i. liberty
Movimientos suaves dirigidos al cilindro de tabaco entre los largos y ásperos dedos del joven hicieron que el objeto se deslizara de forma fácil entre ellos, un suave y débil manto grisáceo descendía de aquellos labios con unas ligeras aberturas que, por un centímetro más, abrirían paso a unos cuantos hilos de sangre. Un matiz morado bañaba su aterciopelada piel en un perfecto contraste con aquellos orbes verdes que lograban cautivar la atención de más de uno, y una superficial herida ardió en una de sus pobladas cejas; un malestar en el costado de su torso se presentó.
Un sabor amargo ascendió por sus papilas gustativas y una fina línea nació entre sus cejas cuando las frunció, un deje de indiferencia fue reflejado en sus ojos y, por una fracción de segundo, se vio envuelto en la tentación de bajar su vista hasta sus nudillos al haber sentido un tibio líquido mezclarse de forma natural junto a un ardor infernal. Sus párpados temblaron en cuanto se sellaron y tomó todo de sí intentar reducir la euforia y adrenalina que aún hervía en su torrente sanguíneo y amenazaba con brotar de él en una reacción agresiva.
Sus oídos fueron condenados a oír el fuerte y estruendoso rugido del motor de un vehículo que, por más que quisiese olvidar, era tan familiar y cercano que cada vez que lo oía le traía ligeros indicios de nauseas y disgusto. La luz del sol cegó por un corto segundo su visión al abrir sus ojos y sus párpados se entornaron en dirección al electrizante y llamativo deportivo azul frente a él. Dándole una ultima calada al cigarro, lo arrojó sin apartar sus ojos del centro de atención y se separó fugazmente de la pared donde se sostenía como si su espalda fuera a quemarse si permanecía un segundo de más en esa posición.
Arrastró sus pies con pereza hacia el vehículo como si sus pies estuvieran atados a pesadas cadenas y acomodó su saco sobre su hombro junto a su vieja y desgastada mochila. Un gesto burlón se hizo presente por un efímero instante al ver como una silueta alta fundida en un elegante traje bajaba y se mantenía quieta mientras un deje desaprobatorio se teñía en aquella expresión familiar que él tanto disfrutaba irritar.
—Joder, Nathan, mírate —El tono recriminatorio de aquella voz hizo que los ojos verdes del chico rodaran hasta el cielo en un gesto aburrido mientras caminaba hasta el recién llegado.
En un no tan sutil movimiento el rizado arrojó su bolso hasta el hombre frente a él, quien observaba con un deje de genuina preocupación el aspecto de su sobrino. Los orbes cerúleos del mayor inspeccionaron sin ninguna discreción el sucio y gastado uniforme del joven; uno que otro rastro de tierra era visible en la camisa blanca que llevaba, el cuello de aquella prenda era adornado por unas poco visibles manchas de tono carmesí, haciéndole saber que el rizado llevó a cabo una pelea hace muy pocos minutos; la corbata azul desajustada y sucia le daba un aspecto desaliñado y muy poco decente, aspecto que le daría un infarto a su hermano mayor cuando viera el estado de su hijo.
—Fue solo una pelea con un marica que no tenía nada que hacer que molestar con su existencia —Su tono de voz sonó desinteresado, logrando que las facciones del mayor se endurecieran y la sangre en su sistema hirviera de cólera al notar la indiferencia con la que su sobrino se dirigía a él.
—¡Oye! Tu padre no te envía a uno de los mejores institutos para que tú andes de gamberro por la vida —La voz autoritaria y grave del hombre trajeado no fue la suficiente como para que el chico le prestara la atención necesaria al asunto.
Matthew Andrei conocía muy bien al menor, era consciente de los actos y falta de decencia que el hijo de su hermano portaba desde pequeño; y esa era la razón por la que su hermano, Jeremy Andrei - uno de los empresario mejores pagados de la ciudad - dictó que pasara tiempo con Nathan. Jeremy deseaba que su hijo sea igual que su hermano en cuanto actitud y apariencia se hablaba, pagaba una gran suma de dinero para que su hijo fuera al mejor instituto de la ciudad para que sus modales y actitudes obtuvieran frutos y pueda enderezarse. E incluso había decidido enviarlo a un internado por un prolongado tiempo, pero la astucia, la profunda paciencia e insistencia que Matt había inculcado en sus palabras a la hora de convencer a su hermano de la errónea decisión que estaba por tomar, lograron salvar el pellejo del Andrei más joven.
Matthew suspiró con cansancio y observó como el heredero de la fortuna de su hermano se subía al vehículo con tal naturalidad que el impulso de golpear la nuca del menor fue tentadora, pero reprimió aquellos deseos para demostrar que debía ser sereno y que nada se solucionaba con agresividad. Sin más remedio él subió al interior del carro y encendió el motor partiendo de aquella calle solitaria donde Nathan lo obligaba a esperar.
Mirando de reojo al ojiverde, él aclaró su garganta y entornó sus ojos sin poder evitar que las palabras escaparan de sus labios—: Dime que al menos ganaste.
Las comisuras de los labios del rizado se alzaron con suficiencia antes de encogerse de hombros y desviar su vista con un deje cargado de sorna:
—Le rompí la mandíbula para que no siga hablando estupideces frente a las personas —Siseó, deslizando su mano por su barbilla mientras una segunda sonrisa se abría paso por sus labios, evitando hablar sobre la razón principal por la cual aquella pelea había iniciado.
—Sabes que si Jeremy te ve así no te permitirá entrar a tu casa, ¿verdad? —El Andrei mayor notó por el rabillo de su ojo como Nathan apoyaba su cabeza contra el respaldo fundido en una segunda piel de cuero que provocó un sonido casi irritante para los oídos del menor. Un sonido gutural asimilado a un chasquido fue arrancado de la garganta del ojiverde, demostrado que aquello no le interesaba en lo absoluto.
El hombre mayor dejó caer por unos cortos instantes sus profundos orbes sobre el pálido rostro del niño, preguntándose a sí mismo si en verdad aquello era algo normal en su interior. Tal vez, solo era una fachada y todo eso le importaba pero lo negaba, o tal vez en serio le importaba un bledo lo que transcurría a su alrededor. Y lo que más preocupación y angustia le provocaba en su alma era pensar en la segunda opción, debido a que no era algo tan descabellado; Nathan había sido víctima de una difícil etapa en su pasado que él y Jeremy no pudieron evitar, había sufrido algo doloroso y había demostrado lo que él tanto sufría. Y de tan solo pensar que las reiteradas veces en la que él fue lastimado hayan sido lo que ocasionó aquel fuerte bloqueo de sentimientos a su sobrino, era algo que atormentaba tanto a Matthew como a Jeremy.
—Eh, gamberro —Llamó él, una vez librado de su ensimismamiento —. Agarra la bolsa en los asientos de atrás.
Nathan observó con sus característicos ojos aburridos hacia la parte trasera del auto, arrugando el entrecejo con expresión interrogante ante la bolsa de papel café que se hallaba sobresaliendo de los matices oscuros del reducido lugar. Soltando un quejido al estirar medio cuerpo para tocar el material áspero con las yemas de sus dedos, agarró la bolsa atrayéndola hasta su pecho acomodándose nuevamente en su asiento.
Matt ladeó una sonrisa con diversión dándole una mirada de soslayo a su pequeño acompañante—: Espero que sea de tu talla, es viernes y de seguro no querrás oír a Jeremy regañarte durante tus días de libertad sobre la importancia de lucir bien frente a las personas.
Nathan observó el interior de la bolsa con atención y curiosidad, las comisuras de sus labios se curvaron en una mínima sonrisa antes de comenzar a desabotonar su camisa, no tardó en deshacerse de ella con rapidez, y algo de dificultad debido a que el espacio en donde se encontraba no era el más cómodo. Algunas zonas en el menudo y pálido torso del menor estaban teñidas de un color morado junto a unas cuantas heridas que amenazaban con abrirse ante el mínimo esfuerzo.
—Joder, Nate —Susurró el mayor, mirando los rasguños en su cuerpo sin apartar del todo su mirada de la carretera —. ¿Acaso peleaste con él o te lo follaste?
La carcajada del hombre lo hizo rodar sus ojos obligándolo a apresurarse para abotonar la nueva camisa cubriendo su cuerpo. Miró con cara de pocos amigos a su tío antes de dejar salir un bufido con clara frustración.
—Apenas pongas un pie en la casa, curarás eso o le diré a tu padre que te lleve a un hospital —Volvió a hablar, adquiriendo velocidad al pisar el acelerador.
El rizado decidió permanecer en silencio durante el viaje, prefiriendo sumergirse entre sus pensamientos dando un asentimiento una que otra vez ante los comentarios que su tío decía acerca de las cosas que transcurrían en la empresa. Al cabo de unos cuantos minutos observando el paisaje poco nítido a través de la ventanilla, el ojiverde alcanzó a divisar un familiar camino que era dibujado hasta la cima de una colina y dejó caer su cabeza sobre el duro vidrio de la ventana, su frente hizo contacto con el gélido material mientras que sus rizos obstruían su visión.
Una vez que el vehículo hizo el recorrido de siempre, Matthew estacionó frente a la gran casa que ocultaba detrás suyo un gran terreno poblado por altos y gruesos árboles.
—Mueve tu trasero, niño triste, vamos a alimentarte, tu deprimente estómago lo necesitará.
Matthew golpeó sus nudillos contra el suave brazo del menor y abandonó el costoso vehículo sin decir otra palabra. Nathan observó desde su sitio como su tío rodeaba el auto y hacia un gesto con su mano incitándolo a bajar del vehículo, su ceño se arrugó y una sonrisa asaltó sus finos labios ante la idea infantil que se incrustó en su cabeza. Sin apartar la mirada del mayor, él alzó su brazo y con ayuda de su codo bajó el pequeño tubo que resguardaba la seguridad del carro, al ver lo que el Andrei más joven hacía, Matt cerró sus ojos y soltó un par de maldiciones casi leyendo las claras intenciones que el rizado tenía en mente, recordando el lugar donde había dejado las llaves.
Al ver tal expresión de frustración en el rostro del mayor, Nathan frunció su ceño dirigiendo su vista hasta el asiento del conductor; sus ojos se abrieron con sorpresa. Una carcajada inundó el interior del auto y rápidamente tomó entre sus dedos el objeto brillante que resaltaba entre la funda de cuero a su lado, alzó las plateadas unidades e hizo un movimiento divertido volviendo a ver al hombre que permanecía con rostro enfadado afuera.
—¡Nathan! ¡Abre la jodida puerta o le diré a tu padre!
—Suenas como un niño cobarde —Habló él, deslizándose hasta el asiento del conductor. Sus manos se posaron sobre el volante y sus dedos se ciñeron sobre el material encuerado. Sus ojos adoptaron un brillo inusual y le dirigieron una mirada llena de sorna al ojiazul —. ¿Quieres dar una vuelta, guapo? Espero que tu tarifa no sea alta.
Una segunda carcajada acompañó aquellas palabras que amenazaron con sacarle una sonrisa al mayor, quien se vio obligado a mantener su rostro serio en un intento de tomarse el asunto con seriedad. Debía admitir que el niño tenía más actitudes similares a las de él que a las de su hermano.
—Bien, si tu lo quieres así —Matt se encogió de hombros antes de tomar una gran bocanada de aire y dejar que sus pulmones ardieran por el fuerte aumento en su tono de voz —. ¡Jeremy!
Nathan rodó sus ojos, intentando introducir las llaves en la diminuta abertura bajo el volante, observó el cielo nublado teñido de un gris aburrido y no pudo evitar compararlo con su padre. Sus hombros se sacudieron por el movimiento ocasionado por la risa que salió al pensar en aquella comparación y su sonrisa se ensanchó al instante en que sus oídos percibieron un rápido y agudo click.
Los ojos del Andrei mayor se abrieron con temor y sorpresa al segundo luego de que oyera el fuerte rugido del motor de su auto inundando velozmente sus oídos, observó a su sobrino que mantenía reflejado la genuina sorna en su mirada que le provocaba la situación en la que se encontraba e, incluso, Matt pudo jurar que la sonrisa que el hijo de su hermano llevaba consigo no era normal.
—¡Si te comportarás como debes, tal vez tendrías de regalo un auto! —Matt hizo oírse en medio de aquel estruendoso y molesto ruido que el motor ocasionaba, lo que anteriormente había llevado al hombre a acercarse unos pasos hasta quedarse cerca de la ventanilla.
—¡Prefiero las motocicletas!
El ojiazul deslizó una mano por su rostro hasta llegar a las hebras mieles que tenía como cabello, sujetó el puente de su nariz antes de volver a hablar con calma y en tono burlón una vez que Nathan dejó de pisar el acelerador:
—Mira tú, un momento eres el niño suicida y al otro el chico malo, demasiado trabajo —En el interior del vehículo él pudo ver como su sobrino sonreía cínico alzando su dedo del medio en su dirección. Sin embargo, aquel gesto que el menor mantenía en su semblante desapareció en cuestión de segundos al instante en que paseó sus ojos sobre el hombro del mayor.
Nathan rodó sus ojos dejando reposar de forma brusca su torso contra el asiento con un claro fastidio en su rostro, el cual hizo al mayor arrugar su entrecejo y ladear su cabeza unos centímetros localizando la razón que ocasionó tal cambio de humor en el rostro del adolescente. Unos gélidos y profundos orbes azules observaron con seriedad en dirección al auto mientras que el portador de aquellas gemas caminaba hacia el hombre de cabello casi rubio, cruzando miradas con éste antes de acercarse a su lado.
En un molesto y agudo ruido, sus nudillos golpearon repetitivamente el cristal de la ventanilla provocando que el menor rodara sus ojos y quitara el seguro del vehículo, mientras que Matthew sufría internamente al ver a dos animales salvajes estar cerca de su preciado y amado deportivo, bastante tenía con Nathan para que su hermano viniese y maltratara, sin intención, a su bebé.
Una expresión irritada se adhirió en el rostro del ojiverde, sacando sus manos del volante y bajando no sin antes tomar las llaves, una vez fuera lanzó las pequeñas unidades de metal que encendían el motor del deportivo hacia su tío, y cierto malestar inundó su sistema al ver el rostro de su progenitor; sin embargo, se dispuso a saludarlo con el respeto que su padre se encargó de inculcarle, claro está que aquel mínimo respeto que nadaba en sus venas eran solo dirigidos a su padre, y como máximo, a su tío.
—Vamos, ve a darte una ducha que hoy habrá una reunión en casa —Jeremy hablaba, viendo como su hijo no demostraba ni el más mínimo interés en aquello, pero que comenzaba a caminar hasta los escalones que dirigían a la gran casa frente a ellos.
Nathan arrastró sus pies con los dos hombres pisándole los talones; no obstante, sus pasos se detuvieron con brusquedad al instante en que un segundo rugido de motor inundó sus oídos. Los ojos de los presentes se dirigieron con suma atención a la silueta de un hombre sobre una motocicleta, y la intriga no tardó en arraigarse en el interior del chico quien observaba curioso el vehículo de dos ruedas.
La expresión pacífica del Andrei más viejo cambió drásticamente al reconocer el rostro del dueño de aquella motocicleta, y por acto de reflejo le dio una mirada severa a su hermano menor dando a entender que llevara a su hijo al interior de la casa. Matthew se aproximó hasta su sobrino sujetando su brazo para que comenzara a caminar, pero éste mostró resistencia por lo cual permanecieron allí viendo mientras Jeremy caminaba hasta el hombre de cabello rubio montado sobre el vehículo desconocido.
Las cejas del ojiverde se juntaron y sus ojos se desviaron de aquel desconocido hasta su tío, el cual llevaba una expresión seria y, podría llegar a decir, que sus ojos adquirieron un tono más oscuro de lo usual.
— ¿Quién es? —Inquirió, notando como las facciones del hombre de ojos azules se relajaban. No había que ser un genio para saber la tensión que provocaba la presencia de aquel sujeto.
—Debemos entrar, ahora —Habló el contrario, empujando al menor hacia la casa, esta vez con más fuerza.
Nathan sintió como halaban su brazo con insistencia, sintiéndose repentinamente enfermo cuando por una fracción de segundo; tan solo una fracción de segundo, sus ojos se conectaron con los del hombre sobre la motocicleta y antes de que Matthew lograra hacer que entrara al hogar, se las arregló para lograr oír la grave voz del hombre hablar:
—Entrégame lo que nos debes y no sucederá nada —La profunda y fuerte voz del sujeto se hizo oír —. Créeme cuando te digo que no quieres a ningún Bakri enfadado en tu casa, mucho menos cerca del niño.
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Se supone que esto es como una introducción, es una caca pero es lo que hay ahre por fin puedo publicar laksdjdjd. Srry si encuentran alguna falta de ortografía, algunas incoherencias o repeticiones, literalmente MIKAHRE me amenazó para que publicara esto.
Muy pronto (pf seguro) voy a publicar la segunda parte, besitos besitos chau chau como diría mi c ñor jorge.
—HERRE.
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