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20.

El lugar de Granjas Holyoke estaba totalmente abandonado. No estaba seguro de lo que esperaba encontrarme... ¿quizás una razón para comprar la granja de nuevo, que no fuera la nostalgia?

Ciertamente era un lugar bonito, aunque un poco descuidado. Había una casa de campo blanca de dos pisos con un porche envolvente, y el largo paseo por el camino de grava me dio mucho tiempo para absorberlo todo.

Había cerezos en abundancia por todo el lugar. Pasé por delante de las viviendas y di una vuelta por la propiedad, asomando la nariz por las dependencias abandonadas y el equipo oxidado que no tenía ni idea de cómo utilizar.

Cuando por fin llegué a la granja, encontré la puerta principal cerrada, pero estaba preparado para ello. Saqué la llave del llavero de mariposa, y no me sorprendió en lo más mínimo cuando giró en la cerradura. Me reí. Era un poco pronto para celebrarlo, pero joder, por fin algo funcionaba como debía.

La casa estaba polvorienta y necesitaba reparaciones. No quedaba mucho mobiliario. Lo poco que habían dejado los Na había visto días mejores: un viejo sillón reclinable de tela escocesa verde, algunos juguetes rotos, y una mesa de comedor que se tambaleaba. Me quedé mirando el cuadro colgado de un caballo corriendo, un poco decepcionado.

Tenía claro que mi apartamento no había sido un verdadero hogar. Supongo que había estado esperando secretamente que lo fuera. Tal vez había planeado restaurar la casa, y simplemente no había llegado a hacerlo. O tal vez no quería que nadie más tuviera la casa de mi infancia...

Me quedé mirando la foto del caballo un poco más.

... O tal vez había vuelto a las andadas, y éste era otro lugar en el que solía esconder cosas.

La foto simplemente no pertenecía a este sitio. ¿Por qué los Na se tomaron la molestia de colgarlo, si ni siquiera significaba lo suficiente como para llevárselo? Todo lo demás que dejaron era prácticamente basura. Eso me hizo pensar que no lo habían dejado en absoluto. Y en mi enrevesada mente sólo habría una razón para colgar un cuadro de un caballo al azar.

Me acerqué al cuadro y lo retiré de la pared, encontrándome con un teclado biométrico detrás de él.

Por supuesto.

Puse el pulgar en el teclado, y éste emitió un pitido verde.—Se requiere confirmación secundaria—me informó una voz, haciéndome saltar un poco. Una ranura parpadeaba junto a la primera, y me acerqué para ver mejor. El panel volvió a pitar—. Coincidencia de reconocimiento ocular. Entrada confirmada.

Cuando una puerta se abrió, me permití suspirar. El viejo yo estaba empezando a poner de los nervios al nuevo yo. Probablemente había metido todo lo que era importante para mí en una cápsula y lo había lanzado al espacio... ya sabes, para mantenerlo a salvo. Mis fotos de cuando era bebé probablemente estaban girando en la atmósfera junto al telescopio Hubble y el tesla de Elon Musk.

Volví a colocar el cuadro sobre el teclado y atravesé la puerta, la cual me condujo a un tramo de escaleras... porque ¿por qué no iba a tener un búnker subterráneo? La puerta se cerró tras de mí, dejándome casi en la oscuridad.

Parpadeé un par de veces, y mis ojos hicieron su función de visión nocturna. Me di cuenta rápidamente de que no la necesitaba, ya que en cada escalón había pequeñas luces LED. Volví a parpadear.

Visión nocturna: desactivada.

Seguí las luces con cuidado. Añadir un cuello roto a mi situación sólo podía empeorar las cosas.

En la parte inferior, había otro panel y otra confirmación de seguridad. Cuando la puerta finalmente se abrió, ésta me condujo a una sala de estar. Entré en la habitación vacilante, todavía un poco confundido. Esperaba encontrar una versión más grande de la sala oculta que había creado en el armario de Jake: armas, ordenadores y cosas así. Pero no este hermoso y cálido espacio, con cómodos sofás marrones y una alfombra beige mullida.

¿Acaso yo... vivía aquí?

Me moví por la habitación, mirando a mi alrededor y sin tocar nada. No hasta estar seguro de que no había puesto una trampa en el lugar como si fuera una cueva en una película de Indiana Jones. Había cuadros en la repisa de la chimenea, y me acerqué a ellos como si me atrajeran. Cogí uno que estaba en el centro. Mi madre estaba de pie junto a mi padre, el cual le sonreía bobamente. Hacía eso muchas veces, como si no pudiera creer en su suerte. Dejé ese cuadro con cuidado y cogí otro, éste con dos niñas sentadas junto a un niño -que sabía que tenía que ser yo.

Supongo que, después de todo, había hecho algunas reformas.

Volví a dejar el marco con cuidado y seguí mirando a mi alrededor. Había una pequeña cocina, un baño, un dormitorio y un lavadero. Supuse que todo se alimentaba de los paneles solares de la parte superior de la casa. Y esa suposición se vio reforzada cuando pasé junto a un panel de control de aspecto complicado, que no tenía ni idea de cómo manejar.

Y por supuesto, encontré la habitación que esperaba encontrar al final del pasillo. En la pared del fondo había pistolas, cuchillos y todo tipo de armamento. Algunos artilugios de aspecto extraño se encontraban en los estantes; no sabía para qué servían ni cómo utilizarlos, y no tenía ganas de volver a aprender.

Fruncí el ceño ante el cuadro de la selva tropical que había sobre mi escritorio. Tenía uno igual en mi otro búnker en la casa de Jake. No me cabía duda de que era intencionado; yo era de esa clase de personas. Pero no tenía el tiempo -ni la energía, no olvidemos la energía- para dedicarme a ese misterio en estos momentos.

Un banco de pantallas planas constituía mi sistema de seguridad. Cada uno de los ocho monitores mostraba una parte diferente de la propiedad, conectada a distintas cámaras. La última pantalla mostraba una vista de la sala de estar del piso superior, apuntando directamente a la puerta principal.

Me senté en el escritorio y barajé los papeles de arriba en una pila, y luego los revisé uno por uno. La mayoría parecían investigaciones de diferentes edificios y países, y horarios de rotación de la guardia. Le eché un vistazo a lo que parecían ser los planos de la casa de un jeque. Estaba seguro de que había una buena historia detrás de eso, lástima que la gente que seguramente la conocía me quería muerto.

Todos los papeles llevaban en relieve la palabra MAXIM, que finalmente se definió en una de las siguientes páginas: Modificaciones de Máximo Impacto. La página siguiente estaba redactada a cal y canto, pero pude distinguir las palabras Proyecto Anielski. Alguien había estampado en rojo el fracaso en la parte superior.

Tuve un mal presentimiento hasta los putos tobillos de canguro, pero abrí el expediente de todos modos. No me sorprendió en absoluto encontrarme cara a cara con una foto mía y una hoja biográfica.

1,83 m. - 64 kg.

Entrenado en jujitsu, karate y aikido.

Adepto al sigilo, la velocidad y la fuerza.

Muy peligroso. No se debe enfrentar a uno contra uno.

Familia: Ninguna.

Dominio de las armas: Todas.

Nombre clave: Crisálida.

—¿Todas?—grazné, porque a veces hay que decir algunas cosas en voz alta—. Eso es un poco amplio, ¿no?

Pasé la página, y encontré otra hoja biográfica con una pequeña foto en la esquina de un hombre llamado Minho. Era un miembro del Proyecto Titán, y había seis más como él.

Cuando me encontré con otra foto familiar, me detuve.

1,77 m. - 57 kg.

Experto en Tae-Kwon-Do.

Familia: Madre y una hermana, ambas fallecidas.

Dominio de las armas: Cuchillos, pistolas, shurikens.

Nombre clave: Caos.

Pasé las páginas, sintiendo las tripas revueltas. El Proyecto Titán también se había considerado un fracaso, y entonces habían pasado a otro PMH.

¿Y qué demonios era un PMH?

Casi se me salen los ojos de las órbitas cuando seguí leyendo para ver qué significan esas siglas.

Proyecto de Mejora Super-humana.

Busqué en las siguientes páginas algo sobre el Proyecto Geneza, pero no encontré nada.

Me senté en mi silla, con la mente dando vueltas. Un cuadro de una selva tropical colgaba sobre mi escritorio, y lo miré fijamente, tratando de encontrar respuestas. Cualquier respuesta.

Entonces, una sombra oscura en una de las pantallas de vigilancia me llamó la atención. Me giré en la silla para ver mejor la fila de vehículos que se acercaban. Todos eran negros, con las ventanillas y las luces traseras oscurecidas.

Joder.

Me pregunté si habría otro rastreador en mi persona, algo implantado tan profundamente que nunca podría encontrarlo, y mucho menos eliminarlo. O tal vez sólo me habían seguido. Pero había sido tan malditamente cuidadoso. Aunque supongo que no hacía falta ser un genio para darse cuenta de que acabaría volviendo a visitar los lugares de mi pasado.

La puerta trasera de uno de los todoterrenos se abrió, y entonces Caos salió de él. Le seguían de cerca un par de miembros del escuadrón de matones. No me sorprendió en lo más mínimo encontrarme una vez más con él. Aquel hombre se había convertido en el chicle de la suela del zapato de mi vida. Cuando chasqueó los dedos, los miembros del escuadrón de matones se dispersaron y comenzaron a registrar la propiedad.

Buena suerte para encontrar mi escondite.

Caos se apoyó en sus talones y miró el frente de la casa. Una lenta sonrisa se dibujó en su rostro, y luego volvió al coche. Un momento después, reapareció con un papel y un plumon y garabateó algo en el papel. Se metió el lapiz entre los dientes, y le dio la vuelta a la hoja. Entrecerré los ojos para poder leer lo que había escrito.

Ven aquí, cerdito.

A pesar de la seriedad de la situación, me reí. De asesino psicópata a asesino psicópata, eso era una mierda divertida.

Tras unos instantes de sostener el cartel en alto, Caos sonrió, claramente imperturbable por mi obstinación. Buscó en su bolsillo y sacó algo pequeño de él... entrecerrando los ojos, pude ver que se trataba de un encendedor. Tardé unos instantes en atar cabos mientras hacía girar la rueda con el pulgar.

Me debatí durante unos minutos sobre si podía permitirme el lujo de ser testarudo. Pero en mis pocas interacciones con Caos, no había parecido precisamente del tipo que se dejaba engañar. Podía verlo quemando todo el lugar con una maldita sonrisa en su rostro.

Volví a meter los papeles en el archivo, dejándolos en un cajón antes de mandar el ordenador a dormir. No me molesté en coger ninguna de las armas. Probablemente las usábamos sólo por comodidad, pero había empezado a creer que las armas éramos nosotros.

Cuando finalmente salí por la puerta principal y bajé los escalones, Caos sonrió, tirando su papel al suelo.—Pensé que necesitarías un poco de motivación.

No me detuve hasta que estuve a unos metros de él.—¿Cómo sabías que estaba en este lugar?

Resopló.—Porque tú eres tú.

—Tengo la sensación de que eso no es un cumplido.

—En este caso, lo es. Y no los doy a menudo, así que disfruta del momento.

—¿Qué somos?—pregunté—. ¿Cuál es la diferencia entre nuestros PMH?

Me miró fijamente durante unos instantes.—Veo que alguien ha estado indagando un poco en cosas que están por encima de su nivel salarial...

—Merezco saber lo que somos.

La irritación cruzó su rostro.—Ni siquiera sabes quién eres.

—Por favor—insistí—. ¿Qué era el Proyecto Anielski? ¿Somos... androides?

—Por supuesto que no—dijo, suspirando de impaciencia—. Todos los proyectos son experimentos de mejora biológica. Se trata de maximizar el rendimiento fisiológico y mental en situaciones de combate—Mientras seguía mirándolo fijamente, Caos gruñó—. Sentidos aumentados, Lee. Reflejos más rápidos y habilidades de combate mejoradas. Todo se reduce a más grande, mejor, más fuerte, más rápido.

Dejé escapar una risa incrédula, aunque sabía, en el fondo de mi alma, que él decía la verdad.—¿Como en el Capitán América? ¿Aquí es donde tú y yo tenemos que ir a convencer a Hulk de que se una a nosotros para vencer a HYDRA?

—Vale. En primer lugar, te has confundido de película—Caos sacudió la cabeza con disgusto—. Y en segundo lugar, nunca te llevaría conmigo a convencer a nadie de nada. Tienes la personalidad de un papel de lija.

—Viniendo de ti, eso significa... bueno, absolutamente nada.

—¿Puedo continuar?

—Por supuesto.

Resopló.—El objetivo es mejorar la resistencia y tolerancia a los extremos ambientales. El resultado de esa iniciativa somos nosotros.

Lo miré con desconfianza.—En el Capitán América...

—¡Por última vez, esto no es el Capitán América!

Me miré fijamente.—Así que no estaban tratando de crear súper soldados de nueva generación...

—No.

—¿Superhéroes?

—No.

—¿Cambiaformas de lobo?—adiviné con esperanza.

Caos me miró fijamente.—¿Qué?

Suspiré con nostalgia. Joder, eso habría sido genial.—Bueno, ¿qué demonios estaban tratando de hacer?

—Asesinos.

—Oh..—dije débilmente—. ¿Al menos trabajamos para el gobierno? Ya sabes, enderezando los males del mundo de forma discreta.

Negó con la cabeza.—Nos contratan al mejor postor. Así que quítate de la cabeza cualquier ideal de trabajar por el bien común—sonrió—. Somos asesinos contratados. Lo mejor de lo mejor.

—Mercenarios—lo miré fijamente, mientras procesaba sus palabras—. ¿Por qué cancelaron el Proyecto Anielski?

—Tú eras el prototipo. Pero eras defectuoso en todos los sentidos—Caos ocultó una sonrisa cuando gruñí, en voz baja, en mi garganta. Sacudió la cabeza hacia el coche—. Ya es hora, Lee. Pronto tendrás todas las respuestas que necesitas.

Sabía que, en un momento dado, -al menos, según Beomgyu- había estado con el equipo del Caos voluntariamente. La muerte de toda mi familia me había llevado a los lugares más oscuros. Había estado dispuesto a jugar con casi cualquiera para hacer realidad mi venganza. Eso podía entenderlo. Pero, ¿por qué me había quedado? Quizá porque era la única vida que conocía. Todo en esa vida me había llevado a estar solo, alejándome de la única persona que se había preocupado por mí.

No había nada de esa vida pasada que me interesara recuperar.

Sacudí la cabeza lentamente.—Si me conoces tan bien como dices, entonces sabrás que eso no va a suceder.

Caos se limitó a asentir. No parecía ni remotamente sorprendido de que estuviera dispuesto a morir. Cuando abrió la puerta trasera del coche, me encontré con un desconocido con una bolsa en la cabeza. Tenía las manos atadas por delante.

—Creo que tengo algo que podría hacerte cambiar de opinión.

Extraño o no, quería alcanzarlo, quitarle la bolsa de la cabeza y asegurarme de que estaba bien. El tipo se había metido en un buen lío al mezclarse con esta gente.

—¿Me estás tomando el pelo?—pregunté, levantando una ceja—. Creo que ambos sabemos ya que no voy a sacrificarme para salvar a un idiota que se ha dejado capturar.

—Desde luego que no—Caos asintió—. ¿Pero qué hay del amor de tu vida?

Se inclinó y retiró lentamente la bolsa de la cabeza de Jake. Unos mechones de pelo desordenados le cayeron en los ojos, y él los sacudió hacia atrás. Tenía la boca cerrada con cinta adhesiva, pero no emitió ningún sonido. Francamente, no era necesario; la ira estaba presente en su hermoso rostro mientras me miraba con desprecio.

Exhalé un suspiro.—¿Es realmente necesario?

—¿Después de nuestro desastroso viaje anterior? Yo diría que sí. ¡Mataste a tres de nuestros hombres!

Mi mirada se dirigió a la suya.—No hice tal cosa. Estaban vivos cuando me fui.

Su risa era chirriante y áspera.—Han fracasado, Lee. Podrías haberles disparado en la cabeza y ahorrarle a Kwon la molestia.

Fruncí el ceño ante el nuevo nombre.—¿Quién demonios es Kwon?

—Entra—ordenó.

Pensé en ver si el 2.0 era mucho mejor que el 1.0, pero una mirada a Jake me desmotivó de esa idea. Entré en silencio. Cuando volví a mirar a Caos, él chasqueó los dedos.—¡Casi lo olvido!

Buscó en su bolsillo y sacó un pequeño frasco de líquido rojo. Me tendió el frasco y lo agitó con impaciencia cuando no lo cogí. Sabía que era una locura reírse en su cara, pero no pude evitarlo.

—¿Crees que me voy a envenenar?—pregunté, riéndome de la idea—. Tal vez debería hacerlo aún más fácil y ponerme esta bonita bolsa en la cabeza. Ya sabes, así cuando vomite no haré un desastre.

—Si fuera a matarte, no usaría veneno—Caos gruñó—. Soy un tipo práctico.

—Oh, que bonito.

—Vas a beber esto porque no quiero tener que someterte, y no quiero que mates al resto de mi maldito escuadrón. ¿Sabes cuánto tiempo me llevó entrenar a esos bastardos?—volvió a empujar el frasco hacia mí—. Ahora, bebe.

—Sí, no veo que eso ocurra.

Caos sacó su pistola de la cintura, y la apuntó directamente a la cabeza de Jake—¿Qué tal ahora?—Claramente, era una horrible influencia porque no había ni una gota de miedo en la cara de Jake. Sólo desafío y rabia, mientras Caos le clavaba la pistola en medio de la frente—. Última oportunidad.

—Dámelo—gruñí, arrebatándole el frasco de la mano.

Supongo que mi ex novio no me odiaba tanto como pensaba. Por primera vez desde que Caos le arrancó la bolsa de la cabeza, Jake emitió un ruido. Me miró con los ojos desorbitados y negó con la cabeza.

—No tengo muchas opciones—le dije mientras quitaba la tapa del pequeño frasco.

Lo que fuera que me habían dado, ardió y me hizo jadear un poco. Tiré el recipiente al suelo y me incliné hacia atrás, sabiendo que lo que fuera que había allí me iba a golpear muy fuerte. Preferí no aumentar mi miseria golpeándome la cara con el respaldo del asiento delantero al bajar.

Caos me dio una palmadita en la cabeza.—Buen chico.

—Sólo espera hasta que no esté tan... jodidamente cansado...

Jake se acercó más a mí, pero no le hizo falta: de repente me caí de lado, con la cabeza hacia abajo en el asiento del medio.

—Ay—murmuré cuando mi mejilla encontró la hebilla del cinturón de seguridad.

—Buenas noches—dijo Caos, dando un portazo.

Me prometí a mí mismo que un día de estos lo mataría de verdad. Tan pronto como mi cabeza dejara de dar vueltas.

El coche se puso en marcha mientras mis ojos se cerraban. Sentí unas manos suaves en mi cabello, las cuales me empujaban suavemente la cabeza en una dirección. Reconocería esas pequeñas manos en cualquier lugar. Las reconocería en la oscuridad. Las reconocería en un charco de manos agarradas, todas ellas alcanzando y agarrando para mí.

—Eso sería asqueroso—reflexioné en voz alta—. ¿Un charco de manos agarradas? Asqueroso... y quizás interesante.

Jake resopló mientras me acercaba, de modo que quedé medio sobre su regazo. Alcancé la cinta adhesiva de su boca, pero él se retiró con un ruido de reproche.

—Probablemente tengas razón. Te la volverán a poner, y te dolerán los labios por haberla quitado—parpadeé hacia él—. Eso es lo que querías decir con mmph, ¿verdad?

Jake resopló, y si no me equivoco, fue una carcajada. Me pasó los dedos por el pelo. Si no hubiera estado medio desmayado, lo habría disfrutado mucho más. Abrí los ojos, sin saber cuándo los había cerrado.

—Voy a sacarte de esto—balbuceé—. Sólo necesito una pequeña siesta...

Jake hizo un ruido detrás de la cinta, y tardé un minuto en descifrar que había dicho ′nosotros'.

Asentí con la cabeza.—Nosotros.

Sí. Voy a sacarnos de esto. Pero no ahora mismo.

Volví a cerrar los ojos, dejando que el sueño se apoderara de mí.

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