Capítulo Único
Crecer como miembro de la familia real implica que la mayoría de gente a quien conozcas te verá solo de esa manera, analizándote aún con la mente llena de prejuicios. No te verán más que como alguien soberbio y sediento de poder, dispuesto a usar los medios necesarios para obtener lo deseado, aunque, en parte, depende mucho de cómo haya sido el reinado del último monarca. Lo que puedo afirmar es que con la generación de mi familia no se equivocaban; dentro de ella la mayoría de los miembros de la corona se rige y comporta con base en sus objetivos e ideales. Pero yo nunca fui así, yo no le encontraba lo especial a pertenecer a la realeza, mucho menos a portar una corona, no siendo consciente de los abusos que la familia cometía ayudados de su poder e influencia.
Bajo el techo de mi familia nunca logré ser yo mismo. Vivíamos aparentando, fingiendo a nuestra nación y sus ciudadanos, simulando ser la familia perfecta, ensayando discursos ya escritos y aprobados por la corte real. Haciéndoles creer que éramos los gobernantes que ellos necesitaban. Por supuesto, nada de aquello beneficiaba a alguien más que a nosotros mismos, con ello construíamos la imagen que deseábamos mostrar. Sin embargo, era consciente de algo: la nación no podría estar contenta solo con palabras y agradecimientos, necesitaban cambios reales.
Pero las mentiras no dejaban de brotar. Y mi felicidad y conformidad con mi estatus eran unas de las más grandes. En cada sesión de fotos era lo mismo, los publicistas de la familia nos pedían sonreír, la mía era siempre una sonrisa por obligación, sin rastro de felicidad y llena de tensión. Cuando mi rostro aparecía en televisión o en la primera plana del periódico, observarlo me provocaba repulsión. Estaba harto de fingir, me sentía incómodo incluso en mi propia piel. Solo quería ser un chico normal. Lo más alejado posible de las estrictas obligaciones como príncipe. Lejos de las molestas cámaras que no hacían más que invadir mi privacidad y provocarme pánico y ansiedad, Y lejos también de aquella familia que no se interesaba en mí, que parecía preocuparse solo por la imagen e ideas erróneas que los medios y la nación tenían de nosotros.
Aquel chico sonriente no era yo. Ni siquiera mis padres, la reina Kristina y el consorte Ludvig mostraban su verdadera esencia. Todo era una construcción, un plan demasiado bien elaborado; ante los ojos del mundo éramos una familia poderosa, perfecta y rebosante de felicidad, preocupada por la nación y sus habitantes. En mi perspectiva, estábamos lejos de parecer una familia y cerca de tenerlo todo; riqueza, poder y gloria..., pero no unión y amor, que eran lo esencial.
Conforme más consciente fui de mi posición, más enfermo me sentí, mi vida llena de mentiras se volvía muy difícil de sostener, y me daba la sensación de que en cualquier momento me derrumbaría. Por ello les rogué a mis padres asistir a una escuela pública, quería sentirme normal, no ser tratado como una marioneta que mi madre y la corte podían manejar, pero, por supuesto, aquel deseo se vio terminado en cuanto todo estalló. Había estado demasiado equivocado al pensar siquiera en la más remota posibilidad de que, por una vez en mi vida, sería normal, por supuesto que no lo sería. En la escuela no dejaban de observarme, de seguir mis movimientos. Los profesores esperaban un comportamiento y calificaciones excelentes. Mis compañeros parecían atravesarme con sus miradas llenas de reprobación y, algunos otros, de temor. Estaba equivocado: siendo un príncipe, el mundo espera lo mejor de ti, y aun si te esfuerzas por mostrarles esa versión, hay quienes te juzgarán a tus espaldas. Nada de eso es justo. El mundo, la vida, no lo son.
No podía vivir con la normalidad que deseaba. Quizá jamás podría. En pocos meses, mi vida había cambiado de manera drástica, mis padres me habían transferido al internado Hillerska, en donde solo los hijos de las familias pertenecientes a la elite y algunos cuantos alumnos becados podían aspirar a estudiar. Tal fue el caso de mis padres y mi hermano Erik, quienes estudiaron allí en su momento, por lo que la directora estuvo más que complacida de recibirme. Odié ese lugar desde un principio: no solo perdería mi libertad, sino también a mis amigos de la ciudad. Además, dejaría atrás a mi hermano, quien tan pronto asumiera el trono y se convirtiese en Rey de Suecia, me dejaría atrás a mí. Por mucho que me doliera, era un destino inevitable. Erik ya estaba lo suficientemente ocupado atendiendo sus responsabilidades como príncipe heredero, probablemente lo estaría al triple siendo el Rey. Aun así, se las arregló para mantenerse comunicado. Mientras, yo me ocupé de abrirme paso y sobrevivir en Hillerska. No hice muchos amigos a los que pudiese considerar verdaderos , pero lo conocí a él. Simon Eriksson, quién había ingresado a Hillerska junto a su hermana Sara, ambos con la ayuda de una beca.
Simon me atrajo desde un principio, desde su armoniosa voz hasta sus hipnotizantes ojos oscuros, o su piel morena y sus suaves rizos. Todo en él me llamaba. Su bienvenida hacia mí había sido más cálida que la de cualquier otra persona. Incluso si no se detuvo al momento de destacar la realidad de la corona: sus despiadados actos para con la nación, el hecho de que se beneficiaban más que nadie en el país. No era una mentira, ambos lo sabíamos. Cualquier persona habría titubeado al acusar de esa manera a la familia real frente a uno de sus miembros, cualquiera a excepción de él, y eso me cautivó. Estaba insultando a la Reina Kristina, mi madre, y a todos los integrantes de la corte, pero eso no me había importado. En cambio, aquello captó más mi atención. Desde que lo conocí tuve la sensación de que Simon no tenía miedo de mostrarse tal cual era, no temía decir lo que pensaba, y siendo honesto envidié esa parte de él un poco: su libertad, su seguridad y confianza. Con toda una vida ocultando mis sentimientos y pensamientos de mis relaciones más cercanas, viviendo bajo una fachada y aparentando que todo iba bien, en realidad no sabía si podía aspirar a ser como él algún día, y temía no lograrlo, vivir atado a mis temores.
Tan pronto como fui conociendo Hillerska, sus costumbres, la jerarquización estudiantil y a los propios estudiantes, no pude evitar notar lo injustas que eran esas tradiciones escolares tan arcaicas, beneficiando a los alumnos de grados superiores y perjudicando o menospreciando al resto. A los de tercer año, los mayores, les trataban como si fueran la propia realeza de la institución, además de tener permitido realizar fiestas exclusivas a las que ningún alumno de grados inferiores tenía permitido asistir. Conocer la exclusividad y los privilegios que obtenían los de tercer año no me sorprendió en absoluto, no obstante, en un principio me pareció repulsivo: todos los alumnos de Hillerska merecían ser tomados en cuenta, ser tratados por igual. Tan pronto como logré relacionar aquella situación con la de mi propia familia, se me revolvió el estómago.
Por desgracia, al ser el menor en la familia y llevar solo el título de príncipe, además de estar condicionado a los deseos de mi madre, jamás había tenido la oportunidad de hablar o abogar ante las injusticias cometidas contra la nación y sus habitantes. Fue en Hillerska que, por primera vez, imaginé las cosas siendo diferentes. Ya fuera en un futuro (quizás muy lejano) o en un universo alternativo en el que yo fuese el rey, en definitiva buscaría cambiar las cosas para mejor. No sabía si podía lograrlo para mi nación, pero quizás iniciar por Hillerska no era un mal comienzo. Quería hacer bien las cosas, al menos por una vez, no por mi propio beneficio, sino porque odiaba ver la manera en que todos trataban a Simon.
Era un marginado, al menos en Hillerska. Todos los chicos parecían querer pasar por encima de él, despreciándolo por ser un externo, incluso mi primo August había intentado alejarme de él, aun cuando yo no quería que nadie interfiriera. La compañía de Simon era lo mejor que había encontrado en Hillerska, por él, la idea de pertenecer a aquel internado se volvió más ligera, soportable. Felice Ehrencrona, quien se convirtió en mi amiga en el preescolar, también fue muy amable. Tener a ambos de mi lado casi me ayudó a olvidar la irritación de haber sido transferido y tener que vivir allí. En Hillerska, a pesar de mis pasados temores, los encontré a ellos, amistades valiosas en las cuales apoyarme, que realmente se interesaron por conocer al verdadero Wilhelm en lugar de al príncipe Wilhelm de Suecia. Amistades que encontraron en mí algo más valioso que una corona dorada, que me apoyaron en las buenas y también en las malas.
Y además, contra todo pronóstico, encontré el amor. Me sorprendió a mí mismo no poder desviar mi atención hacia algo o alguien más que no fuera Simon. Lo amé desde el primer día, probablemente a primera vista. Escucharlo cantar en mi primer día en Hillerska no tuvo punto de comparación con nada que hubiese presenciado antes. Estaba ahí de pie, en el fondo y en la última de las hileras del coro escolar. Todas las voces se juntaban en armonía... pero cuando el cantó fue como magia, me robó el aliento. Sentí como si el mundo se hubiese detenido, como si nosotros fuéramos los únicos en aquella habitación llena de gente. No pude hacer más que sonreír, sintiendo mi corazón acelerarse, ¿cómo era posible que su mera presencia me transmitiera calma e intranquilidad al mismo tiempo? Mis sentimientos y mi corazón se sentían como un día soleado tratando de acabar con una tormenta.
Traté de huir. De dejar mis sentimientos en el olvido. No podría existir ni la más pequeña posibilidad de que mi madre o la corte real aceptaran lo que estaba sintiendo, tenía que aceptarlo... era una guerra que probablemente nunca ganaría. Me enviaron a Hillerska para aprender que mis errores tenían consecuencia, para volverme una mejor persona. Y sobre todo, como un medio para alejarme de los escándalos. Y esto que estaba sintiendo por Simon... sería el escándalo de los escándalos. Ningún otro miembro de la familia, tanto cercano como lejano, había pasado antes por esta situación, y quizás mi mente estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua, pero tenía mucho miedo. Miedo de mis sentimientos, de las reacciones de mi cuerpo. Me asustaba la manera en que se aceleraba mi corazón cada vez que veía a Simon, la sonrisa que se dibujaba en mi rostro cada vez que lo tenía cerca. Todo se sentía dolorosamente correcto, y no lo era.
Estar con Simon no era correcto, al menos no en mi posición como príncipe. Tal vez si no formara parte de la corona, podría ser feliz junto a él. Pero con mi familia y mi reputación de por medio, temía echar todo a perder. Temía decepcionar a mi madre. Temía imaginar todo lo que la gente diría de mí. Y francamente me enfurecía, porque no había pedido nada de esta vida. No quería ser un príncipe. Solo quería vivir mi vida, lejos de la impasible mirada de mi madre y de las expectativas de la nación. Libre de las responsabilidades para con mi familia.
Lo peor de todo fue que cuando Simon me besó, una vez que nuestros labios se tocaron, no hubo vuelta atrás.
Junto a él había probado el peligro.
Y me había encantado.
En cada momento compartido a su lado, podía escuchar la voz de la reina en mi cabeza, que se encargaba de recordarme que ser príncipe no era un castigo, sino un privilegio. Estaba harto de oír esas palabras. Ser un príncipe no era un privilegio en absoluto, mucho menos cuando deseas con todas tus fuerzas poder tener una vida tranquila y normal. Una vida compartida junto a la persona que amas.
Creí que llegar a Hillerska sería un infierno, y de cierta forma allí encontré también el cielo, junto a Simon. Esa pequeña parte de mi vida que me había devuelto la esperanza, y que temía mostrar al mundo. Le había dicho a Simon que estar junto a él me hacía muy feliz, estaba muy agradecido de tenerlo. Pero. al mismo tiempo, no podía evitar poseer pensamientos y deseos que se contrariaban entre sí, pues, pese a que él me había presentado a sus amigos y familiares, yo no podía ofrecerle lo mismo; quería mantener a mi familia y los escándalos fuera de nuestra de relación y de mi vida. No obstante, la vida ya me había demostrado en repetidas ocasiones que, por mucho que luchara por alcanzar mis objetivos, las cosas no serían nunca como lo deseaba, no si no estaba dispuesto a ser valiente.
La única persona que, genuinamente, siempre había deseado mi felicidad fue mi hermano Erik, incluso él se mostró emocionado de que estuviese conociendo a alguien. Y yo sentía que, si tenía su aprobación, en realidad no podía pedir nada más. O al menos así fue hasta que Erik falleció y me sentí desamparado de nuevo. Me sentí molesto. Una vez más, se presentaban ante mí las injusticias de la vida, las malas jugadas del destino. En cuestión de momentos, mi vida volvía a tener cambios demasiado grandes. No solo había perdido a mi hermano, la única persona que siempre había estado para escucharme, apoyarme y sostenerme cuando algo iba mal. Había perdido toda libertad al pasar a ser el príncipe heredero, lo que implicaba que tendría que cargar mucho más peso sobre mis hombros, y, por supuesto, la esperanza de estar en tranquilidad con Simon quedó en el olvido. Había perdido a mi hermano, la nación había perdido a su futuro rey, pero, teniéndome a mí, esa preocupación por parte de mis padres, la corte y la nación quedó en el olvido. Era el reemplazo de Erik. Siempre lo había sido. Y, me gustara o no, debería soportar toda una vida llena de comparaciones entre ambos. Y olvidarme de lo que sentía por Simon.
Pero, ¿cómo hacerlo? Sabía que habían pasado solo pocas semanas, y conocía ya las opiniones del mundo respecto al amor y las parejas jóvenes. Nada de eso me importaba, Simon había logrado meterse por debajo de mi piel, adentrarse en mi corazón. No podía olvidarlo, no cuando cada noche su aroma parecía inundar mi habitación. No cuando cada vez que cerraba mis ojos ahí estaba él, observándome con sus ojos oscuros. No cuando me la pasaba día y noche fantaseando con la sensación de sus suaves labios contra los míos, demostrándonos todo el amor que éramos capaces de sentir. Nunca supe que podía sentir tanto hasta que llegó él y me demostró lo que se sentía ser amado. Sí, éramos jóvenes, y sí, todo el tiempo escuchaba a los adultos decir lo mismo: cuando eres joven no sabes nada acerca del amor, pero con Simon sentía que lo tenía todo. No importaba si sólo tenía dieciséis años y no sabía mucho de la vida, si de algo estaba seguro es de lo que sentía por él: si me separaba de él lo extrañaría todo el tiempo, la mera idea de perderlo me causaba escalofríos por sí sola, estaba tan enamorado que podría actuar como un loco.
Todo se vino abajo cuando, en un momento compartido, justo después de haberme sincerado respecto a lo que sentía por él y demostrarle que era el único dueño de mi afecto, y lo mucho que deseaba estar con él, un momento en el que abrí mi corazón y fuimos vulnerables, nos filmaron y días después el video salió a la luz, sentí que mi vida se había acabado. Que todo el mundo me juzgaría, en especial mi madre. Y no me equivoqué, porque ella fue la primera en enloquecer, en llenarme nuevamente de culpa.
Anteriormente había actuado de manera irresponsable, pero no era como ahora. Ahora era importante para mí hacerle ver a mamá lo mucho que deseaba estar con Simon, pero ella no lo entendió. Jamás lo entendería. No cuando lo único que le importaba era la reputación de la familia real y lo que la corte pensara que era lo mejor. Y la corte quería separarme de Simon porque no podían soportar la idea de tener un rey que estuviera enamorado de otro hombre.
Jamás quise perjudicar a nadie con mis acciones. Ni a la corte ni a mi madre, mucho menos a Simon. Pero sabía que no aceptarían mi relación con él, o al menos muy pocas personas lo harían. Y ya había perdido a una de las únicas personas que habría estado dispuesta a lo que fuera con tal de verme feliz. Por ello ocultaba el motivo de mi felicidad a todo el mundo, incluso si esconderlo me hacía sentir infeliz y deshonesto. O al menos lo había intentado, porque lo nuestro pasó de ser algo entre los dos a ser conocido de manera nacional, quizás incluso mundial. Nunca quise que Simon fuera un secreto, pero tuve que amarlo de esa manera, porque no teníamos otra opción, no con mi posición. Y eso me llevó a perderlo.
Fueron las semanas más difíciles de mi vida. Estar bajo la mirada de todo el mundo, lejos de él, aparentando que el del video no era yo cuando en realidad quería gritar de la desesperación que estaba sintiendo, pararme frente a las cámaras y darle a conocer a todo el mundo lo feliz que Simon me hacía cada día, lo mucho que lo amaba. Al menos su amor era auténtico. Al menos él me conocía realmente. Él sabía que mi intención nunca fue lastimarlo, pero nunca tuve otras opciones. Si decía la verdad, todo el mundo se volvería en mi contra, y aunque no me importaba lo que el mundo pensara respecto a mi vida y mi manera de vivirla, me sentía amenazado por mi madre, y sobre todo dolido, al saber que no me aceptaba. Por eso negué ser yo, el temor a contradecir a mi madre fue más grande que el de perder a Simon... pero yo no imaginaba que lo perdería. Aún a día de hoy sigo sin creerlo. Habíamos pasado por mucho. Teníamos algo único, algo que se rompió y que, después de tantos intentos, no me consideraba capaz de reparar.
En un principio, intenté que no me afectara la idea de que Simon había estado saliendo con Marcus, paseando con él, entregándole sus besos. Pero, en la soledad de mi habitación, no podía negármelo a mí mismo, no cuando había visto a Marcus tomar su barbilla de manera tan delicada y depositar un beso en aquellos labios que yo alguna vez había probado. Me rompía el corazón.
✨
Esta última semana, todo el alumnado ha estado entusiasmado por el baile de San Valentín en Hillerska. Felice me contó que, como cada evento o festividad en Hillerska, existen tradiciones, y esta en específico es de las más antiguas. Comenzó con el hecho de que, antes del baile, se acostumbraba a que los estudiantes, en especial los chicos, escribieran cartas de amor anónimas a las chicas que les gustaban, y más adelante se cambiaron las cartas por poemas. Había pensado mucho en escribirle un poema a Simon. Pero, con lo tensa que estaba nuestra relación, con todo el daño que nos hicimos el uno al otro... me acobardé. En su lugar invité a Felice, quien fue una muy buena amiga para mí desde el momento en que regresamos de vacaciones. Nuestro lazo se hizo más fuerte y, honestamente, no tenia como agradecerle todo lo que había hecho por mí. Felice me rechazó amablemente, asegurándome que quería pasar más tiempo con sus amigas, así que lo acepté. Con suerte podría unirme a ellas un rato.
El miércoles por la noche se aproximó a pasos agigantados. Me estaba aplicando el maquillaje justo después de acomodar la peluca, vestido de pies a cabeza como solían hacer los reyes y nobles de la época victoriana y, mientras daba ligeros toques en mi rostro con el maquillaje blanco, no pude evitar que algunas lágrimas se me escaparan. Porque, después de tantas semanas sabía que recuperar a Simón sería ya imposible. Y pensar en ello me hacía sentir miserable y completamente solo. Él era la persona en la que más confiaba, a quien más había llegado a amar. Y por un error lo había perdido. Por no dejar el miedo en el olvido. Si hubiese sabido lo que mis decisiones desencadenarían, jamás me habría permitido herir a Simon.
👑
Inhalo y exhalo repetidas veces antes de bajar, deseando que la opresión que siento en el pecho desaparezca. Pero mi corazón duele y pesa tanto que respirar se vuelve incluso más difícil. Una vez que me siento un poco mejor, salgo de mi habitación y me dirijo hacia el salón. Al llegar, observo el lugar abarrotado de gente. Algunos ya se encuentran reunidos con sus parejas, lo que me hace sentir aún más desdichado cuando imagino a Simon a mi lado, tomándome del brazo y admirándome con ese característico brillo de felicidad en sus ojos. Mi corazón se oprime aún más, no obstante, trato de ignorar la sensación y me obligo a seguir avanzando. Relamo mis labios y recorro el sitio con la mirada, en un desesperado intento de encontrar rostros conocidos. Mi mirada cristalina se encuentra con la de Felice, ella parece ser la única persona que nota mi estado de ánimo y me sostiene la mirada con preocupación. Ver a todos disfrutando a mi alrededor, bailando y bebiendo mientras yo lucho por mantenerme de pie, me hace sentir fuera de lugar. Estoy pensando de nuevo en que venir fue una mala idea, y entonces lo veo. Su piel morena parece deslumbrar bajo las luces y su esmoquin negro se ciñe tan bien a su figura que me roba el aliento. En su rostro no hay rastro alguno de felicidad, pero se está moviendo hacia la pista de baile con Marcus siguiéndolo. Comienzan a bailar muy pegados el uno del otro, Simon comenzando a mostrar su sonrisa. Desvío la mirada al darme cuenta de que presenciar la felicidad que alguien más puede darle me está matando, así que observo a todos a mi alrededor con el corazón hecho pedazos. Como si estuviese pidiendo ayuda a gritos. Trato de ocupar mi mente con cosas triviales: Probablemente lo mejor sería esperar hasta la cena para marcharme.
—¡Wille! —la armoniosa voz de Felice me saca de mis pensamientos. Se acerca a mí para que pueda escucharla por encima del ruido.— ¿Estás bien con Simon?
Sin embargo, el ruido de la música y los gritos de júbilo no me permiten escucharla.
—¿Qué? —respondo por instinto, acercándome también a ella.
—¿Todo está bien? —repite y puedo captar su preocupación persistente.
Me fuerzo a darle una sonrisa, tratando de unir los pedazos de mi corazón.
—Tiene que estarlo. —suelto con dificultad y le muestro una sonrisa triste.
El resto de la noche se vuelve borrosa. Bailo un poco con Felice y las chicas, tratando a toda costa de quitarme el mal sabor de boca y de olvidar que a pocos metros se encuentra Simon, aun cuando nuestras miradas se cruzan algunas veces. Comparto miradas despectivas con August, y saludo a algún que otro chico con brevedad. Cuando veo a Simon alejarse de la pista finalmente e irse al comedor junto a Marcus, decido que es el momento. Es momento de hacerle saber que dejaré de buscarlo, que a pesar de que no lo deseo así, me he rendido.
Cuando los encuentro mi corazón se acelera de nueva cuenta, pero cada latido se vuelve aún más tortuoso que el anterior. Me acerco a ellos, sosteniendo una breve plática cortés con Marcus. Quisiera odiarlo, pero es probable que sea cierto que Simon es más feliz con él, o de ser de otra manera ya lo hubiese dejado. En cada momento, puedo sentir la mirada incómoda de Simon sobre mí, pero no comento nada en absoluto. Lo que menos deseo es hacer una escena con Marcus presente, así que termino de servirme la cena y me despido, arrastrándome con dificultad hacia las sillas recargadas contra la pared. Apenas puedo permitirme comer unos cuantos bocados ante toda la ansiedad que estoy sintiendo, por lo que, al verlos alejarse del comedor e ir hacia otra habitación me levanto con rapidez. Siento las piernas temblorosas y temo romper a llorar en cualquier momento, así que trato de calmarme con un poco de agua.
Al regresar al comedor me topo con Simon, y mis piernas amenazan nuevamente con fallar.
—¿Qué fue eso? —cuestiona, mirándome directo a los ojos, la tensión en su rostro no me pasa desapercibida.
—¿A qué te refieres? —replico, haciéndome el desentendido. Tratando de ignorar el dolor que invade mi corazón.
—Solo pienso que se sintió... un poco extraño.
—Intentaba ser cortés. —admito, aunque no sea del todo cierto. Algunos segundos pasan y vuelvo a hablar.—, lo entiendo. Ya no estás enamorado de mí, te dejaré tranquilo. —dibujo una pequeña sonrisa en mis labios, esperando que Simon no sea capaz de ver el dolor que reflejan mis ojos y continuo.— Tu novio parece muy agradable.
Esto último me parece mentira, todo me parece mentira, porque sé que muy en el fondo desearía ser yo quien esté a su lado, compartir su felicidad. Desearía que siguiera amándome. Pero, por mucho que desee algo, no se volverá realidad. Felice me había asegurado que no todo estaba perdido, pero yo ya no podía soportarlo. Simon me sostiene la mirada sin expresión alguna y me alejo en dirección a la puerta. Dejando una parte de mi corazón ahí junto a él.
La brisa helada golpea mi rostro en cuanto salgo, lo que me lleva a rodear mi propio cuerpo con mis brazos en busca de calor. Algunos estudiantes charlan en las afueras de Hillerska, pero yo paso de largo sin saludar a nadie y bajo todas las escaleras.
Relamo mis labios temblorosos mientras observo la luna, agradezco que al menos ella pueda hacerme compañía en esta noche oscura, tan helada y solitaria como mi corazón. Me encuentro divagando y pensando en que mi velada terminó exactamente como me lo temí. Las expresiones de Simon durante la noche se reproducen en mi cabeza una y otra vez. Es probable que ahora que lo he dejado tranquilo se encuentre besando a Marcus con más libertad. Suspiro, hundiéndome en mi desdicha, con la sangre hirviendo en mis venas y las lágrimas tratando de nublar mi visión, por lo que me levanto e intento forzarme a pensar en alguna otra cosa. Comienzo a caminar, suponiendo que no me hará mal, apenas alejándome del edificio cuando lo escucho.
—¡Wille! —casi se siente como mi imaginación.
Me giro sobre mis talones, encarándolo, dudando aún si el tenerlo aquí conmigo no es un sueño o algún producto de mi imaginación. Bajo los últimos escalones y me alcanza con rapidez.
—Solo intentó seguir adelante... —continúa y lo observo en silencio, sin saber qué decir o hacer. Casi podría jurar que lo había perdido, me había convencido a mí mismo de ello.
—Me doy cuenta. —suelto en un susurro, tratando de que las inmensas ganas que tengo de besarlo no me consuman cuando se acerca aún más a mí.
—Todo salió mal entre nosotros. —y asiento, porque lo sé perfectamente. Que a pesar de todos mis intentos por mantener estabilidad en nuestra relación después del video, o de mantener todo en secreto, nada salió como resultaba. Me permití perderlo, por temor de lo que mi madre pudiese llegar a hacernos.
—Lo sé. —acepto sin ganas, como si estuviese resignándome. Dispuesto a escuchar lo que tenga para decirme, pero él no continúa. En cambio, se acerca más y más hacia mí de manera lenta y tortuosa.
Nuestros alientos chocan, mezclándose entre sí y se me pone la piel de gallina, expectante, anhelando que por fin decida acortar la distancia entre nuestros labios. Nuestras narices se tocan primero, entonces finalmente nos inclinamos un poco. Siento que la respiración se me corta como tantas veces antes en cada beso. Mis latidos se aceleran con tan solo ese toque, pero mi corazón no duele esta vez, es como si estuviera siendo salvado por un beso perfecto. Por primera vez, la noche se siente mágica. El tacto dura apenas unos segundos, pero es suficiente para devolver la felicidad a mi sistema. Entonces me mira, y se siente como el primer beso que compartimos, solo que esta vez, en lugar de los nervios, la seguridad abunda. El tipo de seguridad que dice a gritos: Me siento a salvo contigo. Me sonríe y todo se vuelve a sentir como antes. Como si nada nos hubiese separado, como si siempre hubiésemos pertenecido junto al otro. Le devuelvo la sonrisa, incapaz de procesar toda la felicidad que estoy sintiendo. Me eligió. Me eligió a mí a pesar de todo. Vuelve a besarme, esta vez con más deseo y necesidad, como si quisiera dejarme muy en claro que no volverá a apartarse, que se quedará a mi lado y deseo permanecer así por siempre, sosteniéndolo, afirmándole lo mucho que lo he estado amando y necesitando desde la primera vez, aquella lejana noche en que puede amarlo incluso sin razón. Lo sostengo cerca de mí, como si tenerlo lejos de nuevo pudiese derrumbarme, lo cual era cierto. Sabía que era un desastre, pero podía saber que yo era el desastre que él quería. Ambos nos sentíamos de la misma manera. Casi suelto un gruñido cuando escucho el grito de Marcus a lo lejos, llamando a Simon. Él se separa de mí y me apresuro a asegurarme de que su ropa esté en orden, tratando de deshacer las arrugas que le hice a su saco y acomodando la posición del cuello de su camisa. Le doy un último beso antes de que me abandone, porque, después de esta noche, si de algo estoy seguro es de que nunca podría tener suficiente de sus labios. Sonríe y lo veo marcharse. Desde arriba la luna me devuelve la mirada y, casi sin notarlo, unas cuantas lágrimas de felicidad abandonan mis ojos y recorren mi rostro con gracia. Me apresuro a limpiarlas sin poder borrar mi sonrisa.
✨
Regreso justo a tiempo para observar la presentación del coro. Pero sólo puedo centrar mi atención en Simon. Su melodiosa voz inunda mis oídos y sonrío, aunque soy consciente de que esa sonrisa no ha abandonado mi rostro en ningún momento. Minutos después la habitación se llena de aplausos, por lo que me uno a ellos. Sé que presentaron una nueva canción, pero después de haber besado a Simón hace unos momentos a la luz de la luna, no hay nada más en lo que pueda pensar. Después de la presentación la fiesta continúa, Simon se mantiene ocupado aceptando las felicitaciones y abrazos, y aunque estoy muy feliz por él me impaciento, porque no hay nada más que quiera que pasar junto a él el resto de la noche. Estuve deseando en todo momento poder bailar con él, sin importar que todos nos vieran.
Estaré esperándote afuera. Le aviso en un mensaje de texto, escabulléndome fuera del edificio. La temperatura es un poco más helada que hace unos momentos, pero no le doy mucha importancia, no cuando pronto podré abrazar y besar a Simon como tanto estuve deseando estos últimos meses. Soy el único estudiante afuera, ya que, cuando inició la presentación todos volvieron adentro. Transcurren apenas algunos minutos cuando, de pronto, siento el brazo de Simon rodeando mis hombros, por lo que me giro para que quedemos frente a frente.
—Estuviste asombroso. —le digo, girándome y colocando mis manos en su cintura cuando él posiciona sus manos entrelazadas tras mi nuca. Él me sonríe dulcemente y me inclino para volver a besarle, decidiendo que aquella en definitiva es mi actividad favorita.
Sabía que si alguien nos veía comenzarían a hablar, que los rumores podrían llegar incluso hasta la corte real, pero en este preciso momento, sosteniéndolo, nada de eso importa. La noche era nuestra y debíamos aprovecharla. Me separo apenas unos centímetros para poder mirarlo. Sus ojos brillan como las estrellas, admirándome como si fuera lo más preciado que posee.
—Toda la noche fantaseé con bailar contigo. —susurro, desviando mi mirada en repetidas ocasiones de sus labios a sus ojos. Una pequeña risa escapa de sus labios y dibuja una sonrisa encantadora en su rostro.
—Entonces hagámoslo. —se separa de mí por completo y, cuando estoy a punto de protestar, hace una pequeña reverencia y me tiende su mano, esperando pacientemente a que la tome. Sin poder evitarlo, una gran sonrisa se dibuja en mi rostro.
Tomo su mano y lo apego más hacia mi cuerpo, anhelando tenerlo lo más cerca posible, porque tenerlo así de cerca se siente como una necesidad vital.
Une su mano derecha a mi mano izquierda y comenzamos a movernos torpemente, soltando risas cada tanto. Es mejor que lo que pude haber fantaseado. Estábamos bailando con manos nuestras manos atadas y nuestros corazones latiendo a un mismo compás. Ambos teníamos miedos, de que el mundo pudiera separarnos. Pero, no importaba lo mucho que lo intentaran, en este momento éramos nosotros contra el mundo.
Me abraza en cuanto terminamos de bailar y comienzo a recordarle lo mucho que me hizo falta, incluso le recito el poema que había escrito para invitarlo al baile, ese que por temor no pude entregarle. No tengo el papel, pero, con tantas veces leyéndolo en silencio lo he aprendido.
"ensordecedor silencio, nos hiere
te amo, no consigo eclipsarlo
la presión me llevó a ocultarlo
con cada día mi esperanza muere
te necesito, nadie más lo quiere
mi amor han intentado borrarlo
el mundo se niega a aceptarlo
lo aclaro, mi corazón difiere
pesa la corona sobre mis hombros
duele, sólo en ti podía confiar
las memorias se han vuelto escombros
no es fácil al destino desafiar
lo nuestro, en privado lo nombro
a veces, amar es al mundo traicionar"
Quiero disculparme un millón de veces por todo lo que ocurrió, pero él no lo permite. Me besa tanto que logra embriagarme, y cuando siento que no puedo ser más feliz, se inclina, acercándose a mi oído y me susurra en español:
—Te amo, Wille.
👑
Bueno, no me imaginé que en algún futuro cercano estaría volviendo a publicar en wattpad, y sé que no es alguno de los shipps sobre los que solía escribir hace algunos años. Sinceramente sólo estoy publicando esto para que mi amigo Dylan ko0knut pueda leerlo jsjsj, volver a publicar por aquí se siente muy extraño, de hecho dudo que alguien me recuerde, pero aquí estamos, dando señales de vida después de como tres años JAJAJA, si llegan a leer esto en verdad les agradezco mucho:)
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