblar, solo necesitabas estar en mis brazos —Le dijo, aún sin expresión alguna.
Era imposible descifrar lo que aquel ser sentía...si es que sentía algo, claro.
— Sigue vivo...mi padre —Dijo Jeongin, como si el rey del inframundo no se hubiese enterado. Se apartó de su pecho para alzar el rostro y ver sus labios, ya que no podía ver sus ojos o el molesto pitido comenzaría a taladrar su cerebro más de lo que ya lo hacía. Sintió un cosquilleo en su estómago en cuanto las manos del Diablo tomaron sus mejillas y los dedos pulgares limpiaron con calma sus lágrimas. El mundano sollozó.— Va a matarme, Hyunjin —No estaba intentando adivinar, tampoco exageraba...lo sabía.
— No va a matarte —Respondió el último nombrado inmediatamente—. Es imbécil, pero no tanto —Sonrió de lado, como si no hubiese sucedido ninguna tragedia—. No va a querer ni tocarte, aunque... —Alzó ambas cejas, sin borrar aquella pícara expresión—...podría matarlo.
— No, no... —Murmuró rápidamente, sorbiendo su nariz mientras calmaba sus sollozos por completo. No es que se creyese el mejor humano del universo, pero ya había sido suficiente—. Jeong, Junseo y Jaebum... —Negó lentamente, aún algo alterado.
Sus primos...ellos habían planeado todo. Deseaba darles una lección, una que realmente les quedara clara, pero no podía, y tampoco se lo pediría al Diablo porque, aparentemente, éste se emocionaba lo suficientemente rápido.
Hyunjin volvió a silenciarlo y lo apegó a su pecho, aún sonriendo de lado.
— No quiero que mi niño favorito malgaste sus recuerdos pensando en los Castrati. Va a calmarse, respirar y relajarse. ¿Está bien? —Jeongin asintió, obediente, y aquello al Diablo le fascinaba—. Deberías comer.
— Pero... —Frunció un poco su ceño antes de alzar su mirada, analizando el rostro contrario. —¿No vienes conmigo? —El Diablo no evitó reír bajo, en una exhalación, por la inocencia y pureza que cargaba el chico encima.
Nadie querría estar cerca de él, incluso temían nombrarlo, y ahora se encontraba con un pequeño religioso. Un poco curioso, también.
Con un gran corazón, pero no tan grande como la tristeza que cargaba desde hace años.
Sin poder evitarlo, Hyunjin acercó su rostro al del rizado, dejando un suave pero casto beso en la comisura de los labios del contrario, el cual se congeló en su lugar y adaptó un furioso rubor en sus mejillas.
— Desearía, pero el deber me llama. Ve.
Jeongin asintió lentamente, limpió sus lágrimas y se soltó del cuerpo del Diablo, alejándose unos centímetros antes de salir por la puerta, sin mirar atrás al temer no querer regresar a la cafetería. Definitivamente se sentía más relajado.
Pero no sentía nada correcto.
Los ojos de Jun se abrieron lentamente. Tragó saliva, sintiendo su garganta seca. Necesitaba agua, y muy urgentemente.
Suspiró mientras se removía, incómodo. La aguja del suero en su brazo le incomodaba, dolía, necesitaba ver a su familia y saber que todos se encontraban bien, que estaban esperando por él fuera, en la sala de espera.
Su mente comenzó a recordar entre el cómo intentó castigar a su hijo, e inmediatamente su pecho comenzó a doler demasiado. Cuando el aire escapó de sus pulmones, su vista se volvió negra y el golpe en el suelo lo dejó inconsciente.
— ¿Quieres agua? —Soltó un jadeo del susto que le provocó el haber oído una voz susurrar en su oreja izquierda. Llevó una mano a su pecho e intentó calmar su corazón. No quería tener otro infarto, definitivamente.
Nuevamente, giró su cabeza, y notó entre la nubosidad de su vista a alguien vestido de negro en la punta de su camilla. Su garganta se secó aún más, parpadeó más veces para saber si aquello que veía era real.
Finalmente reconoció a un hombre: lucía más joven que él, y tenía unos ojos tan celestes como el mismísimo cielo en un bello día de verano. Sonreía con calma, vestía una camiseta negra abotonada hasta el cuello y unos pantalones del mismo color.
— ¿Q-quien eres? —Pudo decir, aunque casi no tenía voz.
Inmediatamente, aquel hombre se acercó a un lado de Jun y tomó de una bandeja que estaba sobre una pequeña mesa un vaso de plástico con agua. Lo acercó a la boca del paciente, y permitió que se lo bebiese todo, incluso éste sin merecer ni una gota.
Al finalizar, dejó con calma, nuevamente, el vaso en la bandeja y volvió a la punta de la cama, tan solo viéndolo.
— ¿Quien eres? —Jun preguntó nuevamente, luciendo perdido—. ¿Donde está mi familia?
— Yang Jun-U, yo... —El hombre llevó su mano repleta de anillos de oro a su propio pecho—...soy Jesús.
Si Jun no estuviese algo sedado, definitivamente hubiese tenido otro ataque al corazón. Se quedó observando fijamente al gentil ser, el cual continuaba sonriendo con la misma calma de antes.
Definitivamente, no esperaba para nada que Jesucristo fuese de aquella manera.
Sin embargo, ¿quién era él para juzgar a su Dios?
— ¿C...cómo sé que no mientes?
— Jun, tu creíste en mí cuando salvé a tu hermano de cáncer terminal —Inmediatamente, el nombrado comenzó a llorar, sin poder creerlo. Nadie pudo haber sabido que comenzó a creer en Dios en aquel momento. La vida de su hermano estaba en riesgo, y aquel glorioso ser fue su única suerte. —¿Me crees ahora?
— Oh, Dios. Mi señor. Alabado sea s-... —Se interrumpió a sí mismo en cuanto el hombre de negro alzó una de sus manos y negó lentamente con la cabeza, indicándole que se detuviese.
— Mi querido Jun. Verás, yo no estoy aquí para charlar. Quiero decir... —Alzó ambas cejas—...soy Jesucristo, no tu terapeuta —Jun tragó con fuerza, sintiendo dolor en su interior. ¿Este era el hijo de su señor?—. Estoy aquí porque intentaste hacer algo muy, muy malo con uno de mis querubines.
— ¿Q-qui-?
— Tu hijo, para ser exacto —Caminó alrededor de la cama hasta llegar a un lado del mundano, viéndolo fijamente—. Casi quemas su piel de porcelana. ¿Te das una idea de lo mucho que te costará pagar por ello? Por mí. Lo espero con ansias.
— ¿Qué? —Miró alrededor, pero le asustaba llamar a alguna enfermera. Le asustaba intentar defenderse. Éste no podía ser Jesucristo, no—. E-...
— Es una pena —Volvió a hablar el arcángel, sonriendo un poco al saber lo mucho le fastidiaba al mundano el que que lo interrumpiese—. ¿Recuerdas lo que sentías cuando eras un pobre niño y te escondías en el armario para que tu asqueroso padre no te encontrase? Miedo, desesperación de...de ser como él, ¿verdad? —A pesar de las terribles cosas que decía, todo era calmado, tranquilo. incluso suave—. Decías "Yo no voy a ser como mi padre" pero, joooder, eres más que tu padre. Eres peor que tu padre.
— Dios te salve, María. Llena eres de gracia. El señor esté contigo... —A éste punto, Jun ya se había dado cuenta con quién estaba tratando. Lo había sentido, pero tuvo la esperanza de que no fuese nada malo.
Nada peor de lo que le sucedió.
— Bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre... —Prosiguió el Diablo, haciendo una pausa para apuntarse a sí mismo—...Jesús —La cruz en la pared, donde se encontraba la cabecilla de la camilla, se tambaleó en su lugar antes de caer sobre la cabeza del mundano. Éste sollozó, y Hyunjin sonrió como si no hubiese mañana—. No seas imbécil. Creí que nos estábamos entendiendo —Exclamó en un triste pero sarcástico tono—. Es una pena, creí que podrías obedecerme.
— ¿Obedecerte? —Sollozó el hombre—. Solo obedezco a mi Dios, y en nombre de él, te devuelvo a las tinieblas de donde viniste. Te lo ordeno en el nombre del señor...
Hubo un pequeño silencio, donde el arcángel alzó ambas cejas, observando a su alrededor, como si estuviese por suceder algo.
— ¿Esta es la parte en la que un lago negro se abre a mis pies y yo caigo mientras agonizo? Tú...tú definitivamente has visto muchas películas, ¿no crees? —Sonaba amigable, pero se ponía notar su falsedad—. ¿Dios te dice que seas un abusivo? Yo que creí que era bondadoso...pero veo que es peor que yo —Bromeó, riendo bajo, de manera ronca.
Repentinamente, la seriedad volvió a su rostro, y el color marino en sus ojos cambió a bordó. Sus pupilas se dilataron y sus cejas se arquearon mientras se inclinaba lentamente al rostro del creyente.
— Vamos a ser claros, ¿quieres?
— En el nombre de Jesús, yo te devuelvo a-
— En el nombre de tu puta madre muerta, cierra la boca —Su voz cambió a una grave, distorsionada, terrorífica, y Jun comenzó estalló en lágrimas inmediatamente. El Diablo aclaró su garganta, fingiendo estar arrepentido mientras se enderezaba—. Lo siento por eso —Su voz volvía a la normalidad—. Perdí el control, supongo.
Todo quedó en silencio por unos segundos, y Hyunjin, nuevamente, sonrió de lado.
— P-Por favor, no me mates —Rogó Jun, hipando e intentando hacerse hacia atrás lo más que podía, espantado con lo que estaba frente a sus ojos.
— Vas a dejar a tu hijo en paz —Ordenó el arcángel, nuevamente serio y con sus ojos bien abiertos, fijos en los del padre de su niño favorito. —No vas a mirarlo, no vas a hablarle, mucho menos vas a tocarlo —Jun asentía, obediente—. Si tu alma sigue en tu cuerpo es gracias a él...ahora agradecele.
— Y-yo, yo...
— ¡AGRADECELE!
— Gracias, g-g-gracias. Gracias —Sollozó, temblando y llevando una mano a su pecho. —Gracias, gracias.
Los pitidos comenzaron a hacerse audibles en la habitación, indicando que el pulso de Jun estaba muy acelerado. El Diablo observó fijamente a su víctima por unos largos segundos, con una mirada indescriptible.
— Soy alguien muy ocupado, pero sigo siendo real. Estaré vigilando tu estadía en la tierra, Yang Jun-U —Nuevamente caminó a la punta de la cama, sin quitarle los ojos de encima—. Y recuerda: la próxima vez...tu Dios no va a salvarte.
Dos enfermeros entraron a la habitación, llegando a un lado de él e intentando calmarlo. Otra enfermera llegó con una bandeja repleta de comida saludable, y todos bloquearon la vista del paciente. Cuando el hombre pudo tener la oportunidad de ver nuevamente la orilla de la camilla, ya no había nada allí.
Jiwoo y Jeongin entraron por la puerta principal de la casa, exhaustos. Su madre iba a quedarse en el hospital esperando, así que la mayor de los hijos Yang se llevó el vehículo.
La casa estaba silenciosa, las cosas estaban como las habían dejado, había una gran tormenta avecinándose fuera y ambos solo querían dormir.
— Descansa, Jeongin. Llámame si quieres algo —El chico asintió, recibiendo un beso en su frente de parte de su hermana—. Te amo.
— Yo a ti, Jiwoo —Murmuró el chico, dedicándole una débil sonrisa a la joven—. Descansa.
Finalmente, se giró hacia la puerta del sótano, bajó los escalones y volvió a abrir la siguiente puerta, entrando a su habitación. Una vez en ésta, se permitió suspirar con cansancio, intentando soportar todos los nervios que tenía encima, y caminó hacia la mesa de noche, a punto de encender aquella luz. Sin embargo, no lo hizo.
Ya no le temía a lo sobrenatural, sólo quería dormir... tal vez, para siempre.
Aquel pensamiento lo hizo soltar un seco sollozo. Todo había sido su culpa, y no dejaba de pensar en ello. Su mirada bajó al suelo, cerrando sus ojos con fuerza mientras sus manos formaban puños antes de abrazarse a sí mismo. ¿Por qué tenía que salir todo mal? ¿No habría ningún momento de paz para él? ¿Para Seoyeon y Jiwoo?
Sintió un cálido e inesperado aliento en su nuca, seguido de unos brazos envolviéndolo por detrás en un reconfortante abrazo. Hyunjin podría ser el Diablo pero, al menos para Jeongin, daba los mejores abrazos del universo, al punto en el que se comparaban con los de su madre.
Se permitió relajarse entre los brazos del rey del inframundo, avergonzado, sin dejar de pensar en su triste alrededor: triste vida, triste...él era alguien triste. Alguien que jamás podría ser amado por ser quien era.
— Hyunjin, creo que estoy volviéndome alguien cruel. —La nariz del arcángelrozó los rizos ajenos, olfateando de manera disimulada el aroma de los sentimientos que experimentaba su niño favorito.
— Imposible —Respondió Hyunjin en un murmullo. —Sigo oliendo pureza en ti.
Jeongin no podía entender cómo podría haber siquiera una gota de pureza en su alma luego de haber invocado al supuesto ser más vil de la existencia misma.
— ¿Incluso luego de invocar al Diablo? —Se atrevió a pensar en voz alta, sintiendo un cosquilleo en su estómago cuando las manos de Hyunjin estuvieron sobre su torso, dando suaves y muy pequeñas palmaditas.
— Eso no fue un acto de maldad, fue un acto de desesperación ante la maldad de los demás —Respondió el Diablo, volteando al chico en sus brazos y pegándolo a su cuerpo, inclinando su rostro para rozar la nariz con la del contrario, el cual se puso de puntitas de pie, amando aquellas leves caricias y la cercanía que ambos mantenían—. Muchos no lo comprenderían.
— Nadie lo comprendería —Confirmó Jeongin
— Yo lo comprendo —Contradijo Hyunjin, continuando con los roces de narices—. Tu alma es mía, puedo sentir todo lo que sientes de una peor forma.
El ceño de Jeongin se frunció de inmediato a la par que la preocupación surgió en su pecho.
— ¿No te duele? —El Diablo sonrió de lado, negando lentamente ante la inocente pregunta de su niño favorito, a la par en la que acariciaba la espalda baja de éste.
Me duele el saber que a ti te duele.
— ¿Recuerdas todas esas historias donde soy un ser egoísta, que me gustan los malos sentimientos y soy muy, muy mentiroso? —Jeongin asintió lentamente, esperando una respuesta positiva—. No son mentira —Tragó saliva para intentar calmar el nudo en su garganta ante aquella respuesta.
Claro que el Diablo era vil y mentiroso.
¿Por qué creería lo contrario? ¿Por sentir protección? ¿Porque Hyunjin era uno de entre un par que lo trataban bien? ¿Porque lo...?
Muy probablemente todos los supuestos sentimientos o muestras de cariño que lograba tener hacia Jeongin eran falsos, porque era un ser mentiroso, y claramente no tenía sentimientos. No debería de estar así de cerca, no debería de querer que el arcángel lo bese, y tampoco debería de sentir cosquillas en su estómago. Estaba mal.
Debía ser listo, pero aquella pregunta que no terminó de formular en su mente...no se lo permitía.
— Entonces, ¿también es verdad que tienes cuernos y cola? —Preguntó, intentando olvidar el asunto, aunque la humedad en sus pestañas delataban que había pensando negativamente, pero sus ojos estaban cerrados.
El Diablo frunció el ceño—. ¿Quién dijo eso? Lo mato —A pesar de estar bromeando, no pudo evitar sonar indignado, cosa que hizo reír bajo al chico sonrojado. Hyunjin ladeó un poco su rostro y comenzó a dejar suaves y lentos besos en la mejilla de Jeongin—...es curioso.
En aquel punto, el rizado no podía ni quería moverse. Su cuerpo estaba relajado contra el cálido torso del rey del inframundo, y se encontraba embobado por los suaves besos en su mejilla.
— ¿Qué cosa? —Logró articular.
—No sabía que tenía dos lados.
Aquel comentario de parte de Hyunjin provocó que abriese sus ojos, con el ceño levemente fruncido, esperando que no sea nada malo, incluso sabiendo que el ser que lo sostenía lo era.
Bueno, al menos aquello debía pensar.
—...¿Cómo?
— Una parte de mí adora sentir tu tristeza —Los músculos de Jeongin se tensaron, y el miedo se hizo presente en su pecho. Sin embargo, no quería salir de la protección que sentía al ser rodeado por los brazos del Diablo—. Pero otra parte de mí hace lo posible, incluso ser gracioso, para que sigas sonriendo —Permaneció en silencio por unos pequeños segundos—. Jamás me había sucedido —Admitió e, incluso si sonaba realmente honesto, Jeongin intentó no convencerse.
El Diablo era mentiroso. Tenía que ser listo, más listo que él.
Sé apartó un poco, con la mirada baja, y se giró nuevamente para buscar su pijama, color celeste como los ojos del ser del cual...
...no. No lo admitiría.
Se dirigió hacia su cama ordenada, sentándose en la punta y deshaciéndose de sus zapatos. Estuvo a punto de comenzar a desvestirse, pero notó los preciosos ojos de Hyunjin sobre sí, intimidándolo.
— ¿Podrías...? —Sonrojado, aguardó a que el Diablo comprendiese lo que quería decir.
Éste bufó y se giró, poniendo los ojos en blanco, sin poder creer que se encontraba realizando aquel pedido para complacer a un simple chico. A una simple alma.
Aunque...tal vez no era tan simple.
— Listo —Murmuró Jeongin, vestido con su pijama.
Cuando Hyunjin volvió a girarse, el rizado estaba acostado, cobijado y dejando un espacio para el arcángel.
Se acercó y no dudó en recostarse a su lado, rodeando nuevamente el cuerpo ajeno con sus brazos. Comenzó a acariciar los rizos de su niño favorito, esperando a que éste se duermiese, pero sabía que no lo haría debido a que él estaba allí y, probablemente, debería irse nuevamente para que Jeongin pudiese descansar mejor.
— ¿Qué significa la palabra que usas para llamar a mis primos? —Preguntó el mundano de manera inesperada.
Siempre había sido curioso con aquella palabra, y ahora que podía tener más confianza con el Diablo -lo cual sonaba desquiciado- no iba a desaprovechar la oportunidad.
— ¿"Castrati"? —Jeongin asintió, y el Diablo relamió sus labios antes de comenzar a explicar:—. Hace muchos años, la iglesia compraba niños que tuviesen buena voz, y los llevaban a un reformatorio. Los castraban porque creían que eso conservaría sus voces agudas —Una mueca de dolor se hizo presente en el rostro del rizado. ¿Cómo pudo la gente ser así de cruel con unos simples niños? Era injusto, y aún más terrible que se considerasen a sí mismos "creyentes"—. ¿Quieres saber la peor parte? ¿La que nadie sabe? —Su voz sonó como si estuviese a punto de contar algo entretenido, hasta chistoso.
—...No lo sé.
— Se los comían —El ceño de Jeongin se frunció, claramente confundido.
— ¿Qué? ¿A los niños? —Preguntó.
— Los testículos.
La bilis subió por la garganta del chico, pero pudo tragar con rapidez mientras pura angustia se instalaba en su pecho, por todos esos niños, y porque no podía dejar de pensar en el porqué Hyunjin llamaba así a sus primos. ¿Era porque cantaban en el coro de la iglesia o porque planeaba hacerles algo? Intentó continuar con las preguntas para no echarse a llorar.
— O-oh, bueno...eso es enfermizo —Su voz tembló un poco, y Hyunjin lo acurrucó más contra sí—. Quiero preguntarte algo, pero temo ofenderte.
— Adelante —Lo animó.
— ¿Tú eras...un ángel? ¿Eras un ángel de Dios?
Hubo un breve silencio antes de que Hyunjin asintiese.
—...Mh —Afirmó en un murmullo—. El mejor de todos.
<< Oh, vaya. >>
—¿Este es tu cuerpo verdadero? Quiero decir, ¿siempre has tenido esta forma? —Le asustaba creer que el hermoso hombre que lo sostenía en sus brazos era un cuerpo que el Diablo había tomado. Realmente, esperaba que no.
— Puedo ser lo que quiera, pero éste es mi cuerpo verdadero —Se alivió de inmediato ante la respuesta.
Pero ya era tarde.
El miedo que había estado en su pecho cuando Hyunjin le confesó adorar sentir su tristeza, sumando la angustia que sintió por los niños que fueron castrados, usados como coro de ángeles y gobernados por demonios que se hacía pasar por creyentes...temía el mismo destino para su familia, incluso si éstos eran malos, él no era tan malo para provocar aquello.
Y lo que más temía, que no había estado queriendo admitir...
...era que se estaba enamorando de Hyunjin. Irremediablemente.
Y el Diablo es mentiroso.
Suspiró temblorosamente, cerrando sus ojos con fuerza—. Hyunjin —Llamó, tenso mientras era acurrucado en el pecho del nombrado—. Tengo miedo —Admitió.
— ¿A qué le temes? —La voz del Diablo era neutra, al igual que su semblante.
Sí tan sólo pudiese recordar algunas palabras de afecto que demostrase que le importaba...pero no. Jamás había compartido nada con absolutamente nadie, y no creía tener sentimientos.
—...A ti, pero no de la manera en la que todos te temen —Murmuró en respuesta, intentando calmarse mientras la habitación se sumergía en puro silencio.
<< Temo enamorarme demasiado, porque no creo que haya vuelta atrás. >>
Minutos después, logró caer dormido profundamente y, apenas lo hizo, Hyunjin se fue para no provocarle pesadillas que pudiesen dañar su mente más de lo que ya estaba.
Además, tenía cosas que hacer.
— Jeongin. Jeongin, ey. Despierta —Sus párpados se alzaron en cuanto su hermana mayor agitó su hombro. La vio de mala manera hasta que, finalmente, notó que ésta se encontraba bastante pálida, y con sus mejillas humedas—. Jeongin.
— ¿Jiwoo? —Se sentó bruscamente, un poco mareado al hacerlo. Llevó su mano en forma de puño a su ojo izquierdo, intentando apartar el cansancio—. ¿Qué sucede?
— Tenemos que ir al hospital, ahora. Levántate —Respondió la chica, saliendo del cuarto rápidamente, sin dar explicación alguna.
El pánico brotó por su cuerpo de manera inmediata. ¿Le había sucedido algo a su padre? ¡Era su culpa!
Comenzó a hiperventilar mientras se destapaba, vistiéndose con rapidez. Se puso sus pantalones cortos, sus zapatos, su camisa blanca abotonada, los tirantes, y un enorme abrigo negro. Limpió las lágrimas en su rostro, observando a su alrededor y notando que no podía ver nada de reojo.
— ¿Hyunjin? —Llamó.
Nada pasó.
Salió de su cuarto apresuradamente, cerrando la puerta detrás suyo y subiendo los escalones para abrir la siguiente puerta. Una vez en la cocina, su hermana mayor le entregó un vaso con jugo de naranja exprimido y dos tostadas con mermelada de durazno encima. Era extraño no oír Dominique sonar por la casa a todo volumen.
— ¿Woo? ¿Algo le ocurrió a papá? —No pudo evitar sollozar.
Jiwoo lo abrazó de inmediatamente—. No, no. Tranquilo, nada le pasó a papá —Dijo rápidamente, dejando un beso en la frente de su hermano menor antes de dedicarle una débil sonrisa—. Te voy a explicar en el camino, ¿de acuerdo? Desayuna rápido, por favor —Y eso hizo.
Media hora después, los hermanos Yang estaban en el vehículo, con sus cinturones abrochados debido a lo rápido que conducía Jiwoo. Jeongin intentaba no entrar en pánico, creer en las palabras de la joven a su lado, pero sabía que algo malo había ocurrido.
— Mira, Jeongin...ah, mierda. No sé cómo decir ésto —Su hermana negó lentamente con la cabeza a la vez que dobló en una esquina. El corazón del joven comenzó a latir con demasiada rapidez mientras veía al frente—. Algo le pasó a nuestro primo, Junseo —El rizado la observó, pálido como una servilleta, comenzando a temblar. No, no—. No sé cómo decirlo delicadamente, Dios mío. Uhm, algo le pasó a sus partes íntimas, y tuvo que ser...amputado.
El mareo que el rizado sentía era terrible, pero fue disimulado debido al rápido movimiento del vehículo, y a que tenía el cinturón de seguridad puesto.
Sentía náuseas, sentía ganas de morirse, y allí mismo.
Su culpa, solamente suya.
Ni siquiera se dio cuenta cuando llegaron al hospital. Jiwoo lo llamó pero su voz se oyó lejana, sintió como se deshacían del cinturón de seguridad y, luego de unos segundos, lo bajaban del vehículo. El aire frío contra su rostro lo despertó un poco, pero la culpa era tanta, que incluso sintió que tendría un ataque al corazón cuando su pecho comenzó a doler. ¿El karma de su padre, acaso?
Ambos jóvenes caminaron rápidamente, dirigiéndose dentro del hospital, por los pasillos, hasta llegar a la sala de espera. Toda su familia se encontraba allí, y cuando Jeongin llegó junto Jiwoo, sus dos primos lo observaron con terror. Sus tíos estaban hablando con un médico que acababa de salir de un cuarto ajeno, y Seoyeon estaba detrás de su tía Rose, acariciándole el hombro mientras sollozaba en silencio.
— Quédate aquí —Murmuró Jiwoo a su hermano menor, dejándolo más alejado del resto de la familia y dirigiéndose a su madre, en busca de respuestas.
La luz del hospital parpadeó, pero nadie pareció notarlo. El frío invadió a Jeongin como si estuviese en el mismísimo polo norte y, cuando observó a su lado, algo grande, alto y cubierto por una túnica oscura pasó como si nada. El aire escapó del pecho del chico mientras vio a la figura que anteriormente vio en la carretera -y en su pesadilla- adentrarse seguido de un doctor al cuarto donde, Jeongin supuso, se encontraba Junseo.
Su tío Mark comenzó a llorar mientras cubría su rostro ante la noticia del doctor, y su tía Rose se dejó caer en el suelo, soltando un grito desgarrador.
Jaebum, junto a Jeong, comenzaron a sollozar en sus asientos, muy ruidosamente, mientras Seoyeon y Jiwoo intentaban sostener a la mujer que no detenía los gritos, sin dejar de repetir el nombre de su hijo mayor.
Eran el centro de atención entre las personas y, por la cara que tenía el doctor cuando se giró, dispuesto a continuar su camino por el pasillo del hospital, Jeongin supo que no había sido una simple amputación.
Algo había salido mal, y ahora Junseo estaba muerto.
El Diablo hizo su presencia a un lado de su niño favorito. Pudo sentirlo.
Aunque ya no sabía si podría volver a sentir algo más que culpa.
— ¿Qué es eso? —Preguntó Jeongin, refiriéndose a la figura que salió del cuarto de Junseo, siguiendo por el pasillo, hasta el final, finalmente doblando en una esquina, dispuesta a seguir con su cacería.
— Muerte —Murmuró Hyunjin.
— ¿A dónde se lo lleva? —Retrocedió un poco en su lugar.
Su boca se movía por sí sola, haciendo preguntas coherentes, incluso si en lo único que podía pensar era en cómo aún permanecia de pie.
La profunda inhalación del arcángel fue tan audible y fuerte que incluso provocó un leve temblor en los cuadros de las paredes. Jeongin sabía que Hyunjin estaba absorbiendo almas oscuras...
...como la de su primo.
— No importa a dónde. Lo importante es que ya no será una molestia —Mintio, porque lo sabía. Jeongin sabía a dónde iría el alma de Junseo.
Porque el Diablo es mentiroso. Engaña, finge, envenena, mata...
... Y nunca se olvida de tu alma.
— Hyunjin... —Logró decir en una exhalación pero, sin más fuerzas, cayó al suelo.
Nadie lo sostuvo, el Diablo jamás respondió a su llamado de ayuda...Dios tampoco lo hizo.
Y todo se volvió negro.
Hola hola, reaparezco.
Si antes las actualizaciones eran un poco lentas probablemente ahora lo sean más ya que voy a entrar al colegio, aún así intentaré actualizar un poco más seguido, igual me cuesta porque cada capítulo es muy largo y me demoro, por lo mismo intentaré no demorarme tanto entre actualizaciones.
Si ven algún error háganme saber porfavor.
No se olviden de votar y comentar besos!!
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